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El Medio Ambiente Urbano
(Ensayo versión preliminar 1996)


Por: Augusto Ángel Maya y Luz Stella Velásquez Barrero
Grupo de Estudios Ambientales Urbanos GEA-UR Colombia


Introducción
En Colombia, se empieza a plantear una nueva forma de interpretar la ciudad,
desde la perspectiva ambiental. El Programa Nacional de Estudios Ambientales
Urbanos inició en 1992 una continua reflexión sobre la temática. Actualmente, el
programa articula un gran número de investigadores de todo el país y sus
propuestas y modelos han trascendido las esferas políticas y gubernamentales
hasta llegar a participar en      diseño de la política ambiental para los
asentamientos humanos en Colombia. También, se iniciaron estudios de caso
que permitieron construir propuestas teóricas y metodológicas para abordar la
problemática ambiental urbana del país y dar así las bases para la gestión
ambiental de los asentamientos humanos. El estudio de caso Manizales sentó las
bases para una propuesta de ciudad ambiental que hoy se encuentra en proceso
de construcción: el Biomanizales.

Del contacto directo con la problemática urbana, mediante práctica de
investigación en la ciudad de Manizales- Colombia, y con el apoyo del Grupo de
Estudios Ambientales Urbanos de la ciudad, el GEA-UR, se logró con
participación en el Consejo Territorial de Planeación Municipal, aportar en la
consolidación de un proceso de gestión ambiental local que se integró al Plan de
Desarrollo Municipal en la propuesta de la BIOCIUDAD. Esta integración de la
investigación - gestión, permitió conocer las características ambientales de la
ciudad para definir estrategias que buscan mejorar sus condiciones de
habitabilidad. Igualmente, avanzar en la gestión del desarrollo sostenible del
municipio, articulado a la región. El propósito fundamental de este trabajo es el
de avanzar en una comprensión teórica y metodológica de la relación ciudad y
medio ambiente y comentar una experiencia de gestión construida a partir de un
modelo teórico de ciudad. Igualmente, motivar a los investigadores ambientales y
urbanos a continuar pensando, discutiendo y proyectando la ciudad del futuro.

Al indagar por el significado de lo urbano desde una perspectiva ambiental, se
encuentran posiciones contradictorias. Para un significativo número de autores,
la ciudad es sólo un espacio consumidor de energía y productor de desechos.
REPETIDO PAG. 40 ===En este sentido, las referencias a lo urbano están
signadas por los calificativos destructores y apocalípticos. Para otros, prima la
ciudad, sin considerar las afectaciones que sobre la calidad de vida de los
pobladores urbanos tienen los esquemas impuestos para un irracional consumo
energético, ===la carencia de sistemas tecnológicos de reciclaje de residuos y la
segregación socio-espacial que desvirtúa la esencia de ese complejo espacio
colectivo. Por ello, muchas veces se plantean objetivos de sostenibilidad sin
reflexionar sobre el cambio cultural requerido para esa nueva propuesta urbana.

Para la ciudad de hoy, los postulados de racionalidad funcional en la distribución
espacial y la "asepsia urbana" promulgados por el movimiento moderno, son
cuestionados por la "crisis ambiental". No sabemos si la ciudad moderna, al
menos en América Latina, es o no ambientalmente sostenible dentro de los
actuales paradigmas económicos, tecnológicos y sociales. Esta crisis ambiental
exige para la ciudad, alternativas distintas en procura de un mejor uso de los
recursos naturales, tecnológicos y sociales.

======Desafortunadamente, existe una marcada tendencia a reducir la calidad
ambiental de las concentraciones urbanas, al mejoramiento sanitario y a la
solución de problemas de contaminación.==== Estos son factores fundamentales
pero no únicos, sólo son una parte de la problemática. A esto se debe en gran
parte, que todavía los modelos de desarrollo urbano desde una perspectiva
ambiental continúen ligados a tendencias conservacionistas o de un "diseño
ambiental" sustentado en la corrección de problemas de contaminación. Esto trae
como consecuencia una planificación y ejecución de los proyectos inmersa en
una marcada sectorización para la solución de los problemas. Aún no se concibe
lo ambiental urbano de manera integral, es decir, en una relación que integre
factores bióticos, productivos, tecnológicos, sociales, políticos y simbólicos.

Esta separación no ha posibilitado soñar una nueva imagen urbana, y los
paradigmas de mejores ciudades, como posibilidad de idear el futuro, reciben
severas criticas desde un racionalismo planificador que los reta a desaparecer en
un marco de desesperanza. Lo cierto es que, para lograr un desarrollo
sostenible, el manejo integral de la calidad ambiental del espacio urbano se
convierte en un requisito para recibir los beneficios que genera el intercambio
cultural al poner el valor de los recursos escasos. Es indispensable la
concentración de actividades y funciones para lograr la eficiencia energética en
busca de conservar los recursos para las futuras generaciones. El mejoramiento
de los niveles de bienestar de la población, depende en gran medida de una
nueva idea de ciudad, que destaque la importancia ambiental y su planificación
integral.

Si regresan los paradigmas y las ideas de construir el futuro anticipadamente, se
busca mejores desarrollos tecnológicos hacia una producción limpia, mayores
niveles de producción de bienes y servicios, mejores espacios para la vida
ciudadana y mayor        eficiencia y compromiso         en la gestión urbana.
Probablemente, hacia ese futuro lo "urbano" no será censurado, por el contrario,
existirán nuevas opciones articuladas al avance tecnológico logrado hoy por las
comunicaciones y la informática.
La comprensión y el conocimiento del proceso de transformación de la ciudad en
la búsqueda de una visión integral y dinámica, posibilitará respuestas creativas
hacia la construcción de "Utopías realizables". Para ello, es necesario conocer el
contexto cultural que sustenta la nueva propuesta. La acertada observación de la
realidad es indispensable y el reconocimiento de la legitimidad de lo urbano será
el punto de partida a su concreción. En este caso, la ciudad deberá tomarse
como herramienta para construir el nuevo equilibrio, donde los valores existentes
(naturales y artificiales) sean aceptados, no para ser defendidos y protegidos
sino para ser interpretados y reelaborados según las nuevas necesidades
sociales.

Hoy, se requiere explorar las posibilidades de nuevos paradigmas para construir
una ciudad que responda integralmente a las exigencias del desarrollo urbano
sostenible. La posibilidad de aproximación veraz y objetiva a la solución de los
problemas del hábitat humano, insertos en un mundo cuyos factores se
sobreponen, multiplican e interactúan constantemente, depende igualmente de la
perspectiva integral e interdisciplinaria con que se piense e intervenga la
ciudad . Visiones unilaterales producirán igualmente soluciones incompletas y
parciales. Soñar una nueva ciudad es una buena alternativa, construirla es un
reto.
Este trabajo presenta una primera reflexión sobre los principales aspectos
conceptuales de         la relación ciudad y medio ambiente, caracteriza
ambientalmente la ciudad de Manizales, integrando los aspectos ecosistémicos,
urbanos y de gestión y propone la construcción de un modelo de ciudad
ambiental que será aplicado en un proceso continuo de investigación - gestión.

Los elementos aquí planteados sólo pretenden ser la base para un proceso
dinámico de investigación ambiental urbana, reconociendo los límites para
abarcar los componentes de esa compleja estructura que es la ciudad moderna.
De hecho, falta mucho todavía para llegar a certezas científicas o hipótesis
consolidadas. Las ciencias ambientales apenas están iniciando su formación y el
peso de la tradición en las formas de investigación, dificulta el avance hacia una
concepción interdisciplinaria de sistemas complejos, como el urbano.

PRIMERA PARTE
1. MARCO TEÓRICO DE LA RELACIÓN MEDIO AMBIENTE Y CIUDAD

Para quien haya transitado por los métodos del urbanismo, puede parecer una
incongruencia que se establezca una relación entre la perspectiva ambiental y el
análisis urbano. Para la opinión común, el problema ambiental no pasa de ser
una preocupación de los biólogos, o quizá de los ingenieros ambientales. Por
otra parte, se piensa frecuentemente que el problema ambiental surge con la
industria moderna, y que éste debe ser una preocupación de los movimientos
conservacionistas. A su vez, la planificación urbana pocas veces ha integrado
en sus procesos de gestión la dinámica ambiental, privilegiando las
racionalidades económicas y políticas.

Si bien, desde el urbanismo se ha estudiado la ciudad , recogiendo el avance de
las ciencias sociales y "naturales”, incorporando aspectos que en un principio no
eran percibidos como referentes o causas de las transformaciones urbanas, la
incorporación de la dimensión ambiental en los métodos de análisis urbano es
todavía incipiente y el estudio de la ciudad desde la perspectiva ambiental
apenas comienza . El hecho de que la perspectiva ambiental reclame su propia
manera de percibir la dinámica urbana, no se debe al influjo de una moda cultural
pasajera, sino a la convicción de que las formas de organización social están
íntimamente vinculadas a la transformación tecnológica de los ecosistemas. En
este sentido, la problemática ambiental de los asentamientos humanos, es un
reto para las prácticas tradicionales de investigación, gestión y planificación. La
ciudad ambiental se vislumbra como una posibilidad para lograr el desarrollo
sostenible.

La perspectiva de análisis ambiental de la ciudad plantea un campo
interdisciplinario de análisis, sin pretender reemplazar o cubrir el objeto de
estudio de las distintas disciplinas que confluyen en la investigación urbana.
Este nuevo enfoque requiere de un esfuerzo de intercomunicación y acción
conjunta entre miembros de los distintos saberes, por ello, la investigación
ambiental urbana debe buscar la construcción conceptual y metodológica en un
dialogo permanente entre las diversas disciplinas que se integran alrededor del
conocimiento de los asentamientos humanos. Desde el punto de vista ambiental,
la creación de espacios urbanos cada vez más grandes está relacionada con el
dominio tecnológico de espacios geográficos diferentes y, por tanto, con la
modificación de múltiples ecosistemas. Por esta razón, al analizar su relación con
la problemática ambiental se debe tener en cuenta, la plataforma tecnológica
construida y la capacidad real para elaborar a través de ella, los medios
artificiales para una adecuada sustentación de las actividades económicas y
sociales. Esta consideración debe atender a los límites ambientales de la
densidad poblacional en concordancia con la calidad de vida urbana.

Para responder ambientalmente a los procesos acelerados de crecimiento de la
población urbana es necesario que las soluciones incorporen tanto la capacidad
de renovación de los recursos naturales como la posibilidad de optimizar los
recursos tecnológicos para la construcción de los asentamientos humanos.

Cuando se analizan los procesos de expansión de las áreas urbanas - sobre todo
metropolitanas-    en función de las tecnologías prevalecientes para la
construcción del hábitat y la provisión de servicios, puede comprobarse que son
extraordinariamente despilfarradoras de espacio y de recursos. La ciudad de hoy
como centro de acumulación de recursos en un proceso de internacionalización
de la economía produce impactos en la más alejadas regiones. En este sentido,
el impacto que pueda tener la población urbana sobre el medio ambiente
depende tanto de factores económicos, socio–políticos y tecnológicos, como del
manejo, transformación y apropiación de los recursos naturales.

En la ciudad, la relación entre estructura natural y estructura construida no es
estática, este proceso se manifiesta en un "nuevo equilibrio" que establece
cambios continuos, donde el diálogo con el contexto crea nuevos significados.
Del acierto de esta interrelación depende en gran medida                la lectura,
interpretación y conocimiento del entorno y el territorio. La calidad de lo urbano
desde el punto de vista ambiental depende de lo acertado del intercambio entre
lo natural y lo construido, teniendo en cuenta las relaciones de tipo espacial y
emocional que se establece con el medio y el significado cultural que puedan
tener.

La ciudad es expresión de la relación dinámica entre el ecosistema y la cultura
que la construye, pero esta relación no se constituye por principio en una
relación negativa. Respuestas creativas definen y reafirman la ventaja de la
concentración urbana en la construcción y reconstrucción de la cultura. Si bien, la
cultura urbana no puede seguirse construyendo a expensas del detrimento del
ecosistema, tampoco logrará hacerlo en armonía con él. Esas son condiciones
propias del dinamismo que generan el intercambio cultural y los procesos de
adaptación tecnológica, y que sirven para reconocer esa relación de conflicto en
la búsqueda de un nuevo equilibrio dinámico.

Para que las ciudades permanezcan vivas requieren crear su propio equilibrio
dentro de ese nuevo orden tecnológico, un nuevo orden que responde a
particularidades culturales creadas en la interacción con el ecosistema producto
de procesos adaptativos. Por lo tanto, en estos sistemas artificiales creados por
el hombre, ya sean agrícolas, urbanos o industriales, el nuevo equilibrio ya
depende de las condiciones artificiales incorporadas por la actividad humana y
del establecimiento de los límites tecnológicos que permitan la continuidad de los
sistemas vivos.

Hoy, la urbanización se ha convertido en la tendencia demográfica dominante,
por ello, la intervención ambiental en la construcción del hábitat es prioritaria.
Las ciudades pueden llegar a ofrecer una mayor eficiencia, por ser el producto de
la concentración de servicios, actividades y alternativas económicas, por
posibilitar el intercambio y por ofrecer mejores condiciones para el disfrute
colectivo del espacio. En este sentido, la importancia de la estructura urbana
para el avance en los procesos de producción, el intercambio tecnológico, el
crecimiento económico y el desarrollo cultural, es protagónica .


1.1. ECOSISTEMA Y CIUDAD

Reflexionar sobre el hecho urbano en su perspectiva ambiental, nos conduce
necesariamente a entender la dinámica relacional de un sistema complejo
signado por determinaciones culturales, donde, el hombre en sus procesos de
adaptación tecnológica regula el equilibrio de los nuevos sistemas artificializados.
Si bien, la ciudad como construcción del hombre pertenece al campo de la
cultura, su comprensión ambiental sólo podrá darse en la medida en que se
analice en su relación con el ecosistema que la sustenta.

En este sentido, es fundamental establecer la diferencia entre equilibrio
ecosistémico y equilibrio cultural. A partir de allí, comprenderemos por qué la
ciudad no puede analizarse como si fuese un ecosistema, y por qué, del análisis
urbano, no pueden suprimirse las manifestaciones culturales como producto de
la relación e interdependencia de la ciudad con el medio ecosistémico.

El hombre se separa del ecosistema, construyendo sus propias reglas de
alimentación, para ello necesita transformar radicalmente las leyes que regulan
el traspaso energético y alterar consecuentemente las cadenas tróficas y las
leyes que regulan el equilibrio ecosistémico. El hombre altera los flujos
energéticos, recurriendo principalmente a los depósitos acumulados por la
biomasa en períodos anteriores y los introduce en diferentes momentos del
proceso. En esta forma, es el hombre quien empieza a regular el equilibrio
poblacional de los nuevos sistemas artificiales.

Es necesaria una modificación terminológica para exorcizar los estudios urbano-
ambientales del influjo del reduccionismo biologista. Existen dos tendencias y dos
peligros en la utilización de los términos y de la metodología biológica en las
ciencias sociales. Si se traspasan mecánicamente, como lo intenta la primera
ecología humana de los años treinta, se cae en un reduccionismo que no
contempla las particularidades de las adaptaciones culturales. Si no se adoptan
los métodos de estudio, sino simplemente se transportan acríticamente los
vocablos, se cae simplemente en la confusión, que es lo que ha sucedido en el
campo del ambientalismo.

La propuesta debe plantearse a partir de presupuestos distintos. La crisis
ambiental es un problema inherente a las formas adaptativas de la cultura. La
naturaleza, antes de la intervención del hombre, había llegado a ciertos
"equilibrios" en los balances energéticos y en la organización de los ciclos de los
elementos materiales, que se han visto afectados por la intervención humana .
Es eso precisamente lo que se quiso caracterizar con el nombre de "ecosistema"
y es ésta una labor que intentó desarrollar la ecología biológica.

El hombre entra con pleno derecho en el sistema natural, pero lo tiene a entrar
con sus especificidades, su análisis no se puede reducir a los métodos de la
física o de la biología. La ciudad es la construcción del hombre, es por lo tanto,
un hábitat que pertenece al campo de la cultura. En este hábitat obligado del
hombre, y altamente modificado, difícilmente podrán encontrarse las
características propias de los ecosistemas naturales. Es un espacio de
transformación tecnológica de los recursos, dentro de leyes diferentes a las que
regulan el ecosistema.

El concepto de ecosistema ha sido formulado desde la perspectiva biológica para
definir las relaciones de los organismos vivos entre sí y con los elementos
abióticos del entorno. Fue propuesto por el biólogo inglés Tansley hacia los años
treinta, quien condensó en esta forma los esfuerzos científicos de quienes
investigaban la trama de la vida desde el momento en que Darwin formuló las
leyes de la evolución. El concepto de ecosistema incluye no solo la manera como
se relacionan los elementos vivos, sino igualmente, la forma como entran en la
construcción de la vida los elementos físico-químicos y los flujos energéticos. De
esta manera, el concepto de ecosistema recoge las transformaciones de la
materia-energía que evolucionan hacia la vida dentro de reglas precisas de
funcionamiento.

El ecosistema, por tanto, no es un modelo que sirva para analizar cualquier tipo
de flujo energético, sino sólo aquel que se organiza en cadenas tróficas y en los
ciclos bio-geo-químicos de los elementos materiales. Cuando se aplica a otros
sistemas energéticos, como los sistemas tecnológicos organizados por el hombre
dentro de leyes distintas de funcionamiento, el modelo pierde sus características
y se torna tan general que se vacía de significado. Es importante analizar
algunas de las diferencias entre los equilibrios ecosistémicos y los sistemas
urbanos, así como los flujos de energía, la formación de escalas tróficas y los
ciclos bioquímicos y al mismo tiempo los equilibrios que de allí resultan.

En los sistemas tecnológicos, característicos de la ciudad, la energía manejada
tecnológicamente depende cada vez menos de la fuente solar. La fotosíntesis se
sigue dando en la agricultura, pero no en el hábitat urbano, en cuanto tal, a no
ser en los pocos árboles y en los parques que se intercalan dentro de la red
urbana. La ciudad depende cada vez más de la energía manejada por el sistema
tecnológico. La revolución neolítica puso a funcionar al servicio del hombre las
fuentes de la energía animal y la del viento. La revolución industrial moderna,
sobre la que se basan los procesos de urbanización, depende del manejo de la
energía fósil -carbón, petróleo y gas-. Esta energía depende indirectamente de la
fuente solar, pero ya había sido reducida a energía orgánica y acumulada en los
fondos de la tierra. Esta energía no es manejada según las reglas del
ecosistema. Por la ley de la entropía no puede convertirse de nuevo en energía
orgánica, y de hecho, sólo puede ser quemada para engendrar calor y ser
dispersada en la atmósfera en sus elementos constitutivos: azufres, nitrógenos,
carbonos. Moviliza al hombre, le da la posibilidad de alumbrar o climatizar su
hábitat, mueve la inmensa infraestructura industrial y se dispersa por la
atmósfera, ocasionando el aumento de los gases de invernadero.

Quizá los impactos del desarrollo moderno sobre el equilibrio atmosférico son
más visibles que los que desestabilizan los otros medios. El desarrollo industrial,
con su alto consumo energético está afectando el balance adquirido por los
procesos vivos a lo largo de millones de años. La actividad del hombre anterior a
la revolución industrial, afectaba más visiblemente el suelo o los cauces de agua.
El consumo energético era relativamente bajo y la dispersión rural de la
población evitaba concentraciones peligrosas. Muy diferente es lo que sucede
desde hace dos siglos. El inmenso consumo de carbón y petróleo, que ha
servido como impulsor del desarrollo moderno y que ha permitido la
concentración urbana, está empezando a desestabilizar el medio frágil de la
atmósfera.

Uno de los temas, por tanto, que es necesario estudiar en un análisis ambiental
de la ciudad, es, sin duda, el flujo energético. La utilización de la energía crea
problemas ambientales, precisamente porque no funciona según el modelo
ecosistémico. La ciudad es el gran consumidor de energía y esta tiene efectos
que no se reducen al casco urbano. El estudio ambiental de la ciudad lleva por
tanto a examinar las consecuencias que la utilización de la energía puede tener
en ambientes lejanos a través de la lluvia ácida o del efecto invernadero o el
debilitamiento de la capa de ozono. Si el modelo de ciudad moderna está en
crisis o no, se debe juzgar por efectos que muchas veces no están encerrados
dentro de sus propios límites.

El sistema de la vida se caracteriza ante todo por su diversidad. La economía del
ecosistema es diferente y quizás contradictoria con la economía que regula la
producción del hombre. Los ecosistemas han buscado el equilibrio a través de la
biodiversidad. Al contrario de la estrategia utilizada por la evolución en la
conformación de los ecosistemas, los sistemas tecnológicos tienden a la eficacia
por la simplificación, es decir, por la disminución de especies y la mayor eficacia
y rentabilidad de las mismas. Para cultivar estas especies domesticadas, sean
vegetales o animales, el hombre necesita los recursos de suelo, agua y
nutrientes.

Existe, por lo tanto, una verdadera competencia entre los ecosistemas y los
sistemas culturales urbanos organizados por el hombre, puesto que ambos
dependen de los mismos recursos. Los sistemas urbanos, basados sobre
procesos tecnológicos, tienden hacia una gran simplicidad que difícilmente se
puede comparar con la biodiversidad. Son además, sistemas que no se
regeneran a sí mismos, se extienden, pero no se reconstruyen. Una ciudad se
hace posible en la medida en que se modifica un ecosistema.

Las grandes ciudades, a su vez, dependen de la modificación de múltiples
ecosistemas, de donde extraen sus recursos. Para analizar los aspectos
ambientales de la ciudad, es necesario tener en cuenta la transformación
inducida en los ecosistemas a través de la agricultura y otras actividades
productivas que dependen de ella. La densidad urbana es posible en la medida
en que depende de la extensión y de la intensidad tecnológica de la agricultura.
Por esta razón, el segundo aspecto que es indispensable analizar es la relación
campo ciudad. Aquí se puede observar de nuevo que los impactos ambientales
de los procesos de urbanización no se pueden medir reduciéndolos al contorno
urbano.

