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Gálatas
           Una respuesta apasionada para una iglesia con problemas
                               Carl P. Cosaert


                            CAPÍTULO 7

         La ley como nuestro
             paidagogós

J
     amás olvidaré su reacción. Su lenguaje corporal no dejaba duda en
     mi mente en cuanto a lo que pensaba. Observarla negar con la ca-
     beza ponía de manifiesto que estaba completamente desacertada
     con los comentarios de Pablo en Gálatas sobre la ley. Llevaba varios
días en Botsuana, acompañado por dos colegas, presentando varios te-
mas en un congreso bíblico dirigido a pastores y sus esposas. El tema del
congreso era «Las Escrituras en la teología, el liderazgo y la vida». Hab-
ía sido una semana maravillosa de comunión y de estudio de la Biblia.
Cuando se acercaba la conclusión de las ponencias, uno de mis colegas
abordó uno de los temas más desafiantes del Nuevo Testamento: el pun-
to de vista de Pablo sobre la ley. Su punto central era Gálatas 3:22-25,
pasaje en el que Pablo escribe: «Pero ahora que ha llegado la fe, ya no
estamos a cargo de ese esclavo que era la ley» (versículo 25, DHH).
La reacción del público indicaba el interés que había por comprender
mejor el pasaje. Sin embargo, cuando mi colega empezó a explicar los
diversos matices del texto, no pude evitar fijarme en el cambio de reac-
ción de una de las mujeres que se encontraba sentada cerca de mí. Re-
sultaba evidente que le costaba encontrar el sentido de la afirmación de
Pablo. Al principio, se echaba contra el respaldo del asiento y luego se
inclinaba hacia delante en la silla, expresando así su inquietud. Sin em-
bargo, sus expresiones faciales comenzaron a alterarse, dando paso a un
ceño fruncido que manifestaba claramente que estaba del todo perpleja.
Aunque tuve la impresión de que no sería nada fácil eliminar la confu-
sión inicial de aquella mujer, un rayo de esperanza trajo un aplazamien-
to momentáneo para las expresiones de desconcierto de su rostro. La
esperanza surgió tras una afirmación hecha por mi colega. Dijo que hab-
ía una manera de lograr que los difíciles comentarios de Pablo en Gála-
tas resultasen más fáciles de entender. La clave radicaba en analizar el

                         © Recursos Escuela Sabática
uso del apóstol de la expresión paralela de 1 Corintios 9:21-23. Yo, aun-
que seguía en la Biblia el pasaje que mi colega leía en voz alta, estaba
más interesado en ver si su sugerencia provocaría algún cambio en la
reacción de la mujer; y así fue, en efecto, pero no de la forma que me
imaginaba. Cuando mi colega leyó: «Con los que no tienen ley, como si
yo no la tuviera, aunque no rechazo la ley de Dios, pues estoy sometido a
la del Mesías, para ganar a los que no tienen ley» (PER), la mujer em-
pezó a negar con la cabeza enérgicamente. Y me di cuenta de que decía:
«No estoy segura de que eso lo simplifique». Nunca olvidaré sus reac-
ciones, pues será la imagen que asocio con los comentarios de Pedro en
el sentido de que hay «algunos puntos» en las Cartas de Pablo que son
«difíciles de entender» (2 Pedro 3:16, NVI).
Por eso, aunque espero que este capítulo le aclare un poco más los co-
mentarios de Pablo, si no lo hace, acuérdese sencillamente de que usted
no es la primera persona a la que le cuesta captar lo que el apóstol escri-
bió, y tampoco será la última. Aunque nos adentramos en un pasaje difí-
cil, tenga buen ánimo. De todos los asuntos difíciles que hay en el mun-
do que pueden ocupar la mente humana, ¿qué mejor tema existe que re-
flexionar en los misterios contenidos en la Palabra de Dios? Además,
¡incluso una vislumbre momentánea de la percepción espiritual escon-
dida en los escritos de Pablo tiene mucho más valor que el riesgo de
quedarnos perplejos en el transcurso de nuestra investigación!

La relación entre la promesa y la ley
Lo medular es esto: ¿Está Pablo a favor de la ley, o en contra de ella? ¿Es
la ley una bendición o una maldición? Es probable que este asunto haya
impacientado y dividido a los eruditos paulinos más que cualquier otro
tema. La dificultad para responder a nuestra pregunta estriba en el
hecho de que sus comentarios sobre la ley, a menudo, pueden parecer
contradictorios. En ocasiones parece que presenta un cuadro más bien
despectivo de la ley, mientras que en otros momentos es capaz de hablar
positivamente de la ley, de la que dice que «es santa, y el mandamiento
santo, justo y bueno» (Romanos 7:12). Expresiones tan diversas han lle-
gado a una plétora de opiniones diversas entre los eruditos, en las que
Pablo es «evaluado casi de todas las maneras posibles sobre este asunto,
desde antinomista hasta fariseo, pasando por esquizofrénico». 1
Aunque podría resultar tentador pasar por alto o esquivar el tema, no
deberíamos hacerlo. La ley forma parte del mensaje de Pablo a los gála-

1 John Fischer, «Paul in His Jewish Context» [Pablo en su contexto judío]; The Evangelical Quarterly 57

(1985): p. 211.
                                  © Recursos Escuela Sabática
tas. Desempeña un papel fundamental en la manera en que concibe la
naturaleza del evangelio. Esto podemos verlo en el simple hecho de que
en Gálatas y Romanos se refiere a la ley (setenta y cinco y treinta veces,
respectivamente) con más frecuencia que en todas sus otras Cartas en
conjunto. 2 Además, de todos los diversos pasajes de Gálatas y Romanos
en que la ley desempeña un papel fundamental en la exposición de Ra-
bio, ninguno afecta tanto la forma en que entendemos la relación entre
la ley y el evangelio como Gálatas 3:21-25. Típicamente, la interpreta-
ción habitual del pasaje analiza la ley desde una perspectiva completa-
mente negativa. Muchos lo interpretan, más o menos, así: «La ley fue
una institución temporal que definitivamente fue eliminada con la
muerte de Cristo en el Calvario». Según este punto de vista los cristianos
ya no tenemos que preocuparnos por obedecer la ley. ¿Cómo debiéra-
mos tomarnos semejante interpretación?
Hasta ahora, en Gálatas, los comentarios de Pablo sobre la ley han sido
en gran medida negativos. Ha puesto de relieve que las obras de la ley
no justifican a nadie (Gálatas 2:16), que el pacto de Dios con Abraham
no se basó en la ley, sino únicamente en la fe (Gálatas 3:15) y que una
razón por la que dio la ley en el monte Sinaí fue para mostrar a los israe-
litas cuán pecadores eran ante su vista (versículo 19). La promesa divina
hecha a Abraham destaca como el momento clave de la historia de Isra-
el. Y, por gloriosa que fuera la promulgación de la ley en el monte Sinaí,
la ley no altera en lo más mínimo la promesa divina dada a Abraham
(versículo 17). Se trató de una promesa que el Señor hizo libremente, sin
exigencia de prerrequisitos y con un único elemento requerido para re-
cibirla: la fe (versículo 18).
Consciente de que sus comentarios pudieran llevar a los gálatas a llegar
a la conclusión equivocada de que él tiene una posición despectiva de la
ley, Pablo expresa la siguiente pregunta sabiendo que es probable que
sus adversarios la estén formulando. Si la ley no altera la promesa que
Dios hizo a Abraham y sus descendientes, ¿actúa la ley contra la prome-
sa? ¿Es contraria a la promesa? ¿Ofrece la ley una vía alternativa a la
misma promesa? La respuesta que Rabio da a tales preguntas es un
«no» rotundo.
El concepto de que la ley esté, de alguna manera, en conflicto con el
evangelio le resultaba ridícula. No solo niega categóricamente tales ale-
gaciones, sino que da una sencilla razón de que tal conclusión resulta
completamente insostenible. La ley no puede ser «contraria» a las pro-
mesas de Dios, porque la ley y la promesa no son rivales. Ambas forman
2 Donald Guthrie, Galatians [Gálatas], New Century Bible Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 1973),
p. 107.
                                 © Recursos Escuela Sabática
parte del plan, y hay que insistir en su singularidad, para la salvación de
un mundo desgarrado por el pecado. Sencillamente, la ley y el evangelio
desempeñan papeles diferentes.
Podría resultar útil comparar la relación entre la ley y la promesa
evangélica con los dos distintos grupos de deportistas de la plantilla de
un equipo de fútbol americano. Cada equipo de fútbol tiene dos categor-
ías de jugadores: los que juegan al ataque y los que juegan de defensa.
Aunque desempeñan dos tareas diferentes, están unidos como un solo
equipo con una sola meta combo objetivo: la victoria. Sin embargo, a
pesar de su objetivo común, los jugadores atacantes y los de la defensa
tienen misiones diferentes. El objetivo de los que ocupan posiciones de-
lanteras es que el balón avance por el campo y anotar puntos. La tarea
de la defensa es detener el avance del balón por parte de sus contrincan-
tes e impedir que anoten. Sería ridículo que alguien dijera que los juga-
dores de la defensa de un equipo de fútbol son contrarios a los jugadores
atacantes del mismo equipo, porque colaboran para lograr el mismo ob-
jetivo común. Hasta cierto punto, esto es similar a la relación de la ley y
la promesa.
El hecho de que Dios nunca se propusiera que la ley fuese una fuente
legítima para la obtención de la vida eterna no hace de ella algo opuesto
a la promesa. Sencillamente, no es el papel que Dios le asignó a la ley.
De hecho, en Gálatas 3:21 Rabio usa un interesante elemento de sintaxis
griega para poner de relieve precisamente esto. El término técnico de lo
que emplea es una frase condicional contraria a los hechos. Se refiere a
la forma en que un autor puede construir una frase para indicar que to-
ma como premisa una falsedad con el fin de comprobar la validez de una
hipótesis. Por ello, el sentido original de lo que Pablo dice en Gálatas
3:21 es, más o menos, el siguiente: «Si se hubiese dado una ley para dar
vida [y, naturalmente, sabemos que es imposible que la ley haga tal co-
sa], la justicia, verdaderamente, sería por la ley».
No es culpa de la ley que no pueda vivificar. Dios nunca se propuso que
hiciese tal cosa. La ley puede testificar de lo que está bien o de lo que
está mal, pero es incapaz de perdonar el pecado o de darnos a los seres
humanos el poder moral de obedecer sus mandatos. Naturalmente, esto
plantea un problema para la humanidad. Debido a las consecuencias
devastadoras del pecado, ningún descendiente de Adán (salvo Jesús) ha
obedecido jamás la ley plenamente. En consecuencia, lejos de ofrecer
vida a los pecadores, la ley se convierte en una fuente de condena y
muerte, precisamente el aprieto en el que se ve la persona que Pablo
describe en Romanos 7 que intenta seguir la ley de Dios con sus propias
fuerzas (cf. Romanos 7:10-20).

