1. LOS MODELOS POSFREUDIANOS Y SUS RELACIONES CON LA PSIQUIATRÍA DE
SU TIEMPO
Como enseguida mostraremos, una franca diferenciación entre las distintas corrientes
psicoanalíticas comenzó a perfilarse a finales de la tercera década del siglo XX, sobre todo en
lo que atañe al análisis de las resistencias, pues éste llegó a convertirse en una de sus más
cruciales cuestiones. Así fue como surgieron y se elaboraron propuestas muy particulares
respecto a las aplicaciones del psicoanálisis a la psicopatología y a la terapéutica, cuyas
divergencias se pueden apreciar al menos en los tres aspectos que siguen: la teoría de la
subjetividad, la teoría de la formación de síntomas y la técnica psicoanalítica.
En el ámbito de la subjetividad, cada una de esas teorías propuso reinterpretaciones
su¡ generis de la metapsicología freudiana, en particular del texto "Triebe und Triebeschicksale"
("Pulsiones y destinos de pulsión", 1915), en el que Freud había descrito la génesis del sujeto,
partiendo de un Yo indiferenciado inicial hasta la distinción entre "Yo" y "no-Yo" según el
principio del placer, proponiendo más tarde la distinción entre Yo-placer y Yo-realidad. Mas
esas reinterpretaciones discordantes alcanzaron asimismo a otros conceptos fundamentales
como el de inconsciente, el de conflicto psíquico y también las diferentes instancias de la
segunda tópica. De igual modo, en el terreno de la formación de los síntomas cada teoría
desarrolló su particular concepción de la angustia, de la represión, del posterior destino de la
construcción del síntoma y de los distintos tipos de síntomas. Finalmente, en materia de técnica
psicoanalítica las diferencias han afectado tanto a las indicaciones de la cura como a sus fines,
a los métodos a emplear y especialmente a los tipos de interpretaciones.
7.1. La psicología del Yo
El modelo llamado "estructural" en Estados Unidos, también conocido'como u "psicología
del Yo" (Ego Psychology), deriva de tres influencias dominantes que desarrollaron entre 1920 y
1930: por un lado, algunos de los últimos trabajos dé Sigmund Freud sobre la fuerza que el Yo
puede oponer a las pulsionas y el papel que adquiere el Yo en la construcción del síntoma; por
otro, el modelo desarro ¡lado por H. Hartmann, E. Kris y R. Loewenstein, según el cual el Yo
procedería del desarrollo de una zona "no-conflictiva"; finalmente, la reclasificación realizada
por W Reich y después por O. Fenichel de los diferentes tipos de resistencia bajo el gobierno
de las resistencias del Yo. Desde entonces, el Yo ha sido a veces designado como una
instancia en la que se localizaría tanto el núcleo de las neurosis y las psicosis -¡a construcción
del síntoma por medio de las defensas caracteriales- como su solución. Naturalmente, todas
estas consideraciones tienden á" enmarcarse plenamente en los desarrollos propuestos por
Freud en su segunda tópica, en donde la represión ligada a la amenaza de castración ya no
constituye, el problema crucial de la cura; las defensas resultan ahora determinantes a la hora
de explicar la formación de síntomas duraderos, incluso esas defensas favorecen - la
"deformación del carácter", haciendo más dudosa la eficacia de la cura.
La respuesta-específica elaborada por la Ego Psychology, que será igualmente su punto
débil, reside en el hecho de considerar que las defensas son en la práctica resistencias, todas
ellas referidas al Yo. Los dos aspectos de éste descritos clá sicamente por Freud, esto es, el de
consistir esencialmente en identificaciones y el de asumir las funciones de control, quedan
también unificados bajo el concepto de "fuerzas del Yo"; de este modo, por ser el Yo ante todo
y de forma predominante el lugar de un desconocimiento y de elecciones desfavorables, esta
corriente le tilda de "débil". Pero el núcleo del Yo es, según Hartmann, "no-conflictivo" y capaz
en principio de percepciones adecuadas y de controlar las pulsiones, lo que supone una cierta
fuerza en algunos casos.
Los analistas pertenecientes a la corriente de la Ego Psychology intentaron resolver esta
contradicción, y respondieron a ella, masivamente valiéndose de préstamos de la teoría del
desarrollo, aliada de la psicología genética de Piaget. Aplicaron el modelo del desarrolló
propuesto por éste para.explicar la evolución de las formas de inteligencia del niño a los
diferentes estadios de evolución pulsional descritos por,, Freud y después por Abraham. A la
cabeza de esta iniciativa destacó con luz propia Anna Freud, quien habría de incluir en el Yo el
conjunto` de los mecanismos de defensa (represión, desplazamiento, formación reactiva,
aislamiento del afecto, anulación retroactiva, somatización, conversión, etc.), siendo secundada
más tarde por Erik Erikson, Edith Jacobson, Margaret Mahler, Phyllis Gree9acre y otros.