La manera como funciona una ciudad, crea problemas ambientales
consecuentes con el manejo tecnológico de los elementos. El hombre ha
aprendido en forma muy lenta a reciclarlos. Lo hizo primero en la actividad
agrícola, renovando los ciclos del nitrógeno y del fósforo para lograr mantener la
fertilidad de los suelos, pero no ha aprendido todavía a manejar los desechos de
la agricultura industrial y menos los de la ciudad. La dificultad que tiene el
hombre para manejar los ciclos de los elementos tiene dos consecuencias
principales: el agotamiento de los recursos y el fenómeno de la contaminación
ambiental y de la producción de residuos sólidos.

El problema ambiental ocasionado por el consumo excesivo de recursos y la falta
de reciclaje, que afecta especialmente a las ciudades, se debe generalmente a
concentraciones indebidas de algún elemento o compuesto en el tiempo o en el
espacio. Ningún elemento es malo o dañino en sí mismo, sino por su
concentración excesiva o porque está situado donde no le corresponde. Es
posible que la especie humana y la mayor parte de los organismos vivos puedan
seguir viviendo sin mercurio, sin cromo, sin níquel, sin plomo y sin cobre, pero lo
que parece cada vez más difícil es que la vida pueda seguirse posibilitando con
los niveles de contaminación y de basuras que alcanza la civilización moderna.
Los elementos que no se reutilizan, simplemente se desechan y se
descomponen penetrando como inyecciones venenosas en la trama de la vida.

La contaminación con desechos ha sido un problema permanente del hombre a
través de toda su historia, sobre todo en las culturas urbanas, muchas pestes se
han originado en el mal manejo de los desechos. Sin embargo, el problema se ha
aumentado de manera dramática durante el último siglo. Uno de los problemas
ambientales más preocupantes de los que se trataron en la pasada Conferencia
de Río de Janeiro, fue el de la acumulación de basuras y el manejo inapropiado
de los desechos peligrosos.

Especialmente dramática es la contaminación del agua. Ésta, cada vez más
escasa, se está convirtiendo en elemento inservible para la mayoría de los usos
humanos y para activar el proceso de la vida, debido a los niveles de
contaminación. Una gran parte de los ríos y de los depósitos naturales y
artificiales del planeta se ha contaminado durante el presente siglo. Estos niveles
de envenenamiento no se habían registrado antes en la historia y son el producto
en gran parte del desarrollo urbano.

Por lo tanto, para el análisis ambiental de las ciudades, es necesario relacionar,
no solo los elementos que entran y salen de la ciudad, sino también el impacto
ambiental que los centros urbanos tienen sobre los ecosistemas regionales. La
ciudad, en este sentido, rebasa el estrecho margen del perímetro urbano, por ello
es necesario estudiar de dónde extrae la ciudad sus recursos alimenticios,
minerales, energéticos e hídricos y dónde y en qué forma deposita los desechos.

Para subsistir, el hombre necesita crear su propio equilibrio. Es el orden
tecnológico, o mejor aun, el orden cultural. En los sistemas artificiales creados
por el hombre, sean agrícolas, urbanos o industriales, el equilibrio ya no depende
de la regulación de los nichos ecológicos, sino de las condiciones tecnológicas
por medio de las cuales, el hombre introduce corrientes de energía y crea las
condiciones de la nueva homeóstasis. Esto significa que la homeóstasis de los
ecosistemas, difícilmente puede ser comparada con la de los sistemas complejos
organizados tecnológicamente por el hombre. En estos casos, el equilibrio
depende no ya de los nichos, sino de las condiciones artificiales incorporadas por
la actividad humana.

El concepto de resiliencia es igualmente importante para comprender la
diferencia entre los ecosistemas y los sistemas artificiales creados por el hombre.
La resiliencia representa los límites dentro de los cuales es posible la
conservación del equilibrio del sistema. Esto quiere decir que existen límites
fuera de los cuales ya no es posible reconstruir el equilibrio. El equilibrio de un
sistema tiene, por tanto, una cierta movilidad dentro de límites permisibles. Los
márgenes de equilibrio se pueden mover sin peligro hasta el límite extremo. La
solución al problema ambiental depende en gran parte del conocimiento que se
adquiera sobre los límites de resiliencia de los ecosistemas, por una parte, y del
establecimiento de límites tecnológicos que permitan la continuidad de los
sistemas vivos.

Todo sistema artificial creado por el hombre se tiene que conservar
artificialmente. Todo sistema tecnológico tiene que ser alimentado
tecnológicamente. No existe transición "natural" de los sistemas artificiales a los
sistemas "naturales". Esto, sin embargo, es solo relativamente válido. Otros
aspecto que hay que tener en cuenta es que la vida viene asimilando los
insumos tecnológicos, y muchas de las transformaciones no parece que sean
reversibles. El hombre ha transformado muchas de las especies que ya no
pueden adaptarse por sí mismas. Algunas de las plantas utilizadas por la
agricultura, como el maíz no pueden reproducirse por sí solas, porque no son
capaces de despojarse de su cobertura. La vida está ya impregnada de
tecnología y sólo estamos en los inicios de la revolución biotecnológica.

Este análisis nos lleva a una segunda consideración que pretende distinguir el
orden ecosistémico de los ordenes artificiales creados por el hombre. Los límites
entre los cuales se puede mover el equilibrio del ecosistema pueden ser
modificados por la actividad humana. De hecho eso es lo que ha sucedido,
especialmente desde el neolítico. Cualquier inducción tecnológica significa una
alteración de los límites en lo que se puede mover un sistema vivo. En esto
consiste el problema ambiental.
Sin embargo, en los sistemas artificiales el equilibrio no depende solo de la
inducción tecnológica, los impactos que la tecnología ocasiona no pueden
superar los límites máximos que puede resistir el sistema natural. La tecnología
no puede ampliar indefinidamente los límites de los sistemas. Una vez superados
ciertos límites, el equilibrio se desploma y arrastra consigo toda la actividad del
hombre, sepultando las formaciones culturales sostenidas sobre ese equilibrio.

A estos nuevos equilibrios o sistemas tecnológicamente balanceados, los
podemos llamar "sistemas tecnobiológicos", o sistemas socio-culturales, para
diferenciarlos de los ecosistemas. Como podemos ver, estos sistemas artificiales
construidos por la actividad humana no siguen exactamente las leyes que rigen
el ecosistema. Mas aún, su razón de ser consiste en transformar esas leyes y
construir equilibrios nuevos que dependen en gran parte del manejo tecnológico
y, por supuesto, de los balances económicos y sociales. Por esta razón, es
indispensable diferenciar el lenguaje. Llamar ecosistema a los sistemas
artificiales, lo único que hace es dificultar la comprensión del problema ambiental.

Evidentemente, los equilibrios tecnobiológicos no suprimen de un tajo todas las
leyes del ecosistema y esto es lo que da pie a las confusiones entre ambos. Los
campos de trigo siguen haciendo fotosíntesis. Las ciudades, que son los
espacios más modificados, siguen manteniendo restos de ecosistemas . En los
centros urbanos podemos encontrar algunos árboles, unas pocas aves, muy
pocos insectos y muchos roedores por debajo de la superficie asfaltada, pero ya
no nos topamos con los grandes predadores y los insectos han sido casi
barridos.

A medida que el desarrollo tecnológico avanza, desplaza cada vez más el
dominio de las leyes del ecosistema. ‘’Es difícil imaginar lo que pasará con el
conjunto de los niveles tróficos cuando el hombre desarrolle tecnología para
transformar directamente la energía solar en energía orgánica, reemplazando la
fotosíntesis. Entonces, podrá prescindir de las cadenas tróficas, aunque todavía
no podemos imaginar el costo ambiental de esa aventura.’”1. ÄNGEL MAYA
AUGUSTO. La Tierra Herida, pág 72.

Esta última reflexión lleva a señalar otro de los campos de estudio relacionado
con el medio ambiente urbano. A pesar de que la ciudad no es un ecosistema y
no puede ser analizada aplicándole mecánicamente los métodos de estudio de la
ecología, no se debe descuidar el estudio de los restos ecosistémicos que se
conservan en el interior de las ciudades. Ha sido un estudio prácticamente
desdeñado, y que sería, sin embargo, de importancia, para comprender la
manera como el hombre organiza la vida al interior de sus propios sistemas
culturales. Igualmente podremos aprender la manera como la vida se va
acoplando a los sistemas artificiales.

1.2 APUNTES PARA UNA HISTORIA AMBIENTAL DE LA CIUDAD
Cualquier tipo de formación socio-cultural lleva consigo necesariamente una
transformación de los ecosistemas. La especie humana no puede adaptarse al
medio, como venían haciéndolo las otras especies, a través de un nicho
ecológico, o sea, cumpliendo una función dentro del sistema general de la vida.
Su estrategia adaptativa se da a través de una plataforma tecnológica creciente
que modifica por fuerza las leyes generales de los sistemas vivos. Sin embargo,
el orden humano tampoco puede sobrepasar impunemente las leyes generales
de la vida; tiene también sus propios límites de resiliencia. Este es el margen en
el que se mueve la problemática ambiental.

La ciudad es el espacio de transformación tecnológica de los recursos, es un
sistema complejo que tiene sus propias leyes de funcionamiento y es quizá la
mayor expresión colectiva de la cultura a través de la historia. La adaptación
humana no se realiza solamente a través de instrumentos técnicos. La cultura es
una plataforma compleja que combina herramientas, formas de organización
social y construcciones simbólicas y por ello, la crisis ambiental no interroga
solamente la tecnología, sino también las formas sociales y los instrumentos
simbólicos. Vista desde esta perspectiva, la crisis ambiental no ha sido
solamente un problema de la civilización moderna. Puede decirse que ha
acompañado al hombre a lo largo de todo su recorrido histórico.

Es evidente que el medio ecosistémico como abastecedor de los recursos
necesarios para la subsistencia, tiene influencia sobre las formaciones culturales.
El medio natural es la premisa fundamental de la historia. Sin embargo, el
individuo aislado no puede considerarse como el fruto espontáneo del medio
natural, sin tener en cuenta la estructura de las organizaciones sociales.

Esto no significa, que se pueda negar la influencia que tiene el entorno
ecosistémico en la configuración de la plataforma cultural, sino definir sus límites
independientemente de cualquier perspectiva reduccionista. En este sentido, al
ser la ciudad el escenario donde se inscriben las relaciones de un sistema
dinámico, sus manifestaciones socio-espaciales se expresan en un proceso
histórico, que nos acerca a una comprensión más integral del fenómeno urbano
en sus actuales posibilidades de transformación.

El hombre como especie, introduce cambios en el ecosistema y produce, por
tanto, impactos ambientales. Desde visiones reduccionistas podría pensarse que
la evolución se equivocó al introducir a la especie humana en el sistema natural,
porque desde ese momento, se iniciaron los problemas ambientales que pueden
acabar con los sistemas vivos. También, se ha llegado a plantear que la crisis
ambiental depende de su inconsciencia o indolencia. Estas explicaciones
superficiales no dan cuenta del problema de forma integral y por lo tanto, no
pueden imaginar soluciones adecuadas y posibles.

La historia del hombre se construye a partir de la historia de la cultura y este es
un proceso de modificación, transformación y domesticación de la naturaleza en
su conjunto, la cultura es naturaleza transformada. No se trata de que el hombre
se acomode humildemente dentro de un nicho ecológico y colabore desde allí al
equilibrio global. Tampoco se trata de renunciar al antropocentrismo, sino de
entenderlo en su verdadero significado. El hombre no puede renunciar al destino
tecnológico impuesto por la misma evolución.

Por ello, es indispensable entender la incidencia ambiental en los distintos
componentes de la cultura urbana, éstos determinan en gran medida la forma
como la sociedad utiliza y transforma su entorno para construir y reconstruir su
hábitat. En este sentido, la determinación del momento histórico-tecnológico es
definitiva. Desde la perspectiva ambiental, el desarrollo urbano responde a la
formación, interacción y transformación de los sistemas naturales y culturales.

Desde la perspectiva ambiental, la ciudad es el espacio de transformación
tecnológica de los recursos, es un sistema complejo que tiene sus propias leyes
de funcionamiento y es quizá la mayor expresión colectiva de la cultura a través
de la historia. La adaptación humana no se realiza solamente a través de
instrumentos técnicos. La cultura es una plataforma compleja que combina
herramientas, formas de organización social y construcciones simbólicas, por
ello, la crisis ambiental no interroga solamente la tecnología, sino también las
formas sociales e instrumentos simbólicos.

Esto no significa, que se pueda negar el influjo que tiene el entorno ecosistémico
en la configuración de la plataforma cultural, sino definir sus límites
independientemente de cualquier perspectiva reduccionista. En este sentido, al
ser la ciudad el escenario donde se inscriben las relaciones de un sistema
dinámico, sus manifestaciones socio-espaciales se expresan en un proceso
histórico, que nos acerca a una comprensión más integral del fenómeno urbano
en sus actuales posibilidades de transformación.

La problemática ambiental urbana es inherente a la forma como se ha construido
el hábitat humano, problemática que el desarrollo tecnológico moderno ha hecho
más evidente y acuciante, pero que se puede rastrear en cualquier período
histórico. Dicha problemática está implícita en las nuevas formas de edificar la
ciudad, rompiendo con los equilibrios propios de la estructura ecosistémica. La
historia de la ciudad no puede prescindir del análisis ambiental, que es parte
inherente de su objeto de estudio, lo ambiental no es una nueva dimensión que
viene a adherirse artificialmente a los estudios históricos urbanos, impulsada por
las corrientes de moda en el momento actual. Es más bien la posibilidad de
entender integralmente el fenómeno en los distintos momentos de su desarrollo.
En efecto, el hombre ha hecho ciudad transformando el medio ecosistémico. El
paisaje natural y urbano no son sólo el escenario de la lucha por la
supervivencia, ni representan exclusivamente el piso material en el que
desarrolla el intercambio o la producción, significa mas bien la raíz explicativa de
su actividad social, tecnológica y simbólica.
El análisis histórico de la ciudad deberá recoger, por tanto, algunos aspectos
que son inherentes a la actividad propia de la especie humana y que representan
los problemas centrales del análisis ambiental. Es esencial entender la manera
como el hombre se adapta a los diferentes medios ecosistémicos y los
transforma para construir sus asentamientos, la forma como esta transformación
exige una organización social concreta y, la manera como los impactos negativos
sobre el medio influyen en las ciudades. De ello depende en gran medida la
consolidación o la decadencia de la civilización urbana. Estos aspectos quizá
sean los más relevantes, aunque no los únicos que interesan al análisis
ambiental histórico de los asentamientos humanos.

La revolución neolítica llevó a la aparición de aldeas permanentes y ese reto
cultural condujo a la aparición de las ciudades hace unos 8.000 años. Las
ciudades, corazón de la civilización, determinaron un estilo de vida urbano. Con
actos deliberados de construir, las ciudades se constituyeron en símbolos de
poder y de dominio. Pero la historia de las ciudades está constituida igualmente
por desarrollo y declive, la historia confirma que muchos de esos episodios han
dependido de condiciones medioambientales. El éxito o fracaso de esta
estructura cultural depende en gran medida de su capacidad de adaptación al
medio ecosistémico o del encuentro de mecanismos tecnológicos y sociales que
le permitan superar las restricciones del medio. Algunos ejemplos históricos son
prueba de ello:

La aparición de la ciudad se produce al amparo de grandes valles: Los del
Eufrates y el Tigris ofrecieron la cuna de las civilizaciones Asiria y Caldea. Las
culturas mesopotámicas del bajo Sumer no lograron manejar adecuadamente los
recursos hídricos, y la salinización y las inundaciones influyeron, sin duda, en la
caída de la civilización de Ur. Los imperios agrarios surgieron de los pueblos
neolíticos en situaciones ecológicas bastante similares, a lo largo de valles
fértiles y rodeados de condiciones inhóspitas. El apogeo y declive de
Teotihuacán se relaciona hoy con el manejo del agua,

En el año 100 d.C, Roma era la ciudad más grande del mundo, para su sustento
extraía recursos de zonas cada vez más lejanas, empobreció las tierras y
destruyó gran parte de los bosques de su entorno, el agotamiento de la periferia
dificultó en gran medida la supervivencia de la población. El genio constructivo
de los romanos se puso de manifiesto en la labor de ingeniería que tuvieron que
desarrollar para conducir el agua; los acueductos y puentes son prueba de ello.
Es seguro que el “colapso” de Roma no se debió solamente a factores políticos,
los factores ambientales parecen ser significativos en este proceso.

El llamado “oscuro período” que siguió a la caída del Imperio Romano,
caracterizado por la inseguridad y la inestabilidad, así como por la ruptura del
orden económico y cultural, supuso también un claro retroceso de varios siglos
en lo que respecta a la situación urbana. Una economía de subsistencia volvía a
dispersar la población hacia formas de vida rural. La nueva forma de
organización política económica y social, el Feudalismo, trajo como consecuencia
una relación de dependencia de los campesinos con el señor feudal . La
necesaria protección militar cercó las ciudades y éstas crecieron a la sombra de
los castillos como centro de gobierno. Aunque desde el campo formal, la
indudable belleza de las ciudades medioevales descansa sobre la estética de la
variedad, los problemas sanitarios se acrecentaron por la estrechez de las calles,
la falta de ventilación y las dificultades técnicas para evacuar los desechos, y la
carencia casi total, de sistemas de alcantarillado. Esto trajo como consecuencia
un sinnúmero de enfermedades que fue imposible controlar. Las pestes se
hicieron presentes como producto de la situación.

El ambiente cultural urbano empieza a variar a mediados del siglo XV. Las
nuevas orientaciones del pensamiento y del arte en las que juega un papel
dominante el redescubrimiento de la cultura de la antigüedad clásica se difunden
con la ayuda de la invención de la imprenta. Todo empieza a teñirse de una
actitud de interés por el hombre y la naturaleza. El renacimiento empieza
entonces a producir modelos teóricos de ciudades nuevas, ideales de ciudad que
modificarán el modelo heredado del medioevo. La calidad de la ciudad es uno de
los principios básicos en esta búsqueda, las consideraciones sanitarias, sociales
y estéticas son condiciones para los nuevos ideales de ciudad.

Posteriormente, en el período Barroco, la idea de relacionar lo urbano con lo
arquitectónico cobra fuerza, puede decirse que en este período importa además
de la calidad estética y ambiental expresa en el renacimiento, la calidad de las
construcciones arquitectónicas en la configuración de ciudad. Esta nueva
concepción de lo urbano se manifiesta a través de la composición general de los
trazados urbanos, el tratamiento de los volúmenes las formas de crear espacios
alrededor de ellos. La ciudad barroca se había convertido en la sede del poder
central del estado, con montaje militar y burocrático. La ciudad se convierte en
símbolo de ese poder y se expresa en formas que sean sensiblemente
perceptibles, la magnificencia urbana no dio espacio a necesidades primarias de
la población como la vivienda. Se atendieron sin embargo a gran escala los
parques, plazas y hospitales.

La llamada revolución industrial que se inicia en Inglaterra y se afianza en el
período en el que un conjunto de innovaciones e invenciones permiten acelerar
la producción sostenida de bienes asegurando un crecimiento económico con
relativa independencia de la agricultura y basada en el desarrollo de la industria
manufacturera. Se generaliza el uso de la máquina para reducir tiempos y costos
de producción. El hierro permite el desarrollo del ferrocarril como una de las más
importantes transformaciones del transporte al servicio de la producción. La
posibilidad de disminuir tiempos de desplazamiento con la apertura de carreteras
y canales hizo posible la ruptura de las anteriores condiciones espacio
temporales y las relaciones de dependencia entre núcleos urbanos y rurales de la
Europa del siglo XIX. Las formas de urbanización habían cambiado y su
repercusión en la calidad de vida humana no se hizo esperar. En las ciudades se
instalaron las fábricas, los amplios movimientos migratorios de campesinos
pobres atraídos por el salario industrial, aumentaron la población de ciudades en
corto tiempo.

Entre 1790 y 1841 Londres pasó de 1’000.000 de habitantes a 2’235.000. El
crecimiento urbano era el producto azaroso de operaciones privadas movidas por
la búsqueda del máximo provecho, tanto para la instalación de fábricas como
para la creación de barrios obreros. La filosofía social dominante era del más
crudo liberalismo, para Smith no había que producir ninguna interferencia en el
desarrollo espontáneo del sistema económico, pues ello acrecentaba la
productividad.

 La sordidez urbana caracterizó la ciudad de la revolución industrial y generó
condiciones de inhabitabilidad en las ciudades como producto de procesos de
contaminación de la atmósfera y el agua, la acumulación de residuos industriales
y la construcción de conglomerados de vivienda de ínfima calidad. Las largas
jornadas de 16 horas no reclamaban para la ciudad y sus pobladores lugares de
encuentro y esparcimiento.

De acuerdo con las consideraciones precedentes, la historia de la ciudad debería
verse no como una paralela cultural que se extiende sobre el paisaje, sino como
la transformación tecnológica del medio natural y construido. Las reflexiones
anteriores nos llevan a comprender cómo el hombre no se acopla al medio para
construir ciudades      de manera inmediata, sino a través de las formas
organizativas de la cultura. El individuo está mediado por la estructura cultural en
su posibilidad de acceder al conocimiento y transformar el medio. Por ello, las
relaciones entre ecosistema y ciudad en un proceso de desarrollo urbano se
pueden entender con más claridad, si observamos su evolución en la práctica
histórica.


1-3 ANOTACIONES SOBRE LA PROBLEMATICA AMBIENTAL URBANA.

La ciudad es expresión de la relación conflictiva entre el ecosistema y la cultura,
pero esta relación no se constituye por principio en una relación negativa.
Respuestas creativas definen y reafirman la ventaja de la concentración urbana
en la construcción y reconstrucción de la cultura. Si bien, la cultura urbana no
puede seguirse construyendo a expensas del ecosistema, tampoco logrará
hacerse conservando los equilibrios ecosistémicos. Esas son condiciones
propias del dinamismo que generan el intercambio cultural y los procesos de
adaptación tecnológica, que sirven para reconocer esa relación de conflicto en la
búsqueda de un nuevo equilibrio.

