7. Ministerio de Cultur a
Repúblic a de Colombia
Paula Marcela Moreno Zapata
Ministr a de Cultur a
María Claudia López Sorzano
Viceministr a de Cultur a
Enzo Rafael Ariza Ayala
Secretario Gener al
Clarisa Ruiz Correal
Direc tor a de artes
Melba Escobar de Nogales
Coordinador a
área de liter atur a
Viviana Gamboa Rodríguez
Coordinador a
proyec to bibliotec a de
liter atur a afrocolombiana
apoyan
Dirección de Poblaciones
Biblioteca Nacional de Colombia
Ministerio de Cultura
Carrera 8 Nº 8-09
Línea gratuita 01 8000 913079
) (571) 3424100
Bogotá D.C., Colombia
www.mincultura.gov.co
colección de liter atur a
afrocolombiana
comité editorial
Roberto Burgos Cantor
Ariel Castillo Mier
Darío Henao Restrepo
Alfonso Múnera Cavadía
Alfredo Vanín Romero
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9. índice
M a n u a l i n t r o d u c t o r i o
1. Haciendo visibles a los invisibles 11
Paula Marcela Moreno Zapata
Ministra de Cultura
2. Breve introducción sobre los aportes
literarios y culturales afrocolombianos 27
3. Catálogo de la Biblioteca
de Literatura Afrocolombiana 32
4. Guía de animación a la lectura.
Biblioteca de Literatura Afrocolombiana 95
Beatriz Helena Robledo y José Ignacio Caro
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10. tomo i
la bruja de las minas
gregorio sánchez gómez 40
ii
las estrellas son negras
arnoldo palacios 43
iii
changó, el gran putas
manuel zapata olivella 46
iv
no give up maan!, ¡no te rindas!
hazel robinson abrahams 49
v
vivan los compañeros,
cuentos completos
carlos arturo truque 52
vi
cuentos escogidos 1964-2006
óscar collazos 55
vii
sobre nupcias y ausencias,
y otros cuentos
lenito robinson-bent 58
viii
cuentos para dormir a isabella
tradición oral afropacífica colombiana 61
Catálogo de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana
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11. ix
cantos populares de mi tierra
secundino el zapatero
candelario obeso 64
x
tambores en la noche
jorge artel 67
xi
evangelios del hombre y del paisaje
humano litoral
helcías martán góngora 70
xii
antología íntima
hugo salazar valdés 73
xiii
obra poética
pedro blas julio romero 76
xiv
obra poética
cimarrón en la lluvia
jornadas del tahúr
alfredo vanín 79
xv
obra poética
rómulo bustos aguirre 82
xvi
antología de mujeres poetas afrocolombianas 85
xvii
ensayos escogidos
rogerio velásquez murillo 88
xviii
manuel zapata olivella,
por los senderos de sus ancestros
textos escogidos
manuel zapata olivella 91
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13. 11
Haciendo visibles a los invisibles
Paula Marcela Moreno Zapata
Ministra de Cultura
Candelario Obeso escribió en su poema «Lucha y con-
quista»: «¡Las piedras más bonitas/ en el carbón, a veces/ se hallan
escondidas!». Y nuestro querido Jorge Artel nos dejó en claro que
«Somos, sin odios ni temores, una conciencia en América». Estos
dos apartes reflejan el espíritu de varios de los procesos, políticas
y logros alcanzados en los tres últimos años por el Ministerio de
Cultura. Nuestro enfoque de gestión «Colombia diversa: Cultura de
todos, Cultura para todos» ha tenido como principio el reconoci-
miento de la diversidad cultural de nuestro país como un elemento
definitivo de la sostenibilidad y profundidad de un modelo de desa-
rrollo sustentable social y económicamente.
Esta colección hace parte de los procesos que se adelantaron pa-
ra garantizar un reconocimiento efectivo de esa diversidad.
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14. 12 Haciendo visibles a los invisibles
La tarea, sin duda monumental, de investigación, selección, re-
copilación y edición de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana
es un esfuerzo por unir en una misma y única publicación a los
escritores y escritoras, poetas y poetisas, narradores orales y ensa-
yistas más significativos de esta índole en nuestro país. Y digo más
significativos, pues no es posible llamar completa o terminada una
antología de estas características.
La literatura, como todas las manifestaciones artísticas y cultu-
rales, es un acto vivo que se construye día a día a lo largo y ancho
del territorio y que está en constante transformación y crecimiento.
Esta es una selección donde se suman muchos esfuerzos, así como el
trabajo riguroso de un Comité Asesor y de un Comité Editorial que
con una clara intención de diálogo abren un espacio para acceder a
la mirada de un pueblo que ha sido fundamental en la construcción
del país, pero que no ha contado con los espacios para participar
de los procesos que permiten un acercamiento a nuestras raíces y a
nuestra identidad nacional.
La conmemoración de nuestros doscientos años de Independen-
cia es, sin duda alguna, una fecha que nos hace reflexionar sobre
el significado de la diversidad, una diversidad que ha marcado la
biografía cultural de los colombianos, y que está escrita en nuestra
memoria genética como un texto colectivo donde la suma de los
aportes enriquece y le da sentido al resultado final.
Es fundamental recordar que las inequidades no solamente afec-
tan a quienes las sufren, sino a la ciudadanía en general. El principio
físico de los vasos comunicantes, aplicado desde la Antigua Roma
para evitar los desniveles en el suministro de agua, nos recuerda que
si a uno solo de varios recipientes conectados se le retira líquido,
todos los demás se afectan. Y si uno recibe agua, todos los demás lo
absorben por igual. Eso, aplicado a nuestra realidad, nos recuerda
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15. Paula Marcela Moreno Zapata 13
que toda sociedad requiere que cada una de sus partes sea recono-
cida e integrada para funcionar de manera equitativa: solo recono-
ciendo que somos un proyecto común, una sola historia, un solo
corazón, podemos construir, entre todos, el futuro de esta nación.
Colombia, una nación diversa
La vitalidad colombiana radica en su diversidad. Una frase que
hoy quizá resulta obvia para muchos, estuvo lejos de serlo durante
varios siglos. En 1850, el cartagenero Manuel María Madiedo, uno
de los intelectuales más destacados del siglo xix en el país, escribió
sobre los bogas del Magdalena:
[…] No se parecen a las lindas cuadrillas con que se divierten
los parisienses; ni estas playas ardientes rodeadas de bosques
ignorados se asemejan a sus ricos salones alfombrados con los
productos de las fábricas de los gobelinos; ni tienen nada de
común los casi desnudos bogas del Magdalena con los perfumados
leones de la capital de Francia (Madiedo, 1973: 13).
Dicha cita aparece en el prólogo al libro de Candelario Obeso
que hace parte de esta colección, con el siguiente comentario de
sus prologuistas: «Esta idea de la nación varonil en oposición a la
delicada Europa es reforzada por Madiedo en su cuadro de cos-
tumbres, en el que la nación es un espacio rudo, vasto e inculto
habitado por primitivos que, al igual que el territorio, necesitan ser
civilizados».
El boga es aquí representado como el hombre salvaje a la espera
de ser civilizado por el blanco. Candelario Obeso, génesis de la poe-
sía negra en Colombia, publica en 1877 Cantos populares de mi tierra,
donde se aleja de la descripción exótica que hace el blanco del re-
mero de río, para valorarle conforme a sus propios referentes cultu-
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16. 14 Haciendo visibles a los invisibles
rales: seres con una visión propia de la vida y de sí mismos, que no
están esperando la influencia redentora del hombre blanco.
Obeso habla del paisaje, el amor, la amistad, las costumbres de
los bogas desde el interior de ellas mismas. Siendo un hombre letra-
do que busca ganarse un espacio en el panorama nacional de la épo-
ca, se aleja de lo pintoresco para potenciar en toda su magnitud el
lenguaje criollo con sus particularidades gramaticales y sintácticas.
La innovación lingüística y temática, el manejo estético del verso
le proporcionaron a Obeso un respetable y merecido lugar entre los
lingüistas y literatos de la época. Resulta asombroso que un hombre
de escasos recursos, hijo natural de un abogado y una lavandera,
haya logrado abrirse paso en un país que abolió la esclavitud unos
pocos años después de su nacimiento más no la sumisión.
Obeso encarna la contradicción misma de sociedades como la
nuestra, donde un hombre negro habla en la voz del boga, al tiempo
que busca abrirse espacio en el panorama intelectual nacional del
siglo xix, donde las condiciones de racismo y exclusión para los de
su color eran la norma y deben «mimetizarse», o bien aprender las
formas y costumbres del blanco para abrirse un espacio en la socie-
dad y así lograr que su mensaje sea escuchado.
L a diversidad, nuestro mayor activo
Esto nos lleva a lo que considero el punto de partida para hablar
de esta colección. Somos diversos. Una realidad que por siglos fue
considerada talón de Aquiles para el desarrollo económico, cultural
y político, es hoy nuestro mayor activo como nación.
La pluralidad de identidades, de expresiones propias de los pue-
blos que nos conforman hace de Colombia un país de inmensa ri-
queza. En medio de la diversidad étnica y cultural de los pueblos
afrocolombianos, raizales, palenqueros, indígenas y rom, contamos
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17. Paula Marcela Moreno Zapata 15
con una población afrodescendiente que se estima superior al 20%
de la población total del país.
Presentes en todo el territorio nacional, con concentración en
los litorales Caribe y Pacífico y en ciudades como Cali y Cartagena,
la población afrocolombiana cuenta con más de ciento cincuenta
territorios colectivos de comunidades negras tradicionales en la re-
gión del Pacífico, principal asiento de la población afrodescendiente.
Como figura en el Compendio de políticas culturales (Ministerio de
Cultura: 2009), al interior de dicha región se suele diferenciar entre
el Pacífico norte (Chocó) y el litoral sur, es decir, Valle del Cauca,
Cauca y Nariño. Estas diferencias se evidencian en el habla, la tra-
dición oral, la música y la danza al igual que en las estrategias pro-
ductivas, la agricultura, la pesca, la minería, entre otros.
Es importante anotar que la concentración de población afro-
descendiente en regiones como los Llanos orientales, Orinoquía,
Amazonía o el Eje cafetero es notable, contraria a la idea prepon-
derante de tener una población afro concentrada únicamente en un
par de regiones del país.
En el Caribe se advierte la diferencia entre la población litoral,
isla e islotes, y la población ribereña –ríos Magdalena y Cauca– y
entre estas y las comunidades del interior (sabanas de Córdoba y
Bolívar). Otro sector está conformado por los llamados «palenques»
destacándose el Palenque de San Basilio, una comunidad agrícola
y ganadera que habla su propia lengua y mantiene una valiosa tra-
dición cultural.
Lejos de allí, en los valles interandinos, en especial en los del
Cauca y Patía, viven comunidades originadas en las familias de
las haciendas esclavistas y ganaderomineras, que cuentan con un
fuerte sentido de pertenencia, una alta cohesión social y una rica
tradición oral.
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18. 16 Haciendo visibles a los invisibles
El pueblo raizal es considerado el primer grupo étnico que ha-
bitó el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina,
antes del nacimiento mismo del Estado colombiano. Sus orígenes
se sitúan entre los afrodescendientes establecidos en el Caribe du-
rante el período de la Conquista y posterior colonización por parte
de Inglaterra.
En la presente colección, contamos con Lenito Robinson, un es-
critor de Providencia, que siendo joven tomó un avión para llegar
a París a estudiar Literatura en La Sorbona. Su obra, al igual que la
de Hazel Robinson, autora sanandresana, quien se dio a conocer
cuando en 1959 empezó a publicar sus columnas sobre la isla en El
Espectador. El primer libro publicado por un autor sanandresano,
es Sobre nupcias y ausencias de Lenito Robinson-Bent en 1988.
