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La cuestión social en la primera década del siglo XXI en Argentina: entre la
imposibilidad y la esperanza1
Alejandra Martinetto, 2008

       Según lo planteado por A. Gorz, “ya no hay más crisis: se ha instalado un nuevo
sistema que tiende a abolir masivamente el “trabajo”. Restaura las peores formas de
dominación, de servidumbre, de explotación al obligar a todos a luchar contra todos para
obtener ese “trabajo” que ha abolido”. (Gorz, A., 1998: 11).
       Más adelante el autor sostiene que hay que aprender a distinguir los contornos de
esta sociedad diferente, detrás de las resistencias, disfunciones, los callejones sin salida
de los que está hecho el presente. Es necesario que el “trabajo” pierda su centralizad en
la conciencia del hombre, en su pensamiento y en su imaginación para poder mirarlo de
una nueva manera; así no se lo pensará más como aquello que tenemos o no tenemos
sino como lo que hacemos, y tener voluntad para apropiarse nuevamente del trabajo.
Gorz hace la diferenciación entre trabajo como actividad autónoma de “transformación de
la materia”, entre otros y el trabajo específico propio del capitalismo industrial:
      “un trabajo al que nos referimos cuando decimos que una mujer <no tiene trabajo> si
      consagra su tiempo a educar a sus propios hijos, y que <t iene trabajo> si consagra aunque
      más no sea una fracción de s u tiempo a educar a los hijos de otra persona en una guardería
      o en un jardín de infantes.” (Gorz, A., Ibidem: 12).
      El trabajo que se ha abolido por parte del capitalismo, es una construcción social
según A. Gorz, que implica una función socialmente identificada y normalizada en la
producción y la reproducción del todo social. Y debe ser identificable por:
      “las competencias socialmente definidas que pone en funcionamiento según procedimientos
      socialmente determinados. Un oficio o una profesión son, entonc es, la puesta en obra de
      competencias institucionalmente certificadas según procedimientos homologados . (Gorz, A.
      Ibidem: 13).
        Este tipo de trabajo funcionó, según el autor, durante la época fordista y del
Estado de Bienestar, que generaba empleo a medida que crecía la productividad de las
empresas privadas y ésta destruía puestos de trabajo. Este estado keynesiano
redistribuía una parte creciente de la riqueza que se producía prestando servicios a esos
empleados asalariados. Con la desaceleración de la expansión económica las políticas
keynesianas comenzaron a presentar inconvenientes y el gasto público se hizo cada vez
más importante.
        Esta situación trae como consecuencia que “el capital se aleja del estado”, en
palabras del autor, dado que se tiende ahora a una mayor flexibilidad, y esa flexibilidad se
la proveerá el mercado por sus características propias.
        Del estado de bienestar se pasa a la globalización, fenómeno cualitativamente
nuevo que se hace posible a partir de la coincidencia en el tiempo de tres procesos
interdependientes con su propia lógica interna: la crisis y derrumbe del socialismo real, el

1
 Selección del trabajo final presentado para el Seminario de maestría: Desigualdades sociales (2004). FCS,
UBA


                                                     1
éxito de las políticas del neoliberalismo y el desarrollo vertiginoso de las nuevas
tecnologías de la información y de la comunicación (NTIC). La globalización da como
resultado una nueva configuración social que es la que explica Gorz y otros autores, como
la época del “fin del trabajo”, tal como lo descrito más arriba.
        Desde un punto de vista más cercano al desarrollo de las políticas sociales, Pierre
Rossanvallon, hace una lectura diferente de la crisis del estado de bienestar, aunque no
contradictoria con la de Gorz. Según el autor, desde el principio de los años ochenta el
crecimiento de la desocupación y la aparición de nuevas formas de pobreza parecieron
volver el tiempo a etapas precapitalistas. (Rossanvallon, P., 1995). Este autor sostiene
que aparece así, “una nueva cuestión social”, donde la exclusión no remite a las
categorías antiguas de la explotación.
        Para comprender el fenómeno, Rossanvallon plantea tres dimensiones “que
constituyen también tres etapas en la quiebra del Estado de Providencia”. (Rossanvallon,
P., Ibidem). Las dos primeras, de orden financiero e ideológico, según el autor:
     “La crisis financiera s e desencadenó en los años setenta. A partir de ese período los gastos
     sociales, y en especial los de salud, siguieron creciendo a los ritmos anteriores de 7 a 8%
     por año, mientras que los ingresos sólo aumentaban de 1 a 3%”... (Rossanvallon, P., Ibidem:
     8).
        Esta diferencia se financió con el aumento de los impuestos, que durante el estado
de bienestar se habían mantenido prácticamente estables y que luego en Francia, por
ejemplo, pasaron del 35% al 45% del PBI entre 1975 y 1985.
        La crisis ideológica se da sobre todo en los años ochenta. Corresponde a la crítica
que se le hace al Estado empresario en cuanto al manejo eficaz de las cuestiones
sociales, al convertirse en una maquinaria cada vez más burocrática que entraña una
crisis de legitimidad. (Rossanvallon, P., Ibidem).
        La tercera crisis que define el autor para el estado de providencia, tiene que ver
con el orden filosófico.
     “La crisis filosófica acompaña a la nueva cuestión social. Aparecen dos problemas mayores:
     la desint egración de los principios organizadores de la solidaridad y el fracaso de la
     concepción tradicional de los derechos sociales para ofrecer un marco satisfactorio en el
     cual pens ar la situación de los excluidos”. (Rossanvallon, P., Ibidem: 9, 10).
        Por lo tanto, el Estado Providencia no puede dar respuesta a estos nuevos
fenómenos con las características de su desarrollo tradicional. Rossanvallon hace un
paralelo entre la crisis del Estado Bismarckniano y el Estado Providencia: salvando las
diferencias en tiempo histórico y tipo de estado, ambos llegan a la crisis y a la necesidad
de refundar el principio de solidaridad. (Rossanvallon, P., Ibidem: 45).
        En tanto, Robert Castel, más cercano a la visión de Rossanvallon desde las
políticas sociales, plantea el problema desde un punto de vista histórico- político
afirmando que en el comienzo estaban las tutelas y las coacciones que el estado
absolutista y la organización tradicional de los gremios conspiraban para mantener. A
fines del siglo XVIII llegan los poscontratos y la libertad de empresa que el principio de la
gobernamentabilidad liberal elaborado por la Ilustración impone en los hechos a través de


                                               2
la revolución política. De modo que los encadenamientos de los episodios servirá de base
para comprender las peripecias de la etapa siguiente. Según Castel hay que buscar en las
formas de construcción del estado social los elementos que lo han llevado en la
actualidad a la situación de crisis dado que las regulaciones que otorgaban garantías en
torno a la relación del trabajo son las que hoy han perdido su poder integrador 2. (Castel,
R., 1997: 32)
        Después de haber hecho este rápido recorrido por las características principales
del Estado de Bienestar o Providencia (como lo llama Rossanvallon), se puede volver a la
idea de la nueva cuestión social, para analizarla como consecuencia de la crisis de ese
Estado de Bienestar. Según Castel, durante mucho tiempo el sector asalariado acampó
en los márgenes de la sociedad; después se instaló en ella, siguiendo subordinado y
finalmente se difundió hasta imponer su marca en todas partes. El autor afirma:
       “Pero precisamente en el momento en que parecían haberse impuesto definitivament e los
       atributos ligados al trabajo para caracterizar el estatuto que ubicaba y clasificab a al individuo
       en la sociedad, en detrimento de los otros sostenes de la identidad (como la pertenencia
       familiar o la inscripción en una c omunidad conc reta), precisamente en ese momento,
       decimos, la centralidad del trabajo ha sido brutalmente cuestionada. ¿Hemos llegado a una
       cuarta etapa de la historia antropológica del salariado en la que su odisea se convierte en
       drama?” (Castel, R., Ibidem: 389)
        Más adelante plantea Castel que la novedad no es solo el repliegue del
crecimiento ni el fin del empleo casi pleno, a menos que se tome a ambos como la
manifestación de la transformación del “gran integrador” que sería el trabajo. El trabajo,
asegura, es más que el trabajo y por lo tanto el no- trabajo es más que el desempleo. La
característica más perturbadora es por lo tanto, la reaparición de los “trabajadores sin
trabajo”, que ocupan en la sociedad el lugar de supernumerarios, de “inútiles para el
mundo”. (Castel, R., Ibidem: 390). Se ve claramente que desde una visión diferente en
parte a la de A. Gorz, la caracterización que hace Castel de la relación entre empleo-
trabajo y no empleo- no- trabajo, más que el desempleo, crea una nueva relación hombre-
trabajo, que trasciende el modelo fordista de empleo.
        Para el autor, este es un periodo incierto de transición hacia una inevitable
reestructuración de las relaciones de producción: habría que cambiar algunas costumbres

2
  En palabras de Castel: “En efecto, la tarea de la política social consistirá, a partir del siglo XIX, en apuntalar
esta estructura demasiado frágil del lib re contrato de trabajo. La lib ertad que favorecía a las empresas era
demasiado fuerte, demasiado salvaje, para quienes solo podían sufrirla. La libertad y el individualismo
triunfantes llevab an consigo un rostro de sobra, “la individualidad negativa”2 de quienes se encontraban sin
vínculos y sin apoyo, privados de toda protección y de todo reconocimiento. El Estado Social se construyó
como respuesta a esta situación. Creyó poder conjurar sus riesgos tejiendo sólidos sistemas de garan tías en
torno a la relación de trabajo. De modo que la sucesión ordenada de estos encadenamientos, o más b ien de
estas rupturas y sub recomposiciones, representa, si no la vía más corta, por lo menos la más rigurosa para
llegar a la problemática contemporánea, en cuanto ésta se refiere principalmente al hecho de que tales
regulaciones tejidas en torno al trab ajo han perdido su poder integrador. Desde la sociedad preindustrial hasta
la sociedad posindustrial se ha producido una inversión total. Antes la vulne rabilidad se originaba en el exceso
de coacciones, mientras que ahora aparece suscitada por el debilitamiento de las protecciones. Lo que hab rá
que exponer es el conjunto de las condiciones de esa inversión. Ellas circunscriben la cuestión social en el
marco de una misma problematización que comienza a tomar forma a mediados del siglo XIV”. (Castel, R.,
1997: 32)