Para permanecer vivas, las ciudades requieren crear su propio equilibrio dentro
del nuevo orden tecnológico. Un orden que responde a particularidades
culturales creadas en la interacción con el ecosistema y que es producto de
procesos adaptativos. Por lo tanto, en estos sistemas artificiales creados por el
hombre, ya sean agrícolas, urbanos o industriales, el nuevo equilibrio depende
de las condiciones artificiales incorporadas por la actividad humana y del
establecimiento de los límites tecnológicos que permitan la continuidad de los
sistemas vivos.

Por ello, es indispensable entender la incidencia ambiental en los distintos
componentes de una cultura urbana, pues determinan en gran medida la forma
como la sociedad utiliza y transforma su entorno para construir su hábitat. En
este sentido, la determinación del momento histórico-tecnológico es definitiva ya
que el desarrollo urbano responde en gran medida             a la formación y
transformación de los sistemas culturales.
       .
En el escaso análisis hecho hasta el momento acerca de la relación medio
ambiente y ciudad, han prevalecido las tendencias reduccionistas. Según esta
perspectiva, la ciudad es más un espacio consumidor de energía y productor de
desechos que una opción de desarrollo. De hecho es tanto un polo de desarrollo
y de construcción de cultura, como un acumulador de entropía. Lo cierto es que,
la dinámica cultural de la ciudad no puede ignorarse en aras de la conservación
estática de los ecosistemas. Por el contrario, la ciudad es el espacio vital del
nuevo entorno tecnobiológico y sin ella no puede entenderse la cultura en su
acepción moderna. No parece justo reducir la visión de lo urbano a una
estructura que impacta negativamente los ecosistemas, aunque es necesario
reconocer que está produciendo una crisis sin precedentes.

En la explicación de la problemática ambiental de las ciudades permanecen aún
visiones reduccionistas que los identifican con los impactos negativos sobre los
ecosistemas, o de la visión tecnologista ajena a la naturaleza. La ciudad es una
expresión cultural de la sociedad. Naturaleza y organización social participan y
determinan este espacio creativo. En este sistema complejo existen relaciones
dinámicas de la economía, la técnica y la sociedad con el entorno. Es necesario
profundizar en las diferencias entre sistema cultural y ecosistema. El espacio
urbano también pertenece a la naturaleza, pero al diferenciarse de las leyes que
rigen los ecosistemas, tiene características propias en cuanto al manejo de los
procesos energéticos y materiales. Entender la adaptación del hombre a los
procesos naturales, permite, para el caso de lo urbano, analizar las distintas
respuestas tecnológicas y económicas que se expresan históricamente en la
construcción de su hábitat.

El papel de la tecnología es, sin duda, predominante para posibilitar la
agrupación del hombre en la compleja estructura de la ciudad. Por esta razón, la
población debe entenderse dentro de un determinado paradigma tecnológico,
que permite una mayor o menor densidad y unas relaciones económicas,
sociales y políticas, que justifican su existencia. Sin embargo, la tecnología no
define por sí sola el panorama total de la red urbana. La ciudad se construye
también a través de las relaciones sociales y la elaboración simbólica. La ciudad,
además de estructura física, es un conglomerado social y un tejido simbólico. Por
tanto, lo simbólico es un subsistema de la cultura, que la hace operativa y, por
tanto, tiene una importancia fundamental en la explicación de la ciudad y de lo
urbano.

Es importante diferenciar el concepto de lo urbano, de lo meramente ciudadano,
puesto que la "urbe" se expande cada vez más hacia el espacio rural. La ciudad
es un complejo sistema de relaciones urbanas dadas al interior de una estructura
física limitada. Lo urbano ya no se limita a esa estructura. La tecnología permite
que lo urbano se amplíe a un ámbito mayor exterior a la estructura física de la
ciudad o a un amplio territorio urbano.

La mayor dificultad para entender lo urbano, en toda la complejidad de sus
relaciones, radica en que involucra manifestaciones sociales, políticas,
económicas y simbólicas, que responden a un determinado paradigma
tecnológico.      En este sentido, la planificación abarca componentes
fundamentales de lo urbano y considera la intervención sobre los sistemas
naturales como un proceso inherente a su quehacer.

Estos sistemas están interrelacionados y entre ellos se manifiestan importantes
flujos de masa y energía, como resultado de su condición de sistemas
eminentemente abiertos, llegando a constituir una sola unidad, de carácter
socionatural o biosocial, que es el resultado de los flujos de información,
materiales y energía existentes. Así el "mundo real" es aquel que se centra en el
mundo de la cultura, y la acción deliberada centrada en un proceso planificador.

Si bien, el desarrollo urbano ha sido analizado desde diferentes escuelas de
pensamiento y desde diferentes marcos de referencia políticos y técnicos,
existen pocos estudios que articulen el fenómeno urbano en la relación
ecosistema y cultura; lo ambiental y lo urbano parecieran más bien distanciarse y
contraponerse en la mayoría de los diagnósticos de las ciudades puesto que ha
predominado la visión conservacionista de la ciudad. En este sentido, la ciudad
pareciera estar signada por los calificativos destructores y apocalípticos por su
misma característica de sistema complejo, razón por la cual la valorización de lo
urbano desde una perspectiva ambiental, es un reto para los teóricos urbanos y
para los planificadores.


1-3-1- NATURALEZA Y CIUDAD

La ciudad es el hábitat "natural" del hombre. La construcción de una ciudad
depende de las relaciones que se establezcan con el medio ecosistémico que la
sustenta. Recursos como el agua y el suelo constituyen la base para la
subsistencia de los asentamientos humanos. Por ello, el entorno ecosistémico es
determinante en la configuración de las ciudades no sólo por ser el abastecedor
de recursos para su subsistencia, sino también por el influjo que tiene en la
construcción de sus estructuras urbanas.

La relación entre estructura natural y estructura construida no es estática. En el
mismo proceso de construcción se manifiesta un "nuevo equilibrio" que aparece
en la construcción misma y en esta forma se introduce un elemento de cambio
continuo. Es una relación dinámica que establece un diálogo con el contexto
creando nuevos significados que dependen en parte de la lectura, interpretación
y conocimiento del entorno o el territorio. La calidad ambiental también está
condicionada por la intensidad del intercambio entre lo natural y lo construido.

El hombre está mediado por la estructura socio cultural en su posibilidad de
acceder al conocimiento y transformar la naturaleza. Así, el medio natural influye
en la conformación de las estructuras culturales, en un proceso de adaptación
que depende necesariamente de las posibilidades que tenga para la apropiación
y/o producción de tecnología. En los centros urbanos se transforman
tecnológicamente la mayor parte de los recursos naturales, y de la forma como
se realice esa transformación depende en gran medida la calidad ambiental.

Gran parte de las ciudades latinoamericanas ha traspasado con facilidad sus
límites ambientales y se está convirtiendo en estructuras frágiles y vulnerables
que entran en crisis desde los mismos procesos de construcción. La enorme
cantidad de material que sale de las ciudades en forma de residuos sólidos,
líquidos y gaseosos y la contaminación industrial, pueden dejar graves problemas
medioambientales a los que se tendrán que enfrentar generaciones futuras. Hoy ,
los límites ambientales ya no se encuentran sólo en el entorno inmediato o
regional. La configuración de las ciudades está muy relacionada con el dominio
económico–tecnológico de espacios geográficos diferentes y muchas veces
distantes, la modificación del ecosistema no se limita a los alrededores de una
determinada ciudad, sino a la transformación de múltiples ecosistemas que
traspasan fronteras.

Las ciudades son centros de acumulación de recursos que pueden llegar a
producir impactos ambientales en las más alejadas regiones, en directa
dependencia del dominio económico de los países. Por ejemplo, el consumo
básico de productos forestales: carbón vegetal, madera y celulosa, en las últimas
décadas, menguó los bosques tropicales en cerca de un 50%, aproximadamente
unos 17 millones de hectáreas anuales. El Japón tiene el récord mundial en
importación de madera tropical, sólo en el año 1991 importó más de 20 millones
de metros cúbicos, equivalentes al 53% del comercio total. El consumo de papel
en los países desarrollados es excesivo, mientras en Estados Unidos se
consumen 268 kg per cápita, en la India se consumen tan sólo 2 kg. Con la
internacionalización de la economía es de esperarse que el mundo se convierta
en el supermercado de las ciudades ricas, y que los suministros les lleguen de la
fuente más barata, independientemente de las consecuencias medioambientales
derivadas de la explotación de los recursos naturales.
Los impactos negativos sobre el medio natural o el construido por el hombre,
influyen directamente en la calidad de vida en las ciudades, estos aspectos son
relevantes para entender la dinámica ambiental de los sistemas urbanos. Es
importante entender como la sociedad urbana se organiza para transformar,
producir, asignar y administrar los recursos en un determinado territorio. En este
sentido, el sistema natural y el sistema socio cultural interactúan dentro de la
ciudad. Es pertinente profundizar en el análisis ambiental de temas como
población, tecnología y símbolos por considerarlos fundamentales en la visión
integral de la problemática ambiental urbana.

1-3-2-POBLACIÓN, CIUDAD Y MEDIO AMBIENTE

El crecimiento poblacional, la ocupación del territorio, la formación de las
concentraciones urbanas o el desarrollo de la actividad agrícola, sólo podrán
comprenderse de manera adecuada en relación con las transformación
tecnológica del entorno natural. Paradójicamente, son esas mismas
transformaciones las que dan origen al problema ambiental, pues éste depende
de la capacidad o incapacidad de la sociedad para establecer "nuevos
equilibrios tecno-biológicos".

En América Latina, el crecimiento de la población urbana no se ha dado en
correspondencia con los procesos productivos, la oferta de bienes y servicios, y
la capacidad real de soporte de los ecosistemas para mantener un determinado
número de población.

La urbanización acelerada se manifiesta en una metropolización casi
generalizada de las ciudades capitales, En América Latina se pasó de un
poblamiento escaso de carácter rural en la década del 50, a un predominio
urbano en el momento actual, mayor del 70%. Cada año, unos 20 millones de
personas en el mundo, se van a vivir a las ciudades en un movimiento migratorio
sin precedentes en la historia. Entre 1950 y 1990, la población de las ciudades
del mundo aumentó de 200 hasta 2.000 millones y se pronostica que llegará a
3.000 millones en el año 2025. Hoy, existen 20 "megaciudades" de más de 10
millones de habitantes y 19 de las 25 más grandes del mundo se encuentran en
países en vía de desarrollo. Otras 60 ciudades de todo el mundo superan hoy los
4 millones de habitantes.

En América Latina, el incremento acelerado de la población corre parejo al
empobrecimiento creciente de las masas urbanas. El crecimiento urbano no
ofrece oportunidades de mejor calidad de vida a los emigrantes, por lo tanto no
parece posibilitar la construcción de mejores ciudades en un futuro inmediato. Un
significativo número de ciudades capitales integran las denominadas
"megaciudades". Ciudad de México supera ya los 20 millones de habitantes, con
un crecimiento de tipo "explosivo", su población aumentó en un 52% en los
últimos 20 años, y un alto porcentaje lo constituye los llamados "marginados
urbanos".

En el mundo el número de personas que vivía en "la pobreza absoluta" pasó de
700 millones en 1980 a 1.200 millones en 1990, hoy se calcula que existen 1.225
millones de pobres absolutos, cerca del 25% de la población total. Así, una
cuarta parte de la humanidad vive en un estado virtual de indigencia. Según el
World watch Institute, en más de 40 países se redujeron los estándares de vida
durante los años 80, especialmente en Africa Subsahariana y en Suramérica. Un
factor importante de este deterioro fue y aún lo es, la enorme carga de la deuda
externa.

El flujo de dinero neto desde los países pobres a los ricos durante la década del
80 alcanzó 50.000 millones de dólares anuales, fundamentalmente como pago de
las deudas. Es necesario ubicar entonces, la discusión de los límites ambientales
del "crecimiento", de las ciudades y de su población, comprendiendo las
diferencias generales entre países ricos y pobres, y las particularidades de la
disparidad que existe en el interior de los centros poblados de los países pobres,
en cuanto a la asignación de los recursos y la distribución de excedentes.

Los límites de crecimiento poblacional deben establecerse teniendo en cuenta
esta situación que conduce necesariamente a marcadas tensiones ambientales,
cuyos signos más visibles son: el agotamiento de tierras óptimas para la
producción de alimentos, la erosión acelerada de laderas por ocupación de la
urbanización y/o la agricultura, la desaparición de bosques tropicales, el
incremento de basuras sin posibilidades de reciclaje, la invasión al espacio
público, la pauperización de la "vivienda", la pérdida de la calidad del espacio
urbano, el déficit acelerado de áreas verdes y recreativas, la inseguridad y la
insalubridad.

Este crecimiento poblacional es preocupante, si consideramos que cada año se
agregan a la población mundial más de 90 millones de habitantes y que de igual
forma crece la demanda en recursos para procurarles: vivienda, energía, agua y
alimentos. Pero esta demanda depende de la abundancia en que vivan
determinados grupos sociales en el interior de las ciudades, en comparación con
las carencias de un significativo número de población. En este sentido, es
necesario considerar los procesos de migración interna que viven los mismos
centros urbanos.

Los efectos negativos sobre el ecosistema, la estructura urbana y la calidad de
vida de la población son múltiples, puesto que se presentan serias
discontinuidades, y la mayoría de las veces estos efectos superan la posibilidad
de ajuste de los ecosistemas y de los sistemas económicos y sociales con
impactos biológicos y económicos. En este sentido, el impacto que pueda tener
la población sobre el medio ambiente, también depende de factores socio
políticos y de distribución de los recursos naturales y tecnológicos. Este umbral
es definitivo para buscar un nuevo equilibrio, razón por la cual deben
considerarse:

a. La demanda por alimentos, energía y vivienda en directa relación con la
satisfacción de las necesidades básicas de la población.

b. Las demandas de consumo energético y de recursos naturales, de los distintos
sectores que participan en la producción de bienes y servicios.

c. Las densidades de los asentamientos humanos que superen la capacidad de
soporte de los ecosistemas locales, para renovarse o absorber los desechos. El
aumento de la densidad de población implica mayor presión sobre los recursos y
las zonas frágiles no alcanzan a adecuarse.

d. La demanda por servicios básicos y de infraestructura urbana en busca de una
adecuada calidad de vida: agua potable, saneamiento, transporte, recreación,
espacios públicos, seguridad.

e. La creciente demanda por uso del suelo que conduce muchas veces a una
utilización no apropiada del mismo, donde la premura de soluciones no permite la
planificación.

Por lo anterior, al analizar los problemas ambientales de la ciudad y su relación
con la población, es necesario tener en cuenta la forma como se organiza la
centralización urbana, tanto desde el punto de vista ambiental, como desde el
punto de vista social. Igualmente, para entender cómo los ecosistemas se han
transformado como consecuencia del crecimiento de los centros urbanos y su
importancia en la distribución espacial de la población, es necesario
interrelacionar estos aspectos en un proceso dinámico de crecimiento urbano.

Esta dinámica poblacional registra cambios cuantitativos y cualitativos, que se
expresan en el espacio urbano con efectos ambientales negativos. Las ciudades
reciben migraciones fuertes de población sin que existan las condiciones
apropiadas para la satisfacción básica de necesidades, y menos aun, las
condiciones espaciales adecuadas para cualificar su calidad ambiental. La
desigualdad en el acceso a la tierra urbana y a sus servicios, ha llevado a la
apropiación de zonas públicas y de reservas ambientales y zonas frágiles, por
parte de grupos marginales de población que no pueden participar en el mercado
oficial de la tierra urbana.

La mayoría de los Asentamientos Urbanos Marginales están localizados en áreas
donde las características ambientales son identificables, esta problemática se
expresa en: contaminación del suelo, del aire, del agua, procesos de erosión y
hacinamiento. Dichos factores se acompañan de una creciente demanda de las
comunidades por los servicios e infraestructura requeridos para no revertir al
ambiente primario los residuos producidos por las actividades urbanas. Estas
áreas se constituyen en zonas críticas, ya que no ofrecen a sus moradores
posibilidades de mejorar su calidad de vida.

Las densidades correspondientes a las nuevas áreas de expansión de los
asentamientos urbanos precarios no resultan por lo general compatibles con las
opciones tecnológicas dominantes. La existencia de terrenos disponibles con
escaso valor de mercado y la búsqueda de mayor rentabilidad del suelo urbano,
por parte de los "urbanizadores", ha hecho que se generen tejidos cuya dotación
de servicios, provisión de infraestructura y adecuación de tierras sea cada vez
más compleja. La transformación de uso del suelo trae por lo general efectos
ambientales negativos sobre el entorno, donde la utilización de áreas de reserva
natural o ecológica o de gran valor agrícola son urbanizadas, la ampliación del
perímetro urbano sobre estas áreas ha generado desordenados procesos de
expansión de las ciudades.

El aumento acelerado de la población de los centros urbanos no deja de ser una
preocupación central para definir los niveles de sustentabilidad de las ciudades,
más aun, cuando existen niveles tan dispares en la asignación de los recursos y
la distribución de excedentes, no solo entre países desarrollados y en vía de
desarrollo, sino en el interior de los centros poblados de América Latina.

Los límites de crecimiento poblacional no deben establecerse sin tener en cuenta
esta situación que conduce necesariamente a marcadas tensiones ambientales,
cuyos signos más visibles son, entre otros, el agotamiento de tierras óptimas
para la producción de alimentos, la erosión acelerada de laderas por ocupación
de la urbanización y/o agricultura, la desaparición de bosques tropicales, el
incremento de los desperdicios sin posibilidades de reciclaje, la contaminación
del aire, del agua, de los suelos y del paisaje.

El crecimiento poblacional es un factor preocupante, si se considera la forma
desigual como crece la demanda en recursos de vivienda, energía, agua y
alimentos. Esta demanda depende cada vez más de la abundancia en que viven
determinados grupos sociales, lo mismo que del comercio internacional. Mientras
la población crece principalmente en los sectores bajos, la demanda crece
vertiginosamente en las capas superiores. Ello explica en gran parte la estructura
de la ciudad latinoamericana y ayuda a entender por qué la metropolización se
hace cada vez más difícil de manejar en los sistemas de planificación en el largo
plazo, debido al crecimiento desigual acelerado y a los procesos de migración
interna que viven los centros urbanos.

Si bien, lo anterior nos acerca a reflexiones que vinculan aspectos poblacionales
con la posibilidad real de tener en el futuro asentamientos urbanos con mejor
calidad de vida, se requiere que este proceso poblacional se integre al
conocimiento tecnológico en busca de una mejor distribución del espacio, para
lograr sostener las aglomeraciones urbanas, aumentando la productividad del
medio natural circundante y ampliando sus fronteras para la consecución de
recursos escasos.

1-3-3-TECNOLOGÍA Y CIUDAD

Los asentamientos humanos y en especial las ciudades son sistemas
determinados por los procesos tecnológicos, desarrollo socioeconómico e
intercambio de bienes y servicios. Si bien, las ciudades pueden clasificarse en el
interior de un sistema social, es indiscutible que sus características espaciales y
su desarrollo socioeconómico dependen de la forma como se desarrollen las
transformaciones ecosistémicas y el intercambio tecnológico. Para entender
ambientalmente la construcción de una ciudad es tan importante conocer la
capacidad de renovación de los recursos naturales, como la capacidad
tecnológica para sustentar los procesos de producción.

Tecnológicamente es necesario determinar los umbrales de tolerancia del
ecosistema y su capacidad de autorregulación para poder determinar el impacto
y prever los daños, así como los niveles de tolerancia del ecosistema y la
población para recibir los desechos.

Las ciudades como espacios de consumo y producción influyen sobre el uso
racional o irracional de la energía, razón por la cual tanto en el uso industrial o
doméstico se requiere buscar alternativas que permitan un aumento en el
rendimiento energético y una disminución de las pérdidas por respuestas
tecnológicas no apropiadas. El uso irracional de la energía es uno de los
problemas ambientales de las ciudades, muchas son las causas pero vale la
pena resaltar aquellas que son susceptibles de mejorar con acertados procesos
de planificación.

Desde una perspectiva ambiental, el manejo equilibrado del consumo energético
per cápita es definitivo para la sustentabilidad de los centros urbanos, esto
significa el equilibrio en los niveles tolerables de consumo, reciclaje de desechos,
y alternativas tecnológicas limpias y eficientes. Sin una mayor eficiencia
energética es imposible pensar en satisfacer las necesidades de la población,
mientras se conserva la capacidad productiva de la naturaleza para el futuro. Las
megaciudades son totalmente ineficientes en este sentido. La escala urbana no
apropiada, repercute en un mayor consumo energético en los desplazamientos,
en el agotamiento de las fuentes energéticas del entorno al no poder responder
satisfactoriamente a la demanda, en pérdidas no registradas por incapacidad de
control de las fuentes y daños por sobreuso o saturación de la infraestructura.

La producción y el consumo de energía tienen impactos importantes sobre el
medio ambiente. En este sentido, las medidas correctoras implican sobrecostos
finales para la producción de bienes y servicios. La contaminación del suelo, el
aire, el agua y la pérdida de áreas de valor ecológico son costos que asume
finalmente el consumidor por el aumento del precio además de los costos
sociales y los efectos intangibles. Los cambios en las actitudes de consumo con
conductas derrochistas, la búsqueda de procesos de reciclaje energético, el
desarrollo científico y tecnológico para la producción de energías alternativas y
limpias, se constituyen en prioridad para el desarrollo sostenible de las ciudades.

De la capacidad tecnológica para transformar los ecosistemas de los que se
abastece la ciudad, depende en gran medida la sustentabilidad. Para medir el
impacto ambiental de los centros urbanos se requiere además de información
sobre su relación con el sistema natural, conocer las tecnologías especificas que
se utilizan para la producción de bienes y servicios, vale la pena estudiar las
relacionadas con la construcción de la ciudad. La perfección y adecuación
tecnológica permite reducir el impacto y racionalizar el uso de los recursos,
aunque se conserve la demanda en aumento.

De todos los factores determinantes, población, consumo y tecnologías, desde el
punto de vista de la complejidad del manejo de un sociosistema complejo como
el urbano, cuenta también la posibilidad de gestión y gobierno donde se
determinan las políticas de desarrollo ambiental. Igualmente, la importancia que
tiene el determinado ecosistema y sistema económico en el que se inscribe el
asentamiento.