La isla de Providencia aparece espléndida en la obra de Lenito,
llena de sorpresas y revelaciones. El lector podrá hacer un recorri-
do a través de las casas de madera pintadas de colores alegres, los
cuentos de los marineros tatuados y las historias de los abuelos, tal
como si estuviera en la isla.
La isla, ocupada en primera instancia en 1631 por noventa ingle-
ses que venían en el Seaflower, volvió a quedar desierta cuando los
españoles los expulsaron a fuerza de cañón diez años después. Pero
por allí siguió merodeando Sir Henry Morgan, el temible corsario
inglés, que asolaba esos mares y quien se dio cuenta enseguida de
que por su posición estratégica y su riqueza de agua, la isla era sitio
ideal para esconderse.
Luego vinieron algunas familias desde Liverpool a sembrar al-
godón, pero los españoles volvieron a expulsarlos nuevamente. Esta
vez, los ingleses deciden someterse a los mandatos de la Corona de
Castilla, a cambio de poder quedarse. Luego de cuarenta años li-
beraron a los esclavos; les dieron sus apellidos y otros tomaron sus
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19. Paula Marcela Moreno Zapata 17
nombres como apellidos. A partir de este hecho los cruces raciales
se hicieron frecuentes. Los ingleses, los africanos, los chinos que lle-
garon posteriormente y hasta algunos indios misquitos, formaron
una nueva raza. También de esta mezcla interracial surge la lengua
creole, propia de las islas. La obra de Hazel y Lenito nos permite
acercarnos a sus personajes, sus creencias, sus ritos y sus dioses.
Un diálogo intercultur al
Desde las aguas dulces del río Magdalena, en Mompox, donde
nació nuestro querido Obeso, a la mar de mil colores de las islas de
Lenito Robinson-Bent y Hazel Robinson, hay diferencias tan pro-
fundas como las aguas que los separan.
Los afrocolombianos, más allá de los referentes que podamos te-
ner, conforman una variedad de lenguas, visiones, culturas y tradi-
ciones, según su origen, localización geográfica y desarrollo. Es por
esto que el acercamiento desde la literatura a la mirada particular
de los pueblos afrodescendientes, a sus miradas, deseos, pérdidas y
glorias, nos permite abrir espacio al diálogo intercultural, donde el
conocimiento y transmisión del patrimonio oral y literario de los
pueblos étnicos sea posible.
Las poblaciones afrodescendientes en Colombia poseen un inva-
luable legado cultural que tiene sus raíces en la riqueza e inmensidad
de las culturas africanas y que adquirió, en el contexto americano,
sus propias particularidades, sus propias formas de expresión. Estas
particularidades, estas formas de expresión, están ligadas a la vida
y a la historia de esta nación desde su conformación. Propiciar es-
ta reflexión y abrir espacios para la apropiación de este legado por
parte de las nuevas generaciones son objetivos que hacen parte de
los proyectos, planes y programas del Ministerio de Cultura y que
buscamos incentivar a través de la presente colección. Esta nace
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20. 18 Haciendo visibles a los invisibles
también de una política de promoción de la lectura y las bibliotecas,
que busca facilitar el acceso al libro y la lectura, y por ende a la me-
moria colectiva de la nación.
Esta colección busca entonces constituirse en un acervo del patri-
monio cultural del país al reunir, preservar y difundir la literatura de
temáticanegraenColombiayponerlaalalcancedetodos.Ahorabien,
los procesos de apropiación y socialización de esta biblioteca, tendrán
especial énfasis en la población afrodescendiente, con la intención de
generar un conocimiento de su riqueza cultural que haga visible su
realidad, así como sus aportes en la construcción de la nación.
La Biblioteca de Literatura Afrocolombiana se dará a conocer a
través de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, las casas de cultu-
ra, los centros de investigación, así como desde una serie de proyec-
tos educativos y comunitarios que se involucran en este proceso de
circulación y divulgación, de movilización social y reflexión nacio-
nal, en torno a nuestro patrimonio literario, histórico e identitario.
Una voz desde el Chocó
Arnoldo Palacios en la canónica novela colombiana Las estrellas
son negras, terminada en 1948, narra las condiciones de vida en el
Chocó de los años cuarenta:
Los platos boca abajo, y el vaso de aluminio, despachurrado,
vacío, le decían a Irra que no tenían nada que ofrecerle para comer.
Una gallina cacareó, removiéndose en su nido debajo del fogón.
Irra se agachó, asomándose a ver detenidamente la gallina. Claro,
una gallina gorda. ¿Por qué no matarla y comerla inmediatamente?
Pero entonces no podrían vender el huevo que ponía diariamente.
¿El huevo de hoy?
Irra se agachó más, estiró su cuerpo, templó el cuello, alargó
el brazo para agarrar la gallina; esta se sacudió, arrinconándose
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21. Paula Marcela Moreno Zapata 19
más. Irra le lanzó otro zarpazo, deseando estrujarle de una vez la
cabeza o rasgarle el vientre con las uñas. La gallina, asustadiza,
saltó de su nido, alejándose bajo su plumaje blanquinegro-
amarillento-cenizo. (Palacios, 1998: 29).
Arnoldo Palacios nace en Cértegui, Chocó. A los quince años se va
a vivir a Quibdó con su familia. Desde los dos años debe afrontar
la poliomelitis que dificulta sus movimientos pero que jamás fue
impedimento para llegar muy lejos. Termina el bachillerato en el
colegio Camilo Torres de Bogotá, donde empieza a mostrar su in-
dignación frente a las desigualdades sociales, conocidas por él des-
de su infancia.
Ya en Bogotá, se familiariza con la obra de Jorge Artel y traba
amistad con Manuel Zapata Olivella; las obras de ambos autores
hacen parte de esta colección. Escribe Las estrellas son negras en
una máquina de escribir del Ministerio de Educación, que su amigo
Carlos Martín le presta. Tarda más de un año trabajando juicio-
samente en esta novela, para darla por acabada satisfactoriamente
el 8 de abril de 1948. Por desgracia, al día siguiente tiene lugar el
Bogotazo, y entre las tantas cosas que se convierten en cenizas, está
la recién terminada novela de Palacios. Animado por sus amigos,
aprovechando su memoria privilegiada, el autor escribe nuevamen-
te Las estrellas son negras en tan solo dos semanas.
La novela es muy bien recibida por la crítica y le permite a Pala-
cios acceder a una beca de estudios en La Sorbona. Vive en Francia
desde entonces, donde publica dos obras más, Les mamelles du Cho-
có y La forêt de la pluie. En 1998 el Ministerio de Cultura reeditó Las
estrellas son negras, nuevamente editada por Intermedio editores en
2007 y, por tercera vez en doce años, en la colección actual. Se sabe
de Palacios que desde entonces y durante algunas décadas se insta-
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22. 20 Haciendo visibles a los invisibles
ló en las afueras de París con su esposa Beatriz y sus cuatro hijos.
Actualmente y desde hace algunos meses vive en Colombia, donde
a sus ochenta y seis años ha vuelto a recorrer su departamento, un
territorio que ha sido históricamente olvidado y que en la presente
colección tiene una presencia notable.
«Al otro lado de la cordillera termina Colombia, y a este comien-
za Chocó», le decía el intelectual Rogerio Velásquez nacido en Sipí,
Chocó, a su hija Amparo. Con su pluma, Rogerio batalló contra ese
abandono durante toda su vida. Nace un año después de la última
de las ejecuciones a negros, cincuenta y seis años después de abolida
la esclavitud. Como todos los nombres que integran esta colección,
su conciencia étnica le lleva a investigar y a denunciar a partir de es-
tudios, la construcción de la República desde la exclusión de negros
e indígenas. Durante las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta
del pasado siglo, Velásquez se dedicó a recorrer y a documentar el
Chocó profundo, olvidado, pobre, húmedo, rico en oro y platino,
caluroso y selvático.
Las costumbres, la narración oral, el vestuario, la música tradi-
cional, sus instrumentos, los cuentos de los viejos, nada se escapa a
la agudeza y el refinamiento de su pluma. El trabajo de Velásquez
es asimilable al de Gilberto Freyre en el Brasil y sus reflexiones y
escritos habrían de ser retomados por autores como Manuel Zapata
Olivella en sus memorables ensayos, también reunidos en esta co-
lección.
L a negredumbre del negro y del cimarrón
Velásquez acuñó el término «la negredumbre», para referirse
a una combinación entre muchedumbre y negritud, una unidad,
donde las tierras, los rituales de celebración y de muerte, así como
las festividades profanas hacen parte de una identidad colectiva.
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23. Paula Marcela Moreno Zapata 21
Como en las sociedades premodernas, es la identidad colectiva la
que predomina sobre la individual.
Este concepto lo retomó Zapata Olivella para seguir ahondando
en esa unidad, esa especie de «cordón umbilical» que conecta la
raza negra, le da un sentido de pertenencia, de comunidad. La
negredumbre está en el ritmo de los tambores, en la memoria de
África, en la invocación de los muertos. Dicha familiaridad ha sido
definida de muchas maneras. El profesor Jerome Branche, de la
Universidad de Pittsburgh, habla del «malungaje» o del «ser ma-
lungo» como «el rasgo de parentesco que surge entre los compa-
ñeros de abordo», aquellos que habían sido arrancados a la fuerza
de su tierra por los abominables comerciantes de seres humanos
y que con grilletes y cadenas emprendían la travesía a un destino
desconocido.
Zapata Olivella narra ese viaje sin retorno en Changó, el gran
putas, la gran epopeya de la negritud en América. La novela nace de
la idea mítica que sustenta la llegada de los africanos como esclavos
a América por una maldición de Changó. Una concepción del mun-
do que da cuenta de los dioses tutelares de la religión yoruba y su
cosmovisión. Es Changó quien les da la fuerza espiritual a los escla-
vos para renacer en el nuevo continente. Una vez aquí, el negro vive
anclado a la nostalgia, pero también a esa alegría profunda porque
nace de tristezas ancestrales, al sonido del mar, al río y a la lluvia:
Dejar atrás muy atrás para ser ignorados
el pánico de los renovados desastres
los espejismos que duplican la muerte
hasta que lleguen con sus garras de invierno
los ríos de la fábula
y sientas que cruzan por tu piel los faunos
que se creían derrotados
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24. 22 Haciendo visibles a los invisibles
porque no muere el viejo cimarrón
de la lluvia.
En este poema de Alfredo Vanín, vemos también el lazo que le une a
la historia de su pueblo. El lazo está en Artel, al inundar la poesía de
ritmo de tambores declarándose el directo heredero del legado in-
valuable de Candelario Obeso; está en la musicalidad y el ritmo de
las mujeres poetas del Pacífico. Está en los relatos infantiles, arru-
llos, fábulas y cantos provenientes de la civilización yoruba de la
Costa de Nigeria, música que cicatriza las más profundas heridas.
Está en los versos de Helcías Martán Góngora, que el mismo Neru-
da calificó como «los más bellos versos del mar que jamás haya leí-
do». Está en la libertad, el gozo del cuerpo y sus placeres en la poesía
de Hugo Salazar Valdés, Rómulo Bustos y Pedro Blas Julio Romero,
como una especie de mística pagana hecha de tambor, de marimba
de chonta, de currulao y de cumbia.
