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3. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: AL-ANDALUS


3.1 Evolución política: conquista, Emirato y Califato de Córdoba


Conquista musulmana y pueblos invasores (711-756).
       Las últimas décadas del siglo VII y la primera del siglo VIII fueron testigos de una profunda
crisis en la España visigoda. El aspecto más visible de la misma era la debilidad de la monarquía,
ya que el carácter electivo del trono condujo a frecuentes intrigas y rivalidades entre distintos
bandos.
       El rey visigodo Witiza había decidido que su hijo, Agila, le sucediera en el trono, pero murió
antes de asegurar la descendencia a su hijo (710). El duque de la Bética, Rodrigo, encabezó una
revuelta nobiliaria y se proclamó rey. Los partidarios de Witiza pidieron ayuda a los musulmanes del
norte de África y un ejército musulmán del Magreb, formado por soldados bereberes y dirigido por
oficiales árabes (Tariq y Musa) venció en el 711 a Rodrigo en Guadalete. En el 720 dominaban la
Península, excepto la franja cantábrica en donde se habían refugiado los restos del ejército de
Rodrigo que consiguieron vencer a los musulmanes en Covadonga.
       La conquista se llevó a cabo mediante capitulaciones o pactos con las diferentes comunidades
y la nobleza hispano-visigoda. Unos años más tarde, en el 732, fueron derrotados en Poitiers por el
dirigente franco Carlos Martel, lo que supuso el punto final del intento islamita de adentrarse en
territorio de la Europa cristiana.
       La conquista musulmana de Hispania se desarrolló con suma facilidad y sin apenas
resistencia. La mayoría de la población no estaba interesada en defender a una monarquía con la que
no se sentía identificada. Muchos miembros de la nobleza hispanogoda pactaron su rendición a
cambio de que se respetaran sus derechos y tierras (Pacto de Teodomiro) y los musulmanes fueron
tolerantes con cristianos y judíos, al fin y al cabo, “gentes del Libro” (Antiguo testamento).
       Finalizada la conquista no faltaron las disputas entre los vencedores, entre árabes y
bereberes, o entre los distintos clanes y tribus árabes. A las diferencias étnicas hay que añadir las
tensiones provocadas por el reparto de tierras, beneficioso para la minoría dirigente árabe.
Precisamente en el 741, para intentar sofocar una revuelta bereber, llegaron refuerzos procedentes de
Siria, los cuales, una vez cumplida su misión, se establecieron en distintos territorios del sur
peninsular.
       El gobierno de Al-Ándalus, que había establecido la capital en Córdoba, estaba dirigido por
un emir, el cual obedecía las órdenes del califa, instalado en Damasco. Entre los años 714 y 756,


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fase conocida como la del Emirato dependiente, se sucedieron en el gobierno de al-Ándalus nada
menos que veinte emires.


El Emirato y el Califato de Córdoba (756-1031)
       A mediados del siglo VIII se produjo una conmoción en el mundo musulmán. Los Omeyas,
familia en la que había recaído la dirección del Islam, fueron eliminados de forma violenta por los
Abasíes. Un miembro de la familia Omeya, que pudo escapar de la tragedia, se instaló en tierras
hispanas y con ayuda de sus partidarios se hizo con el poder. Se trataba de Abderramán I (756-788),
con quien se inicia la etapa del Emirato independiente.
       Durante esta etapa se consolidó el poder del Islam en Hispania: se organizó la división
territorial del emirato en provincias o coras y un eficaz aparato administrativo, el ejército se
profesionalizó con tropas mercenarias, alejadas de las disputas internas entre los distintos grupos
árabes, se organizaron campañas o aceifas contra los cristianos del norte para evitar que éstos
progresaran hacia el sur. Sin embargo también se produjeron conflictos frecuentes entre el poder
central y los gobernadores de las marcas (provincias fronterizas) y con los muladíes (cristianos
convertidos al islam) y los mozárabes (hispano-godos que se mantuvieron fieles al cristianismo).
       Abderramán III (912- 961) accedió al gobierno del emirato cuando la autoridad de los
emires apenas se ejercía en Córdoba y su comarca. Con grandes dotes políticas, militares y
organizativas, se propuso como primera tarea la pacificación y reunificación de al-Ándalus. En el
año 929, terminada la guerra civil y reestablecida la autoridad del emir, Abderramán III decidió
autoproclamarse “califa y príncipe de los creyentes”, seguramente para afirmar la hegemonía de
Córdoba ante los reinos norteafricanos surgidos de la fragmentación de Bagdad. La segunda parte de
su gobierno la dedicó a combatir a los reinos cristianos del norte, que habían aprovechado las
disputas internas de al-Ándalus para avanzar a través de la meseta norte hasta la línea del Duero.
       Abderramán III legó a sus sucesores un estado fuerte y el califato de Córdoba era la mayor
potencia islámica del momento. Pero este esplendor no descansó sólo en las notables personalidades
de Abderramán III, su hijo al-Hakam II (961-976) o Hixam II (976-1003) o Almanzor (978-1002)
sino también en la prosperidad económica, la eficaz agricultura musulmana y el auge urbano,
comercial y mercantil.
       Al-hakam II murió siendo su hijo un niño de doce años, éste subió al poder con el nombre de
Hixam II, pero su primer ministro (o hachib) Almanzor se hizo con todo el poder. Durante sus años
de mandato emprendió más de cincuenta expediciones a territorios cristianos en busca de botín.
Cuando murió Almanzor le sucedió su hijo Abd al-Malik al Muzafar que prosiguió la obra de su
padre, murió misteriosamente y le sucedió su hermano Abd al-Rahmán Sanchuelo, que intentó que
2
Hixam II le nombrara su sucesor. Las empresas que emprendieron fracasaron, el califa abdicó y
Sanchuelo fue asesinado.
       Los enfrentamientos entre los aspirantes al califato y el constante aumento de los impuestos
precipitaron la caída. También contribuyó a ello la acción de los cristianos, sea como milicia al
servicio de uno de los bandos rivales, sea organizando expediciones para saquear ciudades
andalusíes. Como consecuencia, un consejo de notables reunido en Córdoba decretó en el año 1031
la abolición del califato, que se fragmentó en reinos independientes, los Reinos de Taifas.