                         © Recursos Escuela Sabática
Las escandalosas enseñanzas de Marción
Entonces, ¿es ley un instrumento maligno porque condena el pecado y
declara culpables a los pecadores? Desgraciadamente, muchos han su-
puesto exactamente eso; de hecho, la idea se remonta a las primeras
etapas del cristianismo y a las enseñanzas de un personaje influyente
que se llamaba Marción.
Según la historia, Marción era hijo de un obispo cristiano de los prime-
ros siglos del cristianismo. En su niñez tuvo el privilegio de criarse en un
hogar cristiano en el que pudo leer los relatos del Antiguo Testamento, y
se familiarizó con los libros y las cartas que acabaron siendo parte del
Nuevo Testamento. De todos los que leyó, Marción se sintió fascinado
en particular por las Cartas del apóstol Pablo, y, en particular, por el
mensaje de Pablo de que la salvación era por la fe, sin la ley.
Sin embargo, Marción llevó las palabras del apóstol a una conclusión ex-
trema, y el resultado fue desastroso. La distinción que el apóstol realiza
entre la ley y el evangelio se convirtió en absoluta para Marción. Razonó
que si el evangelio es la buena nueva de la misericordia, el amor, el
perdón y la liberación, la ley tiene que ser, entonces, exactamente lo
contrario. Como tal, la ley no tenía nada bueno. La veía simplemente
como un compendio de reglas severas solo dan condena, castigo y muer-
te.
Con todo, Marción no se detuvo ahí. Se imaginó que la dicotomía entre
la ley y el evangelio reflejaba el contraste entre los escritos del Antiguo
Testamento y los del Nuevo Testamento. En contraposición con el Dios
amante y misericordioso del Nuevo Testamento, Marción defendía que
el Dios del Antiguo Testamento era severo, implacable y del todo ira-
cundo. De hecho, la razón por la cual Jesús vino a la tierra era salvar a la
raza humana del iracundo Dios creador del Antiguo Testamento y de sus
estrictas leyes. Así, para Marción, el auténtico cristianismo no era la
culminación de todas las promesas y las profecías del Antiguo Testa-
mento, sino una religión radicalmente nueva que no tenía en absoluto
relación alguna con el judaísmo, su Dios ni su ley.
Aunque Marción fue tachado de hereje y fue excomulgado por el año
144, sus enseñanzas mantuvieron su influencia durante más de un siglo,
y en algunos lugares el marcionismo fue incluso un serio rival para la
iglesia primitiva. Con todo, aunque las enseñanzas del marcionismo
desaparecieron hace mucho tiempo, muchos cristianos siguen populari-
zando sus puntos de vista de una forma modificada, y de manera in-
consciente. Me refiero, en particular, a la creencia de Marción en el sen-
tido de que el Dios del Antiguo Testamento carece de amor y es iracun-

                         © Recursos Escuela Sabática
do y a su evaluación completamente negativa de la ley en relación con el
mensaje del evangelio de Pablo.

El problema y nuestra suprema esperanza
Sin embargo, Pablo, a diferencia de Marción, no vilipendia la ley como
algo malo. Después de todo, se trata de la ley de Dios. Si el apóstol
hubiera tenido un punto de vista despectivo de la ley, su Carta a los
Gálatas habría sido el lugar para expresarlo. Ahora bien, no deja de ser
significativo que en Gálatas 3:22, Pablo no diga que «la ley» lo encerró
todo bajo pecado. Dice que lo hizo «la Escritura». Y aquí «Escritura» no
es ni sinónimo de «ley» ni referencia a ningún versículo en particular. El
término es mucho más amplio, puesto que funciona como un sustituto
del mismísimo Dios (cf. Gálatas 3:8; Romanos 9:17). Esto podemos ver-
lo en la declaración casi idéntica que Pablo realiza en Romanos 11:32:
«Pues Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de
todos». De hecho, el verbo griego traducido «sujetó» (sygkléio) en Ro-
manos 11:32 es el mismo verbo usado en Gálatas 3:22, traducido «en-
cerró».
Por ello, el problema, tal como lo describe Pablo, no es en último térmi-
no la ley, sino el pecado. Pero, ¿qué es el pecado? Para el apóstol, el pe-
cado no es meramente un mandamiento quebrantado ni una mala elec-
ción, aunque, ciertamente, incluye todo esto (Romanos 3:21-31; cf. 1
Juan 3:4). No, el pecado es mucho más siniestro y letal. Pablo lo perso-
nifica como un poder cósmico implacable o un capataz malvado (Roma-
nos 2:17; 6:12-14; 7:13-20) cuyo poderío se extiende no solo sobre «to-
dos» (Romanos 3:23), sino también sobre «todo» (plural neutro en
Gálatas 3:22) lo que hay en nuestro mundo (cf. 1 Juan 5:19).
El argumento de Pablo es que las Escrituras dan testimonio de la autén-
tica condición del mundo ante Dios. El mundo está bajo el poder del pe-
cado. El verbo griego que usa (sygkléio) significa, literalmente, «cerrado
por todas partes», e indica de manera gráfica que, desde una perspectiva
humana, no tenemos en absoluto ninguna posibilidad de fuga, porque
las garras letales del pecado son omnipresentes, amén de universales en
su alcance (Romanos 3:10-18): nada ni nadie escapa a su dominio, ni
judío ni griego, ni Israel ni las naciones. Esta es la realidad del «presente
siglo malo» que Pablo mencionó al comienzo de su Epístola (Gálatas
1:4). 3 Toda la Escritura da testimonio de la magnitud del dilema huma-


3James D. G. Dunn, The Epistle to the Galatians [La Epístola a los Gálatas], Black's New Testament
Commentary (Peabody, Massachusetts: Hendrickson, 1993), p. 194,
                                © Recursos Escuela Sabática
no, desde la narración de la caída en el Génesis hasta la infidelidad de
Israel descrita en Malaquías.
¿Por qué Dios lo confinó todo bajo el poder del pecado? Fíjese en las dos
palabras que dan comienzo a la oración final de Gálatas 3:22: «Para
que». Puede que estas dos palabras sean pequeñas, pero son significati-
vas, mucho más de lo que cualquier traducción pueda transmitir. En
griego forman parte de lo que los entendidos en gramática clasifican
como oración subordinada final consecutiva. Una subordinada final
consecutiva es una construcción sintáctica que indica tanto la intención
de una acción así como su segura consecución. 4 En este caso, demues-
tra que la acción divina de confinarnos a todos bajo el pecado tenía tras
sí tanto un propósito como un resultado: la redención de los pecadores.
Puso al mundo entero bajo el poder del pecado para que los seres
humanos caídos pudiéramos darnos cuenta de que nuestra única espe-
ranza de libertad es la salvación prometida que nos ofrece en su Hijo.
La pregunta, entonces, es, ¿qué papel desempeña la ley en relación con
la acción divina de confinarnos a todos bajo el pecado?

La estructura del argumento de Pablo
Ahora llegamos a algunas de las declaraciones más difíciles que hace el
apóstol sobre la ley. «Pero antes que llegara la fe, estábamos confinados
bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera
que la ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fué-
ramos justificados por la fe. Pero ahora que ha venido la fe, ya no esta-
mos bajo un guía» (Gálatas 3:23- 25). Exactamente, ¿qué dice Pablo so-
bre el papel de la ley? ¿Cómo debemos interpretar el pasaje?
El primer paso hacia la interpretación es la constatación de que sus co-
mentarios no son observaciones independientes, sino una parte intrica-
da del argumento global que desarrolla en toda la Epístola. En esta sec-
ción de Gálatas Pablo usa la preposición «bajo» cinco veces (versículos
22, 23, 25; Gálatas 4:2, 3). Tal repetición en los escritos de Pablo no es
accidental. Siempre pone de relieve un argumento significativo que in-
tenta presentar. Además, es importante que observemos que estas cinco
preposiciones también se dividen en un patrón dentro de los tres blo-
ques distintos de ideas que componen su argumento en esta sección de
Gálatas: 3:21, 22; 3:23-29; y 4:1-7. El flujo de sus ideas y el uso reiterado
de la preposición sugieren que el versículo 22 constituye la afirmación
básica a partir de la cual se desarrollan y se amplían los pasajes subsi-
4 Daniel Wallace, Greek Grammar Beyond the Basics [Gramática griega más allá de lo básico] (Grand Rap-
ids: Zondervan, 1996), p. 473.
                                  © Recursos Escuela Sabática
guientes. Esto parece confirmado por el hecho de que cada uno de los
dos bloques finales de ideas hace uso de una analogía para explicar el
significado de la oración preposicional que comienza con la palabra «ba-
jo».
El siguiente esquema demuestra la estructura lógica del argumento de
Pablo, así como su forma quiástica. (En las estructuras quiásticas, la se-
gunda parte es una imagen de la primera parte. La conclusión o el ar-
gumento que se defiende aparecen en el medio en vez de hacerlo al final,
como en nuestro pensamiento occidental moderno).
    La Escritura lo encerró todo bajo pecado (Gálatas 3:22: tesis principal de Pablo)
      a. Estábamos confinados bajo la ley (versículo 23: nuestra condición pa-
         sada)
          b. Ya no estamos bajo un guía (versículo 25: una analogía)
               c. Todos sois hijos (versículo 26-29: nuestra condición actual)
           b. Estábamos bajo tutores y administradores (Gálatas 4:2: una ana-
         logía)
      a. Estábamos bajo los rudimentos (versículo 3: hecho pasado y peligro
         presente). 5
Visto desde esta perspectiva, Gálatas 3:22 tiene un doble propósito. Da
respuesta a la pregunta que Pablo suscita en el versículo 21 y funciona
como declaración base a partir de la cual se desarrolla su argumentación
de Gálatas 3:23 - 4:7. Las implicaciones de lo que significa estar «bajo
pecado» llevan, en primer lugar, a una explicación más detallada de la
relación entre la promesa y la ley, y, después, a la relación entre los
herederos y la ley. Teniendo presente esta imagen más amplia de con-
junto, centramos ahora nuestra atención en la terminología de Pablo.

