El pasado 30 de septiembre, en Colombia, en el departamento del Cauca, en un pequeño municipio llamado Almaguer, fue asesinada por dos paramilitares Adelinda Gomez Gaviria, al salir de una reunión de mujeres. Tenía 36 años de edad y era madre de tres hijos, el mayor, de 16 años, que le acompañaba en el momento también fue herido. El delito de Adelinda, luchar para evitar que la implantación de la minería destroce su territorio y los medios de vida de las personas que lo habitan. Adelinda era una lideresa que formaba parte del Proceso de Mujeres del Macizo Colombiano del CIMA, organización campesina de defensa de la tierra, e impulsó, entre otras actividades, la realización de un Foro Minero y Ambiental, en el mismo municipio de Almaguer, en que participaron cerca de 1500 campesinos e indígenas.
1. Asesinada por oponerse a la minería
Tomás Gisbert
Investigador del Centro Delàs de Estudios por la Paz
María Jesús Pinto
Investigadora en Derechos Humanos
Adelinda Gomez Gaviria
El pasado 30 de septiembre, en Colombia, en el departamento del
Cauca, en un pequeño municipio llamado Almaguer, fue asesinada
por dos paramilitares Adelinda Gomez Gaviria, al salir de una reunión
de mujeres. Tenía 36 años de edad y era madre de tres hijos, el
mayor, de 16 años, que le acompañaba en el momento también fue
herido. El delito de Adelinda, luchar para evitar que la implantación
de la minería destroce su territorio y los medios de vida de las
personas que lo habitan. Adelinda era una lideresa que formaba parte
del Proceso de Mujeres del Macizo Colombiano del CIMA, organización
campesina de defensa de la tierra, e impulsó, entre otras actividades,
la realización de un Foro Minero y Ambiental, en el mismo municipio
de Almaguer, en que participaron cerca de 1500 campesinos e
indígenas.
Que su asesinato tiene una relación directa con su oposición a la
minería y al expolio está fuera de toda duda. Un mes antes había
recibido amenazas por teléfono, unos desconocidos le dijeron “deje
de joder con esa cosa de la minería, eso se riesgoso y se va a hacer
matar”, también la habían abordado por la calle advirtiéndole de que
parara y que no se mezclara con los opositores a la minería. Pero en
Colombia las defensoras y defensores del territorio y de los derechos
humanos saben que tienen que convivir con el riesgo y las amenazas,
y saben que no pueden abandonar la lucha porque a nadie se le
puede pedir que viva de rodillas.
2. Quien la conocía mejor nos cuenta que Adelinda “hacía un trabajo de
hormiga”. Ejercía un liderazgo cotidiano, poco vistoso. No era de las
que se subía a las tarimas a hacer discursos, sino que hablaba con la
gente, tanto con la que estaba de acuerdo y como con la que no en
relación a la minería, intentando que la comunidad se mantuviera
unida. Ella lo hacía desde su vereda, y en toda la región con esta
constancia con la que muchas mujeres suelen hacer el trabajo.
Liderazgos que parecen más humildes que otros, pero que son
ejercidos fundamentalmente por mujeres y que muchas instituciones,
e incluso organizaciones populares, desvalorizan por un modelo
masculino que impera en el accionar político: el liderazgo de lo que
hace los discursos, el que aparece siempre públicamente. Son
maneras, útiles ambas, pero tenemos que hacer un esfuerzo para
hacer visibles y valorizar a las miles de mujeres que en sus
comunidades son las imprescindibles para organizar, cohesionar y
mantener la resistencia y la acción. Y la paradoja es que quienes la
asesinaron saben perfectamente que estas mujeres son
fundamentales para impedir los planes de los que quieren entrar en
los territorios y desplazar a las comunidades con proyectos de
megaminería, de hidroeléctricas y tantos otros de los que en estos
momentos tapizan toda Colombia.
En La Habana se está desarrollando un proceso de paz que todos
deseamos que termine con una buena parte del conflicto armado, de
momento con la desmovilización de la FARC -EP, y que es deseable
que el proceso continúe con el ELN, las dos guerrillas más activas en
Colombia. Pero tengámoslo claro, el asesinato de Adelinda Gomez y
muchas más defensoras y defensores de derechos humanos y de
líderes sociales, no tiene que ver con el conflicto armado y sí con la
violencia política y social como forma de imponer el control social y
político para llevar adelante el expolio del territorio y los negocios de
los poderosos.
En este caso la prensa oficial ha hablado de que se oponía a la
minería ilegal. En Almaguer han empezado a entrar mineros con
retroexcavadoras, mineros venidos de fuera de la región, en su
mayoría vinculados al paramilitarismo, pero estos sólo son una
avanzada, en una estrategia que se extiende por todo el territorio en
que lo que realmente está en juego es la explotación minera a gran
escala preparando el terreno a las grandes empresas mineras
transnacionales, en este caso Anglo Gold Ashanti.
El asesinato de Adelinda se suma al asesinato, sólo en lo que va de
año, de 14 líderes sociales defensores de los derechos humanos, de
los que 5 eran mujeres, en el departamento del Cauca,
fundamentalmente en zonas rurales.
3. Hace poco más de un mes, también era asesinado Nelson Giraldo,
minero artesanal y líder del “Movimiento Rios Vivos de Antioquia ”
que representa a las personas que en marzo de este año se vieron
obligadas a desplazarse a Medellín por las amenazas de paramilitares,
las detenciones arbitrarias y el acoso de las fuerzas de seguridad que
califican de guerrilleros a quienes se oponen al proyecto de
construcción de la represa Hidroituango. Fue asesinado cuando fue a
visitar el municipio para ver si su familia, después de seis meses,
podía regresar. También, tras este gran proyecto volvemos a
encontrar los intereses de una gran empresa transnacional, Empresa
Pública Medellín (EPM), con un 50% de capital en manos de la
Gobernación de Antioquia.
Se estima que es en las áreas minero-energéticas donde sucede el
80% de las violaciones a los derechos humanos en Colombia, el 87%
de los desplazamientos forzados, el 78% de los crímenes contra
sindicalistas, el 89% contra indígenas y el 90% contra
afrodescendientes.
Pese detrás de cada asesinato y de cada violación hay que ver no
sólo la mano ejecutora directa sino la mano del expolio del capital
local y transnacional, pero toda esta violencia política y social goza de
una amplia impunidad. El esclarecimiento de los crímenes y las
violaciones topan con la desidia en la búsqueda de los culpables de
las muy bien equipadas y poderosas fuerzas de seguridad
colombianas, topan con el cinismo de muchas autoridades locales y
políticas que miran hacia otro lado a la vez que ofrecen hipótesis
descabelladas y chocan con la pasividad de un sistema judicial
formalmente muy garantista pero que lo que realmente garantiza es
la inacción y la impunidad.
Pero, y volviendo a La Habana, después de esto ¿de qué paz estamos
hablando?, ¿qué esperanza tenemos de que se acabe con un sistema
político y un modelo extractivista basado en el exterminio físico de la
disidencia social y popular
Asesinatos como el de Adelinda no son un número más a añadir a la
larga lista de lideresas y líderes populares que día sí día no caen
asesinados, sino que nos deben obligar a reflexionar y a actuar
internacionalmente para que se investiguen los crímenes contra los
defensores y defensoras de los derechos humanos, para que se
pueda juzgar penalmente a las empresas transnacionales, para que
haya justicia y se ponga fin a la impunidad.