1. Conversatorio con señoras del Comedor “Señor de Huanca”
Jicamarca – San Juan de Lurigancho
¿Estamos entendiendo estas necesidades, necesidad urgente, de crear nuestros
propios conceptos para nuestro desarrollo comunitario, grupal, personal?
Experiencia enriquecedora nuestro encuentro con mujeres que vienen tratando de
desarrollarse como tales y cuya urgente necesidad –al entrar en un rubro de
organización- de enfrentar y/o afrontar las dificultades, tales como “comunicación”,
”convivencia”, “organización” y, comprender que en nuestro siglo exigen cambios o
exigen reestructurar conceptos como “niveles jerárquicos”, “líder” así como el de
“necesidades”.
El pasado martes 01 de setiembre, invitado por los coordinadores de este grupo
humano, hizo que tratemos de desarrollar un tema que aqueja a las señoras del
Comedor “Señor de Huanca”, cuya comunidad pertenece a la Parroquia “Nuestra
Señora de la Paz” que viene desarrollando diversa actividades en bien social de la
población del entorno. La congregación, en donde realizo mis actividades -más que
profesionales- solidarias, tienen y vienen desarrollando el compromiso cristológico;
uniendo sus intereses afines a lo que expresa bien y claramente Gustavo Gutiérrez:
“Donde está el pobre, está Jesucristo”. Y esa presencia, ese actuar de los Hermanos y
Hermanas, de los Columbanos y Columbanas, y de los Josefinos y Josefinas hacen
que mi motivación canalice hacia esta actividad y a este día que compartimos con las
mujeres del comedor en mención.
Luego de presentarnos cada uno, tuve que “ubicarme” conociendo el o los problemas
que estaban atravesando este grupo. Frente a mi pregunta, ¿Qué es lo que ha
motivado que mi presencia se encuentre entre ustedes? ¿Cuál es el problema que
presentan? Al pasar unos segundos de aparente tención, casi con temor, pero más de
vergüenza; una de las participantes “rompe el hielo” y nos comparte que el motivo es
que hay diferencias en el grupo, diferencias entre lo que corresponde a “Capilla” y lo
que corresponde a “Mesa Compartida”. En mi escucha, anoto de prioridad, dicho
termino, dicha expresión: “diferencias”; y cuando continúa la señora, nos
complementa diciendo que esas diferencias, lo llevan al plano personal.
Cuando intento tener una idea más precisa a lo que se refieren con eso de
“diferencias” y de “lo llevan a lo personal”, provoco que otras personas intervengan,
participen. Miro a mi derecha y cuando una de las señoras participantes me mira
también, entonces nos dice: “…creo que no debe haber diferencias… aparte, yo no
participo en nada y no sé del problema”. Aquí, nuevamente encuentro otro concepto
“no participo en nada”.
Pasan, luego a intervenir las personas aludidas, y nos comparten algo maravilloso.
Esto es, el reconocer sus defectos, describen que reconocen que son renegonas, son
gritonas y les gusta mandar; y que incluso producto de esos roces (malos entendidos)
llegan a murmurar de la otra persona, calumniando, o sea hablando mal a sus
espaldas. Y allí, encuentro una expresión más: “soy renegona”; o sea, el referente al
Ser.
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2. Una de las participantes abre su corazón, y reconociendo que trató de corregir a una
de las encargadas de dar alimento a los niños y que descuidó en no hacerle lavar las
manos, logra brotar unas lágrimas. Bellas lágrimas que me reflejan que estamos frente
a una sensibilidad, sensibilidad humana que no deberíamos descartar, menos anular.
Y cuando, la encargada del comedor, escucha ello, le expresa, a pedido nuestro que
trate de imitar la forma cómo se lo pidió -tratamos de recrear, por medio de vivencias,
de dinamizar el acontecimiento- y nos muestra que al expresar dicha observación de la
primera, ésta lo hizo gritando, tratando de imponer sus sugerencias.