                                                         3
para encontrar una configuración estable. Se trataría de una mutación completa de la
relación hombre- trabajo y, en consecuencia, de la relación hombre- mundo: habría que
inventar una manera totalmente distinta de habitar este mundo, o resignarse al
Apocalipsis. (Castel, R., Ibidem: 390).
        Periodo de transición que deviene después de una crisis. Y él piensa que lo que ha
hecho esta “crisis” fue barrer con una cierta representación del progreso, muy cara al
hombre del estado de bienestar. Esta idea de progreso viene de la mano del estado
socialdemócrata, asociado a la concepción plena del Estado Social. Todo estado moderno
se ve más o menos “obligado” a “hacer lo social”, para paliar las disfunciones que el
propio estado capitalista genera y lograr cohesión entre los grupos sociales. Se hallan
dentro del mismo estado de bienestar, entonces, las contradicciones que se van a hacer
visibles en la crisis. Castel lo caracteriza del siguiente modo:
     “En tal sentido, habría que empezar por desembarazarse de la molesta celebración de los
     Gloriosos Treint a. No solo porque ella pretende embellecer un periodo que, entre guerras
     coloniales e injusticias múltiples, incluyó numerosos episodios poco gloriosos, sino sobre
     todo porque, al mitificar el crecimiento, invita a atascars e en por lo menos tres características
     del movimiento que arrastraba ent onces a la sociedad salarial: su incompletad, la
     ambigüedad de algunos de sus efectos, el carácter contradictorio de otros.” (Castel, R.,
     Ibidem: 392/3).
        El autor aclara más adelante cada uno de estos tres puntos. Para el primero: su
carácter inacabado, plantea que con los años de pérdida de crecimiento, el
endeudamiento podía hacer caer a estado de precariedad a muchos asalariados. “Pero ya
antes de este momento eran virtualmente vulnerables: su destino estaba concretamente
ligado a un progreso del que ellos no controlaban ninguno de los parámetros”. (Castel,
R., Ibidem: 395). En cuanto al punto de la ambigüedad, el autor afirma que el despliegue
de protecciones tuvo ciertos efectos perversos, que generó un malestar que estalló, por
ejemplo, en el mayo del 68‟ francés.
     “A partir de ese movimient o nace una sociología crítica vigorosa en torno a t res temáticas
     principales: evidenciar la reproducción de las desigualdades, sobre todo en los ámbitos de la
     educación y la cultura; denunciar la perpetuación de la injusticia soci al y la explotación de la
     fuerza de trabajo; rec hazar el tratamiento reservado de ciertas categorías de la población
     (presos, enfermos mentales, indigentes...) como indigno de una sociedad demócrata”.
     (Castel, R., Ibidem: 397).
        El tercer punto que destaca Castel tiene que ver con una contradicción más
profunda que el percibe en el funcionamiento del Estado social de los años de
crecimiento. El funcionamiento de los servicios públicos es bien conocido como
“burocrático” o “tecnocrático”, pero, según el autor, ha sido menos advertido su correlato
paradójico, a saber: “que este funcionamiento produce al mismo tiempo efectos
individualizantes temibles. Los beneficiarios de los servicios quedan en un mismo
movimiento homogeneizados, enmarcados por categorías jurídico- administrativas, y
privados de su pertenencia concreta a colectivos reales”. (Castel, R., Ibidem: 398).
        De tal manera que la llamada “crisis” deviene del mismo desarrollo del estado
social, según lo descrito por Castel. A los ojos de Gorz, en cambio, es muy fuerte el



                                                  4
componente de desarrollo económico del capitalismo y su relación con el Estado. Cuando
cambia la relación de los capitalistas con el Estado para dar cabida al nuevo estado
neoliberal, se destruyen los puestos de trabajo, se flexibiliza al máximo la relación para
que el mercado pueda regir. Contraponiéndose a Rifkin 3 que pregoniza el “fin del trabajo”,
el autor hace una salvedad en los usos de la palabra 4 para poder recuperar, según su
visión el “verdadero trabajo” (Gorz, A. Ibidem. 12)
        Por la homologación de las competencias, de los procedimientos y de las
necesidades que implica, el “trabajo” es un poderoso medio de socialización, de
normalización, de estandarización, que reprime o limita la invención, al creación la
autodeterminación individuales o colectivas de normas, de necesidades y de
competencias nuevas. La facilidad con el neoliberalismo se impuso a partir de fines de los
años setenta encuentra una de sus causas en esto: el rechazo cada vez más extendido,
aún para la clase obrera, de la normalización propia del fordismo y de la “dictadura sobre
las necesidades”, propia de la burocratización propia del estado de bienestar: los
“ciudadanos” se habían convertido en “administrados”; se ve la dominación del aparato
del Estado sobre los ciudadanos, transformados en “clientes” de éste. (Gorz, A. Ibidem.
14).
        Gorz retoma la pregunta que se hace Lester Thurow: ¿Cómo puede funcionar el
capitalismo cuando el capital más importante, el capital saber, no tiene más propietario? 5.
Según el autor, el Capitalismo ofrece dos respuestas por el momento:
        La primera: la “empresa individual” en la cual el “hombre” se trata a si mismo como
capital y se valoriza a si mismo en tanto que tal. Retoma la idea de Rifkin de los elite of
Knowledge workers, que componen una fracción del 4% de norteamericanos activos que
ganan entre ellos tanto como la mitad (51%) de la totalidad de los salarios. Estos
personajes crearán un mundo a su medida y se retirarán cada vez más de las zonas
comunes de actividad.
        La segunda respuesta es la propuesta por las grandes compañías: toman
posesión del “capital humano”, restableciendo relaciones precapitalistas, casi feudales, de
vasallaje y de pertenencia. (Gorz, A. Ibidem. 16).
        Estos dos ejes y su relación con la idea de trabajo propuesta por estos autores,
son los que retomaré luego para el análisis del perfil de los estudiantes universitarios.

3
  Gorz se refiere en este apartado al libro de Jeremy Rifkin (1999): El fin del Trabajo. Nuevas tecnologías
contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era. Buenos Aires, Paidos.
4
   Queriendo negar el “fin del trabajo” en nombre de su necesidad y de su permanencia en el sentido
antropológico o filosófico, demostramos lo contrario de lo que querríamos demostrar: precisamente en las
realidades virtualizadas de la economía de lo inmaterial. Si deseamos salvar y perpetuar ese “verdadero
trabajo” es urgente reconocer que el verdadero trabajo no está más en el “trabajo”: el trabajo, en sentido de
poiesis, que se hace, (o no está más que de manera cada vez más rara) en el “trabajo” en sentido social, que
tenemos. No demostraremos la perennidad necesaria de la “sociedad del trabajo” invocando su carácter
antropológicamente necesario. Por el contrario: es preciso que salgamos del “trabajo” y de la “so ciedad del
trabajo” para volver a encontrar el gusto y la posibilidad del trabajo “verdadero”. A su manera, que no es la
mía, Rifkin no dice otra cosa: dice que el “trabajo” cuyo fin anuncia deb erá ser reemplazado por actividades
que tengan otras características.”. (Gorz, A. Ibidem. 12)
5
  Lester Thurow: (citado por André Gorz): The Future of Capitalism . William Morrow, New York, 1995


                                                     5
Cómo se vive esta nueva cuestión social en Argentina

        Hasta acá se han citado autores europeos que responden a una realidad que si
bien es muy diferente de la de América Latina, tiene componentes que sirven para el
análisis regional. De todas maneras, resulta importante poder contar con el aporte de
autores locales que brindan elementos para analizar las particularidades de la región y en
especial de Argentina.
        Dentro del marco regional, Argentina se podría considerar como uno de los casos
más exitosos por el alcance y rapidez de los cambios hacia el modelo neoliberal. (Lo
Vuolo, 1998). El indicador más notable de este fenómeno es que la economía pasó de un
proceso hiperinflacionario en 1989-90, a una tasa de inflación casi nula en los años 93-98.
        Pero este indicador constituye solamente el dato más conocido de un proceso de
profunda transformación de los principios de organización social que podr ía ser uno de los
más llamativos de América Latina y del mundo. Algunos de estos cambios los constituyen,
para Lo Vuolo, los siguientes: la privatización de prácticamente todas las empresas
públicas que prestaban servicios de uso económico masivo (teléfonos, gas, electricidad,
agua, transporte, siderúrgicos); promoción y apertura al libre movimiento de capitales;
reducción abrupta de aranceles a la importación y remoción de la mayoría de las barreras
no tarifarias, con lo cual la economía se abrió totalmente al comercio exterior, al tiempo
que avanzó en la conformación de un acuerdo comercial de preferencias con países
vecinos (Mercosur); desde comienzos de 1991 se implementa la Ley de Convertibilidad
entre la moneda local y el dólar, ligándose la oferta monetaria con una cobertura casi
plena de las reservas del Banco Central y cierta proporción de los títulos en moneda
extranjera emitidos por el gobierno; fuerte cambio de precios relativos a favor de bienes y
servicios comercializables; re- programación de la deuda externa comprometiéndose al
cumplimiento estricto de pagos en el contexto del Plan Brady, junto con nuevo
endeudamiento que aumentó a más del doble el monto de comienzos de la década del
‟80; cambios profundos en la legislación laboral, reduciendo la estabilidad en el puesto de
trabajo, incorporando figuras de empleo por tiempo parcial y limitado (promocionadas
fiscalmente), bajando los costos de contratación y despido, aliviando las
responsabilidades del empleador frente a accidentes laborales y quiebras de empresas.
        Todas las políticas sociales se vieron afectadas por la promoción e imposición de
transformaciones en sus formas de funcionamiento, degradación de sus fuentes de
financiamiento, cambios en la administración, en el régimen de acceso y el tipo de
beneficios. (Lo Vuolo, ídem.). Según el autor:
     “Estos cambios y otros no detallados, son los que modifican profundamente el régimen de
     Estado de Bienestar que Argentina tuvo vigente por casi cuatro décadas, con las
     particularidades propias de los arreglos institucionales que tuvieron lugar en ese lapso.
     Desde la óptica de Pierson (1995), Argentina durante las presidencias de Carlos S. Menem
     (1989-1999), sería el caso latinoamericano más afín con las “revoluciones
     neoconservadoras” anglosajonas (Retrechment del EB de Reagan y Tatcher en USA e
     Inglaterra respectivamente). (Lo Vuolo, íbidem.)
       Se da como un ejemplo de desmantelamiento extremo:


