2. RELATO BREVE
ALUMNOS DE F.P.B. I
CURSO 2015-2016
Comunicación y Sociedad
Autores:
Mª Montaña Bachiller González
Juan Carlos Blázquez Montero
Sergio Bonilla Guzmán
Ángel Carrero Portillo
Samuel Cid Serrano
Mª del Campo Moreno Carretero
Diseño y coordinación:
José Ramón Hernández Bermejo
Profesor de Comunicación y Sociedad I
3. UNA MAÑANA DE INVIERNO
CAPÍTULO I
UNA MAÑANA CUALQUIERA
La mañana discurría normalmente. Los
alumnos hacían sus tareas de lengua.
Juan Carlos, aburrido, se quedó
traspuesto mientras el profesor les
recordaba las reglas de ortografía.
Ángel le dio un codazo a Samuel para
que reparara en el compañero dormido.
Se echaron a reír, cosa que hacían con
frecuencia.
-Ya estamos con las risitas- dijo José
Ramón.
- Estos dos siempre están igual. ¡Qué
pesados son! – exclamó Montaña.
Mientras tanto, Campo miraba su móvil
de forma clandestina.
Juan Carlos, ajeno a todo ello, se
sumergía en un profundo sueño.
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4. CAPÍTULO II
LA PUERTA OCULTA
- Estoy harto de aguantar a estos frikis –
dijo Juan Carlos entre dientes.
- José Ramón, ¿puedo ir al servicio?
- Vale, pero date prisa que tienes que
acabar las actividades.
Cuando caminaba por el pasillo, vio
aparecer al director. Este le dijo:
-Juan Carlos, ¿qué haces deambulando
por aquí? ¿Ya te han vuelto a expulsar de
clase?
- No, Enrique. Voy a la biblioteca a buscar
un diccionario.
- Pues date la vuelta porque ahora está
cerrada. En la sala de profesores hay
algunos.
- Vale, subiré a buscarlo allí. Gracias.
Esperó a que el director entrara en su
despacho. Cambió el rumbo y se dirigió
hacia la puerta principal. Se escondió en
la esquina sigilosamente. De repente,
aparecieron dos sombras mientras se
escuchaban voces que cantaban “Él no te
da”, una de las cancioncillas de moda.
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5. Al escuchar el ruido de un cascabel, las
voces callaron. Montaña y Campo
doblaron rápidamente la esquina y se
dieron de bruces con Juan Carlos.
-¿Qué haces aquí? – preguntó Campo.
- Estoy intentando librarme de estos
pelmazos de profesores. ¿Os queréis
venir conmigo? – preguntó el
muchacho.
- ¡Oh, qué pereza! – dijo Montaña.
- ¡Vamos tía, no te rayes! - exclamó
Campo mientras tiraba del brazo de su
compañera.
Jorge, el profesor de educación física,
apareció al fondo del pasillo. Los
chicos, desconcertados, corrieron y se
ocultaron en un hueco de la pared.
Se quedaron sorprendidos cuando
encontraron una puerta que no habían
visto nunca, a pesar de los muchos años
que llevaban en el instituto.
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CAPÍTULO III
LAS ESTANCIAS OCULTAS
La puerta daba a unas escaleras que
bajaban a un cuarto oscuro. Desde allí
escucharon las risitas de Ángel y
Samuel. Juan Carlos se asomó y les
llamó la atención:
- ¡Chicos, venid aquí! ¡Mirad lo que
hemos encontrado!
Juntos, alumbrados por sus teléfonos
móviles, se dirigieron al fondo del
cuarto. Allí se encontraron con Sergio
tirado en el suelo.
- ¡Ay, qué daño me he hecho!
- ¿Qué haces aquí, Coqui? – preguntó
Montaña.
- Solo recuerdo que intentaba fugarme
y al saltar la valla me caí por un agujero.
Detrás de Sergio vieron un baúl. Campo
intentó abrirlo pero no pudo. Ángel,
sujetándola por los hombros, le dijo:
-Apártate y déjame a mí.
-Desde que vas al gimnasio del Lagarto
te has convertido en un musculitos –
dijo Montaña sarcásticamente.
