1. Corazón viajero<br />A mis pies, postrados se ven tres mil caminos y sendas,<br />por los que se divide mi alma.<br />Viajo, día y noche, sobre la faz de la tierra;<br />verde, como esos ojos tuyos que tanto deseo encontrar. <br />Tu aroma se ha impregnado en mí pensar, y mis manos frías templan mi ardor de soledad.<br />Tengo llagas en el alma, corazón viajero, <br />ya me cansé y no te espero. <br />Ninguna de mis posesiones me asegura otro latido certero.<br /> Solo recuerdo cada uno de los granos de arena, que estos pies un día recorrieron. <br />Aplastados por mi planta lisa de kilómetros de andar.<br />Y encontraré al fin, más caminos y sendas, aún más abruptas,<br />donde se me olvidará tu imagen, encallada en alguna piedra o enganchada en algún abrojo.<br />En algún abrojo, que te lo regalaría, pero no me<br />acuerdo si es de tu antojo.<br />Desnudos de la mentira<br />Piso suelo, y todos dicen; caminas en el techo. <br />Busco verdad y encuentro falsos y oscuros desnudos de la mentira, <br />y los demás no se tapan, se esconden ni huyen; solo miran.<br />No hay cabida para una reacción, solo piensan en su propia contradicción.<br />“Vos” dicen, “tú” reclaman, “a usted” estremecen. <br />Haciendo oración, arrodillándose a la hipocresía, ofrenda al perdón. <br />Tez, faz lastimadas, de años de doblego hacia el no saber, abundancia al solo hecho de querer.<br />Obtener beneficio, y con mayor desquicio lo pasan al bolsillo sin fondo, que vuelve a reclamar más; y más se engrandece su fustigante pesadumbre.<br />Solo resguardan la gente herida; su fortuna, ego, <br />tal vez hijos y mucha pleitesía.<br />Se rebajarían a quitar y machacar su autoestima por un solo centavo, que lo que cuesta al señor feudal es un halago.<br />Que busque verdad, y verdad es que no encontré, sueño estúpido. <br />Más verdaderamente, lo verdadero es;<br />que no hay tal estúpido.<br />La estación de la flor<br />Capullo de sentimiento, que florece convirtiéndose en barullo de admiración. <br />Esa flor tan pura e impoluta es mi favorita estación. <br />Cae lluvia de lágrimas de orgullo al verla florecer.<br /> Ese trabajo tan propio y suyo que solo ella puede obtener.<br />La riegan colas de velos, con agua de sudor, <br />de llantos,<br /> de saliva y sangre derramada,<br /> hacia esa flor prohibida.<br />Y pasó mi estación preferida, <br />el jarrón que brevemente produjo un sonido sordo al estallar, <br />y quebrarse en mil pedazos contra el cielo omnipresente y celestial.<br /> Nadie se ha dado cuenta, nadie lo ha visto pasar. <br />Porque como pasa la estación de enero a febrero; <br />pasa la ilusión de aquel capullo transformado <br />en una flor tan excepcional.<br /> <br />