2. A tenor de las teorías elaboradas por Heinz Hartmann, a quien suele considerarse el
fundador de esta corriente, el Yo se caracteriza sobre todo por sus "funciones" integradoras.
Dichas funciones son enumerádas del modo siguiente: la evaluación de la realidad (reality
testing), el control de los impulsos, los procesos cogniaivó el juicio, el funcionamiento sintético-
integrador, la capacidad de dominio, así como la autonomía primaria y secundaria. De hecho,
se puede considerar que la Ego Psychology ha consistido en una traducción en términos de
dominio psicológico de los mecanismos inconscientes descritos por el psicoanálisis. Es así
corno se han pergeñado numerosas aplicaciones de estos procedimientos al ámbito de la
psicología, siguiendo la modalidad anteriormente propuesta por Anna Freud en su concepción
de las líneas del desarrollo; especialmente Bellak y sus colaboradores, en 1973, se prodigaron
a la hora de proponer escalas de evaluación para estas dimensiones diferentes. A modo de
síntesis, bien se puede afirmar que una de las características más señeras de la Ego
Psychology ha venido consistiendo en esta forma de traducción de los "mecanismos de
defensa" en "mecanismos de control del Yo".
En el terreno de la terapéutica, la Ego Psychology ha insistido sobremanera en el hecho
de que las interpretaciones se deben dirigir en un primer momento hacia las resistencias y más
tarde hacia los contenidos reprimidos; incluso -sobre todo en la obra de Kris- se alienta con
especial ahínco a no dirigirse sino a las resistencias, pues se considera al inconsciente como
carente de consistencia propia fuera de ellas. Un buen ejemplo de cuanto acaba de exponerse
lo constituye el célebre caso de Ernst Kris conocido como "el hombre de los sesos frescos". Se
trata de un paciente a quien nada más empezar su cura este analista administró ciertas
interpretaciones de sus resistencias, practicándole a renglón seguido una confrontación de su
fantasma de plagio con la "realidad" y dejando así de lado el tipo de recorte originario simbólico
que determinaba su conducta.
De ese modo, la concepción del tratamiento psicoanalítico desplegada por la Ego
Psychology tiende sin mesura a convertirse en una práctica en la cual el aspecto "correctivo" se
sitúa en primer plano. Resulta por lo demás innegable que ciertos aspectos culturales han
facilitado a una corriente de tales características cuajar precisamente en Estados Unidos, en
especial por la prevalencia de la ética protestante de la responsabilidad individual, pero también
merced al nivel general de violencia y agresividad particularmente elevado. A este respecto, K.
Menninger recordaba ufano que la patología americana es más bien una patología del acto,
mientras que la europea es una patología de la inhibición.
Como podrá suponerse, a medida que se implantaron este tipo de enfoques terapéuticos
correctivos comenzó paulatinamente a manifestarse un buen número de problemas relativos a
la adecuación del tratamiento a cada paciente en partitular. Mientras que el sujeto freudiano se
caracteriza básicamente por el tipo - lenguaje privado, secreto y propio de su inconsciente, para
la corriente de la Ego Psychology el inconsciente no tiene un mensaje preciso fuera de las
impulsiones primitivas, máxime cuando sus particularidades están organizadas por el Yo,
A tenor de estos planteamientos, como podrá suponerse, se suscitó un deba _ te cada
vez más recurrente e insoslayable: ¿qué tipo de pacientes son analizables y cuáles no lo son?
En efecto, o bien el paciente tenía desde el principio un YO suficientemente fuerte y el
tratamiento propuesto por la "psicología del Yo" era, el apropiado, o bien podía suceder que el
Yo no fuera tan fuerte como convenía y se intentaba por ello reforzarlo o incluso no se lo
aceptaba para el tratamiento, De especial importancia resulta advertir aquí que para esta
corriente el tipo de mecanismo privilegiado en el Yo es el obsesivo, dado que éste permite
mantener a distancia los aspectos emocionales invasivos y amenazantes. Este matiz constituye
una modificación importante respecto a la posición analítica clásica, en la cual el discurso de la
histérica se había erigido en el más genuino estandarte de la expansión del psicoanálisis.