Dentro encontraron un montón de
móviles requisados por los profesores.
-¡Así que aquí era donde los escondían!
– dijo Samuel.
- Estos teléfonos son prehistóricos- dijo
Ángel mientras sacaba uno de ellos.
Entonces se escuchó el timbre. Juan
Carlos exclamó:
-¡Vámonos, chicos! Tenemos que
regresar. No podemos arriesgarnos a
que Ana nos descubra. Este será
nuestro secreto. No se lo contéis a
nadie.
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CAPÍTULO IV
VUELTA A LAS PROFUNDIDADES
Juan Carlos pasó la noche dándole
vueltas a la cabeza y deseando que
llegara el día para volver a las estancias
subterráneas del instituto.
En el primer recreo volvieron allí
pertrechados con linternas.
En el cuarto oscuro, una cortina negra
cubría la pared. Al descorrerla
encontraron una puerta con una
inscripción que decía:
“Abrid esta puerta para descubrir el
enigma”
– Esto está más oxidado que el Titanic.
¡No hay manera de abrirla! – exclamó
Montaña.
-Aparta, que tienes menos fuerza que
el tapón de una gaseosa – dijo Ángel
haciendo ostentación de su fuerza. Al
girar la manilla se quedó con ella en la
mano.
-Esto se está poniendo feo - dijo
Campo.
- Mirad, aquí hay un papel arrugado -
señaló Juan Carlos. Lo desplegó y leyó
en voz alta las palabras escritas en él:
“Spectro Patronum”
En ese momento, la puerta se abrió
dejando al descubierto otra habitación
con estanterías llenas de carpetas
cubiertas de polvo.
-Vamos a echar un vistazo – sugirió
Sergio.
- ¡Anda, pero si es el expediente
académico de mi madre! ¡Qué morro,
me está continuamente echando la
bronca y resulta que ella también
suspendía! – dijo Montaña
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CAPÍTULO V
DE SORPRESA EN SORPRESA
Campo se sobresaltó al sentir la vibración
de su móvil. En la pantalla apareció el
nombre de su hermano Raúl.
- Campo, ¿dónde estás? He estado en tu
clase y no te he visto.
- Raúl me está buscando. ¿Qué le digo? –
preguntó Campo.
- Dile que Ana ha faltado y nos han
dejado salir antes - dijo Montaña.
- Podríais haberme avisado. He hecho el
viaje desde Aliseda para nada- contestó
Raúl.
Ángel seguía husmeando entre las
carpetas. Al coger una de ellas, una
trampilla se abrió a sus pies. El muchacho
desapareció de la vista de sus
compañeros.
-¿Habéis visto a Ángel? – preguntó
Montaña.
- No, y no oigo sus risitas. ¡Qué raro! -
dijo Samuel.
- ¡Vámonos! - dijo Campo. –Tengo
miedo.
- Ya te dije que no viniéramos – le
replicó Montaña.
- Mantened la calma. No os va a pasar
nada si permanecéis a mi lado – las
tranquilizó Juan Carlos.
Las linternas se apagaron súbitamente.
Cuando regresó la luz, Samuel yacía
inmóvil en el suelo.
Se oyeron los gritos de terror de
Montaña y Campo que corrían
despavoridas hacia la puerta.
- Siento deciros que no hay vuelta atrás.
Debemos seguir adelante – dijo Juan
Carlos.
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Detrás de la siguiente puerta se oyó un
inquietante silbido.
Campo, temblando de miedo, dijo:
-Ese silbido me suena. ¿Dónde lo he
escuchado antes?
- ¿No habrá sido tu wasap? – dijo
Montaña.
- Déjate de bromas que no está el horno
para bollos – replicó Campo.
Sergio, abriendo la puerta con decisión,
exclamó:
-¡Ya está bien de tonterías! ¡Salgamos de
aquí!
Al cruzar la puerta se volvió a oir el
silbido y una risita que les era muy
familiar. La silueta de Ángel surgió entre
las sombras de un rincón.
-¡Sorpreesaaa! ¡He vueeltooo! Ja, ja, ja.
Los chicos se quedaron petrificados.