Bueno, allí tuvimos ya varios elementos, y lo que me motivó fue decirles que este siglo
que estamos ya en camino, exige muchos cambios en nuestra manera de pensar, de
actuar y eso nos exige crear conceptos acordes a nuestras necesidades.
Si bien es cierto que es un problema el que dejemos que los niños se alimenten sin
lavarse las manos, no da lugar a que se haga la observación tratando de imponer,
menos gritando; sino debemos explicar, debemos enseñar incluso si es posible con el
ejemplo. El que una persona no haga lavar las manos, es muchas veces producto de
una idiosincrasia propia, de un nivel cultural que poseemos. Pues, hemos hecho de
ese punto un problema, pero –y les formulo una pregunta muy directa e impactante-
¿cuántos de ustedes (ya que la mayoría son madres y esposas) exigen y educan a su
esposo que se asee antes de una intimidad, antes de un coito? Entre sorprendidas por
la intervención, agachan el rostro y a los segundos se sonríen todas… Solamente una
dijo” “yo lo hago”. Les digo, nos sonreímos, porque esa es nuestra realidad, es la
realidad de muchos y muchas, producto del machismo, y que no hemos tratado de
salir de ello. No vemos muchas veces que producto de esa torpeza, muchas de
ustedes, mujeres, contraen infecciones, quistes y en casos extremos miomas. Ese es
el problema; el problema no es que no se laven las manos, el problema es conceptual,
el problema es cultural, el problema es que debemos ayudarnos a salir de la
ignorancia que el machismo pretende encostrarnos. Entonces tenemos dos
alternativas de actuar; por un lado de modo torpe: gritando, imponiendo; y por otro
lado, tenemos el modo inteligente: orientándonos, compartiendo conocimientos y
enseñando; sobre todo, aprender de todos.
Todo grupo humano –en explicando- se reúne por necesidades y son muy solidarios
en todo el proceso de desarrollo, muy especialmente en sus inicios cuando se escasea
y cuando no poseemos cosas u objetos que nos sostengan. Y cuando van
estabilizándose y adquiriendo mínimas pertenencias, se inicia el concepto de
propiedad, y aflora el individualismo; allí inicia su complejidad como grupo. Es por ello
que estos y todo grupo necesitan un orden. Orden que ayude a caminar al grupo, a dar
sus primeros pasos; pero este orden necesita jerarquía. Tan igual como sucede en el
Universo, en la Tierra, en el mismo cuerpo humano, donde obedece a leyes. Incluso
en nuestro grupo familiar: ¿Quién es cabeza del hogar? –pregunto, y como dudando y
en murmullo- los presentes dicen: “las mujeres” y una o dos de ellas, dijo: “el hombre”.
Y les digo, Así es, nos guste o no, el hombre es cabeza de hogar, cabeza de casa. Y
¿quien es cabeza del hombre? Y todas, casi al unísono dicen: Dios. Así es –les digo.
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3. Nos guste o no nos guste, es Dios quien está a la cabeza del hombre. Eso es el orden
que debemos entender, eso es Ley.
Al observarlas, veo que empezaban a sentirse un poco tristes, porque aparentemente
pensaban que las mujeres ya no tenían espacio. Sin embargo, llega mi tercera
pregunta ¿Quién es el espíritu, el empuje, la organizadora del hogar? Me responden
con mejor ánimo y motivadas y sonrisa en rostro- “¡Las mujeres!”. Eso, así es; las
mujeres son quienes administran un hogar, son las que dan el impulso, son el espíritu
y fortaleza de un hogar. Ello hace ver, que siendo el hombre cabeza de hogar, no da
pie a que el hombre sea más que la mujer; así como sabiendo que la mujer es el
espíritu del hogar, no hace que sean más que los hombres.
Eso debemos comprender; porque no pensar así, es llevar al hombre y mujer a un
pleito de no acabar, pueril y no solo vulgar, sino hacer de esa relación un trato típico
de lacras.