                                              6
-    En uno de los EB más desarrollados de América Latina.
           -    A diferencia del paradigmático caso chileno, se corresponde con un ambiente de
                plena vigencia de las instituciones formales, típicas de la democracia liberal.
           -    Las políticas de retracción son aplicadas por una coalición de poder conducida por el
                mismo partido político y gran parte de las fuerz as políticas y sociales respons ables
                del desarrollo del tradicional EB. (Lo Vuolo, íbidem.)
        También resulta imprescindible aclarar que la aplicación de políticas neoliberales
por parte del Estado argentino no comienzan con los gobiernos de Menem, sino que tiene
su origen en la última dictadura militar, durante la cual se implementó, una vez más, la
política del libre marcado, logrando una invasión de productos importados, en detrimento
de la industria nacional, a la vez que se realizaba la primera transferencia de servicios a
las provincias (sobre todo en los sectores salud y educación) sin la correspondiente
transferencia de presupuesto para gestionarlos. Este modelo, implementado por Martinez
de Hoz, siguió vigente en la década siguiente y se profundizó al constituirse un gobierno
neoconservador (Carlos Menem) en alianza con grupos económicos dominantes en el
país llevando a cabo una política económica neoliberal, de acuerdo a las consignas que
los organismos internacionales de crédito aconsejaban para nuestro país.
        Es importante resaltar la importancia del manejo de los recursos simbólicos sin los
cuales este plan no habría tenido éxito, ya que el gobierno logró generar un consenso
general que amparó el proceso de profunda reforma sin presentar demasiadas críticas o
conflictos hasta el año 1997 6.
        Dentro del marco de las formas en que se impuso la retracción del Estado de
Bienestar y a los fines de este trabajo, resulta interesante analizar los datos referidos al
mercado de trabajo, distribución del ingreso y pobreza, para focalizar en un punto que es
de por si, central en los análisis de este periodo.
        Durante los años ‟80, el desempleo abierto7 en Argentina pasó del 2,6% al 7,5% y
el subempleo horario (visible) cambió en el mismo orden (ver cuadro 3 en el Anexo I). La
tasa de actividad aumentaba muy poco. Desde un punto de vista macro- económico esto
se explicaría principalmente por la recesión, el PBI a precios del mercado de 1990 fue de
un 9% inferior al de 1980 y un 20% menor si se lo mide por habitante.
        La diferencia con el comportamiento en la década del ‟90 es muy grande. En el
ciclo expansivo de la economía de 1990 a 1994, el PBI creció casi un 35%, pero el
número de ocupados solo aumentó entre un 6 y un 7%, y el empleo “pleno” (no contando


6
   Con respecto a este punto, se pueden recordar los aportes que I. Wallerstein realizó al caracterizar el
capitalismo histórico, en el cual la acumulación de capital ha supuesto siempre una tendencia generalizada y
creciente hacia la mercantilización de todas las cosas. Por lo tanto, la expansión y generalización del universo
mercantil impacta no sólo en la realidad de las “cos as materiales” sino también en la materialidad de la
conciencia. (Gentili, 1997). De esta manera, los sujetos en la medida que introyectan el valor mercantil y las
relaciones mercantiles como patrón dominante de interpretación de los mundos posibles, aceptan el mercado
como aquel ámbito en el cual “naturalmente” los individuos pueden desarrollarse como personas humanas
(Gentili, ídem).
7
  Los datos consignados en el presente trabajo se basan en las informaciones de Lo Vuolo: Op. Cit. y de
Monza, A. (2002). Se pueden ver los cuadros con los datos en el Anexo I.


                                                       7
los subocupados)8 creció un 1,5% anual. Este aumento inicial corresponde al aumento de
trabajo cuentapropista, ya que el trabajo asalariado se estancó. A partir de 1992 cayó el
empleo de tiempo completo, lo que hace que parte del incremento observado al principio,
se deba explicar por el aumento de la subocupación horaria. (Lo Vuolo, ídem.) La
ocupación total dejó de crecer a mediados de 1993, y comenzó a reducirse fuertemente
desde mediados de 1994 para llegar a un punto de estancamiento en 1995, según lo que
sostienen Beccaria y López en un trabajo de 1996 9.
        Para comprender el crecimiento de la tasa de actividad en la década del ‟90, es
necesario observar los fenómenos de los distintos grupos que conforman la PEA
(población económicamente activa) 10. La tendencia ascendente del grupo “mujeres
centrales” (entre 25 y 59 años), responde en parte a cambios previsibles en los arreglos
familiares (Pautassi, 1995)11 y a la búsqueda de independencia económica, aunque el
motivo más importante es el deterioro de las condiciones de trabajo del “jefe de familia”,
que obliga a salir al mercado a la fuerza de trabajo secundaria. Otros problemas del
mercado de trabajo en Argentina son, según Beccaria y López: caída de la ocupación total
desde 1993-1994; crecimiento del trabajo informal; caída de ocupaciones de tiempo
completo; aumento del empleo en comercios y servicios, junto con caída en la industria
manufacturera; creciente peso relativo de trabajadores con mayor educación y abandono
del sistema educativo cada vez más tempranamente; incremento de la durac ión media de
la desocupación; aumento de la tasa de desocupación de los jefes de hogar; aumento de
las horas trabajadas por los empleados “plenos” y aumento del llamado “riesgo de
desempleo”.
        Siguiendo a los mismos autores, las explicaciones de la nueva situación del
mercado de trabajo argentino deberían buscarse en una compleja combinación de
fenómenos que incluyen: el particular proceso de transformación productiva que derivó en
expulsión de planteles por aceleración de la productividad, e incorporación de tecnologías
dominantes intensivas en el uso del capital; abrupta apertura externa, sin apoyos a la
reconversión, con expulsiones de empresas del mercado; programas de retiro de empleo
público (incluyendo los ajustes en las empresas privatizadas); cambios de precios
relativos y en las tasas de rentabilidad entre actividades; las políticas de desregulación del
mercado de trabajo y la propia estrategia seguida por el gobierno para “promover” el
empleo; el deterioro de los beneficios de las políticas sociales; mayor inestabilidad en el
puesto de trabajo y en los ingresos. Dentro de este esquema es importante resaltar el
papel de la precarización laboral. Al respecto, Ferrari y López plantean que l a idea de
precariedad queda, según algunos autores, englobando situaciones muy cercanas a las
referidas por conceptos de sector informal, subocupación y pobreza (Ferrari, A. y López,
N., 1993). Esta fue una vía muy esclarecedora por la conexión importante que existe entre

8
  Ver Cuadro 3 del Anexo I
9
  Citado Lo Vuolo, R. (1998)
10
   Ver cuadro 2 del Anexo I
11
   Citado Lo Vuolo, R. (1998)


                                              8
la no registración y la presencia de situaciones atípicas en las condiciones de trabajo. De
todas maneras, los autores remarcan que este abordaje tiene sus limitaciones para captar
las expresiones de la precariedad, dado que hay trabajadores que se consideran
precarios por las características de su contrato, a pesar de estar debidamente registrados.
(Ferrari y López, Ibidem).
        Otro aspecto a tener en cuenta es el comportamiento de las remuneraciones al
trabajo y su impacto sobre la distribución del ingreso, al analizar los cambios. En un
principio, el Plan de Convertibilidad permitió una recuperación respecto de los pisos reales
de los trabajadores durante la hiperinflación, pero la tasa de crecimiento de
remuneraciones se desaceleró en 1993 y cambió a negativa a partir de mediados de
1994. Desde ese momento y por lo menos hasta 1996 los salarios reales promedio de la
economía y el sector industrial se estacionaron en un valor un 25% menor al de 1986
(Monza, A., 2002).
        Los comportamientos del mercado de trabajo se reflejaron en la distribución del
ingreso. Entre 1980 y 1991, y dada la hiperinflación, la participación en el ingreso del 40%
más pobre de los preceptores del Gran Buenos Aires cae del 17,1% al 14,1% mientras
que la del 10% más rico crece del 28,7% al 35,9%. Ya en el Plan de Convertibilidad 12, y
con el efecto conjunto del fuerte crecimiento del ingreso global y la estabilización del valor
de la moneda, aumentó el valor absoluto del ingreso de todos los estratos. Pero al
analizar esta información se aprecia que el crecimiento fue desigual: entre los meses de
octubre de 1991 y 1994, el ingreso familiar per cápita real del décimo más pobre solo
registra un 5,3% de crecimiento, mientras que el décimo más rico llega al 13,7%.
(Barbeito y Rodríguez, E., 1995)13.
        Por lo tanto, a mediados de los „90 se observan índices casi tan regresivos como
la hiperinflación; en 1994-1995, los cuatro décimos más bajos de la distribución
mostraban una participación menor que la que tenían en 1991 14. La cuestión es que en
este periodo no se debe al aumento acelerado de los precios como ocurrió durante la
hiperinflación, sino que está ligado a un proceso de proceso de reestructuración del
mercado laboral, que muestra nuevos factores estructurales de inserción de las personas
en dicho mercado.
        Paralelamente a este proceso, se produjo un aumento en el número de hogares
con ingresos inferiores al valor de la línea de pobreza. A partir de del piso del 13% de
1993, este valor comienza a crecer nuevamente 15. Pero no sólo es importante verificar
este dato sino observar los cambios en su estructura, en los procesos de reproducción y
en los modos en que la pobreza afecta la estructura social en su conjunto.
        El cambio más importante que se puede observar en esos años y que continúa
dándose en la actualidad, es el aumento de lo que Castel llama zonas de “desafiliación

12
     Ver cuadro 1 del Anexo I
13
     Citado Lo Vuolo, R. (1998)
14 Ver cuadro 1 del Anexo I
15
     Ver cuadro 1 del Anexo I


                                              9
social” y de “vulnerabilidad” (Castel, 1997). Según el autor, existe una sólida correlación
entre el espacio ocupado por la división del trabajo y la participación en las redes sociales
y los sistemas de asistencia social que “protegen” al individuo frente a los riesgos de la
existencia. De allí la posibilidad de construir lo que el autor llama metafóricamente las
“zonas” de cohesión social. La asociación trabajo estable- inserción relacional sólida
caracteriza una zona de integración. Por el contrario, la ausencia de participación en toda
actividad productiva y el aislamiento relacional conjugan sus efectos negativos para
producir la exclusión, o más bien la desafiliación. Mientras tanto, la vulnerabilidad social
es una zona intermedia, inestable, que conjuga la precariedad del trabajo con la fragilidad
de los apoyos de proximidad. (Castel, 1997)
Análisis del perfil de los estudiantes universitarios:

