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Ximena se encontraba caminando por el
desértico sendero a plena luna llena, sus
pies ya se sentían cansados de tanto
movimiento y sus piernas solo daban
para unos cuantos pasos más. A pesar de
eso, no quería rendirse, quería seguir su
viaje para estar lejos de casa, no quería
volver. Apenas llegó al lago más cercano
a su pueblo y se detuvo a tomar agua,
estaba sedienta.
Mientras descansaba y tomaba agua del
lago, vio a lo lejos del sendero unas
luces rojas y amarillas, muy opacas para
la oscuridad. La niña dio un brinco de la
sorpresa y retrocedió ante la repentina
música que provenía de las luces.
-¡Vengan, vengan! ¡El mejor circo de
todos los tiempos!- decía una voz
animada- ¡Es el circo de los Romansky,
sólo para niños!
Ximena se fue acercando a las
misteriosas luces, que se fueron
convirtiendo en una gran y elegante
carreta con colores vivos,
especialmente un rojo que remarcaba
el gran anuncio que decía: “Gran
Circo Romansky” en los costados. La
carreta se detuvo ante la niña, apenas
a unos pasos de ella. -Vaya, tenemos
una espectadora esta noche, alguien
que al parecer ha huido de casa-
exclamó la voz-. Tenemos una gran
función para los niños fugados, ¡entra!
-¿Cómo sabes que me escapé? No he dicho nada de eso, tampoco
debo hablar con extraños. Dijo la niña con curiosidad, aunque
también con miedo.
-Te hemos estado esperando, ¡pasa!
Ximena no sabía lo que estaba pasando pero, al fin y al cabo, era
un circo, así que entró a la gran carreta, que comenzó a
transformarse en una colorida carpa de circo.
Al entrar no había más que silencio y oscuridad, que se fue
llenando con murmullos e iluminación colorida. El show estaba
por comenzar.
-Siéntate, por favor- le pidió una voz a Ximena, la cual se sentó en
un banco que estaba detrás de ella-. Pronto empezará el
espectáculo.
De repente, una neblina cubrió la carpa y una banda comenzó a
tocar una música animada, la niña aplaudía con alegría por el
ambiente de regocijo que había. Un grupo de payasos entró en el
círculo que había en el centro, haciendo malabares y acrobacias
para que la niña riera.
Pero los acróbatas no la
escucharon y saltaron
igualmente, haciendo
acrobacias y trucos hasta
caer en una malla que los
payasos habían hecho
aparecer de repente,
evitando que se hiciesen
daño. Un sonido de
aplausos provino de la
oscuridad que había
detrás de Ximena,
felicitando a los
simpáticos acróbatas que
ya se hallaban en el
suelo.
-No te preocupes por
ellos, están bien.
Un elefante entró al
círculo con un par de
acróbatas que subieron
por una escalera hasta
la parte más alta de la
carpa, preparándose
para saltar. Ximena
notó que no tenían ni
cuerda ni trapecios
para sostenerse, a lo
que exclamó:
-¡Esperen, es
peligroso! ¡Se van a
caer!
Un muchacho había aparecido al lado de
la niña sin que ella se diera cuenta,
asustándola. Pero claro, no mostró señal
de haberse asustado, ella era una niña
valiente, había huido de casa, lejos de su
familia, su querida familia. Comenzaba a
extrañarlos, su hermano, su padre…, su
madre, con la que había discutido esa
mañana y le juró que se iría para siempre.
Ya no podía regresar, ya no quería
regresar… o de eso se convencía. El joven
que estaba a su lado le recordaba a
alguien, pero no sabía a quién.
De repente, el joven la tomó por los
hombros y la empujó hacia el círculo
donde se encontraban los acróbatas
agradeciendo al público inexistente.
Ximena, sorprendida, miró a todos lados
buscando una salida, pero ya era muy
tarde, los aplausos sonaron a su alrededor
y comenzó a sonar una musiquilla de
carnaval. Ya había recordado a quién se
parecía el chico: su hermano. Nadie más
la empujaba cuando se sentía confundía o
asustada, él lo hacía para animarla, un
empujoncito…, pero este joven la había
empujado con fuerza, eso era extraño.
Ximena empezó a inquietarse por las personas
que estaban frente a ella, todas murmuraban
cosas que no podía entender bien, sólo pudo
escuchar claramente frases como “¿por qué no
comienza su espectáculo?”, no podría hacer un
espectáculo aunque quisiera, no sabía nada.
-¡Vamos, comienza!-le dijo el chico misterioso-.
Tienes que hacer algo para entretener al público.
