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LOS TERRITORIOS: ESPACIOS EN CONFLICTO
                                           Parte 1




                                                                PAUL. A MAQUET MAKEDONSI
                                                                                   12.1.12




ORÍGEN DEL CONCEPTO “TERRITORIO”

La palabra territorio, del latín territoriun está formada por la raíz “terra” (tierra) y por el
sufijo “orio” (pertenencia – lugar). Se refiere, a la tierra ocupada de una nación, una
región u otra división política, En términos generales tienen una frontera y se
mantienen a la expectativa de cualquier intento de invasión foránea. En el caso de
Roma Antigua los territorios conquistados o asimilados gozaron de distinto estatus
jurídico de acuerdo con su ubicación frente al Imperio. Por extensión, de manera
figurada “territorio”, alude al área en la que una persona se desempeña con
comodidad [1]. La idea de territorio aplicada al mundo animal por analogía surge a
partir del estudio del comportamiento de los animales, de defensa en un espacio vital
propio. Fue introducida por el ornitólogo británico Eliot Howard en 1920 y por la
ornitóloga norteamericana Margaret Morse Nice en sus estudios sobre el ave
“Melospiza Melodía”; y popularizada por Robert Ardrey en su libro “El Imperativo
Territorial”[2].

Poco tiempo después la botánica descubrió que al igual que los animales, las plantas
también defienden su territorio. Como ejemplo se cita con frecuencia el caso del
nogal que libera un compuesto que mantiene a las otras plantas lejos de su sombra, lo
que le permite usar todos los nutrientes del suelo para él solo[3]. De una manera más
general, las plantas compiten entre sí por la luz, los minerales del suelo y el agua.
Sobre esta base la naciente ecología[4], que para explicar la relación entre los seres
vivos en un espacio determinado acuñó el concepto de “comunidades vegetales”,
reseñada por el botánico danés Eugenius Warming en su libro "Plantesamfund" en
1895. Señala Warming que el término "comunidad" implica diversidad pero al mismo
tiempo uniformidad toda vez que se refiere a todas las poblaciones que ocupan un
área definida. Ella se hace visible cuando el ambiente físico (luz, calor, humedad, aire,
nutrientes, suelo, agua) permite compartir los elementos o cuando un número de
 formas diferentes se articulan en torno a un componente. Lo cuál querría decir que en
el mundo vegetal existe competencia pero también complementariedad. “El
compañero de mesa es más que un compañero en la mesa” fue una expresión
recogida por Warming para evocar el beneficio mutuo de la vida en comunidad tanto
para humanos como para las plantas.

R. Park y Roderick D. Mackezie[5], entre otros (p.e. E. Burguess), aplicará años más
tarde este enfoque para abordar el estudio de las comunidades humanas y de los
territorios, en lo que llamaron la “Ecología Humana” (que es como también se conoce
a la Escuela de Chicago). Dice Park: “Al interior de los limites de todo territorio natural,
las poblaciones tienden a distribuirse de acuerdo a formas definidas y típicas. Todo
grupo local deja ver una configuración más o menos definida de sus componentes
individuales. La forma que toma esta configuración, o – en otros términos – la posición
de los individuos unos en relación con los otros en la comunidad constituye lo que
Durkheim y su escuela llamaban el aspecto morfológico de la sociedad” [6]. R.
Mckenzie por su parte define a la ecología humana como “el estudio de las relaciones
espaciales y temporales de los seres humanos en tanto que afectados por los factores
de selección, distribución y adaptación ligados al medioambiente” [7].

De esa fecha a esta parte el concepto de Territorio ha sido examinado desde diversos
puntos de vista y ha tenido un largo recorrido en las ciencias sociales, afirmando
siempre su ser como espacio habitado y con memoria, que cambia con el tiempo, en la
medida que cambian las relaciones entre seres humanos, entre sociedades y entre
ambos y la naturaleza. Son, en efecto las sociedades las que construyen los territorios,
o los que destruyen según sea el caso (Cuando sucede esto último, casi siempre por
motivos de conquista como fue el caso de la invasión española, o de extracción de
recursos naturales, Cajamarca, Norte del Perú nos estamos refiriendo a la destrucción
del ecosistema, es decir, de los seres vivos y del espacio natural).

La pertinencia de poner el acento en este aspecto de la problemática por el renovado
protagonismo que están adquiriendo los territorios, por los nuevos roles que tienen y
por el hecho que tienen y por el hecho que están reforzando sus identidades a pesar
de la tendencia a la estandarización propia de la globalización de lucha entre diversos
actores por el control de esa potencialidad en crecimiento de los territorios, está en
curso. Nuevos agentes intervienen para reformar los territorios sin que estos últimos
tengan asegurado un amparo firme del estado nacional. Asistimos así a lo que se
podría llamar territorios (y por lo tanto poblaciones y biósfera) vulnerables y en peligro.
La legislación sobre la cual se asientan las políticas nacionales, que continúa
concibiendo a los territorios urbanos o rurales, esencialmente como contenedores o
centros de interés para las inversiones, separados de las comunidades vivas, no
ayuda a aliviar esta situación. Lo mismo pasa con el ordenamiento territorial si es
considerado básicamente como un ejercicio técnico de zonificación, asignación
funcional y localización de centros poblados, antes que como un proceso social que
busca garantizar una relación equilibrada entre los seres vivos, las sociedades y la
biósfera en la perspectiva del bienestar y el desarrollo.

[1] Diccionario Manual de la Lengua Española, Vox © 2007, Larousse ditorial, S.L.
[2] http://es.wilkipedia.org/wiki/territorio-(animal), 8.1.12
[3] http://es.paperblog.com/clasificacion-de-las-plantas-34790, 8.1.12
[4] Eugenius Warming, “Las comunidades Vegetales”, citado por Robert Ezra Park en: La Communauté
Urbaine : Un modèle spatial et un ordre moral », en : “L’École de Chicago”, Textes traduits el présentés
par Yves Grafmeyer et Isaac Joseph, RES, Champ Urbain, AUBIR, París 1979.
[5] “Ëcole de Chicago”, Op. Cit: “L’Approche Ëcologique Dans L’Ëtude de la Communauté Humaine ».
[6] Op. Cit. P. 198.
[7] Op. Cit. P. 150.
GEOGRAFIA Y TERRITORIOS

Para la geografía el territorio, como espacio inscrito en determinados límites políticos
administrativos, es la base que permite el desenvolvimiento de la sociedad y el
sustrato espacial donde se expresan las políticas del estado. Sus principales atributos
son el físico – natural y el poblacional. Es contenedor de la actividad productiva, de
una red de centros poblacionales y de una organización política y administrativa.

La geografía contemporánea tiene dos vertientes principales: La geografía física,
descriptiva, basada en la información cuantitativa: y la geografía humana, que analiza
la superficie terrestre y sus paisajes asociados, tanto naturales como humanos, que
adquirió carácter científico en el siglo XIX, con los aportes de dos geógrafos alemanes:
Alexander von Humboldt (1769-1859) y Carl Ritter (1779-1859).

Esta rama de la geografía se especializa en el estudio de las colectividades humanas
y en la transformación que sus actividades generan en la superficie terrestre. Su objeto
de estudio, por tanto, son los paisajes humanizados. Está subdividida en grandes
áreas de conocimiento: geografía de la población, geografía rural, geografía urbana,
geografía política y geografía ambiental.

Incursionando en el estudio de las corrientes contemporáneas dentro de la geografía,
Claudia A. Baxendale afirma en un artículo reciente que en los años 70 primó la
“geografía radical” (expresión de la la Teoría Crítica de la Escuela de Frankurt), que
cuestionaba el paradigma positivista ante su fracaso para resolver los problemas
sociales existentes.

Esta “teoría crítica” pretendía integrar el conocimiento puro con la acción para dirigir la
investigación hacia fines “socialmente significativos”. Cuestionaba la “objetividad” del
científico toda vez que se le consideraba parte del objeto estudiado, y apelaba a la
historicidad para entender los fenómenos de la realidad. Al interior de la geografía
crítica se distinguen dos corrientes principales: a) La geografía crítica marxista, que
considera el espacio como un producto determinado por lo social. Entre los geógrafos
que trabajan en esta perspectiva se menciona a Ives Lacaste, David Harvey, Richard
Peet y Milton Santos; y b) la geografía de la percepción, relacionada con los enfoques
fenomenológicos y existenciales, que valora el espacio vivido y prioriza el análisis de
las imágenes espaciales y los mapas mentales que los individuos forman de su
espacio. Bajo este paradigma el análisis se traslada del espacio como concepto
abstracto al “lugar”, como ámbito de la existencia real. Los geógrafos característicos
fueron, entre otros, Carl Sauer (estudios de geografía cultural en los años 20) y Yi-Fu
Tan, que en los años 70, incorporó el concepto de “topofilia” como un neologismo “que
se refiere a los lazos afectivos que unen a los seres humanos con el medio ambiente.

Entre los 70 y los 90 se desarrollaron también otros estudios con enfoques
sistémicos donde los geógrafos se preguntan cuáles son los factores que controlan los
modelos de distribución y cómo éstos pueden modificarse para hacer que los flujos
sean más eficientes; y ambientales, que cobraron importancia a partir de la década de
los años setenta con el “Informe del Club de Roma”.
EL TERRITORIO COMO FENÓMENO COMPLEJO LA MODELIZACIÓN

El crecimiento urbano experimentado en los últimos treinta años ha llevado a intentar
descubrir cómo y por qué crecen las ciudades. Una corriente importante en esta
perspectiva es aquella que base su análisis territorial en la teoría de los fenómenos
complejos y propone modelos que permitan construir horizontes posibles. Una de las
principales representantes de esta corriente es Denise Pumain (1) [1]). La cuestión
fundamental para ella [2] es encontrar una teoría que permita comprender la
evolución de los sistemas territoriales y explicar el proceso ecológico y espacial que
conduce a la organización y diferenciación de sus elementos constitutivos. Partiendo
de la observación, empieza por constatar que las diferencias de dimensión de las
ciudades (y todos los indicadores asociados a ella) se reflejan en la historia de los
efectos acumulativos de crecimiento urbano, y que los indicadores (agrupados por
diferenciación cualitativa) llevan a ciclos de innovación y de "generación" de las
ciudades. En ese marco el problema que plantea es cómo pasar de la constatación
de estas regularidades al análisis de los procesos, y a la identificación de las
"combinaciones" generadoras del cambio. Para resolverlo se apoya en las teorías de
la auto-organización, donde los sistemas físicos tienen en cuenta dos niveles de
análisis: El nivel microscopio, constituido un gran número de elementos que
interactúan, y el nivel macroscópico, donde aparecen fenómenos físicos no
 directamente predecibles a partir del conocimiento de los elementos microscópicos.
La teoría prevé que varias configuraciones son posibles para un sistema a escala
macroscópica a partir de una misma descripción microscópica. La dinámica de estos
sistemas combina trayectorias estables y momentos de inestabilidad durante los
cuáles el estado macroscópico del sistema puede evolucionar hacia diversas formas
de organización de manera imprevisible. Ello implica los supuestos de irreversibilidad
del tiempo, la imprevisibilidad del futuro y la singularidad de las trayectorias cada
sistema.
Para la geografía, siempre de acuerdo a Puiman, esta teoría tendría tres intereses: a)
permitir la superación de la oposición entre el estudio de casos individuales o el
establecimiento de leyes generales, que marcó el debate geográfico de los años
setenta: La teoría de la auto-organización permite explicar cómo procesos generales
idénticos pueden producir efectos y estructuras diferentes en función de condiciones
iniciales y valores de los parámetros que controlan las interacciones y su evolución.
Así, la libertad de elección de los actores o las preferencias la cultura por ejemplo, ya
no están excluidos del análisis debido a que no son compatibles con la producción de
regularidades de los procesos; b) repensar la diversidad geográfica, no como el
producto de una combinación contingente que permite todas las asociaciones
posibles, sino como el producto de algunos procesos que se desarrollan al interior de
ciertos marcos y temporalidades que se trata de medir y jerarquizar; c) las
particularidades de las entidades geográficas son explicables por una sucesión original
de trayectorias estables y bifurcaciones de acuerdo a una evolución que se desarrolla
por saltos y que encamina al sistema hacia centros de atracción distintos. Las
estructuras observadas en un momento dado forman parte de esta “historia” particular
producida por una dinámica genérica y por lo tanto, todas las asociaciones cualitativas
de propiedades no son igualmente probables. Por lo tanto, una tercera fuente de
                                                            
1  [1] Denise Pumain (nacida en 1946) est una géografa françesa, especialista en urbanismo y
modelisation en ciencias sociales. Es profesora en la Universidad Paris 1 Pantheon Sorbona y miembro
del Instituto Universitario de Francia. Fundadora de la revista europea de geografía Cybergeo , codirige la
revista Espacio géografico y la colección « Villes » de Anthropos.
[2]” Une approche de la complexité en Géographie”, Géocarrefour Numéro Vol. 78/1 (2003) Les
références des géographes / Référence électroniqueDenise Pumain, « Une approche de la complexité en
géographie », Géocarrefour [En ligne], Vol. 78/1 | 2003, mis en ligne le 23 mai 2007. URL :
http://geocarrefour.revues.org/75
 
interés es la liberación del carácter inevitable de la historia en la explicación de las
entidades geográficas. Según Pumain, estamos ante una nueva manera de entender
 la evolución de los lugares, que permite caracterizarlos como realización dada entre
toda una variedad de resultados posibles al interior de un sistema dinámico. La
modelización de estas probabilidades, Los modelos de simulación proveen una
explicación estandarizada de una trayectoria dinámica en un proceso evolutivo
genérico.

Las teorías de la complejidad actuales ponen el acento en un nuevo concepto:"la
estructura emergente". La Idea, ya presente en la física con la auto-organización,
añade una nueva connotación: la creación, que permite que desde el propio sistema
pueda aparecer una nueva categoría de objetos o de atributos, una estructura, un
sistema nuevo, o incluso nuevas normas establecidas por los protagonistas de un
juego de simulación.

Denise Pumain [1] sostiene que la aparición de estructuras y propiedades reactivas o
cognitivas, producto de las interacciones entre los agentes y las entidades que operan
a diferentes niveles pueden ser reproducidas a través de modelos de simulación que
ayudan a comprender cómo la emergencia de factores se puede producir en una
variedad de contextos. Para demostrarlo propone el análisis de un modelo geográfico
que simula la existencia de un sistema estructurado de ciudades que surge en un
territorio a partir de las interacciones que se producen entre las distintas localidades.
  En esta relación, el nivel del sistema de ciudades influirá en cada localidad a la vez
que actuará como activador de desarrollo urbano en todas ellas. De hecho, según ella,
 parece posible aplicar este postulado genérico a distintos sistemas de ciudades,
pero haciendo hincapié en el hecho de que el contexto histórico y geográfico, influyen
de manera importante en la estructuración de los sistemas urbanos concretos. Aún
más, agrega que la mayor parte del tiempo nos encontramos con diversos niveles de
emergencia fenomenológica y de aspectos de los procesos sociales que tienen que
ser considerados simultáneamente. Esto tiene consecuencias importantes para la
modelización, incluyendo los problemas de identificación y categorización de los
subsistemas que interactúan, así como la delimitación de los propios sistemas a
analizar. En ese contexto, Pumain propone el desarrollo de modelos basados en la
observación de los agentes (las entidades geográficas), toda vez que son modelos
que asumen la hipótesis de auto-organización, y que además permiten una flexibilidad
mucho mayor en la descripción de las interacciones sociales. Según ella, la
característica multi - agentes de estos modelos permiten simular las interacciones
espaciales y su evolución.

La propuesta considera establecer normas que permitan efectuar una lectura
inequívoca de los datos, que pueden ser adaptadas a diferentes escalas espaciales y
temporales. Sobre esta base se simula la aparición de estructuras colectivas o
globales que se pueden probar estadísticamente. Los modelos pueden incluir una
variedad de agentes (espacios geográficos) con diferentes propiedades
(heterogéneos).

Para que este proceso sea útil, señala la autora, se debe tener en cuenta el
conocimiento que se ha establecido sobre el comportamiento observado en el espacio
geográfico. Por ejemplo, los modelos destinados a simular el comportamiento de las
multitudes se basan en los movimientos de los peatones en las calles, los modelos
diseñados para predecir el uso de modos de transporte se concentran en la asignación
del presupuesto de tiempo y los programas de actividades de los habitantes de las
ciudades, los modelos para la ubicación de las tiendas incluyen hipótesis acerca de las
decisiones espaciales y económicos de los consumidores. Sin embargo, cuando se
consideran ámbitos geográficos y temporales mayores, se encuentran todavía vacíos
con respecto a la comprensión de las propiedades específicas y los efectos de nuestro
comportamiento en el espacio como individuos.

Al definir a las ciudades como agentes, Pumain señala que el objetivo del modelo es
reproducir las propiedades emergentes de los sistemas de las ciudades en una escala
macro a través de la simulación de las interacciones que se producen entre las
distintas ciudades, en correspondencia con la hipótesis principal de la auto-
organización en sistemas complejos, según la cual las propiedades emergentes en el
nivel superior se producen a través de interacciones en el nivel inferior. Se simula así
 la aparición y el mantenimiento de una jerarquía urbana a través de un proceso de
crecimiento de la población de las ciudades en función de los intercambios
económicos que mantienen. En cualquier etapa de la simulación, cada ciudad tiene
una oferta de bienes y servicios que produce de acuerdo a la función urbana que
cumple. La cantidad producida depende de la fuerza de trabajo que se dedica en la
ciudad a esta actividad, y a un rango de productividad que es específico para cada
función en el momento dado. Esta oferta disponible se ofrece en el mercado de otras
ciudades que tienen demanda de este producto y son accesibles en un determinado
rango espacial. El resultado del saldo de todos los intercambios afectará a la riqueza
de la ciudad (acumulación o reducción), a la población (tasa de crecimiento con un
factor aleatorio positivo o negativo), y al reparto de la fuerza de trabajo. Es este
proceso de intercambio en un mercado el que puede introducir un diferencial de
crecimiento más o menos rápido entre las ciudades, de acuerdo con su éxito desigual
en el mercado. El mismo, a su vez impulsa la dinámica urbana a nivel local al
transformar de manera progresiva el perfil económico de las ciudades.


[1]Modelización de los procesos de surgimiento de las ciencias humanas y sociales
Denise Pumain, Université Paris I, Instituto Universitario de Francia/
pumain@parisgeo.cnrs.fr/ En: ACADÉMIE EUROPÉENNE INTERDISCIPLINAIRE DES SCIENCES
 www.science-inter.com/EmergencePumainfr.doc.
EL URBANISMO Y LA ARQUITECTURA

El “territorio” desde la arquitectura y el urbanismo es semejante a la de la geografía
porque lo concibe como un espacio físico con determinadas características (relieve,
altura, clima) y como espacio habitado. Para la arquitectura y el urbanismo son
importantes el ser humano y las transformaciones que el hombre realiza en el
territorio. Por eso la responsabilidad que tiene el urbanismo es organizarlo y
acondicionarlo. Labores esenciales desde que el hombre abandonó la caza y la
recolección por la agricultura, transformó el ambiente e ideó mecanismos para
garantizar la reproducción, protegerse de las amenazas del entorno y facilitar los
desplazamientos e intercambios económicos, sociales, políticos o culturales. El
“espacio natural” es el resultado de estas múltiples intervenciones humanas previas,
orientadas a obtener provecho de las condiciones específicas de cada espacio
geográfico: clima, relieve, recursos.

El ordenamiento del territorio es una respuesta al desequilibrio creciente campo -
ciudad originado por el industrialismo de fines del siglo XIX. Y el acondicionamiento
territorial busca atenuar sus efectos negativos en la ciudad (procesos acelerados de
urbanización e implantación desordenada de las empresas, habitaciones y
equipamientos, que obligaron a formular las primeras normas de salubridad pública y
ordenamiento espacial). La planificación urbana nació en Inglaterra a mediados del
siglo XIX para mitigar los efectos “ambientales” que produjo el crecimiento urbano en
la población, debido al traslado de los medios de producción y de la población del
campo a la ciudad. Se buscaba, por razones de salud pública, garantizar la separación
de la industria y del comercio de las zonas residenciales y reducir la densidad de la
población.

Esta preocupación, recogida por personajes como Owen, Fourier o E.Howard, sería
retomada en los años 20 por los arquitectos que dieron vida a los Congresos
Internacionales de Arquitectura Moderna. De acuerdo a lo que proponía esta corriente,
el urbanismo debía ayudar a organizar las funciones de la vida colectiva en la ciudad y
en el campo, a saber, la vivienda, el trabajo y el ocio. Los medios por los cuales se
habrían de cumplir estas funciones, eran la distribución del suelo, el reglamento de
circulación y la legislación. Estos conceptos se ampliaron en 1931 en el Congreso del
CIAM realizado en Atenas, que dio lugar a la “Carta de Atenas”, que propuso una serie
de medidas para enfrentar los problemas de las ciudades, principalmente europeas.