3.2 La crisis del siglo XI: los reinos de taifas e imperios norteafricanos.


Los Reinos de Taifas
       Al Ándalus se fragmentó en un mosaico de pequeños reinos, los llamados Reinos de
Taifas, término que significa bandería. Inicialmente fueron 26, aunque progresivamente los más
poderosos absorbieron a los más débiles A su frente se hallaban en unas zonas los dirigentes
beréberes, en otras los eslavos, en otras familias de origen árabe e incluso muladíes. Dichos reinos
tuvieron una vida muy corta, ligeramente superior al medio siglo, pues fueron barridos por los
invasores almorávides.
       Las taifas más importantes fueron la de Zaragoza, la de Badajoz, de Toledo, de Granada y de
Sevilla. La formación de los taifas facilitó el progreso político y la expansión de los reinos cristianos
del norte. A pesar de la descentralización y de las luchas internas, se mantuvo la actividad económica
que contrastaba con la debilidad militar, hecho que aprovecharon los reinos cristianos para cobrar
impuestos (parias) en oro y armar así a sus propios ejércitos para llevar a cabo sus próximas
conquistas.
       En los territorios musulmanes se mantenía una economía rica y activa, gran cantidad de
artesanos producían artículos metálicos, de joyería, de vidrio, textiles…la gente que vivía en Al-
Ándalus disfrutaba de un nivel de vida bueno comparado con el resto de península o los musulmanes
del norte de África o de la península arábiga.
       El hundimiento del califato y la proclamación de los reinos Taifas puede entenderse también
como una reacción anti-árabe. Ninguna de las actuales dinastías tenía un origen árabe. Este periodo
coincide también con un tiempo de extraordinaria floración intelectual. Las rivalidades políticas y
culturales de muchas Taifas y la reacción contra la influencia cultural de Oriente Próximo,
estimularon la cultura nacional de Al-Ándalus. Los príncipes rivalizaban por tener los mejores
músicos, poetas, diplomáticos y cronistas. Los dirigentes de las taifas no tuvieron más remedio que


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elevar los impuestos para mantener esta situación, lo que motivó un creciente descontento entre la
población de sus dominios.
       El creciente poder militar cristiano amenazaba seriamente a estos reinos, la caída de Toledo
convenció al rey de la Taifa de Sevilla a pedir ayuda al poderoso estado almorávide del Norte de
África, su líder Yusuf cruzó el estrecho y derrotó a Alfonso VI en Sagrajas (Badajoz) en 1086.
Después de esta victoria la amenaza cristiana persistía por lo que los almorávides fueron más allá de
sus objetivos (frenar el avance cristiano) y decidieron quedarse en Al-Ándalus y restaurar los modos
de vida más estrictos del Islam.


Los imperios norteafricanos.
       Tras la caída de Toledo y ante el avance de los cristianos, los musulmanes de Al-Ándalus
llaman en su auxilio al poderoso imperio que los almorávides habían creado en el norte de África y
que había tenido un gran éxito entre los musulmanes que habitaban las tierras del actual Marruecos,
Mauritania, la cuenca del Senegal y parte de Argelia.
Al finalizar el poder almorávide, otro imperio procedente también de África vendrá a ocupar su
lugar, los almohades. Veremos ahora más detenidamente quienes eran y como organizaron el
territorio que ocuparon.
•   Almorávides
    El movimiento almorávide había surgido en el extremo suroccidental del desierto del Sahara,
entre tribus camelleras, como un movimiento de renovación islámica a partir de los principios más
puros y estrictos del Islam. Llevaron su celo religioso a extremos de dureza increíble y fueron los que
difundieron el ideal de guerra santa o yihad.
Habían constituido a mediados del siglo XI un imperio en la zona occidental del norte de África con
capital en Marrakech y acudieron a tierras de al-Ándalus llamados por algunos reyes taifas. En el año
1085 Alfonso VI, rey de Castilla y León, había conquistado Toledo, pero un año después fue
derrotado por los almorávides en Sagrajas (Mérida), que incorporaron a su dominio a los diversos
reinos taifas y frenaron el avance cristiano, aunque no lograron recuperar la bien fortificada Toledo.
Será el Cid el primero en derrotar en Valencia a los ejércitos almorávides y frenar temporalmente su
avance por levante. A la muerte del Cid Valencia volvió a ser reconquistada por los almorávides.
(Rodrigo Díaz de Vivar en el 1081 ofreció sus servicios, tras una disputa con Alfonso VI, como jefe
militar al rey musulmán de Zaragoza. A pesar de su estrecha asociación con los musulmanes, fue
adoptado por los cristianos como modelo de hazañas heroicas.)
Con los almorávides al-Ándalus volvía a estar unificado, pero el rigorismo religioso supuso la
persecución de las minorías cristiana y judía y la vida cultural e intelectual sufrió un notable
4
retroceso con respecto a etapas anteriores. La pérdida de la taifa de Zaragoza fue el punto de partida
del retroceso almorávide y en pocos años su imperio se desmembró en nuevos reinos taifas.
•   Almohades.
    Una nueva etapa de reunificación se produjo con la llegada de los almohades, también de origen
africano. Almohade era el nombre de otra secta dentro del Islam, que se convirtió en un movimiento
político-militar y acabó conquistando los dominios de los almorávides en el norte de África y al-
Ándalus. No llegaron reclamados por los reinos de taifas, sino con el afán de destruir lo que quedaba
del imperio almorávide y vencieron a Alfonso VIII, rey de Castilla, en la batalla de Alarcos en 1195,
pero en el año 1212 una coalición de reinos cristianos los derrotó en las Navas de Tolosa (Jaén),
acontecimiento que sirvió para hundir definitivamente al poder almohade.
Los almohades establecieron su capital en Sevilla, ciudad que embellecieron, la Giralda y la Torre
del Oro son de esta época.
       El fin del poder almohade condujo a una tercera división de al-Ándalus en taifas. Pero el
empuje cristiano era cada vez más importante y el territorio musulmán fue conquistado
progresivamente, excepto el pequeño reino nazarí de Granada, que se convirtió en el último reducto
del Islam, hasta 1492, y refugio de los musulmanes que huían de los lugares conquistados por los
cristianos.




