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Folklore Social
1. FOLKLORE SOCIAL
AUTOS
La destreza de experimentados pilotos de entre diez y doce años de edad,
se pone a prueba durante el campeonato mundial de coches de madera,
estos se fabrican en Quito desde hace décadas y alcanzan hasta cuarenta
kilómetros por hora cuando descienden las empinadas laderas de distintos
barrios de la ciudad. El torneo empieza en el centro histórico de Quito en el
tradicional barrio de San Jorge
Tras el fallido proyecto de la pista de Karts propuesto por Velasco Ibarra,
infantes del centro decidieron improvisar y usar el ingenio criollo para
substituir los prometidos vehículos. Es así que con los restos de madera de
las construcciones, algunas ruedas robadas de los carritos del supermaxi, y
otros materiales más, los niños del centro se juntan anualmente para otro
ritual de sacrificios de las fiestas capitalinas en una carrera frenética y
acelerada en chatarras autoimprovisadas por las laderas del centro de la
ciudad. El ganador es aquel que generalmente sobrevive a la carrera con el
menor índice de fracturas.
Si de coches de madera se trata, la familia Valencia está al día. Lleva más
de 30 años dedicada a fabricar estos simpáticos carros, además de
participar en la tradicional carrera que forma parte de las Fiestas de Quito.
Pese a ser fabricantes, no se han caracterizado por los triunfos, sino por la
alegría que propinan al evento. "No somos conocidos por campeones, somos
conocidos por ser bastantes", señala René Valencia de 47 años, quien no
deja de bromear con las anécdotas sin fin de la competencia quiteña.
Toda la familia es parte de la laboriosa creación de los carros. Doña Lucila,
de 54 años, y su hermano Edmundo Valencia, de 48, son los más antiguos.
René cuenta que de niños se robaron parte del lecho de sus padres para
fabricar un coche y participar por primera vez, "solo se dieron cuenta que
faltaban las tablas cuando se cayeron de la cama".
Ahora son 10 competidores, en años anteriores han llegado hasta con más
de 15 coches a participar y en alguna ocasión no intervinieron. "Una vez,
preparando los coches, nos tomamos unos tragos, nos dormimos y no
llegamos a la carrera", comenta y sonríe René.
2. Tienen historias de nunca acabar sobre este curioso torneo de velocidad.
Doña Lucila dice que una hermana lideraba la carrera pero al final se
confundió de pancarta y paró frente a un aviso publicitario que estaba
cerca, en lugar de ingresar a la meta.
En otra ocasión, a un sobrino suyo le vencieron los nervios, "creímos que se
le rompió el radiador, pero lo que pasó es que le ganaron las necesidades
biológicas".
Las anécdotas no paran. En otra ocasión le prestaron un coche a un vecino,
quien hoy es parte de la familia luego de casarse con una de las hermanas
Valencia, "le prestamos el coche y se va llevando hasta mi hermana", dice
René,
De esta manera, lo que iniciaron los hermanos Valencia lo prosiguen sus
hijos, sobrinos y nietos. Después vendrán más generaciones que correrán
por afecto a los coches de madera que son elaborados en la cerrajería
familiar ubicada en el mercado Los Andes, al sur de la capital. "Cada año nos
unimos más".