Particularmente indicativas de la situación antedicha fueron las dificultades sobrevenidas
precisamente en el tratamiento de pacientes histéricos. Un ejemplo palmario de todo ello se
aprecia en un célebre artículo de Elisabeth Zetzel, en el que esta autora-propuso distinguir
varias clases de histeria siguiendo un continuum de cuatro tipos cuyos extremos se sitúan entre
las "buenas" y las "malas histericas" Según esta psicoanalista, las "buenas histéricas" son
analizantes cuyo Yo contiene una cantidad suficiente de mecanismos obsesivos como para
establecer una relación sostenida con la realidad; también están presentes fuertes
identificaciones paternas, además de una problemática edípica "triangular". Cuanto más débiles
se presenten estas características, más "inmaduras" son esas personalidades, las cuales
ponen de manifiesto además dificultades para apreciar la diferencia entre fantasmas y realidad.
3. De esta guisa, el analista puede llegar a sospechar que tras tan aparente problemática histérica
se escondan quizá trastornos más graves de tipo depresivo e incluso psicótico.
Para intentar contrarrestar la tendencia a la disminución de las "indicaciones del análisis"
que resultaba de todas estas complicaciones, no faltaron los autores que se interesaron
especialmente por los pacientes difíciles, los llamados border linea así, Otto Kernberg propuso
sistematizar un tipo de diagnóstico y de trata= miento próximo al psicoanálisis, aunque más
"expresivo" y con un encuadre técnico más ligero, que permitiera hacerse cargo de este tipo de
sujetos. Evidentemente, un nuevo problema sobrevino con el tratamiento de los pacientes
psicóticos, para el que -hablando con propiedad- la corriente de la "psicología del Yo" casi no
ha aportado ninguna contribución notable. En efecto, apanas pueden computarse corno tal los
brillantes trabajos de Paul Federn, dado que su concepción del Yo muy diferente de la
concepción norteamericana clásica: ciertamente, para él la particularidad esencial del Yo
consistía en componer los límites del cuerpo, y no una zona no-conflictiva capaz de dominio.
Por otro lado, una característica singular de la Ego Psychology reside en que la mayor parte de
sus autores ha mantenido la distinción establecida por Freud entre neurosis y psicosis, ya sea
por el hecho de atribuir a esta última un trastorno ligado a una perturbación en el desarrollo del
Yo, o bien porque consideren que la psicosis proviene de un "déficit" diferente al de las
defensas específicas de los sujetos neuróticos, tal como N. J. London enfatizó en 1973.
Sin duda, un lugar aparte en nuestros comentarios debe reservarse a las producciones
teóricas de Wilhelm Reich. Si hubiéramos de resumir en dos las contribuciones mayores de
este médico formado en Viena y posteriormente afincado en Norteamérica, bastaría con
resaltar, por un lado, su tendencia a fusionar el psicoanálisis y el marxismo -asunto éste que le
deparó no pocos contratiempos, especialmente su expulsión del movimiento psicoanalítico- y,
por otro, la elaboración de una técnica centrada en el análisis de la resistencia -para ser más
precisoso, un tipo de análisis de la "coraza caracterial"-, la cual fue pródigamente continuada
por la Ego Psychology, aunque esta originalidad no se atribuyese en la práctica a la cuando
menos excéntrica personalidad de su promotor. Sin embargo, a partir de los años cuarenta, se
consagró Reich a singulares investigaciones sobre la energía sexual ("Orgón atmosférico"), las
cuales fueron retomadas por los clínicos de la "bioenergía" desde una perspectiva catártica
muy-alejada ya de la práctica psicoanalítica.
7.2. Las teorías de las relaciones objetales; el modelo kleiniano y la evolución de los
objetos internos; el proyecto de la Tavistock Clinic, los modelos de la therapeutic community y
sus aplicaciones psicosociales
Todas estas teorías, aparecidas a partir de la tercera década del siglo pasado y
espigadas en su calidad de características de una parte importante del grupo psicoanalítico
británico, coinciden de común acuerdo en la idea de que el sujeto, bajo sus formas más
primordiales, está siempre en relación con un objeto que representa para él al Otro parental.
Aunque cabría preguntarse si estas teorías no estuvieron en sus inicios influenciadas por la
corriente húngara -sobre todo por Ferenczi-, se ha venido considerando habitualmente a
Melanie Klein y a Ronald Fairbairn como sus teóricos más importantes.