3.3.La organización económica y social


    La civilización hispano-árabe fue la más desarrollada de la época en Europa desde un punto de
vista económico y social.
•   Economía
    Al-Ándalus se integró plenamente en el circuito económico del mundo islámico, beneficiándose
de su intensa actividad y riqueza. El rasgo más significativo, es el importante papel que
desempeñaron las ciudades como grandes centros de consumo, que estimulaban las actividades
artesanales y mercantiles.
       La base de la economía siguió siendo la agricultura, pero con notables mejoras respecto a
la época visigoda: se perfeccionaron las técnicas de regadío y se introdujeron nuevos cultivos como
el arroz, el azafrán, la berenjena, los agrios, la caña de azúcar, la palmera o el algodón. También
adquirió gran importancia la sericultura (cultivo de la morera y cría de gusanos de seda).
       En la producción artesanal destacaba la industria textil, en especial los tejidos de seda, de
los cuales los más conocidos eran los brocados cordobeses, o los tejidos de lino, que se fabricaban en
                                                                                                     5
Zaragoza. Otras actividades importantes fueron el trabajo de las pieles y el cuero, la cerámica, el
vidrio, la fabricación de papel, de armas, o el trabajo del oro, la plata, el marfil y las piedras
preciosas.
       La actividad mercantil contaba con la existencia de dos tipos de monedas, una de oro, el
dinar, y otra de plata, el dirhem. Al-Ándalus mantuvo un floreciente comercio exterior, ante todo con
el resto de los países islámicos, aunque también con la Europa cristiana.
Con los musulmanes las ciudades ocuparon un papel económico fundamental ya que eran grandes
centros reconsumo que estimulaban la producción artesanal y el comercio. La otra función que
desempeñaba la ciudad era la religiosa y sobre todo la comercial. Las ciudades islámicas tenían la
siguiente estructura:
       o la medina, era donde se encontraba la mezquita mayor
       o la alcaicería, calles con comercios de lujo (seda, joyas…)y las alhóndigas que servían
             para almacenar mercancías y como alojamiento para los mercaderes
       o los barrios residenciales
       o los arrabales, barrios pegados a la muralla o extramuros
       o el zoco, espacio dedicado a mercado permanente o periódico