        Si tomamos en cuenta las afirmaciones de Daniel Filmus respecto de la mayor
probabilidad de conseguir empleo a mayor nivel educativo alcanzado (Filmus, D., 1998),
resulta importante analizar el perfil de los estudiantes universitarios para verificar que
sectores sociales son los que pueden permanecer en ese nivel y lograr un título de grado
que los habilite a conseguir un mejor trabajo. La finalidad de esta sección es, por lo tanto,
ilustrar la situación social actual de Argentina a través del ejemplo del acceso a la
educación universitaria. Para ésto, se tratarán de encontrar los patrones de nivel de
ingreso, nivel de instrucción propia y de los padres y acceso a las nuevas tecnologías de
los estudiantes de la UBA para determinar la pertenencia a distintos grupos sociales por
parte de los alumnos, teniendo en cuenta los métodos de medición de pobreza para
verificar la composición del alumnado.
        Una vez definidos sintéticamente los métodos más utilizados para medir la
pobreza, con las limitaciones del caso, es importante mostrar la situación económico-
social de Argentina entre los años 1996 y 2000, para pasar luego a realizar el análisis de
los datos censales de la UBA. Como ya se mencionó más arriba, este periodo
corresponde a un ciclo de crecimiento económico (hasta 1998) con aumento de la
desigualdad social verificada a través del aumento de la brecha de ingresos para los
quintiles 1º y 5º de ingresos 16 (o sea el grupo de menor nivel de ingresos contra el grupo
de mayor nivel de ingresos). A partir de 1998 se comienza a dar una desaceleración en el
crecimiento hasta llegar a un estancamiento y baja del mismo en éste periodo hasta el
2002 por lo menos.
        Según los datos publicados por el INDEC (cuadro 1 del Anexo I), entre los años
1996 y 2000 no hubo un gran aumento de la brecha de pobreza en GBA, ya que desde
octubre de ‟94 hasta mayo de ‟95 sube casi un 4%, para dar un nuevo salto importante
entre mayo de 2001 y mayo de 2002 en que pasa del 42% al 53,4%, aumentando en más
del 10%. Es importante tener en cuenta este dato ya que se relaciona directamente con el



16
     Ver Cuadro 1 del Anexo I


                                             10
aumento de la exclusión social, que alcanza a más de la mitad de la población, generando
situaciones sociales inéditas para nuestro país.
        En cuanto a los niveles de ocupación generales, el nivel de desocupación de
octubre de 1996 era del 17,3%, uno de los valores históricos más altos de la tasa17. Para
octubre de 2000 se había logrado una baja, ubicándose en un 14,7% de desocupados.,
aunque el valor seguía siendo muy alto. Si se toma la subocupación horaria (de aquellos
que demandan por más horas de trabajo), en octubre de 1996 había un 8,5% de la
población en esa situación 18. Sumando este indicador al de desocupados, da un total de
25,8% de la PEA con problemas de ocupación (desocupado o subocupado). En cuanto a
los valores de octubre de 2000, la subocupación demandante era de 9,3% de la PEA, que
sumado al valor de desocupados, da un total de 24% de la PEA con problemas de
ocupación. Se confirma así lo explicitado más arriba acerca de la situación económico-
social que se vivía en esta etapa: crecimiento económico, aumento de los niveles de
desocupación y de la brecha de pobreza.
        En cuanto a los niveles de instrucción generales, a partir de los datos ofrecidos por
el INDEC y tomados del Censo 1991, se puede observar que para el total del país, los
valores de 1991 19 dan un porcentaje del 51,29% para aquellas personas mayores de 15
años con primario completo o incompleto, un 30,71% con secundario completo o
incompleto y un 13,58% con nivel terciario- universitario completo o incompleto.
        Para el Censo del 200120, los datos son los siguientes: para la población mayo del
15 años, el nivel máximo alcanzado a esa fecha era de: un 42,19% con primario completo
o incompleto; un 37,13% con secundario completo o incompleto y un 6,73% con nivel
terciario no universitario completo o incompleto. Para el nivel universitario, sumaba un
12,52% de la población con el nivel completo o incompleto. Se observa una baja en el
nivel primario pero se deben tener en cuenta los posibles errores por la toma del censo
2001 que trajo aparejado un conflicto entre el entonces gobierno de Fernando De la Rúa y
los docentes que se negaron a participar del proyecto del censo. En el nivel medio hay un
pequeño aumento de población mientras que en el nivel terciario, como en 1991 no se
diferenciaba no universitario de universitario, se puede generalizar que hubo aumento de
participación de la población en ese nivel educativo, sumando un 19,25% en los datos de
2001.
A modo de cierre: ¿Hay una nueva cuestión social en Argentina?

        Volviendo ahora a la cuestión social que introdujera al principio del trabajo, ¿cuál
es la relación que veo entre el nivel de estudios alcanzado, el cambio de rol del Estado, el
cambio en las políticas sociales, sobre todo la educación y la recomposición del tejido
social?

17
   Ver Cuadro 3 del Anexo I
18
   Ver Cuadro 3 del Anexo I
19
   Ver Cuadro 7 del Anexo I
20
   Ver Cuadro 9 del Anexo I


                                             11
Se puede coincidir con Gorz en cuanto a la cuestión del fin del trabajo tomando los
niveles de desempleo, subempleo pobreza y exclusión que se manejan en la actualidad
para nuestro país. También se verifica lo planteado por Castel en cuanto al tema de la
desafiliación si analizamos los niveles de exclusión social que generan situaciones nuevas
para gran cantidad de grupos sociales que se ven alejados de los beneficios no solo
sociales ligados a la condición de asalariado, sino también de compartir los mismos
espacios que la población “incluida”. Dentro de los servicios a los que no pueden acceder
se encuentra la educación ya que aunque sigue existiendo la escuela pública se da hoy
un proceso de fragmentación tan grande en el sector, que las escuelas que normalmente
atienden a la población más afectada por la pobreza, son aquellas más desprotegidas,
con más problemas edilicios y con maestros peor preparados que no pueden dar
respuesta a las necesidades de la población, sumado a que la escuela se ha convertido
en un espacio de atención social donde lo más importante es que los alumnos puedan
acceder a un plato de comida. En cuanto a los otros niveles educativos, generalmente la
población excluida no accede a la escuela media ni a la universidad, o ingresa pero
abandona los estudios en los primeros años.
        Tomando el análisis de Wacquant para ilustrar la situación, creo que las políticas
llevadas a cabo por el estado en materia educativa en los últimos 25 años, han fomentado
situaciones que hoy parecen producto solamente del aumento de los niveles de pobreza.
Esto no es así; o por lo menos la situación actual no se desenlaza solamente por el
aumento de la pobreza. Hay otros factores que determinan profundos cambios en la
composición social y, sobre todo, en la relación de los diferentes grupos sociales entre si.
        Según los datos obtenidos en el breve ejemplo de los estudiantes de la UBA se ve
que es muy probable que haya pocos alumnos pertenecientes a grupos sociales
excluidos. Se advertía un nivel posible de desocupación menor al 16% para los padres de
los estudiantes, pero la situación podría ser subsanada por los ingresos de los propios
alumnos o de sus madres. Por otra parte hay un 3,5% de becados en 1996 y el valor sube
levemente a un 4,5% en 2000, lo cual no es representativo para los valores totales. A
partir de estos datos se puede pensar que es muy probable que en general estos alumnos
pertenezcan a grupos sociales llamados “integrados”.
        Pero hay una cuestión importante a tener en cuenta que es el nivel de
vulnerabilidad de estos sectores que dependen del salario para poder mantener el status
social alcanzado. Para el año 1996, tomando los indicadores desde obreros sin
calificación hasta los profesionales universitarios (todos los grupos que dependerían en
general de un salario) constituyen casi el 52% de los estudiantes; para la categoría padres
el valor ascendía al 66% y para la categoría madres era del 44%. Los valores para el año
2000 de los estudiantes que trabajaban, el 85% dependía de un salario mientras que para
las categorías padre y madre los valores se mantienen. Podemos concluir por lo tanto,
que más de la mitad de los estudiantes pertenecerían a sectores que viven de sus
ingresos mensuales (aunque el valor del ingreso sea variable).



                                            12
El concepto de vulnerabilidad ha sido trabajado por varios autores; por ejemplo,
Rossanvallon y Fitoussi en su trabajo de 1997 lo definen como la sensación de
inseguridad de los sectores medios de perder su trabajo y en consecuencia los niveles de
vida alcanzados. Queda fuera de la finalidad del presente trabajo indagar en las
sensaciones de los estudiantes y sus familias respecto de la ins eguridad social, pero si
nos basamos en las encuestas que existen sobre el tema, sabemos que más de la mitad
de la población de GBA pone en primer lugar el tema de inseguridad, teniendo en cuenta
que a la inseguridad por la vulnerabilidad en su posición social se suma la inseguridad por
hechos de violencia relacionados con robos, secuestros, etc.
         Si tomamos ahora lo que plantea Castel, encontramos también elementos que
sirven para el análisis de los sectores que estamos describiendo. El autor plantea que la
clase obrera industrial había sido integrada durante los años de crecimiento junto con la
categoría de empleados, sobre todo los menos calificados, jóvenes de origen popular que
antes habrían pasado sin problemas del aprendizaje o del fin de la escolaridad al empleo
estable, etc. (Castel, R.: 2003) Incluso más allá del desempleo masivo que existe hoy en
día, el autor señala un concepto importante que es la descalificación masiva que afecta
especialmente a los sectores populares. Por ejemplo, con la desindustrialización masiva,
diplomas como el certificado de aptitud profesional o el certificado de enseñanza industrial
(correspondientes a los certificados de la escuela media técnica en Argentina), que antes
eran herramientas seguras de integración en el mundo del trabajo, se devaluaron
considerablemente. Según plantea Castel, en el mejor de los casos estos grupos
constituirán los peones de una economía mundializada. En el peor de los casos,
devenidos “inempleables”, sus miembros podrían ser condenados a sobrevivir en los
intersticios de un universo social recompuesto sólo a partir de las exigencias de la
eficiencia y del rendimiento. (Castel, R.: 2003)
         Se puede decir, por lo tanto, que este grupo está “integrado”, pero a la vez,
seguramente, parte del mismo pertenece a los sectores “vulnerables”, que hoy tienen
ocupación pero que no saben que podría pasar mañana. En este punto es importante,
entonces, volver al concepto de “trabajo” tal como lo planteaban Gorz o Castel y que
tomamos al principio del análisis. Si la propuesta en pensar en un trabajo que se relacione
con el desarrollo integral del ciudadano, necesitamos elaborar salidas alternativas a la
situación de desocupación, pobreza y exclusión actual en Argentina, para poder pensar
en una recomposición de la fragmentación social a través del desarrollo de los niveles
educativos y la elaboración de nuevas relaciones de trabajo que integren a los sectores
excluidos.