El uso y transformación del sistema natural y sus recursos, la modificación o la
creación de tecnologías para la producción y construcción de ciudad, las
condiciones ambientales en que vive o pretende vivir la población y los símbolos
con que se expresa y comunica, se manifiestan social y espacialmente en ese
territorio cultural que llamamos ciudad.

Desde el punto de vista ambiental, la creación de espacios urbanos cada vez
más grandes está relacionada con el dominio tecnológico de espacios
geográficos diferentes y, por tanto, con la modificación de múltiples ecosistemas.
Por esta razón, al analizar su relación con la problemática ambiental se deben
tener en cuenta la plataforma tecnológica construida, y la capacidad real para
elaborar a través de ella, los medios artificiales para una adecuada sustentación
de las actividades económicas y sociales. Esta consideración debe tener en
cuenta los límites de la densidad poblacional en concordancia con la calidad de
vida urbana.

Al estudiar la capacidad de renovación y avance tecnológico necesarios para
responder acertadamente a procesos acelerados de crecimiento de la población
urbana y concentración de recursos, es necesario tener en cuenta la
renovabilidad y manejo de los recursos ecosistémicos. La ciudad como centro de
acumulación de recursos produce impactos en la más alejadas regiones. Cuando
se analizan los procesos de expansión de las áreas urbanas, sobre todo
metropolitanas, en función de las tecnologías prevalecientes para la construcción
del hábitat y la provisión de servicios, puede comprobarse que son
extraordinariamente despilfarradoras de espacio y de recursos. En este sentido,
el impacto que pueda tener la población urbana sobre el medio ambiente
depende tanto de factores socio-políticos y de distribución de los recursos
naturales como de aspectos tecnológicos.

La participación de la industria de la construcción en la economía de los países
pobres es fundamental, hasta tal punto que cada gobierno latinoamericano lo
incluye en sus estrategias de desarrollo en los momentos de crisis recesivas. Es
así como el capital vinculado a este sector es uno de los mayores generadores
de riqueza y de empleo directo e indirecto, con una alta velocidad de retorno y un
gran poder de redistribución de sus beneficios. Estas ventajas estratégicas, sin
embargo, están relacionadas con su estrecha vinculación con la producción
artesanal, con una demanda potencial alta, y una amplia base de la población
vinculada al sector, condiciones que no siempre son compatibles con las
costosas tecnologías de punta, utilizadas por la gran industria.

Por esta razón, aunque la técnica se convierte en fundamento real para lograr un
mejor equilibrio ambiental, la aplicación de sistemas de producción altamente
industrializados no parece estar al alcance de los países pobres, y por
consiguiente, son pocas las acciones planificadas en este sentido. Para el caso
que nos ocupa, es tan significativa la carencia de sistemas de prefabricación
integral propios que permitan un mejor uso tecnológico de los recursos locales en
busca de una construcción racional de la ciudad, como la imposibilidad de aplicar
los existentes en el mundo desarrollado, sin sacrificar los empleos aplicados a la
construcción más tradicional, ni la calidad espacial y ambiental del hábitat. La
razón se puede atribuir en gran parte a la falta de bases económicas sólidas para
el desarrollo de proyectos a gran escala, que respondan a las necesidades
crecientes de los entornos urbanos.

Si bien, es importante resaltar las experiencias tecnológicas en las cuales se
busca aprovechar las potencialidades locales aceptando una realidad vigente,
como es el caso de proyectos de cualificación del hábitat en sectores marginales
de casi toda América Latina, debe prevenirse sobre su aplicación indiscriminada
en contextos diferentes, sin antes utilizar métodos de evaluación que incluyan los
aspectos de interés, económico y ambiental, aplicados al sistema constructivo,
tales como, disponibilidad de la materia prima en el medio, costo energético del
material y su comportamiento frente al clima, durabilidad y disminución de los
desperdicios. Hay que tener en cuenta también los aspectos relacionados con
producción y empleo, balance entre costo de construcción, materiales y mano de
obra.

La vida útil de la construcción, esperada en función del dinamismo de los
cambios sociales, es otro factor que poco se considera, y sin embargo, es causa
corriente de pérdida de recursos valiosos. Hay que preguntarse además, cuales
serán las condiciones que en el largo plazo hagan más eficientes y creativos los
sistemas tecnológicos utilizados en la construcción de la ciudad, puesto que, a
pesar de que la adaptación tecnológica tradicional ha estado acompañada de la
asimilación de técnicas avanzadas, no siempre corresponden a las formas
culturales del país. Es necesario buscar el equilibrio, para superar las
condiciones de deterioro urbano y cubrir los déficit de cantidad y calidad del
hábitat.

Las perspectivas para lograr un equilibrio tecnobiológico de la construcción en
estos países, parece ser la tecnificación progresiva de los procesos constructivos
de la ciudad, sin reducir la composición democrática del capital vinculado y la
estandarización progresiva de productos. La primera, debe partir de la aplicación
de sistemas de diseño basados en un desarrollo propio, puesto que no es posible
solucionar los problemas con respuestas prestadas que corresponden a
necesidades de índole diferente, y que están en función, tanto de las variables
físicas del medio, como del desarrollo socio-económico que cubre una amplia
gama de exigencias funcionales. La segunda, busca lograr un mayor confort
urbano con eficiente gasto energético y ahorro en materias primas por
eliminación de los grandes desperdicios de la construcción tradicional, así como
la manera de facilitar procesos socialmente difundidos, tales como la
autoconstrucción, la autogestión comunitaria y la construcción progresiva, que se
han constituido en mecanismos de adquisición de vivienda para la mayoría de la
población en nuestras ciudades.

Para el caso de la vivienda, es indiscutible que ésta se constituye en el servicio
básico configurador del espacio urbano, con un aporte importante de la llamada
"vivienda de interés social". Esto no significa que este hábitat se construya con
una cierta intencionalidad ambiental. Por el contrario, gran parte de estos
sectores se configuran sin fijar un mínimo de condiciones que establezcan
progresivamente el mejoramiento de la calidad de vida y menos aun la calidad
ambiental.    No se trata de construir nuevos barrios donde se asiente
"marginalmente" un amplio número de pobladores, sino, de garantizar que a
través de un adecuado diseño urbano se obtenga el mejoramiento paulatino de la
calidad de vida, valorando las respuestas espaciales, sin caer en el populismo o
el folklore.

Por lo tanto, la apropiación tecnológica de los recursos es determinante para
estudiar la problemática ambiental de un sistema tan complejo como el urbano, la
tecnología utilizada en la construcción de la ciudad determina en gran parte la
calidad ambiental urbana. En este sentido, podría decirse que el desarrollo
urbano dependerá de la forma como se relacionen la tecnología, el ecosistema y
el sistema socioeconómico en el que se inscribe el asentamiento. Es necesario,
por lo tanto, determinar los umbrales de tolerancia del ecosistema y la capacidad
de autorregulación en directa dependencia de los sistema tecnológicos utilizados
por la construcción urbana. Igualmente, la tecnología empleada para la
producción de bienes y servicios debe considerar la contaminación generada
durante la producción para estimar el impacto a través del tiempo. Ello implica la
necesidad de observar los cambios porcentuales entre la población y el
consumo, de acuerdo con la tecnología utilizada.
La técnica es un instrumento que permite llevar a cabo la práctica constructiva
basada en una realidad concreta ecosistémica, económica, y social, y que busca
satisfacer las necesidades materiales de una determinada comunidad. La
aplicación de técnicas avanzadas en el transporte e infraestructura vial de las
ciudades para racionalizar el uso del servicio, y la determinación de principios
técnicos, requiere de tipologías estructurales flexibles que puedan articularse al
sistema natural. Estos aspectos prioritarios aún no se han estudiado desde la
perspectiva del diseño urbano.

La importancia de la práctica urbanística y arquitectónica en la construcción
tecnológica de la ciudad es definitiva. El desarrollo tecnológico se refleja en la
configuración del ambiente y para el caso de la ciudad se expresa en la
arquitectura, la infraestructura y el diseño industrial. La tecnología no se puede
constituir en un objeto en sí mismo, ni puede ser ajena al proceso de
transformación económica y ambiental de la ciudad. Es más bien el soporte
material de esta construcción.

1-3-3-1-Las Fuentes Energéticas

La productividad creciente para la satisfacción de las necesidades humanas
requiere de un crecimiento igual o superior de las fuentes energéticas que
posibilitan el desarrollo. En efecto, el crecimiento energético es superior
mundialmente al crecimiento poblacional o de la producción agrícola. Mientras la
población crece al 2% anual y la productividad agrícola llega quizás al 3%, el
consumo de energía está creciendo al 7% anual. En 12 años se duplicará la
demanda de petróleo en Estados Unidos ya excesiva con relación a la demanda
mundial.

Pero la energía actualmente utilizada por el hombre también tiene un límite. La
industrialización comenzó su carrera vertiginosa a finales del siglo XVIII con la
explotación intensiva del carbón para la producción del vapor. Sin embargo,
durante el siglo pasado y sobre todo en el presente, las fuentes petrolíferas han
reemplazado en gran parte al carbón como fuente primaria de energía. La
energía nuclear aún no aparece en el horizonte en forma segura y predominante.
Todavía para 1985, el porcentaje de consumo energético nuclear será del 1%
con relación a las otras fuentes de energía. El petróleo seguirá dominando el
panorama energético durante muchos años, y las fuentes empiezan a dar signos
de agotamiento.

El petróleo, en un futuro no muy lejano, extraído de las pizarras asbésticas o
arrancado al mar con altos costos de producción será un producto caro y, por lo
tanto, consumible solamente por los países ricos. Con ello se ampliará
posiblemente la brecha entre países ricos y pobres ya de por sí inmensa, si se
tiene en cuenta que los Estados Unidos consumen las tres cuartas partes de las
fuentes energéticas mundiales.
En Estados Unidos circula un vehículo por dos habitantes y cada pareja puede
ver su propia pantalla de televisión y utilizar su propio aparato telefónico. Europa
no está muy por debajo de esta cifra pero al menos conserva una proporción
más sensata entre población humana y aparatos técnicos. Los automóviles se
empiezan a utilizar ya no por su valor de uso, sino por prestigio social, como
sucedía anteriormente con la tierra o las altas torres de las familias señoriales del
Renacimiento.

El uso irracional de la energía es uno de los principales problemas ambientales
de las ciudades. Muchas son las causas de este fenómeno, pero vale la pena
resaltar aquellas que son susceptibles de mejorar con acertados procesos de
planificación. La escala urbana no apropiada repercute en un mayor consumo
energético debido a la mayor distribución del flujo energético. Hay que añadir las
pérdidas no registradas por incapacidad de control de las fuentes y por daños por
sobreuso o saturación. Las medidas correctoras implican, sin duda, sobrecostos
para la producción. Las actitudes de consumo derrochistas, la ausencia de
procesos de reciclaje y el poco desarrollo científico y tecnológico que existe
sobre otras fuentes alternativas de producción energética, son aspectos que
repercuten en el irracional consumo energético de los asentamientos urbanos.

Las actitudes de consumo se constituyen en fundamento para lograr sistemas
tecnológicos eficientes, que conduzcan a satisfacer las necesidades de la
población. Sin embargo, la sola racionalización del consumo parece no se ser
una medida suficiente. Es necesario atender también a las fuentes energéticas.
Desde el punto de vista ambiental sería muy distinta una ciudad abastecida con
fuente solar al modelo actual regado con petróleo. Igualmente, los impactos
deberán medirse de acuerdo con la información existente sobre tecnologías
específicas utilizadas para la producción de bienes y servicios. En el caso de las
ciudades vale la pena estudiar las relacionadas con la construcción de la ciudad;
la perfección y adecuación tecnológica permite reducir el impacto y racionalizar el
uso de los recursos energéticos, aunque se conserve una demanda en aumento.
De hecho, generalmente, los constructores no tienen en cuenta en sus cálculos,
el ahorro energético.

la capacidad real de sustentación del entorno en el que se ubica el asentamiento,
depende del contexto ambiental concreto que incorpora las tecnologías y los
recursos que se utilizan para la construcción de la infraestructura y para la
prestación de servicios, igualmente, la forma como se presenten las relaciones
sociales de producción determinan la posibilidad de una mejor calidad de vida
urbana, es fundamental tener en cuenta tanto la estructura de la producción
como los límites ambientales de la misma.

En este sentido, el problema ambiental no se refiere solamente a la explotación
desmedida de los recursos, sino a su utilización social irracional, por lo tanto, es
necesario planificar la producción y el consumo porque a pesar de que en la
producción se crean las relaciones sociales, es en las disparidades en el
consumo tanto nacional como internacional, donde se sienten las
contradicciones. Para el análisis ambiental urbano no se podrán olvidar entonces
estas complejas relaciones, pues el conflicto se manifiesta en el marco físico de
las ciudades, en su segregación espacial y en el desajuste de su ámbito artificial
y natural.

1-3-4-MEDIO AMBIENTE. CIUDAD Y SÍMBOLO

Al indagar por el significado de lo urbano desde una perspectiva ambiental, se
encuentran posiciones contradictorias. Para un significativo número de autores,
la ciudad es sólo un espacio consumidor de energía y productor de desechos; en
este sentido, las referencias a lo urbano están signadas por los calificativos
apocalípticos. Para otros, prima la ciudad, sin considerar las afectaciones que
sobre la calidad de vida de los pobladores urbanos tienen los esquemas
impuestos para un irracional consumo energético, la carencia de sistemas
tecnológicos de reciclaje de residuos y la segregación socioespacial que
desvirtúa la esencia de ese complejo espacio colectivo. En este sentido, se
plantean objetivos de sostenibilidad, sin reflexionar sobre el cambio cultural
requerido para esa nueva propuesta urbana.

La historia de la ciudad es la de las sociedades enfrentadas a los retos que cada
momento histórico les depara, con los instrumentos tecnológicos, las relaciones
de producción, los recursos naturales, las aspiraciones personales y sociales, la
ideología y el arte. Con el uso de la tecnología se alcanzaron logros
insospechados para las sociedades precedentes y a su vez se generaron nuevos
y crecientes problemas que no siempre pudieron superarse. Las primitivas
técnicas de los hombres precolombinos les permitieron desarrollar grandes y
bellas ciudades, a pesar de lo cual la América Prehispánica vio su decadencia y
desaparición por causas no siempre atribuibles a la colonización española.
Hasta las grandes ciudades pertenecientes a sociedades cuya desaparición o
decadencia se ubica a lo largo de la historia, constituyen un ejemplo de lo que
puede acontecer en la escogencia de modelos de "desarrollo" inadecuados a las
propias condiciones históricas.

La importante respuesta particular dada a las ciudades precolombinas en las
distintas regiones de América Latina es neutralizada a partir de la colonización
española. En líneas generales la tendencia reestructuradora de culturas
existentes, la sustitución por nuevos "valores" impuestos todos por el
colonizador, la homogeneización a escala continental de los modelos
urbanísticos y arquitectónicos contenidos en las Leyes de Indias y reproducidos
indiscriminadamente en todos los sitios, sin diferencias locales, iniciaron un
proceso de "unificación urbana" en la que sólo quedarían marcadas las
diferencias locales provenientes de las preexistencias culturales y de las
particularidades ecológicas y/o aquellas determinadas por la significación social y
económica que asumía cada ciudad.
Las ciudades coloniales desempeñaban funciones bien concretas: punto de
entrada y salida de los productos europeos y de los metales o materias primas
americanas, centros de poder político, religioso, militar y administrativo, con
existencia de algunas funciones productivas como la artesanía pero de carácter
bastante reducido. "A partir de la jerarquía fijada por las funciones, en la ciudad
se estructura una jerarquía piramidal de espacios significativos, desde el centro a
la periferia. Dentro de esta estructura sobresalen los edificios particulares
identificados con una función específica: el fuerte, la iglesia, el cabildo, el palacio
del gobernador. En estos edificios mas que una exteriorización simbólica se
manifiesta una exteriorización funcional acentuada por el grado de desarrollo de
la cultura y de los recursos disponibles de la sociedad que los produce.

A lo largo del siglo XIX, la emancipación del continente y la formación de las
burguesías nacionales, tienden a suplantar la influencia española por la
asimilación de los modelos provenientes de otros países europeos, básicamente,
Francia e Inglaterra. La transformación a escala ambiental no se refleja hasta
fines del siglo, y en algunos casos la variación a escala urbana es una variación
de estilo, que no cambia en principio la homogeneidad ambiental. Hay un cambio
de diseño en cuanto a lo tipológico pero se mantiene la base funcional y
conceptual, inclusive se hacen más evidentes dentro de la estructura urbana.

La mano de obra local incide como elemento diferenciador y se constituye en el
factor que prolongará las tradiciones y determinará el mestizaje entre la cultura
europea y la cultura indígena popular. Esta diferenciación se produce en el plano
estilístico mas que en la estructura conceptual de base de las ciudades. La
homogeneidad queda establecida en el trazado urbano de cuadrícula, dentro del
cual se insertan la arquitectura y los materiales.

Este proceso de significación urbana a través de imágenes se presenta en
diferentes niveles, de acuerdo con los elementos que lo estructuran. Así, en la
ciudad pueden identificarse objetos o lugares de significación colectiva que
transcienden los límites de los propios habitantes; se trata de los elementos
primarios, los de mayor significación, entre los que se cuentan los monumentos
artísticos e históricos de carácter patrimonial. Estos llegan a constituir una
supraimagen o especie de mapa mental, cuya concreción física constituyó un
paradigma en el Período Barroco. El plan de Fontana y Sixto V para integrar los
monumentos cristianos, por medio de obeliscos egipcios a manera de mojones,
obedeció a este deseo, en cuanto tenía la función práctica de orientar a los
peregrinos en la capital del Catolicismo. En otro nivel se presentan los hitos
urbanos que sólo adquieren significación para los lugareños, y en un orden no
necesariamente decreciente, los espacios públicos, hasta llegar a los elementos
de menor grado de significación, que generalmente se ubican en un territorio
restringido al barrio o a las áreas privadas.
Estos símbolos urbanos constituyen paradigmas individuales y colectivos, por
medio de los cuales se crea una imagen personalizada del espacio urbano,
diferenciada por niveles educativos o por características de edad, sexo, religión y
origen, con lo cual se crean límites territoriales de carácter personal. Las
imágenes urbanas, por tanto, están sometidas a variaciones de acuerdo con la
percepción individual, la cual se encuentra en puntos comunes con la de otros
individuos, hasta construir imágenes nodales que constituyen la memoria
colectiva. Por esto, aunque no es posible la identificación de una imagen única y
verdadera de la ciudad, se puede reconocer un sistema simbólico coherente que
opera para una colectividad, determinada por un territorio.

El carácter de este territorio mental simbólico lo ilustra Armando Silva en el
siguiente texto: "El territorio fue y sigue siendo un espacio donde habitamos con
los nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocación del futuro
permiten referenciarlo como un lugar que aquel nombró con ciertos límites
geográficos y simbólicos. Nombrar el territorio es asumirlo en una extensión
lingüística e imaginaria; en tanto que recorrerlo, pisándolo, marcándolo en una u
otra forma, es darle entidad física que se conjuga, por supuesto, con el acto
denominativo".

Esa territorialidad individual y familia corresponde a una demarcación de los
límites de lo privado en un ámbito cotidiano, pero existe así mismo un territorio
colectivo, que está implícito en la centralidad urbana y sustenta el reconocimiento
del espacio público, de los valores patrimoniales urbanos y de la memoria
colectiva.

Se exige pues, un acto colectivo de carácter simbólico para la creación del
territorio urbano, acto que se materializa a través de la historia, en las
ceremonias de fundación de ciudades, en la asignación de patronos (próceres y
santos) en la creación de obras y monumentos públicos y en sus inauguraciones
multitudinarias. Como lo afirma Fabio Botero Gómez "Desde cinco o seis milenios
atrás el mundo mediterráneo, desde Palestina hasta Iberia, del Alto Nilo al Ponto
y del Atlas a los Alpes, ha girado esencialmente alrededor de la ciudad como
ente social básico y este hecho es de tal trascendencia que ha pasado al
lenguaje institucional y cultural en forma ampliamente conocida: Polis, Política,
Urbs, urbano, Urbanidad, Civitas, Civilización, Civil, Civismo. A diferencia del
norte, tribal hasta épocas muy recientes (en términos de la historia) el mundo
mediterráneo institucionalizó el hecho urbano y lo convirtió en la piedra angular
de su evolución histórica y cultural."

La aprehensión de las imágenes urbanas se ha intentado por medios visuales
diferentes: la pintura, la fotografía, el cine, y por las disciplinas que se ocupan de
lo urbano en conjunción con la sicología. Un ejemplo lo constituye la Teoría de la
Gestalt en Alemania, o la obra de Kevin Lynch "Imagen de la Ciudad". En
ocasiones se ha obtenido por estos medios, resultados destacados que han
revelado parte de la esencia misma de la ciudad. Sin embargo, el medio que ha
mostrado la ciudad en forma más integral ha sido la literatura. Ella no limita su
objeto a fenómenos funcionales o a su estructura física. Por el contrario, puede
penetrar más profundamente en sus aspectos simbólicos que constituyen
verdaderas imágenes de la ciudad, con su expresión a través del lenguaje. De
esta manera, la literatura es capaz de transmitir una visión tan completa y tan
rica como la capacidad misma de su autor lo permita, pero será reconocida por
cada uno de los lectores de acuerdo con su propia sensibilidad, apoyado por
recuerdos que lo vinculan al sitio.

La comprensión simbólica de la ciudad no se limita al mapa mental elaborado a
partir de los elementos de mayor significación; cada elemento urbano en su
contexto es capaz de transmitir múltiples significados en su interacción con los
ciudadanos. Existen en la ciudad símbolos de poder, de gobierno, religiosos o
de estatus, que no son exclusivos de los sectores de estrato alto, pudiendo
reconocerse aún en los barrios más apartados y de menor estrato económico.
De esta manera se forma una serie de signos codificados que sustentan la
elaboración de estas imágenes al asociarse en categorías que definen territorios
diferenciados.

Los símbolos conforman una guía estructurada que puede ser percibida por
todos y que condiciona el uso de los espacios urbanos, de esta manera se
construye la territorialidad que es quizá la base misma del carácter urbano del
espacio citadino, más aun que el tamaño físico. Pero esta condición no está
exenta de conflictos.