Sergio se acercó a él y le dijo:
- Te creerás muy gracioso.
Fueron sus últimas palabras. Ángel lo
agarró y se lo llevó hacia la penumbra
mientras se iba riendo a carcajadas.
-¡Dios mío! ¡Vamos a morir todos!
¡Socorroooo! – gritó Campo.
-No te pongas histérica. ¡Venid! Por
aquí se ve luz – dijo Juan Carlos
tratando de tranquilizar a las chicas.
Aparecieron junto al río Pontones, en
cuya orilla vieron a Samuel pescando.
-Ya está bien ¿qué broma es esta? –
exclamó Montaña.
-No tiene ni pizca de gracia. Dejad de
vacilarnos – dijo Campo.
Montaña, enfadada, agarró una
piedra y se la tiró a Samuel. Le dio en
la cabeza. El muchacho cayó al agua y
se hundió en la profundidad del río.
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-Este instituto está maldito. Vámonos
antes de que nos hagan desaparecer –
dijo la chica con gesto desencajado.
-La fp es la que va a desaparecer. Tras
que éramos pocos… Ahora ya solo
quedamos tres – dijo Campo.
-Bueno, de todas formas, con lo
exigentes que son algunos profesores
pocos vamos a quedar.
Juan Carlos, entre dientes, murmuró:
-No saben éstas lo que les espera.
Seguidme – dijo con determinación.
CAPÍTULO VI
LA COSA SE PONE INTERESANTE
Regresaron al pasadizo por el que
habían salido.
-¡Entrad, aquí estaréis seguras! – les
dijo Juan Carlos mientras esbozaba una
sonrisa siniestra.
Las chicas escucharon cómo una puerta
se cerraba detrás de ellas.
La habitación quedó completamente a
oscuras.
-¡Juan Carlos! – gritaron las chicas al
unísono. Pero su compañero no
contestó. Las había dejado encerradas
en los sótanos del instituto.
-Voy a llamar a mi hermano para que
nos saque de aquí- dijo Campo
nerviosa.
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En el móvil de la joven se escuchó una
voz metálica que decía:
-El teléfono al que llama está apagado
o fuera de cobertura- Un pitido le
anunció que la batería se había
agotado.
- ¡Maldita sea! ¿Y ahora qué
hacemos? – Montaña, desesperada,
intentaba encontrar su paquete de
tabaco.
- Necesito un cigarro ya. Campo, ¿me
das fuego?
- No creo que debas fumar aquí
dentro. Nos vamos a quedar sin
oxígeno – le contestó.
Montaña, al borde de un ataque de
nervios, agarró a su compañera por el
cuello. Apretó tan fuerte que la dejó
inconsciente. Presa del pánico, siguió
hasta el fondo de la habitación.
-Por aquí debe haber una salida.
A tientas encontró una puerta. Notó
que la manilla estaba caliente. Al
abrirla, el fogonazo de la caldera de la
calefacción la tumbó de espaldas.
-Por fin me he librado de todos ellos –
dijo Juan Carlos.
Desorientado, llegó a una estancia en
penumbra en la que encontró un grupo
de gente sentada de espaldas.
Su rostro palideció cuando vio las caras
de sus compañeros.
-Por fin has llegado. Te estábamos
esperando. Ahora nos las vas a pagar
todas juntas – dijeron al unísono.
Se abalanzaron sobre él. El muchacho
comenzó a dar gritos despavoridos.
-¡Juan Carlos, Juan Carlos! ¡Despierta!-
dijo Ana, la profesora.
-Perdona, Ana. Me he quedado
dormido y he tenido una pesadilla
horrible – contestó mientras se
restregaba los ojos.
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Desde luego que debe de haber sido
horrible, porque dabas unos gritos
espeluznantes – dijo Montaña.
-Bueno, ahora a trabajar, que ya
hemos perdido bastante tiempo.
Cuando sonó el timbre del recreo,
Juan Carlos fue hasta el rincón junto a
la entrada buscando la puerta del
sótano. Un escalofrío recorrió su
espalda cuando comprobó que
realmente estaba allí.
FIN
SALIR