Sabido es que para Melanie Klein el recién nacido experimenta inicialmente una
actividad fantasmática en la cual tiene que vérselas con objetos que son el148 Parte !L- Los
modelos psicoanalíticos en psicopatología
resultado de la proyección de los instintos sádicos, provocados por frustraciones
precoces. El bebé "ataca" así al cuerpo materno y, en el movimiento de retorno se siente
asediado por la angustia de retaliación; estas vivencias precoces estarian dominadas por
mecanismos de clivaje o escisión de los objetos (especialmente idealización y la proyección),
los cuales caracterizan la fase "esquizo-paranoide En los primeros años de la década de los
treinta, Melanie Klein describió u segunda fase llamada "depresiva", a partir de la cual el niño
reconocería que Otro materno no está simplemente constituido por objetos clivados, sino que
sería un objeto "total", del cual él mismo depende y cuya delimitación sería¡ la condición del
reconocimiento de la realidad exterior. Los precursores de esta fas se encontrarían en el
destete, momento éste en el que el niño percibiría la dol rosa experiencia de la dependencia del
Otro materno.
Una llamativa particularidad de la corriente kleiniana radicará en el rechazo de la
distinción freudiana entre neurosis y psicosis. Tal como estiman los autor< arracimados en esta
escuela psicoanalítica, los trastornos esquizofrénicos no s diferenciarían más que
4. cuantitativamente de los histéricos pues, a su juicio, en uno y otro se emplean exactamente los
mismos mecanismos. Todo trastorno psl quico, según ellos, debe ser interpretado bien como
una dificultad de integracion de la posición depresiva, bien como una regresión a la posición
esquizo-paranot de. Coherentes con los desarrollos indicados, prevaleció entre los kleinianos la
idea de que un tratamiento psicoanalítico del mismo tipo resultaría tan apropia do con los
sujetos neuróticos como con los psicóticos, salvo que en el caso de estos últimos dicho
tratamiento debería de ser más profundo.
En la práctica, los autores kleinianos o poskleinianos se han dado a conocer
básicamente merced a sus intervenciones con niños, como bien puede apreciar. se en los
trabajos de F. Tustin o de D. Meltzer. Las curas analíticas emprendidas con adultos psicóticos
han necesitado a menudo importantes modificaciones de la técnica -por ejemplo, la técnica de
"contención" promovida por Bion-, en la medida en que la técnica kleiniana estándar -como es
el caso de la empleada por Rosenfeld- venía motivando un buen número de críticas.
Situándonos ahora en el marco de las instituciones terapéuticas, las teorias kleinianas
han desempeñado allí diversas aplicaciones ciertamente interesantes.' Si hubiéramos de
espigar entre todas ellas, la desarrollada en la Tavistock Clinic
londinense merecería un lugar muy destacado, pues dicho establecimiento se eri~ gió
con luz propia desde los años treinta en el lugar por excelencia de estas prac ticas. Amén de su
vertiente eminentemente clínica, la institución fue a la vez uncentro de formación (Instituto
Psicoanalítico) y también de tratamiento e invesl, tigación, cuyo eco y notoriedad se
extendieron ampliamente por todo el mundo. especialmente en América del Sur y más
concretamerte en Argentina y Brasil..
Las investigaciones allí desplegadas se dirigieron tanto a casos individúales como a
mecanismos grupales (familias, grupos profesionales, grupos políticos); evidentemente, allí se
aplicaron las teorías kleinianas de las posiciones esquizo-paranoides y depresivas, pero
también otras elaboraciones enraizadas con las terapias familiares, así como diversos
programas de salud mental.
A partir de los años cincuenta, Fairbain procuró una variante teórica de la relación de
objeto y se destacó de forma muy particular por sus investigaciones sobre los "estados
esquizoides". Según su consideración, habría en ellos una forrna de represión merced a la cual
el sujeto separaría y rechazaría una parte de su personalidad a raíz de una frustración
procedente del exterior. Conveniente resulta advertir que mientras el sujeto kleiniano primordial
está habitado por instintos sádicos, el sujeto fairbainiano busca por el contrario un objeto que le
permita dar a conocer sus necesidades; en opinión del analista escocés, el responsable de ese
tipo de "clivaje" es fundamentalmente el Otro parental. Según parece, las coordenadas
culturales desempeñan un papel destacado en la elaboración teórica de Fairbain, y más que
ninguna otra, su inserción en el calvinismo escocés (rechazo del concepto freudiano de pulsión,
insistencia en la rigidez de la educación recibida). Sea lo que fuere, parece que su teoría,
construida expresamente para sujetos procedentes de tradiciones puritanas, se aplica sobre
todo a casos de sujetos neuróticos. Una idea más precisa de la técnica analítica empleada por
este autor se puede hallar en el relato que Harry Guntrip realizó a propósito de su análisis con
él.