Pero Ximena sólo pudo sentarse y cubrirse la
cara, ya no quería estar ahí.
-¡Oye! ¡Levanta los brazos!- Gritó una voz
detrás de ella- ¡Vamos!
Ximena levantó los brazos como le ordenaron,
cerrando los ojos. De un momento a otro, sintió
como se elevaba en el aire y unas manos la
agarraban una y otra vez, sentía como su cuerpo
se movía. Se estaba divirtiendo.
Cuando decidió abrir los ojos, otro rostro muy
familiar la estaba mirando mientras se
balanceaban en el aire y caían a la malla que
habían puesto los payasos. Ximena reía de la
diversión, se bajó de la malla, el público
invisible aplaudía y gritaba su nombre, sin que
ella lo hubiera mencionado. Pero no le importó,
estaba feliz en ese circo misterioso.
La misma persona cuyo rostro
le recordó a alguien se paró
frente a ella y le dijo:
-Eres buena, casi tanto como
yo, estoy orgulloso de ti.
¡Ya sabía a quién le recordaba!
Era idéntico a su papá, quien la
había mirado con tristeza esa
mañana antes de escaparse.
Comenzaba a extrañarlo. Se
molestó y empezó a caminar
hacia la salida, no quería
recordarlo ni extrañarlo nunca
más.
-Me voy de aquí, no quiero
seguir haciendo esto. La niña
salió caminando del círculo
iluminado cuando sombra la
detuvo en la salida.
-No te puedes ir, falta el show
de la psíquica, es importante-
dijo el muchacho parecido a su
hermano-. Tienes que esperar
hasta terminar todo.
El joven sentó a la niña en una silla que apareció de la nada, para que
luego se iluminara una gran mesa redonda con una bola de cristal en el
centro. Ximena no sabía qué estaba pasando, nunca había visto a una
psíquica.
La misteriosa señora entró al círculo y se sentó en la silla que estaba
frente a Ximena, con un montón de trapos de colores que le tapaban la
cara, sólo se veían sus ojos, en los que tenía una mirada curiosa que le
causó gracia a la niña, por lo que se rió. La señora, molesta, le dijo:
-¿Por qué te ríes? Vamos a ver tu futuro, mira a la bola.
Comenzó a mover sus manos
alrededor de la bola de cristal, la
niña no podía ver nada, a lo que
exclamó:
-¡No veo nada! Me quiero ir de
aquí…
-Veo que te escapaste de tu casa- la
interrumpe la adivina.- Mal hecho,
muy mal hecho, los niños pequeños
no deben escaparse de sus casa y
menos de sus pueblos, hay gente
mala por ahí, ¿sabes?
Ximena no entendía nada, ¿cómo
sabía eso?
-Muy bien- prosiguió la mujer.- Veo
a tres personas, dos hombres y una
mujer, están tristes, no te
encuentran en ningún lado.
Ximena ya sabía quiénes eran esos tres:
su familia. Estaba segura de que estarían
tristes, pero ella seguía molesta porque
su madre la envió a la cama sin cenar y
sin postre, quería ir a un lugar donde
hiciera lo que quisiera. Sin embargo, en
el fondo extrañaba a su familia.
-Oh, ya veo, ahora los tres están felices
de verte, corres hacia ellos. Al decir esto,
la misteriosa mujer comienza a quitarse
los trapos que cubrían su cara, para
sorpresa de Ximena, que la observaba
con curiosidad.
Cuando terminó de quitarse todos los
harapos, la niña lo entendió. Esa mujer
era igual a su mamá, pero ella sabía que
no era la verdadera. Se levantó
rápidamente de la silla, asustada, y salió
corriendo hacia afuera. Al salir vio lo
que menos esperaba ver en su viaje:
había regresado a su casa, y ya era de
día. En el porche de la casa se
encontraban sus padres y su hermano. Al
verlos, Ximena corrió hacia ellos
gritando:
¡Mamá, papá, hermano! ¡He vuelto,
estoy aquí!
-¡Ximena, hija! ¡Creímos que te
habíamos perdido para siempre!-
gritaron sus padres al mismo tiempo.-
Estábamos tan preocupados.
Los cuatros se abrazaron y Ximena
exclamó llorando y señalando a aquel
circo que se encontraba en medio del
patio:
-¡El Gran Circo Romansky me trajo
hasta aquí! ¡Había personas iguales a
ustedes, pero no eran ustedes, tenía
miedo! ¡Lo siento tanto!
Tanto los padres como el hermano se
miraron curiosos hasta que el hermano
dijo:
-Te perdonamos, hermanita, pero debo
decirte que allí no hay ningún circo.