Es así pues, que todo grupo humano (incluso en el grupo animal), generan orden,
generan leyes sociales, que deben ser establecidas por el propio grupo en bien del
propio grupo; esto es en progreso de la propia comunidad, en otras palabras. Así es
como surgen los llamados “líderes” o “encargados”, “coordinadores”. Pero este “líder”
ya no tiene el mismo concepto y actuar del “líder” del siglo pasado.
El líder del siglo pasado “servía” para guiar, conducir a un objetivo visto solamente por
este o por su entorno. Hoy, en nuestro presente siglo, el siglo XXI, aproximadamente
desde el año 2000, cobra cada vez más notoriedad lo que deviene el ser “líder”. Ya no
es el que ordena, el que impone o sugiere o persuade. El “líder” del presente siglo es
quien tiene muy bien en claro, en su mente, en su concepto, el de querer aprender de
los otros; el de enseñar y sobre todo de aprender. Esto hace que el líder, quien brotará
por la propia naturaleza del grupo, y no porque lo pusieron, o porque se antoja, por el
simplemente hecho de querer ser líder; no es así. Porque el líder brota, brota tal cual
nuestra inteligencia, tal nuestro pensamiento, por necesidad implícita. Por lo tanto, el
“líder” debe saber aprender a aprender en bien del grupo humano, en bien de la
comunidad y ya no solamente de su persona, de sus ideas o criterios.
Cuando una de las participantes expresaba “…creo que no debe haber diferencias…”,
me pareció que es o ha sido conllevado no adecuadamente dicho criterio. Pienso que
hacer que todo sea igual, que no exista diferencia; es generar obstrucción de nuestro
actuar y ver la realidad propia como una utopía.
Les comenté que de principio, nada es igual, nada puedes ser igual. Incluso en
nuestro propio cuerpo humano, no existe una huella digital igual en otros dedos de
nuestra mano; una pupila, tiene diferente reacción a otra pupila ante un estímulo
luminoso. Podemos ver dos manzanas, pero no son iguales, ni en forma, tamaño y en
sabor. La tierra de un cultivo, no es igual a la siguiente cosecha.
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4. Tratando de encontrar, si en los evangelios reforzaba este principio; logro recrear en
mi mente, el sentido que significa la Creación del universo, ¿Por qué Dios elige la
Tierra, para ser habitada? ¿Por qué elige Israel, como su pueblo? ¿Por qué un
Abraham, un Noé, un Moisés, un Jesús? Es que no todos los hijos de Dios podrían ser
los profetas, podía ser su hijo el Amado. Y así es entendido por Nuestro Señor
Jesucristo, al elegir sus 12 apóstoles. Y es más, de sus 12 apóstoles, no todos podían
ser por igual la “piedra de su Iglesia”; y es así como recae en Pedro. No todos, pues,
pueden ser iguales, debe haber diferencias.
Esto me hace reflexionar además, que hay criterios en lo que respecta al sistema
educativo, cuando por años y regímenes han hablado y hablan de que la “educación
debe ser igual para todos”; y ¿se cumple?, honestamente ¿se cumple?; o por el
contrario, ¿se ha usado tal frase como slogan y a modo demagógico, tratando de
traficar con las necesidades de mucha gente? Y hasta se trafica.
Pues, si la “educación debe ser igual para todos” (término extraído de las influencias y
época napoleónicas); por qué existen las llamadas “matrículas condicionadas”, por qué
existe instituciones estatales y privadas; por qué a unos se les da mejor calidad
educativa que a otros. Pues, al creer que existe “igualdad”, despojamos a los que
atraviesan problemas de aprendizaje, ya sean estos por dificultad intelectual, o
dificultad pedagógica, o por el simple hecho de ser niños genios. Es por lo que nuestro
sistema educativo no los toma en cuenta por conservar mecánicamente esa “igualdad”
y por ello es que no sabemos cómo tratarlos, por la tal pretendida “educación, igual
para todos”. Más por el contrario, lo que genera ese concepto (“igualdad para todos”)
es solamente que siga ensanchándose cada vez más la inequidad, esa inequidad
social.