El primero es la segregación urbana referida no solo al lugar de residencia de la
población o a la separación de las actividades industriales, comerciales y
financieras, sino al uso diferenciado del espacio público, con el establecimiento
de dominios donde los grupos sociales no se mezclan o lo hacen sólo
eventualmente. Esto se presenta muchas veces como una segregación mucho
más evidente que aquella producida por los fenómenos propios de la explotación
de la renta del suelo urbano, a los cuales se atribuyó gran parte de los males de
la ciudad a partir de los enfoques marxistas.

Los frecuentes conflictos en nuestras ciudades por causa de los vendedores
ambulantes en algunas áreas del centro urbano que son apropiadas por otros
sectores como el empresarial, bancario, etc. seguramente no se presentarían si
esta ocupación del espacio se produjera en sectores de la ciudad más afines
económicamente con los agentes dedicados a esta actividad, así se tratase de
áreas igualmente públicas. El comercio general que se ubica preferencialmente
en los lugares de mayor confluencia urbana, suele utilizar estrategias para llamar
la atención de los transeúntes por medio de vitrinas que transmiten mensajes
diferenciados para cada grupo de usuarios.

Corrientemente las personas se auto-restringen de ocupar áreas que han
adquirido determinadas connotaciones. Así surgen los lugares frecuentados por
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El medio ambiente urbano. ensayo teórico