•   Organización social.
La población de al-Ándalus era muy heterogénea. La mayoría eran musulmanes. Entre ellos hay que
distinguir a los árabes, minoritarios, a los que luego se unieron los sirios, que eran el grupo
dominante desde el punto de vista político y económico, constituían una auténtica aristocracia; los
bereberes, bastante más numerosos, se arabizaron pero ocuparon, en general, posiciones inferiores,
se establecieron en tierras más pobres, y los muladíes, hispanos que aceptaron la religión islámica,
su número fue creciendo hasta alcanzar el 75% de toda la población de origen hispano.
    Dentro de los no musulmanes o dimníes, obligados a pagar impuestos especiales, estaban los
judíos y los mozárabes. Los judíos gozaron bajo el Islam de una gran tolerancia. Su cultura se
arabizó fuertemente lo que acentuó su papel de intermediarios entre la cultura árabe y la latina. Los
mozárabes eran cristianos fuertemente arabizados, de ahí su nombre mostarab, que quiere decir
mixto de árabe. Fueron disminuyendo en número, tanto por las conversiones al Islam, como por la
emigración al norte a medida que avanzaba la reconquista. Las relaciones con los musulmanes
empeoraron con el rigorismo religioso impuesto por almorávides y almohades.
Los esclavos, podían tener orígenes distintos:
       o eslavos, prisioneros de origen europeo, algunos acabaron convirtiéndose en jefes militares
       o negros, procedentes de Sudán y que se empleaban en el servicio doméstico
6
3.4. El legado cultural
       Entre las diversas corrientes surgidas en el Islam desde finales del siglo VIII se impuso en al-
Ándalus la doctrina malequí, caracterizada por su rigidez en la interpretación del Corán y su
intransigencia. Esto limitó, en parte, el desarrollo del pensamiento especulativo.
Sin embargo desde mediados del siglo IX y durante el siglo X al-Ándalus conoció un esplendor
cultural en relación con la estabilidad política y el desarrollo económico. Otro factor importante fue
el clima de libertad que se vivió con Abderramán III y, sobre todo, con su hijo y sucesor Al-Hakan
II, auténtico mecenas de las ciencias, las artes y las letras, que convirtió a Córdoba en un centro
cultural de primer orden.
       Por otra parte, la España musulmana fue la vía de transmisión a occidente de la ciencia
griega y de gran parte de la hindú, recuperadas y desarrolladas por los árabes. Un ejemplo muy
importante es la difusión del actual sistema de numeración, de origen indio, basado en el valor
posicional de las cifras y la utilización del cero, más simple y operativo que el romano. Los árabes
conformaron una cultura de síntesis, con elementos de las distintas civilizaciones, asimilaron
conocimientos científicos y técnicos de países como China, India o Persia, así alcanzaron un alto
desarrollo en los ámbitos literarios, filosóficos, científicos y médicos.
Con la caída del califato no decayó la importancia cultural de la España islámica. Las principales
cortes compitieron en el mecenazgo y patrocinio de las artes y las ciencias. Sevilla fue famosa por
sus poetas, comenzando por su rey Almotamid; Zaragoza por sus astrónomos; Toledo por sus
científicos. Es precisamente en este período cuando Ibn hazm escribió El collar de la paloma uno de
los mejores tratados sobre el amor de la literatura universal. Muchas de las obras científicas fueron
traducidas al latín y difundidas por las escuelas de traductores de Toledo y del monasterio de Ripoll.
Los almorávides y almohades, con su rigorismo e intolerancia religiosa no facilitaron el desarrollo
del pensamiento. No obstante, en el siglo XII surgieron tres grandes figuras tanto de la medicina
como de la filosofía y el pensamiento en general: los musulmanes Abentofail y Averroes, y el judío
Maimonides, que al final tuvo que emigrar. Los tres pretendieron conciliar el pensamiento
aristotélico con sus respectivas concepciones religiosas y tuvieron una gran influencia en el occidente
cristiano, en especial los comentarios de Averroes sobre Aristóteles, que difundieron el pensamiento
del filósofo griego en Europa, y los libros sobre medicina de Maimonides.


3.5. La mezquita y el palacio en el Arte Hispano-musulmán


   La arquitectura responde a las necesidades político-religiosas del Islam. Por este motivo los
edificios más representativos son la mezquita, para la oración, y el palacio-fortaleza, centro político
                                                                                                      7
neurálgico, y no se representan imágenes en los edificios religiosos debido a que la religión lo
prohíbe.
•   Sus características generales son:
    o   El eclecticismo: reinterpreta el lenguaje artístico de las distintas culturas donde se asienta y
        crea un lenguaje peculiar: del arte romano y cristiano toma los soportes o columnas, arcos de
        medio punto y tipos de techumbres, del visigodo el arco de herradura, del arte bizantino y
        oriental la abundante decoración con mosaicos en muros y techumbres y del mundo persa el
        concepto de residencia palaciega rodeada de impresionantes jardines. Además, emplea arcos,
        apuntados, lobulados y entrecruzados y para las cubiertas, cúpulas califales (de nervios
        entrecruzados) y artesonados adintelados de madera con decoración geométrica.
    o   La abundante decoración, que transforma materiales pobres (madera, paneles de yeso,
        azulejos) en una explosión de lujo y refinamiento: geométrica, de lacería (cintas o lazos), de
        ataurique (motivos vegetales estilizados), epigráfica (fragmentos del Corán) y mocárabes
        (prismas situados en las techumbres e intradós de los arcos que simulan estalactitas).
•   Los edificios más representativos son:
    o   La mezquita de Córdoba, arte omeya y califal (VIII-XI): emplazada en una antigua iglesia
        visigoda, consta de un patio porticado o sahn; un alminar; una sala de oración (harán) de once
        naves con dos pisos de arquerías con alternancia cromática inspiradas en acueducto de Los
        Milagros; muro de la oración o qibla; el mirhab o nicho donde se sitúa el imán y por último la
        macxura, espacio reservado para el califa en la oración del viernes. Sufrió ampliaciones y fue
        mezquita de referencia para todo el territorio hispano. La de Toledo (Cristo de la luz) es
        pequeña y famosa por su decorativo exterior de ladrillos.
    o   La arquitectura palaciega: Medina Azahara y la Alhambra. (Arte nazarí, ss XIII-XV). Es
        intimista por su sobriedad exterior y la profusión decorativa de interiores. La influencia persa
        y la climatología de Arabia contribuyeron al diseño de estas residencias como palacio y lugar
        para el descanso: la naturaleza --los jardines-- y el agua -- en movimiento o remansada como
        un espejo--, juegan dos papeles fundamentales. La Alhambra y Medina Azahara, en Córdoba,
        son dos ejemplos de esta arquitectura para los sentidos: oler los jardines del Generalife,
        escuchar el sonido del agua, ver como se proyectan las arquitecturas en los estanques que
        actúan como espejos. Las estancias privadas de la Alhambra (Salas de las Dos Hermanas o
        los Abencerrajes), abrían a conocidos patios (los Leones, los         Arrayanes) y miradores
        (Daraxa).