La planificación urbana adquirió un peso cada vez más importante como instrumento
para el ordenamiento urbano, aunque la zonificación perdió fuerza debido a aspectos
tales como los costos, de transporte. Cobraron vigencia otros enfoques relativos a la
planificación urbana, como el “participativo, que fue dejando poco a poco el plano casi
exclusivamene espacial para abordar el social. El arquitecto John Friedman en 1965
(“Introducción al Estudio y Práctica de la Planificación), sostenía que la planificación es
una forma de pensamiento, una manera de abordar los problemas sociales, un
instrumento de la razón, que habría de permitir a la sociedad “ orientar su desarrollo
ulterior, asegurando en todo momento el bien social máximo”. Con ello Friedman salía
al frente de las formas tradicionales de planificación derivadas del pensamiento
funcional del urbanismo moderno, que no tomó en cuenta suficientemente el contexto
concreto de cada realidad específica.

En “Ciudades Sin Rumbo” José Luis Coraggio retoma a Christian Topalov que
sostiene que el modelo de los planes reguladores tiene su origen en la Europa del
siglo XVIII “Donde las primeras intervenciones estatales nacen con la separación entre
lo público y lo privado al convertirse la salud pública afectada por decisiones privadas,
en asunto de estado”. –Continúa Coraggio- “ (Con este antecedente) en los años 50
encontramos como principal modelo de intervención pública urbana el plan regulador,
encargado de imponer orden racional a una realidad trastornada por el crecimiento
caótico e irracional que viene de afuera, del campo”.

En la década de los años 70 los estudios sobre urbanismo y planificación en América
Latina estuvieron muy influidos por la sociología urbana estructuralista, principalmente
por Manuel Castells, que en la “Cuestión Urbana” critica radicalmente la planificación
urbana, como instrumento funcional a una lógica de apropiación del espacio por parte
de las clases dominantes, y de segregación espacial. Para él, el espacio era un
terreno de conflicto social entre intereses que pugnaban por dotar a la ciudad de un
determinado significado, de una función y de una forma.

Pasada la hora de los pensamientos globales, los científicos sociales de la década de
los 90 se abrieron a un tipo de análisis más bien sectorial y específico de los múltiples
problemas urbanos existentes. La planificación urbana, abandonó la pretensión
explicativa de los fenómenos urbanos y (de la mano con las urgencias específicas de
ciudades empobrecidas y en crisis) se abocó a diseñar programas y proyectos
sustentados en la “planificación estratégica”.
SOCIOLOGIA Y ANTROPOLOGÍA

Más allá de los enfoques principalmente cuantitativos de la sociología (predominantes
a inicios del siglo XX), los exponentes de la después conocida “Escuela de Chicago”,
recogieron la aproximación cualitativa, comprensiva, de la sociología alemana, para
aplicarla a la ciudad. Como sabemos, las ciudades norteamericanas, particularmente
Nueva York y Chicago crecieron exponencialmente en ese tiempo, por el nutrido arribo
de inmigrantes europeos y de los propios connacionales, muchos de ellos afro
descendientes.

Dos destacadas figuras de esta corriente fueron Isaac Thomas y Robert Park. El
primero, reflexionando en torno a la importancia de la comunidad en el territorio, y el
segundo, llamando la atención sobre la “racionalización” de la actividad humana en la
ciudad, el espíritu competitivo y el desarrollo de relaciones secundarias.

Otro representante de esta corriente, Luis Wirth escribió en 1938 un trabajo que
llegaría a ser paradigmático: “El Fenómeno Urbano como Modo de Vida”. Donde
define a la ciudad desde una perspectiva que incide en el análisis de las
interrelaciones que se establecen en ella: “La ciudad es una forma específica de
asociación humana con un modo de vida distintivo”. Algunas de características de
estas interrelaciones serían: Variedad, diversidad, “lejanía” entre unos y otros,
contactos superficiales, roles segmentados, anonimato, erosión de la solidaridad
social, desconfianza, individualización, soledad.

Esta forma de abordar los fenómenos socio- espaciales, será retomada a inicios de los
años 60 en los Estados Unidos, por el “Interaccionismo Simbólico”. Philippe Cabin
anota: “Contra el funcionalismo, los interaccionistas postulan que el hecho social no es
un dato sino un proceso que se construye en el marco de situaciones concretas”. Idea
que había sido desarrollada a principios del siglo XX por el psico- sociólogo George –
Herbert Mead (1863-1931). “Es en la dinámica de la interacción entre las personas y a
través del sentido que dan los individuos a sus acciones (de donde surge el calificativo
de simbólico), que se puede acceder a la esencia del juego social” – concluye Cabin.

Uno de los principales representantes de la corriente interaccionista es Erwing
Goffman, que siguió sus estudios de sociología en la Universidad de Chicago
analizando las interacciones sociales en la vida cotidiana. Retomando la metáfora
teatral, Goffman divide los lugares sociales en varias “regiones”: “Las regiones
anteriores (la escena), son aquéllas donde se desarrollan las representaciones: Los
actores son confrontados con el público y deben cumplir con sus roles sociales (como
el profesor en la clase). Las regiones posteriores (detrás del escenario) están cerradas
al público y el actor puede relajar su control o preparar su futura presentación”.

El pensamiento de Manuel Castells emergió como una crítica radical a la escuela de
Chicago y tuvo una gran influencia en la década de los años 70, no sólo en el mundo
de la planificación urbana, sino también en la geografía, la antropología y en la propia
sociología. La tesis central de Castells fue que la ciudad crecía y se desarrollaba a
partir de procesos socio-económicos y políticos, por decisiones humanas y no por
procesos “naturales”, ecológicos o culturales.

Hacia fines de siglo asistimos al fin de los grandes discursos interpretativos. Como
sostuvo la escuela de Franckfurt, en el siglo XX, el racionalismo, la técnica, la
“objetividad”, lejos de resolver los graves problemas de la humanidad habían sido
portadores de grandes males que pusieron en peligro el ecosistema. K. Popper ha
sostenido que la puesta en práctica de utopías radicales que buscaron cambiar el
sistema, basadas en el paradigma racionalista, sufrieron la misma suerte. Dos de los
principales postulados de la modernidad, la razón y con ella la posibilidad de alcanzar
una vida plena, habrían demostrado su ineficacia.

Ello explica en parte el surgimiento de un nuevo discurso que rompe con la lógica de la
modernidad. José Benigno Zilli Manica (Poiesis 2002, Santiago de Chile,
http://www.geocities.com/fdomauricio/) afirma que la crisis de los grandes paradigmas
ha traído como consecuencia que hoy se hable cada vez más contra de la razón y la
lógica. Se rechaza cualquier sistematización que pretenda englobar una totalidad, o
cualquier fundamentación teórica. “Lo único que cuenta es la literatura o el arte. Todo
es lúdico. En la vida social se insiste en la "diversidad," que en el fondo significa que
cada quien, viva como le parezca conveniente”.

Para Mac Augé asistimos a una etapa donde el tiempo es fugaz, el espacio se acorta y
adopta múltiples formas, y priman la soledad, el aislamiento personal y la
individualidad. Los territorios, concebidos tradicionalmente como espacios concretos,
geográficamente bien definidos, caracterizados por ser identitarios, históricos y
relacionales, empiezan a dar cabida cada vez más a lugares efímeros, impersonales,
anónimos, los “No Lugares” propios de la “sobremodernidad”. Lugares que conviven e
intercambian permanentemente roles con otros territorios o “lugares” identitarios,
históricos y relacionales.

Otra entrada al análisis del concepto de territorio parte de de la vida cotidiana como
espacio de recreación ciudadanía (Habermas, teoría de la acción comunicativa, A.
Heller, “Sociología de la Vida Cotidiana). Asociado al de “vida cotidiana, han cobrado
vigencia también otros conceptos: ”espacio local” y “espacio público”. En el Perú Pablo
Vega Centeno ha introducido la noción de “espacio social” de Ledrut: “Las diferentes
extensiones y organizaciones de colectivos humanos donde la vida discurre signada
por la proximidad espacial. La ocupación de este espacio con relativa permanencia lo
convierte en territorio propio a los ojos de sus usuarios. Es decir, sujeto a normas y
valores del grupo humano que lo habita. De ahí Remy y Voyé desprenden el concepto
de “territorialidad” que interrelaciona los comportamientos humanos con su manera de
plasmarse en un contexto espacio – temporal, facilitando a un grupo humano
determinado resolver en el espacio las ambivalencias orden/ no orden, peligro/no
peligro”.

Esta forma de entender los territorios, permite relacionar mejor éste con otros
conceptos utilizados en América Latina, como el de “barrio” (v. Pedro G. Buraglia,
profesor de la Universidad Nacional de Colombia: “El barrio: fragmento de ciudad”).
Cuenta Buraglia que ya a fines del siglo XIX el sociólogo Tönnies había dado cuenta
del languidecimiento de la vida comunitaria, como consecuencia del crecimiento de las
ciudades, y de cómo esta preocupación tomó cuerpo en la Escuela de Chicago y en
propuestas como las de Perry y Abercrombie con el Plan de Londres. “En el caso de
América Latina a menudo se menciona el barrio como un componente característico
de las estructuras urbanas, aunque con un significado generalmente marginal o
popular”. En efecto, el barrio, como asiento de una determinada comunidad, sirve –
como marco de vida de la actividad humana: Su escala permite –puntualiza– la
interacción y solidaridad entre individuos, el aprendizaje, la expresión política, el
desarrollo de una base económica y diversos niveles de privacidad necesarios para la
vida familiar y doméstica.
LA METRÓPOLI DE LOS INDIVIDUOS: ALAIN BOURDIN

No deja de ser sugerente incorporar en el análisis territorial el enfoque de los
fenómenos complejos que concibe a la historia como un proceso dinámico y plantea
que el rumbo general de un sistema puede modificarse de manera imprevisible debido
a la modificación del comportamiento de uno de sus componentes, económico social
o cultural. Sobre esta base la modelización de los cursos posibles, es un ejercicio útil
para prever los horizontes futuros.

No obstante, autores como Alain Bourdin ([1]) sostienen que los discursos que hacen
de la ciudad un objeto abstracto e inmóvil, resumido en cifras y en modelos, no logran
solucionar el problema principal que dificulta la compresión de la naturaleza y la
dinámica de los territorios: El dualismo que consiste en hacer de la ciudad el resultado
de un determinismo social, económico o político, donde la “materialidad urbana” es
tratada como el contenedor y la vida social como contenido. Esta distinción, según el
autor, soporta cada vez menos la prueba de los hechos: “Un servicio de distribución de
agua o electricidad es indisolublemente material, económico y social. Una estación un
centro comercial, o un departamento, mezclan las interacciones interindividuales, las
percepciones y los entornos ambientales, con la dimensión física de los lugares y con
la conexión a redes, sobre todo de información “([2]). Recoge la idea simmeliana de
la “forma” entendida como el conjunto indisociable fondo-forma cuya interacción crea
algo nuevo y distinto (“acción recíproca”), y sostiene que la metrópoli es un conjunto
material e inmaterial que crea una determinada civilización, la “civilización de la
metrópoli”, retomando el hilo conductor de dos artículos paradigmáticos: “Metrópoli y
Mentalidad” (Simmel, 1903 [3] ) y “El Urbanismo como Modo de Vida”(Luis Wirth, 1938
[4]). Como se recuerda, para Simmel la metrópoli de fines del siglo XIX y comienzos
del XX era antes que un objeto, un lugar dónde se forja una nueva manera de
concebir la sociedad, marcado por la racionalidad, en el que cobra importancia la
experiencia individual y cristalizan las “figuras sociales” y                  el “tipo
metropolitano”.Primero R. Park y Luego L. Wirth , como expresiones significativas de
la Escuela d Chicago, llevarían este enfoque a Norteamérica, enfatizando las
características culturales de los grupos sociales, y la densidad social.

Sobre estas bases Bourdin analiza lo que él llama “Metrópolis de los individuos”
reflexionando en torno a esta relación entre individuo y sociedad en el marco del
proceso de globalización, que le da un cariz especial a la relación; y desarrolla
aspectos tales como el consumo, la vida cotidiana, la movilidad, la inseguridad, los
contornos que adquiere la metrópoli.

Termina señalando que el concepto de territorio, tiene usualmente tres acepciones: a)
El territorio definido como el espacio de un soberano, de una autoridad política o miliar,
pero también de una religión o cultura; b) El territorio como una realidad etológica: El
espacio utilizado y apropiado por un grupo o individuo, con dos variantes: Una
naturalista (Konrad Lorenz), donde el territorio es inmutable; y una culturalista
(Gofmann) dónde es construido y reconstruido sin cesar; c) El territorio como un
sistema en equilibrio que asocia el espacio, la economía y la sociedad. Realidad
multidimensional, portadora de un “equilibrio dinámico”. Para Bourdin hoy en día es
cada vez más difícil enmarcar a los territorios dentro de estas tres acepciones. La
primera y la segunda definición, por ejemplo, resisten mal el hecho de que hoy existan
muchas soberanías y que cada quién se apropie y se represente en su propio
territorio. La tercera definición. Parece encontrar aún mayores dificultades porque las
definiciones clásicas de territorio, fundadas sobre la base de la articulación centro-
periferia, con fronteras definidas y con la idea de una concentración y dinámica en los
lugares centrales, colisionan con la existencia de centralidades múltiples y territorios
con fronteras diluidas.



[1] Sociólogo y urbanista, profesor en la Universidad de París VIII, Director del Instituto Francés de
Urbanismo. Para las referencias utilizadas ver: “La Métropole des Individus”, L’Aube, Essai, París 2005.
[2] Ibd. P 11.
[3] “Las Grandes Urbes y la Vida del Espíritu”, en Simmel:”El individuo y la libertad”, Península, Barcelona
1986.
[4] Publicado en el número 44 de la revista American Journal of Sociology”. La versión utilizada
corresponde a la traducción de Víctor Sigal, Ediciones “·3”, Bs. Aires 1962.
GEORG SIMMEL

El sociólogo alemán Georg Simmel, a principios del siglo XX analiza las
consecuencias que tiene la modernidad para el hombre de su tiempo, como lo hicieran
también entre otros Freud en el campo de la psicología, Nietzsche en el de la filosofía,
y Marx, Durkheim o Weber en el terreno de la sociología. El paso del siglo XIX al XX
había marcado un cambio de época radical en los terrenos de las ciencias y de la
tecnología, de la economía, pero también de las ideas y la cultura. El día se alarga, las
distancias se acortan; La vida rural da paso a la vida urbana; la organización
asociativa reemplaza a la comunitaria; el mercado y el dinero devienen la forma
principal de relación social. El individuo en la ciudad, el pobre, el inmigrante, se
encuentran solos y se sienten desamparados. El mundo vive una etapa de
expectativa, pero también de desconcierto y de temor ante un futuro que se presenta
incierto. En este contexto, en el campo de la sociología, para unos el objetivo principal
será identificar las patologías que surgen en las ciudades y de curarlas, desde una
óptica más bien objetivista (vg. Durkheim: “El Método Sociológico”: Diferenciar lo
normal y lo no normal; observar el objeto de estudio; medir; comparar) y para otros,
entender lo que subyace a los comportamientos sociales (Marx, Weber, Simmel) a
través de métodos de estudio sobre todo cualitativos.

La importancia de Simmel en la sociología es múltiple: Es uno de los primeros
sociólogos en tratar el problema de la modernidad desde una óptica cultural y que
desarrolla una crítica sistemática a la racionalidad individualista e instrumental de la
sociedad moderna. (en lo que algunos ven un antecedente importante del
pensamiento posterior de Habermas). Por otro lado Simmel se interesa en el análisis
de las relaciones y de los procesos, considerándosele un precursor del enfoque
interaccionista. Por último, Simmel desarrolla una reflexión amplia en torno a las
consecuencias sociales del proceso de urbanización (Vg: “Metrópoli y Mentalidad”)
que va a ser un antecedente fundamental para la Escuela de Chicago.

El enfoque cultural en Simmel

Simmel propone una diferenciación entre cultura objetiva (lo que los seres humanos
hemos alcanzado), y cultura subjetiva (nuestro manejo interno de la cultura objetiva en
la perspectiva de constituirnos en seres integrales). Sostiene que el drama de la
cultura estriba en que el hombre no es capaz de asimilar sus propias creaciones, que
éstas se autonomizan, cobran vida y adquieren lógica propia. Así por ejemplo, el
dinero, instrumento indispensable para el intercambio comercial, ha terminado siendo
una forma de relación que empobrece el intercambio, lo cosifica. Esta situación se
hace más compleja en la medida en que la división del trabajo obliga a una mayor
especialización que lleva a que lo que hace cada individuo por sobrevivir escape cada
vez más de su deseo y de su voluntad.

Las Relaciones y los Procesos

Para Simmel el análisis de los fenómenos sociales debe empezar por el examen de
esta situación .y de las formas de relación que le subyacen. Formas que tienen su
origen en lo que él denomina la reciprocidad de la acción o “acción recíproca”, definida
como la interacción que se establece entre los seres humanos, la influencia que ejerce
uno sobre el otro, y el producto que emerge de tal relación.

Existen cuatro formas sociales principales en la propuesta de Simmel: Formas
permanentes (familia, estado, iglesia, partidos políticos, instituciones en general);
Formas “formantes”, que son los esquemas preestablecidos sobre la base de los
cuáles se constituyen las organizaciones (jerarquía, competencia, conflicto,
asociación, herencia, entre otras); Las”formaciones”, que son las formas que
constituyen el marco general al interior del cual se desarrolla la socialización (política,
economía, derecho, educación, religión); y las formas efímeras, que constituyen el rito
de lo cotidiano (las costumbres).

La ciudad como escenario

Para Simmel el territorio es una consecuencia de la acción del hombre, que modela,
modifica, humaniza el espacio vacío, le da un sentido y una perspectiva. Del mismo
modo que la frontera, que antes que un atributo físico, es un hecho social producto de
una forma específica de relación que anticipa o resuelve un conflicto. En materia de
espacio dice Simmel. Que un gran reino no está constituido por una extensión
geográfica de tantas o cuántas millas cuadradas sino por las fuerzas psicológicas que
reagrupan políticamente a sus habitantes bajo un centro de dominación. Y agrega: “No
es la forma de proximidad espacial o de alejamiento lo que crea los fenómenos
particulares de vecindad o distancia, aunque ello parezca indiscutible. Ellos también
son consecuencia de contenidos puramente psíquicos cuyo desarrollo establece con la
forma espacial una relación en principio idéntica a la que esta última puede tener con
una batalla o una conversación telefónica”. Finalmente: “Cuando un cierto número de
personas juntas viven aisladas al interior de determinados límites espaciales, cada una
de ellas llena con su sustancia y con su actividad el lugar que le es inmediatamente
suyo; y entre este lugar y el de su vecino subyace un espacio vacío. Desde el instante
en el que estas dos personas entran en relación recíproca, el espacio existente entre
ellos aparece pleno y animado”.

Simmel sostiene que el territorio sobre el que una ciudad ejerce una cierta influencia
no se detiene en sus fronteras geográficas sino que - de una manera más o menos
perceptible- se extiende por todo el país mediante ondas intelectuales, económicas y
políticas. Esta es una clave para entender la noción de frontera. Dice Simmel que para
nuestro uso práctico el espacio se divide en segmentos que son marcados por
fronteras. Pero puntualiza que tomamos rara vez conciencia del hecho de que la
extensión de estos espacios particulares – y de sus fronteras - responde a la
intensidad de las relaciones que se establecen tanto a su interior como entre ellos. Las
fronteras no son por tanto delimitaciones naturales; dependen de los hombres, de sus
necesidades, de sus intereses, de la circunstancia particular que los envuelve.

El estudio de Simmel sobre la ciudad busca explicar el tipo de intercambio social que
se genera en las urbes modernas así como sus posibles consecuencias en la
formación de la personalidad. “Se trata de una aproximación al fenómeno de lo urbano
que intenta ir más allá de las categorías demográfico-territoriales, institucionales, o
económico-políticas al que habían recurrido otros autores, como Max Weber o la
escuela marxista”. A diferencia de dichas aproximaciones, Simmel veía en las
primeras metrópolis el espacio por excelencia en el que se alzaban nuevas conductas
de organización social, que marcarían la vida en las grandes ciudades a partir de la
industrialización. La realidad metropolitana era para Simmel el dato histórico y
sociológico, punto de partida para un estudio de la sociedad moderna. Simmel
desplaza el análisis de las ciudades de sus datos estructurales o económicos a la
esfera de las relaciones sociales –con especial énfasis en las formas a través de las
cuales estas relaciones son creadas por habitantes urbanos. En esta perspectiva de
análisis Simmel irá sumando conceptos relacionados con el anonimato, la libertad, la
individualización, la superficialidad, el secreto y la selección, como elementos
centrales de la realidad urbana.

Uno de sus puntos principales de análisis, gira alrededor del dinero como medio
obligado de intercambio en la ciudad. La relación entre dinero y cultura impregna la
naturaleza de la vida social urbana hasta la última de sus interacciones; ya sea porque
el valor de cambio de la moneda fomenta el anonimato y la individualización o porque
privilegia la racionalidad sobre la emotividad.

Simmel reconoce que en la metrópoli predomina la superficialidad de los contactos
urbanos como forma para hacer frente a la realidad fragmentaria, y racionalizada de
las grandes ciudades: El dinero como medio de intercambio, la sucesión sin límites de
impresiones o situaciones imprevistas y la división del trabajo, conducen al habitante a
mantener relaciones sociales basadas en la externalidad, el pragmatismo y la
especialización. Ante la complejidad y la fragmentación –de situaciones, de opciones,
de contactos- el individuo responde fragmentándose, racionalizando y racionando sus
interacciones, manteniéndolas en un plano superficial y esquematizado.