  • 1.
  • 2. El Medio Ambiente Urbano (Ensayo versión preliminar 1996) Por: Augusto Ángel Maya y Luz Stella Velásquez Barrero Grupo de Estudios Ambientales Urbanos GEA-UR Colombia Introducción En Colombia, se empieza a plantear una nueva forma de interpretar la ciudad, desde la perspectiva ambiental. El Programa Nacional de Estudios Ambientales Urbanos inició en 1992 una continua reflexión sobre la temática. Actualmente, el programa articula un gran número de investigadores de todo el país y sus propuestas y modelos han trascendido las esferas políticas y gubernamentales hasta llegar a participar en diseño de la política ambiental para los asentamientos humanos en Colombia. También, se iniciaron estudios de caso que permitieron construir propuestas teóricas y metodológicas para abordar la problemática ambiental urbana del país y dar así las bases para la gestión ambiental de los asentamientos humanos. El estudio de caso Manizales sentó las bases para una propuesta de ciudad ambiental que hoy se encuentra en proceso de construcción: el Biomanizales. Del contacto directo con la problemática urbana, mediante práctica de investigación en la ciudad de Manizales- Colombia, y con el apoyo del Grupo de Estudios Ambientales Urbanos de la ciudad, el GEA-UR, se logró con participación en el Consejo Territorial de Planeación Municipal, aportar en la consolidación de un proceso de gestión ambiental local que se integró al Plan de Desarrollo Municipal en la propuesta de la BIOCIUDAD. Esta integración de la investigación - gestión, permitió conocer las características ambientales de la ciudad para definir estrategias que buscan mejorar sus condiciones de habitabilidad. Igualmente, avanzar en la gestión del desarrollo sostenible del municipio, articulado a la región. El propósito fundamental de este trabajo es el de avanzar en una comprensión teórica y metodológica de la relación ciudad y medio ambiente y comentar una experiencia de gestión construida a partir de un modelo teórico de ciudad. Igualmente, motivar a los investigadores ambientales y urbanos a continuar pensando, discutiendo y proyectando la ciudad del futuro. Al indagar por el significado de lo urbano desde una perspectiva ambiental, se encuentran posiciones contradictorias. Para un significativo número de autores, la ciudad es sólo un espacio consumidor de energía y productor de desechos. REPETIDO PAG. 40 ===En este sentido, las referencias a lo urbano están signadas por los calificativos destructores y apocalípticos. Para otros, prima la ciudad, sin considerar las afectaciones que sobre la calidad de vida de los pobladores urbanos tienen los esquemas impuestos para un irracional consumo
  • 3. energético, ===la carencia de sistemas tecnológicos de reciclaje de residuos y la segregación socio-espacial que desvirtúa la esencia de ese complejo espacio colectivo. Por ello, muchas veces se plantean objetivos de sostenibilidad sin reflexionar sobre el cambio cultural requerido para esa nueva propuesta urbana. Para la ciudad de hoy, los postulados de racionalidad funcional en la distribución espacial y la "asepsia urbana" promulgados por el movimiento moderno, son cuestionados por la "crisis ambiental". No sabemos si la ciudad moderna, al menos en América Latina, es o no ambientalmente sostenible dentro de los actuales paradigmas económicos, tecnológicos y sociales. Esta crisis ambiental exige para la ciudad, alternativas distintas en procura de un mejor uso de los recursos naturales, tecnológicos y sociales. ======Desafortunadamente, existe una marcada tendencia a reducir la calidad ambiental de las concentraciones urbanas, al mejoramiento sanitario y a la solución de problemas de contaminación.==== Estos son factores fundamentales pero no únicos, sólo son una parte de la problemática. A esto se debe en gran parte, que todavía los modelos de desarrollo urbano desde una perspectiva ambiental continúen ligados a tendencias conservacionistas o de un "diseño ambiental" sustentado en la corrección de problemas de contaminación. Esto trae como consecuencia una planificación y ejecución de los proyectos inmersa en una marcada sectorización para la solución de los problemas. Aún no se concibe lo ambiental urbano de manera integral, es decir, en una relación que integre factores bióticos, productivos, tecnológicos, sociales, políticos y simbólicos. Esta separación no ha posibilitado soñar una nueva imagen urbana, y los paradigmas de mejores ciudades, como posibilidad de idear el futuro, reciben severas criticas desde un racionalismo planificador que los reta a desaparecer en un marco de desesperanza. Lo cierto es que, para lograr un desarrollo sostenible, el manejo integral de la calidad ambiental del espacio urbano se convierte en un requisito para recibir los beneficios que genera el intercambio cultural al poner el valor de los recursos escasos. Es indispensable la concentración de actividades y funciones para lograr la eficiencia energética en busca de conservar los recursos para las futuras generaciones. El mejoramiento de los niveles de bienestar de la población, depende en gran medida de una nueva idea de ciudad, que destaque la importancia ambiental y su planificación integral. Si regresan los paradigmas y las ideas de construir el futuro anticipadamente, se busca mejores desarrollos tecnológicos hacia una producción limpia, mayores niveles de producción de bienes y servicios, mejores espacios para la vida ciudadana y mayor eficiencia y compromiso en la gestión urbana. Probablemente, hacia ese futuro lo "urbano" no será censurado, por el contrario, existirán nuevas opciones articuladas al avance tecnológico logrado hoy por las comunicaciones y la informática.
  • 4. La comprensión y el conocimiento del proceso de transformación de la ciudad en la búsqueda de una visión integral y dinámica, posibilitará respuestas creativas hacia la construcción de "Utopías realizables". Para ello, es necesario conocer el contexto cultural que sustenta la nueva propuesta. La acertada observación de la realidad es indispensable y el reconocimiento de la legitimidad de lo urbano será el punto de partida a su concreción. En este caso, la ciudad deberá tomarse como herramienta para construir el nuevo equilibrio, donde los valores existentes (naturales y artificiales) sean aceptados, no para ser defendidos y protegidos sino para ser interpretados y reelaborados según las nuevas necesidades sociales. Hoy, se requiere explorar las posibilidades de nuevos paradigmas para construir una ciudad que responda integralmente a las exigencias del desarrollo urbano sostenible. La posibilidad de aproximación veraz y objetiva a la solución de los problemas del hábitat humano, insertos en un mundo cuyos factores se sobreponen, multiplican e interactúan constantemente, depende igualmente de la perspectiva integral e interdisciplinaria con que se piense e intervenga la ciudad . Visiones unilaterales producirán igualmente soluciones incompletas y parciales. Soñar una nueva ciudad es una buena alternativa, construirla es un reto. Este trabajo presenta una primera reflexión sobre los principales aspectos conceptuales de la relación ciudad y medio ambiente, caracteriza ambientalmente la ciudad de Manizales, integrando los aspectos ecosistémicos, urbanos y de gestión y propone la construcción de un modelo de ciudad ambiental que será aplicado en un proceso continuo de investigación - gestión. Los elementos aquí planteados sólo pretenden ser la base para un proceso dinámico de investigación ambiental urbana, reconociendo los límites para abarcar los componentes de esa compleja estructura que es la ciudad moderna. De hecho, falta mucho todavía para llegar a certezas científicas o hipótesis consolidadas. Las ciencias ambientales apenas están iniciando su formación y el peso de la tradición en las formas de investigación, dificulta el avance hacia una concepción interdisciplinaria de sistemas complejos, como el urbano. PRIMERA PARTE 1. MARCO TEÓRICO DE LA RELACIÓN MEDIO AMBIENTE Y CIUDAD Para quien haya transitado por los métodos del urbanismo, puede parecer una incongruencia que se establezca una relación entre la perspectiva ambiental y el análisis urbano. Para la opinión común, el problema ambiental no pasa de ser una preocupación de los biólogos, o quizá de los ingenieros ambientales. Por otra parte, se piensa frecuentemente que el problema ambiental surge con la industria moderna, y que éste debe ser una preocupación de los movimientos conservacionistas. A su vez, la planificación urbana pocas veces ha integrado
  • 5. en sus procesos de gestión la dinámica ambiental, privilegiando las racionalidades económicas y políticas. Si bien, desde el urbanismo se ha estudiado la ciudad , recogiendo el avance de las ciencias sociales y "naturales”, incorporando aspectos que en un principio no eran percibidos como referentes o causas de las transformaciones urbanas, la incorporación de la dimensión ambiental en los métodos de análisis urbano es todavía incipiente y el estudio de la ciudad desde la perspectiva ambiental apenas comienza . El hecho de que la perspectiva ambiental reclame su propia manera de percibir la dinámica urbana, no se debe al influjo de una moda cultural pasajera, sino a la convicción de que las formas de organización social están íntimamente vinculadas a la transformación tecnológica de los ecosistemas. En este sentido, la problemática ambiental de los asentamientos humanos, es un reto para las prácticas tradicionales de investigación, gestión y planificación. La ciudad ambiental se vislumbra como una posibilidad para lograr el desarrollo sostenible. La perspectiva de análisis ambiental de la ciudad plantea un campo interdisciplinario de análisis, sin pretender reemplazar o cubrir el objeto de estudio de las distintas disciplinas que confluyen en la investigación urbana. Este nuevo enfoque requiere de un esfuerzo de intercomunicación y acción conjunta entre miembros de los distintos saberes, por ello, la investigación ambiental urbana debe buscar la construcción conceptual y metodológica en un dialogo permanente entre las diversas disciplinas que se integran alrededor del conocimiento de los asentamientos humanos. Desde el punto de vista ambiental, la creación de espacios urbanos cada vez más grandes está relacionada con el dominio tecnológico de espacios geográficos diferentes y, por tanto, con la modificación de múltiples ecosistemas. Por esta razón, al analizar su relación con la problemática ambiental se debe tener en cuenta, la plataforma tecnológica construida y la capacidad real para elaborar a través de ella, los medios artificiales para una adecuada sustentación de las actividades económicas y sociales. Esta consideración debe atender a los límites ambientales de la densidad poblacional en concordancia con la calidad de vida urbana. Para responder ambientalmente a los procesos acelerados de crecimiento de la población urbana es necesario que las soluciones incorporen tanto la capacidad de renovación de los recursos naturales como la posibilidad de optimizar los recursos tecnológicos para la construcción de los asentamientos humanos. Cuando se analizan los procesos de expansión de las áreas urbanas - sobre todo metropolitanas- en función de las tecnologías prevalecientes para la construcción del hábitat y la provisión de servicios, puede comprobarse que son extraordinariamente despilfarradoras de espacio y de recursos. La ciudad de hoy como centro de acumulación de recursos en un proceso de internacionalización de la economía produce impactos en la más alejadas regiones. En este sentido, el impacto que pueda tener la población urbana sobre el medio ambiente
  • 6. depende tanto de factores económicos, socio–políticos y tecnológicos, como del manejo, transformación y apropiación de los recursos naturales. En la ciudad, la relación entre estructura natural y estructura construida no es estática, este proceso se manifiesta en un "nuevo equilibrio" que establece cambios continuos, donde el diálogo con el contexto crea nuevos significados. Del acierto de esta interrelación depende en gran medida la lectura, interpretación y conocimiento del entorno y el territorio. La calidad de lo urbano desde el punto de vista ambiental depende de lo acertado del intercambio entre lo natural y lo construido, teniendo en cuenta las relaciones de tipo espacial y emocional que se establece con el medio y el significado cultural que puedan tener. La ciudad es expresión de la relación dinámica entre el ecosistema y la cultura que la construye, pero esta relación no se constituye por principio en una relación negativa. Respuestas creativas definen y reafirman la ventaja de la concentración urbana en la construcción y reconstrucción de la cultura. Si bien, la cultura urbana no puede seguirse construyendo a expensas del detrimento del ecosistema, tampoco logrará hacerlo en armonía con él. Esas son condiciones propias del dinamismo que generan el intercambio cultural y los procesos de adaptación tecnológica, y que sirven para reconocer esa relación de conflicto en la búsqueda de un nuevo equilibrio dinámico. Para que las ciudades permanezcan vivas requieren crear su propio equilibrio dentro de ese nuevo orden tecnológico, un nuevo orden que responde a particularidades culturales creadas en la interacción con el ecosistema producto de procesos adaptativos. Por lo tanto, en estos sistemas artificiales creados por el hombre, ya sean agrícolas, urbanos o industriales, el nuevo equilibrio ya depende de las condiciones artificiales incorporadas por la actividad humana y del establecimiento de los límites tecnológicos que permitan la continuidad de los sistemas vivos. Hoy, la urbanización se ha convertido en la tendencia demográfica dominante, por ello, la intervención ambiental en la construcción del hábitat es prioritaria. Las ciudades pueden llegar a ofrecer una mayor eficiencia, por ser el producto de la concentración de servicios, actividades y alternativas económicas, por posibilitar el intercambio y por ofrecer mejores condiciones para el disfrute colectivo del espacio. En este sentido, la importancia de la estructura urbana para el avance en los procesos de producción, el intercambio tecnológico, el crecimiento económico y el desarrollo cultural, es protagónica . 1.1. ECOSISTEMA Y CIUDAD Reflexionar sobre el hecho urbano en su perspectiva ambiental, nos conduce necesariamente a entender la dinámica relacional de un sistema complejo
  • 7. signado por determinaciones culturales, donde, el hombre en sus procesos de adaptación tecnológica regula el equilibrio de los nuevos sistemas artificializados. Si bien, la ciudad como construcción del hombre pertenece al campo de la cultura, su comprensión ambiental sólo podrá darse en la medida en que se analice en su relación con el ecosistema que la sustenta. En este sentido, es fundamental establecer la diferencia entre equilibrio ecosistémico y equilibrio cultural. A partir de allí, comprenderemos por qué la ciudad no puede analizarse como si fuese un ecosistema, y por qué, del análisis urbano, no pueden suprimirse las manifestaciones culturales como producto de la relación e interdependencia de la ciudad con el medio ecosistémico. El hombre se separa del ecosistema, construyendo sus propias reglas de alimentación, para ello necesita transformar radicalmente las leyes que regulan el traspaso energético y alterar consecuentemente las cadenas tróficas y las leyes que regulan el equilibrio ecosistémico. El hombre altera los flujos energéticos, recurriendo principalmente a los depósitos acumulados por la biomasa en períodos anteriores y los introduce en diferentes momentos del proceso. En esta forma, es el hombre quien empieza a regular el equilibrio poblacional de los nuevos sistemas artificiales. Es necesaria una modificación terminológica para exorcizar los estudios urbano- ambientales del influjo del reduccionismo biologista. Existen dos tendencias y dos peligros en la utilización de los términos y de la metodología biológica en las ciencias sociales. Si se traspasan mecánicamente, como lo intenta la primera ecología humana de los años treinta, se cae en un reduccionismo que no contempla las particularidades de las adaptaciones culturales. Si no se adoptan los métodos de estudio, sino simplemente se transportan acríticamente los vocablos, se cae simplemente en la confusión, que es lo que ha sucedido en el campo del ambientalismo. La propuesta debe plantearse a partir de presupuestos distintos. La crisis ambiental es un problema inherente a las formas adaptativas de la cultura. La naturaleza, antes de la intervención del hombre, había llegado a ciertos "equilibrios" en los balances energéticos y en la organización de los ciclos de los elementos materiales, que se han visto afectados por la intervención humana . Es eso precisamente lo que se quiso caracterizar con el nombre de "ecosistema" y es ésta una labor que intentó desarrollar la ecología biológica. El hombre entra con pleno derecho en el sistema natural, pero lo tiene a entrar con sus especificidades, su análisis no se puede reducir a los métodos de la física o de la biología. La ciudad es la construcción del hombre, es por lo tanto, un hábitat que pertenece al campo de la cultura. En este hábitat obligado del hombre, y altamente modificado, difícilmente podrán encontrarse las características propias de los ecosistemas naturales. Es un espacio de
  • 8. transformación tecnológica de los recursos, dentro de leyes diferentes a las que regulan el ecosistema. El concepto de ecosistema ha sido formulado desde la perspectiva biológica para definir las relaciones de los organismos vivos entre sí y con los elementos abióticos del entorno. Fue propuesto por el biólogo inglés Tansley hacia los años treinta, quien condensó en esta forma los esfuerzos científicos de quienes investigaban la trama de la vida desde el momento en que Darwin formuló las leyes de la evolución. El concepto de ecosistema incluye no solo la manera como se relacionan los elementos vivos, sino igualmente, la forma como entran en la construcción de la vida los elementos físico-químicos y los flujos energéticos. De esta manera, el concepto de ecosistema recoge las transformaciones de la materia-energía que evolucionan hacia la vida dentro de reglas precisas de funcionamiento. El ecosistema, por tanto, no es un modelo que sirva para analizar cualquier tipo de flujo energético, sino sólo aquel que se organiza en cadenas tróficas y en los ciclos bio-geo-químicos de los elementos materiales. Cuando se aplica a otros sistemas energéticos, como los sistemas tecnológicos organizados por el hombre dentro de leyes distintas de funcionamiento, el modelo pierde sus características y se torna tan general que se vacía de significado. Es importante analizar algunas de las diferencias entre los equilibrios ecosistémicos y los sistemas urbanos, así como los flujos de energía, la formación de escalas tróficas y los ciclos bioquímicos y al mismo tiempo los equilibrios que de allí resultan. En los sistemas tecnológicos, característicos de la ciudad, la energía manejada tecnológicamente depende cada vez menos de la fuente solar. La fotosíntesis se sigue dando en la agricultura, pero no en el hábitat urbano, en cuanto tal, a no ser en los pocos árboles y en los parques que se intercalan dentro de la red urbana. La ciudad depende cada vez más de la energía manejada por el sistema tecnológico. La revolución neolítica puso a funcionar al servicio del hombre las fuentes de la energía animal y la del viento. La revolución industrial moderna, sobre la que se basan los procesos de urbanización, depende del manejo de la energía fósil -carbón, petróleo y gas-. Esta energía depende indirectamente de la fuente solar, pero ya había sido reducida a energía orgánica y acumulada en los fondos de la tierra. Esta energía no es manejada según las reglas del ecosistema. Por la ley de la entropía no puede convertirse de nuevo en energía orgánica, y de hecho, sólo puede ser quemada para engendrar calor y ser dispersada en la atmósfera en sus elementos constitutivos: azufres, nitrógenos, carbonos. Moviliza al hombre, le da la posibilidad de alumbrar o climatizar su hábitat, mueve la inmensa infraestructura industrial y se dispersa por la atmósfera, ocasionando el aumento de los gases de invernadero. Quizá los impactos del desarrollo moderno sobre el equilibrio atmosférico son más visibles que los que desestabilizan los otros medios. El desarrollo industrial, con su alto consumo energético está afectando el balance adquirido por los
  • 9. procesos vivos a lo largo de millones de años. La actividad del hombre anterior a la revolución industrial, afectaba más visiblemente el suelo o los cauces de agua. El consumo energético era relativamente bajo y la dispersión rural de la población evitaba concentraciones peligrosas. Muy diferente es lo que sucede desde hace dos siglos. El inmenso consumo de carbón y petróleo, que ha servido como impulsor del desarrollo moderno y que ha permitido la concentración urbana, está empezando a desestabilizar el medio frágil de la atmósfera. Uno de los temas, por tanto, que es necesario estudiar en un análisis ambiental de la ciudad, es, sin duda, el flujo energético. La utilización de la energía crea problemas ambientales, precisamente porque no funciona según el modelo ecosistémico. La ciudad es el gran consumidor de energía y esta tiene efectos que no se reducen al casco urbano. El estudio ambiental de la ciudad lleva por tanto a examinar las consecuencias que la utilización de la energía puede tener en ambientes lejanos a través de la lluvia ácida o del efecto invernadero o el debilitamiento de la capa de ozono. Si el modelo de ciudad moderna está en crisis o no, se debe juzgar por efectos que muchas veces no están encerrados dentro de sus propios límites. El sistema de la vida se caracteriza ante todo por su diversidad. La economía del ecosistema es diferente y quizás contradictoria con la economía que regula la producción del hombre. Los ecosistemas han buscado el equilibrio a través de la biodiversidad. Al contrario de la estrategia utilizada por la evolución en la conformación de los ecosistemas, los sistemas tecnológicos tienden a la eficacia por la simplificación, es decir, por la disminución de especies y la mayor eficacia y rentabilidad de las mismas. Para cultivar estas especies domesticadas, sean vegetales o animales, el hombre necesita los recursos de suelo, agua y nutrientes. Existe, por lo tanto, una verdadera competencia entre los ecosistemas y los sistemas culturales urbanos organizados por el hombre, puesto que ambos dependen de los mismos recursos. Los sistemas urbanos, basados sobre procesos tecnológicos, tienden hacia una gran simplicidad que difícilmente se puede comparar con la biodiversidad. Son además, sistemas que no se regeneran a sí mismos, se extienden, pero no se reconstruyen. Una ciudad se hace posible en la medida en que se modifica un ecosistema. Las grandes ciudades, a su vez, dependen de la modificación de múltiples ecosistemas, de donde extraen sus recursos. Para analizar los aspectos ambientales de la ciudad, es necesario tener en cuenta la transformación inducida en los ecosistemas a través de la agricultura y otras actividades productivas que dependen de ella. La densidad urbana es posible en la medida en que depende de la extensión y de la intensidad tecnológica de la agricultura. Por esta razón, el segundo aspecto que es indispensable analizar es la relación campo ciudad. Aquí se puede observar de nuevo que los impactos ambientales
  • 10. de los procesos de urbanización no se pueden medir reduciéndolos al contorno urbano. La manera como funciona una ciudad, crea problemas ambientales consecuentes con el manejo tecnológico de los elementos. El hombre ha aprendido en forma muy lenta a reciclarlos. Lo hizo primero en la actividad agrícola, renovando los ciclos del nitrógeno y del fósforo para lograr mantener la fertilidad de los suelos, pero no ha aprendido todavía a manejar los desechos de la agricultura industrial y menos los de la ciudad. La dificultad que tiene el hombre para manejar los ciclos de los elementos tiene dos consecuencias principales: el agotamiento de los recursos y el fenómeno de la contaminación ambiental y de la producción de residuos sólidos. El problema ambiental ocasionado por el consumo excesivo de recursos y la falta de reciclaje, que afecta especialmente a las ciudades, se debe generalmente a concentraciones indebidas de algún elemento o compuesto en el tiempo o en el espacio. Ningún elemento es malo o dañino en sí mismo, sino por su concentración excesiva o porque está situado donde no le corresponde. Es posible que la especie humana y la mayor parte de los organismos vivos puedan seguir viviendo sin mercurio, sin cromo, sin níquel, sin plomo y sin cobre, pero lo que parece cada vez más difícil es que la vida pueda seguirse posibilitando con los niveles de contaminación y de basuras que alcanza la civilización moderna. Los elementos que no se reutilizan, simplemente se desechan y se descomponen penetrando como inyecciones venenosas en la trama de la vida. La contaminación con desechos ha sido un problema permanente del hombre a través de toda su historia, sobre todo en las culturas urbanas, muchas pestes se han originado en el mal manejo de los desechos. Sin embargo, el problema se ha aumentado de manera dramática durante el último siglo. Uno de los problemas ambientales más preocupantes de los que se trataron en la pasada Conferencia de Río de Janeiro, fue el de la acumulación de basuras y el manejo inapropiado de los desechos peligrosos. Especialmente dramática es la contaminación del agua. Ésta, cada vez más escasa, se está convirtiendo en elemento inservible para la mayoría de los usos humanos y para activar el proceso de la vida, debido a los niveles de contaminación. Una gran parte de los ríos y de los depósitos naturales y artificiales del planeta se ha contaminado durante el presente siglo. Estos niveles de envenenamiento no se habían registrado antes en la historia y son el producto en gran parte del desarrollo urbano. Por lo tanto, para el análisis ambiental de las ciudades, es necesario relacionar, no solo los elementos que entran y salen de la ciudad, sino también el impacto ambiental que los centros urbanos tienen sobre los ecosistemas regionales. La ciudad, en este sentido, rebasa el estrecho margen del perímetro urbano, por ello
  • 11. es necesario estudiar de dónde extrae la ciudad sus recursos alimenticios, minerales, energéticos e hídricos y dónde y en qué forma deposita los desechos. Para subsistir, el hombre necesita crear su propio equilibrio. Es el orden tecnológico, o mejor aun, el orden cultural. En los sistemas artificiales creados por el hombre, sean agrícolas, urbanos o industriales, el equilibrio ya no depende de la regulación de los nichos ecológicos, sino de las condiciones tecnológicas por medio de las cuales, el hombre introduce corrientes de energía y crea las condiciones de la nueva homeóstasis. Esto significa que la homeóstasis de los ecosistemas, difícilmente puede ser comparada con la de los sistemas complejos organizados tecnológicamente por el hombre. En estos casos, el equilibrio depende no ya de los nichos, sino de las condiciones artificiales incorporadas por la actividad humana. El concepto de resiliencia es igualmente importante para comprender la diferencia entre los ecosistemas y los sistemas artificiales creados por el hombre. La resiliencia representa los límites dentro de los cuales es posible la conservación del equilibrio del sistema. Esto quiere decir que existen límites fuera de los cuales ya no es posible reconstruir el equilibrio. El equilibrio de un sistema tiene, por tanto, una cierta movilidad dentro de límites permisibles. Los márgenes de equilibrio se pueden mover sin peligro hasta el límite extremo. La solución al problema ambiental depende en gran parte del conocimiento que se adquiera sobre los límites de resiliencia de los ecosistemas, por una parte, y del establecimiento de límites tecnológicos que permitan la continuidad de los sistemas vivos. Todo sistema artificial creado por el hombre se tiene que conservar artificialmente. Todo sistema tecnológico tiene que ser alimentado tecnológicamente. No existe transición "natural" de los sistemas artificiales a los sistemas "naturales". Esto, sin embargo, es solo relativamente válido. Otros aspecto que hay que tener en cuenta es que la vida viene asimilando los insumos tecnológicos, y muchas de las transformaciones no parece que sean reversibles. El hombre ha transformado muchas de las especies que ya no pueden adaptarse por sí mismas. Algunas de las plantas utilizadas por la agricultura, como el maíz no pueden reproducirse por sí solas, porque no son capaces de despojarse de su cobertura. La vida está ya impregnada de tecnología y sólo estamos en los inicios de la revolución biotecnológica. Este análisis nos lleva a una segunda consideración que pretende distinguir el orden ecosistémico de los ordenes artificiales creados por el hombre. Los límites entre los cuales se puede mover el equilibrio del ecosistema pueden ser modificados por la actividad humana. De hecho eso es lo que ha sucedido, especialmente desde el neolítico. Cualquier inducción tecnológica significa una alteración de los límites en lo que se puede mover un sistema vivo. En esto consiste el problema ambiental.
  • 12. Sin embargo, en los sistemas artificiales el equilibrio no depende solo de la inducción tecnológica, los impactos que la tecnología ocasiona no pueden superar los límites máximos que puede resistir el sistema natural. La tecnología no puede ampliar indefinidamente los límites de los sistemas. Una vez superados ciertos límites, el equilibrio se desploma y arrastra consigo toda la actividad del hombre, sepultando las formaciones culturales sostenidas sobre ese equilibrio. A estos nuevos equilibrios o sistemas tecnológicamente balanceados, los podemos llamar "sistemas tecnobiológicos", o sistemas socio-culturales, para diferenciarlos de los ecosistemas. Como podemos ver, estos sistemas artificiales construidos por la actividad humana no siguen exactamente las leyes que rigen el ecosistema. Mas aún, su razón de ser consiste en transformar esas leyes y construir equilibrios nuevos que dependen en gran parte del manejo tecnológico y, por supuesto, de los balances económicos y sociales. Por esta razón, es indispensable diferenciar el lenguaje. Llamar ecosistema a los sistemas artificiales, lo único que hace es dificultar la comprensión del problema ambiental. Evidentemente, los equilibrios tecnobiológicos no suprimen de un tajo todas las leyes del ecosistema y esto es lo que da pie a las confusiones entre ambos. Los campos de trigo siguen haciendo fotosíntesis. Las ciudades, que son los espacios más modificados, siguen manteniendo restos de ecosistemas . En los centros urbanos podemos encontrar algunos árboles, unas pocas aves, muy pocos insectos y muchos roedores por debajo de la superficie asfaltada, pero ya no nos topamos con los grandes predadores y los insectos han sido casi barridos. A medida que el desarrollo tecnológico avanza, desplaza cada vez más el dominio de las leyes del ecosistema. ‘’Es difícil imaginar lo que pasará con el conjunto de los niveles tróficos cuando el hombre desarrolle tecnología para transformar directamente la energía solar en energía orgánica, reemplazando la fotosíntesis. Entonces, podrá prescindir de las cadenas tróficas, aunque todavía no podemos imaginar el costo ambiental de esa aventura.’”1. ÄNGEL MAYA AUGUSTO. La Tierra Herida, pág 72. Esta última reflexión lleva a señalar otro de los campos de estudio relacionado con el medio ambiente urbano. A pesar de que la ciudad no es un ecosistema y no puede ser analizada aplicándole mecánicamente los métodos de estudio de la ecología, no se debe descuidar el estudio de los restos ecosistémicos que se conservan en el interior de las ciudades. Ha sido un estudio prácticamente desdeñado, y que sería, sin embargo, de importancia, para comprender la manera como el hombre organiza la vida al interior de sus propios sistemas culturales. Igualmente podremos aprender la manera como la vida se va acoplando a los sistemas artificiales. 1.2 APUNTES PARA UNA HISTORIA AMBIENTAL DE LA CIUDAD