Las aportaciones de Fairbain han sido defendidas especialmente y de forma muy notoria
por Grotstein durante la penúltima década del pasado siglo en Estados Unidos; allí
precisamente sus concepciones terminarían por sumarse a las propugnadas por las corrientes
críticas con la "psicología del Yo". Mientras que esta última tiende. a considerar los conflictos
en términos de tensión, descarga, control y adaptación, la teoría de las relaciones objetales ha
insistido sobremanera en el hecho de que algunas representaciones internalizadas de las
relaciones interpersonales han podido convertirse en conflictivas. No han faltado tampoco los
analistas que se han esforzado en reconciliar las tesis de la Ego Psychology con las
promovidas por la corriente de las relaciones objetales; tal ha sido el caso de Otto Kernberg
(Nueva York) y de Grotstein (Los Ángeles). Kernberg desarrolló e impulsó una concepción
sobre los pacientes borderline, a los que clásicamente no solía admitirse en las curas
psicoanalíticas; el mismo autor estimó, además, que estos pacientes sufrían un cierto tipo de
escisión del Yo que debería ser tratado mediante una técnica especial, en la cual se debe
combinar la interpretación con otro tipo de intervenciones "expresivas" y de "apoyo" si se quiere
controlar mejor el marco de la cura. Por su parte, las aportaciones de Grotstein se han
5. caracterizado por sus intentos de adaptar e integrar la teoría de Fairbain en el marco de teoría
del Yo.
Una peculiaridad fundamental de la corriente aquí en cuestión ha consistido en rechazar
la distinción sostenida por Freud entre neurosis y psicosis, argumen tando a este respecto que
todo sujeto presenta un "núcleo psicótico" merced la siempre relativa integración de la posición
depresiva, única garante para ellos del sentido de la realidad. De este modo, los analistas
agrupados en torno a estas ideas han venido defendido permanentemente y sin ambages que
es posible aco meter la terapéutica de la psicosis mediante una técnica apenas modificada,
pese a que los resultados por ellos obtenidos no siempre han estado a la altura de sus
expectativas. En la práctica, este tipo de tratamiento se ha propuesto sobre todo. para niños
psicóticos.
7.3. La teoría de la introyección y de la contratransferencia
Se trata de una tendencia indudablemente enraizada en las investigaciones de la
corriente húngara. Es ésta una escuela que desde el principio incluyó entre sus seguidores a
psicoanalistas muy heterogéneos. Algunos de ellos se mostraron muy proclives a los
fundamentos biológicos, como Loránd y Rapaport; tampoco fal-' taron quienes se decantaron
hacia los aspectos relativos a la fuerza del Yo, como es el caso de Mahler, Bak y Hermann;
incluso otros evidenciaron aún una querencia manifiesta por las relaciones de objeto, como M.
Klein. No obstante, sea cual fuere su particularidad, en todos ellos se percibe de manera
omnipresente una inclinación hacia las relaciones precoces madre-hijo, originariamente expre-.
sada por Ferenczi, quien desarrolló a partir de dichas relaciones sus trabajos acer-, ca de la
importancia de la introyección y de la contratransferencia en la dirección de la cura.
Fue precisamente Sandor Ferenczi uno de los primeros en considerar, no sin razón, que
las resistencias en la cura habrían de ser situadas más bien del lado del analista que del lado
del paciente. La técnica propuesta por este analista húngarg conoció distintas modificaciones
que estuvieron muy condicionadas por esa mis s ma temática, en especial la teoría de la
"relajación y neocatarsis" propuesta al final de su obra. Como se sabe, se trataba en esta
concepción de inducir una regresión máxima en los pacientes más difíciles, ayudándose de la
flexibilidad de la técnica analítica y en particular de una forma de expresividad del analista
absolutamente inusual (abrazar a los pacientes, confiarles sus propias' vivencias, etc.).
Aunque Ferenczi haya sido vehementemente atacado en vida y también pese a que la
mayor parte de los analistas posfreudianos han criticado su concepto de contratransferencia,
reprochando en concreto al analista de Budapest él hecho de ` dejarse manejar por sus
analizantes, desde los años cincuenta han despuntado algunos clínicos que, sin referirse
directamente a él, consideraban que la contratransferencia era un medio imprescindible para el
análisis. Estos analistas expresaron sus reservas respecto a los procedimientos habituales del
análisis según la corriente de la "psicología del Yo", estimando que las interpretaciones
aportadas por ésta no dejaban de ser demasiado superficiales debido a una insuficiente
implicación de los analistas en el tratamiento; pero se diferenciaban también de la corriente
kleiniana porque para ellos ésta insistía sobremanera en el carácter sádico de las pulsiones en
detrimento de una necesidad primaria de reconocimiento. Tal fue el caso de LucyTower (EE
UU), de Margaret Little (Londres), de Masud Khan (Londres) o de Harold Searles (Boston).