                                            13

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La cuestión social en Argentina a inicios del 2000

  • 1. La cuestión social en la primera década del siglo XXI en Argentina: entre la imposibilidad y la esperanza1 Alejandra Martinetto, 2008 Según lo planteado por A. Gorz, “ya no hay más crisis: se ha instalado un nuevo sistema que tiende a abolir masivamente el “trabajo”. Restaura las peores formas de dominación, de servidumbre, de explotación al obligar a todos a luchar contra todos para obtener ese “trabajo” que ha abolido”. (Gorz, A., 1998: 11). Más adelante el autor sostiene que hay que aprender a distinguir los contornos de esta sociedad diferente, detrás de las resistencias, disfunciones, los callejones sin salida de los que está hecho el presente. Es necesario que el “trabajo” pierda su centralizad en la conciencia del hombre, en su pensamiento y en su imaginación para poder mirarlo de una nueva manera; así no se lo pensará más como aquello que tenemos o no tenemos sino como lo que hacemos, y tener voluntad para apropiarse nuevamente del trabajo. Gorz hace la diferenciación entre trabajo como actividad autónoma de “transformación de la materia”, entre otros y el trabajo específico propio del capitalismo industrial: “un trabajo al que nos referimos cuando decimos que una mujer <no tiene trabajo> si consagra su tiempo a educar a sus propios hijos, y que <t iene trabajo> si consagra aunque más no sea una fracción de s u tiempo a educar a los hijos de otra persona en una guardería o en un jardín de infantes.” (Gorz, A., Ibidem: 12). El trabajo que se ha abolido por parte del capitalismo, es una construcción social según A. Gorz, que implica una función socialmente identificada y normalizada en la producción y la reproducción del todo social. Y debe ser identificable por: “las competencias socialmente definidas que pone en funcionamiento según procedimientos socialmente determinados. Un oficio o una profesión son, entonc es, la puesta en obra de competencias institucionalmente certificadas según procedimientos homologados . (Gorz, A. Ibidem: 13). Este tipo de trabajo funcionó, según el autor, durante la época fordista y del Estado de Bienestar, que generaba empleo a medida que crecía la productividad de las empresas privadas y ésta destruía puestos de trabajo. Este estado keynesiano redistribuía una parte creciente de la riqueza que se producía prestando servicios a esos empleados asalariados. Con la desaceleración de la expansión económica las políticas keynesianas comenzaron a presentar inconvenientes y el gasto público se hizo cada vez más importante. Esta situación trae como consecuencia que “el capital se aleja del estado”, en palabras del autor, dado que se tiende ahora a una mayor flexibilidad, y esa flexibilidad se la proveerá el mercado por sus características propias. Del estado de bienestar se pasa a la globalización, fenómeno cualitativamente nuevo que se hace posible a partir de la coincidencia en el tiempo de tres procesos interdependientes con su propia lógica interna: la crisis y derrumbe del socialismo real, el 1 Selección del trabajo final presentado para el Seminario de maestría: Desigualdades sociales (2004). FCS, UBA 1
  • 2. éxito de las políticas del neoliberalismo y el desarrollo vertiginoso de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (NTIC). La globalización da como resultado una nueva configuración social que es la que explica Gorz y otros autores, como la época del “fin del trabajo”, tal como lo descrito más arriba. Desde un punto de vista más cercano al desarrollo de las políticas sociales, Pierre Rossanvallon, hace una lectura diferente de la crisis del estado de bienestar, aunque no contradictoria con la de Gorz. Según el autor, desde el principio de los años ochenta el crecimiento de la desocupación y la aparición de nuevas formas de pobreza parecieron volver el tiempo a etapas precapitalistas. (Rossanvallon, P., 1995). Este autor sostiene que aparece así, “una nueva cuestión social”, donde la exclusión no remite a las categorías antiguas de la explotación. Para comprender el fenómeno, Rossanvallon plantea tres dimensiones “que constituyen también tres etapas en la quiebra del Estado de Providencia”. (Rossanvallon, P., Ibidem). Las dos primeras, de orden financiero e ideológico, según el autor: “La crisis financiera s e desencadenó en los años setenta. A partir de ese período los gastos sociales, y en especial los de salud, siguieron creciendo a los ritmos anteriores de 7 a 8% por año, mientras que los ingresos sólo aumentaban de 1 a 3%”... (Rossanvallon, P., Ibidem: 8). Esta diferencia se financió con el aumento de los impuestos, que durante el estado de bienestar se habían mantenido prácticamente estables y que luego en Francia, por ejemplo, pasaron del 35% al 45% del PBI entre 1975 y 1985. La crisis ideológica se da sobre todo en los años ochenta. Corresponde a la crítica que se le hace al Estado empresario en cuanto al manejo eficaz de las cuestiones sociales, al convertirse en una maquinaria cada vez más burocrática que entraña una crisis de legitimidad. (Rossanvallon, P., Ibidem). La tercera crisis que define el autor para el estado de providencia, tiene que ver con el orden filosófico. “La crisis filosófica acompaña a la nueva cuestión social. Aparecen dos problemas mayores: la desint egración de los principios organizadores de la solidaridad y el fracaso de la concepción tradicional de los derechos sociales para ofrecer un marco satisfactorio en el cual pens ar la situación de los excluidos”. (Rossanvallon, P., Ibidem: 9, 10). Por lo tanto, el Estado Providencia no puede dar respuesta a estos nuevos fenómenos con las características de su desarrollo tradicional. Rossanvallon hace un paralelo entre la crisis del Estado Bismarckniano y el Estado Providencia: salvando las diferencias en tiempo histórico y tipo de estado, ambos llegan a la crisis y a la necesidad de refundar el principio de solidaridad. (Rossanvallon, P., Ibidem: 45). En tanto, Robert Castel, más cercano a la visión de Rossanvallon desde las políticas sociales, plantea el problema desde un punto de vista histórico- político afirmando que en el comienzo estaban las tutelas y las coacciones que el estado absolutista y la organización tradicional de los gremios conspiraban para mantener. A fines del siglo XVIII llegan los poscontratos y la libertad de empresa que el principio de la gobernamentabilidad liberal elaborado por la Ilustración impone en los hechos a través de 2
  • 3. la revolución política. De modo que los encadenamientos de los episodios servirá de base para comprender las peripecias de la etapa siguiente. Según Castel hay que buscar en las formas de construcción del estado social los elementos que lo han llevado en la actualidad a la situación de crisis dado que las regulaciones que otorgaban garantías en torno a la relación del trabajo son las que hoy han perdido su poder integrador 2. (Castel, R., 1997: 32) Después de haber hecho este rápido recorrido por las características principales del Estado de Bienestar o Providencia (como lo llama Rossanvallon), se puede volver a la idea de la nueva cuestión social, para analizarla como consecuencia de la crisis de ese Estado de Bienestar. Según Castel, durante mucho tiempo el sector asalariado acampó en los márgenes de la sociedad; después se instaló en ella, siguiendo subordinado y finalmente se difundió hasta imponer su marca en todas partes. El autor afirma: “Pero precisamente en el momento en que parecían haberse impuesto definitivament e los atributos ligados al trabajo para caracterizar el estatuto que ubicaba y clasificab a al individuo en la sociedad, en detrimento de los otros sostenes de la identidad (como la pertenencia familiar o la inscripción en una c omunidad conc reta), precisamente en ese momento, decimos, la centralidad del trabajo ha sido brutalmente cuestionada. ¿Hemos llegado a una cuarta etapa de la historia antropológica del salariado en la que su odisea se convierte en drama?” (Castel, R., Ibidem: 389) Más adelante plantea Castel que la novedad no es solo el repliegue del crecimiento ni el fin del empleo casi pleno, a menos que se tome a ambos como la manifestación de la transformación del “gran integrador” que sería el trabajo. El trabajo, asegura, es más que el trabajo y por lo tanto el no- trabajo es más que el desempleo. La característica más perturbadora es por lo tanto, la reaparición de los “trabajadores sin trabajo”, que ocupan en la sociedad el lugar de supernumerarios, de “inútiles para el mundo”. (Castel, R., Ibidem: 390). Se ve claramente que desde una visión diferente en parte a la de A. Gorz, la caracterización que hace Castel de la relación entre empleo- trabajo y no empleo- no- trabajo, más que el desempleo, crea una nueva relación hombre- trabajo, que trasciende el modelo fordista de empleo. Para el autor, este es un periodo incierto de transición hacia una inevitable reestructuración de las relaciones de producción: habría que cambiar algunas costumbres 2 En palabras de Castel: “En efecto, la tarea de la política social consistirá, a partir del siglo XIX, en apuntalar esta estructura demasiado frágil del lib re contrato de trabajo. La lib ertad que favorecía a las empresas era demasiado fuerte, demasiado salvaje, para quienes solo podían sufrirla. La libertad y el individualismo triunfantes llevab an consigo un rostro de sobra, “la individualidad negativa”2 de quienes se encontraban sin vínculos y sin apoyo, privados de toda protección y de todo reconocimiento. El Estado Social se construyó como respuesta a esta situación. Creyó poder conjurar sus riesgos tejiendo sólidos sistemas de garan tías en torno a la relación de trabajo. De modo que la sucesión ordenada de estos encadenamientos, o más b ien de estas rupturas y sub recomposiciones, representa, si no la vía más corta, por lo menos la más rigurosa para llegar a la problemática contemporánea, en cuanto ésta se refiere principalmente al hecho de que tales regulaciones tejidas en torno al trab ajo han perdido su poder integrador. Desde la sociedad preindustrial hasta la sociedad posindustrial se ha producido una inversión total. Antes la vulne rabilidad se originaba en el exceso de coacciones, mientras que ahora aparece suscitada por el debilitamiento de las protecciones. Lo que hab rá que exponer es el conjunto de las condiciones de esa inversión. Ellas circunscriben la cuestión social en el marco de una misma problematización que comienza a tomar forma a mediados del siglo XIV”. (Castel, R., 1997: 32) 3