Por último, para Simmel la ciudad, como construcción social, es inacabada e
inacabable debido a que los materiales a partir de la que se genera se encuentran no
sólo en movimiento, sino en el proceso de transformación constante del que depende
para su supervivencia.

Algunas formas urbanas significativas

Los individuos se encuentran en una posición comprometida pero ambivalente, a la
vez interna y externa, de cercanía y de distancia con la comunidad. Por un lado
tienden a identificarse con la vida de su grupo de referencia, a entremezclarse y a
fundir allí los contenidos de su propia vida. Pero por el otro, observan cómo de esta
relación en el grupo surgen “entidades” autónomas, externas y distantes, que
adquieren una independencia considerable y que se manifiestan de manera más neta
en la medida en que la sociedad se hace más compleja, que crece la diferenciación y
se establecen diversas escalas entre individuos. El pobre por ejemplo, ocupa un lugar
claramente delimitado en esta escala: La asistencia que la comunidad le brinda pero
que el pobre en la gran mayoría de casos no está en condiciones de exigir, hace de él
un objeto pasivo de caridad para el grupo, que lo lleva a vivir a menudo en una
situación de “corpus vile” distanciado de la colectividad, y excluido por ella.

Como el pobre, el extranjero es otro ejemplo de articulación que implica a la vez una
exterioridad y una relación cercana. Dice Simmel que en muchos pasajes de la historia
de la economía, el extranjero ha tomado la forma del comerciante y el comerciante, la
del extranjero. En tanto que la economía está orientada hacia la subsistencia o que un
círculo geográficamente cercano intercambia sus propios productos, la comunidad no
tiene necesidad de comerciantes intermediarios a su interior; un comerciante no puede
perfilarse sino a partir de productos que son fabricados al exterior del círculo. Si no es
posible partir a comprar estos productos, es necesario que llegue a la comunidad un
comerciante, que por lo general es extranjero. Por su propia naturaleza el extranjero
no es en principio un poseedor de tierra, no sólo en el sentido físico del término sino
también en el sentido metafórico. Es esta posición la que le confiere su característica
específica de movilidad, de proximidad y de distancia. Pero, además, el extranjero,
como no tiene raíces que lo aten a los componentes particulares o a las tendencias
divergentes del grupo, adopta globalmente la actitud especial de “hombre objetivo”. El
extranjero es, finalmente, un ser libre, que puede actuar en proximidad pero con
distancia, observando las particularidades de la comunidad sin actuar en
consecuencia.

Del inmigrante dice Simmel que los miembros de una sociedad migratoria dependen
estrechamente unos de otros, pero –a diferencia de los grupos secundarios - , la
comunidad de intereses reviste principalmente la forma de lo oculto, donde prevalece
el presente, por encima de las diferencias individuales en el doble sentido de la
palabra. Como diversidad cualitativa o social y como conflictos y diferendos entre
individuos. La inmigración de por sí aísla al inmigrante. Por eso los comprometidos en
esta empresa establecen una asociación estrecha que sobrepasa las diferencias
habituales entre seres humanos. Las amistades de viaje, que para el futuro quedan
como tales, permiten una intimidad y una franqueza que no son fáciles de explicar por
razones sólo de interés. Para ello parecen concurrir tres elementos: El desarraigo del
medio habitual; las impresiones comunes del momento; ser concientes de la
separación inevitable.


Sociología
PUF, París 1999

1 Ed. 1908)
LA ECOLOGIA

Joan Martínez Alier en su libro “El Ecologismo de los Pobres”(Espiritrompa eds. Cuarta
edición, Lima marzo 2010) distingue tres corrientes principales en la ecología: El Culto
a lo Silvestre: Representado hace más de cien años por John Muir y el Sierra Club de
Estados Unidos. Más tarde, en la “Ética de la Tierra”, Aldo Leopold introduciría la
ciencia de la ecología asignando funciones diversas a los bosques. Dice Alier que esta
corriente que busca preservar y mantener lo que queda de espacios naturales,
(representada a nivel de los movimientos por ejemplo por el WWF), constituyó la base
científica para el desarrollo de la primera corriente ambientalista. Entre sus logros
menciona el Convenio sobre biodiversidad de Río de Janeiro 1992, y la ley
norteamericana de Especies en Peligro de extinción; b) El evangelio de la
ecoeficiencia: Que dirige su atención a los impactos ambientales y riesgos para la
salud de las actividades industriales, la urbanización y la agricultura moderna. Cree en
el “desarrollo sostenible” y en la “modernización ecológica”. Representado por el
Instituto Wuppertal, pone énfasis en materia económica, en los llamados “eco
impuestos” y mercados de permisos de emisiones; y en materia tecnológica, apoyando
los cambios que llevan a ahorrar energía y materiales; y la justicia ambiental y el
ecologismo de los pobres: Que sostiene que el desarrollo económico implica mayores
impactos en el medio ambiente y llama la atención sobre el desplazamiento geográfico
de fuentes de recursos y sumideros de residuos, que generan efectos negativos en los
grupos más vulnerables: El “extractivismo” exacerbado, que afecta a agricultores que
ven cómo sus tierras son destruidas por minas o canteras por la voracidad consumista
de los países llamados desarrollados.

Después de hacer un análisis detallado de la ecología económica y de la ecología
política, Alier se detiene en la “Ecología de los Pobres” y en particular en los daños
producidos por la extracción de oro en Cajamarca por parte de la minera Yanacocha,
en Oruro, Bolivia, y en Chubut, en Argentina; y menciona el intento que hubo de
extraer oro de la reserva Imataca, en Venezuela. Al final del texto Alier propone el
análisis de algunos temas de interés tales como la relación conflictiva entre economía
y ambiente y entre valores e intereses materiales. Temas ambos trabajados por la
ecología política, sea a partir de la fusión de la ecología humana con la ecología
política (estudio de actores en conflicto), o del análisis del discurso y la
interculturalidad.

Más allá de los intentos por conservar, o “preservar” la naturaleza y por avanzar en la
“modernización ecológica”, el crecimiento económico deja huellas y genera impactos
ambientales negativos importantes, en detrimento sobre todo de los menos
favorecidos, más aún ahora que la crisis económica hace que los capitales busquen
invertir en mayor medida en países como el nuestro. Estamos hablando de territorios
en conflicto que buscan ser ocupados por otros actores, con otra lógica y con otros
propósitos.

En lo que se refiere al Perú, Manuel Glave Testino (“La Investigación del Medio
Ambiente en el Perú”, CIE, Universidad del Pacífico, Lima, septiembre 1995) relata
que en lo que se ha llamado el movimiento “conservacionista”, han existido tres
grandes corrientes: El movimiento ecologista de los años sesenta (V. Felipe
Benavides), que impulsó las primeras Unidades de Conservación (Parque Nacional de
Cutervo, 1963) y llevó a cabo una labor de sensibilización a través de las páginas del
diario El Comercio. Continuadores de esta corriente fueron la Red Nacional de Acción
Ecológica del Perú (RENACE-PERU) y el Frente Ecológico Peruano Felipe Benavides.
Durante la época del gobierno de Velasco nacería en la Universidad Agraria, la
Facultad de Ciencias Forestales, que proporcionó un enfoque científico a esta
corriente, después asumida por la Fundación Peruana para la Conservación de la
Naturaleza (FPCN). “De manera paralela al crecimiento de los Forestales de la
UNALM y el desarrollo de la FPCN – dice Glave – aparecen otros organismos no
gubernamentales: La Asociación Peruana de Conservación de la Naturaleza
(APECO)”. Sus objetivos eran la educación ambiental, la gestión de áreas naturales
protegidas (Parque Nacional del Río Abiseo). EL trabajo de APECO se realizó de
manera estrecha con el Museo de Historia Natural Javier Prado, formado por un grupo
de científicos de la UNMSM. El movimiento conservacionista peruano tuvo como
referente básico el “Libro Rojo de la fauna silvestre del Perú” (Víctor Puliod, INIIA
1991). “Los debates mças importantes, continua el autor, siempre se relacionaron con
alguna especie y no con las capacidades de las comunidades locales de reproducirse,
y al mismo tiempo, ser ellas las que conserven las especies”.

La publicación del informe de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el
Desarrollo (Comisión Brundtland) “Nuestro Futuro Común (WCED 1987) marcó un
cambio decisivo a nivel internacional en los enfoques ambientales y desencadenó un
debate intenso a nivel internacional que culminó en una primera etapa en la Cumbre
de la Tierra (Río 92), que aprobó la llamada Agenda 21. Esta agenda reconoce la
necesidad de integrar la conservación de los ecosistemas dentro de las
consideraciones del desarrollo. Las principales preocupaciones empezaban a girar en
torno a la sostenibilidad del crecimiento económico (ya el Club de Roma había llamado
la atención sobre este problema en 1972 con el informe Los límites al crecimiento poco
antes de la primera crisis del petróleo. Ver también en ese sentido a Shumacher: “Lo
Pequeño es Hermoso); a las relaciones entre los patrones de producción y consumo
con la conservación del stock del capital natural; y a las interrelaciones entre pobreza,
calidad de vida y calidad ambiental. Cobran importancia entonces la “Economía
ambiental” y la problemática “gris” por sobre la verde.

Algunas Investigaciones de Medio Ambiente en El Peru
ENFOQUES DESDE LA ECONOMIA

En principio la economía es una disciplina que se ocupa de estudiar cómo las
sociedades deben administrar sus recursos con el objetivo de producir bienes y
servicios y distribuirlos para el bienestar de sus miembros. Según ella el territorio
(junto con el clima) forma parte del ambiente natural en el que se desenvuelven las
actividades productivas. Comprende el suelo (o superficie externa de la tierra, relieve
orográfico) y el subsuelo (capas internas de la tierra). En él convergen los recursos
naturales, las fuerzas motrices y el ser humano, que aporta el trabajo necesario para
producir los bienes o prestar los servicios.

Ahora bien, en un contexto en el que la actividad económica está regida por la
búsqueda de beneficio, el interés de esta disciplina en materia territorial es el examen
de las condiciones que hagan posible menores costos de extracción de la materia
prima, de su transformación y de su comercialización. Johann Heinrich von Thünen
en «El estado aislado», en 1820 planteó que el hombre trata de resolver sus
necesidades económicas en el entorno inmediato, reduciendo sus desplazamientos al
mínimo y sugirió como idea central que por ello la renta variaba en relación con la
distancia de los productos con respecto al mercado. A este tipo de renta le llamó
renta de localización. A principios de siglo XX, la Escuela de la Localización
plantearía las causas que a su entender explicaban los patrones de distribución
espacial de las manufacturas en el marco del proceso de industrialización, señalando
que la distancia influía en la formación de preferencias por parte de los consumidores
y, por tanto, en las decisiones de localización de las empresas.

En los años comprendidos entre las dos guerras el foco de interés se desplazó en
otras direcciones. En primer lugar, el análisis de las pautas que determinan los usos
del suelo en las zonas urbanas. El centro de esta corriente fue la Universidad de
Chicago donde profesores tales como Parks y Burgess (1925) propusieron un
enfoque ecológico para entender las pautas de localización dentro de las ciudades.
Esta perspectiva de análisis estimuló el desarrollo de estudios sociológicos y
demográficos en torno a las ciudades, tales como los de Homer Hoyt (1939) ([2])
cuyos trabajos acerca del proceso de cambio en la forma de las zonas residenciales
dentro de la ciudad parecen haber recibido la influencia de las nociones ecológicas de
competencia, invasión y sucesión. Este interés de los ecólogos en el uso del suelo de
manera concéntrica en las ciudades llevaría a que otros estudios se preocuparan por
entender la lógica que animaba la zona central de la ciudad y la formación de
 "jerarquías". Durante la década del 40 destacan el trabajo de August Losh ([3]) y el
desarrollo de la teoría general de la localización; y de Edward Ullman ([4]) que
enfatizó la necesidad de profundizar la teoría del lugar central al estudio del tamaño y
extensión de las ciudades. Más tarde él y Chauncy D. Harris estudiarían las formas de
distribución del uso del suelo dentro de las ciudades, desarrollando las propuestas de
"anillo concéntrico" y "sector" como parte de la teoría de los "núcleos múltiples" ([5]).

En 1944 por los estudios de von Newmann y Mongentern ([6]) cuestionaron la idea de
que las decisiones se basaban casi exclusivamente en una información adecuada y
que, por el contrario, muchas decisiones pueden ser consideradas como son "sub
óptimas". Para ello analizaron dos conceptos de la teoría del proceso de toma de
decisiones: El estado de la información y la actitud de aquel que toma una decisión
frente al riesgo ([7]). .

Luis Mauricio Cuervo ([8]) señala que en general la teoría neoclásica presenta dos
dificultades: a) La definición de espacio: Dice que para definirlo aunque usualmente se
utilice la noción de distancia, expresada en términos de costos de transporte, el
abanico de variables para una definición adecuada es en realidad mucho más amplio.
b) La interacción entre decisiones individuales puede provocar una cadena de
acciones y reacciones, que quite una base suficientemente certera para establecer el
equilibrio deseado. Con relación al primer problema, se puede establecer que cada
 caso interpretado como una apuesta teórica, hace posible aislar las reacciones
elementales entre dos variables, dando lugar al encuentro hipotético de un punto de
localización óptima. Pero el segundo, dice Cuervo, pone a prueba la racionalidad
neoclásica misma, construida sobre la base de la independencia y racionalidad de las
decisiones individuales.

Como respuesta a los límites de la teoría neoclásica, autores como Harry Richardson
y Philippe Aydalot, han buscado una definición diferente de espacio dando lugar a la
aparición de conceptos como externalidad o deseconomías. Estos conceptos toman
como punto de partida la existencia de una serie de interrelaciones económicas
altamente influenciadas por la localización. Las externalidades y las economías y des
economías de aglomeración reinterpretan las implicancias económicas de la
interrelación ̈cercanía - lejanía ̈. Las externalidades establecen que la vecindad de los
agentes económicos en la realización de sus actividades propicia la transmisión no
monetaria de costos y beneficios. Así por ejemplo, la congestión y la contaminación
se encuentran entre los principales costos de la concentración espacial de la actividad
económica; mientras que la difusión de las innovaciones o el uso compartido de la
infraestructura básica se cuentan como beneficios externos de las aglomeraciones.
Y en lo que compete a las economías y deseconomías de aglomeración, se señala
que ellas surgen de la agregación o no de costos y beneficios individuales que se
reflejan en condiciones propicias o negativas producto de la concentración espacial.

A finales de los años 60 la Teoría del Intercambio Desigual .(Amin S. El desarrollo
desigual: Crítica a la teoría del desarrollo. Siglo XXI, Enmanuel, “El intercambio
desigual”. Siglo XXI Ed.1975) propuso entender el funcionamiento de las economías
subdesarrolladas sin compararlas a las economías capitalistas avanzadas toda vez
que aquellas tendrían una forma de funcionamiento radicalmente distinta a las
segundas. Según estos autores,          los espacios periféricos tienen modos de
funcionamiento diferentes a los espacios centrales ya que los procesos de
acumulación a escala mundial se generan y dirigen desde los espacios centrales,
mientras que se proyectan, sólo de forma deformada, en los espacios periféricos. En
los mismos, las decisiones de los agentes productivos se encuentran muy
condicionadas por el funcionamiento global del sistema económico. Como
consecuencia, se produce en estos espacios, un proceso de implantación de
industrias modernas, como consecuencia de la “deslocalización” de algunas
actividades industriales. Pero según Amin, las mismas constituirían enclaves aislados
sin conexión con el tejido económico local.

La crisis de los 70 puso en crisis las visiones sobre la relación entre Economía y
Territorio. La Teoría de la Localización era incapaz de explicar por qué economías sin
dotaciones de recursos naturales (por ejemplo Japón) sobresalían en industrias que, a
priori, necesitaban cantidades ingentes de productos (Siderurgia o construcción
naval).

De esa época a esta parte los diferentes autores reconocen cada vez con mayor
frecuencia algunos elementos centrales para el análisis territorial:

   1. Que los cambios en las esferas globales, sin responder o ser el resultado de
      cambios acaecidos por separado en cada una de las empresas, tienen una
      proyección sobre las empresas individualmente consideradas.
   2. Que Estas transformaciones en la forma de organizar la producción tienen un
      efecto sobre la repartición de la actividad industrial a lo largo del territorio. Es
decir, las dinámicas territoriales observables pueden explicarse a partir de las
      transformaciones inducidas sobre los sistemas de organización industrial por
      los procesos de reestructuración y globalización.
   3. Que este proceso de cambio, el territorio, entendido como espacio social, no
      juega un papel pasivo. En palabras de Veltz “las empresas se ven obligadas
      (en su lucha competitiva) a actuar sobre mecanismos sociales, históricos y
      geográficos, completamente irreductibles a las representaciones que ellas
      mismas realizan de la eficacia económica. La economía más avanzada
      funciona, cada vez más, sobre elementos extraeconómicos. El territorio juega,
      por supuesto, un papel esencial en esta dinámica” (Veltz, P:Mondialisation,
      Villes et Territoires. PUF, París. 1995, página 12).

Entre las múltiples aportaciones encuadradas dentro de este grupo, podrían
distinguirse por un lado, habría que destacar aquellas que consideran que las nuevas
formas de los procesos de acumulación de capital favorecen básicamente al capital
transnacional. (Massey, Boyer, Martinelli y Schoenberger), y quienes opinan que
los cambios en los sistemas de acumulación a escala mundial abren nuevas
posibilidades de desarrollo de sistemas productivos basados en las Pequeñas y
Medianas Empresas.


(Becattini, 1 , Garofoli, ; Courlet y Pecqueur, Storper, Scott).
Notas: Economía y Territorio, Una somera visión Crítica.Prof. Dr. Daniel Coq Huelva, Grupo de
Investigación: Análisis Regional: Economía Andaluza Departamento de Economía Aplicada II
 http://www.ucm.es/info/ec/jec7/pdf/com8-3.pdf
EL DESARROLLO LOCAL

Con la crisis del modelo fordista de los años setenta y el desarrollo científico y
tecnológico de los ochenta, la reflexión de la economía en torno a los territorios
tomará dos caminos: El desarrollo económico local y la “Economía del Archipiélago”.
El concepto de desarrollo local no es originario de América. Según el profesor Juan
Ramón Sanchis Palacios ([1]) la política económica impulsora del desarrollo
económico local arranca en Europa a comienzos de los años 80 con la aprobación en
julio de 1982 del programa ILE (Programa de Iniciativas Locales para la Creación de
Empleo) de la OCDE 1982-1985.

“Pasos Sucesivos –continúa Sanchis- fueron la resolución de la CEE de julio de 1984,
planteando la contribución de las ILE a la lucha contra el paro y la recuperación de la
actividad económica y la consolidación explícita de las ILE dentro del Plan de acción
de las Pymes aprobado por el Consejo de la CEE en octubre de 1986.

Los programas LEDA (Local Economic Development Action) en 1986 y SPEC en 1990,
la iniciativa LEADER (Liaisons Entre Actions de Développement de l’Economie Rural)
en 1991 y las redes ELISE en 1985 y MIRIAM en 1991, marcan el comienzo del
desarrollo local a nivel comunitario”.

Y agrega que en España la promoción del desarrollo local se inició con la orden
ministerial del 21 de febrero de 1986 sobre regulación de iniciativas locales de empleo:
“Se puede considerar –explica Sanchis- como punto de partida de la política
económica local en España la transformación de INESOP (un centro privado de control
de calidad creado por las empresas de calzado de Elda) en una sociedad de
investigación en 1978” ([2]).

En América Latina el interés lo local se explica en parte por los cambios operados en
las concepciones de desarrollo derivadas de la crisis de los años setenta (Manual de
desarrollo local, ILPES Santiago octubre 1998). Como ha sido dicho, el período de
post –guerra en América Latina estuvo caracterizado por el crecimiento económico y
por la difusión y la aceptación generalizada de las ventajas que supuestamente ofrecía
el modelo de desarrollo de los países industrializados. La economía de la región se
orientaba de forma unilateral hacia factores y recursos extra regionales, con la
consecuente dependencia de los centros de poder internacionales. “Se trataba, en
suma, de una forma de economía que ‘ignoraba el territorio’ cuando no lo negaba, y en
la que éste era apenas considerado como soporte o contenedor para las actividades
que en él se asientan”, dice J.L. Fernández Noriega .

El modelo vigente hasta entonces (que tenía como eje principal promover y atraer la
inversión extranjera) colapsó en la época de crisis económica evidenciando sus
limitaciones para dar una respuesta eficaz a los problemas del empleo y desarrollo de
la región. Esta comprobación condujo a un progresivo cambio de actitud y a la
aparición de nuevas propuestas de desarrollo, revalorizando el potencial endógeno y
el papel del territorio como algo más que un mero soporte de actividades inconexas.