La terminología de Pablo
Hasta aquí, el apóstol ha presentado tres argumentos básicos sobre la
ley: l) la ley no anula ni provoca la abolición de la promesa hecha por
Dios a Abraham (Gálatas 3:15-20); 2) fue añadida en el monte Sinaí a
causa de la transgresión; y 3) la ley no es opuesta a la promesa (versícu-
los 21, 22). El apóstol dirige su atención ahora a lo que la ley hace y a la


5 Linda L. Belleville, «"Under Law": Structural Analysis and the Pauline Concept of Law in Galatians 3:21-
4:11» [Bajo la ley: Análisis estructural del concepto paulino de ley en Gálatas 3: 21-4:1], Journal for the
Study of the New Testament 26 (1986): p. 54.
                                   © Recursos Escuela Sabática
RV95          BJ            NVI          PER              NC            NBE

  confinados   encerrados     presos      prisioneros     encarcelados   Custodiados
 encerrados    en espera     encerrados   custodiados      en espera     Encerrados
     guía      pedagogo         guía         ayo           pedagogo        Niñera


forma en que la venida del Mesías prometido afecta su papel. ¿Qué pa-
pel desempeña la ley realmente? Aunque Pablo dijo en Gálatas 3:19 que
fue añadida «por causa de las transgresiones», aclara lo que quiere decir
con eso mediante el uso de tres palabras significativas usadas para des-
cribir qué hace la ley y cómo es: «confinados» (versículo 23), «encerra-
dos» y «guía» (versículo 24). ¿Cómo debemos entender esos términos?
En aras de facilitar la comparación, observemos en la tabla anterior la
manera en que diversas versiones de la Biblia han traducido los tres
términos que Pablo emplea en relación con la ley en Gálatas 3:23, 24:
«Pero antes que llegara la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerra-
dos para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido
nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados
por la fe».
Como indica la tabla anterior, muchas traducciones modernas de la Bi-
blia interpretan los comentarios de Rabio de Gálatas 3:23, 24 sobre la
ley en una tónica un tanto negativa. Sin embargo, el original griego no
llega a ser tan unilateral. La palabra traducida «confinados» (RV95)
proviene de un vocablo que, literalmente, significa «mantener» o
«guardar». Aunque puede usarse con un sentido negativo, como «man-
tener en sujeción» o «vigilar» (véase 2 Corintios 11:32), en el Nuevo
Testamento tiene generalmente una acepción más positiva, con el senti-
do de «proteger» o «guardar» (cf. Filipenses 4:7; 1 Pedro 1:5).
Pasa igual con la palabra traducida «encerrados» (Gálatas 3:23, RV95).
La palabra griega significa «cerrar» o «cercar» y, dependiendo de su
contexto, puede tener connotaciones positivas, negativas o incluso neu-
tras. Por ejemplo, la Septuaginta, traducción del Antiguo Testamento, la
emplea para referirse al «cierre» que Dios efectuó en la matriz de las es-
posas de Abimelec hasta que el gobernante devolvió a Sara a su esposo,
Abraham (Génesis 20:18). También puede usarse para referirse a perso-
nas confinadas en una zona geográfica específica o en diversas ciudades
(Éxodo 14:3; Josué 6:1; Jeremías 13:19). En el Nuevo Testamento puede
aplicarse a las redes con las que los discípulos «cercaron» los peces de la
pesca milagrosa en Lucas 5:6, o al proceso mediante el cual Dios «suje-
ta» o «encierra» a las personas bajo el pecado (Romanos 11:32; Gálatas
3:22).

                            © Recursos Escuela Sabática
Entonces, ¿cómo entiende Pablo la ley desde la perspectiva de las dos
palabras griegas traducidas «confinados» y «encerrados» en Gálatas
3:23? ¿Debemos interpretarlas en sentido negativo, positivo o neutro?
Dado que los términos pueden ser enfocados desde tantos puntos de vis-
ta diferentes, no podemos adoptar ninguna decisión definitiva hasta que
determinemos en primer lugar el papel de la ley como el paidagogós de
los versículos 24, 25.

La ley como nuestro paidagogós (Gálatas 3:24, 25)
La idea de que la ley guarde y confine evoca en la mente de Pablo el pa-
pel del paidagogós en la sociedad grecorromana. 6 El paidagogós era
un esclavo al que la sociedad romana confería una posición de autoridad
sobre el hijo o los hijos del amo desde que cumplían los seis o los siete
años de edad hasta que alcanzaban la madurez. Las responsabilidades
de un paidagogós eran tan diversas que es difícil encontrar una sola pa-
labra equivalente en español que las abarque todas (tal como indican las
diversas traducciones del término en la tabla anterior). Era una especie
de niñera, chofer, tutor, enfermero, guardaespaldas, padre y madre, to-
do en uno. Sus deberes incluían ocuparse de las necesidades físicas del
joven a su cuidado, como prepararle el baño, proporcionarle ropa y co-
mida, y cuidarlo cuando estaba enfermo. El paidagogós se ocupaba de
que el hijo del amo acudiera a la escuela e hiciera sus deberes. Además,
no solo se esperaba de él que enseñara y practicara virtudes morales, si-
no que se asegurase también de que el propio joven las aprendía y las
practicaba. Sin embargo, entre todas las cosas que podía hacer un pai-
dagogós, su tarea fundamental se circunscribía a la protección, la pre-
vención y la corrección.
Varias descripciones interesantes de la literatura grecorromana presen-
tan una buena ilustración de las responsabilidades básicas del paida-
gogós. Por ejemplo, Libanio, maestro griego de retórica que vivió en los
tiempos del Bajo Imperio Romano, describe de manera gráfica el papel
protector del paidagogós:
«Porque los pedagogos son guardias de los jóvenes camino de su pleni-
tud, son protectores, son un muro fortificado; echan a los amantes inde-
seables, apartándolos y manteniéndolos a distancia, impidiéndoles fra-
ternizar con los chicos, rechazando las acometidas del amante, llegando
a asemejarse a perros que ladran a los lobos». 7

6 Ibíd., p. 59
7
   Libanio, Oraciones 58.7. Citado en Norman H. Young, «Paidagogos: The Social Setting of a Pauline Me-
taphor» [Paidagogos: El marco social de una metáfora paulina], Novum Testamentum 29, N° 2 (1987), p. 159.
                                   © Recursos Escuela Sabática
Su descripción resulta de particular interés, dado que la palabra «guar-
dias» deriva de la misma raíz que Pablo usa en Gálatas 3:23 para descri-
bir el papel de la ley («estábamos confinados bajo la ley»). Aparece otra
ilustración interesante como parte de la respuesta de Caín cuando Dios
le pregunta por su hermano desaparecido Abel. Según el historiador
judío Josefo, Caín contestó «que no era el guardián [paidagogós] de su
hermano para vigilar su persona y sus actos». 8 La responsabilidad pro-
tectora de un paidagogos se tomaba tan en serio que, en ocasiones, un
paidagogós llegaba a dar su vida en su empeño por salvaguardar la del
hijo de su amo. Aunque, desde luego, el hijo del amo valoraba los aspec-
tos protectores de un paidagogós, no siempre apreciaba los deberes
preventivos y correctivos que la posición implicaba, aunque fueran para
su bien. Por ejemplo, Marcial, quien llegaría a ser un archiconocido poe-
ta latino, se quejaba así de su paidagogós: «Prohíbes la diversión, me
vedas a las chicas y no me das libertad». 9 Arístides presenta una intere-
sante lista del tipo de advertencia que podía dar un paidagogós: «"No
está bien atiborrarse" y "camina por la calle de manera apropiada, y
levántate ante tus mayores, ama a tus padres, no seas bullicioso ni jue-
gues a los dados, ni (si deseas añadir esto) "cruces las piernas"». 10 El
filósofo romano Séneca presenta una colección similar de reprensiones:
«Camina así o asá; come así o así. Esta es la conducta propia de un
hombre, y esa la de una mujer; esta para un hombre casado, y aquella
para un soltero». 11 No es de extrañar que Filón pueda afirmar con con-
fianza que cuando el paidagogós «está presente, el joven a su cuidado
no se extraviará». 12
Aunque algunos pedagogos eran, sin duda, amables y queridos por sus
pupilos, la descripción dominante de ellos en la literatura clásica es la de
estrictos partidarios de la disciplina. Era su deber garantizar la obedien-
cia, ya se obtuviera mediante consejos sabios, amenazas o reproches se-
veros o a latigazos o varazos si era necesario. «En consecuencia, la vida
de un niño sometido al control de un paidagogós estaba estrictamente
supervisada» y carente de cualquier «medida de libertad» real. 13
Pablo contempla la ley de Dios desde esta misma perspectiva. Es como
un paidagogós. En Gálatas 3:23, el apóstol describe la ley como un po-
der controlador (estamos bajo la ley) que «guarda» y, a la vez, «conde-
na». ¿Qué ley es aquella que nos guarda y, a la vez, nos condena? La

8 Josefo, Antigüedades judías, i.2.1.
9 Marcial, Epigramas, traducción inglesa de James Michie (Nueva York: Modern Library, 2002), p. 143.
10 Arístides, En defensa de la oratoria, ii.380
11 Séneca, Epístolas, 94.8, 9
12 Filón, Sobre el cambio de nombre, 217.
13 Beleville, p 60.