  • 4. para encontrar una configuración estable. Se trataría de una mutación completa de la relación hombre- trabajo y, en consecuencia, de la relación hombre- mundo: habría que inventar una manera totalmente distinta de habitar este mundo, o resignarse al Apocalipsis. (Castel, R., Ibidem: 390). Periodo de transición que deviene después de una crisis. Y él piensa que lo que ha hecho esta “crisis” fue barrer con una cierta representación del progreso, muy cara al hombre del estado de bienestar. Esta idea de progreso viene de la mano del estado socialdemócrata, asociado a la concepción plena del Estado Social. Todo estado moderno se ve más o menos “obligado” a “hacer lo social”, para paliar las disfunciones que el propio estado capitalista genera y lograr cohesión entre los grupos sociales. Se hallan dentro del mismo estado de bienestar, entonces, las contradicciones que se van a hacer visibles en la crisis. Castel lo caracteriza del siguiente modo: “En tal sentido, habría que empezar por desembarazarse de la molesta celebración de los Gloriosos Treint a. No solo porque ella pretende embellecer un periodo que, entre guerras coloniales e injusticias múltiples, incluyó numerosos episodios poco gloriosos, sino sobre todo porque, al mitificar el crecimiento, invita a atascars e en por lo menos tres características del movimiento que arrastraba ent onces a la sociedad salarial: su incompletad, la ambigüedad de algunos de sus efectos, el carácter contradictorio de otros.” (Castel, R., Ibidem: 392/3). El autor aclara más adelante cada uno de estos tres puntos. Para el primero: su carácter inacabado, plantea que con los años de pérdida de crecimiento, el endeudamiento podía hacer caer a estado de precariedad a muchos asalariados. “Pero ya antes de este momento eran virtualmente vulnerables: su destino estaba concretamente ligado a un progreso del que ellos no controlaban ninguno de los parámetros”. (Castel, R., Ibidem: 395). En cuanto al punto de la ambigüedad, el autor afirma que el despliegue de protecciones tuvo ciertos efectos perversos, que generó un malestar que estalló, por ejemplo, en el mayo del 68‟ francés. “A partir de ese movimient o nace una sociología crítica vigorosa en torno a t res temáticas principales: evidenciar la reproducción de las desigualdades, sobre todo en los ámbitos de la educación y la cultura; denunciar la perpetuación de la injusticia soci al y la explotación de la fuerza de trabajo; rec hazar el tratamiento reservado de ciertas categorías de la población (presos, enfermos mentales, indigentes...) como indigno de una sociedad demócrata”. (Castel, R., Ibidem: 397). El tercer punto que destaca Castel tiene que ver con una contradicción más profunda que el percibe en el funcionamiento del Estado social de los años de crecimiento. El funcionamiento de los servicios públicos es bien conocido como “burocrático” o “tecnocrático”, pero, según el autor, ha sido menos advertido su correlato paradójico, a saber: “que este funcionamiento produce al mismo tiempo efectos individualizantes temibles. Los beneficiarios de los servicios quedan en un mismo movimiento homogeneizados, enmarcados por categorías jurídico- administrativas, y privados de su pertenencia concreta a colectivos reales”. (Castel, R., Ibidem: 398). De tal manera que la llamada “crisis” deviene del mismo desarrollo del estado social, según lo descrito por Castel. A los ojos de Gorz, en cambio, es muy fuerte el 4
  • 5. componente de desarrollo económico del capitalismo y su relación con el Estado. Cuando cambia la relación de los capitalistas con el Estado para dar cabida al nuevo estado neoliberal, se destruyen los puestos de trabajo, se flexibiliza al máximo la relación para que el mercado pueda regir. Contraponiéndose a Rifkin 3 que pregoniza el “fin del trabajo”, el autor hace una salvedad en los usos de la palabra 4 para poder recuperar, según su visión el “verdadero trabajo” (Gorz, A. Ibidem. 12) Por la homologación de las competencias, de los procedimientos y de las necesidades que implica, el “trabajo” es un poderoso medio de socialización, de normalización, de estandarización, que reprime o limita la invención, al creación la autodeterminación individuales o colectivas de normas, de necesidades y de competencias nuevas. La facilidad con el neoliberalismo se impuso a partir de fines de los años setenta encuentra una de sus causas en esto: el rechazo cada vez más extendido, aún para la clase obrera, de la normalización propia del fordismo y de la “dictadura sobre las necesidades”, propia de la burocratización propia del estado de bienestar: los “ciudadanos” se habían convertido en “administrados”; se ve la dominación del aparato del Estado sobre los ciudadanos, transformados en “clientes” de éste. (Gorz, A. Ibidem. 14). Gorz retoma la pregunta que se hace Lester Thurow: ¿Cómo puede funcionar el capitalismo cuando el capital más importante, el capital saber, no tiene más propietario? 5. Según el autor, el Capitalismo ofrece dos respuestas por el momento: La primera: la “empresa individual” en la cual el “hombre” se trata a si mismo como capital y se valoriza a si mismo en tanto que tal. Retoma la idea de Rifkin de los elite of Knowledge workers, que componen una fracción del 4% de norteamericanos activos que ganan entre ellos tanto como la mitad (51%) de la totalidad de los salarios. Estos personajes crearán un mundo a su medida y se retirarán cada vez más de las zonas comunes de actividad. La segunda respuesta es la propuesta por las grandes compañías: toman posesión del “capital humano”, restableciendo relaciones precapitalistas, casi feudales, de vasallaje y de pertenencia. (Gorz, A. Ibidem. 16). Estos dos ejes y su relación con la idea de trabajo propuesta por estos autores, son los que retomaré luego para el análisis del perfil de los estudiantes universitarios. 3 Gorz se refiere en este apartado al libro de Jeremy Rifkin (1999): El fin del Trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era. Buenos Aires, Paidos. 4 Queriendo negar el “fin del trabajo” en nombre de su necesidad y de su permanencia en el sentido antropológico o filosófico, demostramos lo contrario de lo que querríamos demostrar: precisamente en las realidades virtualizadas de la economía de lo inmaterial. Si deseamos salvar y perpetuar ese “verdadero trabajo” es urgente reconocer que el verdadero trabajo no está más en el “trabajo”: el trabajo, en sentido de poiesis, que se hace, (o no está más que de manera cada vez más rara) en el “trabajo” en sentido social, que tenemos. No demostraremos la perennidad necesaria de la “sociedad del trabajo” invocando su carácter antropológicamente necesario. Por el contrario: es preciso que salgamos del “trabajo” y de la “so ciedad del trabajo” para volver a encontrar el gusto y la posibilidad del trabajo “verdadero”. A su manera, que no es la mía, Rifkin no dice otra cosa: dice que el “trabajo” cuyo fin anuncia deb erá ser reemplazado por actividades que tengan otras características.”. (Gorz, A. Ibidem. 12) 5 Lester Thurow: (citado por André Gorz): The Future of Capitalism . William Morrow, New York, 1995 5
  • 6. Cómo se vive esta nueva cuestión social en Argentina Hasta acá se han citado autores europeos que responden a una realidad que si bien es muy diferente de la de América Latina, tiene componentes que sirven para el análisis regional. De todas maneras, resulta importante poder contar con el aporte de autores locales que brindan elementos para analizar las particularidades de la región y en especial de Argentina. Dentro del marco regional, Argentina se podría considerar como uno de los casos más exitosos por el alcance y rapidez de los cambios hacia el modelo neoliberal. (Lo Vuolo, 1998). El indicador más notable de este fenómeno es que la economía pasó de un proceso hiperinflacionario en 1989-90, a una tasa de inflación casi nula en los años 93-98. Pero este indicador constituye solamente el dato más conocido de un proceso de profunda transformación de los principios de organización social que podr ía ser uno de los más llamativos de América Latina y del mundo. Algunos de estos cambios los constituyen, para Lo Vuolo, los siguientes: la privatización de prácticamente todas las empresas públicas que prestaban servicios de uso económico masivo (teléfonos, gas, electricidad, agua, transporte, siderúrgicos); promoción y apertura al libre movimiento de capitales; reducción abrupta de aranceles a la importación y remoción de la mayoría de las barreras no tarifarias, con lo cual la economía se abrió totalmente al comercio exterior, al tiempo que avanzó en la conformación de un acuerdo comercial de preferencias con países vecinos (Mercosur); desde comienzos de 1991 se implementa la Ley de Convertibilidad entre la moneda local y el dólar, ligándose la oferta monetaria con una cobertura casi plena de las reservas del Banco Central y cierta proporción de los títulos en moneda extranjera emitidos por el gobierno; fuerte cambio de precios relativos a favor de bienes y servicios comercializables; re- programación de la deuda externa comprometiéndose al cumplimiento estricto de pagos en el contexto del Plan Brady, junto con nuevo endeudamiento que aumentó a más del doble el monto de comienzos de la década del ‟80; cambios profundos en la legislación laboral, reduciendo la estabilidad en el puesto de trabajo, incorporando figuras de empleo por tiempo parcial y limitado (promocionadas fiscalmente), bajando los costos de contratación y despido, aliviando las responsabilidades del empleador frente a accidentes laborales y quiebras de empresas. Todas las políticas sociales se vieron afectadas por la promoción e imposición de transformaciones en sus formas de funcionamiento, degradación de sus fuentes de financiamiento, cambios en la administración, en el régimen de acceso y el tipo de beneficios. (Lo Vuolo, ídem.). Según el autor: “Estos cambios y otros no detallados, son los que modifican profundamente el régimen de Estado de Bienestar que Argentina tuvo vigente por casi cuatro décadas, con las particularidades propias de los arreglos institucionales que tuvieron lugar en ese lapso. Desde la óptica de Pierson (1995), Argentina durante las presidencias de Carlos S. Menem (1989-1999), sería el caso latinoamericano más afín con las “revoluciones neoconservadoras” anglosajonas (Retrechment del EB de Reagan y Tatcher en USA e Inglaterra respectivamente). (Lo Vuolo, íbidem.) Se da como un ejemplo de desmantelamiento extremo: 6