Este interés por lo local llegó a la región latinoamericana en un contexto definido por
Juan Luis Llorens, Francisco Alburquerque y Jaime del Castillo. Estos autores
plantean que la quiebra del modelo predominante de finales de los años setenta se
produjo en medio de una crisis económica generalizada en un período en el que
primaron los ajustes estructurales, la liberalización económica y la apertura creciente a
los flujos internacionales. “La concentración de recursos y las políticas en el
saneamiento financiero interno (fiscal) y externo (balanza de pagos) –dicen - supuso
un retroceso en las políticas de fomento social (educativas, de vivienda y de salud)
que dejó desasistidas a las colectividades locales y un ajuste financiero que impactó
negativamente al sector productivo. (En ese contexto) la estrategia de reforzamiento
del mercado como mecanismo de asignación de recursos, la reducción de subsidios y
controles estatales y la privatización de las empresas publicas produjeron una
reducción del papel y presencia del Estado” (“Estudio de Casos de Desarrollo
Económico Local en América Latina”, BID, Washington abril. 2002 ).

Esta situación explica en buena parte porqué se generalizaron en América Latina
importantes iniciativas informales de desarrollo económico en los ámbitos locales en
respuesta al contexto económico adverso. Francisco Alburquerque señala que
“buena parte de las iniciativas de desarrollo económico local han surgido como
reacción a la crisis económica y falta de políticas adecuadas desde el nivel central del
Estado Desarrollo Económico Local y Descentralización en América Latina” (en la
Revista de la CEPAL No. 82, abril del 2004).
EL DESARROLLO A ESCALA HUMANA

 La idea de desarrollo local que parte de Europa como respuesta a la crisis
 económica de los años setenta ([1]), tiene como uno de sus máximos exponentes a
Vázquez-Barquero, que define al DL como “Un proceso de crecimiento económico y
de cambio estructural que conduce a una mejora en el nivel de vida de la población
local, en el que se pueden identificar tres dimensiones: una económica, en la que los
empresarios locales usan su capacidad para organizar los factores productivos locales
con niveles de productividad suficientes para ser competitivos en los mercados. Otra
sociocultural, en que los valores y las instituciones sirven de base al proceso de
desarrollo. Y finalmente, una dimensión político-administrativa en que las políticas
territoriales permiten crear un entorno económico local favorable, protegiéndolo de
interferencias externas e impulsar el desarrollo local” ([2]).

Es paradójico que esta nueva política europea, haya partido - o mejor dicho, haya
tomado prestada sacándola de contexto una de las respuestas más radicales a la
crisis del modelo, publicada en 1973 – en plena crisis del petróleo: “Lo Pequeño es
Hermoso”, un libro que a la postre se convertiría en paradigmático, del economista
germano-británico Ernst Friedrich Schumacher ([3]). Que llegó a América Latina en la
segunda mitad de la década de los 70, traducido por E. Blume Editores. Schumacher,
 parte de un movimiento intelectual crítico a las nociones de desarrollo predominantes
en aquel entonces, recibió la influencia, entre otros, del economista austriaco Leopold
Kohr (Premio Nobel Alternativo en 1990) por sus aportes concernientes al desarrollo a
escala humana.

En “Lo Pequeño es Hermoso”, Schumacher denuncia la dilapidación de los recursos
naturales que hacen las sociedades occidentales, debido a una ideología consumista,
y la degradación ambiental, consecuencia de un crecimiento indiscriminado de la
industria. Agrega que el modelo económico tal como está planteado tiene un límite: Si
todos consumiéramos la misma proporción de bienes que los habitantes de los países
ricos, el planeta colapsaría. Afirma también que quienes más sufren con esta ilusión
del consumo ilimitado son los países menos desarrollados: La historia demuestra que
por lo general, el consumo de los países del primer mundo se basa en el no consumo
de la población de los países pobres. Plantea como alternativa, la necesidad de que el
ser humano asuma un nuevo estilo de vida, con métodos de producción distintos y con
pautas de consumo diferentes, “un estilo de vida diseñado para la permanencia”. Para
ello, según él, se debe retomar la idea de lo pequeño, de lo local, de lo flexible, que
permite adaptarnos a la realidad y encontrar respuestas diversas a problemas
específicos. Este enfoque (que llega a Inglaterra desde la India ! [4]) constituye un
aporte precursor frente a otros estudios que se harían más tarde ([5]), particularmente
el informe de la Comisión Brundtland ([6]), que enriquecieron el debate en la Cumbre
sobre la Tierra realizada en Río, en 1992.

                                                            
[1] Juan Ramçon Sanchis: “Las Estrategias de Desarrollo Local: “Aproximación metodológica desde una
perspectiva        socio      económica        e     integral,   Universidad    de      Valencia,     en:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=333374”, DIALNET es un Servicio de Alertas Informativas y
de acceso a los contenidos de la literatura científica hispana. 
[2] Ibd. P. 153 
[3] Fallecido en 1977, creó en 1966 ITDG, Intermediate Technology Development Group
(http://www.itdg.org.  
[4] Gabdhi planteó que una forma de enfrentar al Imperio era luchar contra las grandes ciudades y
enfatizar lo local no sólo como dimensión sino sobre todo como forma de vida. 
[5] Entre otras :”Estrategia Munial por la Conservación”, PNUMA 1980 
[6] “Nuestro Futuro Común”, 1987. 
Sergio Boisier en “Desarrollo Local de qué estamos hablando”, ([1]) propone –
además del debate abierto en el marco de la crisis europea de los setenta, dos
formas para definir este concepto en la época actual:

    1. El desarrollo local entendido como expresión de una lógica de relación
       horizontal en el territorio, pero que refleja la dialéctica existente centro /
       periferia ([2]). En torno a esta manera de ver el DL, Francisco Alburquerque
       afirma que hasta época reciente ha existido una situación de marginalidad
       teórica con respecto a la naturaleza local del desarrollo, debido al
       empoderamiento de la empresa como unidad de análisis ([3]) Y agrega que .El
       cambio de enfoque hacia lo local se ha ido abierto paso “con un fuerte
       componente de pragmatismo, una concepción de abajo hacia arriba, y una
       visión más integral de las diferentes facetas o aspectos del desarrollo” ([4]).
    2. El desarrollo local en el marco del análisis de la relación global/local en el
       contexto de la globalización. José Arocena señala: “El desarrollo local no es
       pensable si no se inscribe en la racionalidad globalizante de los mercados,
       pero tampoco es viable si no se plantea sus raíces en las diferencias
       identitarias que lo harán un proceso habitado por el ser humano”. ([5]).

 Ahondando en el tema, Arocena en “El desarrollo local ante lo global” ([6]) plantea
que todas las visiones que intentan explicar las posibilidades de DL en el contexto de
la globalización, coinciden en que ésta es una oportunidad sólo para territorios de
niveles medios de desarrollo, dotados de capacidades estratégicas relevantes.




[1] “Desarrollo (Local) de Qué estamos Hablando?”, Artículo publicado en Madoery, Oscar y Vázquez
Barquero, Antonio (eds.), Transformaciones globales ,Instituciones y Políticas de desarrollo local. Editorial
Homo Sapiens, Rosario, 2001.

[2] “Desenvolvimento local e um proceso endógeno registrado en pequenas unidades territoriais e
agrupamentos humanos capaz de promover o dinamismo económico e a melhoría da qualidade de vida
da populaçao. A pesar de constituir um movime nto de forte conteúdo interno, o desenvolvimento local
está inserido en uma realidade mais ampla e complexa com a qual interage e da qual recebe influências e
presiones positivas e negativas. O conceito genérico de desenvolvimento local pode ser aplicado para
diferentes cortes territoriais e aglomerados humanos de pequena escala, desde a comunidade (...) até o
municipio ou mesmo microregiôes homogêneas de porte reduzido. O desenvolvimento municipal é,
portanto, um caso particular de desenvolvimento local com uma amplitude espacial delimitada pelo corte
político-administrativo do municipio ” BUARQUE, S. (1999), Metodología de Planejamento do
Desenvolvimento Local e Municipal Sustentável, IICA, Recife.

[3] Ibs, pág. 158.
[4] Ibd, pág. 159.
[5] AROCENA, J. (1997), “Lo global y lo local en la transición contemporánea”, en Cuadernos del CLAEH
N° 78-79, Montevideo.
EL PUNTO DE VISTA CRÍTICO

Desde el punto de vista más bien critico, Manuel Castells. en “La Cuestión Urbana”,
en 1972 ([1]), en debate con la “Escuela de Chicago”, planteó que el espacio es un
producto material relacionado con otros elementos materiales, entre ellos los hombres,
quienes se relacionan dando lugar a una determinada forma, una función, y a una
significación social. E introdujo la noción de segregación social, entendida como la
tendencia a la organización del espacio en zonas de fuerte homogeneidad social
interna y disparidad social entre ellas. En “Crisis Urbana y Poder Municipal”, Castells
desarrolla su percepción del conflicto urbano (circunscrito hasta ese entonces a la
constatación de la existencia de “movimientos sociales urbanos”) y plantea la
posibilidad de un “poder local” basado en municipios democráticos, asentados en
territorios que de la siguiente manera: “Delimitación específica de la sociedad. Ellos
expresan relaciones de producción, forma de aplicar la tecnología a la naturaleza,
tradición cultural, una red de relaciones de poder, historia y práctica cotidiana”. En “La
Ciudad y las Masas”, rescataría las experiencias históricas de organización social y
política basadas en el territorio en diversas partes del mundo y épocas, como
elementos sustantivos para la formulación de lo que llamó “cambio social urbano”.
Una variante a este enfoque fue propuesto por Henry Lefebvre, mediante las idea
 de la “producción del espacio” en relación con las fuerzas productivas y las relaciones
de producción, y del derecho a la ciudad, en tanto que necesidad de restituir al
individuo el poder de decisión sobre su ambiente cotidiano, considerando que la
participación local tenía una fuerte carga liberadora ([2]).

Por su lado, el profesor argentino José Luis Coraggio, cuyas reflexiones y estudios
tienen hoy día una gran influencia ([3]), analiza el por qué de la importancia de lo local
en América latina. En el capitulo IV de “Ciudades sin Rumbo”, plantea que ella está
acompañada de una serie de consideraciones, como el agotamiento del Estado como
motor del desarrollo; el potencial de la sociedad civil y los movimientos sociales; la
democracia como meta previa al desarrollo; las estrategias de sobrevivencia; el
desarrollo del sector informal, y la búsqueda de nuestras utopías. “Este racimo de
temas –dice Coraggio- en la febril búsqueda de nuevos paradigmas, se define
fundamentalmente por el rechazo a los “lugares comunes” del pensamiento social de
las dos décadas precedentes” ([4]), ante la evidencia del fracaso de las estrategias
desarrollistas y neoliberales.

Agrega que la apelación a los “equilibrios ecológicos, a lo cotidiano, a lo local”, surge
en un contexto de crisis de un sistema que busca reconstituirse y que mantiene el
ejercicio de su dominación. Y, por lo tanto, en esta interpelación nos encontramos a
menudo con la compañía de otros protagonistas: los gobiernos nacionales,
democratizantes o no, organizaciones de Naciones Unidas, agencias internacionales
de crédito, organizaciones no gubernamentales internacionales sociales y políticas y
gobiernos de los países centrales.

“De hecho –dice Coraggio- la tecnocracia internacional ha venido sosteniendo la
tendencia a la descentralización desde los años 70, incluidos temas ejes como el de
las ciudades intermedias y pequeñas, el desarrollo rural integrado, la autoconstrucción
de la vivienda, el sector informal, etc (…) propuestas cuyo sentido sólo se aprende en
el contexto de la crisis y de esas otras propuestas globales que nos hace el FMI sobre
cómo administrar la crisis” ([5]) y que es asumida por el neoliberalismo, que la
encuentra funcional para su proyecto de privatización del Estado.
Teniendo en cuenta esta realidad, advierte que ninguna reforma administrativa o
readecuación territorial puede, por si sola, modificar la situación global, y menos aún
cuando se magnifica un supuesto potencial transformados que podrían tener las
estrategias locales de sobrevivencia y propone algunas preguntas orientadas a
construir un nuevo enfoque, desde la perspectiva del desarrollo local ([6]):

1.   Dada la posibilidad abierta (desde arriba o desde abajo) de ámbitos político-
   administrativo locales, ¿qué actividades económicas (privadas y públicas) y de
   gobierno pueden ser regionalizadas de modo que ese nuevo poder local tenga un
   sustrato material?, ¿cómo asignar funciones entre niveles territoriales?, ¿cómo
   lograr un sistema de mediaciones, por el cual el pueblo organizado controle la
   producción y las condiciones de su reproducción particulares globales, o tenga la
   capacidad de participar en la determinación de los parámetros que las
   condicionan?.
2. ¿Qué procesos objetivos generan contradicciones, internas al poder público, que
   pueden llevar a una regionalización del Estado y sus bases sociales (Constituency)
   favorable a los sectores populares y a la democracia en general?
3. ¿Cómo se construye un poder alternativo al existente (público y privado) y qué rol
    juega en esto la regionalización del Estado y la sociedad?, ¿hasta dónde puede
   plantearse una reforma meramente al nivel del Estado sin una congruente
   redistribución de la propiedad, de los recursos financieros, etc.?


[1] Maspero, París.
[2] Ver “Espacio y Política”, y el comentario de Bettin G. en “Los Sociólogos de la Ciudad”, G. Gilli,
Barcelona 1982.
[3] Ver entre otros textos: “Ciudades Sin Rumbo”, investigación urbana y proyecto popular”. Ciudad, Quito,
1991.
[4] Ibd, pág. 124.
[5] Ibd, pág. 129.
[6] Ibd, pág. 136.
LA ECONOMIA DEL ARCHIPIÉLAGO

  En los años noventa la profundización del proceso de globalización, agregó nuevas
complejidades al tema de lo local. Citando Guiddens ([1]) se podría definir a la
globalización como la intensificación de relaciones sociales a escala trasnacional que
vinculan localidades distantes: “De tal manera que eventos locales son modelados por
sucesos ocurridos a muchos kilómetros de distancia y viceversa”. En el plano
económico, ella amplia los márgenes de libre comercio y facilita el movimiento de
capitales a nivel planetario. Existen en América Latina por lo menos dos visiones en
torno a este fenómeno:

a) La globalización vista como una amenaza, porque profundiza la marginación de los
territorios y localidades no consideradas como útiles para las inversiones. Existe la
preocupación de que la globalización de los mercados y capitales, ahonde las brechas
existentes entre ricos y pobres o las relaciones asimétricas centro periferia entre los
países, ocasionando el resurgimiento exacerbado de localismos, particularismos, y
 fundamentalismos religiosos. Como otros han enfatizado, se trata de una
globalización de naturaleza neoliberal. ([2])

b) La globalización vista de manera optimista, con una definición más bien neutra
(“expansión de los mercados”). Desde esta visión, constituiría una oportunidad para el
desarrollo, sobre todo para algunos territorios, de acuerdo a ciertas características
específicas. Esta afirmación parte de los siguientes supuestos:

§   La globalización es un fenómeno irreversible
§   La globalización es sinónimo de modernización
§   Fuera de la economía actual de mercado no existen alternativas válidas
§   Los que no se asimilen a esta nueva realidad de los mercados están condenados al
     ostracismo, estancamiento, subdesarrollo y pobreza.

Como fuera, otra forma de encarar la relación entre economía y territorio es la que
podríamos llamar, retomando a Pierre Veltz, la “Economía del Archipiélago”[3], según
la cual existe una estrecha relación entre innovaciones tecnológicas, formas de
organizar la producción, reformulación de los flujos económicos y redefinición de los
territorios.

Según Veltz, el proceso de globalización puede ser entendido como un concepto
estratégico, organizacional y geográfico que se produce en el marco de una apertura
de los mercados y que conlleva a cambios socio - culturales de suma importancia a
nivel mundial. En ese contexto, en los años noventa las nuevas tendencias
territoriales marcan un proceso de expansión y modernización de las grandes áreas
metropolitanas y de organización de los territorios en red o en forma de archipiélago.

Algunas de sus principales características serían: a) El reemplazo de los territorios –
zona por territorios –red (Castells M: “La Era de la Información”, Siglo XX Eds.
 México 1999); b) El surgimiento de una nueva división territorial del trabajo a nivel
global; c) La “fluidez” de los intercambios y los flujos que hacen entrar en crisis las
estructuras fijas, los lugares tradicionales organizados en base a jerarquías rígidas, a
diferencias centro-periferia bien determinados, y configurados casi exclusivamente a
partir de las distancias físicas (“redes de empresas” y “empresas en red”); c) La
transformación de las ciudades, que compiten por la localización de las inversiones
incluso por encima de los países de origen; d) La evolución de los territorios a
diferentes velocidades y la existencia de bolsones “no funcionales” a la globalización
de la economía. Podría decirse que se está produciendo una diferenciación
territorial marcada por la oposición atraso/modernidad, promovida por la selectividad
 del capital y por consiguiente, la fractura de antiguas solidaridades entre territorios y
la articulación por encima de los marcos nacionales, de las regiones exitosas; e)
Desarrollo de sistemas productivos locales basados en pequeñas empresas; f) divorcio
creciente en el territorio entre el espacio de las empresas y la vida cotidiana,
existencia , desarrollo de circuitos diferenciados de circulación de bienes y de
personas y construcción de realidades espaciales segregadas. ; g) Generación del
“efecto túnel” (Ascher, Francois :”Métapolis ou l’avenir des villes”, Odile Jacob Ed.
Paris 1995), corredores interconectados por sistemas de circulación de alta velocidad
donde la conexión entre territorios obvia o ignora a aquellos que se encuentran en el
camino.


[1] “Consecuencias de la Modernidad” Madrid, Alianza 1990
[2] Perry Anderson, en “El Despliegue del neoliberalismo y sus lecciones para la Izquierda”, en Pasos No.
66, Julio-Agosto 1996, anota que el neoliberalismo constituye una reacción teórica y política vehemente
contra el estado del bienestar, motorizada originalmente por Frierich Hayek y luego por la Sociedad de
Mont Pèlerin fundada en 1947 y en la que intervinieron entre otros Milton Friedman y karl Popper. Según
Anderson, el neoliberalismo no sólo atacó cualquier regulación del mercado por parte del estado sino que
además argumentó que la desigualdad es un valor positivo para dinamizar el crecimiento y la acumulación
privada.
                                                                                       ère
[3] Mondialisation, villes et territoires : une économie d'archipel, PUF, Paris 1996 ,1    ed.
CIUDAD Y GLOBALIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA

En la ponencia “La Tercera Revolución Urbana en América Latina”[1] Carlos A. de
Mattos (Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica de Chile) reseña el
proceso que culminó con la nueva estructura productiva global y destaca algunos
aspectos enfatizados por S. Sassen en “Sociología de la Globaliación” (Bs. Aires
2007, Kats), principalmente los siguientes: a) La operación estratégica de cada una de
las economías que se globalizan no buscan la conexión con su entorno, sino el acceso
a una economía conformada por “múltiples lugares especializados concretos”. La
globalización, tal como está planteada, desterritorializa por lo tanto al mundo y lo
divide en fragmentos [2]; y b) Esta es la base para el desarrollo de un nuevo patrón
de urbanización donde las áreas urbanas pasan a formar parte, con desigual
presencia e intensidad, de una “red global de ciudades” o macro regiones urbanas. No
todas estas regiones ofrecen condiciones igualmente ventajosas para la valorización
de los capitales en competencia. Por eso los atractivos conexos que ofrecerán son
también desiguales. La repercusión fundamental de este fenómeno – dice de Mattos -
es que en estas macro regiones urbanas se observa cada vez con mayor nitidez el
impacto de la interacción que existe entre el “mundo de los flujos y el mundo de los
lugares”, entre la ciudad invisible (relacional) y la ciudad visible (material). Relación
que pisa tierra “en determinados lugares donde las economías de aglomeración
existentes pueden ofrecer ventajas para su crecimiento y expansión”. El resultado es
un territorio urbano o “red primaria metropolitana” organizado en diversas
subcentralidades, que constituyen la base de una estructura policéntrica donde gana
terreno la periurbanización (lo ”urbano generalizado”, donde pierde nitidez la
diferencia campo ciudad), y en la que pierden importancia las nociones de proximidad
y relación centro – periferia. Y finaliza de Mattos, retomando un estudio de M. Chion
sobre Lima, en el que éste último dice lo siguiente: “El único centro metropolitano de
Lima mantuvo por muchas décadas, se ha desdoblado en múltiples centros
especializados y redes de actividades informacionales, industriales, comerciales y
culturales. Estos centros han generado una alta densidad de actividades y flujos de
capital y de información, creando una nueva jerarquía espacial metropolitana” [3]. El
“Inventario de Ciudades”(Global and World Cities Group, Beaverstock & alli, 1999) y de
Peter J. Taylor [4] señalan que por lo menos once ciudades latinoamericanas, dentro
de las cuáles se encuentra Lima, ya forman parte de esta red mundial de ciudades.
¿Cómo se da el crecimiento de ellas? En el caso de México la mayor parte del
crecimiento ya no se da dentro del perímetro urbano sino que se ha trasladado a
ciudades medias y pequeñas dentro de una región metropolitana ampliada, como es el
caso de la ciudad de Querétaro.