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analogía y la terminología de Pablo sugieren que limitar la ley exclusi-
vamente a la ley ceremonial, con sus instrucciones sobre sacrificios y
ofrendas, no satisfaría el papel limitador que describe. Como vimos pre-
viamente, su punto de vista de la ley es típicamente mucho más amplio
que todo eso. Para él, la ley de Dios abarca tanto sus aspectos ceremo-
niales como los morales. La ley de Dios en su conjunto guarda y, a la vez,
limita.
Entonces, ¿cómo debemos entender los comentarios del apóstol sobre la
ley en Gálatas 3:23-25? Hemos visto que la terminología que usa puede
ser en sí misma positiva o negativa. ¿Qué decir del papel del paida-
gogós? ¿Lo contempla Pablo como positivo, o negativo? En realidad,
ambas preguntas implican una cuestión mucho mayor y más fundamen-
tal. La ley, ¿por qué limita nuestra libertad personal, supervisa cada as-
pecto de nuestra vida y nos condena cuando fallamos? La respuesta
guarda relación con la afirmación previa de Pablo en Gálatas 3:22. La
ley de Dios era necesaria «porque también estamos bajo la custodia de
la influencia imperante del pecado. Por lo tanto, llevamos atada, por así
decirlo, la brida de la ley, que nos aclara nuestra obligación, supervisa
nuestra conducta y reprende y castiga nuestra maldad». 14
Entonces, una vez más, ¿es la ley positiva o negativa? Es cierto que la ley
tiene el papel negativo de señalar y condenar el pecado. Pero también
tiene la función positiva de guardarnos y protegernos del mal. E incluso
el aspecto negativo de condena del pecado tiene, en último término, el
objetivo positivo de ayudarnos a darnos cuenta de nuestra necesidad de
Cristo. Si la ley no nos llevara a Cristo condenando nuestro pecado,
jamás reconoceríamos nuestra necesidad del perdón y la liberación que
están en él. Entonces, ¿cuál es la respuesta? Quizá no sea no, ni siquiera
sí. En vez de ello, la mejor respuesta es simplemente decir que la ley, en
todas sus funciones, es simplemente necesaria.
Elena G. de White reconoció esta realidad hace más de cien años cuando
varios pastores adventistas pretendían afirmar que la ley de Gálatas
3:23-25 tenía que ser exclusivamente la ley ceremonial o la ley moral.
«¿Cuál ley es el ayo para llevarnos a Cristo? Contesto: Ambas, la cere-
monial y el código moral de los Diez Mandamientos». 15 Algún tiempo
después hizo un comentario adicional sobre el mismo asunto que revela
que entendía las observaciones de Pablo desde la perspectiva más am-
plia del argumento del apóstol.


14Ibíd.
15Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1 (Mountain View, California: Pacific Press Publishing As-
sociation, 1966), p. 274.
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«La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuése-
mos justificados por la fe» (Gálatas 3:24). El Espíritu Santo está
hablando especialmente de la ley moral en este texto, mediante el após-
tol. La ley nos revela el pecado y nos hace sentir nuestra necesidad de
Cristo y de acudir a él en procura de perdón y paz mediante el arrepen-
timiento ante Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. [...] La ley de los
Diez Mandamientos no ha de ser considerada tanto desde el aspecto de
la prohibición, como desde el de la misericordia. Sus prohibiciones son
la segura garantía de felicidad en la obediencia. Al ser recibida en Cristo,
ella obra en nosotros la pureza de carácter que nos traerá gozo a través
de los siglos eternos. Es una muralla de protección para el obediente». 16

El lugar de la ley en la historia de la salvación
Queda una última pregunta. Aunque hemos defendido que la ley es,
ciertamente, necesaria si tenemos en cuenta el problema del pecado,
¿cómo conciliar eso con la afirmación de Pablo de que, una vez «que ha
venido la fe, ya no estamos bajo un guía» (Gálatas 3:25)? ¿Qué conclu-
sión debemos sacar de ella? Es preciso que entendamos sus comentarios
de Gálatas 3:23-25 desde dos perspectivas diferentes: en primer lugar,
desde la de la historia de la salvación, y, en segundo lugar, desde la his-
toria de nuestra propia experiencia.
El contexto primario en el que Pablo viene desarrollando su argumento
con los gálatas es la obra redentora de Dios en el curso de la historia
humana. Ya ha presentado cómo el Señor se reveló a Abraham y le hizo
una maravillosa promesa, y cómo la promulgación de la ley en el monte
Sinaí cuatrocientos treinta años después no alteró en modo alguno esa
promesa. No obstante, empezando con su primera referencia a la pro-
mulgación de la ley en el versículo 19, Pablo le da un aspecto temporal
mediante el uso de la palabra «hasta». Este aspecto temporal se presen-
ta múltiples veces en los versículos 23-25. Y en cada caso, como veremos
a continuación, el aspecto temporal siempre está relacionado con la apa-
rición de Jesús, el Mesías prometido.
Además del aspecto histórico y temporal, es importante observar tam-
bién los pronombres que Pablo usa en Gálatas 3:23- 29. Comienza con
«nosotros» (versículos 23, 24, 25) y luego pasa al pronombre «voso-
tros» (versículos 26, 27, 28, 29 [dos veces]). El «nosotros» se refiere a
los creyentes judíos de las iglesias de Galacia. Se trata de los familiariza-
dos con la ley, y Pablo viene dirigiéndose a ellos en particular desde
Gálatas 2:15. El «todos [vosotros]» implica a los conversos gentiles.

16   Ibíd., pp. 275, 276.
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¿Cómo aunarlo todo? Pablo contrapone el lugar de la ley antes y después
de Cristo, argumento que explícita directamente en el versículo 24:«la
ley era nuestro ayo hasta que viniera el Mesías» (PER). Y lo repite en los
versículos 23 y 25, aunque lo hace indirectamente, refiriéndose a la ve-
nida de «la fe». El uso de la palabra «fe» con el artículo definido «la»,
en griego, sugiere que Rabio no habla meramente de la fe individual de
una persona, sino de Cristo. Inmediatamente antes del versículo 23, el
apóstol emplea la palabra «fe» en conexión con Jesús. En griego, el
versículo 22 afirma literalmente que la promesa de Dios se basa en «la
fe en Jesucristo». Es la misma expresión que Pablo usó en Gálatas 2:16,
y puede traducirse del griego como «la fidelidad de Jesús». Precisamen-
te su fidelidad ofrece esperanza a la condición humana bajo el pecado
(Gálatas 3:22). Así, cuando Pablo pasa al versículo 23, sigue tan cauti-
vado por la «fidelidad de Cristo» que se refiere a Cristo como «la fe».
Hace exactamente lo mismo en el versículo 25. Su terminología indica
que la venida de Cristo supone un auténtico cambio en la historia de la
salvación.
Desgraciadamente, muchos han interpretado el comentario de Pablo
como un total rechazo de la ley. Sin embargo, eso tiene poco sentido si
tenemos en cuenta declaraciones positivas sobre la ley en otros lugares
(por ejemplo, Romanos 3:31; 7:7, 12, 14). Entonces, ¿qué cambió con la
venida de Cristo?
La ley de Dios no dejó de existir con la llegada de Cristo. Sin duda, se
cumplieron ciertos aspectos de la misma, pero sus verdades morales si-
guen siendo tan verdad hoy como lo eran hace cuatro mil años. La posi-
ción de la ley en relación con el pueblo de Dios ha cambiado. Ya no es la
autoridad suprema que regula la vida, porque se nos llama a vivir una
vida que complazca a Cristo (1 Tesalonicenses 4:1). Pablo llama a esto
ser guiado por el Espíritu (Gálatas 5:18). No quiere decir que la ley mo-
ral ya no sea aplicable; eso nunca se planteó. Pero Cristo trasciende la
ley. Es el epítome de todo lo que esta requiere y más (Gálatas 6:2; 1 Co-
rintios 9:21). No meramente seguimos un conjunto de reglas: seguimos
a Jesús. Y él hace lo que la ley jamás podría hacer: escribe su ley en
nuestro corazón (Hebreos 8:10) y hace posible que el justo requisito de
la ley se cumpla en nosotros (Romanos 8:4). Además, ya no estamos ba-
jo la condena de la ley (versículo 3). Como creyentes, estamos en Cristo
y gozamos del privilegio de estar bajo la gracia (Romanos 6:14-15). Y eso
nos da la libertad de servirlo de todo corazón sin temor a ser condena-
dos por errores que podríamos cometer en el proceso.
Así, la venida de Cristo marca un cambio fundamental en el ámbito de la
historia de la salvación. Sí, seguimos observando la ley hoy, pero la con-

                        © Recursos Escuela Sabática
formidad con la ley no es nuestra meta suprema. La meta de todo cris-
tiano es, en último término, la conformidad con Cristo. Porque en la
conformidad con Cristo abarcamos realmente todo lo que la ley requie-
re. En la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, el Mesías prometido,
la ley ha sido eclipsada. Cristo lo primero y Cristo lo último: esa es la na-
turaleza de la vida cristiana.
Aunque Pablo desarrolla su argumento teniendo en cuenta la historia de
la salvación, nos perderíamos algo si no lo interpretáramos teniendo en
cuenta también nuestro propio viaje espiritual personal. El hecho mis-
mo de que use la expresión «la fe» como una referencia a Cristo (Gálatas
3:23) parece justificar la idea de entender la venida de «la fe» como una
referencia secundaria a la aurora de la fe en nuestra propia vida. Aunque
Cristo ha venido, muchos de nosotros a menudo vivimos la vida como si
no lo hubiese hecho. Nos encontramos en una pugna continua bajo el
pecado. En esos períodos de nuestra vida, la ley de Dios actúa como un
paidagogós, persiguiéndonos, declarando nuestro pecado, dándonos
una conciencia culpable y, de paso, buscando siempre llevarnos a Cristo
como nuestra única esperanza. Hasta que llegue el día en que el poder
del pecado no solo haya sido vencido sino destruido, la ley de Dios man-
tendrá su papel de identificación y de condena del pecado. Y, hablando
en términos personales, me siento agradecido de que así sea.
Aunque el argumento de Pablo es complicado, su enseñanza central es
simple. La ley no está en contra de las promesas de Dios a Abraham y
sus descendientes. Tampoco ofrece una manera alternativa para obtener
la salvación. Al contrario, aunque la promesa y la ley tienen papeles y
funciones diferentes, ambas desempeñan una parte importante en el
plan de la salvación que viene desarrollándose en el transcurso de la his-
toria humana; y también mediante la aplicación espiritual a nuestra
propia experiencia vital. No obstante, teniendo en cuenta todo lo que
Dios ha hecho, el momento definitorio en la esfera de la historia de la
salvación para nosotros como cristianos no es la presentación de la ley
en el monte Sinaí, ni siquiera el pronunciamiento de las promesas a
Abraham por parte de Dios. No. Es el acontecimiento que ha cambiado
para siempre el curso de la historia humana: la encarnación de Cristo.