Los relatos orales fueron recogidos en un lapso de diez años en
diferentes recodos del Pacífico colombiano. Los contadores son más
de veinte hombres y mujeres afrocolombianos, la mayoría ancianos,
y cuyas actividades cotidianas son las de mareños, mineros, agri-
cultores, folcloristas, maestros, vendedores de mariscos y frutas, así
como compositores, músicos o artesanos.
La antología de poesía femenina incluye cincuenta y seis muje-
res de diferentes generaciones y regiones, prácticamente de todo el
país. Se seleccionaron más de trescientos poemas de enorme varie-
dad temática y estilística.
Por primera vez se recoge y publica buena parte de la obra ensa-
yística del escritor Manuel Zapata Olivella, dispersa en decenas de
periódicos y revistas antiguos que no estaban al acceso de potencia-
les lectores. El inmenso trabajo de Zapata Olivella lo ha convertido
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25. Paula Marcela Moreno Zapata 23
en uno de los autores colombianos más estudiados dentro y fuera
del país. Sus aportes a la comprensión de nuestra cultura popular
apenas empiezan a ser valorados. Desperdigados, muchos de estos
artículos se perdieron. Aquellos que han podido ser reunidos para
esta colección dan cuenta de un hombre que apenas llega a Bogotá,
ya estaba elogiando la cumbia, las fiestas de pueblo con sus músicos
anónimos y sus cantaoras negras. Como dice Alfonso Múnera en el
prólogo a los ensayos de Zapata Olivella:
[Manuel Zapata] es quizás el único de nuestros intelectuales
que a mediados del siglo xx piensa la nación como un todo,
integrada por fuerzas creativas heterogéneas, en las que
afrodescendientes y nativos juegan un papel central, que reconoce
la extraordinaria diversidad de su cultura, y que denuncia de
manera brillante los mecanismos de imposición de una historia y
unos valores culturales colonialistas.
Zapata Olivella como un ensayista brillante, con el ojo de un antro-
pólogo urbano adelantado a su tiempo, está hoy día por descubrir-
se en la plenitud de su lucidez para comprender la importancia de
construir una voz propia de los afrodescendientes en América. Su
discurso sobre la diversidad, que hoy nos resulta tan familiar, era
en los años cincuenta y sesenta un discurso de vanguardia para el
contexto nacional.
Sin duda su proximidad a intelectuales negros como Césaire y
Sédar Senghor, fue decisiva para forjarse un pensamiento basado en
el estímulo y el respeto a la diversidad como motores para construir
un proyecto colectivo de nación.
Antes de despedirme, quisiera mencionar los cuentos de Carlos
Arturo Truque, contemporáneo de nuestro premio Nobel, relatos
de impecable belleza por donde transita la violencia de un país olvi-
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26. 24 Haciendo visibles a los invisibles
dado. La injusticia y la explotación rampante relatada por Gregorio
Sánchez en La bruja de las minas, la primera novela publicada en
Colombia por un autor afrocolombiano (1947), su realismo minu-
cioso, deja junto a las emotivas narraciones de Óscar Collazos, hue-
llas de África, pilares de los malungos en el nuevo continente, cada
vez menos nuevo en la medida en que todos tengan una historia
para contar. La historia que aquí encontrarán es la de estos com-
pañeros de abordo, finalmente reunidos, para hacer de este un país
que se sabe a sí mismo pluriétnico y multicultural, y se enorgullece
de serlo.
Por último quisiera dar un agradecimiento muy especial a los
grandes gestores de este proyecto. Melba Escobar, como coordina-
dora del Grupo de Literatura, de la Dirección de Artes; José Antonio
Carbonell, a cargo de la Dirección Editorial del proyecto; Viviana
Gamboa, coordinadora del proyecto Biblioteca de Literatura Afro-
colombiana, y Emperatriz Arango, responsable de la divulgación y
distribución. Ellos, con el respaldo logístico y administrativo de la
Fundación Tridha, y el apoyo de la Biblioteca Nacional de Colombia
para la distribución y divulgación en las bibliotecas del país, han
hecho un gran esfuerzo para que estos diecinueve volúmenes estén
hoy en nuestras manos.
Solo me queda desearles que disfruten la lectura, y que queden
antojados de seguir leyendo más.
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27. Paula Marcela Moreno Zapata 25
Referencias bibliogr áficas
Madiedo, M. M. (1973). El boga del Magdalena. Museo de cuadros
de costumbres, tomo i. Bogotá: Biblioteca Banco Popular.
Ministerio de Cultura (2009). Compendio de políticas culturales.
Documento en discusión. Bogotá: Ministerio de Cultura.
Palacios, A. (1998). Las estrellas son negras.
Bogotá: Ministerio de Cultura.
NOMOS guia afro 15may10 CORR VIVJOS.indd 25 5/15/10 5:17:42 PM
29. 27
Breve introducción sobre los aportes literarios
y culturales afrocolombianos
Muy poco después de la abolición de la esclavitud, a mediados
del siglo xix, irrumpió en la literatura colombiana el lenguaje de
los bogas negros. Las novelas José de la Crú Rodrigue, boga de corazó,
escrita en 1857 por Manuel Madiedo, y María, de Jorge Isaacs en 1867,
llevaron esta oralidad a la representación letrada. La misma fuente
de donde Isaacs extractó el poema «Canción de los bogas negros»,
incluido en su novela, es la que le sirvió a Candelario Obeso para
formular diez años más tarde su «Canción del boga ausente».
La segunda mitad del siglo xix, cuando se formaba la nación
republicana, y el comienzo del xx corresponden a un lapso cono-
cido como la «República de los gramáticos», pues los presidentes y
gobernantes fueron poetas, escritores, rectores de la lengua. De ahí
que el historiador Malcolm Deas hable de una «obsesión nacional fi-
lológica-gramática», íntimamente conectada al ejercicio del poder.
¿Qué relación puede existir entre la lengua y el poder? Mucha.
No se trataba de una mera manía nominalista y formal. Se trataba
en ese entonces de construir un campo simbólico cultural común,
bajo el cual se unificara una manera de ser colombiano. Este campo,
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30. 28 biblioteca de literatura afrocolombiana
que tenía sus orígenes en la antigua organización de preferencias y
poderes colonial y peninsular, se llamó el orden letrado o la ciudad
letrada, como bien lo documentó el crítico Ángel Rama.
El modelo lingüístico debía dejar claro que esta nación pertene-
cía a la herencia de Occidente, poseía una genealogía grecolatina, se
enorgullecía de sus raíces judeocristianas, guardaba una conexión
étnica y de lenguaje con el pasado español. La lengua pública, resul-
tante de esta operación, fue una sustancia ceremonial, protocolaria
y escrita. Para custodiarla era preciso disciplinarla, gracias a una
gramática regulada de modo preciosista.
El encumbramiento de las letras cultas y la férrea reglamenta-
ción aportada por las ciencias lingüísticas fueron una de las violen-
cias integradores de la nación. Lo opuesto a la corrección idiomática
era el desorden de la lengua popular cotidiana, considerada como
corrupción, barbarismo e ignorancia.
El dialecto, denominación que señalaba el habla de indios, ne-
gros, zambos y plebe, era una anomalía y una monstruosidad que
amenazaba lo hispánico. De esta manera premeditada y concienzu-
da, la nacionalidad fue históricamente definida por la exclusión y la
marginación de la cultura africana en Colombia.
La irrupción del lenguaje de los bogas en el territorio de las letras
fue, pues, una subversión simbólica y una intrusión desde lo otro,
desde lo diferente, en las ficciones fundacionales de la literatura na-
cional. Es desde allí de donde se empieza a visibilizar la diversidad
y la validez de la misma, así como su importancia para la formación
de la nacionalidad.
En la «Advertencia del autor» a su obra Cantos populares de mi
tierra, Candelario Obeso formula en 1877 una poética insurgente:
En la poesía popular hay y hubo siempre una sobra copiosa de
delicado sentimiento y de mucha e inapreciable joya de imágenes
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31. manual introductorio y guía de animación a la lectura 29
bellísimas. Así, tengo para mí que es solo cultivándola con el esmero
requerido como alcanzan las naciones a fundar su verdadera
positiva literatura. Tal lo comprueba el conocimiento de la historia.
A continuación aboga por «calmar el furor de la imitación, tan tris-
te, que tanto ha retrasado el ensanche de las letras hispanoame-
ricanas». Con esta bandera, el momposino Obeso escoge como
materia prima de su obra poética Cantos populares de mi tierra la
irregularidad del lenguaje oral, y hace de las gentes de la periferia y
del común –artesanos, bogas, lavanderas– los protagonistas de sus
escritos. Merced a su poesía, esta oralidad se introdujo en la ciudad
letrada como Literatura, con mayúscula, no obstante la resistencia
velada con que fue recibida ya que se la convirtió en expresiones de
lo exótico y periférico.
Esta traducción literaria de la alteridad negra significó un doble
vuelco cultural frente a la rancia tradición prohispánica imperante.
De una parte se pasó de la lengua oral a los códigos escritos domi-
nantes. De otra, se hizo el tránsito de lo afro a lo nacional. El doble
vuelco instituye la lengua vernácula como materia legítima de la
literatura nacional.
Esta especie de Toma de la Bastilla espiritual no fue en su mo-
mento reconocida en su importancia. De hecho, la obra de Obeso
no fue recibida en la ciudad letrada con entusiasmo, y debió aguar-
dar hasta los años treinta del siguiente siglo para que otros escrito-
res afro la apreciaran y tomaran el relevo.
La invisibilidad del negro está incrustada en el currículo del sis-
tema educativo nacional, que excluye de sus materias la historia y
consideración de ese veinticinco por ciento del censo poblacional,
compuesto por afrocolombianos. Su marginación ha sido sutil pe-
ro firme. El proceso de blanqueamiento forzado, que campeó en la
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32. 30 biblioteca de literatura afrocolombiana
época cuando se formaba la nación, sobrevive en el inconsciente
colectivo hasta el presente.
Bien entrado el siglo xx surgieron en el mundo, y en especial en
la región del Caribe, dos movimientos de reivindicación literaria
negra. El Negrismo, del que fueron tributarios Luis Palés Matos de
Puerto Rico y Nicolás Guillén de Cuba. Estos llamaron a ir más allá
de la música, el color y lo orgiástico, para explorar el sentimiento, el
espíritu y la condición del negro en América.
Y la Negritud, del senegalés Léopold Sédar Senghor y el marti-
niqués Aimé Césaire, quienes insistieron en la necesidad de inde-
pendencia intelectual y artística, y por lo tanto del alejamiento de
la imitación.
Colombia no tuvo presencia fundacional en estos movimien-
tos, pero a partir del tercer decenio del xx, y merced al cartagenero
Jorge Artel, se conectó con el Caribe en el canto de dolor de los
antepasados, la resistencia, el anhelo de libertad y el clamor por la
situación marginal de los afrodescendientes. Los procedimientos
de esta literatura dieron preferencia a la onomatopeya, la alitera-
ción y la jitanjáfora, esa invención de expresiones que solo cobran
sentido en relación con el conjunto del texto pero se usan por su
valor sonoro.
Más allá del insumo de ruptura aportado por la lengua oral ne-
gra, autores posteriores destacaron la contribución material y psi-
coafectiva de los afrocolombianos a la cultura nacional. Manuel
Zapata Olivella, en un rapto de ingenio e ironía, hace caer en cuenta
de que el único objeto material traído del África por los esclavos es
su sombra. ¿Es material la sombra del hombre? En todo caso, Zapata
insiste en que la sombra fue el único equipaje, el acompañante fiel,
al cual se aferraba el esclavo en su soledad y martirio. Yendo más
allá de ella, por supuesto, los africanos reconstruyeron con materia-
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33. manual introductorio y guía de animación a la lectura 31
les americanos sus tambores, flautas, maracas, marimbas, canoas,
tejidos. Reinventaron su sabiduría gastronómica y agrícola.