Por lo tanto, pienso que debe haber diferencias, debemos comprender esas
diferencias que se expresan en todo grupo humano, en todo grupo familiar, en todo
grupo social. Y es que, entendiéndolos, podremos actuar en la medida que alcance
nuestro entendimiento a intentar en darle mejor tratamiento y posibles alternativas de
solución; esto es, viendo y comprendiendo las particularidades, o sea, las
diferencias. Pues, viendo esas diferencias, se dará un tipo de educación, ya sea a los
genios o niños talentosos. Así como unos necesitarán ser sanados con un simple tocar
de túnica, otros con una palabra “tu fe te ha salvado”, y a otros con actos directos
como el “repartir los panes”.
Ver y entender, que cada quien es diferente, cada uno de nosotros poseemos virtudes,
dones, gracias, así como defectos, traumas, temores. Solo así, podremos entrar en
una esfera, en una armonía de ser y estar en solidaridad. Porque al reconocer
nuestras virtudes y nuestros defectos, nos comprenderemos y aceptaremos humanos,
hijos de Dios, y sólo así, entendiéndonos y aceptándonos diferentes, aceptaremos a
quien esta a nuestro lado, a nuestro vecino, a nuestro hermano y hermana, a nuestro
prójimo que es nuestro próximo, Es así cómo nos enseña con sus obras literarias:
Jean Monbourquette, así nos enseña Jean Vanier, Henry Nouwen, así nos enseña
Hermanos y Hermanas con quienes tenemos la gracia que Dios nos pone en el
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5. camino, en este camino de Motupe, de Jicamarca: Ned, Miguel, Carlitos, Clara, Rosa,
Teresa, Margaret. Y aquellos anónimos y anónimas que hacen mucho más de lo que
nuestra imaginación logra alcanzar, quienes unen su actuar a lo que nos expresa G.
Gutiérrez.
Para ir culminando este encuentro, tomamos el tema, de que los problemas lo llevan a
“asuntos personales”. Y esto se debe a que nuestra idiosincrasia, en especial nuestra
cultura se encuentra mal encaminada; porque los medios de comunicación (televisión,
radio y periódicos) nos agreden criminalmente con sus diversos programas: desde
unos léxicos, expresiones vulgares, pasando por temas de violencia, crímenes,
corrupción, que directa o solapadamente generan desesperanza, esa desesperanza
aprendida que con el objetivo de postrarnos en la sub-cultura, hacen de nuestra
voluntad lo que sus antojos los animan.
Constante y persistente presencia fue la quien tuviera su programa “talk show”
conducido por la lábil física y moralmente llamada Laura Bozo (repudiada y asqueada
en algunos países europeos y latinoamericanos) quien ejerciera en uno de los
regímenes del entonces presidente peruano y/o japonés A. Fujimori, y a realizar actos
-tal lazarillo domesticada- por el quien fuera asesor de inteligencia V. Montesinos, para
que actúe y presente modelos de lenguaje tosco, grosero, mezquino, vulgar, insultante
y denigrante de condición humana. Pues, con su frase “¡Que pase….!” Incentivaba que
supuestas parejas (previo contrato y en algunos casos ni remunerados) hicieran y
dieran rienda suelta a sus roles más histriónicos colindando con actos cuasi delictivos
al insultarse, agredirse física y psicológicamente y denigrando la moral y dignidad de
una persona, traficando con sus necesidades, nos dejó un tipo de “enseñanza” y
diríamos formación, para tratar nuestros problemas conyugales o familiares. Esto es,
frente a problemas, la “solución” debía ser la agresión y violencia. Y, tenemos la
sinvergüencería de preguntarnos por qué tanta juventud enrolada en los pandillajes.
