1. Las plumas del texto-servidor jarocho
CALIFICACIÓN 10 (DIEZ)
OBSERVACIONES
Bien construido su cuento en los elementos asunto y nudoéxtasis y el desenlace. Ortografía sin tacha y mejor sintaxis. La
historia es amena y no existe la predicción para el final el cual
resulta sorprendente. Felicidades.
“Vive de tal modo, que cuando tus hijos piensen en la justicia y en la integridad, piensen en ti”
Herman Wouk
Como todo buen jarocho, Hugo es alegre y dicharachero. Encaja perfectamente en el estereotipo
del oriundo de tierra caliente por la pasión con la que se expresa y defiende sus ideas y aunque
casi nunca sabe de lo que está hablando, entiende que en su oficio la desinformación es una
ventaja que se puede convertir en una empresa que le reditúe enormes ganancias.
En Veracruz, a los extorsionadores de la pluma convertidos en periodistas, se les llama textoservidores.
De todos ellos, Hugo es el más efectivo, porque ha transmutado la fascinación que sentía en su
triste infancia por las armas de fuego, en el teclado de una computadora que hoy en día se ha
convertido en una forma de ganarse la vida y es que ha descubierto que hay muchas formas de
matar a una persona.
La muerte civil a través de su pluma es un elogio a la sofisticación de la frase “odio jarocho”. Para
desactivar ciudadanos críticos, analíticos y reflexivos del régimen político de turno, Hugo es el
mejor, el más infame…el más vil. Alguien tiene que pagar por la miseria que él y su familia
sufrieron por largo tiempo, no importa quién sea, mientras el poder y los poderosos le paguen
bien y a tiempo por los frutos de su obra.
Con la cantidad de caciques, líderes charros y políticos jarochos corruptos, los clientes y el
mercado cautivo estaban asegurados, porque en Veracruz, los mercenarios de la pluma se han
convertido en las herramientas indispensables de control y desinformación que los caciques
municipales, convertidos en súbditos del virrey del Estado, necesitan para hacer de las suyas con
total impunidad.
Hugo lo sabe y desde que era muy joven decidió sacar provecho de esta profunda grieta en la
democracia mexicana. Maestro y ejemplo de nuevas generaciones. Los medios locales que
también trabajan por convenio con los ayuntamientos de la región, envían a sus reporteros a
preguntarle directamente al texto servidor por excelencia, acerca del manejo informativo de la
nota. El gobierno municipal decide quién debe morir. Hugo sólo administra la dosis de mentiras
suficiente para desactivar al más valiente activista o promotor social. La muerte civil es su
especialidad.
2. Desde el estereotipo jarocho, también ha roto con el cliché que asegura sin pudor que “a las
mujeres les encanta el chisme”, porque como varón, ha demostrado tener la capacidad para hacer
de su veneración por el cotilleo y la murmuración, su modus vivendi y operandi, lo que le ha
llevado a obtener dos premios nacionales de periodismo, llamados así para apantallar a las masas,
pero que son otorgados a nivel local por los más infames ex gobernadores de los que tierras
jarochas tengan registro alguno.
Así de imprescindibles son los servicios que Hugo presta al partido que acostumbra pintar de rojo
las bardas, casas y vidas de sus fieles votantes veracruzanos y a todo aquel que pueda pagar por
ellos.
Hugo es importante, indispensable, poderoso. Y él lo sabe.
Sin embargo, su última víctima, un profesor de escuela rural decidió quitarse la vida hace un par
de semanas, porque no pudo soportar las secuelas de la infamia esparcida por el eficiente e
infame texto-servidor jarocho.
Luis Cortés se atrevió a denunciar al presidente municipal y al tesorero porque siempre que iba a
solicitar apoyos prometidos en campaña para la escuela que dirigía, le cerraban la puerta en la
cara o le decían lo mismo que a todo mundo: “es que no hay dinero porque la federación no ha
depositado los recursos a las arcas del gobierno del Estado”. Sin embargo, el dispendio del
mandatario local era más que evidente. Un jeep último modelo para él y diversos automóviles y
camionetas de lujo para el resto de la comuna evidencian un derroche imposible de ocultar. A eso
llegaron, a servirse, no a servir.
Ante el peligro de que el profesor Cortés se convierta en un líder social, el presidente municipal
acude a la pluma de Hugo y éste, sin dudarlo, despedaza a su presa. Lo público y lo privado se
entrelazan para dar a los lectores un festín romano más parecido a una sangrienta bacanal que a
una reseña noticiosa.