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  • 1. Gálatas Una respuesta apasionada para una iglesia con problemas Carl P. Cosaert CAPÍTULO 7 La ley como nuestro paidagogós J amás olvidaré su reacción. Su lenguaje corporal no dejaba duda en mi mente en cuanto a lo que pensaba. Observarla negar con la ca- beza ponía de manifiesto que estaba completamente desacertada con los comentarios de Pablo en Gálatas sobre la ley. Llevaba varios días en Botsuana, acompañado por dos colegas, presentando varios te- mas en un congreso bíblico dirigido a pastores y sus esposas. El tema del congreso era «Las Escrituras en la teología, el liderazgo y la vida». Hab- ía sido una semana maravillosa de comunión y de estudio de la Biblia. Cuando se acercaba la conclusión de las ponencias, uno de mis colegas abordó uno de los temas más desafiantes del Nuevo Testamento: el pun- to de vista de Pablo sobre la ley. Su punto central era Gálatas 3:22-25, pasaje en el que Pablo escribe: «Pero ahora que ha llegado la fe, ya no estamos a cargo de ese esclavo que era la ley» (versículo 25, DHH). La reacción del público indicaba el interés que había por comprender mejor el pasaje. Sin embargo, cuando mi colega empezó a explicar los diversos matices del texto, no pude evitar fijarme en el cambio de reac- ción de una de las mujeres que se encontraba sentada cerca de mí. Re- sultaba evidente que le costaba encontrar el sentido de la afirmación de Pablo. Al principio, se echaba contra el respaldo del asiento y luego se inclinaba hacia delante en la silla, expresando así su inquietud. Sin em- bargo, sus expresiones faciales comenzaron a alterarse, dando paso a un ceño fruncido que manifestaba claramente que estaba del todo perpleja. Aunque tuve la impresión de que no sería nada fácil eliminar la confu- sión inicial de aquella mujer, un rayo de esperanza trajo un aplazamien- to momentáneo para las expresiones de desconcierto de su rostro. La esperanza surgió tras una afirmación hecha por mi colega. Dijo que hab- ía una manera de lograr que los difíciles comentarios de Pablo en Gála- tas resultasen más fáciles de entender. La clave radicaba en analizar el © Recursos Escuela Sabática
  • 2. uso del apóstol de la expresión paralela de 1 Corintios 9:21-23. Yo, aun- que seguía en la Biblia el pasaje que mi colega leía en voz alta, estaba más interesado en ver si su sugerencia provocaría algún cambio en la reacción de la mujer; y así fue, en efecto, pero no de la forma que me imaginaba. Cuando mi colega leyó: «Con los que no tienen ley, como si yo no la tuviera, aunque no rechazo la ley de Dios, pues estoy sometido a la del Mesías, para ganar a los que no tienen ley» (PER), la mujer em- pezó a negar con la cabeza enérgicamente. Y me di cuenta de que decía: «No estoy segura de que eso lo simplifique». Nunca olvidaré sus reac- ciones, pues será la imagen que asocio con los comentarios de Pedro en el sentido de que hay «algunos puntos» en las Cartas de Pablo que son «difíciles de entender» (2 Pedro 3:16, NVI). Por eso, aunque espero que este capítulo le aclare un poco más los co- mentarios de Pablo, si no lo hace, acuérdese sencillamente de que usted no es la primera persona a la que le cuesta captar lo que el apóstol escri- bió, y tampoco será la última. Aunque nos adentramos en un pasaje difí- cil, tenga buen ánimo. De todos los asuntos difíciles que hay en el mun- do que pueden ocupar la mente humana, ¿qué mejor tema existe que re- flexionar en los misterios contenidos en la Palabra de Dios? Además, ¡incluso una vislumbre momentánea de la percepción espiritual escon- dida en los escritos de Pablo tiene mucho más valor que el riesgo de quedarnos perplejos en el transcurso de nuestra investigación! La relación entre la promesa y la ley Lo medular es esto: ¿Está Pablo a favor de la ley, o en contra de ella? ¿Es la ley una bendición o una maldición? Es probable que este asunto haya impacientado y dividido a los eruditos paulinos más que cualquier otro tema. La dificultad para responder a nuestra pregunta estriba en el hecho de que sus comentarios sobre la ley, a menudo, pueden parecer contradictorios. En ocasiones parece que presenta un cuadro más bien despectivo de la ley, mientras que en otros momentos es capaz de hablar positivamente de la ley, de la que dice que «es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno» (Romanos 7:12). Expresiones tan diversas han lle- gado a una plétora de opiniones diversas entre los eruditos, en las que Pablo es «evaluado casi de todas las maneras posibles sobre este asunto, desde antinomista hasta fariseo, pasando por esquizofrénico». 1 Aunque podría resultar tentador pasar por alto o esquivar el tema, no deberíamos hacerlo. La ley forma parte del mensaje de Pablo a los gála- 1 John Fischer, «Paul in His Jewish Context» [Pablo en su contexto judío]; The Evangelical Quarterly 57 (1985): p. 211. © Recursos Escuela Sabática
  • 3. tas. Desempeña un papel fundamental en la manera en que concibe la naturaleza del evangelio. Esto podemos verlo en el simple hecho de que en Gálatas y Romanos se refiere a la ley (setenta y cinco y treinta veces, respectivamente) con más frecuencia que en todas sus otras Cartas en conjunto. 2 Además, de todos los diversos pasajes de Gálatas y Romanos en que la ley desempeña un papel fundamental en la exposición de Ra- bio, ninguno afecta tanto la forma en que entendemos la relación entre la ley y el evangelio como Gálatas 3:21-25. Típicamente, la interpreta- ción habitual del pasaje analiza la ley desde una perspectiva completa- mente negativa. Muchos lo interpretan, más o menos, así: «La ley fue una institución temporal que definitivamente fue eliminada con la muerte de Cristo en el Calvario». Según este punto de vista los cristianos ya no tenemos que preocuparnos por obedecer la ley. ¿Cómo debiéra- mos tomarnos semejante interpretación? Hasta ahora, en Gálatas, los comentarios de Pablo sobre la ley han sido en gran medida negativos. Ha puesto de relieve que las obras de la ley no justifican a nadie (Gálatas 2:16), que el pacto de Dios con Abraham no se basó en la ley, sino únicamente en la fe (Gálatas 3:15) y que una razón por la que dio la ley en el monte Sinaí fue para mostrar a los israe- litas cuán pecadores eran ante su vista (versículo 19). La promesa divina hecha a Abraham destaca como el momento clave de la historia de Isra- el. Y, por gloriosa que fuera la promulgación de la ley en el monte Sinaí, la ley no altera en lo más mínimo la promesa divina dada a Abraham (versículo 17). Se trató de una promesa que el Señor hizo libremente, sin exigencia de prerrequisitos y con un único elemento requerido para re- cibirla: la fe (versículo 18). Consciente de que sus comentarios pudieran llevar a los gálatas a llegar a la conclusión equivocada de que él tiene una posición despectiva de la ley, Pablo expresa la siguiente pregunta sabiendo que es probable que sus adversarios la estén formulando. Si la ley no altera la promesa que Dios hizo a Abraham y sus descendientes, ¿actúa la ley contra la prome- sa? ¿Es contraria a la promesa? ¿Ofrece la ley una vía alternativa a la misma promesa? La respuesta que Rabio da a tales preguntas es un «no» rotundo. El concepto de que la ley esté, de alguna manera, en conflicto con el evangelio le resultaba ridícula. No solo niega categóricamente tales ale- gaciones, sino que da una sencilla razón de que tal conclusión resulta completamente insostenible. La ley no puede ser «contraria» a las pro- mesas de Dios, porque la ley y la promesa no son rivales. Ambas forman 2 Donald Guthrie, Galatians [Gálatas], New Century Bible Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 1973), p. 107. © Recursos Escuela Sabática
  • 4. parte del plan, y hay que insistir en su singularidad, para la salvación de un mundo desgarrado por el pecado. Sencillamente, la ley y el evangelio desempeñan papeles diferentes. Podría resultar útil comparar la relación entre la ley y la promesa evangélica con los dos distintos grupos de deportistas de la plantilla de un equipo de fútbol americano. Cada equipo de fútbol tiene dos categor- ías de jugadores: los que juegan al ataque y los que juegan de defensa. Aunque desempeñan dos tareas diferentes, están unidos como un solo equipo con una sola meta combo objetivo: la victoria. Sin embargo, a pesar de su objetivo común, los jugadores atacantes y los de la defensa tienen misiones diferentes. El objetivo de los que ocupan posiciones de- lanteras es que el balón avance por el campo y anotar puntos. La tarea de la defensa es detener el avance del balón por parte de sus contrincan- tes e impedir que anoten. Sería ridículo que alguien dijera que los juga- dores de la defensa de un equipo de fútbol son contrarios a los jugadores atacantes del mismo equipo, porque colaboran para lograr el mismo ob- jetivo común. Hasta cierto punto, esto es similar a la relación de la ley y la promesa. El hecho de que Dios nunca se propusiera que la ley fuese una fuente legítima para la obtención de la vida eterna no hace de ella algo opuesto a la promesa. Sencillamente, no es el papel que Dios le asignó a la ley. De hecho, en Gálatas 3:21 Rabio usa un interesante elemento de sintaxis griega para poner de relieve precisamente esto. El término técnico de lo que emplea es una frase condicional contraria a los hechos. Se refiere a la forma en que un autor puede construir una frase para indicar que to- ma como premisa una falsedad con el fin de comprobar la validez de una hipótesis. Por ello, el sentido original de lo que Pablo dice en Gálatas 3:21 es, más o menos, el siguiente: «Si se hubiese dado una ley para dar vida [y, naturalmente, sabemos que es imposible que la ley haga tal co- sa], la justicia, verdaderamente, sería por la ley». No es culpa de la ley que no pueda vivificar. Dios nunca se propuso que hiciese tal cosa. La ley puede testificar de lo que está bien o de lo que está mal, pero es incapaz de perdonar el pecado o de darnos a los seres humanos el poder moral de obedecer sus mandatos. Naturalmente, esto plantea un problema para la humanidad. Debido a las consecuencias devastadoras del pecado, ningún descendiente de Adán (salvo Jesús) ha obedecido jamás la ley plenamente. En consecuencia, lejos de ofrecer vida a los pecadores, la ley se convierte en una fuente de condena y muerte, precisamente el aprieto en el que se ve la persona que Pablo describe en Romanos 7 que intenta seguir la ley de Dios con sus propias fuerzas (cf. Romanos 7:10-20). © Recursos Escuela Sabática
