Orfeo era el mejor músico de la antigüedad cuya música podía cautivar a hombres y bestias. Cuando su esposa Eurídice murió mordida por una serpiente en su boda, Orfeo decidió viajar al inframundo para recuperarla. Con su música convenció a Hades y Perséfone de devolverle a Eurídice con la condición de que camine delante de ella sin voltear hasta salir. Pero Orfeo se volteó ansioso y perdió a Eurídice para siempre, vagando sin rumbo hasta morir j
1. ORFEO Y EURÍDICE
Una misma historia puede ser
representada de múltiples formas.
2. Orfeo fue el mejor músico que ha existido jamás. Cuando tocaba, todos y todo le
prestaban atención. Las personas guardaban silencio, los animales se agrupaban a su
alrededor, e incluso los árboles bajaban sus ramas para escucharle con todas las hojas.
Tocando el laúd, podía cautivar incluso a la más fiera de las bestias y también hechizar
a los peces con su canto. Corría la Edad del Hierro de la humanidad, y la maldad
tentaba a todo ser vivo, pero la historia de Orfeo y Eurídice tiene un comienzo feliz: unas
nupcias.
La celebración de la boda de Orfeo y su prometida llegaba a su fin y algunos de los
invitados habían bebido demasiado vino. Uno de ellos, Aristeo, intentó atacar a Eurídice
y ésta, para impedirlo, huyó hacia el jardín. Allí una serpiente venenosa le mordió un pie
y falleció en el acto.
Tras este accidente Orfeo no encontraba motivos para seguir tocando su laúd ni para
quedarse en casa, por lo que vagó por el mundo anhelando a su difunta esposa.
3. Un día pensó que dado que su canto podía hechizar a todas las criaturas de la tierra,
quizá podría persuadir a los señores del inframundo para que le devolvieran a Eurídice.
Así pues, Orfeo entró en el Hades, pagó al barquero con una canción (en lugar de la
habitual moneda) y hechizó al perro guardián de tres cabezas también con su canto. No
fue tan fácil, sin embargo, cantar en presencia de Hades y Perséfone, reyes de los
infiernos, pero su maravilloso canto conmovió a la diosa Perséfone hasta tal punto que
ésta se compadeció de él y decretó que podía llevarse consigo a Eurídice de vuelta al
mundo de los vivos. La única condición fue que debería caminar en silencio y siempre
hacia delante, sin volverse en ningún momento hasta que alcanzaran el exterior. Aceptó
el trato y empezó a caminar hacia el mundo de los vivos, pero mientras lo hacía empezó
a dudar de la advertencia de Perséfone. ¿Estaba Eurídice realmente allí, siguiéndole, o
había sido todo una perversa artimaña? A pocos pasos de distancia de la salida, ya no
fue capaz de soportar el silencio y la incertidumbre por más tiempo y se volvió para
mirar atrás. Allí estaba su amada Eurídice con las mejillas anegadas en lágrimas: el
viento de la muerte la alejaba de nuevo. Ella alargó los brazos hacía él… pero era
demasiado tarde. Orfeo vagó sin rumbo por el mundo hasta que la muerte lo reunió, por
fin, con su amada esposa.