El documento describe la evolución del nacionalismo mexicano a través de los siglos. Comenzó con el patriotismo criollo que admiraba las civilizaciones indígenas pero despreciaba a los indígenas vivos. Luego surgió el nacionalismo mestizo, la idea de que la mezcla de razas es positiva y define la identidad mexicana. Hacia finales del siglo XX, el multiculturalismo cuestionó esta visión y puso en suspenso la definición del nacionalismo mexicano.
1. EL NACIONALISMO EN MEXICO
El nacionalismo mexicano, nació en el siglo xlx favoreció el nacimiento de
nuestro país. Pero sus orígenes están siendo cuestionados por los
especialistas en el tema. El nacionalismo mexicano es una larga y sinuosa
búsqueda de identidad nacional. Una búsqueda por distintos senderos, pero
una búsqueda al fin. Veamos. Al emanciparse de España, México obtuvo un
Estado pero no encontró por ningún lado una nación, porque la idea de la
mexicanidad sólo habitaba en la mente de quienes pertenecían a las élites. El
mexicano promedio poco o nada sabía de la existencia de las etnias distintas
de la suya, no podía comunicarse con ellas porque hablaban distintas lenguas
y no entendía su cultura. Para muestra basta un botón: en 1847, en plena
invasión norteamericana, los mayas se levantaban en armas contra los
terratenientes y los gobernantes blancos de Yucatán, a quienes consideraban
tan invasores como los estadounidenses. El primer intento de forjar una
identidad común fue el llamado “patriotismo criollo”. En el siglo XVIII, en
Europa, científicos como Buffon, De Paw y Robertson publicaron obras que
denigraban al continente americano y a sus habitantes, alegando que tanto la
flora y la fauna como la población eran inferiores a los europeos. En respuesta,
pensadores criollos novohispanos escribieron voluminosos tratados refutando
esa tesis y defendiendo a América y, en particular, a la Nueva España. Pero al
hacerlo se dieron cuenta de que tenían que exaltar a aquello cuya paternidad
no podía ser reclamada por Europa, es decir la geografía y la biodiversidad
autóctona y las civilizaciones indígenas. De ese modo, el criollaje se
enorgulleció del pasado prehispánico y lo reclamó como suyo: establecía un
vínculo con el indio muerto al margen del indio vivo (es decir, admiraba a las
civilizaciones autóctonas pero despreciaba a los descendientes de ellas que
servían en las casas de la aristocracia o vivían en la marginación). En la
vinculación entre criollos e indígenas, el símbolo unificador de la Virgen de
Guadalupe jugó un papel fundamental. En ese contexto surgió la segunda
corriente nacionalista mexicana. Cada vez más intelectuales y gobernantes
atribuían a la diversidad racial y cultural mexicana la inestabilidad que se
manifestaba en cuartelazos y asonadas que cambiaban gobiernos e incluso
regímenes con demasiada frecuencia. Ya desde los inicios de la Colonia
habían surgido pronunciamientos a favor del mestizaje como la solución de los
problemas de la Nueva España, pero cuando en la primera mitad del siglo XIX
se reinició la Guerra del Yaqui y estalló la de Castas, el diagnóstico de la
heterogeneidad étnica como fuente de las turbulencias sociales y guerras
civiles se confirmó. Pensadores de corrientes intelectuales muy diversas
arribaron a la misma conclusión: no habría paz ni estabilidad ni progreso en
México mientras no acabaran de mezclarse los indios y los criollos y todos los
mexicanos fueran mestizos.
Así tomó forma el nacionalismo mestizo o la “mestizofilia”, que es la idea de
que la mezcla de razas y culturas es positiva y es, en el caso de México, la
esencia de la mexicanidad. Con la Revolución de 1910 su objetivo parecía
estar más cerca. Antes de ella los mexicanos habían buscado en otros países
las soluciones a los problemas de México, lanzándose a una sucesión de
imitaciones: a España durante el virreinato, a Estados Unidos en la
Independencia, a Inglaterra y Francia en la Reforma y el porfiriato. El
levantamiento revolucionario detonó, en contraste, un ensimismamiento en el
2. cual los mexicanos se volcaron sobre sí mismos y se esforzaron por crear
ideas y expresiones culturales propias. Fue como si, cansado de otear
horizontes ajenos buscando respuestas a sus preguntas, México bajara
agotado su rostro y encontrara sus manos inmóviles, prestas a edificar su
propio futuro.
Aunque esa introspección gestó también el indigenismo, en buena medida trajo
consigo la aceptación del mestizaje como sinónimo de identidad nacional. Se
dio entonces una eclosión de creatividad y originalidad. En medio de la
construcción del proyecto revolucionario aparecieron las primeras corrientes o
escuelas mexicanas de pintura (el muralismo), música (la música nacionalista),
literatura (la novela de la Revolución), cinematografía (la época de oro del cine
mexicano). Por primera vez, México dejaba de imitar y era imitado. La
inspiración solía venir del esplendor precolombino pero el resultado era una
realidad en la que los tres siglos de dominación española habían calado tan
hondo como los de la era prehispánica.
Hacia el final del siglo XX la gran mayoría de los mexicanos nos percibíamos a
nosotros mismos como mestizos. Pero entonces llegó el multiculturalismo, echó
a empellones al mestizaje del altar de la mexicanidad y el nacionalismo
mexicano quedó en suspenso. En esas estamos hoy. Se supone que ya
sabemos quiénes somos y que el hecho de que nos reconozcamos pluriétnicos
y pluriculturales no merma nuestra identidad colectiva, al menos en teoría. Yo
creo que hay una postura multiculturalista saludable pero tengo mis dudas de
que la visión radical no socave, en la praxis, la continuación de la nación
mexicana. En fin, ya veremos.
abasave@prodigy.net.mx
Agustín Basave
Hacia el final del siglo XX los mexicanos nos percibíamos a nosotros mismos
como mestizos. Pero entonces llegó el multiculturalismo, echó al mestizaje del
altar de la mexicanidad y el nacionalismo mexicano quedó en suspenso
Elaborado por: maricela Janet Salazar Pérez