Con el paso de los años, la mencionada corriente logró un reconocimiento tan notable
que la contratransferencia llegó a convertirse en un emblema de la orientación postkleiniana,
sobre todo en las obras de Spillius y Betty Joseph. Grosso modo, estos analistas consideraron
que las interpretaciones más profundas no pueden hallarse ni administrarse de forma verbal,
sino que resultarían de movimientos emocionales inexpresables; por lo demás, tales
interpretaciones se producirían en situaciones límite, donde podrían intervenir principalmente
contactos no verbales que deberán completar el trabajo interpretativo propiamente verbal. La
corriente aquí en cuestión fue revisada por Lacan al hilo de su elaboración sobre la teoría del
"deseo del analista", según la cual el deseo del paciente apunta hacia un lugar situado más allá
de las palabras del analista y, 'en consecuencia, las interveñciones interpretativas no deben
pues contentarse con elucidaciones, sino que deben dirigirse hacia un "acto" concerniente a lo
Real de la estructura, lo que permite sobre todo promover una separación del sujeto en relación
al Otro previo.
Sobre este particular debe reservarse un lugar preponderante a D. W Winnicott. A pesar
de que este autor se mostró bastante crítico respecto a la utilización de la contratransferencia,
6. desarrollando especialmente una concepción de la trans ference centrada sobre el objeto
separador entre el niño y la madre (objeto transicional), animó generosamente las
investigaciones sobre la contratransferencia entre sus alumnos (sobre todo Margaret 1. Little) y
finalmente abogó por una ampliación del espacio de la cura que habría de culminar con la
noción de análisis de la counter-transference, inevitable en los poskleinianos.
Asimismo, Heinz Kohut, analista afincado en Chicago, se ha venido distinguiendo por su
elaboración de la noción de self, que para él es previa al Yo. Consideró este autor que el
manejo de la transferencia debería insistir en las relaciones de objeto que permiten al
selfpercibirse como existente, y enfatizó también que resulta indispensable conducir la técnica
psicoanalítica de forma que se p mita la restauración de las relaciones primitivas de apoyo. A la
problemática e pica tal y como fue propuesta por la Ego Psychology, Kohut opuso su teoría d
"hombre trágico", cuya existencia no sería posible sin la restauración de ese ü, primario. Kohut
contrapuso así el "hombre culpable" freudiano y kleintano que viene al mundo con la pesada
carga de la pulsión de muerte, la cual tendrá que aprender a controlar, al "hombre trágico", un
ser vulnerable frecuentemente sorrietido a injurias que lo fragmentan.
A modo de síntesis, las contribuciones psicopatológicas de esta corriente podrian
resumirse destacando que ellas se han concentrado sobre todo en las investiga_; ciones sobre
los estados límite (horderline). Los autores mencionados han tenido a gala remarcar que las
modificaciones técnicas por ellos propuestas se dirigían en especial a sujetos cuyos síntomas
no estaban estructurados del modo neurótico habitual, y también a aquellos cuya conflictiva
edlpica estaba notoriamente sustentada por una problemática preedípica.
7.4. Las corrientes "psicodinámicas" clásicas norteamericanas y las variantes del modelo
biopsicosocial; A. Meyer, H. S. Sullivan, K. Menninger, M. Reiser y G. L. Engel
Los modelos llamados "psicodinámicos" han desempeñado un papel considerable en
Norteamérica respecto a ;la promoción de las prácticas de la psiquiatría social, como
sobradamente mostró Gerald N. Grob en su monografía Men tallIdness andAmerican Society
1875-1940, publicada en 1983. Fundamentalmente se trata de adaptaciones de las teorías
psicoanalíticas al contexto americano, resaltando la noción de conflicto y subestimando, por lo
general, las determinaciones sexuales. Su promotor fue el psiquiatra de origen suizo Adolf
Meyer, quien tras haber emigrado a Estados Unidos llegó a ocupar la dirección médica del
hospital universitario John Hopkins. En una época en que las teorías psiquiátricas eran
especialmente limitadas y estaban dominadas por las ideas sobre la herencia, Meyer planteó
una teoría optimista y liberal que intentaba combinar las causas biológicas, psicológicas y
sociales a través del concepto de "ergasias", esto es, las grandes tendencias adaptativas
inicialmente de origen biológico pero susceptibles de manir; festarse en los tres terrenos.