En sus cantos religiosos y ritos funerarios trajeron sus catarsis
emocionales. En la letra de sus canciones, la picardía. En su coti-
dianidad, el culto a la fuerza física y a algunas formas liberadoras
desde la sensibilidad. En sus religiones, una fuente de rebeldía, una
savia vivificadora.
De todos los aportes culturales negros, hay uno que merece situa-
ción de privilegio. Es una concepción atávica africana muy similar a
la que hoy en día se erige como la salvación para el planeta degra-
dado. Proviene de la noción bantú conocida como «muntu».
El muntu es la comunión del ser humano con la naturaleza. Para
los negros, los hombres son una sola familia estrechamente unida a
los animales, árboles, ríos, montañas, praderas, mares. Esta alianza
totalizante incluye también a los muertos. El muntu está en la base
de la fraternidad proverbial de los afro, de las ceremonias de despe-
dida a los que se van de esta vida pero continúan como presencias,
del cuidado hacia los seres vivientes y las formas en apariencia iner-
tes del cosmos.
La historia cultural de lo afro está por reescibirse, apreciarse y
enaltecerse. En el puro centro de la constitución triétnica nacional,
la vertiente negra es más que un ingrediente adherido. Así como su
esencia no puede constreñirse a la química de la pigmentación de
la piel, su impronta va mucho más allá del folclor y de las sensuali-
dades del cuerpo.
Así lo testimonian en sus obras los autores afrocolombianos,
desde cuando hace siglo y medio rompieron la solemnidad de la
ciudad letrada con sus alegrías orales y sus letanías rituales.
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34. xiii
ii
iii
viii
ix
xiv
xv
i
La bruja de las minas
Gregorio Sánchez Gómez
Las estrellas son negras
Arnoldo Palacios
Changó, el gran putas
Manuel Zapata Olivella
Sobre nupcias y ausencias,
y otros cuentos
Lenito Robinson-Bent
Cuentos para dormir a Isabella
tradición oral afropacífica
colombiana
recopilación y prólogo
baudilio revelo hurtado
Cantos populares de mi tierra
Secundino el zapatero
Candelario Obeso
Obra poética
Pedro Blas Julio Romero
Obra poética
cimarrón en la lluvia
jornadas del tahúr
Alfredo Vanín
Obra poética
Rómulo Bustos Aguirre
viiCatálogo de la Biblioteca de Literatura Afrocolombiana
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35. iv
v
vi
x
xi
xii
xvi
xvii
xviii
No give up, Maan! ¡No te rindas!
Hazel Robinson Abrahams
Vivan los compañeros.
Cuentos completos
Carlos Arturo Truque
Cuentos escogidos 1964-2006
Óscar Collazos
Evangelios del hombre
y del paisaje
Humano litoral
Helcías Martán Góngora
Antología íntima
Hugo Salazar Valdés
Antología de mujeres poetas
afrocolombianas
recopilación y prólogo
guiomar cuesta y alfredo ocampo
Ensayos escogidos
Rogerio Velásquez
recopilación y prólogo
germán patiño
Manuel Zapata Olivella, por
los senderos de sus ancestros
textos escogidos
recopilación y prólogo
alfonso múnera
Tambores en la noche
Jorge Artel
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37. 35
Catálogo
Los dieciocho títulos que conforman esta Biblioteca de
Literatura Afrocolombiana no pretenden, como se ha mencionado,
constituir la totalidad de la producción literaria de los escritores afro
en nuestro país, sino apenas señalar una muestra que recorre, no
obstante, hitos importantes, que recoge o reedita las obras icónicas
de esa historia literaria y presenta también autores y voces contem-
poráneas. Estas son sin embargo suficientemente expresivas para
abrir el horizonte de una literatura que ya se funde íntegramente
con la literatura nacional, pero en la que es posible distinguir rasgos
e impulsos propios y una memoria histórica particular que se hace
evidencia y clamor. La mezcla cuidadosa entre lo nuevo y lo que
pudiéramos considerar clásico de esta literatura, ha sido una labor
que el Comité Editorial ha desarrollado con delicadeza para que el
público pueda deleitarse con un panorama amplio y variado, que
recoge registros y modulaciones de la palabra que desde hace dos-
cientos años viene descubriendo un sendero de expresión particular
y de una sensibilidad que hoy es patrimonio y seña de identidad
colombiana.
xix
Manual introductorio y
guía de animación a la lectura
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38. 36 manual introductorio
En la colección se presentan cuatro novelas, tres libros de cuen-
tos, un libro de relatos orales, una antología de poesía femenina,
siete libros de poesía, una obra de teatro y dos de ensayos. Entre las
novelas se publica por vez primera en inglés la obra de la escritora
sanandresana Hazel Robinson Abrahams, y se reedita, incluyendo
algunos cuentos inéditos, el primer libro de ficción escrito y publi-
cado en San Andrés por otro nativo, Lenito Robinson-Bent. Y al la-
do de las obras fundamentales de la literatura colombiana como las
novelas Las estrellas son negras y Changó, el gran putas, de Arnoldo
Palacios y Manuel Zapata Olivella, se presenta una de las primeras
novelas escritas en el país, en la década del cuarenta del siglo pasa-
do, por un autor de origen negro como Gregorio Sánchez Gómez.
Se recoge, asimismo, la obra cuentística completa del emblemático
e innovador escritor Carlos Arturo Truque, de fuerte influencia y
figuración en los años cincuenta y sesenta del siglo xx. Como una
novedad en esta colección, se ofrece también la publicación de una
amplia y cuidadosa selección de cuentos del gran escritor chocoano
Óscar Collazos, cuyos aportes a la literatura latinoamericana con-
temporánea han sido fundamentales.
Mención especial merecen los relatos orales para niños que han
sido recogidos y seleccionados por un grupo de investigadores en
la región del Pacífico colombiano. Las más de cincuenta historias
maravillosas que en este título se presentan, han sido relatadas por,
en su mayoría, ancianos y ancianas de la región, verdadero patri-
monio intangible vivo, en cuya memoria reposa una larga tradición
de mezclas y antiguas evocaciones y en la que se ha buscado –pese a
que se han vertido en escritura– perduren las claves y entonación de
la cuentería y oralidad con toda su riqueza expresiva y teatral.
La poesía es la sección de la Biblioteca que está mejor represen-
tada, quizás porque ha sido el género literario más buscado por los
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39. biblioteca de literatura afrocolombiana 37
autores afrocolombianos de todas las generaciones. Las posibilida-
des rítmicas y prosódicas del poema, y el nivel de sonoridad que
se evidencia en él, lo han convertido en un vehículo de expresión
afortunado y coincidente para quienes la música y sus cadencias
constituyen una experiencia más que vital. Allí están, pues, desde
el pionero del siglo xix, Candelario Obeso con su novedosa obra
canónica y fundacional, así como las grandes figuras de la poesía
afrocolombiana del siglo xx, Jorge Artel, Hugo Salazar Valdés y
Helcías Martán Góngora. Adicionalmente la colección incluye la
obra reunida de tres finísimos y dedicados poetas contemporáneos:
los cartageneros Pedro Blas Julio y Rómulo Bustos, y el caucano
Alfredo Vanín.
Las mujeres poetas afrocolombianas mantienen un liderazgo
sólido en la actividad literaria del país, como se manifiesta en esta
antología que se presenta en la Biblioteca y que reúne a más de cin-
cuenta mujeres de diversas generaciones, algunas nacidas a comien-
zos del siglo xx y muchas a finales del mismo. Su origen se despliega
por toda la geografía del país, con énfasis, como es natural, en las
zonas donde se concentra la población afrocolombiana: las costas
del Caribe y del Pacífico y sus departamentos, la isla de San Andrés
y las principales capitales. La multiplicidad de expresiones y formas
poéticas conforman un mosaico de infinita variedad que se palpa
en los más de trescientos poemas seleccionados. La poesía que en-
sancha el idioma desde nuevas y particulares dicciones muy ligadas
a lo oral y a formas expresivas regionales, también se enriquece con
la literatura escrita en inglés o en creole por las nativas de San An-
drés incluidas en el conjunto.
Considerar con cierto exotismo y marginalidad la expresión
artística, musical o literaria de la población afrocolombiana y ne-
gar o minimizar sus posibilidades reflexivas o asociadas al conoci-
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40. 38 manual introductorio
miento analítico ha sido otro de los clichés con los que se agravia
a este grupo poblacional. Pero la verdad es que el ensayo, la crítica
historicoliteraria o la investigación etnográfica han sido de tiempo
atrás preocupación y oficio de las cabezas más lúcidas de sus repre-
sentantes. La obra ensayística e investigativa del chocoano Rogerio
Velásquez, por ejemplo, de honda repercusión en los ámbitos aca-
démicos e intelectuales del país de los años cincuenta y sesenta del
siglo pasado y que se recoge en esta colección con amplitud, repre-
senta una buena posibilidad de conocer un sólido, poco divulgado y
aún vigente trabajo del pensamiento y la investigación rigurosa. Su
obra es un viaje amoroso y razonado a la vez, a un Chocó profundo,
ignoto, y del que perduraría aun menos de nos ser por su formida-
ble recolección de literatura popular (que incluye más de setecientas
coplas y docenas de cuentos, canciones, mitos, leyendas) así como
de tradiciones, ritos, usos y prácticas culturales, entre otras muchas
observaciones y precisos registros. Igualmente lo hecho por el escri-
tor Manuel Zapata Olivella, y de quien, por vez primera se publica
en esta colección una buena parte de su depurada, bien escrita y
original producción ensayística, dispersa en multitud de periódicos
y revistas, en campos como la crítica literaria, los estudios sobre el
folclor, la etnografía, la sociología, el arte popular, la historia o la
política.
Como se desprende de lo expuesto anteriormente, esta Bibliote-
ca de Literatura Afrocolombiana ha querido congregar un ancho y
variado caudal de una expresión literaria elaborada en nuestro país
por una multitud de voces, registros escritos y tonalidades sono-
ras que han venido labrando su presencia en la cultura colombiana
desde hace más de doscientos años. Y aunque es una muestra no
exhaustiva ni totalizante, se habrá podido apreciar que involucra
mucho más de lo que sus dieciocho volúmenes representan en sí
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41. biblioteca de literatura afrocolombiana 39
mismos. No solo están los más significativos escritores, los casi
veinte prologuistas y sus preparadas presentaciones a obras y auto-
res, sino la voz de decenas de ancianos del Pacífico contadores de
historias, los niños que las han interpretado en minuciosos dibujos,
centenares de anónimos copleros y propagadores de leyendas, can-
tos e historias fantásticas, y también las decenas de mujeres poetas
con su variedad y polifonía. Esta colección, en suma, pretende hacer
patente la confluencia de la expresión y creatividad ancestral afro-
colombiana de individuos, grupos, corrientes, congregaciones y au-
diencias que hoy, pero desde su origen mismo, dilatan, enriquecen
y sensibilizan la vida cultural y emocional de este territorio.