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La Península Ibérica bajo dominio musulmán en la Edad Media

  • 1. 3. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: AL-ANDALUS 3.1 Evolución política: conquista, Emirato y Califato de Córdoba Conquista musulmana y pueblos invasores (711-756). Las últimas décadas del siglo VII y la primera del siglo VIII fueron testigos de una profunda crisis en la España visigoda. El aspecto más visible de la misma era la debilidad de la monarquía, ya que el carácter electivo del trono condujo a frecuentes intrigas y rivalidades entre distintos bandos. El rey visigodo Witiza había decidido que su hijo, Agila, le sucediera en el trono, pero murió antes de asegurar la descendencia a su hijo (710). El duque de la Bética, Rodrigo, encabezó una revuelta nobiliaria y se proclamó rey. Los partidarios de Witiza pidieron ayuda a los musulmanes del norte de África y un ejército musulmán del Magreb, formado por soldados bereberes y dirigido por oficiales árabes (Tariq y Musa) venció en el 711 a Rodrigo en Guadalete. En el 720 dominaban la Península, excepto la franja cantábrica en donde se habían refugiado los restos del ejército de Rodrigo que consiguieron vencer a los musulmanes en Covadonga. La conquista se llevó a cabo mediante capitulaciones o pactos con las diferentes comunidades y la nobleza hispano-visigoda. Unos años más tarde, en el 732, fueron derrotados en Poitiers por el dirigente franco Carlos Martel, lo que supuso el punto final del intento islamita de adentrarse en territorio de la Europa cristiana. La conquista musulmana de Hispania se desarrolló con suma facilidad y sin apenas resistencia. La mayoría de la población no estaba interesada en defender a una monarquía con la que no se sentía identificada. Muchos miembros de la nobleza hispanogoda pactaron su rendición a cambio de que se respetaran sus derechos y tierras (Pacto de Teodomiro) y los musulmanes fueron tolerantes con cristianos y judíos, al fin y al cabo, “gentes del Libro” (Antiguo testamento). Finalizada la conquista no faltaron las disputas entre los vencedores, entre árabes y bereberes, o entre los distintos clanes y tribus árabes. A las diferencias étnicas hay que añadir las tensiones provocadas por el reparto de tierras, beneficioso para la minoría dirigente árabe. Precisamente en el 741, para intentar sofocar una revuelta bereber, llegaron refuerzos procedentes de Siria, los cuales, una vez cumplida su misión, se establecieron en distintos territorios del sur peninsular. El gobierno de Al-Ándalus, que había establecido la capital en Córdoba, estaba dirigido por un emir, el cual obedecía las órdenes del califa, instalado en Damasco. Entre los años 714 y 756, 1
  • 2. fase conocida como la del Emirato dependiente, se sucedieron en el gobierno de al-Ándalus nada menos que veinte emires. El Emirato y el Califato de Córdoba (756-1031) A mediados del siglo VIII se produjo una conmoción en el mundo musulmán. Los Omeyas, familia en la que había recaído la dirección del Islam, fueron eliminados de forma violenta por los Abasíes. Un miembro de la familia Omeya, que pudo escapar de la tragedia, se instaló en tierras hispanas y con ayuda de sus partidarios se hizo con el poder. Se trataba de Abderramán I (756-788), con quien se inicia la etapa del Emirato independiente. Durante esta etapa se consolidó el poder del Islam en Hispania: se organizó la división territorial del emirato en provincias o coras y un eficaz aparato administrativo, el ejército se profesionalizó con tropas mercenarias, alejadas de las disputas internas entre los distintos grupos árabes, se organizaron campañas o aceifas contra los cristianos del norte para evitar que éstos progresaran hacia el sur. Sin embargo también se produjeron conflictos frecuentes entre el poder central y los gobernadores de las marcas (provincias fronterizas) y con los muladíes (cristianos convertidos al islam) y los mozárabes (hispano-godos que se mantuvieron fieles al cristianismo). Abderramán III (912- 961) accedió al gobierno del emirato cuando la autoridad de los emires apenas se ejercía en Córdoba y su comarca. Con grandes dotes políticas, militares y organizativas, se propuso como primera tarea la pacificación y reunificación de al-Ándalus. En el año 929, terminada la guerra civil y reestablecida la autoridad del emir, Abderramán III decidió autoproclamarse “califa y príncipe de los creyentes”, seguramente para afirmar la hegemonía de Córdoba ante los reinos norteafricanos surgidos de la fragmentación de Bagdad. La segunda parte de su gobierno la dedicó a combatir a los reinos cristianos del norte, que habían aprovechado las disputas internas de al-Ándalus para avanzar a través de la meseta norte hasta la línea del Duero. Abderramán III legó a sus sucesores un estado fuerte y el califato de Córdoba era la mayor potencia islámica del momento. Pero este esplendor no descansó sólo en las notables personalidades de Abderramán III, su hijo al-Hakam II (961-976) o Hixam II (976-1003) o Almanzor (978-1002) sino también en la prosperidad económica, la eficaz agricultura musulmana y el auge urbano, comercial y mercantil. Al-hakam II murió siendo su hijo un niño de doce años, éste subió al poder con el nombre de Hixam II, pero su primer ministro (o hachib) Almanzor se hizo con todo el poder. Durante sus años de mandato emprendió más de cincuenta expediciones a territorios cristianos en busca de botín. Cuando murió Almanzor le sucedió su hijo Abd al-Malik al Muzafar que prosiguió la obra de su padre, murió misteriosamente y le sucedió su hermano Abd al-Rahmán Sanchuelo, que intentó que 2