Pensaba de este modo acceder a la explicación del desarrollo de los síntomas psiquiátricos y
determinar también sus tipos de tratamientos correspondientes.
Si bien sus propios discípulos no conservaron su teoría de las ergasias, su con cepción
de la interdependencia y la interacción de los tris tipos de factores se instituyó como una
constante de la psiquiatría universitaria norteamericana, hasta tal punto que varias
generaciones de psicoanalistas del ámbito académico trataron de forzar las teorías
psicoanalíticas para que cupieran mejor en el proyecto meyeriano. Una peculiaridad
fundamental de este plan consistió en describir las características biológicas internas de las
ergasias, estudiando también los distintos factores facilitadores o destructores, a los que se
consideró fuente de patología, As¡, se llegó a concebir a estos últimos principalmente como
agresiones, stresson procedentes del entorno o bien conflictos internos entre dependencia y
deseo -de separación llevados hasta su paroxismo.
El modelo de Meyer fue pródigamente utilizado por autores como Harry Stack Sullivan o
Karl Menninger, en una opción continuista en materia de clasificación, explicando mediante un
estrés o una desorganización más o menos importante tanto los problemas neuróticos como los
psicóticos, y eso pese a que Menninger estaba además muy influenciado por la concepción del
Superyó desarrollada por Franz Alexander. No habría pues, según esta teoría, una
discontinuidad entre las neurosis y las psicosis. De esta suerte, el término "psicosis" se
emplearla para designar una intensidad cuantitativa de las "reacciones vitales", empleándose
también para nombrar ciertos fenómenos de angustia, algunos momentos de desidentificación
e incluso banales formaciones del inconsciente.
7. G. L. Engel, desde la década de los sesenta, intentó elaborar un modelo de tipo
meyeriano para explicar tanto la patología del vínculo y la separación, sobre todo en los casos
de hospitalismo, como los trastornos psicosomáticos. Desarrolló en especial el concepto de
giving up given up syndrome, un tipo especial de desesperanza susceptible de conducir hacia
manifestaciones psicosomáticas masivas.
Por otra parte, parece que fue M. Reiser el primero en hablar de "entorno biopsicosocial"
para explicar diferentes tipos de alteraciones psiquiátricas y psicosomáticas. Sabido es que, de
hecho, ese modelo tendía a reducir los conflictos psíquicos a formas de estrés -concebido por
lo demás de modo muy próximo al modelo skinneriano- y, dado su peculiar enfoque de los
factores "sociales", éstos no decían nada del aspecto cultural o antropológico de los síntomas.
Reiser elaboró posteriormente un modelo llamado del dual track, pretendiendo explicar con él
los síntomas neuróticos mediante una concepción a medio camino entre la teoría del estrés y el
psicoanálisis y, simultáneamente, mediante argumentaciones psicofrsiológicas. Sin embargo, el
tipo de subjetividad aprehendido por ese modelo procede de la psicología del Yo, es decir, el
único sujeto consistente es a fin de cuentas un sujeto de la dominación, del control de las
impulsiones. Esta observación puede generalizarse al conjunto de los autores integrados en
esta corriente, pues gran parte de ellos estuvieron asimismo influenciados por la Ego
Psychology.
7.5. Los modelos cientificistas: S. Lorand, L. Kubie y la cibernética, K. Colby y el
"neuropsicoanálisis"
Erróneo resulta estimar que el psicoanálisis haya roto con las disciplinas fun damentales
o ciencias básicas de la medicina, tales como la biología o la nettrópsicología, y eso a pesar de
las negativas de Freud a publicar su Entwurfeiner Psychologie (Proyecto de psicología, 1895) y
de su pronta renuncia al localizacionismo neurológico de la "mitología cerebral" propalada por
sus maestros. Los escritos de Freud atestiguan constantemente el deseo de tener en cuenta en
cada,; momento las últimas investigaciones de las ciencias básicas, sin dejar de afirmar''
además la total independencia del punto de vista psicoanalítico y la irreductibilidad de
conceptos tales como el inconsciente, las pulsiones, la transferencia o la irtepresentabilidad de
la sexualidad. Ya desde sus Studien über Hysterie (Estudios sobre la histeria, 1895), Freud
modificó considerablemente el modelo termodinámico propuesto por Breuer. De igual modo,
sus indagaciones sobre la psicosexualidad intentaron constantemente apoyarse en las
investigaciones contemporáneas de la biología o la sexología, pero siempre defendiendo su
propia originalidad.