  • 7. - En uno de los EB más desarrollados de América Latina. - A diferencia del paradigmático caso chileno, se corresponde con un ambiente de plena vigencia de las instituciones formales, típicas de la democracia liberal. - Las políticas de retracción son aplicadas por una coalición de poder conducida por el mismo partido político y gran parte de las fuerz as políticas y sociales respons ables del desarrollo del tradicional EB. (Lo Vuolo, íbidem.) También resulta imprescindible aclarar que la aplicación de políticas neoliberales por parte del Estado argentino no comienzan con los gobiernos de Menem, sino que tiene su origen en la última dictadura militar, durante la cual se implementó, una vez más, la política del libre marcado, logrando una invasión de productos importados, en detrimento de la industria nacional, a la vez que se realizaba la primera transferencia de servicios a las provincias (sobre todo en los sectores salud y educación) sin la correspondiente transferencia de presupuesto para gestionarlos. Este modelo, implementado por Martinez de Hoz, siguió vigente en la década siguiente y se profundizó al constituirse un gobierno neoconservador (Carlos Menem) en alianza con grupos económicos dominantes en el país llevando a cabo una política económica neoliberal, de acuerdo a las consignas que los organismos internacionales de crédito aconsejaban para nuestro país. Es importante resaltar la importancia del manejo de los recursos simbólicos sin los cuales este plan no habría tenido éxito, ya que el gobierno logró generar un consenso general que amparó el proceso de profunda reforma sin presentar demasiadas críticas o conflictos hasta el año 1997 6. Dentro del marco de las formas en que se impuso la retracción del Estado de Bienestar y a los fines de este trabajo, resulta interesante analizar los datos referidos al mercado de trabajo, distribución del ingreso y pobreza, para focalizar en un punto que es de por si, central en los análisis de este periodo. Durante los años ‟80, el desempleo abierto7 en Argentina pasó del 2,6% al 7,5% y el subempleo horario (visible) cambió en el mismo orden (ver cuadro 3 en el Anexo I). La tasa de actividad aumentaba muy poco. Desde un punto de vista macro- económico esto se explicaría principalmente por la recesión, el PBI a precios del mercado de 1990 fue de un 9% inferior al de 1980 y un 20% menor si se lo mide por habitante. La diferencia con el comportamiento en la década del ‟90 es muy grande. En el ciclo expansivo de la economía de 1990 a 1994, el PBI creció casi un 35%, pero el número de ocupados solo aumentó entre un 6 y un 7%, y el empleo “pleno” (no contando 6 Con respecto a este punto, se pueden recordar los aportes que I. Wallerstein realizó al caracterizar el capitalismo histórico, en el cual la acumulación de capital ha supuesto siempre una tendencia generalizada y creciente hacia la mercantilización de todas las cosas. Por lo tanto, la expansión y generalización del universo mercantil impacta no sólo en la realidad de las “cos as materiales” sino también en la materialidad de la conciencia. (Gentili, 1997). De esta manera, los sujetos en la medida que introyectan el valor mercantil y las relaciones mercantiles como patrón dominante de interpretación de los mundos posibles, aceptan el mercado como aquel ámbito en el cual “naturalmente” los individuos pueden desarrollarse como personas humanas (Gentili, ídem). 7 Los datos consignados en el presente trabajo se basan en las informaciones de Lo Vuolo: Op. Cit. y de Monza, A. (2002). Se pueden ver los cuadros con los datos en el Anexo I. 7
  • 8. los subocupados)8 creció un 1,5% anual. Este aumento inicial corresponde al aumento de trabajo cuentapropista, ya que el trabajo asalariado se estancó. A partir de 1992 cayó el empleo de tiempo completo, lo que hace que parte del incremento observado al principio, se deba explicar por el aumento de la subocupación horaria. (Lo Vuolo, ídem.) La ocupación total dejó de crecer a mediados de 1993, y comenzó a reducirse fuertemente desde mediados de 1994 para llegar a un punto de estancamiento en 1995, según lo que sostienen Beccaria y López en un trabajo de 1996 9. Para comprender el crecimiento de la tasa de actividad en la década del ‟90, es necesario observar los fenómenos de los distintos grupos que conforman la PEA (población económicamente activa) 10. La tendencia ascendente del grupo “mujeres centrales” (entre 25 y 59 años), responde en parte a cambios previsibles en los arreglos familiares (Pautassi, 1995)11 y a la búsqueda de independencia económica, aunque el motivo más importante es el deterioro de las condiciones de trabajo del “jefe de familia”, que obliga a salir al mercado a la fuerza de trabajo secundaria. Otros problemas del mercado de trabajo en Argentina son, según Beccaria y López: caída de la ocupación total desde 1993-1994; crecimiento del trabajo informal; caída de ocupaciones de tiempo completo; aumento del empleo en comercios y servicios, junto con caída en la industria manufacturera; creciente peso relativo de trabajadores con mayor educación y abandono del sistema educativo cada vez más tempranamente; incremento de la durac ión media de la desocupación; aumento de la tasa de desocupación de los jefes de hogar; aumento de las horas trabajadas por los empleados “plenos” y aumento del llamado “riesgo de desempleo”. Siguiendo a los mismos autores, las explicaciones de la nueva situación del mercado de trabajo argentino deberían buscarse en una compleja combinación de fenómenos que incluyen: el particular proceso de transformación productiva que derivó en expulsión de planteles por aceleración de la productividad, e incorporación de tecnologías dominantes intensivas en el uso del capital; abrupta apertura externa, sin apoyos a la reconversión, con expulsiones de empresas del mercado; programas de retiro de empleo público (incluyendo los ajustes en las empresas privatizadas); cambios de precios relativos y en las tasas de rentabilidad entre actividades; las políticas de desregulación del mercado de trabajo y la propia estrategia seguida por el gobierno para “promover” el empleo; el deterioro de los beneficios de las políticas sociales; mayor inestabilidad en el puesto de trabajo y en los ingresos. Dentro de este esquema es importante resaltar el papel de la precarización laboral. Al respecto, Ferrari y López plantean que l a idea de precariedad queda, según algunos autores, englobando situaciones muy cercanas a las referidas por conceptos de sector informal, subocupación y pobreza (Ferrari, A. y López, N., 1993). Esta fue una vía muy esclarecedora por la conexión importante que existe entre 8 Ver Cuadro 3 del Anexo I 9 Citado Lo Vuolo, R. (1998) 10 Ver cuadro 2 del Anexo I 11 Citado Lo Vuolo, R. (1998) 8
  • 9. la no registración y la presencia de situaciones atípicas en las condiciones de trabajo. De todas maneras, los autores remarcan que este abordaje tiene sus limitaciones para captar las expresiones de la precariedad, dado que hay trabajadores que se consideran precarios por las características de su contrato, a pesar de estar debidamente registrados. (Ferrari y López, Ibidem). Otro aspecto a tener en cuenta es el comportamiento de las remuneraciones al trabajo y su impacto sobre la distribución del ingreso, al analizar los cambios. En un principio, el Plan de Convertibilidad permitió una recuperación respecto de los pisos reales de los trabajadores durante la hiperinflación, pero la tasa de crecimiento de remuneraciones se desaceleró en 1993 y cambió a negativa a partir de mediados de 1994. Desde ese momento y por lo menos hasta 1996 los salarios reales promedio de la economía y el sector industrial se estacionaron en un valor un 25% menor al de 1986 (Monza, A., 2002). Los comportamientos del mercado de trabajo se reflejaron en la distribución del ingreso. Entre 1980 y 1991, y dada la hiperinflación, la participación en el ingreso del 40% más pobre de los preceptores del Gran Buenos Aires cae del 17,1% al 14,1% mientras que la del 10% más rico crece del 28,7% al 35,9%. Ya en el Plan de Convertibilidad 12, y con el efecto conjunto del fuerte crecimiento del ingreso global y la estabilización del valor de la moneda, aumentó el valor absoluto del ingreso de todos los estratos. Pero al analizar esta información se aprecia que el crecimiento fue desigual: entre los meses de octubre de 1991 y 1994, el ingreso familiar per cápita real del décimo más pobre solo registra un 5,3% de crecimiento, mientras que el décimo más rico llega al 13,7%. (Barbeito y Rodríguez, E., 1995)13. Por lo tanto, a mediados de los „90 se observan índices casi tan regresivos como la hiperinflación; en 1994-1995, los cuatro décimos más bajos de la distribución mostraban una participación menor que la que tenían en 1991 14. La cuestión es que en este periodo no se debe al aumento acelerado de los precios como ocurrió durante la hiperinflación, sino que está ligado a un proceso de proceso de reestructuración del mercado laboral, que muestra nuevos factores estructurales de inserción de las personas en dicho mercado. Paralelamente a este proceso, se produjo un aumento en el número de hogares con ingresos inferiores al valor de la línea de pobreza. A partir de del piso del 13% de 1993, este valor comienza a crecer nuevamente 15. Pero no sólo es importante verificar este dato sino observar los cambios en su estructura, en los procesos de reproducción y en los modos en que la pobreza afecta la estructura social en su conjunto. El cambio más importante que se puede observar en esos años y que continúa dándose en la actualidad, es el aumento de lo que Castel llama zonas de “desafiliación 12 Ver cuadro 1 del Anexo I 13 Citado Lo Vuolo, R. (1998) 14 Ver cuadro 1 del Anexo I 15 Ver cuadro 1 del Anexo I 9