  • 5. Las escandalosas enseñanzas de Marción Entonces, ¿es ley un instrumento maligno porque condena el pecado y declara culpables a los pecadores? Desgraciadamente, muchos han su- puesto exactamente eso; de hecho, la idea se remonta a las primeras etapas del cristianismo y a las enseñanzas de un personaje influyente que se llamaba Marción. Según la historia, Marción era hijo de un obispo cristiano de los prime- ros siglos del cristianismo. En su niñez tuvo el privilegio de criarse en un hogar cristiano en el que pudo leer los relatos del Antiguo Testamento, y se familiarizó con los libros y las cartas que acabaron siendo parte del Nuevo Testamento. De todos los que leyó, Marción se sintió fascinado en particular por las Cartas del apóstol Pablo, y, en particular, por el mensaje de Pablo de que la salvación era por la fe, sin la ley. Sin embargo, Marción llevó las palabras del apóstol a una conclusión ex- trema, y el resultado fue desastroso. La distinción que el apóstol realiza entre la ley y el evangelio se convirtió en absoluta para Marción. Razonó que si el evangelio es la buena nueva de la misericordia, el amor, el perdón y la liberación, la ley tiene que ser, entonces, exactamente lo contrario. Como tal, la ley no tenía nada bueno. La veía simplemente como un compendio de reglas severas solo dan condena, castigo y muer- te. Con todo, Marción no se detuvo ahí. Se imaginó que la dicotomía entre la ley y el evangelio reflejaba el contraste entre los escritos del Antiguo Testamento y los del Nuevo Testamento. En contraposición con el Dios amante y misericordioso del Nuevo Testamento, Marción defendía que el Dios del Antiguo Testamento era severo, implacable y del todo ira- cundo. De hecho, la razón por la cual Jesús vino a la tierra era salvar a la raza humana del iracundo Dios creador del Antiguo Testamento y de sus estrictas leyes. Así, para Marción, el auténtico cristianismo no era la culminación de todas las promesas y las profecías del Antiguo Testa- mento, sino una religión radicalmente nueva que no tenía en absoluto relación alguna con el judaísmo, su Dios ni su ley. Aunque Marción fue tachado de hereje y fue excomulgado por el año 144, sus enseñanzas mantuvieron su influencia durante más de un siglo, y en algunos lugares el marcionismo fue incluso un serio rival para la iglesia primitiva. Con todo, aunque las enseñanzas del marcionismo desaparecieron hace mucho tiempo, muchos cristianos siguen populari- zando sus puntos de vista de una forma modificada, y de manera in- consciente. Me refiero, en particular, a la creencia de Marción en el sen- tido de que el Dios del Antiguo Testamento carece de amor y es iracun- © Recursos Escuela Sabática
  • 6. do y a su evaluación completamente negativa de la ley en relación con el mensaje del evangelio de Pablo. El problema y nuestra suprema esperanza Sin embargo, Pablo, a diferencia de Marción, no vilipendia la ley como algo malo. Después de todo, se trata de la ley de Dios. Si el apóstol hubiera tenido un punto de vista despectivo de la ley, su Carta a los Gálatas habría sido el lugar para expresarlo. Ahora bien, no deja de ser significativo que en Gálatas 3:22, Pablo no diga que «la ley» lo encerró todo bajo pecado. Dice que lo hizo «la Escritura». Y aquí «Escritura» no es ni sinónimo de «ley» ni referencia a ningún versículo en particular. El término es mucho más amplio, puesto que funciona como un sustituto del mismísimo Dios (cf. Gálatas 3:8; Romanos 9:17). Esto podemos ver- lo en la declaración casi idéntica que Pablo realiza en Romanos 11:32: «Pues Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos». De hecho, el verbo griego traducido «sujetó» (sygkléio) en Ro- manos 11:32 es el mismo verbo usado en Gálatas 3:22, traducido «en- cerró». Por ello, el problema, tal como lo describe Pablo, no es en último térmi- no la ley, sino el pecado. Pero, ¿qué es el pecado? Para el apóstol, el pe- cado no es meramente un mandamiento quebrantado ni una mala elec- ción, aunque, ciertamente, incluye todo esto (Romanos 3:21-31; cf. 1 Juan 3:4). No, el pecado es mucho más siniestro y letal. Pablo lo perso- nifica como un poder cósmico implacable o un capataz malvado (Roma- nos 2:17; 6:12-14; 7:13-20) cuyo poderío se extiende no solo sobre «to- dos» (Romanos 3:23), sino también sobre «todo» (plural neutro en Gálatas 3:22) lo que hay en nuestro mundo (cf. 1 Juan 5:19). El argumento de Pablo es que las Escrituras dan testimonio de la autén- tica condición del mundo ante Dios. El mundo está bajo el poder del pe- cado. El verbo griego que usa (sygkléio) significa, literalmente, «cerrado por todas partes», e indica de manera gráfica que, desde una perspectiva humana, no tenemos en absoluto ninguna posibilidad de fuga, porque las garras letales del pecado son omnipresentes, amén de universales en su alcance (Romanos 3:10-18): nada ni nadie escapa a su dominio, ni judío ni griego, ni Israel ni las naciones. Esta es la realidad del «presente siglo malo» que Pablo mencionó al comienzo de su Epístola (Gálatas 1:4). 3 Toda la Escritura da testimonio de la magnitud del dilema huma- 3James D. G. Dunn, The Epistle to the Galatians [La Epístola a los Gálatas], Black's New Testament Commentary (Peabody, Massachusetts: Hendrickson, 1993), p. 194, © Recursos Escuela Sabática
  • 7. no, desde la narración de la caída en el Génesis hasta la infidelidad de Israel descrita en Malaquías. ¿Por qué Dios lo confinó todo bajo el poder del pecado? Fíjese en las dos palabras que dan comienzo a la oración final de Gálatas 3:22: «Para que». Puede que estas dos palabras sean pequeñas, pero son significati- vas, mucho más de lo que cualquier traducción pueda transmitir. En griego forman parte de lo que los entendidos en gramática clasifican como oración subordinada final consecutiva. Una subordinada final consecutiva es una construcción sintáctica que indica tanto la intención de una acción así como su segura consecución. 4 En este caso, demues- tra que la acción divina de confinarnos a todos bajo el pecado tenía tras sí tanto un propósito como un resultado: la redención de los pecadores. Puso al mundo entero bajo el poder del pecado para que los seres humanos caídos pudiéramos darnos cuenta de que nuestra única espe- ranza de libertad es la salvación prometida que nos ofrece en su Hijo. La pregunta, entonces, es, ¿qué papel desempeña la ley en relación con la acción divina de confinarnos a todos bajo el pecado? La estructura del argumento de Pablo Ahora llegamos a algunas de las declaraciones más difíciles que hace el apóstol sobre la ley. «Pero antes que llegara la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fué- ramos justificados por la fe. Pero ahora que ha venido la fe, ya no esta- mos bajo un guía» (Gálatas 3:23- 25). Exactamente, ¿qué dice Pablo so- bre el papel de la ley? ¿Cómo debemos interpretar el pasaje? El primer paso hacia la interpretación es la constatación de que sus co- mentarios no son observaciones independientes, sino una parte intrica- da del argumento global que desarrolla en toda la Epístola. En esta sec- ción de Gálatas Pablo usa la preposición «bajo» cinco veces (versículos 22, 23, 25; Gálatas 4:2, 3). Tal repetición en los escritos de Pablo no es accidental. Siempre pone de relieve un argumento significativo que in- tenta presentar. Además, es importante que observemos que estas cinco preposiciones también se dividen en un patrón dentro de los tres blo- ques distintos de ideas que componen su argumento en esta sección de Gálatas: 3:21, 22; 3:23-29; y 4:1-7. El flujo de sus ideas y el uso reiterado de la preposición sugieren que el versículo 22 constituye la afirmación básica a partir de la cual se desarrollan y se amplían los pasajes subsi- 4 Daniel Wallace, Greek Grammar Beyond the Basics [Gramática griega más allá de lo básico] (Grand Rap- ids: Zondervan, 1996), p. 473. © Recursos Escuela Sabática
  • 8. guientes. Esto parece confirmado por el hecho de que cada uno de los dos bloques finales de ideas hace uso de una analogía para explicar el significado de la oración preposicional que comienza con la palabra «ba- jo». El siguiente esquema demuestra la estructura lógica del argumento de Pablo, así como su forma quiástica. (En las estructuras quiásticas, la se- gunda parte es una imagen de la primera parte. La conclusión o el ar- gumento que se defiende aparecen en el medio en vez de hacerlo al final, como en nuestro pensamiento occidental moderno). La Escritura lo encerró todo bajo pecado (Gálatas 3:22: tesis principal de Pablo) a. Estábamos confinados bajo la ley (versículo 23: nuestra condición pa- sada) b. Ya no estamos bajo un guía (versículo 25: una analogía) c. Todos sois hijos (versículo 26-29: nuestra condición actual) b. Estábamos bajo tutores y administradores (Gálatas 4:2: una ana- logía) a. Estábamos bajo los rudimentos (versículo 3: hecho pasado y peligro presente). 5 Visto desde esta perspectiva, Gálatas 3:22 tiene un doble propósito. Da respuesta a la pregunta que Pablo suscita en el versículo 21 y funciona como declaración base a partir de la cual se desarrolla su argumentación de Gálatas 3:23 - 4:7. Las implicaciones de lo que significa estar «bajo pecado» llevan, en primer lugar, a una explicación más detallada de la relación entre la promesa y la ley, y, después, a la relación entre los herederos y la ley. Teniendo presente esta imagen más amplia de con- junto, centramos ahora nuestra atención en la terminología de Pablo. La terminología de Pablo Hasta aquí, el apóstol ha presentado tres argumentos básicos sobre la ley: l) la ley no anula ni provoca la abolición de la promesa hecha por Dios a Abraham (Gálatas 3:15-20); 2) fue añadida en el monte Sinaí a causa de la transgresión; y 3) la ley no es opuesta a la promesa (versícu- los 21, 22). El apóstol dirige su atención ahora a lo que la ley hace y a la 5 Linda L. Belleville, «"Under Law": Structural Analysis and the Pauline Concept of Law in Galatians 3:21- 4:11» [Bajo la ley: Análisis estructural del concepto paulino de ley en Gálatas 3: 21-4:1], Journal for the Study of the New Testament 26 (1986): p. 54. © Recursos Escuela Sabática