La niña volteó y se dio cuenta de que no
había nada, ni una sola pista del Gran
Circo Romansky. Con una sonrisita
picarona, siguió abrazando a su familia
hasta la hora de la cena.

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Ximena y el circo gitano

  • 1.
  • 2. Ximena se encontraba caminando por el desértico sendero a plena luna llena, sus pies ya se sentían cansados de tanto movimiento y sus piernas solo daban para unos cuantos pasos más. A pesar de eso, no quería rendirse, quería seguir su viaje para estar lejos de casa, no quería volver. Apenas llegó al lago más cercano a su pueblo y se detuvo a tomar agua, estaba sedienta. Mientras descansaba y tomaba agua del lago, vio a lo lejos del sendero unas luces rojas y amarillas, muy opacas para la oscuridad. La niña dio un brinco de la sorpresa y retrocedió ante la repentina música que provenía de las luces. -¡Vengan, vengan! ¡El mejor circo de todos los tiempos!- decía una voz animada- ¡Es el circo de los Romansky, sólo para niños! Ximena se fue acercando a las misteriosas luces, que se fueron convirtiendo en una gran y elegante carreta con colores vivos, especialmente un rojo que remarcaba el gran anuncio que decía: “Gran Circo Romansky” en los costados. La carreta se detuvo ante la niña, apenas a unos pasos de ella. -Vaya, tenemos una espectadora esta noche, alguien que al parecer ha huido de casa- exclamó la voz-. Tenemos una gran función para los niños fugados, ¡entra!
  • 3. -¿Cómo sabes que me escapé? No he dicho nada de eso, tampoco debo hablar con extraños. Dijo la niña con curiosidad, aunque también con miedo. -Te hemos estado esperando, ¡pasa! Ximena no sabía lo que estaba pasando pero, al fin y al cabo, era un circo, así que entró a la gran carreta, que comenzó a transformarse en una colorida carpa de circo. Al entrar no había más que silencio y oscuridad, que se fue llenando con murmullos e iluminación colorida. El show estaba por comenzar. -Siéntate, por favor- le pidió una voz a Ximena, la cual se sentó en un banco que estaba detrás de ella-. Pronto empezará el espectáculo. De repente, una neblina cubrió la carpa y una banda comenzó a tocar una música animada, la niña aplaudía con alegría por el ambiente de regocijo que había. Un grupo de payasos entró en el círculo que había en el centro, haciendo malabares y acrobacias para que la niña riera.
  • 4. Pero los acróbatas no la escucharon y saltaron igualmente, haciendo acrobacias y trucos hasta caer en una malla que los payasos habían hecho aparecer de repente, evitando que se hiciesen daño. Un sonido de aplausos provino de la oscuridad que había detrás de Ximena, felicitando a los simpáticos acróbatas que ya se hallaban en el suelo. -No te preocupes por ellos, están bien. Un elefante entró al círculo con un par de acróbatas que subieron por una escalera hasta la parte más alta de la carpa, preparándose para saltar. Ximena notó que no tenían ni cuerda ni trapecios para sostenerse, a lo que exclamó: -¡Esperen, es peligroso! ¡Se van a caer!
  • 5. Un muchacho había aparecido al lado de la niña sin que ella se diera cuenta, asustándola. Pero claro, no mostró señal de haberse asustado, ella era una niña valiente, había huido de casa, lejos de su familia, su querida familia. Comenzaba a extrañarlos, su hermano, su padre…, su madre, con la que había discutido esa mañana y le juró que se iría para siempre. Ya no podía regresar, ya no quería regresar… o de eso se convencía. El joven que estaba a su lado le recordaba a alguien, pero no sabía a quién. De repente, el joven la tomó por los hombros y la empujó hacia el círculo donde se encontraban los acróbatas agradeciendo al público inexistente. Ximena, sorprendida, miró a todos lados buscando una salida, pero ya era muy tarde, los aplausos sonaron a su alrededor y comenzó a sonar una musiquilla de carnaval. Ya había recordado a quién se parecía el chico: su hermano. Nadie más la empujaba cuando se sentía confundía o asustada, él lo hacía para animarla, un empujoncito…, pero este joven la había empujado con fuerza, eso era extraño.