  • 13. Cualquier tipo de formación socio-cultural lleva consigo necesariamente una transformación de los ecosistemas. La especie humana no puede adaptarse al medio, como venían haciéndolo las otras especies, a través de un nicho ecológico, o sea, cumpliendo una función dentro del sistema general de la vida. Su estrategia adaptativa se da a través de una plataforma tecnológica creciente que modifica por fuerza las leyes generales de los sistemas vivos. Sin embargo, el orden humano tampoco puede sobrepasar impunemente las leyes generales de la vida; tiene también sus propios límites de resiliencia. Este es el margen en el que se mueve la problemática ambiental. La ciudad es el espacio de transformación tecnológica de los recursos, es un sistema complejo que tiene sus propias leyes de funcionamiento y es quizá la mayor expresión colectiva de la cultura a través de la historia. La adaptación humana no se realiza solamente a través de instrumentos técnicos. La cultura es una plataforma compleja que combina herramientas, formas de organización social y construcciones simbólicas y por ello, la crisis ambiental no interroga solamente la tecnología, sino también las formas sociales y los instrumentos simbólicos. Vista desde esta perspectiva, la crisis ambiental no ha sido solamente un problema de la civilización moderna. Puede decirse que ha acompañado al hombre a lo largo de todo su recorrido histórico. Es evidente que el medio ecosistémico como abastecedor de los recursos necesarios para la subsistencia, tiene influencia sobre las formaciones culturales. El medio natural es la premisa fundamental de la historia. Sin embargo, el individuo aislado no puede considerarse como el fruto espontáneo del medio natural, sin tener en cuenta la estructura de las organizaciones sociales. Esto no significa, que se pueda negar la influencia que tiene el entorno ecosistémico en la configuración de la plataforma cultural, sino definir sus límites independientemente de cualquier perspectiva reduccionista. En este sentido, al ser la ciudad el escenario donde se inscriben las relaciones de un sistema dinámico, sus manifestaciones socio-espaciales se expresan en un proceso histórico, que nos acerca a una comprensión más integral del fenómeno urbano en sus actuales posibilidades de transformación. El hombre como especie, introduce cambios en el ecosistema y produce, por tanto, impactos ambientales. Desde visiones reduccionistas podría pensarse que la evolución se equivocó al introducir a la especie humana en el sistema natural, porque desde ese momento, se iniciaron los problemas ambientales que pueden acabar con los sistemas vivos. También, se ha llegado a plantear que la crisis ambiental depende de su inconsciencia o indolencia. Estas explicaciones superficiales no dan cuenta del problema de forma integral y por lo tanto, no pueden imaginar soluciones adecuadas y posibles. La historia del hombre se construye a partir de la historia de la cultura y este es un proceso de modificación, transformación y domesticación de la naturaleza en
  • 14. su conjunto, la cultura es naturaleza transformada. No se trata de que el hombre se acomode humildemente dentro de un nicho ecológico y colabore desde allí al equilibrio global. Tampoco se trata de renunciar al antropocentrismo, sino de entenderlo en su verdadero significado. El hombre no puede renunciar al destino tecnológico impuesto por la misma evolución. Por ello, es indispensable entender la incidencia ambiental en los distintos componentes de la cultura urbana, éstos determinan en gran medida la forma como la sociedad utiliza y transforma su entorno para construir y reconstruir su hábitat. En este sentido, la determinación del momento histórico-tecnológico es definitiva. Desde la perspectiva ambiental, el desarrollo urbano responde a la formación, interacción y transformación de los sistemas naturales y culturales. Desde la perspectiva ambiental, la ciudad es el espacio de transformación tecnológica de los recursos, es un sistema complejo que tiene sus propias leyes de funcionamiento y es quizá la mayor expresión colectiva de la cultura a través de la historia. La adaptación humana no se realiza solamente a través de instrumentos técnicos. La cultura es una plataforma compleja que combina herramientas, formas de organización social y construcciones simbólicas, por ello, la crisis ambiental no interroga solamente la tecnología, sino también las formas sociales e instrumentos simbólicos. Esto no significa, que se pueda negar el influjo que tiene el entorno ecosistémico en la configuración de la plataforma cultural, sino definir sus límites independientemente de cualquier perspectiva reduccionista. En este sentido, al ser la ciudad el escenario donde se inscriben las relaciones de un sistema dinámico, sus manifestaciones socio-espaciales se expresan en un proceso histórico, que nos acerca a una comprensión más integral del fenómeno urbano en sus actuales posibilidades de transformación. La problemática ambiental urbana es inherente a la forma como se ha construido el hábitat humano, problemática que el desarrollo tecnológico moderno ha hecho más evidente y acuciante, pero que se puede rastrear en cualquier período histórico. Dicha problemática está implícita en las nuevas formas de edificar la ciudad, rompiendo con los equilibrios propios de la estructura ecosistémica. La historia de la ciudad no puede prescindir del análisis ambiental, que es parte inherente de su objeto de estudio, lo ambiental no es una nueva dimensión que viene a adherirse artificialmente a los estudios históricos urbanos, impulsada por las corrientes de moda en el momento actual. Es más bien la posibilidad de entender integralmente el fenómeno en los distintos momentos de su desarrollo. En efecto, el hombre ha hecho ciudad transformando el medio ecosistémico. El paisaje natural y urbano no son sólo el escenario de la lucha por la supervivencia, ni representan exclusivamente el piso material en el que desarrolla el intercambio o la producción, significa mas bien la raíz explicativa de su actividad social, tecnológica y simbólica.
  • 15. El análisis histórico de la ciudad deberá recoger, por tanto, algunos aspectos que son inherentes a la actividad propia de la especie humana y que representan los problemas centrales del análisis ambiental. Es esencial entender la manera como el hombre se adapta a los diferentes medios ecosistémicos y los transforma para construir sus asentamientos, la forma como esta transformación exige una organización social concreta y, la manera como los impactos negativos sobre el medio influyen en las ciudades. De ello depende en gran medida la consolidación o la decadencia de la civilización urbana. Estos aspectos quizá sean los más relevantes, aunque no los únicos que interesan al análisis ambiental histórico de los asentamientos humanos. La revolución neolítica llevó a la aparición de aldeas permanentes y ese reto cultural condujo a la aparición de las ciudades hace unos 8.000 años. Las ciudades, corazón de la civilización, determinaron un estilo de vida urbano. Con actos deliberados de construir, las ciudades se constituyeron en símbolos de poder y de dominio. Pero la historia de las ciudades está constituida igualmente por desarrollo y declive, la historia confirma que muchos de esos episodios han dependido de condiciones medioambientales. El éxito o fracaso de esta estructura cultural depende en gran medida de su capacidad de adaptación al medio ecosistémico o del encuentro de mecanismos tecnológicos y sociales que le permitan superar las restricciones del medio. Algunos ejemplos históricos son prueba de ello: La aparición de la ciudad se produce al amparo de grandes valles: Los del Eufrates y el Tigris ofrecieron la cuna de las civilizaciones Asiria y Caldea. Las culturas mesopotámicas del bajo Sumer no lograron manejar adecuadamente los recursos hídricos, y la salinización y las inundaciones influyeron, sin duda, en la caída de la civilización de Ur. Los imperios agrarios surgieron de los pueblos neolíticos en situaciones ecológicas bastante similares, a lo largo de valles fértiles y rodeados de condiciones inhóspitas. El apogeo y declive de Teotihuacán se relaciona hoy con el manejo del agua, En el año 100 d.C, Roma era la ciudad más grande del mundo, para su sustento extraía recursos de zonas cada vez más lejanas, empobreció las tierras y destruyó gran parte de los bosques de su entorno, el agotamiento de la periferia dificultó en gran medida la supervivencia de la población. El genio constructivo de los romanos se puso de manifiesto en la labor de ingeniería que tuvieron que desarrollar para conducir el agua; los acueductos y puentes son prueba de ello. Es seguro que el “colapso” de Roma no se debió solamente a factores políticos, los factores ambientales parecen ser significativos en este proceso. El llamado “oscuro período” que siguió a la caída del Imperio Romano, caracterizado por la inseguridad y la inestabilidad, así como por la ruptura del orden económico y cultural, supuso también un claro retroceso de varios siglos en lo que respecta a la situación urbana. Una economía de subsistencia volvía a dispersar la población hacia formas de vida rural. La nueva forma de
  • 16. organización política económica y social, el Feudalismo, trajo como consecuencia una relación de dependencia de los campesinos con el señor feudal . La necesaria protección militar cercó las ciudades y éstas crecieron a la sombra de los castillos como centro de gobierno. Aunque desde el campo formal, la indudable belleza de las ciudades medioevales descansa sobre la estética de la variedad, los problemas sanitarios se acrecentaron por la estrechez de las calles, la falta de ventilación y las dificultades técnicas para evacuar los desechos, y la carencia casi total, de sistemas de alcantarillado. Esto trajo como consecuencia un sinnúmero de enfermedades que fue imposible controlar. Las pestes se hicieron presentes como producto de la situación. El ambiente cultural urbano empieza a variar a mediados del siglo XV. Las nuevas orientaciones del pensamiento y del arte en las que juega un papel dominante el redescubrimiento de la cultura de la antigüedad clásica se difunden con la ayuda de la invención de la imprenta. Todo empieza a teñirse de una actitud de interés por el hombre y la naturaleza. El renacimiento empieza entonces a producir modelos teóricos de ciudades nuevas, ideales de ciudad que modificarán el modelo heredado del medioevo. La calidad de la ciudad es uno de los principios básicos en esta búsqueda, las consideraciones sanitarias, sociales y estéticas son condiciones para los nuevos ideales de ciudad. Posteriormente, en el período Barroco, la idea de relacionar lo urbano con lo arquitectónico cobra fuerza, puede decirse que en este período importa además de la calidad estética y ambiental expresa en el renacimiento, la calidad de las construcciones arquitectónicas en la configuración de ciudad. Esta nueva concepción de lo urbano se manifiesta a través de la composición general de los trazados urbanos, el tratamiento de los volúmenes las formas de crear espacios alrededor de ellos. La ciudad barroca se había convertido en la sede del poder central del estado, con montaje militar y burocrático. La ciudad se convierte en símbolo de ese poder y se expresa en formas que sean sensiblemente perceptibles, la magnificencia urbana no dio espacio a necesidades primarias de la población como la vivienda. Se atendieron sin embargo a gran escala los parques, plazas y hospitales. La llamada revolución industrial que se inicia en Inglaterra y se afianza en el período en el que un conjunto de innovaciones e invenciones permiten acelerar la producción sostenida de bienes asegurando un crecimiento económico con relativa independencia de la agricultura y basada en el desarrollo de la industria manufacturera. Se generaliza el uso de la máquina para reducir tiempos y costos de producción. El hierro permite el desarrollo del ferrocarril como una de las más importantes transformaciones del transporte al servicio de la producción. La posibilidad de disminuir tiempos de desplazamiento con la apertura de carreteras y canales hizo posible la ruptura de las anteriores condiciones espacio temporales y las relaciones de dependencia entre núcleos urbanos y rurales de la Europa del siglo XIX. Las formas de urbanización habían cambiado y su repercusión en la calidad de vida humana no se hizo esperar. En las ciudades se
  • 17. instalaron las fábricas, los amplios movimientos migratorios de campesinos pobres atraídos por el salario industrial, aumentaron la población de ciudades en corto tiempo. Entre 1790 y 1841 Londres pasó de 1’000.000 de habitantes a 2’235.000. El crecimiento urbano era el producto azaroso de operaciones privadas movidas por la búsqueda del máximo provecho, tanto para la instalación de fábricas como para la creación de barrios obreros. La filosofía social dominante era del más crudo liberalismo, para Smith no había que producir ninguna interferencia en el desarrollo espontáneo del sistema económico, pues ello acrecentaba la productividad. La sordidez urbana caracterizó la ciudad de la revolución industrial y generó condiciones de inhabitabilidad en las ciudades como producto de procesos de contaminación de la atmósfera y el agua, la acumulación de residuos industriales y la construcción de conglomerados de vivienda de ínfima calidad. Las largas jornadas de 16 horas no reclamaban para la ciudad y sus pobladores lugares de encuentro y esparcimiento. De acuerdo con las consideraciones precedentes, la historia de la ciudad debería verse no como una paralela cultural que se extiende sobre el paisaje, sino como la transformación tecnológica del medio natural y construido. Las reflexiones anteriores nos llevan a comprender cómo el hombre no se acopla al medio para construir ciudades de manera inmediata, sino a través de las formas organizativas de la cultura. El individuo está mediado por la estructura cultural en su posibilidad de acceder al conocimiento y transformar el medio. Por ello, las relaciones entre ecosistema y ciudad en un proceso de desarrollo urbano se pueden entender con más claridad, si observamos su evolución en la práctica histórica. 1-3 ANOTACIONES SOBRE LA PROBLEMATICA AMBIENTAL URBANA. La ciudad es expresión de la relación conflictiva entre el ecosistema y la cultura, pero esta relación no se constituye por principio en una relación negativa. Respuestas creativas definen y reafirman la ventaja de la concentración urbana en la construcción y reconstrucción de la cultura. Si bien, la cultura urbana no puede seguirse construyendo a expensas del ecosistema, tampoco logrará hacerse conservando los equilibrios ecosistémicos. Esas son condiciones propias del dinamismo que generan el intercambio cultural y los procesos de adaptación tecnológica, que sirven para reconocer esa relación de conflicto en la búsqueda de un nuevo equilibrio. Para permanecer vivas, las ciudades requieren crear su propio equilibrio dentro del nuevo orden tecnológico. Un orden que responde a particularidades culturales creadas en la interacción con el ecosistema y que es producto de
  • 18. procesos adaptativos. Por lo tanto, en estos sistemas artificiales creados por el hombre, ya sean agrícolas, urbanos o industriales, el nuevo equilibrio depende de las condiciones artificiales incorporadas por la actividad humana y del establecimiento de los límites tecnológicos que permitan la continuidad de los sistemas vivos. Por ello, es indispensable entender la incidencia ambiental en los distintos componentes de una cultura urbana, pues determinan en gran medida la forma como la sociedad utiliza y transforma su entorno para construir su hábitat. En este sentido, la determinación del momento histórico-tecnológico es definitiva ya que el desarrollo urbano responde en gran medida a la formación y transformación de los sistemas culturales. . En el escaso análisis hecho hasta el momento acerca de la relación medio ambiente y ciudad, han prevalecido las tendencias reduccionistas. Según esta perspectiva, la ciudad es más un espacio consumidor de energía y productor de desechos que una opción de desarrollo. De hecho es tanto un polo de desarrollo y de construcción de cultura, como un acumulador de entropía. Lo cierto es que, la dinámica cultural de la ciudad no puede ignorarse en aras de la conservación estática de los ecosistemas. Por el contrario, la ciudad es el espacio vital del nuevo entorno tecnobiológico y sin ella no puede entenderse la cultura en su acepción moderna. No parece justo reducir la visión de lo urbano a una estructura que impacta negativamente los ecosistemas, aunque es necesario reconocer que está produciendo una crisis sin precedentes. En la explicación de la problemática ambiental de las ciudades permanecen aún visiones reduccionistas que los identifican con los impactos negativos sobre los ecosistemas, o de la visión tecnologista ajena a la naturaleza. La ciudad es una expresión cultural de la sociedad. Naturaleza y organización social participan y determinan este espacio creativo. En este sistema complejo existen relaciones dinámicas de la economía, la técnica y la sociedad con el entorno. Es necesario profundizar en las diferencias entre sistema cultural y ecosistema. El espacio urbano también pertenece a la naturaleza, pero al diferenciarse de las leyes que rigen los ecosistemas, tiene características propias en cuanto al manejo de los procesos energéticos y materiales. Entender la adaptación del hombre a los procesos naturales, permite, para el caso de lo urbano, analizar las distintas respuestas tecnológicas y económicas que se expresan históricamente en la construcción de su hábitat. El papel de la tecnología es, sin duda, predominante para posibilitar la agrupación del hombre en la compleja estructura de la ciudad. Por esta razón, la población debe entenderse dentro de un determinado paradigma tecnológico, que permite una mayor o menor densidad y unas relaciones económicas, sociales y políticas, que justifican su existencia. Sin embargo, la tecnología no define por sí sola el panorama total de la red urbana. La ciudad se construye también a través de las relaciones sociales y la elaboración simbólica. La ciudad,
  • 19. además de estructura física, es un conglomerado social y un tejido simbólico. Por tanto, lo simbólico es un subsistema de la cultura, que la hace operativa y, por tanto, tiene una importancia fundamental en la explicación de la ciudad y de lo urbano. Es importante diferenciar el concepto de lo urbano, de lo meramente ciudadano, puesto que la "urbe" se expande cada vez más hacia el espacio rural. La ciudad es un complejo sistema de relaciones urbanas dadas al interior de una estructura física limitada. Lo urbano ya no se limita a esa estructura. La tecnología permite que lo urbano se amplíe a un ámbito mayor exterior a la estructura física de la ciudad o a un amplio territorio urbano. La mayor dificultad para entender lo urbano, en toda la complejidad de sus relaciones, radica en que involucra manifestaciones sociales, políticas, económicas y simbólicas, que responden a un determinado paradigma tecnológico. En este sentido, la planificación abarca componentes fundamentales de lo urbano y considera la intervención sobre los sistemas naturales como un proceso inherente a su quehacer. Estos sistemas están interrelacionados y entre ellos se manifiestan importantes flujos de masa y energía, como resultado de su condición de sistemas eminentemente abiertos, llegando a constituir una sola unidad, de carácter socionatural o biosocial, que es el resultado de los flujos de información, materiales y energía existentes. Así el "mundo real" es aquel que se centra en el mundo de la cultura, y la acción deliberada centrada en un proceso planificador. Si bien, el desarrollo urbano ha sido analizado desde diferentes escuelas de pensamiento y desde diferentes marcos de referencia políticos y técnicos, existen pocos estudios que articulen el fenómeno urbano en la relación ecosistema y cultura; lo ambiental y lo urbano parecieran más bien distanciarse y contraponerse en la mayoría de los diagnósticos de las ciudades puesto que ha predominado la visión conservacionista de la ciudad. En este sentido, la ciudad pareciera estar signada por los calificativos destructores y apocalípticos por su misma característica de sistema complejo, razón por la cual la valorización de lo urbano desde una perspectiva ambiental, es un reto para los teóricos urbanos y para los planificadores. 1-3-1- NATURALEZA Y CIUDAD La ciudad es el hábitat "natural" del hombre. La construcción de una ciudad depende de las relaciones que se establezcan con el medio ecosistémico que la sustenta. Recursos como el agua y el suelo constituyen la base para la subsistencia de los asentamientos humanos. Por ello, el entorno ecosistémico es determinante en la configuración de las ciudades no sólo por ser el abastecedor
  • 20. de recursos para su subsistencia, sino también por el influjo que tiene en la construcción de sus estructuras urbanas. La relación entre estructura natural y estructura construida no es estática. En el mismo proceso de construcción se manifiesta un "nuevo equilibrio" que aparece en la construcción misma y en esta forma se introduce un elemento de cambio continuo. Es una relación dinámica que establece un diálogo con el contexto creando nuevos significados que dependen en parte de la lectura, interpretación y conocimiento del entorno o el territorio. La calidad ambiental también está condicionada por la intensidad del intercambio entre lo natural y lo construido. El hombre está mediado por la estructura socio cultural en su posibilidad de acceder al conocimiento y transformar la naturaleza. Así, el medio natural influye en la conformación de las estructuras culturales, en un proceso de adaptación que depende necesariamente de las posibilidades que tenga para la apropiación y/o producción de tecnología. En los centros urbanos se transforman tecnológicamente la mayor parte de los recursos naturales, y de la forma como se realice esa transformación depende en gran medida la calidad ambiental. Gran parte de las ciudades latinoamericanas ha traspasado con facilidad sus límites ambientales y se está convirtiendo en estructuras frágiles y vulnerables que entran en crisis desde los mismos procesos de construcción. La enorme cantidad de material que sale de las ciudades en forma de residuos sólidos, líquidos y gaseosos y la contaminación industrial, pueden dejar graves problemas medioambientales a los que se tendrán que enfrentar generaciones futuras. Hoy , los límites ambientales ya no se encuentran sólo en el entorno inmediato o regional. La configuración de las ciudades está muy relacionada con el dominio económico–tecnológico de espacios geográficos diferentes y muchas veces distantes, la modificación del ecosistema no se limita a los alrededores de una determinada ciudad, sino a la transformación de múltiples ecosistemas que traspasan fronteras. Las ciudades son centros de acumulación de recursos que pueden llegar a producir impactos ambientales en las más alejadas regiones, en directa dependencia del dominio económico de los países. Por ejemplo, el consumo básico de productos forestales: carbón vegetal, madera y celulosa, en las últimas décadas, menguó los bosques tropicales en cerca de un 50%, aproximadamente unos 17 millones de hectáreas anuales. El Japón tiene el récord mundial en importación de madera tropical, sólo en el año 1991 importó más de 20 millones de metros cúbicos, equivalentes al 53% del comercio total. El consumo de papel en los países desarrollados es excesivo, mientras en Estados Unidos se consumen 268 kg per cápita, en la India se consumen tan sólo 2 kg. Con la internacionalización de la economía es de esperarse que el mundo se convierta en el supermercado de las ciudades ricas, y que los suministros les lleguen de la fuente más barata, independientemente de las consecuencias medioambientales derivadas de la explotación de los recursos naturales.
  • 21. Los impactos negativos sobre el medio natural o el construido por el hombre, influyen directamente en la calidad de vida en las ciudades, estos aspectos son relevantes para entender la dinámica ambiental de los sistemas urbanos. Es importante entender como la sociedad urbana se organiza para transformar, producir, asignar y administrar los recursos en un determinado territorio. En este sentido, el sistema natural y el sistema socio cultural interactúan dentro de la ciudad. Es pertinente profundizar en el análisis ambiental de temas como población, tecnología y símbolos por considerarlos fundamentales en la visión integral de la problemática ambiental urbana. 1-3-2-POBLACIÓN, CIUDAD Y MEDIO AMBIENTE El crecimiento poblacional, la ocupación del territorio, la formación de las concentraciones urbanas o el desarrollo de la actividad agrícola, sólo podrán comprenderse de manera adecuada en relación con las transformación tecnológica del entorno natural. Paradójicamente, son esas mismas transformaciones las que dan origen al problema ambiental, pues éste depende de la capacidad o incapacidad de la sociedad para establecer "nuevos equilibrios tecno-biológicos". En América Latina, el crecimiento de la población urbana no se ha dado en correspondencia con los procesos productivos, la oferta de bienes y servicios, y la capacidad real de soporte de los ecosistemas para mantener un determinado número de población. La urbanización acelerada se manifiesta en una metropolización casi generalizada de las ciudades capitales, En América Latina se pasó de un poblamiento escaso de carácter rural en la década del 50, a un predominio urbano en el momento actual, mayor del 70%. Cada año, unos 20 millones de personas en el mundo, se van a vivir a las ciudades en un movimiento migratorio sin precedentes en la historia. Entre 1950 y 1990, la población de las ciudades del mundo aumentó de 200 hasta 2.000 millones y se pronostica que llegará a 3.000 millones en el año 2025. Hoy, existen 20 "megaciudades" de más de 10 millones de habitantes y 19 de las 25 más grandes del mundo se encuentran en países en vía de desarrollo. Otras 60 ciudades de todo el mundo superan hoy los 4 millones de habitantes. En América Latina, el incremento acelerado de la población corre parejo al empobrecimiento creciente de las masas urbanas. El crecimiento urbano no ofrece oportunidades de mejor calidad de vida a los emigrantes, por lo tanto no parece posibilitar la construcción de mejores ciudades en un futuro inmediato. Un significativo número de ciudades capitales integran las denominadas "megaciudades". Ciudad de México supera ya los 20 millones de habitantes, con un crecimiento de tipo "explosivo", su población aumentó en un 52% en los
  • 22. últimos 20 años, y un alto porcentaje lo constituye los llamados "marginados urbanos". En el mundo el número de personas que vivía en "la pobreza absoluta" pasó de 700 millones en 1980 a 1.200 millones en 1990, hoy se calcula que existen 1.225 millones de pobres absolutos, cerca del 25% de la población total. Así, una cuarta parte de la humanidad vive en un estado virtual de indigencia. Según el World watch Institute, en más de 40 países se redujeron los estándares de vida durante los años 80, especialmente en Africa Subsahariana y en Suramérica. Un factor importante de este deterioro fue y aún lo es, la enorme carga de la deuda externa. El flujo de dinero neto desde los países pobres a los ricos durante la década del 80 alcanzó 50.000 millones de dólares anuales, fundamentalmente como pago de las deudas. Es necesario ubicar entonces, la discusión de los límites ambientales del "crecimiento", de las ciudades y de su población, comprendiendo las diferencias generales entre países ricos y pobres, y las particularidades de la disparidad que existe en el interior de los centros poblados de los países pobres, en cuanto a la asignación de los recursos y la distribución de excedentes. Los límites de crecimiento poblacional deben establecerse teniendo en cuenta esta situación que conduce necesariamente a marcadas tensiones ambientales, cuyos signos más visibles son: el agotamiento de tierras óptimas para la producción de alimentos, la erosión acelerada de laderas por ocupación de la urbanización y/o la agricultura, la desaparición de bosques tropicales, el incremento de basuras sin posibilidades de reciclaje, la invasión al espacio público, la pauperización de la "vivienda", la pérdida de la calidad del espacio urbano, el déficit acelerado de áreas verdes y recreativas, la inseguridad y la insalubridad. Este crecimiento poblacional es preocupante, si consideramos que cada año se agregan a la población mundial más de 90 millones de habitantes y que de igual forma crece la demanda en recursos para procurarles: vivienda, energía, agua y alimentos. Pero esta demanda depende de la abundancia en que vivan determinados grupos sociales en el interior de las ciudades, en comparación con las carencias de un significativo número de población. En este sentido, es necesario considerar los procesos de migración interna que viven los mismos centros urbanos. Los efectos negativos sobre el ecosistema, la estructura urbana y la calidad de vida de la población son múltiples, puesto que se presentan serias discontinuidades, y la mayoría de las veces estos efectos superan la posibilidad de ajuste de los ecosistemas y de los sistemas económicos y sociales con impactos biológicos y económicos. En este sentido, el impacto que pueda tener la población sobre el medio ambiente, también depende de factores socio políticos y de distribución de los recursos naturales y tecnológicos. Este umbral
  • 23. es definitivo para buscar un nuevo equilibrio, razón por la cual deben considerarse: a. La demanda por alimentos, energía y vivienda en directa relación con la satisfacción de las necesidades básicas de la población. b. Las demandas de consumo energético y de recursos naturales, de los distintos sectores que participan en la producción de bienes y servicios. c. Las densidades de los asentamientos humanos que superen la capacidad de soporte de los ecosistemas locales, para renovarse o absorber los desechos. El aumento de la densidad de población implica mayor presión sobre los recursos y las zonas frágiles no alcanzan a adecuarse. d. La demanda por servicios básicos y de infraestructura urbana en busca de una adecuada calidad de vida: agua potable, saneamiento, transporte, recreación, espacios públicos, seguridad. e. La creciente demanda por uso del suelo que conduce muchas veces a una utilización no apropiada del mismo, donde la premura de soluciones no permite la planificación. Por lo anterior, al analizar los problemas ambientales de la ciudad y su relación con la población, es necesario tener en cuenta la forma como se organiza la centralización urbana, tanto desde el punto de vista ambiental, como desde el punto de vista social. Igualmente, para entender cómo los ecosistemas se han transformado como consecuencia del crecimiento de los centros urbanos y su importancia en la distribución espacial de la población, es necesario interrelacionar estos aspectos en un proceso dinámico de crecimiento urbano. Esta dinámica poblacional registra cambios cuantitativos y cualitativos, que se expresan en el espacio urbano con efectos ambientales negativos. Las ciudades reciben migraciones fuertes de población sin que existan las condiciones apropiadas para la satisfacción básica de necesidades, y menos aun, las condiciones espaciales adecuadas para cualificar su calidad ambiental. La desigualdad en el acceso a la tierra urbana y a sus servicios, ha llevado a la apropiación de zonas públicas y de reservas ambientales y zonas frágiles, por parte de grupos marginales de población que no pueden participar en el mercado oficial de la tierra urbana. La mayoría de los Asentamientos Urbanos Marginales están localizados en áreas donde las características ambientales son identificables, esta problemática se expresa en: contaminación del suelo, del aire, del agua, procesos de erosión y hacinamiento. Dichos factores se acompañan de una creciente demanda de las comunidades por los servicios e infraestructura requeridos para no revertir al ambiente primario los residuos producidos por las actividades urbanas. Estas