Así fue condicionado nuestro pensar. Así quieren seguir manteniendo con programas
como las de las magalis que incentiva el chisme, la intriga, la falta de respeto a la
privacidad. Así nos tratan de condicionar –en especial a los adolescentes-
amaneramientos con los carlos cachos y sus co-animadoras; como los estilos de
expresión de jergas, replana y remedos de “achorados”, como lo son los ortiz los
álamo péres, los aldo canashiros, entre otros.
Con todo ese “paquete” que nos absorbe día a día, hace que adquiramos un tipo de
pensar y un tipo de proceder. Allí radica, el por qué es que los problemas los “llevamos
a título personal” –como lo expresara una de las señoras. Allí es el por qué hacemos
de nuestros conflictos, “problemas de cocina”, tratados caseramente y hasta
remedando actitudes de los cojos mame, de los cholos jacintos.
Frente a todo este fenómeno, ¿qué y cómo hacer para contrarrestar todo esta
avalancha?
Creemos y estamos convencidos, que lo primero que debemos hacer es volver un
poco la mirada a nuestro propio ser, tomar contacto y reconocer que poseemos un
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6. cerebro (que muchas veces, solo damos conciencia de ello cuando estamos frente a
una jaqueca, migraña o un problema de irrigación cerebral).
Es muy fácil hacer uso de nuestras emociones y dejar que nos desborden y actuar
histéricamente, Pero además debemos “dar uso a nuestro pensamiento, a nuestra
inteligencia, al menos de vez en cuando” (como diría un gran amigo mío).
Al reconocer ello, debemos –usando nuestras facultades psíquicas- proceder a dar
prioridad a los diversos factores de nuestra vida, dar orden a nuestro actuar.
Ser conscientes que poseemos habilidades y deficiencias; cualidades, como defectos;
aciertos, como errores.
Detectar en mi ser (y si fuese posible, anotar), las ideas positivas y las ideas negativas
que poseo y están arraigados en mis conceptos.
Reconocer la dimensión de nuestro egoísmo que llevamos dentro, en cada uno de
nosotros.
Aceptar que guardamos rencor de experiencias pasadas y que no las queremos
aceptar como parte de nuestras vivencias, pretendiendo “olvidarlas”. Lo que es un
error; pues, trae crisis, conflictos internos y con nuestro entorno.
Aprender a detectar lo que me molesta, lo que me irrita.
Por último, aprender a reconocer que poseemos cualidades y que somos capaces de
actuar y ser solidarios, ser honestos, que poseemos capacidad de solucionar
problemas y de sugerirlos. Ser capaces de compartir conocimientos teóricos y
prácticos. En ello radica la capacidad que se va adquiriendo, el de saber explicar y
enseñar; y muy sobre todo, el saber aprender.
Y justo al culminar nuestro encuentro sacábamos las conclusiones de lo que hemos
aprendido; esto es, que somos capaces de expresar nuestras ideas, emociones de
manera democrática y maduramente, respetando a quien expresa una incomodidad,
un malestar un sentir y un pensar.
Hemos aprendido además, que el grupo de la comunidad, no son cualquiera, porque el
hecho de pertenecer a una comunidad parroquial hace que nos diferenciemos del
resto del poblado.
Y hemos aprendido que poseemos sensibilidad, emociones; que somos capaces de
sentir y expresar una lagrima en grupo; y eso nos demuestra que estamos totalmente
alejados de tantos insensibles y hasta psicópatas que encontramos en cargos
públicos, cuyas actividades de funcionarios avergüenzan nuestra condición humana.
Para terminar, sugerimos, reforzar nuestro encuentro con un evangelio: Jn. 13: 1-15;
que ameritaba para comprender el servicio que estamos comprometidos, compromiso
implícito propio de toda persona inmersa en un grupo humano.
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