  • 10. social” y de “vulnerabilidad” (Castel, 1997). Según el autor, existe una sólida correlación entre el espacio ocupado por la división del trabajo y la participación en las redes sociales y los sistemas de asistencia social que “protegen” al individuo frente a los riesgos de la existencia. De allí la posibilidad de construir lo que el autor llama metafóricamente las “zonas” de cohesión social. La asociación trabajo estable- inserción relacional sólida caracteriza una zona de integración. Por el contrario, la ausencia de participación en toda actividad productiva y el aislamiento relacional conjugan sus efectos negativos para producir la exclusión, o más bien la desafiliación. Mientras tanto, la vulnerabilidad social es una zona intermedia, inestable, que conjuga la precariedad del trabajo con la fragilidad de los apoyos de proximidad. (Castel, 1997) Análisis del perfil de los estudiantes universitarios: Si tomamos en cuenta las afirmaciones de Daniel Filmus respecto de la mayor probabilidad de conseguir empleo a mayor nivel educativo alcanzado (Filmus, D., 1998), resulta importante analizar el perfil de los estudiantes universitarios para verificar que sectores sociales son los que pueden permanecer en ese nivel y lograr un título de grado que los habilite a conseguir un mejor trabajo. La finalidad de esta sección es, por lo tanto, ilustrar la situación social actual de Argentina a través del ejemplo del acceso a la educación universitaria. Para ésto, se tratarán de encontrar los patrones de nivel de ingreso, nivel de instrucción propia y de los padres y acceso a las nuevas tecnologías de los estudiantes de la UBA para determinar la pertenencia a distintos grupos sociales por parte de los alumnos, teniendo en cuenta los métodos de medición de pobreza para verificar la composición del alumnado. Una vez definidos sintéticamente los métodos más utilizados para medir la pobreza, con las limitaciones del caso, es importante mostrar la situación económico- social de Argentina entre los años 1996 y 2000, para pasar luego a realizar el análisis de los datos censales de la UBA. Como ya se mencionó más arriba, este periodo corresponde a un ciclo de crecimiento económico (hasta 1998) con aumento de la desigualdad social verificada a través del aumento de la brecha de ingresos para los quintiles 1º y 5º de ingresos 16 (o sea el grupo de menor nivel de ingresos contra el grupo de mayor nivel de ingresos). A partir de 1998 se comienza a dar una desaceleración en el crecimiento hasta llegar a un estancamiento y baja del mismo en éste periodo hasta el 2002 por lo menos. Según los datos publicados por el INDEC (cuadro 1 del Anexo I), entre los años 1996 y 2000 no hubo un gran aumento de la brecha de pobreza en GBA, ya que desde octubre de ‟94 hasta mayo de ‟95 sube casi un 4%, para dar un nuevo salto importante entre mayo de 2001 y mayo de 2002 en que pasa del 42% al 53,4%, aumentando en más del 10%. Es importante tener en cuenta este dato ya que se relaciona directamente con el 16 Ver Cuadro 1 del Anexo I 10
  • 11. aumento de la exclusión social, que alcanza a más de la mitad de la población, generando situaciones sociales inéditas para nuestro país. En cuanto a los niveles de ocupación generales, el nivel de desocupación de octubre de 1996 era del 17,3%, uno de los valores históricos más altos de la tasa17. Para octubre de 2000 se había logrado una baja, ubicándose en un 14,7% de desocupados., aunque el valor seguía siendo muy alto. Si se toma la subocupación horaria (de aquellos que demandan por más horas de trabajo), en octubre de 1996 había un 8,5% de la población en esa situación 18. Sumando este indicador al de desocupados, da un total de 25,8% de la PEA con problemas de ocupación (desocupado o subocupado). En cuanto a los valores de octubre de 2000, la subocupación demandante era de 9,3% de la PEA, que sumado al valor de desocupados, da un total de 24% de la PEA con problemas de ocupación. Se confirma así lo explicitado más arriba acerca de la situación económico- social que se vivía en esta etapa: crecimiento económico, aumento de los niveles de desocupación y de la brecha de pobreza. En cuanto a los niveles de instrucción generales, a partir de los datos ofrecidos por el INDEC y tomados del Censo 1991, se puede observar que para el total del país, los valores de 1991 19 dan un porcentaje del 51,29% para aquellas personas mayores de 15 años con primario completo o incompleto, un 30,71% con secundario completo o incompleto y un 13,58% con nivel terciario- universitario completo o incompleto. Para el Censo del 200120, los datos son los siguientes: para la población mayo del 15 años, el nivel máximo alcanzado a esa fecha era de: un 42,19% con primario completo o incompleto; un 37,13% con secundario completo o incompleto y un 6,73% con nivel terciario no universitario completo o incompleto. Para el nivel universitario, sumaba un 12,52% de la población con el nivel completo o incompleto. Se observa una baja en el nivel primario pero se deben tener en cuenta los posibles errores por la toma del censo 2001 que trajo aparejado un conflicto entre el entonces gobierno de Fernando De la Rúa y los docentes que se negaron a participar del proyecto del censo. En el nivel medio hay un pequeño aumento de población mientras que en el nivel terciario, como en 1991 no se diferenciaba no universitario de universitario, se puede generalizar que hubo aumento de participación de la población en ese nivel educativo, sumando un 19,25% en los datos de 2001. A modo de cierre: ¿Hay una nueva cuestión social en Argentina? Volviendo ahora a la cuestión social que introdujera al principio del trabajo, ¿cuál es la relación que veo entre el nivel de estudios alcanzado, el cambio de rol del Estado, el cambio en las políticas sociales, sobre todo la educación y la recomposición del tejido social? 17 Ver Cuadro 3 del Anexo I 18 Ver Cuadro 3 del Anexo I 19 Ver Cuadro 7 del Anexo I 20 Ver Cuadro 9 del Anexo I 11
  • 12. Se puede coincidir con Gorz en cuanto a la cuestión del fin del trabajo tomando los niveles de desempleo, subempleo pobreza y exclusión que se manejan en la actualidad para nuestro país. También se verifica lo planteado por Castel en cuanto al tema de la desafiliación si analizamos los niveles de exclusión social que generan situaciones nuevas para gran cantidad de grupos sociales que se ven alejados de los beneficios no solo sociales ligados a la condición de asalariado, sino también de compartir los mismos espacios que la población “incluida”. Dentro de los servicios a los que no pueden acceder se encuentra la educación ya que aunque sigue existiendo la escuela pública se da hoy un proceso de fragmentación tan grande en el sector, que las escuelas que normalmente atienden a la población más afectada por la pobreza, son aquellas más desprotegidas, con más problemas edilicios y con maestros peor preparados que no pueden dar respuesta a las necesidades de la población, sumado a que la escuela se ha convertido en un espacio de atención social donde lo más importante es que los alumnos puedan acceder a un plato de comida. En cuanto a los otros niveles educativos, generalmente la población excluida no accede a la escuela media ni a la universidad, o ingresa pero abandona los estudios en los primeros años. Tomando el análisis de Wacquant para ilustrar la situación, creo que las políticas llevadas a cabo por el estado en materia educativa en los últimos 25 años, han fomentado situaciones que hoy parecen producto solamente del aumento de los niveles de pobreza. Esto no es así; o por lo menos la situación actual no se desenlaza solamente por el aumento de la pobreza. Hay otros factores que determinan profundos cambios en la composición social y, sobre todo, en la relación de los diferentes grupos sociales entre si. Según los datos obtenidos en el breve ejemplo de los estudiantes de la UBA se ve que es muy probable que haya pocos alumnos pertenecientes a grupos sociales excluidos. Se advertía un nivel posible de desocupación menor al 16% para los padres de los estudiantes, pero la situación podría ser subsanada por los ingresos de los propios alumnos o de sus madres. Por otra parte hay un 3,5% de becados en 1996 y el valor sube levemente a un 4,5% en 2000, lo cual no es representativo para los valores totales. A partir de estos datos se puede pensar que es muy probable que en general estos alumnos pertenezcan a grupos sociales llamados “integrados”. Pero hay una cuestión importante a tener en cuenta que es el nivel de vulnerabilidad de estos sectores que dependen del salario para poder mantener el status social alcanzado. Para el año 1996, tomando los indicadores desde obreros sin calificación hasta los profesionales universitarios (todos los grupos que dependerían en general de un salario) constituyen casi el 52% de los estudiantes; para la categoría padres el valor ascendía al 66% y para la categoría madres era del 44%. Los valores para el año 2000 de los estudiantes que trabajaban, el 85% dependía de un salario mientras que para las categorías padre y madre los valores se mantienen. Podemos concluir por lo tanto, que más de la mitad de los estudiantes pertenecerían a sectores que viven de sus ingresos mensuales (aunque el valor del ingreso sea variable). 12
  • 13. El concepto de vulnerabilidad ha sido trabajado por varios autores; por ejemplo, Rossanvallon y Fitoussi en su trabajo de 1997 lo definen como la sensación de inseguridad de los sectores medios de perder su trabajo y en consecuencia los niveles de vida alcanzados. Queda fuera de la finalidad del presente trabajo indagar en las sensaciones de los estudiantes y sus familias respecto de la ins eguridad social, pero si nos basamos en las encuestas que existen sobre el tema, sabemos que más de la mitad de la población de GBA pone en primer lugar el tema de inseguridad, teniendo en cuenta que a la inseguridad por la vulnerabilidad en su posición social se suma la inseguridad por hechos de violencia relacionados con robos, secuestros, etc. Si tomamos ahora lo que plantea Castel, encontramos también elementos que sirven para el análisis de los sectores que estamos describiendo. El autor plantea que la clase obrera industrial había sido integrada durante los años de crecimiento junto con la categoría de empleados, sobre todo los menos calificados, jóvenes de origen popular que antes habrían pasado sin problemas del aprendizaje o del fin de la escolaridad al empleo estable, etc. (Castel, R.: 2003) Incluso más allá del desempleo masivo que existe hoy en día, el autor señala un concepto importante que es la descalificación masiva que afecta especialmente a los sectores populares. Por ejemplo, con la desindustrialización masiva, diplomas como el certificado de aptitud profesional o el certificado de enseñanza industrial (correspondientes a los certificados de la escuela media técnica en Argentina), que antes eran herramientas seguras de integración en el mundo del trabajo, se devaluaron considerablemente. Según plantea Castel, en el mejor de los casos estos grupos constituirán los peones de una economía mundializada. En el peor de los casos, devenidos “inempleables”, sus miembros podrían ser condenados a sobrevivir en los intersticios de un universo social recompuesto sólo a partir de las exigencias de la eficiencia y del rendimiento. (Castel, R.: 2003) Se puede decir, por lo tanto, que este grupo está “integrado”, pero a la vez, seguramente, parte del mismo pertenece a los sectores “vulnerables”, que hoy tienen ocupación pero que no saben que podría pasar mañana. En este punto es importante, entonces, volver al concepto de “trabajo” tal como lo planteaban Gorz o Castel y que tomamos al principio del análisis. Si la propuesta en pensar en un trabajo que se relacione con el desarrollo integral del ciudadano, necesitamos elaborar salidas alternativas a la situación de desocupación, pobreza y exclusión actual en Argentina, para poder pensar en una recomposición de la fragmentación social a través del desarrollo de los niveles educativos y la elaboración de nuevas relaciones de trabajo que integren a los sectores excluidos. 13