[1] X Seminario Internacional RII Red Iberoamericana de Investigadores sobre Globalización y Territorio,
Querétaro, Mayo 2008.
[2] De Mattos indica que según la UNCTAD mientras en 1993 se contabilizaba un número total de 37 mil
empresas multinacionales con 175 mil filiales, en el año 2007 el total de esas empresas había ascendido
a 78400 y el número de filiales, a 780000.
[3] “Chion M: “Dimensión Metropolitana de la Globalización: Lima a fines del siglo XX”, Revista Eure,
Santiago, No. 85, 2002.
[4]“Hierarchical Tendencies and Regional Patterns in the World City Network: A Global Urban Analysis of
234 Cities” / y “World city network: a global urban analysis.”
AGLOMERACIONES METROPOLITANAS Y "TERRITORIOS INTELIGENTES"

 La nueva configuración territorial en época de globalización está acompañada de una
serie de problemas graves e importantes que Inmaculada Caravaca y Antonio García
analizan en el articulo “El debate de los territorios inteligentes: El caso del Área
Metropolitana de Sevilla” ([1]). Entre otros, principalmente:

1. El desarrollo de una urbanización expansiva y voraz que ocupa suelos de manera
   creciente, en algunos casos, de alto valor agrícola.
2. El deterioro del paisaje, incluso en espacios considerados como de alta calidad
   ambiental, que a escala local se vuelve homogéneo y “banal”. Como
   consecuencia, se observaría una pérdida de identidad y de diversidad de los
   territorios.
3. En ese contexto, los hitos patrimoniales naturales y culturales se encuentran en
   una situación de vulnerabilidad y de fragilidad. Los referentes se descontextualizan
   y a veces constituyen elementos molestos para los inversionistas inmobiliarios.
4. El proceso acelerado de nueva urbanización –insuficientemente controlado –
   potencia algunos riesgos considerados como naturales (erosión de laderas,
   inundaciones).
5. Aumenta en grandes proporciones la demanda de energía y de agua potable
   debido tanto a la acentuación del proceso de urbanización como del contexto de
   un sistema abiertamente consumista en el que el primero se desarrolla, que ponen
   en riesgo la sostenibilidad misma de la trama urbana, u obliga a grandes
   inversiones, siempre con una mayor depredación del ambiente.
6. En las ciudades globalizadas se pierden o no tienen sentido los “saberes”
   ancestrales debido a la uniformización y automatización de los procesos
   constructivos.
7. La creciente acumulación de desechos y vertederos cuyos costos de evacuación y
   de tratamiento se elevan significativamente como consecuencia como
   consecuencia de la dispersión de los asentamientos.
8. En el plano social se puede mencionar la primacía de lo privado sobre lo público,
   los nuevos modos de entender los espacios públicos; el paso del papel del
   ciudadano al de consumidor o cliente; y la pérdida de protagonismo de los
   ciudadanos frente a la construcción de su hábitat; sin hablar ya de los espacios de
   exclusión, no funcionales a la globalización, que abundan en América Latina.

Estos problemas territoriales creados en buena medida por la globalización,
paradójicamente constituyen trabas para el desarrollo y consolidación de los capitales
en las grandes aglomeraciones metropolitanas. Desde esta perspectiva, se entiende
por “territorios inteligentes” a aquellos que logran hacer frente con éxito a estas
dificultades y se hacen competitivos frente al resto. En el plano económico, a partir de
un manejo adecuado de los recursos; en el plano tecnológico, mediante los esfuerzos
por innovar; y en el plano de la ejecución, tomando en cuenta los resultados obtenidos.
De éstos, el primer elemento resulta clave por cuanto en principio el territorio
inteligente ha sido definido como el territorio del conocimiento, y por consiguiente, de
la competitividad, en los que juegan un rol protagónico los niveles de estudio y la
especialización profesional. Pero también se menciona la existencia de otros recursos
sumamente importantes en el territorio como por ejemplo el patrimonio cultural y
natural, que son necesarios de cuidar tanto como el recurso humano o el capital. En
segundo término, el concepto de “innovación” ha ido adquiriendo – en este contexto –
una importancia cada vez más extendida entre los economistas que estudian la
relación empresa – territorio ([2]). Este esfuerzo por la innovación que caracterizaría a
una “ciudad inteligente”, suele medirse por lo general por el número de patentes
registradas en un año en la región de la que se trate. Por último, Caravaca se refiere a
la importancia de los resultados obtenidos toda vez que a pesar de altos estándares
educativos y tecnológicos en un territorio, los problemas que han sido enumerados no
resueltos pueden hacer poco atractivas o seguras las inversiones potenciales, como
podría ser el caso de Sevilla dónde - según la autora – el modelo de crecimiento
urbano está basado en un aprovechamiento intensivo de recursos que no toma en
cuenta aquellos que le son propios.

Caravaca menciona, por último, que existen dos énfasis existentes al momento de
tratar el tema de los “territorios inteligentes”: Aquellos que los perciben desde una
perspectiva sobre todo tecnológica y “economicista”, que explora las mejores
condiciones que garanticen la competitividad empresarial; y los que enfatizan los
planos social e institucional y promueven la utilización eficiente y racional de los
propios recursos para mejorar las condiciones de vida de la población y estimular el
desarrollo de todos los ciudadanos, y a partir de allí insertarse en mejores condiciones
al contexto internacional.




[1] Revista Eure, Volumen XXXV, No. 105, pp. 23-45, Santiago de Chile, agosto 2009.
[2] Caravaca cita a Feldman M: The Geography of innovation, Dordrecht: Kluwer 1994, entre otros. Para
un desarrollo mayor del tema, revisar el artículo: UNA PROPUESTA DE TIPOLOGÍA DE CIUDADES
SEGÚN SU CAPACIDAD INNOVADORA. APLICACIÓN A ANDALUCÍA Caravaca-G.González-A.
Mendoza-R.Silva, Departamento de Geografía Humana. Facultad de Geografía e Historia Universidad de
Sevilla (España)/
http://www.apgeo.pt/files/docs/CD_X_Coloquio_Iberico_Geografia/pdfs/073.pdf