  • 9. RV95 BJ NVI PER NC NBE confinados encerrados presos prisioneros encarcelados Custodiados encerrados en espera encerrados custodiados en espera Encerrados guía pedagogo guía ayo pedagogo Niñera forma en que la venida del Mesías prometido afecta su papel. ¿Qué pa- pel desempeña la ley realmente? Aunque Pablo dijo en Gálatas 3:19 que fue añadida «por causa de las transgresiones», aclara lo que quiere decir con eso mediante el uso de tres palabras significativas usadas para des- cribir qué hace la ley y cómo es: «confinados» (versículo 23), «encerra- dos» y «guía» (versículo 24). ¿Cómo debemos entender esos términos? En aras de facilitar la comparación, observemos en la tabla anterior la manera en que diversas versiones de la Biblia han traducido los tres términos que Pablo emplea en relación con la ley en Gálatas 3:23, 24: «Pero antes que llegara la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerra- dos para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos justificados por la fe». Como indica la tabla anterior, muchas traducciones modernas de la Bi- blia interpretan los comentarios de Rabio de Gálatas 3:23, 24 sobre la ley en una tónica un tanto negativa. Sin embargo, el original griego no llega a ser tan unilateral. La palabra traducida «confinados» (RV95) proviene de un vocablo que, literalmente, significa «mantener» o «guardar». Aunque puede usarse con un sentido negativo, como «man- tener en sujeción» o «vigilar» (véase 2 Corintios 11:32), en el Nuevo Testamento tiene generalmente una acepción más positiva, con el senti- do de «proteger» o «guardar» (cf. Filipenses 4:7; 1 Pedro 1:5). Pasa igual con la palabra traducida «encerrados» (Gálatas 3:23, RV95). La palabra griega significa «cerrar» o «cercar» y, dependiendo de su contexto, puede tener connotaciones positivas, negativas o incluso neu- tras. Por ejemplo, la Septuaginta, traducción del Antiguo Testamento, la emplea para referirse al «cierre» que Dios efectuó en la matriz de las es- posas de Abimelec hasta que el gobernante devolvió a Sara a su esposo, Abraham (Génesis 20:18). También puede usarse para referirse a perso- nas confinadas en una zona geográfica específica o en diversas ciudades (Éxodo 14:3; Josué 6:1; Jeremías 13:19). En el Nuevo Testamento puede aplicarse a las redes con las que los discípulos «cercaron» los peces de la pesca milagrosa en Lucas 5:6, o al proceso mediante el cual Dios «suje- ta» o «encierra» a las personas bajo el pecado (Romanos 11:32; Gálatas 3:22). © Recursos Escuela Sabática
  • 10. Entonces, ¿cómo entiende Pablo la ley desde la perspectiva de las dos palabras griegas traducidas «confinados» y «encerrados» en Gálatas 3:23? ¿Debemos interpretarlas en sentido negativo, positivo o neutro? Dado que los términos pueden ser enfocados desde tantos puntos de vis- ta diferentes, no podemos adoptar ninguna decisión definitiva hasta que determinemos en primer lugar el papel de la ley como el paidagogós de los versículos 24, 25. La ley como nuestro paidagogós (Gálatas 3:24, 25) La idea de que la ley guarde y confine evoca en la mente de Pablo el pa- pel del paidagogós en la sociedad grecorromana. 6 El paidagogós era un esclavo al que la sociedad romana confería una posición de autoridad sobre el hijo o los hijos del amo desde que cumplían los seis o los siete años de edad hasta que alcanzaban la madurez. Las responsabilidades de un paidagogós eran tan diversas que es difícil encontrar una sola pa- labra equivalente en español que las abarque todas (tal como indican las diversas traducciones del término en la tabla anterior). Era una especie de niñera, chofer, tutor, enfermero, guardaespaldas, padre y madre, to- do en uno. Sus deberes incluían ocuparse de las necesidades físicas del joven a su cuidado, como prepararle el baño, proporcionarle ropa y co- mida, y cuidarlo cuando estaba enfermo. El paidagogós se ocupaba de que el hijo del amo acudiera a la escuela e hiciera sus deberes. Además, no solo se esperaba de él que enseñara y practicara virtudes morales, si- no que se asegurase también de que el propio joven las aprendía y las practicaba. Sin embargo, entre todas las cosas que podía hacer un pai- dagogós, su tarea fundamental se circunscribía a la protección, la pre- vención y la corrección. Varias descripciones interesantes de la literatura grecorromana presen- tan una buena ilustración de las responsabilidades básicas del paida- gogós. Por ejemplo, Libanio, maestro griego de retórica que vivió en los tiempos del Bajo Imperio Romano, describe de manera gráfica el papel protector del paidagogós: «Porque los pedagogos son guardias de los jóvenes camino de su pleni- tud, son protectores, son un muro fortificado; echan a los amantes inde- seables, apartándolos y manteniéndolos a distancia, impidiéndoles fra- ternizar con los chicos, rechazando las acometidas del amante, llegando a asemejarse a perros que ladran a los lobos». 7 6 Ibíd., p. 59 7 Libanio, Oraciones 58.7. Citado en Norman H. Young, «Paidagogos: The Social Setting of a Pauline Me- taphor» [Paidagogos: El marco social de una metáfora paulina], Novum Testamentum 29, N° 2 (1987), p. 159. © Recursos Escuela Sabática
  • 11. Su descripción resulta de particular interés, dado que la palabra «guar- dias» deriva de la misma raíz que Pablo usa en Gálatas 3:23 para descri- bir el papel de la ley («estábamos confinados bajo la ley»). Aparece otra ilustración interesante como parte de la respuesta de Caín cuando Dios le pregunta por su hermano desaparecido Abel. Según el historiador judío Josefo, Caín contestó «que no era el guardián [paidagogós] de su hermano para vigilar su persona y sus actos». 8 La responsabilidad pro- tectora de un paidagogos se tomaba tan en serio que, en ocasiones, un paidagogós llegaba a dar su vida en su empeño por salvaguardar la del hijo de su amo. Aunque, desde luego, el hijo del amo valoraba los aspec- tos protectores de un paidagogós, no siempre apreciaba los deberes preventivos y correctivos que la posición implicaba, aunque fueran para su bien. Por ejemplo, Marcial, quien llegaría a ser un archiconocido poe- ta latino, se quejaba así de su paidagogós: «Prohíbes la diversión, me vedas a las chicas y no me das libertad». 9 Arístides presenta una intere- sante lista del tipo de advertencia que podía dar un paidagogós: «"No está bien atiborrarse" y "camina por la calle de manera apropiada, y levántate ante tus mayores, ama a tus padres, no seas bullicioso ni jue- gues a los dados, ni (si deseas añadir esto) "cruces las piernas"». 10 El filósofo romano Séneca presenta una colección similar de reprensiones: «Camina así o asá; come así o así. Esta es la conducta propia de un hombre, y esa la de una mujer; esta para un hombre casado, y aquella para un soltero». 11 No es de extrañar que Filón pueda afirmar con con- fianza que cuando el paidagogós «está presente, el joven a su cuidado no se extraviará». 12 Aunque algunos pedagogos eran, sin duda, amables y queridos por sus pupilos, la descripción dominante de ellos en la literatura clásica es la de estrictos partidarios de la disciplina. Era su deber garantizar la obedien- cia, ya se obtuviera mediante consejos sabios, amenazas o reproches se- veros o a latigazos o varazos si era necesario. «En consecuencia, la vida de un niño sometido al control de un paidagogós estaba estrictamente supervisada» y carente de cualquier «medida de libertad» real. 13 Pablo contempla la ley de Dios desde esta misma perspectiva. Es como un paidagogós. En Gálatas 3:23, el apóstol describe la ley como un po- der controlador (estamos bajo la ley) que «guarda» y, a la vez, «conde- na». ¿Qué ley es aquella que nos guarda y, a la vez, nos condena? La 8 Josefo, Antigüedades judías, i.2.1. 9 Marcial, Epigramas, traducción inglesa de James Michie (Nueva York: Modern Library, 2002), p. 143. 10 Arístides, En defensa de la oratoria, ii.380 11 Séneca, Epístolas, 94.8, 9 12 Filón, Sobre el cambio de nombre, 217. 13 Beleville, p 60. © Recursos Escuela Sabática