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42. 40 manual introductorio
iLa bruja de las minas
Gregorio Sánchez Gómez
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43. biblioteca de literatura afrocolombiana 41
gregorio sánchez gómez
nació en 1895, en Istmina, Chocó,
población eminentemente mi-
nera. Se trasladó a Cali, fue abo-
gado y escribió una veintena de
libros, entre los cuales se cuentan
ocho novelas. Ejerció cargos
oficiales locales y dirigió perió-
dicos. En 1938 escribió La bruja
de las minas, fruto de su estadía
en Marmato, ciudad caldense,
también minera. Su participa-
ción en la revista Novela Semanal
logró acercarlo a escritores como
Emilio Cuervo Márquez, Simón
Latino, Bernardo Arias Trujillo,
José María Rivas Groot, José
Asunción Silva, José Eustasio Ri-
vera, Luis Enrique Osorio y León
de Greiff. Murió en 1942, siendo
bibliotecario en la Biblioteca
Municipal de Cali.
*
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44. 42 manual introductorio
La bruja de las minas narra la
contradicción de los intereses de
la empresa minera y el mundo de
los trabajadores negros y escla-
vizados en los socavones de oro.
Se acerca a la cultura africana y
mestiza de Marmato con una efi-
cacia mayor que la de un soció-
logo, antropólogo o historiador.
Al fin y al cabo las minas de la
ciudad natal del autor, Istmina,
también habían sido explotadas
por compañías transnacionales
inglesas y americanas, con la
complicidad de los diferentes
gobiernos de turno. Muestra
cómo la explotación, el asesinato
y la violencia no comenzaron
en Colombia con el crimen de
Jorge Eliécer Gaitán, pues eran
vigentes en la década de los años
treinta. El nombre de la obra se
debe a que los mineros rechazan
a los médicos de la empresa,
porque creen en los hechizos, los
brebajes y las brujerías.
El historiador Jairo Henry
Arroyo Reina da cuenta en el
prólogo del mundo en el que
sucede la novela:
Un contexto en el cual el
ritmo del tiempo y la vida son
definidos por la marimba y el
tambor, los pasos del currulao
y los desenfrenos del cuerpo
desnudo. Contrasta con las
racionalidades dominantes que
han logrado definir el tiempo
y disciplinar el cuerpo desde
el eje de la producción… El
día sábado en el caserío, el
domingo, día de mercado, el
jolgorio de los negros y mulatos,
el derrumbe y la muerte en
las minas, el menosprecio por
los gitanos y el conflicto de
celos entre las mujeres que se
disputan un varón son, entre
otros, los hechos de la vida
diaria que constituyen el relato
novelesco.
*
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45. biblioteca de literatura afrocolombiana 43
iiLas estrellas son negras
Arnoldo Palacios
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46. 44 manual introductorio
arnoldo palacios Nació
en 1924, en Cértegui, Chocó. A
los dos años lo afectó una po-
liomielitis que lo obligó a usar
muletas de por vida. A los quince,
obsesionado ya con la idea de ser
«alguien» distinto, se trasladó a
Quibdó y luego a Bogotá para ter-
minar sus estudios secundarios.
Escribió una obra de teatro sobre
Manuel Saturio Valencia, afro-
colombiano, quien fue el último
ciudadano fusilado legalmente.
Este acontecimiento alimentó su
conciencia étnica. Los originales
de su novela Las estrellas son negras
se quemaron en los disturbios del
9 de abril de 1948 y él la recons-
truyó de memoria en dos sema-
nas. Al año siguiente viajó becado
a París para estudiar Lenguas
Clásicas en La Sorbona, donde
entró en contacto con escritores
africanos y antillanos agrupados
alrededor de la revista Présence
Africaine. Publicó varios libros en
distintos idiomas. Viaja a Colom-
bia con frecuencia, donde se aca-
ba de publicar su novela Buscando
mi madredediós.
*
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47. biblioteca de literatura afrocolombiana 45
Las estrellas son negras, novela
traducida a varios idiomas, ha
sido relativamente ignorada
en el inventario crítico de la
novela colombiana. La expli-
cación de esta ausencia está en
la suposición de que el habla
popular, reproducida de mane-
ra significativa en los diálogos
de ciertas novelas, las afilia al
costumbrismo. En realidad Pa-
lacios hace que el protagonista,
Irra, hable desde el interior de
su tragedia. Mediante la interio-
rización gradual del hambre y
la humillación, este se convierte
en arquetipo de la tragedia.
En las veinticuatro horas que
narra la obra, lo que conmueve
no es tanto la pobreza sino los
estragos mentales que provoca.
La parquedad y la maestría de
su narración objetiva la ubican
en el centro del cambio que en-
tonces se estaba operando en la
retórica de la novela colombia-
na. Hasta el momento no se co-
nocía la experiencia individual
e íntima del hambre, convertida
en delirio de la conciencia. Esta
novela hoy es reconocida como
un libro esencial para la litera-
tura colombiana.
A propósito de una inves-
tigación que realizó sobre Las
estrellas son negras, el también
novelista chocoano Óscar Co-
llazos dice en el prólogo:
Celebré que la novela hubiera
sobrevivido felizmente a las
conspiraciones del tiempo y a
las acechanzas del olvido, que
su pesada carga documental no
la hubiera convertido en simple
expediente sociológico. En fin,
celebré que siguiera siendo una
conmovedora obra literaria.
*
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49. biblioteca de literatura afrocolombiana 47
manuel zapata olivella
nació en Lorica, Córdoba, en
1920. Muy niño llegó a Carta-
gena. Fue médico, antropólogo,
folclorista y escritor. En 1943
participó en Bogotá en la realiza-
ción de la primera manifestación
de la presencia africana, y en la
organización del Día del Negro.
En los años sesenta y setenta
dirigió la revista Letras Nacionales.
Sus múltiples viajes por el mun-
do le permitieron trabar amistad
y diálogo con grandes líderes e
intelectuales como Nelson Man-
dela, Léopold Sédar Senghor,
Franz Fanon, Martin Luther
King, Wole Soyinka y Abdías
do Nacimento. Durante veinte
años investigó para su novela
central Changó, el gran putas, cuya
solución poética encontró luego
de pasar una noche desnudo en
una de las oscuras y sofocantes
bóvedas de la fortaleza de la isla
Goré, prisión de Senegal en la
cual eran recluidos los africanos
cazados, antes de su traslado en
barcos al Nuevo Mundo. Murió
en Bogotá en 2004.
*
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50. 48 manual introductorio
Esta novela y gran epopeya
es un inmenso fresco que cubre
quinientos años de historia,
para la cual Zapata recurrió
a lo que denominó «realismo
mítico». Da cuenta de los dioses
tutelares y cosmovisión de la
religión yoruba, santoral del
cual poco quedó en Colombia, a
diferencia de países como Cuba,
Haití o Brasil, lo cual dificulta
su lectura. Incorpora muchos
elementos de la literatura tra-
dicional africana: proverbios,
juegos de palabras, adivinan-
zas, trabalenguas, cuentos de
hadas y canciones. Recorre las
hazañas de los héroes negros,
la pionera revolución haitiana,
las luchas independentistas
de la Nueva Granada, Brasil,
México y la historia de los afros
en Estados Unidos. Zapata
demuestra que los negros nun-
ca impusieron nada a nadie,
más bien contagiaron su baile,
sensualidad, comida, lenguaje,
costumbres y muchos rituales
religiosos.
El profesor Darío Henao
Restrepo, en el prólogo, explica
la concepción subyacente a esta
obra:
El principio filosófico del
muntu, que rige la elaboración
poética que hay en Changó,
el gran putas, implica una
connotación del hombre que
incluye a los vivos y difuntos,
así como animales, vegetales,
minerales y cosas que le sirven,
de tal manera que se trata de
una fuerza espiritual que une
en un solo nudo al hombre con
su ascendencia y descendencia,
inmersos en el universo
presente, pasado y futuro.
*
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51. biblioteca de literatura afrocolombiana 49
ivNo give up, Maan! ¡No te rindas!
Hazel Robinson Abrahams
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52. 50 manual introductorio
De padres nativos, Hazel
Robinson Abrahams nació en la
isla de San Andrés, en 1935. En
1959, mientras trabajaba en la Caja
Agraria, se dio a conocer cuando
el diario El Espectador de Bogotá la
llamó para escribir crónicas sobre
el archipiélago en su Magazín Domi-
nical. Durante un año publicó unas
treinta –con un amplio despliegue
fotográfico– sobre su ubicación
exacta, sus diversos cayos, su idio-
ma, las rutinas de la vida cotidia-
na, las tradiciones culturales de
la población raizal, las fiestas, las
costumbres y las creencias, los per-
sonajes destacados o pintorescos, la
belleza natural, todo más allá de las
imágenes estereotipadas del turis-
mo. La joven demostró gran domi-
nio del castellano y naturales dotes
narrativas. Su matrimonio, cuatro
hijos y viajes sucesivos al exterior
frenaron la actividad periodística,
pero contribuyeron a la gestación
de la escritura de su primera novela
publicada en 2002. Aquellas cró-
nicas habían sido la semilla de su
literatura, que se enriquecería luego
con otras dos novelas.
*
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53. biblioteca de literatura afrocolombiana 51
De entrada, la autora mani-
fiesta su intención de narrar el
pasado ignorado de las islas. La
acción sucede a mediados del
siglo xix, cuando fue abolida la
esclavitud. Narra una historia
de amor entre una náufraga
europea y un mestizo raizal,
unión que trasciende el plano
individual para volverse sím-
bolo del mestizaje como cami-
no y representación colectiva
de una región. En este sentido
se considera una novela funda-
cional. Ajena a modas litera-
rias, Robinson cuenta historias
a la manera clásica, siguiendo
un orden lineal con narrador
omnisciente y con una preocu-
pación: no dejar que el interés
del lector decaiga. La novela es
concebida musicalmente a par-
tir de la reiteración de acciones
y frases. Su título es una expre-
sión que condensa la actitud de
resistencia de los raizales: No
Give Up Maan!, ¡No te rindas!
El prologuista Ariel Casti-
llo Mier destaca el desenlace
de la trama:
El triunfo, tras silenciosa
batalla, de los esclavos a través
de sus ritos y su idioma, sus
cantos y plegarias y la lúcida
defensa de una visión del
mundo regida por el ritmo en
la que se evidencian las huellas
de la africanía, los valores
culturales del mundo negro que
se ponen de manifiesto a través
de la vida en las relaciones
con la naturaleza, la música, la
comunicación con los espíritus
de sus antepasados y por medio
de ellos con sus dioses.
*
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55. biblioteca de literatura afrocolombiana 53
carlos arturo truque
nació en Condoto, Chocó
(1927) y murió en Buenaven-
tura (1970). De madre afroco-
lombiana y padre de ancestro
alemán. Estudió en Buenaven-
tura, Cali y Popayán, donde
por exigencia paterna cursó un
año de ingeniería. Abandonó
esta carrera movido por la pa-
sión literaria. En Popayán pu-
blicó sus primeros escritos en
revistas estudiantiles, bajo el
seudónimo de Charles Blaine.
Entabla relaciones con líderes
del Partido Comunista, en el
que militó. En 1954 se traslada
a Bogotá donde forja amistad
con los escritores del célebre
Café Automático. Trabaja co-
mo traductor de inglés y fran-
cés, hace libretos de televisión.
En 1964 sufre una trombosis
cerebral que lo lleva a la muer-
te a sus cuarenta y dos años.
*
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56. 54 manual introductorio
hace muy evidente su posición
ideológica, su visión del mundo
y del país. Sin embargo, no deja
de lado otros tópicos como el
origen étnico, sobre todo si se
tiene en cuenta su condición
de mestizo; la negritud, a través
del cual recoge tradiciones
de sus antepasados negros, la
dificultad social, la cuestión
afectiva, y finalmente lo
religioso.