La corriente que a continuación vamos a bosquejar sostiene, empero, todo lo contrario,
pues ha objetado al freudismo lo que considera una ruptura con la neurología y se ha esforzado
en proponer modelos alternativos que consigan reintegrar al psicoanálisis en el campo de las
"ciencias duras", aun a riesgo de reducir a mínimos su esencia y originalidad. En el marco de
esta tendencia, Siegfried Bernfeld propuso un modelo para las pulsiones que las volvía a
subsumir en la termodinámica, y Sandor Lorand formuló su modelo bioquímico del Superyó.
En esta misma línea, en los años cuarenta, Lawrence Kubie el psicoanalista neoyorquino
que había ejercido un meritorio papel en la creación de la cibernética cuando se desempeñaba
como investigador en fisiología- abogó a favor de reestructurar el psicoanálisis en función de
los nuevos datos sobre inteligencia artificial y se esforzó en verificar el resultado de la cura
analítica mediante procedimientos experimentales. Algunos años más tarde, concretamente en
1953, Jacques Lacan construyó su teoría del significante y sus grafos tomando ciertas
referencias de las investigaciones cibernéticas, aunque guardando la distancia necesaria
respecto a la neurología y esmerándose lo suficiente para inscribir el conjunto de su trayectoria
en un "retorno a Freud".
Para Lacan, ciertamente, es el funcionamiento de la cadena significante inconsciente lo
que debe ser ilustrado mediante los ordenadores; el aparato psíquico evidencia al menos tres
tipos de funcionamiento diferentes que sobreañaden sus leyes a la combinación de simples
diferencias binarias de + o A partir de esos trabajos, Lacan desarrollará sus grafos del deseo,
con tres clases de circuitos diferentes (como veremos más adelante): un circuito que se cierra
o abrocha por una retroacción directa (cadena significante inconsciente), otro circuito que
impide dicha retroacción (circuito del Yo) y otro aún que implica una incompletitud de tal
retroacción (circuito de la separación y de las pulsiones).
8. Flotable fue la reputación que en fechas posteriores alcanzaron algunas tentativas de
"neurologizar" el psicoanálisis. Se pueden citar a este respecto los trabajos de Pribram y Gill,
quienes intentaron demostrar que las hipótesis defendidas en el Proyecto de psicologia habían
obtenido confirmación por parte de las neurociencias desarrolladas en los años sesenta y
setenta. Precisamente fue a finales de los setenta cuando el psicoanalista K. Colby pretendió
crear un programa informático capaz de reproducir exactamente las respuestas de un paciente
paranoico.
Actualmente las investigaciones sobre las relaciones entre psicoanálisis y neurociencias
están en plena expansión; en este sentido, un investigador de origen sudafricano, Solms, ha
fundado recientemente una revista titulada Neuropsychoanalysis. Esta corriente oscila aún hoy
día entre distintas clases de reduccionismos -se intenta localizar en el terreno neurológico, por
ejemplo, tal o cual instancia psíquica, o reducir los hechos psíquicos a hechos biológicos- y de
teorías más flexibles, en las diales se debaten los puntos de unión entre la problemática
psíquica inconsciente y la investigación neurocientífica.
En el ámbito norteamericano se ha asistido recientemente a una controversia entre los
autores que, como Kandel, juzgan que es necesario retornar a un enfoque monista -en el cual
los mecanismos descritos por, los analistas serían traducidos a términos de psicología del
comportamiento y relacionados con mecanismos psicofisiológicos conocidos- y aquellos
autores que piensan que un mínimo de dualismo es indispensable. Son estos últimos (Reiser,
Engel, Schmale) quienes estiman que no se puede llegar más allá de constatar la existencia de
un dual track, con los mecanismos psicofisiológicos por un lado y los mecanismos descritos por
los psicoanalistas por el otro. Se trata de campos que legitiman cada uno de ellos una
descripción particular, pero de los que también se sabe que pueden influenciarse mutuamente.
Así, por ejemplo, se considera que tomar antidepresivos puede modificar el humor y las
características psíquicas de un individuo. Pero de igual modo se ha llegado a demostrar que las
modificaciones del comportamiento podían a la larga cambiar la estructura de las neuronas, o
también que una depresión persistente podía provocar modificaciones tisulares cerebrales. Es
evidente que este debate se hace eco en diverso grado de las discusiones habidas en los años
cuarenta y cincuenta respecto a la cuestión de saber qué aspecto del funcionamiento psíquico
debía ser considerado competencia de la cibernética.