  • 3. Hixam II le nombrara su sucesor. Las empresas que emprendieron fracasaron, el califa abdicó y Sanchuelo fue asesinado. Los enfrentamientos entre los aspirantes al califato y el constante aumento de los impuestos precipitaron la caída. También contribuyó a ello la acción de los cristianos, sea como milicia al servicio de uno de los bandos rivales, sea organizando expediciones para saquear ciudades andalusíes. Como consecuencia, un consejo de notables reunido en Córdoba decretó en el año 1031 la abolición del califato, que se fragmentó en reinos independientes, los Reinos de Taifas. 3.2 La crisis del siglo XI: los reinos de taifas e imperios norteafricanos. Los Reinos de Taifas Al Ándalus se fragmentó en un mosaico de pequeños reinos, los llamados Reinos de Taifas, término que significa bandería. Inicialmente fueron 26, aunque progresivamente los más poderosos absorbieron a los más débiles A su frente se hallaban en unas zonas los dirigentes beréberes, en otras los eslavos, en otras familias de origen árabe e incluso muladíes. Dichos reinos tuvieron una vida muy corta, ligeramente superior al medio siglo, pues fueron barridos por los invasores almorávides. Las taifas más importantes fueron la de Zaragoza, la de Badajoz, de Toledo, de Granada y de Sevilla. La formación de los taifas facilitó el progreso político y la expansión de los reinos cristianos del norte. A pesar de la descentralización y de las luchas internas, se mantuvo la actividad económica que contrastaba con la debilidad militar, hecho que aprovecharon los reinos cristianos para cobrar impuestos (parias) en oro y armar así a sus propios ejércitos para llevar a cabo sus próximas conquistas. En los territorios musulmanes se mantenía una economía rica y activa, gran cantidad de artesanos producían artículos metálicos, de joyería, de vidrio, textiles…la gente que vivía en Al- Ándalus disfrutaba de un nivel de vida bueno comparado con el resto de península o los musulmanes del norte de África o de la península arábiga. El hundimiento del califato y la proclamación de los reinos Taifas puede entenderse también como una reacción anti-árabe. Ninguna de las actuales dinastías tenía un origen árabe. Este periodo coincide también con un tiempo de extraordinaria floración intelectual. Las rivalidades políticas y culturales de muchas Taifas y la reacción contra la influencia cultural de Oriente Próximo, estimularon la cultura nacional de Al-Ándalus. Los príncipes rivalizaban por tener los mejores músicos, poetas, diplomáticos y cronistas. Los dirigentes de las taifas no tuvieron más remedio que 3
  • 4. elevar los impuestos para mantener esta situación, lo que motivó un creciente descontento entre la población de sus dominios. El creciente poder militar cristiano amenazaba seriamente a estos reinos, la caída de Toledo convenció al rey de la Taifa de Sevilla a pedir ayuda al poderoso estado almorávide del Norte de África, su líder Yusuf cruzó el estrecho y derrotó a Alfonso VI en Sagrajas (Badajoz) en 1086. Después de esta victoria la amenaza cristiana persistía por lo que los almorávides fueron más allá de sus objetivos (frenar el avance cristiano) y decidieron quedarse en Al-Ándalus y restaurar los modos de vida más estrictos del Islam. Los imperios norteafricanos. Tras la caída de Toledo y ante el avance de los cristianos, los musulmanes de Al-Ándalus llaman en su auxilio al poderoso imperio que los almorávides habían creado en el norte de África y que había tenido un gran éxito entre los musulmanes que habitaban las tierras del actual Marruecos, Mauritania, la cuenca del Senegal y parte de Argelia. Al finalizar el poder almorávide, otro imperio procedente también de África vendrá a ocupar su lugar, los almohades. Veremos ahora más detenidamente quienes eran y como organizaron el territorio que ocuparon. • Almorávides El movimiento almorávide había surgido en el extremo suroccidental del desierto del Sahara, entre tribus camelleras, como un movimiento de renovación islámica a partir de los principios más puros y estrictos del Islam. Llevaron su celo religioso a extremos de dureza increíble y fueron los que difundieron el ideal de guerra santa o yihad. Habían constituido a mediados del siglo XI un imperio en la zona occidental del norte de África con capital en Marrakech y acudieron a tierras de al-Ándalus llamados por algunos reyes taifas. En el año 1085 Alfonso VI, rey de Castilla y León, había conquistado Toledo, pero un año después fue derrotado por los almorávides en Sagrajas (Mérida), que incorporaron a su dominio a los diversos reinos taifas y frenaron el avance cristiano, aunque no lograron recuperar la bien fortificada Toledo. Será el Cid el primero en derrotar en Valencia a los ejércitos almorávides y frenar temporalmente su avance por levante. A la muerte del Cid Valencia volvió a ser reconquistada por los almorávides. (Rodrigo Díaz de Vivar en el 1081 ofreció sus servicios, tras una disputa con Alfonso VI, como jefe militar al rey musulmán de Zaragoza. A pesar de su estrecha asociación con los musulmanes, fue adoptado por los cristianos como modelo de hazañas heroicas.) Con los almorávides al-Ándalus volvía a estar unificado, pero el rigorismo religioso supuso la persecución de las minorías cristiana y judía y la vida cultural e intelectual sufrió un notable 4