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  • 1. LOS TERRITORIOS: ESPACIOS EN CONFLICTO Parte 1 PAUL. A MAQUET MAKEDONSI 12.1.12 ORÍGEN DEL CONCEPTO “TERRITORIO” La palabra territorio, del latín territoriun está formada por la raíz “terra” (tierra) y por el sufijo “orio” (pertenencia – lugar). Se refiere, a la tierra ocupada de una nación, una región u otra división política, En términos generales tienen una frontera y se mantienen a la expectativa de cualquier intento de invasión foránea. En el caso de Roma Antigua los territorios conquistados o asimilados gozaron de distinto estatus jurídico de acuerdo con su ubicación frente al Imperio. Por extensión, de manera figurada “territorio”, alude al área en la que una persona se desempeña con comodidad [1]. La idea de territorio aplicada al mundo animal por analogía surge a partir del estudio del comportamiento de los animales, de defensa en un espacio vital propio. Fue introducida por el ornitólogo británico Eliot Howard en 1920 y por la ornitóloga norteamericana Margaret Morse Nice en sus estudios sobre el ave “Melospiza Melodía”; y popularizada por Robert Ardrey en su libro “El Imperativo Territorial”[2]. Poco tiempo después la botánica descubrió que al igual que los animales, las plantas también defienden su territorio. Como ejemplo se cita con frecuencia el caso del nogal que libera un compuesto que mantiene a las otras plantas lejos de su sombra, lo que le permite usar todos los nutrientes del suelo para él solo[3]. De una manera más general, las plantas compiten entre sí por la luz, los minerales del suelo y el agua. Sobre esta base la naciente ecología[4], que para explicar la relación entre los seres vivos en un espacio determinado acuñó el concepto de “comunidades vegetales”, reseñada por el botánico danés Eugenius Warming en su libro "Plantesamfund" en 1895. Señala Warming que el término "comunidad" implica diversidad pero al mismo tiempo uniformidad toda vez que se refiere a todas las poblaciones que ocupan un área definida. Ella se hace visible cuando el ambiente físico (luz, calor, humedad, aire, nutrientes, suelo, agua) permite compartir los elementos o cuando un número de formas diferentes se articulan en torno a un componente. Lo cuál querría decir que en el mundo vegetal existe competencia pero también complementariedad. “El compañero de mesa es más que un compañero en la mesa” fue una expresión recogida por Warming para evocar el beneficio mutuo de la vida en comunidad tanto para humanos como para las plantas. R. Park y Roderick D. Mackezie[5], entre otros (p.e. E. Burguess), aplicará años más tarde este enfoque para abordar el estudio de las comunidades humanas y de los territorios, en lo que llamaron la “Ecología Humana” (que es como también se conoce a la Escuela de Chicago). Dice Park: “Al interior de los limites de todo territorio natural, las poblaciones tienden a distribuirse de acuerdo a formas definidas y típicas. Todo grupo local deja ver una configuración más o menos definida de sus componentes individuales. La forma que toma esta configuración, o – en otros términos – la posición de los individuos unos en relación con los otros en la comunidad constituye lo que
  • 2. Durkheim y su escuela llamaban el aspecto morfológico de la sociedad” [6]. R. Mckenzie por su parte define a la ecología humana como “el estudio de las relaciones espaciales y temporales de los seres humanos en tanto que afectados por los factores de selección, distribución y adaptación ligados al medioambiente” [7]. De esa fecha a esta parte el concepto de Territorio ha sido examinado desde diversos puntos de vista y ha tenido un largo recorrido en las ciencias sociales, afirmando siempre su ser como espacio habitado y con memoria, que cambia con el tiempo, en la medida que cambian las relaciones entre seres humanos, entre sociedades y entre ambos y la naturaleza. Son, en efecto las sociedades las que construyen los territorios, o los que destruyen según sea el caso (Cuando sucede esto último, casi siempre por motivos de conquista como fue el caso de la invasión española, o de extracción de recursos naturales, Cajamarca, Norte del Perú nos estamos refiriendo a la destrucción del ecosistema, es decir, de los seres vivos y del espacio natural). La pertinencia de poner el acento en este aspecto de la problemática por el renovado protagonismo que están adquiriendo los territorios, por los nuevos roles que tienen y por el hecho que tienen y por el hecho que están reforzando sus identidades a pesar de la tendencia a la estandarización propia de la globalización de lucha entre diversos actores por el control de esa potencialidad en crecimiento de los territorios, está en curso. Nuevos agentes intervienen para reformar los territorios sin que estos últimos tengan asegurado un amparo firme del estado nacional. Asistimos así a lo que se podría llamar territorios (y por lo tanto poblaciones y biósfera) vulnerables y en peligro. La legislación sobre la cual se asientan las políticas nacionales, que continúa concibiendo a los territorios urbanos o rurales, esencialmente como contenedores o centros de interés para las inversiones, separados de las comunidades vivas, no ayuda a aliviar esta situación. Lo mismo pasa con el ordenamiento territorial si es considerado básicamente como un ejercicio técnico de zonificación, asignación funcional y localización de centros poblados, antes que como un proceso social que busca garantizar una relación equilibrada entre los seres vivos, las sociedades y la biósfera en la perspectiva del bienestar y el desarrollo. [1] Diccionario Manual de la Lengua Española, Vox © 2007, Larousse ditorial, S.L. [2] http://es.wilkipedia.org/wiki/territorio-(animal), 8.1.12 [3] http://es.paperblog.com/clasificacion-de-las-plantas-34790, 8.1.12 [4] Eugenius Warming, “Las comunidades Vegetales”, citado por Robert Ezra Park en: La Communauté Urbaine : Un modèle spatial et un ordre moral », en : “L’École de Chicago”, Textes traduits el présentés par Yves Grafmeyer et Isaac Joseph, RES, Champ Urbain, AUBIR, París 1979. [5] “Ëcole de Chicago”, Op. Cit: “L’Approche Ëcologique Dans L’Ëtude de la Communauté Humaine ». [6] Op. Cit. P. 198. [7] Op. Cit. P. 150.
  • 3. GEOGRAFIA Y TERRITORIOS Para la geografía el territorio, como espacio inscrito en determinados límites políticos administrativos, es la base que permite el desenvolvimiento de la sociedad y el sustrato espacial donde se expresan las políticas del estado. Sus principales atributos son el físico – natural y el poblacional. Es contenedor de la actividad productiva, de una red de centros poblacionales y de una organización política y administrativa. La geografía contemporánea tiene dos vertientes principales: La geografía física, descriptiva, basada en la información cuantitativa: y la geografía humana, que analiza la superficie terrestre y sus paisajes asociados, tanto naturales como humanos, que adquirió carácter científico en el siglo XIX, con los aportes de dos geógrafos alemanes: Alexander von Humboldt (1769-1859) y Carl Ritter (1779-1859). Esta rama de la geografía se especializa en el estudio de las colectividades humanas y en la transformación que sus actividades generan en la superficie terrestre. Su objeto de estudio, por tanto, son los paisajes humanizados. Está subdividida en grandes áreas de conocimiento: geografía de la población, geografía rural, geografía urbana, geografía política y geografía ambiental. Incursionando en el estudio de las corrientes contemporáneas dentro de la geografía, Claudia A. Baxendale afirma en un artículo reciente que en los años 70 primó la “geografía radical” (expresión de la la Teoría Crítica de la Escuela de Frankurt), que cuestionaba el paradigma positivista ante su fracaso para resolver los problemas sociales existentes. Esta “teoría crítica” pretendía integrar el conocimiento puro con la acción para dirigir la investigación hacia fines “socialmente significativos”. Cuestionaba la “objetividad” del científico toda vez que se le consideraba parte del objeto estudiado, y apelaba a la historicidad para entender los fenómenos de la realidad. Al interior de la geografía crítica se distinguen dos corrientes principales: a) La geografía crítica marxista, que considera el espacio como un producto determinado por lo social. Entre los geógrafos que trabajan en esta perspectiva se menciona a Ives Lacaste, David Harvey, Richard Peet y Milton Santos; y b) la geografía de la percepción, relacionada con los enfoques fenomenológicos y existenciales, que valora el espacio vivido y prioriza el análisis de las imágenes espaciales y los mapas mentales que los individuos forman de su espacio. Bajo este paradigma el análisis se traslada del espacio como concepto abstracto al “lugar”, como ámbito de la existencia real. Los geógrafos característicos fueron, entre otros, Carl Sauer (estudios de geografía cultural en los años 20) y Yi-Fu Tan, que en los años 70, incorporó el concepto de “topofilia” como un neologismo “que se refiere a los lazos afectivos que unen a los seres humanos con el medio ambiente. Entre los 70 y los 90 se desarrollaron también otros estudios con enfoques sistémicos donde los geógrafos se preguntan cuáles son los factores que controlan los modelos de distribución y cómo éstos pueden modificarse para hacer que los flujos sean más eficientes; y ambientales, que cobraron importancia a partir de la década de los años setenta con el “Informe del Club de Roma”.
  • 4. EL TERRITORIO COMO FENÓMENO COMPLEJO LA MODELIZACIÓN El crecimiento urbano experimentado en los últimos treinta años ha llevado a intentar descubrir cómo y por qué crecen las ciudades. Una corriente importante en esta perspectiva es aquella que base su análisis territorial en la teoría de los fenómenos complejos y propone modelos que permitan construir horizontes posibles. Una de las principales representantes de esta corriente es Denise Pumain (1) [1]). La cuestión fundamental para ella [2] es encontrar una teoría que permita comprender la evolución de los sistemas territoriales y explicar el proceso ecológico y espacial que conduce a la organización y diferenciación de sus elementos constitutivos. Partiendo de la observación, empieza por constatar que las diferencias de dimensión de las ciudades (y todos los indicadores asociados a ella) se reflejan en la historia de los efectos acumulativos de crecimiento urbano, y que los indicadores (agrupados por diferenciación cualitativa) llevan a ciclos de innovación y de "generación" de las ciudades. En ese marco el problema que plantea es cómo pasar de la constatación de estas regularidades al análisis de los procesos, y a la identificación de las "combinaciones" generadoras del cambio. Para resolverlo se apoya en las teorías de la auto-organización, donde los sistemas físicos tienen en cuenta dos niveles de análisis: El nivel microscopio, constituido un gran número de elementos que interactúan, y el nivel macroscópico, donde aparecen fenómenos físicos no directamente predecibles a partir del conocimiento de los elementos microscópicos. La teoría prevé que varias configuraciones son posibles para un sistema a escala macroscópica a partir de una misma descripción microscópica. La dinámica de estos sistemas combina trayectorias estables y momentos de inestabilidad durante los cuáles el estado macroscópico del sistema puede evolucionar hacia diversas formas de organización de manera imprevisible. Ello implica los supuestos de irreversibilidad del tiempo, la imprevisibilidad del futuro y la singularidad de las trayectorias cada sistema. Para la geografía, siempre de acuerdo a Puiman, esta teoría tendría tres intereses: a) permitir la superación de la oposición entre el estudio de casos individuales o el establecimiento de leyes generales, que marcó el debate geográfico de los años setenta: La teoría de la auto-organización permite explicar cómo procesos generales idénticos pueden producir efectos y estructuras diferentes en función de condiciones iniciales y valores de los parámetros que controlan las interacciones y su evolución. Así, la libertad de elección de los actores o las preferencias la cultura por ejemplo, ya no están excluidos del análisis debido a que no son compatibles con la producción de regularidades de los procesos; b) repensar la diversidad geográfica, no como el producto de una combinación contingente que permite todas las asociaciones posibles, sino como el producto de algunos procesos que se desarrollan al interior de ciertos marcos y temporalidades que se trata de medir y jerarquizar; c) las particularidades de las entidades geográficas son explicables por una sucesión original de trayectorias estables y bifurcaciones de acuerdo a una evolución que se desarrolla por saltos y que encamina al sistema hacia centros de atracción distintos. Las estructuras observadas en un momento dado forman parte de esta “historia” particular producida por una dinámica genérica y por lo tanto, todas las asociaciones cualitativas de propiedades no son igualmente probables. Por lo tanto, una tercera fuente de                                                              1  [1] Denise Pumain (nacida en 1946) est una géografa françesa, especialista en urbanismo y modelisation en ciencias sociales. Es profesora en la Universidad Paris 1 Pantheon Sorbona y miembro del Instituto Universitario de Francia. Fundadora de la revista europea de geografía Cybergeo , codirige la revista Espacio géografico y la colección « Villes » de Anthropos. [2]” Une approche de la complexité en Géographie”, Géocarrefour Numéro Vol. 78/1 (2003) Les références des géographes / Référence électroniqueDenise Pumain, « Une approche de la complexité en géographie », Géocarrefour [En ligne], Vol. 78/1 | 2003, mis en ligne le 23 mai 2007. URL : http://geocarrefour.revues.org/75  
  • 5. interés es la liberación del carácter inevitable de la historia en la explicación de las entidades geográficas. Según Pumain, estamos ante una nueva manera de entender la evolución de los lugares, que permite caracterizarlos como realización dada entre toda una variedad de resultados posibles al interior de un sistema dinámico. La modelización de estas probabilidades, Los modelos de simulación proveen una explicación estandarizada de una trayectoria dinámica en un proceso evolutivo genérico. Las teorías de la complejidad actuales ponen el acento en un nuevo concepto:"la estructura emergente". La Idea, ya presente en la física con la auto-organización, añade una nueva connotación: la creación, que permite que desde el propio sistema pueda aparecer una nueva categoría de objetos o de atributos, una estructura, un sistema nuevo, o incluso nuevas normas establecidas por los protagonistas de un juego de simulación. Denise Pumain [1] sostiene que la aparición de estructuras y propiedades reactivas o cognitivas, producto de las interacciones entre los agentes y las entidades que operan a diferentes niveles pueden ser reproducidas a través de modelos de simulación que ayudan a comprender cómo la emergencia de factores se puede producir en una variedad de contextos. Para demostrarlo propone el análisis de un modelo geográfico que simula la existencia de un sistema estructurado de ciudades que surge en un territorio a partir de las interacciones que se producen entre las distintas localidades. En esta relación, el nivel del sistema de ciudades influirá en cada localidad a la vez que actuará como activador de desarrollo urbano en todas ellas. De hecho, según ella, parece posible aplicar este postulado genérico a distintos sistemas de ciudades, pero haciendo hincapié en el hecho de que el contexto histórico y geográfico, influyen de manera importante en la estructuración de los sistemas urbanos concretos. Aún más, agrega que la mayor parte del tiempo nos encontramos con diversos niveles de emergencia fenomenológica y de aspectos de los procesos sociales que tienen que ser considerados simultáneamente. Esto tiene consecuencias importantes para la modelización, incluyendo los problemas de identificación y categorización de los subsistemas que interactúan, así como la delimitación de los propios sistemas a analizar. En ese contexto, Pumain propone el desarrollo de modelos basados en la observación de los agentes (las entidades geográficas), toda vez que son modelos que asumen la hipótesis de auto-organización, y que además permiten una flexibilidad mucho mayor en la descripción de las interacciones sociales. Según ella, la característica multi - agentes de estos modelos permiten simular las interacciones espaciales y su evolución. La propuesta considera establecer normas que permitan efectuar una lectura inequívoca de los datos, que pueden ser adaptadas a diferentes escalas espaciales y temporales. Sobre esta base se simula la aparición de estructuras colectivas o globales que se pueden probar estadísticamente. Los modelos pueden incluir una variedad de agentes (espacios geográficos) con diferentes propiedades (heterogéneos). Para que este proceso sea útil, señala la autora, se debe tener en cuenta el conocimiento que se ha establecido sobre el comportamiento observado en el espacio geográfico. Por ejemplo, los modelos destinados a simular el comportamiento de las multitudes se basan en los movimientos de los peatones en las calles, los modelos diseñados para predecir el uso de modos de transporte se concentran en la asignación del presupuesto de tiempo y los programas de actividades de los habitantes de las ciudades, los modelos para la ubicación de las tiendas incluyen hipótesis acerca de las decisiones espaciales y económicos de los consumidores. Sin embargo, cuando se consideran ámbitos geográficos y temporales mayores, se encuentran todavía vacíos
  • 6. con respecto a la comprensión de las propiedades específicas y los efectos de nuestro comportamiento en el espacio como individuos. Al definir a las ciudades como agentes, Pumain señala que el objetivo del modelo es reproducir las propiedades emergentes de los sistemas de las ciudades en una escala macro a través de la simulación de las interacciones que se producen entre las distintas ciudades, en correspondencia con la hipótesis principal de la auto- organización en sistemas complejos, según la cual las propiedades emergentes en el nivel superior se producen a través de interacciones en el nivel inferior. Se simula así la aparición y el mantenimiento de una jerarquía urbana a través de un proceso de crecimiento de la población de las ciudades en función de los intercambios económicos que mantienen. En cualquier etapa de la simulación, cada ciudad tiene una oferta de bienes y servicios que produce de acuerdo a la función urbana que cumple. La cantidad producida depende de la fuerza de trabajo que se dedica en la ciudad a esta actividad, y a un rango de productividad que es específico para cada función en el momento dado. Esta oferta disponible se ofrece en el mercado de otras ciudades que tienen demanda de este producto y son accesibles en un determinado rango espacial. El resultado del saldo de todos los intercambios afectará a la riqueza de la ciudad (acumulación o reducción), a la población (tasa de crecimiento con un factor aleatorio positivo o negativo), y al reparto de la fuerza de trabajo. Es este proceso de intercambio en un mercado el que puede introducir un diferencial de crecimiento más o menos rápido entre las ciudades, de acuerdo con su éxito desigual en el mercado. El mismo, a su vez impulsa la dinámica urbana a nivel local al transformar de manera progresiva el perfil económico de las ciudades. [1]Modelización de los procesos de surgimiento de las ciencias humanas y sociales Denise Pumain, Université Paris I, Instituto Universitario de Francia/ pumain@parisgeo.cnrs.fr/ En: ACADÉMIE EUROPÉENNE INTERDISCIPLINAIRE DES SCIENCES www.science-inter.com/EmergencePumainfr.doc.
  • 7. EL URBANISMO Y LA ARQUITECTURA El “territorio” desde la arquitectura y el urbanismo es semejante a la de la geografía porque lo concibe como un espacio físico con determinadas características (relieve, altura, clima) y como espacio habitado. Para la arquitectura y el urbanismo son importantes el ser humano y las transformaciones que el hombre realiza en el territorio. Por eso la responsabilidad que tiene el urbanismo es organizarlo y acondicionarlo. Labores esenciales desde que el hombre abandonó la caza y la recolección por la agricultura, transformó el ambiente e ideó mecanismos para garantizar la reproducción, protegerse de las amenazas del entorno y facilitar los desplazamientos e intercambios económicos, sociales, políticos o culturales. El “espacio natural” es el resultado de estas múltiples intervenciones humanas previas, orientadas a obtener provecho de las condiciones específicas de cada espacio geográfico: clima, relieve, recursos. El ordenamiento del territorio es una respuesta al desequilibrio creciente campo - ciudad originado por el industrialismo de fines del siglo XIX. Y el acondicionamiento territorial busca atenuar sus efectos negativos en la ciudad (procesos acelerados de urbanización e implantación desordenada de las empresas, habitaciones y equipamientos, que obligaron a formular las primeras normas de salubridad pública y ordenamiento espacial). La planificación urbana nació en Inglaterra a mediados del siglo XIX para mitigar los efectos “ambientales” que produjo el crecimiento urbano en la población, debido al traslado de los medios de producción y de la población del campo a la ciudad. Se buscaba, por razones de salud pública, garantizar la separación de la industria y del comercio de las zonas residenciales y reducir la densidad de la población. Esta preocupación, recogida por personajes como Owen, Fourier o E.Howard, sería retomada en los años 20 por los arquitectos que dieron vida a los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna. De acuerdo a lo que proponía esta corriente, el urbanismo debía ayudar a organizar las funciones de la vida colectiva en la ciudad y en el campo, a saber, la vivienda, el trabajo y el ocio. Los medios por los cuales se habrían de cumplir estas funciones, eran la distribución del suelo, el reglamento de circulación y la legislación. Estos conceptos se ampliaron en 1931 en el Congreso del CIAM realizado en Atenas, que dio lugar a la “Carta de Atenas”, que propuso una serie de medidas para enfrentar los problemas de las ciudades, principalmente europeas. La planificación urbana adquirió un peso cada vez más importante como instrumento para el ordenamiento urbano, aunque la zonificación perdió fuerza debido a aspectos tales como los costos, de transporte. Cobraron vigencia otros enfoques relativos a la planificación urbana, como el “participativo, que fue dejando poco a poco el plano casi exclusivamene espacial para abordar el social. El arquitecto John Friedman en 1965 (“Introducción al Estudio y Práctica de la Planificación), sostenía que la planificación es una forma de pensamiento, una manera de abordar los problemas sociales, un instrumento de la razón, que habría de permitir a la sociedad “ orientar su desarrollo ulterior, asegurando en todo momento el bien social máximo”. Con ello Friedman salía al frente de las formas tradicionales de planificación derivadas del pensamiento funcional del urbanismo moderno, que no tomó en cuenta suficientemente el contexto concreto de cada realidad específica. En “Ciudades Sin Rumbo” José Luis Coraggio retoma a Christian Topalov que sostiene que el modelo de los planes reguladores tiene su origen en la Europa del siglo XVIII “Donde las primeras intervenciones estatales nacen con la separación entre lo público y lo privado al convertirse la salud pública afectada por decisiones privadas, en asunto de estado”. –Continúa Coraggio- “ (Con este antecedente) en los años 50
  • 8. encontramos como principal modelo de intervención pública urbana el plan regulador, encargado de imponer orden racional a una realidad trastornada por el crecimiento caótico e irracional que viene de afuera, del campo”. En la década de los años 70 los estudios sobre urbanismo y planificación en América Latina estuvieron muy influidos por la sociología urbana estructuralista, principalmente por Manuel Castells, que en la “Cuestión Urbana” critica radicalmente la planificación urbana, como instrumento funcional a una lógica de apropiación del espacio por parte de las clases dominantes, y de segregación espacial. Para él, el espacio era un terreno de conflicto social entre intereses que pugnaban por dotar a la ciudad de un determinado significado, de una función y de una forma. Pasada la hora de los pensamientos globales, los científicos sociales de la década de los 90 se abrieron a un tipo de análisis más bien sectorial y específico de los múltiples problemas urbanos existentes. La planificación urbana, abandonó la pretensión explicativa de los fenómenos urbanos y (de la mano con las urgencias específicas de ciudades empobrecidas y en crisis) se abocó a diseñar programas y proyectos sustentados en la “planificación estratégica”.
  • 9. SOCIOLOGIA Y ANTROPOLOGÍA Más allá de los enfoques principalmente cuantitativos de la sociología (predominantes a inicios del siglo XX), los exponentes de la después conocida “Escuela de Chicago”, recogieron la aproximación cualitativa, comprensiva, de la sociología alemana, para aplicarla a la ciudad. Como sabemos, las ciudades norteamericanas, particularmente Nueva York y Chicago crecieron exponencialmente en ese tiempo, por el nutrido arribo de inmigrantes europeos y de los propios connacionales, muchos de ellos afro descendientes. Dos destacadas figuras de esta corriente fueron Isaac Thomas y Robert Park. El primero, reflexionando en torno a la importancia de la comunidad en el territorio, y el segundo, llamando la atención sobre la “racionalización” de la actividad humana en la ciudad, el espíritu competitivo y el desarrollo de relaciones secundarias. Otro representante de esta corriente, Luis Wirth escribió en 1938 un trabajo que llegaría a ser paradigmático: “El Fenómeno Urbano como Modo de Vida”. Donde define a la ciudad desde una perspectiva que incide en el análisis de las interrelaciones que se establecen en ella: “La ciudad es una forma específica de asociación humana con un modo de vida distintivo”. Algunas de características de estas interrelaciones serían: Variedad, diversidad, “lejanía” entre unos y otros, contactos superficiales, roles segmentados, anonimato, erosión de la solidaridad social, desconfianza, individualización, soledad. Esta forma de abordar los fenómenos socio- espaciales, será retomada a inicios de los años 60 en los Estados Unidos, por el “Interaccionismo Simbólico”. Philippe Cabin anota: “Contra el funcionalismo, los interaccionistas postulan que el hecho social no es un dato sino un proceso que se construye en el marco de situaciones concretas”. Idea que había sido desarrollada a principios del siglo XX por el psico- sociólogo George – Herbert Mead (1863-1931). “Es en la dinámica de la interacción entre las personas y a través del sentido que dan los individuos a sus acciones (de donde surge el calificativo de simbólico), que se puede acceder a la esencia del juego social” – concluye Cabin. Uno de los principales representantes de la corriente interaccionista es Erwing Goffman, que siguió sus estudios de sociología en la Universidad de Chicago analizando las interacciones sociales en la vida cotidiana. Retomando la metáfora teatral, Goffman divide los lugares sociales en varias “regiones”: “Las regiones anteriores (la escena), son aquéllas donde se desarrollan las representaciones: Los actores son confrontados con el público y deben cumplir con sus roles sociales (como el profesor en la clase). Las regiones posteriores (detrás del escenario) están cerradas al público y el actor puede relajar su control o preparar su futura presentación”. El pensamiento de Manuel Castells emergió como una crítica radical a la escuela de Chicago y tuvo una gran influencia en la década de los años 70, no sólo en el mundo de la planificación urbana, sino también en la geografía, la antropología y en la propia sociología. La tesis central de Castells fue que la ciudad crecía y se desarrollaba a partir de procesos socio-económicos y políticos, por decisiones humanas y no por procesos “naturales”, ecológicos o culturales. Hacia fines de siglo asistimos al fin de los grandes discursos interpretativos. Como sostuvo la escuela de Franckfurt, en el siglo XX, el racionalismo, la técnica, la “objetividad”, lejos de resolver los graves problemas de la humanidad habían sido portadores de grandes males que pusieron en peligro el ecosistema. K. Popper ha sostenido que la puesta en práctica de utopías radicales que buscaron cambiar el sistema, basadas en el paradigma racionalista, sufrieron la misma suerte. Dos de los