  • 6. Ximena empezó a inquietarse por las personas que estaban frente a ella, todas murmuraban cosas que no podía entender bien, sólo pudo escuchar claramente frases como “¿por qué no comienza su espectáculo?”, no podría hacer un espectáculo aunque quisiera, no sabía nada. -¡Vamos, comienza!-le dijo el chico misterioso-. Tienes que hacer algo para entretener al público. Pero Ximena sólo pudo sentarse y cubrirse la cara, ya no quería estar ahí. -¡Oye! ¡Levanta los brazos!- Gritó una voz detrás de ella- ¡Vamos! Ximena levantó los brazos como le ordenaron, cerrando los ojos. De un momento a otro, sintió como se elevaba en el aire y unas manos la agarraban una y otra vez, sentía como su cuerpo se movía. Se estaba divirtiendo. Cuando decidió abrir los ojos, otro rostro muy familiar la estaba mirando mientras se balanceaban en el aire y caían a la malla que habían puesto los payasos. Ximena reía de la diversión, se bajó de la malla, el público invisible aplaudía y gritaba su nombre, sin que ella lo hubiera mencionado. Pero no le importó, estaba feliz en ese circo misterioso. La misma persona cuyo rostro le recordó a alguien se paró frente a ella y le dijo: -Eres buena, casi tanto como yo, estoy orgulloso de ti. ¡Ya sabía a quién le recordaba! Era idéntico a su papá, quien la había mirado con tristeza esa mañana antes de escaparse. Comenzaba a extrañarlo. Se molestó y empezó a caminar hacia la salida, no quería recordarlo ni extrañarlo nunca más. -Me voy de aquí, no quiero seguir haciendo esto. La niña salió caminando del círculo iluminado cuando sombra la detuvo en la salida. -No te puedes ir, falta el show de la psíquica, es importante- dijo el muchacho parecido a su hermano-. Tienes que esperar hasta terminar todo.
  • 7. El joven sentó a la niña en una silla que apareció de la nada, para que luego se iluminara una gran mesa redonda con una bola de cristal en el centro. Ximena no sabía qué estaba pasando, nunca había visto a una psíquica. La misteriosa señora entró al círculo y se sentó en la silla que estaba frente a Ximena, con un montón de trapos de colores que le tapaban la cara, sólo se veían sus ojos, en los que tenía una mirada curiosa que le causó gracia a la niña, por lo que se rió. La señora, molesta, le dijo: -¿Por qué te ríes? Vamos a ver tu futuro, mira a la bola. Comenzó a mover sus manos alrededor de la bola de cristal, la niña no podía ver nada, a lo que exclamó: -¡No veo nada! Me quiero ir de aquí… -Veo que te escapaste de tu casa- la interrumpe la adivina.- Mal hecho, muy mal hecho, los niños pequeños no deben escaparse de sus casa y menos de sus pueblos, hay gente mala por ahí, ¿sabes? Ximena no entendía nada, ¿cómo sabía eso? -Muy bien- prosiguió la mujer.- Veo a tres personas, dos hombres y una mujer, están tristes, no te encuentran en ningún lado.
  • 8. Ximena ya sabía quiénes eran esos tres: su familia. Estaba segura de que estarían tristes, pero ella seguía molesta porque su madre la envió a la cama sin cenar y sin postre, quería ir a un lugar donde hiciera lo que quisiera. Sin embargo, en el fondo extrañaba a su familia. -Oh, ya veo, ahora los tres están felices de verte, corres hacia ellos. Al decir esto, la misteriosa mujer comienza a quitarse los trapos que cubrían su cara, para sorpresa de Ximena, que la observaba con curiosidad. Cuando terminó de quitarse todos los harapos, la niña lo entendió. Esa mujer era igual a su mamá, pero ella sabía que no era la verdadera. Se levantó rápidamente de la silla, asustada, y salió corriendo hacia afuera. Al salir vio lo que menos esperaba ver en su viaje: había regresado a su casa, y ya era de día. En el porche de la casa se encontraban sus padres y su hermano. Al verlos, Ximena corrió hacia ellos gritando:
  • 9. ¡Mamá, papá, hermano! ¡He vuelto, estoy aquí! -¡Ximena, hija! ¡Creímos que te habíamos perdido para siempre!- gritaron sus padres al mismo tiempo.- Estábamos tan preocupados. Los cuatros se abrazaron y Ximena exclamó llorando y señalando a aquel circo que se encontraba en medio del patio: -¡El Gran Circo Romansky me trajo hasta aquí! ¡Había personas iguales a ustedes, pero no eran ustedes, tenía miedo! ¡Lo siento tanto! Tanto los padres como el hermano se miraron curiosos hasta que el hermano dijo: -Te perdonamos, hermanita, pero debo decirte que allí no hay ningún circo. La niña volteó y se dio cuenta de que no había nada, ni una sola pista del Gran Circo Romansky. Con una sonrisita picarona, siguió abrazando a su familia hasta la hora de la cena.