  • 5. retroceso con respecto a etapas anteriores. La pérdida de la taifa de Zaragoza fue el punto de partida del retroceso almorávide y en pocos años su imperio se desmembró en nuevos reinos taifas. • Almohades. Una nueva etapa de reunificación se produjo con la llegada de los almohades, también de origen africano. Almohade era el nombre de otra secta dentro del Islam, que se convirtió en un movimiento político-militar y acabó conquistando los dominios de los almorávides en el norte de África y al- Ándalus. No llegaron reclamados por los reinos de taifas, sino con el afán de destruir lo que quedaba del imperio almorávide y vencieron a Alfonso VIII, rey de Castilla, en la batalla de Alarcos en 1195, pero en el año 1212 una coalición de reinos cristianos los derrotó en las Navas de Tolosa (Jaén), acontecimiento que sirvió para hundir definitivamente al poder almohade. Los almohades establecieron su capital en Sevilla, ciudad que embellecieron, la Giralda y la Torre del Oro son de esta época. El fin del poder almohade condujo a una tercera división de al-Ándalus en taifas. Pero el empuje cristiano era cada vez más importante y el territorio musulmán fue conquistado progresivamente, excepto el pequeño reino nazarí de Granada, que se convirtió en el último reducto del Islam, hasta 1492, y refugio de los musulmanes que huían de los lugares conquistados por los cristianos. 3.3.La organización económica y social La civilización hispano-árabe fue la más desarrollada de la época en Europa desde un punto de vista económico y social. • Economía Al-Ándalus se integró plenamente en el circuito económico del mundo islámico, beneficiándose de su intensa actividad y riqueza. El rasgo más significativo, es el importante papel que desempeñaron las ciudades como grandes centros de consumo, que estimulaban las actividades artesanales y mercantiles. La base de la economía siguió siendo la agricultura, pero con notables mejoras respecto a la época visigoda: se perfeccionaron las técnicas de regadío y se introdujeron nuevos cultivos como el arroz, el azafrán, la berenjena, los agrios, la caña de azúcar, la palmera o el algodón. También adquirió gran importancia la sericultura (cultivo de la morera y cría de gusanos de seda). En la producción artesanal destacaba la industria textil, en especial los tejidos de seda, de los cuales los más conocidos eran los brocados cordobeses, o los tejidos de lino, que se fabricaban en 5
  • 6. Zaragoza. Otras actividades importantes fueron el trabajo de las pieles y el cuero, la cerámica, el vidrio, la fabricación de papel, de armas, o el trabajo del oro, la plata, el marfil y las piedras preciosas. La actividad mercantil contaba con la existencia de dos tipos de monedas, una de oro, el dinar, y otra de plata, el dirhem. Al-Ándalus mantuvo un floreciente comercio exterior, ante todo con el resto de los países islámicos, aunque también con la Europa cristiana. Con los musulmanes las ciudades ocuparon un papel económico fundamental ya que eran grandes centros reconsumo que estimulaban la producción artesanal y el comercio. La otra función que desempeñaba la ciudad era la religiosa y sobre todo la comercial. Las ciudades islámicas tenían la siguiente estructura: o la medina, era donde se encontraba la mezquita mayor o la alcaicería, calles con comercios de lujo (seda, joyas…)y las alhóndigas que servían para almacenar mercancías y como alojamiento para los mercaderes o los barrios residenciales o los arrabales, barrios pegados a la muralla o extramuros o el zoco, espacio dedicado a mercado permanente o periódico • Organización social. La población de al-Ándalus era muy heterogénea. La mayoría eran musulmanes. Entre ellos hay que distinguir a los árabes, minoritarios, a los que luego se unieron los sirios, que eran el grupo dominante desde el punto de vista político y económico, constituían una auténtica aristocracia; los bereberes, bastante más numerosos, se arabizaron pero ocuparon, en general, posiciones inferiores, se establecieron en tierras más pobres, y los muladíes, hispanos que aceptaron la religión islámica, su número fue creciendo hasta alcanzar el 75% de toda la población de origen hispano. Dentro de los no musulmanes o dimníes, obligados a pagar impuestos especiales, estaban los judíos y los mozárabes. Los judíos gozaron bajo el Islam de una gran tolerancia. Su cultura se arabizó fuertemente lo que acentuó su papel de intermediarios entre la cultura árabe y la latina. Los mozárabes eran cristianos fuertemente arabizados, de ahí su nombre mostarab, que quiere decir mixto de árabe. Fueron disminuyendo en número, tanto por las conversiones al Islam, como por la emigración al norte a medida que avanzaba la reconquista. Las relaciones con los musulmanes empeoraron con el rigorismo religioso impuesto por almorávides y almohades. Los esclavos, podían tener orígenes distintos: o eslavos, prisioneros de origen europeo, algunos acabaron convirtiéndose en jefes militares o negros, procedentes de Sudán y que se empleaban en el servicio doméstico 6