La querida abuela de Luis sufre un derrame cerebral, ante la metralla cerrada de infamias,
calumnias y difamaciones que Hugo y los periodistas y medios afines a él, citan y avalan por
órdenes del poderoso de turno. Periódicos locales, pasquines y páginas web jarochas, muestran
fotos adulteradas de Luis que confirman lo que la pluma de Hugo sentencia: el maestro está loco,
esquizofrénico y es un peligro para la comunidad, la escuela y los niños.
“Hijo mío. Ten valor. Sé fuerte. Te amo” fueron las últimas palabras que pronunció su abuela antes
de morir.
Devastado, perdido y desconcertado, en pleno velorio de su abuela, Luis contesta una llamada de
un número desconocido a su celular “(…)profesor, por cinco mil pesos le arreglo el asunto con el
presidente municipal y componemos las notas que se publicarán de su caso para que no salga tan
raspado. Piénselo. Le conviene”
Ante el profesor Cortés, el modus operandi del texto-servidor jarocho, queda revelado: extorsiona
a las víctimas de los presidentes municipales con los que tiene convenio de trabajo, a la vez que
cobra por sus servicios prestados “por publicidad” a los ayuntamientos de turno. En ambos casos,
3. es evidente que todos los implicados, excepto el profesor Cortés y los ciudadanos veracruzanos
salen ganando. Negocio redondo, le dicen Hugo y sus aprendices. Batalla perdida, le dicen Luis y
las víctimas de sus intrigas.
Luis sólo quiere reunirse con su querida abuela. El mundo de mentiras de Hugo no es un lugar que
él quiera habitar. Veracruz infame ya no es más su hogar.
Hugo se presenta ante el sacerdote que le escucha anonadado. Las infamias y calumnias que el
texto servidor jarocho ha esparcido durante toda su vida laboral, han cobrado muchas víctimas,
pero entiende que el profundo remordimiento que le atormenta por el suicidio del profesor Luis
Cortés supera con creces cualquier sentimiento de arrepentimiento.
La idea del infierno lo aterra. La Divina Comedia de Dante lo persigue. Sabe que el foso final del
infierno está reservado a los mentirosos, tal vez porque Alighieri, el orgullo de Florencia padeció
en carne propia la calumnia y la difamación, de tal suerte que fue desterrado de su amado
terruño.
“¿Y qué has hecho para remediar el mal que hiciste?” Preguntó el sacerdote a Hugo. “Padre, he
decidido vender las plumas MontBlanc que me regaló el gobernador que premió mi trabajo y el
dinero que obtenga lo donaré a los pobres”
No es suficiente, dijo el prelado, pero me has dado una idea al hablarme de tus plumas. El perdón
te será otorgado cuando desplumes una gallina y me traigas todas ellas en un costal. Cuando lo
hagas, volveremos a hablar.
Incómodo, desconcertado y bastante molesto, Hugo cumple la misión, no sin antes proferir una
andanada de insultos en contra del único ser capaz de brindarle la absolución que tanto buscaba
su atormentado espíritu. Últimamente no podía dormir bien y soñaba con un lugar hediondo y
lleno de fango, que le cubría casi todo el cuerpo. Se despertaba sobresaltado y sin poder respirar.
Ya no podía más.
Días después, Hugo se presenta delante del cura. “Absuélvame, padre. Aquí están las plumas” dijo
Hugo desesperado. “No tan rápido” dijo el padre. Deberás ir a la colina más alta y esperar un
fuerte viento. Esa será la señal para que agites el costal de plumas y te asegures que todas han
sido llevadas en las diferentes direcciones que tome la corriente de aire. Entonces regresas.
Furioso, Hugo repela. “Esta es la última cosa rara que me manda usted hacer, padre. Ya no
aguanto más y francamente esto parece una burla”
Te prometo, hijo que esta es la última tarea que te impongo. Anda, ve.
Tramposo, como siempre, hizo caso omiso de la petición del cura. “Pamplinas”, pensó. Cuando
regresó un par de días después, le mintió también a él, pero profundo conocedor de la naturaleza
humana, el sacerdote no esperaba menos del texto servidor jarocho.
“Tus pecados serán perdonados cuando todas las plumas que haya esparcido el viento sean
recolectadas por ti”, dijo el sacerdote en el entendido de que Hugo no había cumplido cabalmente
con la encomienda. Con sonrisa segura, confiado, Hugo salió del templo.
4. Lo que Hugo no sabe es que los fantasmas a veces encuentran escritores que hacen las veces de
médiums. La pluma que Hugo jamás podrá recolectar es de todos aquellos que, como quien esto
escribe, den testimonio por escrito de sus infamias, calumnias y extorsiones. El noveno foso del
infierno tiene un lugar reservado para él.
Así sea.
Encaja perfectamente en el estereotipo de los oriundos de tierra caliente,