  • 10. principales postulados de la modernidad, la razón y con ella la posibilidad de alcanzar una vida plena, habrían demostrado su ineficacia. Ello explica en parte el surgimiento de un nuevo discurso que rompe con la lógica de la modernidad. José Benigno Zilli Manica (Poiesis 2002, Santiago de Chile, http://www.geocities.com/fdomauricio/) afirma que la crisis de los grandes paradigmas ha traído como consecuencia que hoy se hable cada vez más contra de la razón y la lógica. Se rechaza cualquier sistematización que pretenda englobar una totalidad, o cualquier fundamentación teórica. “Lo único que cuenta es la literatura o el arte. Todo es lúdico. En la vida social se insiste en la "diversidad," que en el fondo significa que cada quien, viva como le parezca conveniente”. Para Mac Augé asistimos a una etapa donde el tiempo es fugaz, el espacio se acorta y adopta múltiples formas, y priman la soledad, el aislamiento personal y la individualidad. Los territorios, concebidos tradicionalmente como espacios concretos, geográficamente bien definidos, caracterizados por ser identitarios, históricos y relacionales, empiezan a dar cabida cada vez más a lugares efímeros, impersonales, anónimos, los “No Lugares” propios de la “sobremodernidad”. Lugares que conviven e intercambian permanentemente roles con otros territorios o “lugares” identitarios, históricos y relacionales. Otra entrada al análisis del concepto de territorio parte de de la vida cotidiana como espacio de recreación ciudadanía (Habermas, teoría de la acción comunicativa, A. Heller, “Sociología de la Vida Cotidiana). Asociado al de “vida cotidiana, han cobrado vigencia también otros conceptos: ”espacio local” y “espacio público”. En el Perú Pablo Vega Centeno ha introducido la noción de “espacio social” de Ledrut: “Las diferentes extensiones y organizaciones de colectivos humanos donde la vida discurre signada por la proximidad espacial. La ocupación de este espacio con relativa permanencia lo convierte en territorio propio a los ojos de sus usuarios. Es decir, sujeto a normas y valores del grupo humano que lo habita. De ahí Remy y Voyé desprenden el concepto de “territorialidad” que interrelaciona los comportamientos humanos con su manera de plasmarse en un contexto espacio – temporal, facilitando a un grupo humano determinado resolver en el espacio las ambivalencias orden/ no orden, peligro/no peligro”. Esta forma de entender los territorios, permite relacionar mejor éste con otros conceptos utilizados en América Latina, como el de “barrio” (v. Pedro G. Buraglia, profesor de la Universidad Nacional de Colombia: “El barrio: fragmento de ciudad”). Cuenta Buraglia que ya a fines del siglo XIX el sociólogo Tönnies había dado cuenta del languidecimiento de la vida comunitaria, como consecuencia del crecimiento de las ciudades, y de cómo esta preocupación tomó cuerpo en la Escuela de Chicago y en propuestas como las de Perry y Abercrombie con el Plan de Londres. “En el caso de América Latina a menudo se menciona el barrio como un componente característico de las estructuras urbanas, aunque con un significado generalmente marginal o popular”. En efecto, el barrio, como asiento de una determinada comunidad, sirve – como marco de vida de la actividad humana: Su escala permite –puntualiza– la interacción y solidaridad entre individuos, el aprendizaje, la expresión política, el desarrollo de una base económica y diversos niveles de privacidad necesarios para la vida familiar y doméstica.
  • 11. LA METRÓPOLI DE LOS INDIVIDUOS: ALAIN BOURDIN No deja de ser sugerente incorporar en el análisis territorial el enfoque de los fenómenos complejos que concibe a la historia como un proceso dinámico y plantea que el rumbo general de un sistema puede modificarse de manera imprevisible debido a la modificación del comportamiento de uno de sus componentes, económico social o cultural. Sobre esta base la modelización de los cursos posibles, es un ejercicio útil para prever los horizontes futuros. No obstante, autores como Alain Bourdin ([1]) sostienen que los discursos que hacen de la ciudad un objeto abstracto e inmóvil, resumido en cifras y en modelos, no logran solucionar el problema principal que dificulta la compresión de la naturaleza y la dinámica de los territorios: El dualismo que consiste en hacer de la ciudad el resultado de un determinismo social, económico o político, donde la “materialidad urbana” es tratada como el contenedor y la vida social como contenido. Esta distinción, según el autor, soporta cada vez menos la prueba de los hechos: “Un servicio de distribución de agua o electricidad es indisolublemente material, económico y social. Una estación un centro comercial, o un departamento, mezclan las interacciones interindividuales, las percepciones y los entornos ambientales, con la dimensión física de los lugares y con la conexión a redes, sobre todo de información “([2]). Recoge la idea simmeliana de la “forma” entendida como el conjunto indisociable fondo-forma cuya interacción crea algo nuevo y distinto (“acción recíproca”), y sostiene que la metrópoli es un conjunto material e inmaterial que crea una determinada civilización, la “civilización de la metrópoli”, retomando el hilo conductor de dos artículos paradigmáticos: “Metrópoli y Mentalidad” (Simmel, 1903 [3] ) y “El Urbanismo como Modo de Vida”(Luis Wirth, 1938 [4]). Como se recuerda, para Simmel la metrópoli de fines del siglo XIX y comienzos del XX era antes que un objeto, un lugar dónde se forja una nueva manera de concebir la sociedad, marcado por la racionalidad, en el que cobra importancia la experiencia individual y cristalizan las “figuras sociales” y el “tipo metropolitano”.Primero R. Park y Luego L. Wirth , como expresiones significativas de la Escuela d Chicago, llevarían este enfoque a Norteamérica, enfatizando las características culturales de los grupos sociales, y la densidad social. Sobre estas bases Bourdin analiza lo que él llama “Metrópolis de los individuos” reflexionando en torno a esta relación entre individuo y sociedad en el marco del proceso de globalización, que le da un cariz especial a la relación; y desarrolla aspectos tales como el consumo, la vida cotidiana, la movilidad, la inseguridad, los contornos que adquiere la metrópoli. Termina señalando que el concepto de territorio, tiene usualmente tres acepciones: a) El territorio definido como el espacio de un soberano, de una autoridad política o miliar, pero también de una religión o cultura; b) El territorio como una realidad etológica: El espacio utilizado y apropiado por un grupo o individuo, con dos variantes: Una naturalista (Konrad Lorenz), donde el territorio es inmutable; y una culturalista (Gofmann) dónde es construido y reconstruido sin cesar; c) El territorio como un sistema en equilibrio que asocia el espacio, la economía y la sociedad. Realidad multidimensional, portadora de un “equilibrio dinámico”. Para Bourdin hoy en día es cada vez más difícil enmarcar a los territorios dentro de estas tres acepciones. La primera y la segunda definición, por ejemplo, resisten mal el hecho de que hoy existan muchas soberanías y que cada quién se apropie y se represente en su propio territorio. La tercera definición. Parece encontrar aún mayores dificultades porque las definiciones clásicas de territorio, fundadas sobre la base de la articulación centro- periferia, con fronteras definidas y con la idea de una concentración y dinámica en los
  • 12. lugares centrales, colisionan con la existencia de centralidades múltiples y territorios con fronteras diluidas. [1] Sociólogo y urbanista, profesor en la Universidad de París VIII, Director del Instituto Francés de Urbanismo. Para las referencias utilizadas ver: “La Métropole des Individus”, L’Aube, Essai, París 2005. [2] Ibd. P 11. [3] “Las Grandes Urbes y la Vida del Espíritu”, en Simmel:”El individuo y la libertad”, Península, Barcelona 1986. [4] Publicado en el número 44 de la revista American Journal of Sociology”. La versión utilizada corresponde a la traducción de Víctor Sigal, Ediciones “·3”, Bs. Aires 1962.
  • 13. GEORG SIMMEL El sociólogo alemán Georg Simmel, a principios del siglo XX analiza las consecuencias que tiene la modernidad para el hombre de su tiempo, como lo hicieran también entre otros Freud en el campo de la psicología, Nietzsche en el de la filosofía, y Marx, Durkheim o Weber en el terreno de la sociología. El paso del siglo XIX al XX había marcado un cambio de época radical en los terrenos de las ciencias y de la tecnología, de la economía, pero también de las ideas y la cultura. El día se alarga, las distancias se acortan; La vida rural da paso a la vida urbana; la organización asociativa reemplaza a la comunitaria; el mercado y el dinero devienen la forma principal de relación social. El individuo en la ciudad, el pobre, el inmigrante, se encuentran solos y se sienten desamparados. El mundo vive una etapa de expectativa, pero también de desconcierto y de temor ante un futuro que se presenta incierto. En este contexto, en el campo de la sociología, para unos el objetivo principal será identificar las patologías que surgen en las ciudades y de curarlas, desde una óptica más bien objetivista (vg. Durkheim: “El Método Sociológico”: Diferenciar lo normal y lo no normal; observar el objeto de estudio; medir; comparar) y para otros, entender lo que subyace a los comportamientos sociales (Marx, Weber, Simmel) a través de métodos de estudio sobre todo cualitativos. La importancia de Simmel en la sociología es múltiple: Es uno de los primeros sociólogos en tratar el problema de la modernidad desde una óptica cultural y que desarrolla una crítica sistemática a la racionalidad individualista e instrumental de la sociedad moderna. (en lo que algunos ven un antecedente importante del pensamiento posterior de Habermas). Por otro lado Simmel se interesa en el análisis de las relaciones y de los procesos, considerándosele un precursor del enfoque interaccionista. Por último, Simmel desarrolla una reflexión amplia en torno a las consecuencias sociales del proceso de urbanización (Vg: “Metrópoli y Mentalidad”) que va a ser un antecedente fundamental para la Escuela de Chicago. El enfoque cultural en Simmel Simmel propone una diferenciación entre cultura objetiva (lo que los seres humanos hemos alcanzado), y cultura subjetiva (nuestro manejo interno de la cultura objetiva en la perspectiva de constituirnos en seres integrales). Sostiene que el drama de la cultura estriba en que el hombre no es capaz de asimilar sus propias creaciones, que éstas se autonomizan, cobran vida y adquieren lógica propia. Así por ejemplo, el dinero, instrumento indispensable para el intercambio comercial, ha terminado siendo una forma de relación que empobrece el intercambio, lo cosifica. Esta situación se hace más compleja en la medida en que la división del trabajo obliga a una mayor especialización que lleva a que lo que hace cada individuo por sobrevivir escape cada vez más de su deseo y de su voluntad. Las Relaciones y los Procesos Para Simmel el análisis de los fenómenos sociales debe empezar por el examen de esta situación .y de las formas de relación que le subyacen. Formas que tienen su origen en lo que él denomina la reciprocidad de la acción o “acción recíproca”, definida como la interacción que se establece entre los seres humanos, la influencia que ejerce uno sobre el otro, y el producto que emerge de tal relación. Existen cuatro formas sociales principales en la propuesta de Simmel: Formas permanentes (familia, estado, iglesia, partidos políticos, instituciones en general); Formas “formantes”, que son los esquemas preestablecidos sobre la base de los cuáles se constituyen las organizaciones (jerarquía, competencia, conflicto,
  • 14. asociación, herencia, entre otras); Las”formaciones”, que son las formas que constituyen el marco general al interior del cual se desarrolla la socialización (política, economía, derecho, educación, religión); y las formas efímeras, que constituyen el rito de lo cotidiano (las costumbres). La ciudad como escenario Para Simmel el territorio es una consecuencia de la acción del hombre, que modela, modifica, humaniza el espacio vacío, le da un sentido y una perspectiva. Del mismo modo que la frontera, que antes que un atributo físico, es un hecho social producto de una forma específica de relación que anticipa o resuelve un conflicto. En materia de espacio dice Simmel. Que un gran reino no está constituido por una extensión geográfica de tantas o cuántas millas cuadradas sino por las fuerzas psicológicas que reagrupan políticamente a sus habitantes bajo un centro de dominación. Y agrega: “No es la forma de proximidad espacial o de alejamiento lo que crea los fenómenos particulares de vecindad o distancia, aunque ello parezca indiscutible. Ellos también son consecuencia de contenidos puramente psíquicos cuyo desarrollo establece con la forma espacial una relación en principio idéntica a la que esta última puede tener con una batalla o una conversación telefónica”. Finalmente: “Cuando un cierto número de personas juntas viven aisladas al interior de determinados límites espaciales, cada una de ellas llena con su sustancia y con su actividad el lugar que le es inmediatamente suyo; y entre este lugar y el de su vecino subyace un espacio vacío. Desde el instante en el que estas dos personas entran en relación recíproca, el espacio existente entre ellos aparece pleno y animado”. Simmel sostiene que el territorio sobre el que una ciudad ejerce una cierta influencia no se detiene en sus fronteras geográficas sino que - de una manera más o menos perceptible- se extiende por todo el país mediante ondas intelectuales, económicas y políticas. Esta es una clave para entender la noción de frontera. Dice Simmel que para nuestro uso práctico el espacio se divide en segmentos que son marcados por fronteras. Pero puntualiza que tomamos rara vez conciencia del hecho de que la extensión de estos espacios particulares – y de sus fronteras - responde a la intensidad de las relaciones que se establecen tanto a su interior como entre ellos. Las fronteras no son por tanto delimitaciones naturales; dependen de los hombres, de sus necesidades, de sus intereses, de la circunstancia particular que los envuelve. El estudio de Simmel sobre la ciudad busca explicar el tipo de intercambio social que se genera en las urbes modernas así como sus posibles consecuencias en la formación de la personalidad. “Se trata de una aproximación al fenómeno de lo urbano que intenta ir más allá de las categorías demográfico-territoriales, institucionales, o económico-políticas al que habían recurrido otros autores, como Max Weber o la escuela marxista”. A diferencia de dichas aproximaciones, Simmel veía en las primeras metrópolis el espacio por excelencia en el que se alzaban nuevas conductas de organización social, que marcarían la vida en las grandes ciudades a partir de la industrialización. La realidad metropolitana era para Simmel el dato histórico y sociológico, punto de partida para un estudio de la sociedad moderna. Simmel desplaza el análisis de las ciudades de sus datos estructurales o económicos a la esfera de las relaciones sociales –con especial énfasis en las formas a través de las cuales estas relaciones son creadas por habitantes urbanos. En esta perspectiva de análisis Simmel irá sumando conceptos relacionados con el anonimato, la libertad, la individualización, la superficialidad, el secreto y la selección, como elementos centrales de la realidad urbana. Uno de sus puntos principales de análisis, gira alrededor del dinero como medio obligado de intercambio en la ciudad. La relación entre dinero y cultura impregna la
  • 15. naturaleza de la vida social urbana hasta la última de sus interacciones; ya sea porque el valor de cambio de la moneda fomenta el anonimato y la individualización o porque privilegia la racionalidad sobre la emotividad. Simmel reconoce que en la metrópoli predomina la superficialidad de los contactos urbanos como forma para hacer frente a la realidad fragmentaria, y racionalizada de las grandes ciudades: El dinero como medio de intercambio, la sucesión sin límites de impresiones o situaciones imprevistas y la división del trabajo, conducen al habitante a mantener relaciones sociales basadas en la externalidad, el pragmatismo y la especialización. Ante la complejidad y la fragmentación –de situaciones, de opciones, de contactos- el individuo responde fragmentándose, racionalizando y racionando sus interacciones, manteniéndolas en un plano superficial y esquematizado. Por último, para Simmel la ciudad, como construcción social, es inacabada e inacabable debido a que los materiales a partir de la que se genera se encuentran no sólo en movimiento, sino en el proceso de transformación constante del que depende para su supervivencia. Algunas formas urbanas significativas Los individuos se encuentran en una posición comprometida pero ambivalente, a la vez interna y externa, de cercanía y de distancia con la comunidad. Por un lado tienden a identificarse con la vida de su grupo de referencia, a entremezclarse y a fundir allí los contenidos de su propia vida. Pero por el otro, observan cómo de esta relación en el grupo surgen “entidades” autónomas, externas y distantes, que adquieren una independencia considerable y que se manifiestan de manera más neta en la medida en que la sociedad se hace más compleja, que crece la diferenciación y se establecen diversas escalas entre individuos. El pobre por ejemplo, ocupa un lugar claramente delimitado en esta escala: La asistencia que la comunidad le brinda pero que el pobre en la gran mayoría de casos no está en condiciones de exigir, hace de él un objeto pasivo de caridad para el grupo, que lo lleva a vivir a menudo en una situación de “corpus vile” distanciado de la colectividad, y excluido por ella. Como el pobre, el extranjero es otro ejemplo de articulación que implica a la vez una exterioridad y una relación cercana. Dice Simmel que en muchos pasajes de la historia de la economía, el extranjero ha tomado la forma del comerciante y el comerciante, la del extranjero. En tanto que la economía está orientada hacia la subsistencia o que un círculo geográficamente cercano intercambia sus propios productos, la comunidad no tiene necesidad de comerciantes intermediarios a su interior; un comerciante no puede perfilarse sino a partir de productos que son fabricados al exterior del círculo. Si no es posible partir a comprar estos productos, es necesario que llegue a la comunidad un comerciante, que por lo general es extranjero. Por su propia naturaleza el extranjero no es en principio un poseedor de tierra, no sólo en el sentido físico del término sino también en el sentido metafórico. Es esta posición la que le confiere su característica específica de movilidad, de proximidad y de distancia. Pero, además, el extranjero, como no tiene raíces que lo aten a los componentes particulares o a las tendencias divergentes del grupo, adopta globalmente la actitud especial de “hombre objetivo”. El extranjero es, finalmente, un ser libre, que puede actuar en proximidad pero con distancia, observando las particularidades de la comunidad sin actuar en consecuencia. Del inmigrante dice Simmel que los miembros de una sociedad migratoria dependen estrechamente unos de otros, pero –a diferencia de los grupos secundarios - , la comunidad de intereses reviste principalmente la forma de lo oculto, donde prevalece
  • 16. el presente, por encima de las diferencias individuales en el doble sentido de la palabra. Como diversidad cualitativa o social y como conflictos y diferendos entre individuos. La inmigración de por sí aísla al inmigrante. Por eso los comprometidos en esta empresa establecen una asociación estrecha que sobrepasa las diferencias habituales entre seres humanos. Las amistades de viaje, que para el futuro quedan como tales, permiten una intimidad y una franqueza que no son fáciles de explicar por razones sólo de interés. Para ello parecen concurrir tres elementos: El desarraigo del medio habitual; las impresiones comunes del momento; ser concientes de la separación inevitable. Sociología PUF, París 1999 1 Ed. 1908)
  • 17. LA ECOLOGIA Joan Martínez Alier en su libro “El Ecologismo de los Pobres”(Espiritrompa eds. Cuarta edición, Lima marzo 2010) distingue tres corrientes principales en la ecología: El Culto a lo Silvestre: Representado hace más de cien años por John Muir y el Sierra Club de Estados Unidos. Más tarde, en la “Ética de la Tierra”, Aldo Leopold introduciría la ciencia de la ecología asignando funciones diversas a los bosques. Dice Alier que esta corriente que busca preservar y mantener lo que queda de espacios naturales, (representada a nivel de los movimientos por ejemplo por el WWF), constituyó la base científica para el desarrollo de la primera corriente ambientalista. Entre sus logros menciona el Convenio sobre biodiversidad de Río de Janeiro 1992, y la ley norteamericana de Especies en Peligro de extinción; b) El evangelio de la ecoeficiencia: Que dirige su atención a los impactos ambientales y riesgos para la salud de las actividades industriales, la urbanización y la agricultura moderna. Cree en el “desarrollo sostenible” y en la “modernización ecológica”. Representado por el Instituto Wuppertal, pone énfasis en materia económica, en los llamados “eco impuestos” y mercados de permisos de emisiones; y en materia tecnológica, apoyando los cambios que llevan a ahorrar energía y materiales; y la justicia ambiental y el ecologismo de los pobres: Que sostiene que el desarrollo económico implica mayores impactos en el medio ambiente y llama la atención sobre el desplazamiento geográfico de fuentes de recursos y sumideros de residuos, que generan efectos negativos en los grupos más vulnerables: El “extractivismo” exacerbado, que afecta a agricultores que ven cómo sus tierras son destruidas por minas o canteras por la voracidad consumista de los países llamados desarrollados. Después de hacer un análisis detallado de la ecología económica y de la ecología política, Alier se detiene en la “Ecología de los Pobres” y en particular en los daños producidos por la extracción de oro en Cajamarca por parte de la minera Yanacocha, en Oruro, Bolivia, y en Chubut, en Argentina; y menciona el intento que hubo de extraer oro de la reserva Imataca, en Venezuela. Al final del texto Alier propone el análisis de algunos temas de interés tales como la relación conflictiva entre economía y ambiente y entre valores e intereses materiales. Temas ambos trabajados por la ecología política, sea a partir de la fusión de la ecología humana con la ecología política (estudio de actores en conflicto), o del análisis del discurso y la interculturalidad. Más allá de los intentos por conservar, o “preservar” la naturaleza y por avanzar en la “modernización ecológica”, el crecimiento económico deja huellas y genera impactos ambientales negativos importantes, en detrimento sobre todo de los menos favorecidos, más aún ahora que la crisis económica hace que los capitales busquen invertir en mayor medida en países como el nuestro. Estamos hablando de territorios en conflicto que buscan ser ocupados por otros actores, con otra lógica y con otros propósitos. En lo que se refiere al Perú, Manuel Glave Testino (“La Investigación del Medio Ambiente en el Perú”, CIE, Universidad del Pacífico, Lima, septiembre 1995) relata que en lo que se ha llamado el movimiento “conservacionista”, han existido tres grandes corrientes: El movimiento ecologista de los años sesenta (V. Felipe Benavides), que impulsó las primeras Unidades de Conservación (Parque Nacional de Cutervo, 1963) y llevó a cabo una labor de sensibilización a través de las páginas del diario El Comercio. Continuadores de esta corriente fueron la Red Nacional de Acción Ecológica del Perú (RENACE-PERU) y el Frente Ecológico Peruano Felipe Benavides. Durante la época del gobierno de Velasco nacería en la Universidad Agraria, la Facultad de Ciencias Forestales, que proporcionó un enfoque científico a esta corriente, después asumida por la Fundación Peruana para la Conservación de la
  • 18. Naturaleza (FPCN). “De manera paralela al crecimiento de los Forestales de la UNALM y el desarrollo de la FPCN – dice Glave – aparecen otros organismos no gubernamentales: La Asociación Peruana de Conservación de la Naturaleza (APECO)”. Sus objetivos eran la educación ambiental, la gestión de áreas naturales protegidas (Parque Nacional del Río Abiseo). EL trabajo de APECO se realizó de manera estrecha con el Museo de Historia Natural Javier Prado, formado por un grupo de científicos de la UNMSM. El movimiento conservacionista peruano tuvo como referente básico el “Libro Rojo de la fauna silvestre del Perú” (Víctor Puliod, INIIA 1991). “Los debates mças importantes, continua el autor, siempre se relacionaron con alguna especie y no con las capacidades de las comunidades locales de reproducirse, y al mismo tiempo, ser ellas las que conserven las especies”. La publicación del informe de la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo (Comisión Brundtland) “Nuestro Futuro Común (WCED 1987) marcó un cambio decisivo a nivel internacional en los enfoques ambientales y desencadenó un debate intenso a nivel internacional que culminó en una primera etapa en la Cumbre de la Tierra (Río 92), que aprobó la llamada Agenda 21. Esta agenda reconoce la necesidad de integrar la conservación de los ecosistemas dentro de las consideraciones del desarrollo. Las principales preocupaciones empezaban a girar en torno a la sostenibilidad del crecimiento económico (ya el Club de Roma había llamado la atención sobre este problema en 1972 con el informe Los límites al crecimiento poco antes de la primera crisis del petróleo. Ver también en ese sentido a Shumacher: “Lo Pequeño es Hermoso); a las relaciones entre los patrones de producción y consumo con la conservación del stock del capital natural; y a las interrelaciones entre pobreza, calidad de vida y calidad ambiental. Cobran importancia entonces la “Economía ambiental” y la problemática “gris” por sobre la verde. Algunas Investigaciones de Medio Ambiente en El Peru
  • 19. ENFOQUES DESDE LA ECONOMIA En principio la economía es una disciplina que se ocupa de estudiar cómo las sociedades deben administrar sus recursos con el objetivo de producir bienes y servicios y distribuirlos para el bienestar de sus miembros. Según ella el territorio (junto con el clima) forma parte del ambiente natural en el que se desenvuelven las actividades productivas. Comprende el suelo (o superficie externa de la tierra, relieve orográfico) y el subsuelo (capas internas de la tierra). En él convergen los recursos naturales, las fuerzas motrices y el ser humano, que aporta el trabajo necesario para producir los bienes o prestar los servicios. Ahora bien, en un contexto en el que la actividad económica está regida por la búsqueda de beneficio, el interés de esta disciplina en materia territorial es el examen de las condiciones que hagan posible menores costos de extracción de la materia prima, de su transformación y de su comercialización. Johann Heinrich von Thünen en «El estado aislado», en 1820 planteó que el hombre trata de resolver sus necesidades económicas en el entorno inmediato, reduciendo sus desplazamientos al mínimo y sugirió como idea central que por ello la renta variaba en relación con la distancia de los productos con respecto al mercado. A este tipo de renta le llamó renta de localización. A principios de siglo XX, la Escuela de la Localización plantearía las causas que a su entender explicaban los patrones de distribución espacial de las manufacturas en el marco del proceso de industrialización, señalando que la distancia influía en la formación de preferencias por parte de los consumidores y, por tanto, en las decisiones de localización de las empresas. En los años comprendidos entre las dos guerras el foco de interés se desplazó en otras direcciones. En primer lugar, el análisis de las pautas que determinan los usos del suelo en las zonas urbanas. El centro de esta corriente fue la Universidad de Chicago donde profesores tales como Parks y Burgess (1925) propusieron un enfoque ecológico para entender las pautas de localización dentro de las ciudades. Esta perspectiva de análisis estimuló el desarrollo de estudios sociológicos y demográficos en torno a las ciudades, tales como los de Homer Hoyt (1939) ([2]) cuyos trabajos acerca del proceso de cambio en la forma de las zonas residenciales dentro de la ciudad parecen haber recibido la influencia de las nociones ecológicas de competencia, invasión y sucesión. Este interés de los ecólogos en el uso del suelo de manera concéntrica en las ciudades llevaría a que otros estudios se preocuparan por entender la lógica que animaba la zona central de la ciudad y la formación de "jerarquías". Durante la década del 40 destacan el trabajo de August Losh ([3]) y el desarrollo de la teoría general de la localización; y de Edward Ullman ([4]) que enfatizó la necesidad de profundizar la teoría del lugar central al estudio del tamaño y extensión de las ciudades. Más tarde él y Chauncy D. Harris estudiarían las formas de distribución del uso del suelo dentro de las ciudades, desarrollando las propuestas de "anillo concéntrico" y "sector" como parte de la teoría de los "núcleos múltiples" ([5]). En 1944 por los estudios de von Newmann y Mongentern ([6]) cuestionaron la idea de que las decisiones se basaban casi exclusivamente en una información adecuada y que, por el contrario, muchas decisiones pueden ser consideradas como son "sub óptimas". Para ello analizaron dos conceptos de la teoría del proceso de toma de decisiones: El estado de la información y la actitud de aquel que toma una decisión frente al riesgo ([7]). . Luis Mauricio Cuervo ([8]) señala que en general la teoría neoclásica presenta dos dificultades: a) La definición de espacio: Dice que para definirlo aunque usualmente se utilice la noción de distancia, expresada en términos de costos de transporte, el abanico de variables para una definición adecuada es en realidad mucho más amplio.