  • 7. 3.4. El legado cultural Entre las diversas corrientes surgidas en el Islam desde finales del siglo VIII se impuso en al- Ándalus la doctrina malequí, caracterizada por su rigidez en la interpretación del Corán y su intransigencia. Esto limitó, en parte, el desarrollo del pensamiento especulativo. Sin embargo desde mediados del siglo IX y durante el siglo X al-Ándalus conoció un esplendor cultural en relación con la estabilidad política y el desarrollo económico. Otro factor importante fue el clima de libertad que se vivió con Abderramán III y, sobre todo, con su hijo y sucesor Al-Hakan II, auténtico mecenas de las ciencias, las artes y las letras, que convirtió a Córdoba en un centro cultural de primer orden. Por otra parte, la España musulmana fue la vía de transmisión a occidente de la ciencia griega y de gran parte de la hindú, recuperadas y desarrolladas por los árabes. Un ejemplo muy importante es la difusión del actual sistema de numeración, de origen indio, basado en el valor posicional de las cifras y la utilización del cero, más simple y operativo que el romano. Los árabes conformaron una cultura de síntesis, con elementos de las distintas civilizaciones, asimilaron conocimientos científicos y técnicos de países como China, India o Persia, así alcanzaron un alto desarrollo en los ámbitos literarios, filosóficos, científicos y médicos. Con la caída del califato no decayó la importancia cultural de la España islámica. Las principales cortes compitieron en el mecenazgo y patrocinio de las artes y las ciencias. Sevilla fue famosa por sus poetas, comenzando por su rey Almotamid; Zaragoza por sus astrónomos; Toledo por sus científicos. Es precisamente en este período cuando Ibn hazm escribió El collar de la paloma uno de los mejores tratados sobre el amor de la literatura universal. Muchas de las obras científicas fueron traducidas al latín y difundidas por las escuelas de traductores de Toledo y del monasterio de Ripoll. Los almorávides y almohades, con su rigorismo e intolerancia religiosa no facilitaron el desarrollo del pensamiento. No obstante, en el siglo XII surgieron tres grandes figuras tanto de la medicina como de la filosofía y el pensamiento en general: los musulmanes Abentofail y Averroes, y el judío Maimonides, que al final tuvo que emigrar. Los tres pretendieron conciliar el pensamiento aristotélico con sus respectivas concepciones religiosas y tuvieron una gran influencia en el occidente cristiano, en especial los comentarios de Averroes sobre Aristóteles, que difundieron el pensamiento del filósofo griego en Europa, y los libros sobre medicina de Maimonides. 3.5. La mezquita y el palacio en el Arte Hispano-musulmán La arquitectura responde a las necesidades político-religiosas del Islam. Por este motivo los edificios más representativos son la mezquita, para la oración, y el palacio-fortaleza, centro político 7
  • 8. neurálgico, y no se representan imágenes en los edificios religiosos debido a que la religión lo prohíbe. • Sus características generales son: o El eclecticismo: reinterpreta el lenguaje artístico de las distintas culturas donde se asienta y crea un lenguaje peculiar: del arte romano y cristiano toma los soportes o columnas, arcos de medio punto y tipos de techumbres, del visigodo el arco de herradura, del arte bizantino y oriental la abundante decoración con mosaicos en muros y techumbres y del mundo persa el concepto de residencia palaciega rodeada de impresionantes jardines. Además, emplea arcos, apuntados, lobulados y entrecruzados y para las cubiertas, cúpulas califales (de nervios entrecruzados) y artesonados adintelados de madera con decoración geométrica. o La abundante decoración, que transforma materiales pobres (madera, paneles de yeso, azulejos) en una explosión de lujo y refinamiento: geométrica, de lacería (cintas o lazos), de ataurique (motivos vegetales estilizados), epigráfica (fragmentos del Corán) y mocárabes (prismas situados en las techumbres e intradós de los arcos que simulan estalactitas). • Los edificios más representativos son: o La mezquita de Córdoba, arte omeya y califal (VIII-XI): emplazada en una antigua iglesia visigoda, consta de un patio porticado o sahn; un alminar; una sala de oración (harán) de once naves con dos pisos de arquerías con alternancia cromática inspiradas en acueducto de Los Milagros; muro de la oración o qibla; el mirhab o nicho donde se sitúa el imán y por último la macxura, espacio reservado para el califa en la oración del viernes. Sufrió ampliaciones y fue mezquita de referencia para todo el territorio hispano. La de Toledo (Cristo de la luz) es pequeña y famosa por su decorativo exterior de ladrillos. o La arquitectura palaciega: Medina Azahara y la Alhambra. (Arte nazarí, ss XIII-XV). Es intimista por su sobriedad exterior y la profusión decorativa de interiores. La influencia persa y la climatología de Arabia contribuyeron al diseño de estas residencias como palacio y lugar para el descanso: la naturaleza --los jardines-- y el agua -- en movimiento o remansada como un espejo--, juegan dos papeles fundamentales. La Alhambra y Medina Azahara, en Córdoba, son dos ejemplos de esta arquitectura para los sentidos: oler los jardines del Generalife, escuchar el sonido del agua, ver como se proyectan las arquitecturas en los estanques que actúan como espejos. Las estancias privadas de la Alhambra (Salas de las Dos Hermanas o los Abencerrajes), abrían a conocidos patios (los Leones, los Arrayanes) y miradores (Daraxa). 8