  • 24. áreas se constituyen en zonas críticas, ya que no ofrecen a sus moradores posibilidades de mejorar su calidad de vida. Las densidades correspondientes a las nuevas áreas de expansión de los asentamientos urbanos precarios no resultan por lo general compatibles con las opciones tecnológicas dominantes. La existencia de terrenos disponibles con escaso valor de mercado y la búsqueda de mayor rentabilidad del suelo urbano, por parte de los "urbanizadores", ha hecho que se generen tejidos cuya dotación de servicios, provisión de infraestructura y adecuación de tierras sea cada vez más compleja. La transformación de uso del suelo trae por lo general efectos ambientales negativos sobre el entorno, donde la utilización de áreas de reserva natural o ecológica o de gran valor agrícola son urbanizadas, la ampliación del perímetro urbano sobre estas áreas ha generado desordenados procesos de expansión de las ciudades. El aumento acelerado de la población de los centros urbanos no deja de ser una preocupación central para definir los niveles de sustentabilidad de las ciudades, más aun, cuando existen niveles tan dispares en la asignación de los recursos y la distribución de excedentes, no solo entre países desarrollados y en vía de desarrollo, sino en el interior de los centros poblados de América Latina. Los límites de crecimiento poblacional no deben establecerse sin tener en cuenta esta situación que conduce necesariamente a marcadas tensiones ambientales, cuyos signos más visibles son, entre otros, el agotamiento de tierras óptimas para la producción de alimentos, la erosión acelerada de laderas por ocupación de la urbanización y/o agricultura, la desaparición de bosques tropicales, el incremento de los desperdicios sin posibilidades de reciclaje, la contaminación del aire, del agua, de los suelos y del paisaje. El crecimiento poblacional es un factor preocupante, si se considera la forma desigual como crece la demanda en recursos de vivienda, energía, agua y alimentos. Esta demanda depende cada vez más de la abundancia en que viven determinados grupos sociales, lo mismo que del comercio internacional. Mientras la población crece principalmente en los sectores bajos, la demanda crece vertiginosamente en las capas superiores. Ello explica en gran parte la estructura de la ciudad latinoamericana y ayuda a entender por qué la metropolización se hace cada vez más difícil de manejar en los sistemas de planificación en el largo plazo, debido al crecimiento desigual acelerado y a los procesos de migración interna que viven los centros urbanos. Si bien, lo anterior nos acerca a reflexiones que vinculan aspectos poblacionales con la posibilidad real de tener en el futuro asentamientos urbanos con mejor calidad de vida, se requiere que este proceso poblacional se integre al conocimiento tecnológico en busca de una mejor distribución del espacio, para lograr sostener las aglomeraciones urbanas, aumentando la productividad del
  • 25. medio natural circundante y ampliando sus fronteras para la consecución de recursos escasos. 1-3-3-TECNOLOGÍA Y CIUDAD Los asentamientos humanos y en especial las ciudades son sistemas determinados por los procesos tecnológicos, desarrollo socioeconómico e intercambio de bienes y servicios. Si bien, las ciudades pueden clasificarse en el interior de un sistema social, es indiscutible que sus características espaciales y su desarrollo socioeconómico dependen de la forma como se desarrollen las transformaciones ecosistémicas y el intercambio tecnológico. Para entender ambientalmente la construcción de una ciudad es tan importante conocer la capacidad de renovación de los recursos naturales, como la capacidad tecnológica para sustentar los procesos de producción. Tecnológicamente es necesario determinar los umbrales de tolerancia del ecosistema y su capacidad de autorregulación para poder determinar el impacto y prever los daños, así como los niveles de tolerancia del ecosistema y la población para recibir los desechos. Las ciudades como espacios de consumo y producción influyen sobre el uso racional o irracional de la energía, razón por la cual tanto en el uso industrial o doméstico se requiere buscar alternativas que permitan un aumento en el rendimiento energético y una disminución de las pérdidas por respuestas tecnológicas no apropiadas. El uso irracional de la energía es uno de los problemas ambientales de las ciudades, muchas son las causas pero vale la pena resaltar aquellas que son susceptibles de mejorar con acertados procesos de planificación. Desde una perspectiva ambiental, el manejo equilibrado del consumo energético per cápita es definitivo para la sustentabilidad de los centros urbanos, esto significa el equilibrio en los niveles tolerables de consumo, reciclaje de desechos, y alternativas tecnológicas limpias y eficientes. Sin una mayor eficiencia energética es imposible pensar en satisfacer las necesidades de la población, mientras se conserva la capacidad productiva de la naturaleza para el futuro. Las megaciudades son totalmente ineficientes en este sentido. La escala urbana no apropiada, repercute en un mayor consumo energético en los desplazamientos, en el agotamiento de las fuentes energéticas del entorno al no poder responder satisfactoriamente a la demanda, en pérdidas no registradas por incapacidad de control de las fuentes y daños por sobreuso o saturación de la infraestructura. La producción y el consumo de energía tienen impactos importantes sobre el medio ambiente. En este sentido, las medidas correctoras implican sobrecostos finales para la producción de bienes y servicios. La contaminación del suelo, el aire, el agua y la pérdida de áreas de valor ecológico son costos que asume finalmente el consumidor por el aumento del precio además de los costos
  • 26. sociales y los efectos intangibles. Los cambios en las actitudes de consumo con conductas derrochistas, la búsqueda de procesos de reciclaje energético, el desarrollo científico y tecnológico para la producción de energías alternativas y limpias, se constituyen en prioridad para el desarrollo sostenible de las ciudades. De la capacidad tecnológica para transformar los ecosistemas de los que se abastece la ciudad, depende en gran medida la sustentabilidad. Para medir el impacto ambiental de los centros urbanos se requiere además de información sobre su relación con el sistema natural, conocer las tecnologías especificas que se utilizan para la producción de bienes y servicios, vale la pena estudiar las relacionadas con la construcción de la ciudad. La perfección y adecuación tecnológica permite reducir el impacto y racionalizar el uso de los recursos, aunque se conserve la demanda en aumento. De todos los factores determinantes, población, consumo y tecnologías, desde el punto de vista de la complejidad del manejo de un sociosistema complejo como el urbano, cuenta también la posibilidad de gestión y gobierno donde se determinan las políticas de desarrollo ambiental. Igualmente, la importancia que tiene el determinado ecosistema y sistema económico en el que se inscribe el asentamiento. El uso y transformación del sistema natural y sus recursos, la modificación o la creación de tecnologías para la producción y construcción de ciudad, las condiciones ambientales en que vive o pretende vivir la población y los símbolos con que se expresa y comunica, se manifiestan social y espacialmente en ese territorio cultural que llamamos ciudad. Desde el punto de vista ambiental, la creación de espacios urbanos cada vez más grandes está relacionada con el dominio tecnológico de espacios geográficos diferentes y, por tanto, con la modificación de múltiples ecosistemas. Por esta razón, al analizar su relación con la problemática ambiental se deben tener en cuenta la plataforma tecnológica construida, y la capacidad real para elaborar a través de ella, los medios artificiales para una adecuada sustentación de las actividades económicas y sociales. Esta consideración debe tener en cuenta los límites de la densidad poblacional en concordancia con la calidad de vida urbana. Al estudiar la capacidad de renovación y avance tecnológico necesarios para responder acertadamente a procesos acelerados de crecimiento de la población urbana y concentración de recursos, es necesario tener en cuenta la renovabilidad y manejo de los recursos ecosistémicos. La ciudad como centro de acumulación de recursos produce impactos en la más alejadas regiones. Cuando se analizan los procesos de expansión de las áreas urbanas, sobre todo metropolitanas, en función de las tecnologías prevalecientes para la construcción del hábitat y la provisión de servicios, puede comprobarse que son extraordinariamente despilfarradoras de espacio y de recursos. En este sentido,
  • 27. el impacto que pueda tener la población urbana sobre el medio ambiente depende tanto de factores socio-políticos y de distribución de los recursos naturales como de aspectos tecnológicos. La participación de la industria de la construcción en la economía de los países pobres es fundamental, hasta tal punto que cada gobierno latinoamericano lo incluye en sus estrategias de desarrollo en los momentos de crisis recesivas. Es así como el capital vinculado a este sector es uno de los mayores generadores de riqueza y de empleo directo e indirecto, con una alta velocidad de retorno y un gran poder de redistribución de sus beneficios. Estas ventajas estratégicas, sin embargo, están relacionadas con su estrecha vinculación con la producción artesanal, con una demanda potencial alta, y una amplia base de la población vinculada al sector, condiciones que no siempre son compatibles con las costosas tecnologías de punta, utilizadas por la gran industria. Por esta razón, aunque la técnica se convierte en fundamento real para lograr un mejor equilibrio ambiental, la aplicación de sistemas de producción altamente industrializados no parece estar al alcance de los países pobres, y por consiguiente, son pocas las acciones planificadas en este sentido. Para el caso que nos ocupa, es tan significativa la carencia de sistemas de prefabricación integral propios que permitan un mejor uso tecnológico de los recursos locales en busca de una construcción racional de la ciudad, como la imposibilidad de aplicar los existentes en el mundo desarrollado, sin sacrificar los empleos aplicados a la construcción más tradicional, ni la calidad espacial y ambiental del hábitat. La razón se puede atribuir en gran parte a la falta de bases económicas sólidas para el desarrollo de proyectos a gran escala, que respondan a las necesidades crecientes de los entornos urbanos. Si bien, es importante resaltar las experiencias tecnológicas en las cuales se busca aprovechar las potencialidades locales aceptando una realidad vigente, como es el caso de proyectos de cualificación del hábitat en sectores marginales de casi toda América Latina, debe prevenirse sobre su aplicación indiscriminada en contextos diferentes, sin antes utilizar métodos de evaluación que incluyan los aspectos de interés, económico y ambiental, aplicados al sistema constructivo, tales como, disponibilidad de la materia prima en el medio, costo energético del material y su comportamiento frente al clima, durabilidad y disminución de los desperdicios. Hay que tener en cuenta también los aspectos relacionados con producción y empleo, balance entre costo de construcción, materiales y mano de obra. La vida útil de la construcción, esperada en función del dinamismo de los cambios sociales, es otro factor que poco se considera, y sin embargo, es causa corriente de pérdida de recursos valiosos. Hay que preguntarse además, cuales serán las condiciones que en el largo plazo hagan más eficientes y creativos los sistemas tecnológicos utilizados en la construcción de la ciudad, puesto que, a pesar de que la adaptación tecnológica tradicional ha estado acompañada de la
  • 28. asimilación de técnicas avanzadas, no siempre corresponden a las formas culturales del país. Es necesario buscar el equilibrio, para superar las condiciones de deterioro urbano y cubrir los déficit de cantidad y calidad del hábitat. Las perspectivas para lograr un equilibrio tecnobiológico de la construcción en estos países, parece ser la tecnificación progresiva de los procesos constructivos de la ciudad, sin reducir la composición democrática del capital vinculado y la estandarización progresiva de productos. La primera, debe partir de la aplicación de sistemas de diseño basados en un desarrollo propio, puesto que no es posible solucionar los problemas con respuestas prestadas que corresponden a necesidades de índole diferente, y que están en función, tanto de las variables físicas del medio, como del desarrollo socio-económico que cubre una amplia gama de exigencias funcionales. La segunda, busca lograr un mayor confort urbano con eficiente gasto energético y ahorro en materias primas por eliminación de los grandes desperdicios de la construcción tradicional, así como la manera de facilitar procesos socialmente difundidos, tales como la autoconstrucción, la autogestión comunitaria y la construcción progresiva, que se han constituido en mecanismos de adquisición de vivienda para la mayoría de la población en nuestras ciudades. Para el caso de la vivienda, es indiscutible que ésta se constituye en el servicio básico configurador del espacio urbano, con un aporte importante de la llamada "vivienda de interés social". Esto no significa que este hábitat se construya con una cierta intencionalidad ambiental. Por el contrario, gran parte de estos sectores se configuran sin fijar un mínimo de condiciones que establezcan progresivamente el mejoramiento de la calidad de vida y menos aun la calidad ambiental. No se trata de construir nuevos barrios donde se asiente "marginalmente" un amplio número de pobladores, sino, de garantizar que a través de un adecuado diseño urbano se obtenga el mejoramiento paulatino de la calidad de vida, valorando las respuestas espaciales, sin caer en el populismo o el folklore. Por lo tanto, la apropiación tecnológica de los recursos es determinante para estudiar la problemática ambiental de un sistema tan complejo como el urbano, la tecnología utilizada en la construcción de la ciudad determina en gran parte la calidad ambiental urbana. En este sentido, podría decirse que el desarrollo urbano dependerá de la forma como se relacionen la tecnología, el ecosistema y el sistema socioeconómico en el que se inscribe el asentamiento. Es necesario, por lo tanto, determinar los umbrales de tolerancia del ecosistema y la capacidad de autorregulación en directa dependencia de los sistema tecnológicos utilizados por la construcción urbana. Igualmente, la tecnología empleada para la producción de bienes y servicios debe considerar la contaminación generada durante la producción para estimar el impacto a través del tiempo. Ello implica la necesidad de observar los cambios porcentuales entre la población y el consumo, de acuerdo con la tecnología utilizada.
  • 29. La técnica es un instrumento que permite llevar a cabo la práctica constructiva basada en una realidad concreta ecosistémica, económica, y social, y que busca satisfacer las necesidades materiales de una determinada comunidad. La aplicación de técnicas avanzadas en el transporte e infraestructura vial de las ciudades para racionalizar el uso del servicio, y la determinación de principios técnicos, requiere de tipologías estructurales flexibles que puedan articularse al sistema natural. Estos aspectos prioritarios aún no se han estudiado desde la perspectiva del diseño urbano. La importancia de la práctica urbanística y arquitectónica en la construcción tecnológica de la ciudad es definitiva. El desarrollo tecnológico se refleja en la configuración del ambiente y para el caso de la ciudad se expresa en la arquitectura, la infraestructura y el diseño industrial. La tecnología no se puede constituir en un objeto en sí mismo, ni puede ser ajena al proceso de transformación económica y ambiental de la ciudad. Es más bien el soporte material de esta construcción. 1-3-3-1-Las Fuentes Energéticas La productividad creciente para la satisfacción de las necesidades humanas requiere de un crecimiento igual o superior de las fuentes energéticas que posibilitan el desarrollo. En efecto, el crecimiento energético es superior mundialmente al crecimiento poblacional o de la producción agrícola. Mientras la población crece al 2% anual y la productividad agrícola llega quizás al 3%, el consumo de energía está creciendo al 7% anual. En 12 años se duplicará la demanda de petróleo en Estados Unidos ya excesiva con relación a la demanda mundial. Pero la energía actualmente utilizada por el hombre también tiene un límite. La industrialización comenzó su carrera vertiginosa a finales del siglo XVIII con la explotación intensiva del carbón para la producción del vapor. Sin embargo, durante el siglo pasado y sobre todo en el presente, las fuentes petrolíferas han reemplazado en gran parte al carbón como fuente primaria de energía. La energía nuclear aún no aparece en el horizonte en forma segura y predominante. Todavía para 1985, el porcentaje de consumo energético nuclear será del 1% con relación a las otras fuentes de energía. El petróleo seguirá dominando el panorama energético durante muchos años, y las fuentes empiezan a dar signos de agotamiento. El petróleo, en un futuro no muy lejano, extraído de las pizarras asbésticas o arrancado al mar con altos costos de producción será un producto caro y, por lo tanto, consumible solamente por los países ricos. Con ello se ampliará posiblemente la brecha entre países ricos y pobres ya de por sí inmensa, si se tiene en cuenta que los Estados Unidos consumen las tres cuartas partes de las fuentes energéticas mundiales.
  • 30. En Estados Unidos circula un vehículo por dos habitantes y cada pareja puede ver su propia pantalla de televisión y utilizar su propio aparato telefónico. Europa no está muy por debajo de esta cifra pero al menos conserva una proporción más sensata entre población humana y aparatos técnicos. Los automóviles se empiezan a utilizar ya no por su valor de uso, sino por prestigio social, como sucedía anteriormente con la tierra o las altas torres de las familias señoriales del Renacimiento. El uso irracional de la energía es uno de los principales problemas ambientales de las ciudades. Muchas son las causas de este fenómeno, pero vale la pena resaltar aquellas que son susceptibles de mejorar con acertados procesos de planificación. La escala urbana no apropiada repercute en un mayor consumo energético debido a la mayor distribución del flujo energético. Hay que añadir las pérdidas no registradas por incapacidad de control de las fuentes y por daños por sobreuso o saturación. Las medidas correctoras implican, sin duda, sobrecostos para la producción. Las actitudes de consumo derrochistas, la ausencia de procesos de reciclaje y el poco desarrollo científico y tecnológico que existe sobre otras fuentes alternativas de producción energética, son aspectos que repercuten en el irracional consumo energético de los asentamientos urbanos. Las actitudes de consumo se constituyen en fundamento para lograr sistemas tecnológicos eficientes, que conduzcan a satisfacer las necesidades de la población. Sin embargo, la sola racionalización del consumo parece no se ser una medida suficiente. Es necesario atender también a las fuentes energéticas. Desde el punto de vista ambiental sería muy distinta una ciudad abastecida con fuente solar al modelo actual regado con petróleo. Igualmente, los impactos deberán medirse de acuerdo con la información existente sobre tecnologías específicas utilizadas para la producción de bienes y servicios. En el caso de las ciudades vale la pena estudiar las relacionadas con la construcción de la ciudad; la perfección y adecuación tecnológica permite reducir el impacto y racionalizar el uso de los recursos energéticos, aunque se conserve una demanda en aumento. De hecho, generalmente, los constructores no tienen en cuenta en sus cálculos, el ahorro energético. la capacidad real de sustentación del entorno en el que se ubica el asentamiento, depende del contexto ambiental concreto que incorpora las tecnologías y los recursos que se utilizan para la construcción de la infraestructura y para la prestación de servicios, igualmente, la forma como se presenten las relaciones sociales de producción determinan la posibilidad de una mejor calidad de vida urbana, es fundamental tener en cuenta tanto la estructura de la producción como los límites ambientales de la misma. En este sentido, el problema ambiental no se refiere solamente a la explotación desmedida de los recursos, sino a su utilización social irracional, por lo tanto, es necesario planificar la producción y el consumo porque a pesar de que en la
  • 31. producción se crean las relaciones sociales, es en las disparidades en el consumo tanto nacional como internacional, donde se sienten las contradicciones. Para el análisis ambiental urbano no se podrán olvidar entonces estas complejas relaciones, pues el conflicto se manifiesta en el marco físico de las ciudades, en su segregación espacial y en el desajuste de su ámbito artificial y natural. 1-3-4-MEDIO AMBIENTE. CIUDAD Y SÍMBOLO Al indagar por el significado de lo urbano desde una perspectiva ambiental, se encuentran posiciones contradictorias. Para un significativo número de autores, la ciudad es sólo un espacio consumidor de energía y productor de desechos; en este sentido, las referencias a lo urbano están signadas por los calificativos apocalípticos. Para otros, prima la ciudad, sin considerar las afectaciones que sobre la calidad de vida de los pobladores urbanos tienen los esquemas impuestos para un irracional consumo energético, la carencia de sistemas tecnológicos de reciclaje de residuos y la segregación socioespacial que desvirtúa la esencia de ese complejo espacio colectivo. En este sentido, se plantean objetivos de sostenibilidad, sin reflexionar sobre el cambio cultural requerido para esa nueva propuesta urbana. La historia de la ciudad es la de las sociedades enfrentadas a los retos que cada momento histórico les depara, con los instrumentos tecnológicos, las relaciones de producción, los recursos naturales, las aspiraciones personales y sociales, la ideología y el arte. Con el uso de la tecnología se alcanzaron logros insospechados para las sociedades precedentes y a su vez se generaron nuevos y crecientes problemas que no siempre pudieron superarse. Las primitivas técnicas de los hombres precolombinos les permitieron desarrollar grandes y bellas ciudades, a pesar de lo cual la América Prehispánica vio su decadencia y desaparición por causas no siempre atribuibles a la colonización española. Hasta las grandes ciudades pertenecientes a sociedades cuya desaparición o decadencia se ubica a lo largo de la historia, constituyen un ejemplo de lo que puede acontecer en la escogencia de modelos de "desarrollo" inadecuados a las propias condiciones históricas. La importante respuesta particular dada a las ciudades precolombinas en las distintas regiones de América Latina es neutralizada a partir de la colonización española. En líneas generales la tendencia reestructuradora de culturas existentes, la sustitución por nuevos "valores" impuestos todos por el colonizador, la homogeneización a escala continental de los modelos urbanísticos y arquitectónicos contenidos en las Leyes de Indias y reproducidos indiscriminadamente en todos los sitios, sin diferencias locales, iniciaron un proceso de "unificación urbana" en la que sólo quedarían marcadas las diferencias locales provenientes de las preexistencias culturales y de las particularidades ecológicas y/o aquellas determinadas por la significación social y económica que asumía cada ciudad.
  • 32. Las ciudades coloniales desempeñaban funciones bien concretas: punto de entrada y salida de los productos europeos y de los metales o materias primas americanas, centros de poder político, religioso, militar y administrativo, con existencia de algunas funciones productivas como la artesanía pero de carácter bastante reducido. "A partir de la jerarquía fijada por las funciones, en la ciudad se estructura una jerarquía piramidal de espacios significativos, desde el centro a la periferia. Dentro de esta estructura sobresalen los edificios particulares identificados con una función específica: el fuerte, la iglesia, el cabildo, el palacio del gobernador. En estos edificios mas que una exteriorización simbólica se manifiesta una exteriorización funcional acentuada por el grado de desarrollo de la cultura y de los recursos disponibles de la sociedad que los produce. A lo largo del siglo XIX, la emancipación del continente y la formación de las burguesías nacionales, tienden a suplantar la influencia española por la asimilación de los modelos provenientes de otros países europeos, básicamente, Francia e Inglaterra. La transformación a escala ambiental no se refleja hasta fines del siglo, y en algunos casos la variación a escala urbana es una variación de estilo, que no cambia en principio la homogeneidad ambiental. Hay un cambio de diseño en cuanto a lo tipológico pero se mantiene la base funcional y conceptual, inclusive se hacen más evidentes dentro de la estructura urbana. La mano de obra local incide como elemento diferenciador y se constituye en el factor que prolongará las tradiciones y determinará el mestizaje entre la cultura europea y la cultura indígena popular. Esta diferenciación se produce en el plano estilístico mas que en la estructura conceptual de base de las ciudades. La homogeneidad queda establecida en el trazado urbano de cuadrícula, dentro del cual se insertan la arquitectura y los materiales. Este proceso de significación urbana a través de imágenes se presenta en diferentes niveles, de acuerdo con los elementos que lo estructuran. Así, en la ciudad pueden identificarse objetos o lugares de significación colectiva que transcienden los límites de los propios habitantes; se trata de los elementos primarios, los de mayor significación, entre los que se cuentan los monumentos artísticos e históricos de carácter patrimonial. Estos llegan a constituir una supraimagen o especie de mapa mental, cuya concreción física constituyó un paradigma en el Período Barroco. El plan de Fontana y Sixto V para integrar los monumentos cristianos, por medio de obeliscos egipcios a manera de mojones, obedeció a este deseo, en cuanto tenía la función práctica de orientar a los peregrinos en la capital del Catolicismo. En otro nivel se presentan los hitos urbanos que sólo adquieren significación para los lugareños, y en un orden no necesariamente decreciente, los espacios públicos, hasta llegar a los elementos de menor grado de significación, que generalmente se ubican en un territorio restringido al barrio o a las áreas privadas.
  • 33. Estos símbolos urbanos constituyen paradigmas individuales y colectivos, por medio de los cuales se crea una imagen personalizada del espacio urbano, diferenciada por niveles educativos o por características de edad, sexo, religión y origen, con lo cual se crean límites territoriales de carácter personal. Las imágenes urbanas, por tanto, están sometidas a variaciones de acuerdo con la percepción individual, la cual se encuentra en puntos comunes con la de otros individuos, hasta construir imágenes nodales que constituyen la memoria colectiva. Por esto, aunque no es posible la identificación de una imagen única y verdadera de la ciudad, se puede reconocer un sistema simbólico coherente que opera para una colectividad, determinada por un territorio. El carácter de este territorio mental simbólico lo ilustra Armando Silva en el siguiente texto: "El territorio fue y sigue siendo un espacio donde habitamos con los nuestros, donde el recuerdo del antepasado y la evocación del futuro permiten referenciarlo como un lugar que aquel nombró con ciertos límites geográficos y simbólicos. Nombrar el territorio es asumirlo en una extensión lingüística e imaginaria; en tanto que recorrerlo, pisándolo, marcándolo en una u otra forma, es darle entidad física que se conjuga, por supuesto, con el acto denominativo". Esa territorialidad individual y familia corresponde a una demarcación de los límites de lo privado en un ámbito cotidiano, pero existe así mismo un territorio colectivo, que está implícito en la centralidad urbana y sustenta el reconocimiento del espacio público, de los valores patrimoniales urbanos y de la memoria colectiva. Se exige pues, un acto colectivo de carácter simbólico para la creación del territorio urbano, acto que se materializa a través de la historia, en las ceremonias de fundación de ciudades, en la asignación de patronos (próceres y santos) en la creación de obras y monumentos públicos y en sus inauguraciones multitudinarias. Como lo afirma Fabio Botero Gómez "Desde cinco o seis milenios atrás el mundo mediterráneo, desde Palestina hasta Iberia, del Alto Nilo al Ponto y del Atlas a los Alpes, ha girado esencialmente alrededor de la ciudad como ente social básico y este hecho es de tal trascendencia que ha pasado al lenguaje institucional y cultural en forma ampliamente conocida: Polis, Política, Urbs, urbano, Urbanidad, Civitas, Civilización, Civil, Civismo. A diferencia del norte, tribal hasta épocas muy recientes (en términos de la historia) el mundo mediterráneo institucionalizó el hecho urbano y lo convirtió en la piedra angular de su evolución histórica y cultural." La aprehensión de las imágenes urbanas se ha intentado por medios visuales diferentes: la pintura, la fotografía, el cine, y por las disciplinas que se ocupan de lo urbano en conjunción con la sicología. Un ejemplo lo constituye la Teoría de la Gestalt en Alemania, o la obra de Kevin Lynch "Imagen de la Ciudad". En ocasiones se ha obtenido por estos medios, resultados destacados que han revelado parte de la esencia misma de la ciudad. Sin embargo, el medio que ha
  • 34. mostrado la ciudad en forma más integral ha sido la literatura. Ella no limita su objeto a fenómenos funcionales o a su estructura física. Por el contrario, puede penetrar más profundamente en sus aspectos simbólicos que constituyen verdaderas imágenes de la ciudad, con su expresión a través del lenguaje. De esta manera, la literatura es capaz de transmitir una visión tan completa y tan rica como la capacidad misma de su autor lo permita, pero será reconocida por cada uno de los lectores de acuerdo con su propia sensibilidad, apoyado por recuerdos que lo vinculan al sitio. La comprensión simbólica de la ciudad no se limita al mapa mental elaborado a partir de los elementos de mayor significación; cada elemento urbano en su contexto es capaz de transmitir múltiples significados en su interacción con los ciudadanos. Existen en la ciudad símbolos de poder, de gobierno, religiosos o de estatus, que no son exclusivos de los sectores de estrato alto, pudiendo reconocerse aún en los barrios más apartados y de menor estrato económico. De esta manera se forma una serie de signos codificados que sustentan la elaboración de estas imágenes al asociarse en categorías que definen territorios diferenciados. Los símbolos conforman una guía estructurada que puede ser percibida por todos y que condiciona el uso de los espacios urbanos, de esta manera se construye la territorialidad que es quizá la base misma del carácter urbano del espacio citadino, más aun que el tamaño físico. Pero esta condición no está exenta de conflictos. El primero es la segregación urbana referida no solo al lugar de residencia de la población o a la separación de las actividades industriales, comerciales y financieras, sino al uso diferenciado del espacio público, con el establecimiento de dominios donde los grupos sociales no se mezclan o lo hacen sólo eventualmente. Esto se presenta muchas veces como una segregación mucho más evidente que aquella producida por los fenómenos propios de la explotación de la renta del suelo urbano, a los cuales se atribuyó gran parte de los males de la ciudad a partir de los enfoques marxistas. Los frecuentes conflictos en nuestras ciudades por causa de los vendedores ambulantes en algunas áreas del centro urbano que son apropiadas por otros sectores como el empresarial, bancario, etc. seguramente no se presentarían si esta ocupación del espacio se produjera en sectores de la ciudad más afines económicamente con los agentes dedicados a esta actividad, así se tratase de áreas igualmente públicas. El comercio general que se ubica preferencialmente en los lugares de mayor confluencia urbana, suele utilizar estrategias para llamar la atención de los transeúntes por medio de vitrinas que transmiten mensajes diferenciados para cada grupo de usuarios. Corrientemente las personas se auto-restringen de ocupar áreas que han adquirido determinadas connotaciones. Así surgen los lugares frecuentados por