*
Los veinticinco cuentos
que componen la breve obra
de Truque son reflejo de su ca-
rácter rebelde y de su mirada
sobre la discriminación social
y racial. Defendió el género del
cuento como una «descripción
exhaustiva de un momento
vital», frente a la «demasiada
afición de nuestros literatos
por la poesía». Fustigó el hábi-
to costumbrista vigente en su
momento, el cual calificó como
«más perjudicial que benéfico».
A partir de 1953, con su cuento
«Granizada», se dio a conocer
a escala nacional por ganar una
serie de premios literarios. Sus
personajes, atormentados y ex-
cluidos, transitan por la Guerra
de los Mil Días, las protestas de
la zona bananera, las guerrillas
del Llano, los poblados negros
del Pacífico.
Sonia Nadezhda, una de sus
tres hijas, también escritora,
enumera en el prólogo sus prin-
cipales temas:
Uno de los más señalados es
la violencia y la guerra, donde
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58. 56 manual introductorio
Óscar collazos Nació
en Bahía Solano, Chocó, en
1942. Trasegó por Buenaventura
y Cali, donde debió trabajar en
máquinas de escribir prestadas.
En 1964, Enrique Buenaventura
lo vinculó como asesor de dra-
maturgia del Teatro Estudio de
Cali. En 1966 apareció El verano
también moja las espaldas, su de-
but como narrador. Fue la pri-
mera de sus cinco colecciones
de cuentos, y le dio inmediata
notoriedad nacional. En 1969,
siendo director del Centro de
Investigaciones Literarias ads-
crito a la Casa de las Américas
en Cuba, tuvo fuerte prota-
gonismo en la escena literaria
de Latinoamérica a raíz de un
debate escrito que sostuvo con
Julio Cortázar y Mario Vargas
Llosa sobre la relación entre
escritura y compromiso políti-
co. En ese momento inició una
larga permanencia en Europa,
dedicado a la novela, el ensayo y
el periodismo. En 1989 regresó a
Colombia, actualmente vive en
Cartagena.
*
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59. biblioteca de literatura afrocolombiana 57
Sus cuentos son de filiación
realista y entornos urbanos.
Incorpora recursos novedo-
sos, técnicas de la narrativa
contemporánea, como el fluir
de la consciencia. Muestra la
intimidad de sus protagonistas,
pensamientos, sensaciones, sen-
timientos. Para el tono de los
primeros, donde habla desde la
autobiografía de adolescentes,
fue importante haber leído a
los dieciocho años a John D.
Salinger, en especial su libro El
guardián entre el centeno. Buen
lector y escritor fuertemente
vinculado con la tradición lite-
raria, Collazos rinde homenaje
en sus textos a Faulkner, Mau-
passant, Balzac, Poe, Neruda,
Patricia Highsmith, Vargas
Vila, Tabucchi y Mutis. Si en los
años sesenta incursionó en el
experimentalismo, sus cuentos
posteriores privilegian la sen-
cillez de las frases que favorece
una sintonía expedita con el
lector de hoy. Gracias a una
expresión más ortodoxa, busca
claridad y comunicabilidad.
Alejandro José López Cáce-
res, en el prólogo, escudriña en
la verosimilitud de Collazos:
Cuando uno se asoma a su
obra cuentística se pregunta de
dónde proviene la tremenda
fuerza que emanan sus relatos.
Y, si leemos despacio, muy
pronto hallamos respuesta: de
la experiencia; es decir, de la
vivencia o del testimonio. Sus
ficciones están compuestas
a partir de lo sabido, por
eso respiran sinceridad; sus
historias están contadas desde
adentro, por eso transmiten
conocimiento.
*
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60. 58 manual introductorio
viiSobre nupcias y ausencias,
y otros cuentos
Lenito Robinson-Bent
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61. biblioteca de literatura afrocolombiana 59
lenito robinson-bent
Nació en 1956 en Providencia,
isla caribeña de cinco mil habi-
tantes que hablan inglés y espa-
ñol. Al comenzar el bachillerato
llegaron allí unos franceses que
le inculcaron el amor por esa
lengua y cultura. Aprendió el
francés de manera autodidac-
ta, escuchando Radio Francia
Internacional. Desde entonces
su meta fue estudiar en la Uni-
versidad de La Sorbona donde,
gracias a una beca, logró cur-
sar una maestría en Literatura
Francesa. De esa época, 1984, es
la escritura de su primer libro
de cuentos. Antes se había gra-
duado en Educación y Lenguas
Modernas en Tunja. Trabajó
como profesor en San Andrés
y Bogotá. Vive en Montreal,
Canadá.
*
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62. 60 manual introductorio
parte de un libro que Lenito
tiene inédito y que escribió
recientemente en Montréal.
La primicia es un abrebocas
de su trabajo desde el exilio,
esta vez con el frío entre los
huesos y como siempre, el
mar corriendo por sus venas.
Porque es con el mar que inicia
esta serie de cuentos que se
reunirán bajo el título de Las
casas huidizas y otros cuentos
sobre fugas. Nuevamente
el mar, los difuntos y lo
sobrenatural se unen para
formar historias de un pueblo
donde aún es posible hablar
con los muertos.
*
La publicación de su libro
Sobre nupcias y ausencias en
1988 fue la génesis de la litera-
tura isleña, pues ningún autor
nativo había publicado hasta
entonces. Sus fuentes remotas
son las anancy, historias que
se perpetuaron por tradición
oral, traídas desde el continente
negro, y los relatos de viajes de
hombres de mar que salían a
trabajar en la construcción del
Canal de Panamá o en aserríos
de Centroamérica. Lo escribió
en español, utilizando un léxico
extraordinario, poco común
entre los de su tierra. La muerte
es la principal obsesión temática
en estos cuentos. Se comple-
menta con el mar, los marineros
tatuados, los ancianos, el amor,
los nietos criados por abuelos y
las ausencias totales. Aparecen
en ellos el drama, el prodigio,
lo sobrenatural, los sueños y las
supersticiones como parte de la
cotidianeidad.
Los otros cuentos que aquí se
presentan –anuncia Claudine
Bancelin en el prólogo– hacen
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63. biblioteca de literatura afrocolombiana 61
viiiCuentos para dormir a Isabella
tradición oral afropacífica colombiana
recopilación y prólogo
baudilio revelo hurtado
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64. 62 manual introductorio
Cuentos para dormir a Isabe-
lla es el título de la colección de
relatos infantiles de la tradición
oral afropacífica colombiana.
Fueron recogidos en un pacien-
te y cuidadoso proceso por el
investigador Baudilio Revelo y
sus hijos Camilo y Carolina. Sus
contadores son mujeres y hom-
bres de Buenaventura, Guapi,
Timbiquí, El Charco y La Tola.
La mayoría tiene entre ochenta
y noventa años. Ellos son mi-
neros, agricultores, cazadores,
mareños o pescadores de mar.
Ellas, folcloristas, profesoras,
vendedoras de frutas o maris-
cos. Recurren al imaginario
africano de origen, pero narran
en una estructura cercana al
cuento de hadas europeo o al
relato maravilloso del Medio
Oriente. Guardan su dicción
propia, hacen una literatura con
las características gestuales y
teatrales propias de la oralidad.
Luego de sus luchas por la
libertad, en palenques, qui-
lombos, cumbes y marrons los
bisabuelos yorubas aplicaron el
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65. biblioteca de literatura afrocolombiana 63
bálsamo de estos cuentos para
cicatrizar las heridas de años de
dolor. Contados y cantados, los
alabaos, arrullos, adivinanzas,
fábulas, mitos, chigualos, can-
tos de cuna, cachos, décimas,
proverbios, guali, narraciones,
visiones, rondas y cantos de
bogas sembraron el Pacífico con
floresta de voces. Estas narra-
ciones presentan variaciones
fonéticas, morfológicas, sintác-
ticas y léxicas que enriquecen
el castellano. De la interacción
con las narraciones de origen
europeo surgen géneros como
los cuentos de hadas y persona-
jes tales como reyes, príncipes
y «príncipas», castillos, corceles
y doncellas nacidas del fondo
del mar, que las nanas apren-
dían a hurtadillas. Sencillos y
comprensibles, estos cuentos
se adornan con musicalidad
gestual de manos, caderas, pies,
boca vibrante.
La temática de estos relatos
infantiles es eminentemente
zoológica, como advierte en la
introducción Baudilio Revelo:
Los animales, feroces, grandes
y astutos se llaman tío. Así nos
deleitamos con el Tío León,
desafiante, que siempre vence
al débil, pero en la lucha contra
el hombre, pierde. El Tío
Tigre engañado por animales
pequeños, por confiar en sus
músculos y colmillos. La Tía
Zorra, acompañada por los amos
de la selva, a quienes somete
con su dañina dulzura. El Tío
Anancio o Araña, la Tía Tortuga
y el famoso Tío Conejo, el más
hábil, prototipo de inteligencia,
astucia, artimaña y sabiduría
a falta de fuerzas, colmillos y
garras.
*
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66. 64 manual introductorio
ixCantos populares de mi tierra
Secundino el zapatero
Candelario Obeso
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67. biblioteca de literatura afrocolombiana 65
candelario obeso Nació
en 1849, en Mompox, punto de
enlace comercial entre la costa y
el interior y escenario de recep-
ción de las ideas en auge del siglo
xix, donde se concentraba gran
cantidad de bogas negros, zam-
bos y mulatos, que impulsaban
con su fuerza los champanes pa-
ra el penoso ascenso y descenso
del río Magdalena. Hijo natural
de un abogado y una lavande-
ra, a los diecisiete años viajó a
Bogotá con una beca. Obtuvo el
grado de maestro en la Univer-
sidad Nacional. Ejerció variados
oficios, en constantes desplaza-
mientos, y tradujo métodos para
aprender inglés, francés e italia-
no. Desde 1873 aparecieron en la
prensa nacional sus poemas, ar-
tículos, imitaciones y traduccio-
nes de poetas europeos. Gracias
a la fuerza de su talento buscó
ganarse un espacio en el pano-
rama literario nacional. Falleció
trágicamente en 1884. Es consi-
derado uno de los precursores de
la denominada poesía negra en
Hispanoamérica.
*
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68. 66 manual introductorio
se le reconocía a Obeso cierto
ingenio, en realidad nunca se
consideró que él pudiera estar
a la altura social y política de
sus colegas blancos y mestizos;
estos supieron encerrarlo
en el papel exclusivo de
representante de la raza negra,
la «voz de su raza». En vida del
escritor, y hasta muchísimo
tiempo después de su muerte,
esa mirada efectuó una suerte
de exotización forzada. La
crítica de la época terminó
convirtiéndolo en un personaje
exótico, tal como había hecho
antes con los bogas.
*
En 1877 apareció Cantos
populares de mi tierra, su obra
más representativa, en la que el
escritor se distancia de la repre-
sentación del boga hecha desde
afuera, desde la visión blanca
y andina que lo asimila al pai-
saje agreste. Obeso valora y
dignifica al boga a partir de sus
referentes culturales, y otorga
una dimensión más profunda
a estas gentes y a su entorno.
Consciente del valor de la gra-
mática como llave de entrada
a la ciudad letrada, domina las
reglas del juego literario de su
época, como se observa en Se-
cundino el zapatero, comedia en
verso incluida en esta colección,
la cual describe las peripecias y
tropiezos del arribismo social.
También se sirve del discurso
republicano de la ciudadanía
como herramienta para recla-
mar la igualdad social.
Como lo anotan los prolo-
guistas Javier Ortiz Cassiani y
Lázaro Valdelamar Sarabia,
[…] aunque al incluir
poemas suyos en antologías
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69. biblioteca de literatura afrocolombiana 67
xTambores en la noche
Jorge Artel
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70. 68 manual introductorio
el nombre de pila de Jorge
Artel fue Agapito de Arcos.