  • 12. analogía y la terminología de Pablo sugieren que limitar la ley exclusi- vamente a la ley ceremonial, con sus instrucciones sobre sacrificios y ofrendas, no satisfaría el papel limitador que describe. Como vimos pre- viamente, su punto de vista de la ley es típicamente mucho más amplio que todo eso. Para él, la ley de Dios abarca tanto sus aspectos ceremo- niales como los morales. La ley de Dios en su conjunto guarda y, a la vez, limita. Entonces, ¿cómo debemos entender los comentarios del apóstol sobre la ley en Gálatas 3:23-25? Hemos visto que la terminología que usa puede ser en sí misma positiva o negativa. ¿Qué decir del papel del paida- gogós? ¿Lo contempla Pablo como positivo, o negativo? En realidad, ambas preguntas implican una cuestión mucho mayor y más fundamen- tal. La ley, ¿por qué limita nuestra libertad personal, supervisa cada as- pecto de nuestra vida y nos condena cuando fallamos? La respuesta guarda relación con la afirmación previa de Pablo en Gálatas 3:22. La ley de Dios era necesaria «porque también estamos bajo la custodia de la influencia imperante del pecado. Por lo tanto, llevamos atada, por así decirlo, la brida de la ley, que nos aclara nuestra obligación, supervisa nuestra conducta y reprende y castiga nuestra maldad». 14 Entonces, una vez más, ¿es la ley positiva o negativa? Es cierto que la ley tiene el papel negativo de señalar y condenar el pecado. Pero también tiene la función positiva de guardarnos y protegernos del mal. E incluso el aspecto negativo de condena del pecado tiene, en último término, el objetivo positivo de ayudarnos a darnos cuenta de nuestra necesidad de Cristo. Si la ley no nos llevara a Cristo condenando nuestro pecado, jamás reconoceríamos nuestra necesidad del perdón y la liberación que están en él. Entonces, ¿cuál es la respuesta? Quizá no sea no, ni siquiera sí. En vez de ello, la mejor respuesta es simplemente decir que la ley, en todas sus funciones, es simplemente necesaria. Elena G. de White reconoció esta realidad hace más de cien años cuando varios pastores adventistas pretendían afirmar que la ley de Gálatas 3:23-25 tenía que ser exclusivamente la ley ceremonial o la ley moral. «¿Cuál ley es el ayo para llevarnos a Cristo? Contesto: Ambas, la cere- monial y el código moral de los Diez Mandamientos». 15 Algún tiempo después hizo un comentario adicional sobre el mismo asunto que revela que entendía las observaciones de Pablo desde la perspectiva más am- plia del argumento del apóstol. 14Ibíd. 15Elena G. de White, Mensajes selectos, tomo 1 (Mountain View, California: Pacific Press Publishing As- sociation, 1966), p. 274. © Recursos Escuela Sabática
  • 13. «La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuése- mos justificados por la fe» (Gálatas 3:24). El Espíritu Santo está hablando especialmente de la ley moral en este texto, mediante el após- tol. La ley nos revela el pecado y nos hace sentir nuestra necesidad de Cristo y de acudir a él en procura de perdón y paz mediante el arrepen- timiento ante Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. [...] La ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada tanto desde el aspecto de la prohibición, como desde el de la misericordia. Sus prohibiciones son la segura garantía de felicidad en la obediencia. Al ser recibida en Cristo, ella obra en nosotros la pureza de carácter que nos traerá gozo a través de los siglos eternos. Es una muralla de protección para el obediente». 16 El lugar de la ley en la historia de la salvación Queda una última pregunta. Aunque hemos defendido que la ley es, ciertamente, necesaria si tenemos en cuenta el problema del pecado, ¿cómo conciliar eso con la afirmación de Pablo de que, una vez «que ha venido la fe, ya no estamos bajo un guía» (Gálatas 3:25)? ¿Qué conclu- sión debemos sacar de ella? Es preciso que entendamos sus comentarios de Gálatas 3:23-25 desde dos perspectivas diferentes: en primer lugar, desde la de la historia de la salvación, y, en segundo lugar, desde la his- toria de nuestra propia experiencia. El contexto primario en el que Pablo viene desarrollando su argumento con los gálatas es la obra redentora de Dios en el curso de la historia humana. Ya ha presentado cómo el Señor se reveló a Abraham y le hizo una maravillosa promesa, y cómo la promulgación de la ley en el monte Sinaí cuatrocientos treinta años después no alteró en modo alguno esa promesa. No obstante, empezando con su primera referencia a la pro- mulgación de la ley en el versículo 19, Pablo le da un aspecto temporal mediante el uso de la palabra «hasta». Este aspecto temporal se presen- ta múltiples veces en los versículos 23-25. Y en cada caso, como veremos a continuación, el aspecto temporal siempre está relacionado con la apa- rición de Jesús, el Mesías prometido. Además del aspecto histórico y temporal, es importante observar tam- bién los pronombres que Pablo usa en Gálatas 3:23- 29. Comienza con «nosotros» (versículos 23, 24, 25) y luego pasa al pronombre «voso- tros» (versículos 26, 27, 28, 29 [dos veces]). El «nosotros» se refiere a los creyentes judíos de las iglesias de Galacia. Se trata de los familiariza- dos con la ley, y Pablo viene dirigiéndose a ellos en particular desde Gálatas 2:15. El «todos [vosotros]» implica a los conversos gentiles. 16 Ibíd., pp. 275, 276. © Recursos Escuela Sabática
  • 14. ¿Cómo aunarlo todo? Pablo contrapone el lugar de la ley antes y después de Cristo, argumento que explícita directamente en el versículo 24:«la ley era nuestro ayo hasta que viniera el Mesías» (PER). Y lo repite en los versículos 23 y 25, aunque lo hace indirectamente, refiriéndose a la ve- nida de «la fe». El uso de la palabra «fe» con el artículo definido «la», en griego, sugiere que Rabio no habla meramente de la fe individual de una persona, sino de Cristo. Inmediatamente antes del versículo 23, el apóstol emplea la palabra «fe» en conexión con Jesús. En griego, el versículo 22 afirma literalmente que la promesa de Dios se basa en «la fe en Jesucristo». Es la misma expresión que Pablo usó en Gálatas 2:16, y puede traducirse del griego como «la fidelidad de Jesús». Precisamen- te su fidelidad ofrece esperanza a la condición humana bajo el pecado (Gálatas 3:22). Así, cuando Pablo pasa al versículo 23, sigue tan cauti- vado por la «fidelidad de Cristo» que se refiere a Cristo como «la fe». Hace exactamente lo mismo en el versículo 25. Su terminología indica que la venida de Cristo supone un auténtico cambio en la historia de la salvación. Desgraciadamente, muchos han interpretado el comentario de Pablo como un total rechazo de la ley. Sin embargo, eso tiene poco sentido si tenemos en cuenta declaraciones positivas sobre la ley en otros lugares (por ejemplo, Romanos 3:31; 7:7, 12, 14). Entonces, ¿qué cambió con la venida de Cristo? La ley de Dios no dejó de existir con la llegada de Cristo. Sin duda, se cumplieron ciertos aspectos de la misma, pero sus verdades morales si- guen siendo tan verdad hoy como lo eran hace cuatro mil años. La posi- ción de la ley en relación con el pueblo de Dios ha cambiado. Ya no es la autoridad suprema que regula la vida, porque se nos llama a vivir una vida que complazca a Cristo (1 Tesalonicenses 4:1). Pablo llama a esto ser guiado por el Espíritu (Gálatas 5:18). No quiere decir que la ley mo- ral ya no sea aplicable; eso nunca se planteó. Pero Cristo trasciende la ley. Es el epítome de todo lo que esta requiere y más (Gálatas 6:2; 1 Co- rintios 9:21). No meramente seguimos un conjunto de reglas: seguimos a Jesús. Y él hace lo que la ley jamás podría hacer: escribe su ley en nuestro corazón (Hebreos 8:10) y hace posible que el justo requisito de la ley se cumpla en nosotros (Romanos 8:4). Además, ya no estamos ba- jo la condena de la ley (versículo 3). Como creyentes, estamos en Cristo y gozamos del privilegio de estar bajo la gracia (Romanos 6:14-15). Y eso nos da la libertad de servirlo de todo corazón sin temor a ser condena- dos por errores que podríamos cometer en el proceso. Así, la venida de Cristo marca un cambio fundamental en el ámbito de la historia de la salvación. Sí, seguimos observando la ley hoy, pero la con- © Recursos Escuela Sabática
  • 15. formidad con la ley no es nuestra meta suprema. La meta de todo cris- tiano es, en último término, la conformidad con Cristo. Porque en la conformidad con Cristo abarcamos realmente todo lo que la ley requie- re. En la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, el Mesías prometido, la ley ha sido eclipsada. Cristo lo primero y Cristo lo último: esa es la na- turaleza de la vida cristiana. Aunque Pablo desarrolla su argumento teniendo en cuenta la historia de la salvación, nos perderíamos algo si no lo interpretáramos teniendo en cuenta también nuestro propio viaje espiritual personal. El hecho mis- mo de que use la expresión «la fe» como una referencia a Cristo (Gálatas 3:23) parece justificar la idea de entender la venida de «la fe» como una referencia secundaria a la aurora de la fe en nuestra propia vida. Aunque Cristo ha venido, muchos de nosotros a menudo vivimos la vida como si no lo hubiese hecho. Nos encontramos en una pugna continua bajo el pecado. En esos períodos de nuestra vida, la ley de Dios actúa como un paidagogós, persiguiéndonos, declarando nuestro pecado, dándonos una conciencia culpable y, de paso, buscando siempre llevarnos a Cristo como nuestra única esperanza. Hasta que llegue el día en que el poder del pecado no solo haya sido vencido sino destruido, la ley de Dios man- tendrá su papel de identificación y de condena del pecado. Y, hablando en términos personales, me siento agradecido de que así sea. Aunque el argumento de Pablo es complicado, su enseñanza central es simple. La ley no está en contra de las promesas de Dios a Abraham y sus descendientes. Tampoco ofrece una manera alternativa para obtener la salvación. Al contrario, aunque la promesa y la ley tienen papeles y funciones diferentes, ambas desempeñan una parte importante en el plan de la salvación que viene desarrollándose en el transcurso de la his- toria humana; y también mediante la aplicación espiritual a nuestra propia experiencia vital. No obstante, teniendo en cuenta todo lo que Dios ha hecho, el momento definitorio en la esfera de la historia de la salvación para nosotros como cristianos no es la presentación de la ley en el monte Sinaí, ni siquiera el pronunciamiento de las promesas a Abraham por parte de Dios. No. Es el acontecimiento que ha cambiado para siempre el curso de la historia humana: la encarnación de Cristo. Material provisto por RECURSOS ESCUELA SABATICA © http://ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http://groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática © Recursos Escuela Sabática