1. DIETA
La actuación preventiva debe centrarse en la educación desde la infancia,
fomentando hábitos de vida saludables, una alimentación adecuada, declarar la
guerra al sedentarismo o acabar con costumbres desaconsejables como el tabaco
o el consumo de alcohol...
Perder peso resulta a veces complicado. Más aún si se trata de adolescentes en
plena fase de crecimiento, ya que su alimentación debe garantizar el aporte de
calorías necesarias para cubrir los requerimientos energéticos del organismo.
Debe aportar los nutrientes imprescindibles para un correcto desarrollo tanto físico
como psicológico.
Es muy frecuente la figura de la adolescente obsesionada por su figura, que sufre
a la hora de la comida, en esta etapa de cambios físicos y de hambres voraces,
provocados por esa gran necesidad de aporte energético que reclama el
organismo para crecer. Un solo kilo de más basta para desencadenar un estricto
periodo de dieta. Empiezan a comer menos, se saltan comidas..., es un juego
peligroso que puede tener serias consecuencias para la salud. Una restricción
indiscriminada puede ocasionar carencias a la larga de sustancias nutritivas
esenciales.
Controlar los hábitos
En esta edad, es frecuente que el exceso de peso se deba a malos hábitos en la
dieta alimentaria: picar entre horas o cuando se ve la televisión, comer
demasiados dulces, beber demasiados refrescos en vez de agua, abusar de las
patatas fritas y de todo tipo de paquetes de “snacks”, helados, productos de
bollería industrial... En cambio, a menudo brillan por su ausencia la fruta, la
verdura o la leche y sus derivados.
Fuera chicles y golosinas y snacks
Muchas quinceañeras acostumbran a comer habitualmente golosinas y chicles. De
esta forma consumen demasiado azúcar sin darse cuenta, calorías además, con
un nulo valor nutricional. Además, el chicle favorece una secreción gástrica
excesiva que produce sensación de vacío en el estómago.
Los paquetes de aperitivos son altamente ricos en sal, grasas de escasa calidad
nutritiva, obtenidas de aceites vegetales desnaturalizados por el proceso de la
fritura y por lo tanto, muy escasamente recomendables.
2. Desayunar fuerte, comer bien y cenar poco
Otra mala costumbre típica de los quinceañeros es la de desayunar “un café
bebido”. Conviene desayunar abundantemente: leche, yogur, tostadas, galletas o
cereales, zumo... Si no, el rendimiento físico e intelectual a lo largo de la jornada
baja. El desayuno es la comida del día que mejor se “quema” y que más falta
hace.
Muchos adolescentes convierten la cena en la comida principal del día, ya que
salen a toda prisa por la mañana y muchas veces comen un bocado fuera de
casa. Mal hecho. Conviene invertir este hábito: desayunar fuerte y cenar poco ya
que durante la noche el organismo no es capaz de quemar las calorías ingeridas.
Sería preferible tomar una comida completa. Si esto no es posible, es más
recomendable tomar fruta, yogures, barritas de cereales... Todavía peor sería
saltarse directamente la comida. De este modo sólo se consigue un desequilibrio
en el metabolismo que regula el consumo calórico, lo que favorece el aumento de
peso. Además, a la siguiente comida se llega con voracidad y se compensa con
creces lo que no se comió.
Una dieta recomendable
Una joven en la adolescencia necesita, por lo menos, un aporte de alrededor de
2.000 calorías diarias distribuidas a lo largo de todo el día.
Desayuno: Un vaso de leche entera o semidesnatada, o un yogur natural, cereales
y fruta.
A media mañana: Un zumo de frutas o un par de galletas.
Comida: 70 gramos de pasta o arroz integral, con tomate o aliñado con aceite de
oliva. Tortilla de verduras o carne o pescado, o 100 gramos de queso con
ensalada y un panecillo integral.
Merienda: Una pieza de fruta y un vaso de leche semidesnatada.
Cena: Sopa de pasta o verduras, o un plato de pasta, o un trozo de pastel de
verduras, o verdura cocida aliñada con aceite de oliva, o ensalada, o rollitos de
jamón, o macedonia de frutas y yogur.
3. El Fast Food
La alimentación de los adolescentes está estrechamente asociada con este hábito
alimentario, tan de moda en los últimos tiempos. Cualquier quinceañera que desee
adelgazar debería tener claro que tendría que renunciar al mismo. Si no queda
más remedio que acudir a locales de fast food, sería conveniente cambiar el menú
típico de hamburguesa con patatas por ensaladas, y las bebidas gaseosas por
zumos naturales. Pero, ¿por qué son tan aficionados los adolescentes al fast
food?
Dicen los psicólogos que el fast food es una forma de alargar el gusto alimentario
de la infancia: se endulzan los alimentos con el ketchup, se toman bebidas
gaseosas dulces, helados, patatas fritas... todo ello en un ambiente informal y
divertido. Además el fast food es barato a la par que apetitoso. Les gusta porque
les da la posibilidad de reunirse con los amigos en un local considerado como
punto de encuentro juvenil.
Y, aunque todas las consideraciones anteriores con ciertas, no lo es menos el
hecho de que el fast food no es lo más saludable del mundo en alimentación: una
hamburguesa con patatas fritas, refresco y helado suponen más de la mitad de
calorías necesarias en un día. La hamburguesa contiene un alto porcentaje de
grasas frente a los hidratos de carbono, es pobre en fibras y vitaminas, puesto que
no se acompañan del pan más adecuado ni de verduras frescas.
Conclusión: he llegado a la conclusión de que debo alimentarme mejor, y que las
horas de ejercicio que realizo están bien pero también me hace falta dormir más,
ya que siempre estoy desvelada y no doy todo para las clases.