Nació en Cartagena en 1909,
fue abogado, funcionario, cate-
drático y periodista. Viajó con
frecuencia, dando recitales, en
especial en universidades de Es-
tados Unidos. Vivió en Panamá,
Medellín y Barranquilla, donde
fue rector de la Universidad Si-
món Bolívar y donde murió en
1994. Fue militante de izquierda
y escribió poesía de reivindi-
cación social. Por ello estuvo
preso el 9 de abril de 1948 y
exiliado en Venezuela, Centro
y Norteamérica. Para la década
de los cuarenta, cuando publicó
Tambores en la noche, su poesía
era avanzada con respecto a la
línea neorromántica y moder-
nista, imperante en Colombia,
de los grupos Los Nuevos y Pie-
dra y Cielo.
*
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71. biblioteca de literatura afrocolombiana 69
Considerado heredero directo
de la obra de Candelario Obeso,
Artel fue el primero en abordar
desde el verso libre la tradición
africana en el país, y en suprimir
el exotismo y el estereotipo de la
poesía de tema negro. Despertó
la problemática, la historia, el
canto, el movimiento y la música
negra en la lírica colombiana, ya
que en las primeras cuatro déca-
das del siglo xx estos elementos
estuvieron ausentes. Expresó
dolor, nostalgia y rebelión. Cons-
truyó sus versos sobre imágenes
sonoras, ya sea de caos con gri-
to, algazara y lloro, o de ritmo
con canto, voz, tambor, gaitas,
maracas, y sonidos de viento y
mar. Sus poemas parecen can-
ciones, son versos escritos para
ser tarareados y ponerles música.
Escribió poemas-porro, poemas-
bullerengue, con un sentido del
ritmo basado en lo percutivo;
también poesía conversacional,
apoyada en el habla popular con
pronunciación caribeña, formas
cortadas, trovas, coplas y déci-
mas.
Gabriel Ferrer Ruiz, en el
prólogo, enumera su temática:
Artel abre la lírica del Caribe
colombiano a una musicalidad
sin límites e incluye en ella la
naturaleza, la cotidianidad del
hombre caribe y sus espacios
y motivos: el mar, el puerto,
el viaje, la búsqueda del otro;
también abre el verso a la
libertad de otras voces: las
del ancestro, las del negro y el
blanco en contradicción, las
de la naturaleza –el viento, el
rugido del mar–, las del ritmo
–el tambor, la gaita–. Su poesía
asimismo se abre al espacio del
cuerpo, la sensualidad del negro
y su unión con el entorno.
*
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72. 70 manual introductorio
xiEvangelios del hombre y del paisaje
Humano litoral
Helcías Martán Góngora
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73. biblioteca de literatura afrocolombiana 71
helcías martán góngora
nació en Guapi, Cauca, en 1920,
con ancestros europeos difumi-
nados entre mestizos y mulatos.
El Martin francés se castellanizó
como Martán, según su pronun-
ciación. De familia acomodada,
tuvo facilidad de ingreso a la
academia y se graduó de abogado
en la Universidad del Rosario de
Bogotá. Entre 1938 y 1940 editó la
revista literaria Vanguardia en la
que eran frecuentes los versos de
florituras decimonónicas. Bajo la
gran influencia del Siglo de Oro
español, de acendrados conserva-
tismo y cristianismo, hizo parte
de la escuela de Piedra y Cielo.
Miembro de la Academia de la
Lengua, tuvo muchos cargos ofi-
ciales, entre ellos los de alcalde de
Buenaventura y representante a
la Cámara. A pesar de que en la
región del Pacífico fue profusa-
mente ovacionado y querido en
vida, su poesía, pese a su valor
literario, no se encuentra entre las
más conocidas por el público y los
críticos literarios actuales. Murió
en Cali, en 1984.
*
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74. 72 manual introductorio
Alfredo Vanín en el prólogo
se refiere a la esencia de su
poética:
Hay en su poesía el retorno
a lo arcádico, pese a la
lamentación o protesta por el
sufrimiento negro y la denuncia
por el hombre encerrado en las
trampas urbanas. Su poesía de
corte negrista surgirá paralela
con los sonetos de corte clásico,
en los cuales llegaba a veces a la
maestría.
*
Su copiosa producción
alcanza setenta y siete títulos.
Además de poesía, escribió
ensayo, novela y cuento. Se
le conoció como «poeta del
mar» y el mismísimo Neruda
lo designó como el autor de
los mejores versos marinos
que había conocido. Fue leal
a la entidad étnica negra, que
denominó Mar negro en la
cual incluía los litorales Pací-
fico y Atlántico. A sus veinti-
cuatro años se dio a conocer
con Evangelios del hombre y
del paisaje, poemas que reve-
lan su fervorosa lectura de los
clásicos españoles de tiempos
diferentes como Lope de Vega,
San Juan de la Cruz y Rafael
Alberti. Le cantó a los esteros,
los manglares y ríos del Pací-
fico, al mundo urbano, a las
máquinas, a las infamias de la
esclavitud, a los amores perdi-
dos y ganados, a sus familia-
res. Humano litoral, incluido
en esta colección, es también
un poemario de fondo y for-
ma negrista.
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75. biblioteca de literatura afrocolombiana 73
xiiAntología íntima
Hugo Salazar Valdés
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76. 74 manual introductorio
Hugo salazar valdés na-
ció en 1922, en Condoto, Chocó,
pueblo minero rico en oro y
plata. Hizo estudios literarios en
Popayán. Vivió alternativamen-
te en ciudades del sur de Co-
lombia, como Cali, Pasto, Buga
y Tuluá. Pasó sus días entre los
libros, «sustanciándome de su
sabiduría», según sus palabras.
Se ganó la vida declamando
poemas de los escritores hispa-
noamericanos y se jubiló como
docente. Fue subdirector de la
Biblioteca Nacional y director
de Cultura Popular y de la revis-
ta del Teatro Colón. Era un mu-
lato alto que vestía de manera
elegante e intercambiaba a dia-
rio una colección de corbatines.
Murió en Cali, en 1977.
*
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77. biblioteca de literatura afrocolombiana 75
La presente antología es un
inventario literario realizado
por el propio poeta, poco antes
de su muerte. Es una revisión
minuciosa y crítica que tiene en
cuenta desde sus primeros poe-
marios publicados a finales de
la década de los cuarenta, hasta
los últimos de los años setenta.
Si bien en sus inicios Salazar
fue influido por el piedracielis-
mo –escuela del centro del país
interesada en pulir versos que
sonaran bien–, pronto hizo un
giro hacia el verso libre y el len-
guaje rítmico y sincopado de la
poesía afroamericana. Además
de su pasión por Don Quijote,
sus autores favoritos fueron
Luis de Góngora y Argote, Cé-
sar Vallejo y Nicolás Guillén. Su
obra canta al mar, a la selva y a
sus pobladores negros.
Este mundo es su marca, tal
como lo señala en su prólogo
Fabio Martínez:
[…] mundo que lo distancia
poéticamente del centro
para convertirse en un poeta
excéntrico, que lo emparenta
directamente con la poesía
afrodescendiente inaugurada
en el continente americano
por el colombiano Candelario
Obeso, el cubano Nicolás
Guillén y el puertorriqueño
Luis Palés Matos. Mundo que
servirá de rito de pasaje entre
la invisibilidad del negro y el
universo de lo visible.
*
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79. biblioteca de literatura afrocolombiana 77
pedro blas julio Romero,
poeta cartagenero, nació en
1949 y vive en Getsemaní, ba-
rrio emblemático de las luchas
sociales, al que llama «solemne
desorden untado de vida». Allí
mantiene un contacto oral con
el público lector, gracias a reci-
tales y eventos literarios donde
su presencia es muy familiar. Al
lado de la producción literaria,
dirige el taller de poesía Luis
Carlos López –su poeta inspi-
rador–, presenta un espacio de
poesía en una emisora cultural
universitaria y hace parte de un
programa enciclopédico inves-
tigativo acerca del latin jazz y la
música afroantillana. A comien-
zos de los años sesenta sostuvo
un intercambio epistolar con
los poetas nadaístas, vivió con
intensidad la revolución juvenil
de esa época y en 1968 prestó
servicio militar. Estas experien-
cias se reflejan en sus obras.
Con el libro Rumbos obtuvo el
premio nacional de poesía Jorge
Artel en 1993.
*
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80. 78 manual introductorio
audaz y guerrera de los rebeldes
de la diáspora africana, funda-
dores de un Getsemaní poblado
por héroes trágicos de la coti-
dianidad.
Cielo Patricia Puello Sarabia
y Wilfredo Esteban Vega Bedo-
ya, prologuistas, presentan de
la siguiente forma la esencia de
esta poética:
[…] aquí en este barrio de
América están las voces
africanas, las voces nativas
americanas que conservan
un acervo, unas formas de
organización del mundo que
niegan la dominación y la
extinción del otro: la resistencia
es cultural. Por ende, la traición
a sus raíces, a sus relatos, será
condenada, castigada por los
dioses tutelares.
*
Cartas del soldado desco-
nocido (1971), Poemas de Calle
Lomba (1988), Obra poética
(2009) –su más reciente libro,
el cual incluye Rumbos (1994-
1996)– componen una creación
crítica frente al orden social,
reivindicativa de las libertades
individuales y poblada de re-
ferentes populares. Su estética
neobarroca y su entramado
africano y amerindio dan
cuenta de una memoria de re-
sistencia en el microcosmos de
Getsemaní, al equiparar este
barrio-arrabal de Cartagena
con todo el continente ame-
ricano. Denuncia las formas
represivas del poder, sea este el
clero, la institución militar o el
gobierno, controladoras de un
cautiverio en una cárcel militar,
que compara con su nación. En
consonancia con la generación
beat, exalta el cuerpo y sus pla-
ceres. El delito de su héroe es
ser negro, costeño, hijo natural,
proceder de un barrio pobre y,
sobre todo, haber soñado un
cuerpo. Destaca la condición
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81. biblioteca de literatura afrocolombiana 79
xivObra poética
cimarrón en la lluvia
jornadas del tahúr
Alfredo Vanín
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82. 80 manual introductorio
alfredo vanín Nació
en 1950 en el poblado de Saija,
sobre el río del mismo nom-
bre, jurisdicción del municipio
de Timbiquí, región pacífica
caucana, entre la cordillera y el
mar. Creció en la vecina Gua-
pi, en Buenaventura y en Cali.
Ha sido profesor, periodista e
investigador cultural. Como
escritor, su obra abarca poesía,
narrativa y ensayo. Dirige ta-
lleres de formación literaria y
es consultor en instituciones y
organizaciones sociales. Varias
veces ha sido condecorado, pre-
miado e invitado a festivales y
certámenes internacionales de
poesía.
*
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83. biblioteca de literatura afrocolombiana 81
Los dos libros aquí de nue-
vo publicados son el primero
y el último de su producción
poética: Cimarrón en la lluvia
de 1991 y Jornadas del tahúr
de 2005. En ellos las palabras
entregan un territorio de lluvia,
vegetación desbordada y ríos
de barro y fábula. Ofrecen un
mundo de pueblos estancados
donde los niños abandonan sus
cuerpos desnudos sobre troncos
salpicados, y los adultos viven
con la piel húmeda y salada, en
la incertidumbre absoluta que
les viene de sus ancestros escla-
vizados. Entran en el espacio-
tiempo de la memoria ancestral
de pueblos que asociaron la
imagen de navíos europeos en
el horizonte con el terror de la
esclavitud. Narran un mar que
también lleva y trae barcos de
China y Japón, por el que viajan
agazapados jóvenes que huyen
de la pobreza en busca de una
oportunidad en el norte. Los
naipes y dados ciegos que dis-
traen sus fatigas son una metá-
fora del azar al que le juegan la
vida, el amor y la muerte en las
tardes del bar.
He aquí la advertencia del
prologuista Juan Diego Mejía:
Vanín va y viene del amor al
recuerdo, del sueño a la certeza
de que nada está seguro, porque
a cada minuto la pesadilla
puede regresar… El lector está a
punto de escuchar una voz que
habla por muchas otras voces.
En breve, iniciará un recorrido
por el mundo de un poeta que
ha vivido con honestidad su
búsqueda de los lazos invisibles
que lo conectan con Alfredos
de otros tiempos. Porque Vanín
fue fiel a su pueblo y cantó lo
que vio en su entorno.
*
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85. biblioteca de literatura afrocolombiana 83
Rómulo bustos aguirre
nació en 1954 en Santa Catalina
de Alejandría, Bolívar, un muni-
cipio a 35 kilómetros de Carta-
gena. Cursó derecho y tiene una
maestría en Literatura Hispano-
americana en el Instituto Caro
y Cuervo. Actualmente adelanta
un doctorado en Literatura en
la Universidad Complutense de
Madrid. Confiesa que su primera
vocación es el dibujo. Ha reali-
zado exposiciones individuales
y colectivas, e ilustrado revistas.
Ganó los premios nacionales de
poesía de la Asociación de Es-
critores de la Costa en 1985 con
su primer libro, y del Instituto
Colombiano de Cultura, Colcul-
tura en 1993, con el tercero. En
2009 recibió el Premio Blas de
Otero de poesía de la Universi-
dad Complutense de Madrid con
su poemario Muerte y levitación
de la ballena. Ha escrito diversos
ensayos sobre literatura del Ca-
ribe colombiano. Es profesor de
literatura en la Universidad de
Cartagena y fundador de la revis-
ta En Tono Menor.
*
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86. 84 manual introductorio
Ha publicado El oscuro se-
llo de Dios, 1988; Lunación del
amor, 1990; En el traspatio del
cielo, 1993; Palabra que golpea
un color imaginario, 1996; La es-
tación de la sed, 1998; y Oración
del impuro, obra reunida, 2004,
el cual se vuelve a editar en esta
Biblioteca. De estos libros da
cuenta la obra congregada en la
presente colección. Los poema-
rios guardan entre sí una línea
que se puede rastrear. El prime-
ro se adentra en la intimidad, el
interior del poeta, con motivos
propios como las presencias
irreconocibles que lo habitan,
la imagen del ángel en tanto
recurso para lo innombrable,
el ser forastero para sí mismo,
y cierta miseria y vacío en la
concepción de la existencia. La
obra posterior ilumina este co-
mienzo e incorpora la imagen
del cuerpo como encarnación
de la idea del amor, en una
especie de mística pagana. Se
abre luego el exterior del poeta,
poblado de traspatios, árboles,
el camajorú, cuyo fruto comen
los ángeles, el mango, el ciruelo,
el matarratón, el roble, el coco,
el tamarindo, la hoja de bijao, el
arroz pilado y, claro, el mar.
En un prólogo sugerente, el
novelista Roberto Burgos Can-
tor hace el siguiente sumario so-
bre la poética de su coterráneo
Bustos:
El croquis poético de Bustos
Aguirre se habitó, generoso y
evocador, para comprobar que
todo está, que la poesía revela
y anuncia sin composición de
lugar, que desde allí y desde
allá se enfrenta la misma
agonía, el vacío horizonte y la
insomne nada. Y el poeta como
un rescatador de restos de
naufragio funda la imaginación
inacabable de la libertad.
*
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87. biblioteca de literatura afrocolombiana 85
xviAntología de mujeres poetas
afrocolombianas
recopilación y prólogo
guiomar cuesta y alfredo ocampo
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88. 86 manual introductorio
En 1986 llegó la primera
afrocolombiana al Segundo En-
cuentro de Poetas Colombianas,
que se celebra desde hace vein-
ticinco años sin interrupción en
el Museo Rayo de Roldanillo,
Valle del Cauca. Se trata de Ana
Milena Lucumí Orosteguí, naci-
da en Cali, quien luego se radi-
có en Puerto Rico. En 1988 hizo
su aparición María Teresa Ra-
mírez, hoy una de las Almane-
gras, como se las conoce en este
encuentro. Luego se integraron
Mary Grueso y Elcina Valencia.
El sello característico de la obra
de estas poetas afrocolombianas
es la estructura rítmica musical
del poema. El pulso del ritmo
es como un tambor presente o
imaginario, consciente, incons-
ciente o supraconsciente, visible
o invisible, que hace mover los
pies sobre la tierra. En esta an-
tología se incluye una selección
de más de cincuenta poetas de
varias generaciones que dan
cuenta de la enorme vitalidad
de la poesía femenina afroco-
lombiana.
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89. biblioteca de literatura afrocolombiana 87
Es en el ritmo autóctono de
la poética afro en las Américas
en donde se escucha la percusión
de los tambores africanos y en
especial del tambor yoruba. La
complementan la utilización
de la onomatopeya y palabras
musicales inventadas. Con an-
tecedentes en las vertientes de
Candelario Obeso, Jorge Artel
y Manuel Zapata Olivella, las
poetas dan mucha importancia
a las tonalidades suaves y fuer-
tes de las letras, así como a los
varios sonidos cortos y largos de
las vocales. Este ritmo se viene
trasmitiendo a través de la músi-
ca y del canto, pues la estructura
cantada es dominio de voces
femeninas. Al lado del cuentero,
el decimero y los rezanderos, las
cantadoras rememoran al griot
africano, relator de cosmovisio-
nes, de historia y genealogías, de
sabidurías sagradas y profanas.
La palabra es además escalera
para trepar al mundo de las di-
vinidades, igual que sucede con
los macumberos del Brasil o los
santeros de Cuba.
Guiomar Cuesta Escobar y
Alfredo Ocampo Zamorano,
prologuistas, valoran así el tra-
bajo de las escritoras:
Estas poetas afrocolombianas
están renovando y subvirtiendo
con su obra un viejo canon
de poesía. Ellas no solo
recogen la tradición rítmica
de la poesía que heredaron
de sus vertientes africanas,
transmitida de forma oral y
musical, sino que establecen
una nueva perspectiva con su
dicción, con su intención, con
su transignificación.
*
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91. biblioteca de literatura afrocolombiana 89
rogerio velásquez
murillo nació en Sipí, Chocó,
en 1908. Estudió en Tunja y Po-
payán, y se graduó de etnólogo.
Publicó sus investigaciones y
ensayos en diferentes medios
como la Revista Colombiana de
Folclor, la Revista Colombiana de
Antropología, la Revista de la Uni-
versidad de Antioquia, el Boletín
Cultural y Bibliográfico del Banco
de la República, y en periódicos.
Fue novelista, poeta, historiador,
etnólogo, educador, humanista.
En los años cincuenta fue repre-
sentante a la Cámara del Partido
Conservador por su departa-
mento. Como teórico, concep-
tualizó sobre el pueblo negro,
para el que acuñó el concepto
de negredumbre, que relaciona
negros con muchedumbre, pues
según él, estos actúan de manera
colectiva, como comunidad, y
nunca, o casi nunca, de manera
individual. Murió en Quibdó en
1965, cuando era rector del cole-
gio Ricardo Carrasquilla.
*
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92. 90 manual introductorio
Germán Patiño subraya en
el prólogo este particular estilo
de sus ensayos:
Es una especie de hibridación
entre ciencia y literatura,
en la que la belleza de la
expresión resulta de tanta
importancia como la carga de
la prueba. En este sentido la
interpretación alcanza ciertos
ribetes de tensión dramática,
que parecerían más propios
de la ficción literaria, pero que
también están presentes en los
acontecimientos históricos.
*
Los textos reunidos en esta
colección son ensayos sobre
historia, etnografía, literatu-
ra y narración oral. El autor
nunca pretendió mantener
fronteras muy definidas entre
una y otras disciplinas, sino
ejercer una confluencia de
saberes. Aborda temas como
la independencia en el Chocó,
las fiestas de San Pacho, los
instrumentos musicales, el
vestuario de los negros, la ca-
noa chocoana, los gentilicios
africanos, la esclavitud en la
novela La María, leyendas
de la raza negra, y letras de
canciones locales. Son textos
luminosos donde campean el
rigor, la bella expresión y una
pasión incontenible por su
tierra y su gente. Velásquez fue
un pionero de la nueva historia
en Colombia y un historiador
transmutado en literato. Ex-
presa sus ideas apelando a re-
cursos narrativos y a imágenes
poéticas, de modo que el estilo
literario cuenta tanto como los
acontecimientos narrados.
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93. biblioteca de literatura afrocolombiana 91
xviiiManuel Zapata Olivella, por
los senderos de sus ancestros
textos escogidos
recopilación y prólogo
alfonso múnera
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94. 92 manual introductorio
Los ensayos aquí recogidos,
escritos por Manuel Zapata Oli-
vella entre 1940 y 2000, cubren
desde artículos de periódicos
regionales de la década del cua-
renta, hasta conferencias de los
años noventa. Zapata escribió en
revistas como Cromos, Sábado, y
sobre todo en Letras Nacionales,
órgano literario que fundó en
1965. Sus cuarenta y dos números
aparecieron de modo intermiten-
te a lo largo de veinte años. Antes
de convertirse en libros, sus tesis
fueron expuestas en esta variedad
de artículos. Sus planteamien-
tos pueden resultar familiares
hoy, pero no eran comunes en
aquellos años. Zapata es uno de
los escritores colombianos más
leídos y traducidos en el exterior,
después de García Márquez, pero
aún es poca la comprensión de
sus dotes de ensayista, geniales
intuiciones, análisis premonito-
rios, reflexiones y críticas tem-
pranas al colonialismo cultural, y
radical defensa de lo que englobó
bajo el concepto de «nacionalis-
mo literario».
*
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95. biblioteca de literatura afrocolombiana 93
Su audaz corpus teórico
abarcó también temas de
folclor nacional, literatura,
política, problemas sociales,
racismo, discriminación y
cultura de los de abajo, «de
los analfabetos y semianalfa-
betos», como llamaba al 80*
de los colombianos que a su
juicio componen el substrato
de nuestra literatura escrita.
Zapata demostró cómo la li-
teratura nace cotidianamente
en la conversación del boga,
la letra deforme del niño, la
copla del tiplero, la prédica del
cura. Pensó la nación como
un todo, integrado por fuerzas
creativas heterogéneas, en las
que afros y nativos juegan un
papel central. Es valiosa su
intuición acerca del papel de
la espiritualidad africana en el
porvenir del mundo. Lamenta
que mientras hay acuerdo en
admitir el influjo de Grecia en
la raíz de nuestra civilización,
del racionalismo francés en el
pensamiento contemporáneo,
de la filosofía alemana en el
dominio de la abstracción
pura, de la praxis rusa en la
revolución marxista mundial,
se soslaya en cambio el im-
pacto emocional y religioso
de África en la civilización
contemporánea.
Alfonso Múnera, en la
introducción, destaca a Zapata
como,
[…] miembro importante
de ese conjunto de
intelectuales caribeños y
latinoamericanos que en
los años cincuenta, sesenta
y setenta construyeron el
pensamiento poscolonial más
rico en intuiciones, metáforas
y reflexiones sobre nuestros
destinos nacionales.
*
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