  • 20. b) La interacción entre decisiones individuales puede provocar una cadena de acciones y reacciones, que quite una base suficientemente certera para establecer el equilibrio deseado. Con relación al primer problema, se puede establecer que cada caso interpretado como una apuesta teórica, hace posible aislar las reacciones elementales entre dos variables, dando lugar al encuentro hipotético de un punto de localización óptima. Pero el segundo, dice Cuervo, pone a prueba la racionalidad neoclásica misma, construida sobre la base de la independencia y racionalidad de las decisiones individuales. Como respuesta a los límites de la teoría neoclásica, autores como Harry Richardson y Philippe Aydalot, han buscado una definición diferente de espacio dando lugar a la aparición de conceptos como externalidad o deseconomías. Estos conceptos toman como punto de partida la existencia de una serie de interrelaciones económicas altamente influenciadas por la localización. Las externalidades y las economías y des economías de aglomeración reinterpretan las implicancias económicas de la interrelación ̈cercanía - lejanía ̈. Las externalidades establecen que la vecindad de los agentes económicos en la realización de sus actividades propicia la transmisión no monetaria de costos y beneficios. Así por ejemplo, la congestión y la contaminación se encuentran entre los principales costos de la concentración espacial de la actividad económica; mientras que la difusión de las innovaciones o el uso compartido de la infraestructura básica se cuentan como beneficios externos de las aglomeraciones. Y en lo que compete a las economías y deseconomías de aglomeración, se señala que ellas surgen de la agregación o no de costos y beneficios individuales que se reflejan en condiciones propicias o negativas producto de la concentración espacial. A finales de los años 60 la Teoría del Intercambio Desigual .(Amin S. El desarrollo desigual: Crítica a la teoría del desarrollo. Siglo XXI, Enmanuel, “El intercambio desigual”. Siglo XXI Ed.1975) propuso entender el funcionamiento de las economías subdesarrolladas sin compararlas a las economías capitalistas avanzadas toda vez que aquellas tendrían una forma de funcionamiento radicalmente distinta a las segundas. Según estos autores, los espacios periféricos tienen modos de funcionamiento diferentes a los espacios centrales ya que los procesos de acumulación a escala mundial se generan y dirigen desde los espacios centrales, mientras que se proyectan, sólo de forma deformada, en los espacios periféricos. En los mismos, las decisiones de los agentes productivos se encuentran muy condicionadas por el funcionamiento global del sistema económico. Como consecuencia, se produce en estos espacios, un proceso de implantación de industrias modernas, como consecuencia de la “deslocalización” de algunas actividades industriales. Pero según Amin, las mismas constituirían enclaves aislados sin conexión con el tejido económico local. La crisis de los 70 puso en crisis las visiones sobre la relación entre Economía y Territorio. La Teoría de la Localización era incapaz de explicar por qué economías sin dotaciones de recursos naturales (por ejemplo Japón) sobresalían en industrias que, a priori, necesitaban cantidades ingentes de productos (Siderurgia o construcción naval). De esa época a esta parte los diferentes autores reconocen cada vez con mayor frecuencia algunos elementos centrales para el análisis territorial: 1. Que los cambios en las esferas globales, sin responder o ser el resultado de cambios acaecidos por separado en cada una de las empresas, tienen una proyección sobre las empresas individualmente consideradas. 2. Que Estas transformaciones en la forma de organizar la producción tienen un efecto sobre la repartición de la actividad industrial a lo largo del territorio. Es
  • 21. decir, las dinámicas territoriales observables pueden explicarse a partir de las transformaciones inducidas sobre los sistemas de organización industrial por los procesos de reestructuración y globalización. 3. Que este proceso de cambio, el territorio, entendido como espacio social, no juega un papel pasivo. En palabras de Veltz “las empresas se ven obligadas (en su lucha competitiva) a actuar sobre mecanismos sociales, históricos y geográficos, completamente irreductibles a las representaciones que ellas mismas realizan de la eficacia económica. La economía más avanzada funciona, cada vez más, sobre elementos extraeconómicos. El territorio juega, por supuesto, un papel esencial en esta dinámica” (Veltz, P:Mondialisation, Villes et Territoires. PUF, París. 1995, página 12). Entre las múltiples aportaciones encuadradas dentro de este grupo, podrían distinguirse por un lado, habría que destacar aquellas que consideran que las nuevas formas de los procesos de acumulación de capital favorecen básicamente al capital transnacional. (Massey, Boyer, Martinelli y Schoenberger), y quienes opinan que los cambios en los sistemas de acumulación a escala mundial abren nuevas posibilidades de desarrollo de sistemas productivos basados en las Pequeñas y Medianas Empresas. (Becattini, 1 , Garofoli, ; Courlet y Pecqueur, Storper, Scott). Notas: Economía y Territorio, Una somera visión Crítica.Prof. Dr. Daniel Coq Huelva, Grupo de Investigación: Análisis Regional: Economía Andaluza Departamento de Economía Aplicada II http://www.ucm.es/info/ec/jec7/pdf/com8-3.pdf
  • 22. EL DESARROLLO LOCAL Con la crisis del modelo fordista de los años setenta y el desarrollo científico y tecnológico de los ochenta, la reflexión de la economía en torno a los territorios tomará dos caminos: El desarrollo económico local y la “Economía del Archipiélago”. El concepto de desarrollo local no es originario de América. Según el profesor Juan Ramón Sanchis Palacios ([1]) la política económica impulsora del desarrollo económico local arranca en Europa a comienzos de los años 80 con la aprobación en julio de 1982 del programa ILE (Programa de Iniciativas Locales para la Creación de Empleo) de la OCDE 1982-1985. “Pasos Sucesivos –continúa Sanchis- fueron la resolución de la CEE de julio de 1984, planteando la contribución de las ILE a la lucha contra el paro y la recuperación de la actividad económica y la consolidación explícita de las ILE dentro del Plan de acción de las Pymes aprobado por el Consejo de la CEE en octubre de 1986. Los programas LEDA (Local Economic Development Action) en 1986 y SPEC en 1990, la iniciativa LEADER (Liaisons Entre Actions de Développement de l’Economie Rural) en 1991 y las redes ELISE en 1985 y MIRIAM en 1991, marcan el comienzo del desarrollo local a nivel comunitario”. Y agrega que en España la promoción del desarrollo local se inició con la orden ministerial del 21 de febrero de 1986 sobre regulación de iniciativas locales de empleo: “Se puede considerar –explica Sanchis- como punto de partida de la política económica local en España la transformación de INESOP (un centro privado de control de calidad creado por las empresas de calzado de Elda) en una sociedad de investigación en 1978” ([2]). En América Latina el interés lo local se explica en parte por los cambios operados en las concepciones de desarrollo derivadas de la crisis de los años setenta (Manual de desarrollo local, ILPES Santiago octubre 1998). Como ha sido dicho, el período de post –guerra en América Latina estuvo caracterizado por el crecimiento económico y por la difusión y la aceptación generalizada de las ventajas que supuestamente ofrecía el modelo de desarrollo de los países industrializados. La economía de la región se orientaba de forma unilateral hacia factores y recursos extra regionales, con la consecuente dependencia de los centros de poder internacionales. “Se trataba, en suma, de una forma de economía que ‘ignoraba el territorio’ cuando no lo negaba, y en la que éste era apenas considerado como soporte o contenedor para las actividades que en él se asientan”, dice J.L. Fernández Noriega . El modelo vigente hasta entonces (que tenía como eje principal promover y atraer la inversión extranjera) colapsó en la época de crisis económica evidenciando sus limitaciones para dar una respuesta eficaz a los problemas del empleo y desarrollo de la región. Esta comprobación condujo a un progresivo cambio de actitud y a la aparición de nuevas propuestas de desarrollo, revalorizando el potencial endógeno y el papel del territorio como algo más que un mero soporte de actividades inconexas. Este interés por lo local llegó a la región latinoamericana en un contexto definido por Juan Luis Llorens, Francisco Alburquerque y Jaime del Castillo. Estos autores plantean que la quiebra del modelo predominante de finales de los años setenta se produjo en medio de una crisis económica generalizada en un período en el que primaron los ajustes estructurales, la liberalización económica y la apertura creciente a los flujos internacionales. “La concentración de recursos y las políticas en el saneamiento financiero interno (fiscal) y externo (balanza de pagos) –dicen - supuso un retroceso en las políticas de fomento social (educativas, de vivienda y de salud)
  • 23. que dejó desasistidas a las colectividades locales y un ajuste financiero que impactó negativamente al sector productivo. (En ese contexto) la estrategia de reforzamiento del mercado como mecanismo de asignación de recursos, la reducción de subsidios y controles estatales y la privatización de las empresas publicas produjeron una reducción del papel y presencia del Estado” (“Estudio de Casos de Desarrollo Económico Local en América Latina”, BID, Washington abril. 2002 ). Esta situación explica en buena parte porqué se generalizaron en América Latina importantes iniciativas informales de desarrollo económico en los ámbitos locales en respuesta al contexto económico adverso. Francisco Alburquerque señala que “buena parte de las iniciativas de desarrollo económico local han surgido como reacción a la crisis económica y falta de políticas adecuadas desde el nivel central del Estado Desarrollo Económico Local y Descentralización en América Latina” (en la Revista de la CEPAL No. 82, abril del 2004).
  • 24. EL DESARROLLO A ESCALA HUMANA La idea de desarrollo local que parte de Europa como respuesta a la crisis económica de los años setenta ([1]), tiene como uno de sus máximos exponentes a Vázquez-Barquero, que define al DL como “Un proceso de crecimiento económico y de cambio estructural que conduce a una mejora en el nivel de vida de la población local, en el que se pueden identificar tres dimensiones: una económica, en la que los empresarios locales usan su capacidad para organizar los factores productivos locales con niveles de productividad suficientes para ser competitivos en los mercados. Otra sociocultural, en que los valores y las instituciones sirven de base al proceso de desarrollo. Y finalmente, una dimensión político-administrativa en que las políticas territoriales permiten crear un entorno económico local favorable, protegiéndolo de interferencias externas e impulsar el desarrollo local” ([2]). Es paradójico que esta nueva política europea, haya partido - o mejor dicho, haya tomado prestada sacándola de contexto una de las respuestas más radicales a la crisis del modelo, publicada en 1973 – en plena crisis del petróleo: “Lo Pequeño es Hermoso”, un libro que a la postre se convertiría en paradigmático, del economista germano-británico Ernst Friedrich Schumacher ([3]). Que llegó a América Latina en la segunda mitad de la década de los 70, traducido por E. Blume Editores. Schumacher, parte de un movimiento intelectual crítico a las nociones de desarrollo predominantes en aquel entonces, recibió la influencia, entre otros, del economista austriaco Leopold Kohr (Premio Nobel Alternativo en 1990) por sus aportes concernientes al desarrollo a escala humana. En “Lo Pequeño es Hermoso”, Schumacher denuncia la dilapidación de los recursos naturales que hacen las sociedades occidentales, debido a una ideología consumista, y la degradación ambiental, consecuencia de un crecimiento indiscriminado de la industria. Agrega que el modelo económico tal como está planteado tiene un límite: Si todos consumiéramos la misma proporción de bienes que los habitantes de los países ricos, el planeta colapsaría. Afirma también que quienes más sufren con esta ilusión del consumo ilimitado son los países menos desarrollados: La historia demuestra que por lo general, el consumo de los países del primer mundo se basa en el no consumo de la población de los países pobres. Plantea como alternativa, la necesidad de que el ser humano asuma un nuevo estilo de vida, con métodos de producción distintos y con pautas de consumo diferentes, “un estilo de vida diseñado para la permanencia”. Para ello, según él, se debe retomar la idea de lo pequeño, de lo local, de lo flexible, que permite adaptarnos a la realidad y encontrar respuestas diversas a problemas específicos. Este enfoque (que llega a Inglaterra desde la India ! [4]) constituye un aporte precursor frente a otros estudios que se harían más tarde ([5]), particularmente el informe de la Comisión Brundtland ([6]), que enriquecieron el debate en la Cumbre sobre la Tierra realizada en Río, en 1992.                                                              [1] Juan Ramçon Sanchis: “Las Estrategias de Desarrollo Local: “Aproximación metodológica desde una perspectiva socio económica e integral, Universidad de Valencia, en: http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=333374”, DIALNET es un Servicio de Alertas Informativas y de acceso a los contenidos de la literatura científica hispana.  [2] Ibd. P. 153  [3] Fallecido en 1977, creó en 1966 ITDG, Intermediate Technology Development Group (http://www.itdg.org.   [4] Gabdhi planteó que una forma de enfrentar al Imperio era luchar contra las grandes ciudades y enfatizar lo local no sólo como dimensión sino sobre todo como forma de vida.  [5] Entre otras :”Estrategia Munial por la Conservación”, PNUMA 1980  [6] “Nuestro Futuro Común”, 1987. 
  • 25. Sergio Boisier en “Desarrollo Local de qué estamos hablando”, ([1]) propone – además del debate abierto en el marco de la crisis europea de los setenta, dos formas para definir este concepto en la época actual: 1. El desarrollo local entendido como expresión de una lógica de relación horizontal en el territorio, pero que refleja la dialéctica existente centro / periferia ([2]). En torno a esta manera de ver el DL, Francisco Alburquerque afirma que hasta época reciente ha existido una situación de marginalidad teórica con respecto a la naturaleza local del desarrollo, debido al empoderamiento de la empresa como unidad de análisis ([3]) Y agrega que .El cambio de enfoque hacia lo local se ha ido abierto paso “con un fuerte componente de pragmatismo, una concepción de abajo hacia arriba, y una visión más integral de las diferentes facetas o aspectos del desarrollo” ([4]). 2. El desarrollo local en el marco del análisis de la relación global/local en el contexto de la globalización. José Arocena señala: “El desarrollo local no es pensable si no se inscribe en la racionalidad globalizante de los mercados, pero tampoco es viable si no se plantea sus raíces en las diferencias identitarias que lo harán un proceso habitado por el ser humano”. ([5]). Ahondando en el tema, Arocena en “El desarrollo local ante lo global” ([6]) plantea que todas las visiones que intentan explicar las posibilidades de DL en el contexto de la globalización, coinciden en que ésta es una oportunidad sólo para territorios de niveles medios de desarrollo, dotados de capacidades estratégicas relevantes. [1] “Desarrollo (Local) de Qué estamos Hablando?”, Artículo publicado en Madoery, Oscar y Vázquez Barquero, Antonio (eds.), Transformaciones globales ,Instituciones y Políticas de desarrollo local. Editorial Homo Sapiens, Rosario, 2001. [2] “Desenvolvimento local e um proceso endógeno registrado en pequenas unidades territoriais e agrupamentos humanos capaz de promover o dinamismo económico e a melhoría da qualidade de vida da populaçao. A pesar de constituir um movime nto de forte conteúdo interno, o desenvolvimento local está inserido en uma realidade mais ampla e complexa com a qual interage e da qual recebe influências e presiones positivas e negativas. O conceito genérico de desenvolvimento local pode ser aplicado para diferentes cortes territoriais e aglomerados humanos de pequena escala, desde a comunidade (...) até o municipio ou mesmo microregiôes homogêneas de porte reduzido. O desenvolvimento municipal é, portanto, um caso particular de desenvolvimento local com uma amplitude espacial delimitada pelo corte político-administrativo do municipio ” BUARQUE, S. (1999), Metodología de Planejamento do Desenvolvimento Local e Municipal Sustentável, IICA, Recife. [3] Ibs, pág. 158. [4] Ibd, pág. 159. [5] AROCENA, J. (1997), “Lo global y lo local en la transición contemporánea”, en Cuadernos del CLAEH N° 78-79, Montevideo.
  • 26. EL PUNTO DE VISTA CRÍTICO Desde el punto de vista más bien critico, Manuel Castells. en “La Cuestión Urbana”, en 1972 ([1]), en debate con la “Escuela de Chicago”, planteó que el espacio es un producto material relacionado con otros elementos materiales, entre ellos los hombres, quienes se relacionan dando lugar a una determinada forma, una función, y a una significación social. E introdujo la noción de segregación social, entendida como la tendencia a la organización del espacio en zonas de fuerte homogeneidad social interna y disparidad social entre ellas. En “Crisis Urbana y Poder Municipal”, Castells desarrolla su percepción del conflicto urbano (circunscrito hasta ese entonces a la constatación de la existencia de “movimientos sociales urbanos”) y plantea la posibilidad de un “poder local” basado en municipios democráticos, asentados en territorios que de la siguiente manera: “Delimitación específica de la sociedad. Ellos expresan relaciones de producción, forma de aplicar la tecnología a la naturaleza, tradición cultural, una red de relaciones de poder, historia y práctica cotidiana”. En “La Ciudad y las Masas”, rescataría las experiencias históricas de organización social y política basadas en el territorio en diversas partes del mundo y épocas, como elementos sustantivos para la formulación de lo que llamó “cambio social urbano”. Una variante a este enfoque fue propuesto por Henry Lefebvre, mediante las idea de la “producción del espacio” en relación con las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y del derecho a la ciudad, en tanto que necesidad de restituir al individuo el poder de decisión sobre su ambiente cotidiano, considerando que la participación local tenía una fuerte carga liberadora ([2]). Por su lado, el profesor argentino José Luis Coraggio, cuyas reflexiones y estudios tienen hoy día una gran influencia ([3]), analiza el por qué de la importancia de lo local en América latina. En el capitulo IV de “Ciudades sin Rumbo”, plantea que ella está acompañada de una serie de consideraciones, como el agotamiento del Estado como motor del desarrollo; el potencial de la sociedad civil y los movimientos sociales; la democracia como meta previa al desarrollo; las estrategias de sobrevivencia; el desarrollo del sector informal, y la búsqueda de nuestras utopías. “Este racimo de temas –dice Coraggio- en la febril búsqueda de nuevos paradigmas, se define fundamentalmente por el rechazo a los “lugares comunes” del pensamiento social de las dos décadas precedentes” ([4]), ante la evidencia del fracaso de las estrategias desarrollistas y neoliberales. Agrega que la apelación a los “equilibrios ecológicos, a lo cotidiano, a lo local”, surge en un contexto de crisis de un sistema que busca reconstituirse y que mantiene el ejercicio de su dominación. Y, por lo tanto, en esta interpelación nos encontramos a menudo con la compañía de otros protagonistas: los gobiernos nacionales, democratizantes o no, organizaciones de Naciones Unidas, agencias internacionales de crédito, organizaciones no gubernamentales internacionales sociales y políticas y gobiernos de los países centrales. “De hecho –dice Coraggio- la tecnocracia internacional ha venido sosteniendo la tendencia a la descentralización desde los años 70, incluidos temas ejes como el de las ciudades intermedias y pequeñas, el desarrollo rural integrado, la autoconstrucción de la vivienda, el sector informal, etc (…) propuestas cuyo sentido sólo se aprende en el contexto de la crisis y de esas otras propuestas globales que nos hace el FMI sobre cómo administrar la crisis” ([5]) y que es asumida por el neoliberalismo, que la encuentra funcional para su proyecto de privatización del Estado. Teniendo en cuenta esta realidad, advierte que ninguna reforma administrativa o readecuación territorial puede, por si sola, modificar la situación global, y menos aún cuando se magnifica un supuesto potencial transformados que podrían tener las
  • 27. estrategias locales de sobrevivencia y propone algunas preguntas orientadas a construir un nuevo enfoque, desde la perspectiva del desarrollo local ([6]): 1. Dada la posibilidad abierta (desde arriba o desde abajo) de ámbitos político- administrativo locales, ¿qué actividades económicas (privadas y públicas) y de gobierno pueden ser regionalizadas de modo que ese nuevo poder local tenga un sustrato material?, ¿cómo asignar funciones entre niveles territoriales?, ¿cómo lograr un sistema de mediaciones, por el cual el pueblo organizado controle la producción y las condiciones de su reproducción particulares globales, o tenga la capacidad de participar en la determinación de los parámetros que las condicionan?. 2. ¿Qué procesos objetivos generan contradicciones, internas al poder público, que pueden llevar a una regionalización del Estado y sus bases sociales (Constituency) favorable a los sectores populares y a la democracia en general? 3. ¿Cómo se construye un poder alternativo al existente (público y privado) y qué rol juega en esto la regionalización del Estado y la sociedad?, ¿hasta dónde puede plantearse una reforma meramente al nivel del Estado sin una congruente redistribución de la propiedad, de los recursos financieros, etc.? [1] Maspero, París. [2] Ver “Espacio y Política”, y el comentario de Bettin G. en “Los Sociólogos de la Ciudad”, G. Gilli, Barcelona 1982. [3] Ver entre otros textos: “Ciudades Sin Rumbo”, investigación urbana y proyecto popular”. Ciudad, Quito, 1991. [4] Ibd, pág. 124. [5] Ibd, pág. 129. [6] Ibd, pág. 136.
  • 28. LA ECONOMIA DEL ARCHIPIÉLAGO En los años noventa la profundización del proceso de globalización, agregó nuevas complejidades al tema de lo local. Citando Guiddens ([1]) se podría definir a la globalización como la intensificación de relaciones sociales a escala trasnacional que vinculan localidades distantes: “De tal manera que eventos locales son modelados por sucesos ocurridos a muchos kilómetros de distancia y viceversa”. En el plano económico, ella amplia los márgenes de libre comercio y facilita el movimiento de capitales a nivel planetario. Existen en América Latina por lo menos dos visiones en torno a este fenómeno: a) La globalización vista como una amenaza, porque profundiza la marginación de los territorios y localidades no consideradas como útiles para las inversiones. Existe la preocupación de que la globalización de los mercados y capitales, ahonde las brechas existentes entre ricos y pobres o las relaciones asimétricas centro periferia entre los países, ocasionando el resurgimiento exacerbado de localismos, particularismos, y fundamentalismos religiosos. Como otros han enfatizado, se trata de una globalización de naturaleza neoliberal. ([2]) b) La globalización vista de manera optimista, con una definición más bien neutra (“expansión de los mercados”). Desde esta visión, constituiría una oportunidad para el desarrollo, sobre todo para algunos territorios, de acuerdo a ciertas características específicas. Esta afirmación parte de los siguientes supuestos: § La globalización es un fenómeno irreversible § La globalización es sinónimo de modernización § Fuera de la economía actual de mercado no existen alternativas válidas § Los que no se asimilen a esta nueva realidad de los mercados están condenados al ostracismo, estancamiento, subdesarrollo y pobreza. Como fuera, otra forma de encarar la relación entre economía y territorio es la que podríamos llamar, retomando a Pierre Veltz, la “Economía del Archipiélago”[3], según la cual existe una estrecha relación entre innovaciones tecnológicas, formas de organizar la producción, reformulación de los flujos económicos y redefinición de los territorios. Según Veltz, el proceso de globalización puede ser entendido como un concepto estratégico, organizacional y geográfico que se produce en el marco de una apertura de los mercados y que conlleva a cambios socio - culturales de suma importancia a nivel mundial. En ese contexto, en los años noventa las nuevas tendencias territoriales marcan un proceso de expansión y modernización de las grandes áreas metropolitanas y de organización de los territorios en red o en forma de archipiélago. Algunas de sus principales características serían: a) El reemplazo de los territorios – zona por territorios –red (Castells M: “La Era de la Información”, Siglo XX Eds. México 1999); b) El surgimiento de una nueva división territorial del trabajo a nivel global; c) La “fluidez” de los intercambios y los flujos que hacen entrar en crisis las estructuras fijas, los lugares tradicionales organizados en base a jerarquías rígidas, a diferencias centro-periferia bien determinados, y configurados casi exclusivamente a partir de las distancias físicas (“redes de empresas” y “empresas en red”); c) La transformación de las ciudades, que compiten por la localización de las inversiones incluso por encima de los países de origen; d) La evolución de los territorios a diferentes velocidades y la existencia de bolsones “no funcionales” a la globalización de la economía. Podría decirse que se está produciendo una diferenciación
  • 29. territorial marcada por la oposición atraso/modernidad, promovida por la selectividad del capital y por consiguiente, la fractura de antiguas solidaridades entre territorios y la articulación por encima de los marcos nacionales, de las regiones exitosas; e) Desarrollo de sistemas productivos locales basados en pequeñas empresas; f) divorcio creciente en el territorio entre el espacio de las empresas y la vida cotidiana, existencia , desarrollo de circuitos diferenciados de circulación de bienes y de personas y construcción de realidades espaciales segregadas. ; g) Generación del “efecto túnel” (Ascher, Francois :”Métapolis ou l’avenir des villes”, Odile Jacob Ed. Paris 1995), corredores interconectados por sistemas de circulación de alta velocidad donde la conexión entre territorios obvia o ignora a aquellos que se encuentran en el camino. [1] “Consecuencias de la Modernidad” Madrid, Alianza 1990 [2] Perry Anderson, en “El Despliegue del neoliberalismo y sus lecciones para la Izquierda”, en Pasos No. 66, Julio-Agosto 1996, anota que el neoliberalismo constituye una reacción teórica y política vehemente contra el estado del bienestar, motorizada originalmente por Frierich Hayek y luego por la Sociedad de Mont Pèlerin fundada en 1947 y en la que intervinieron entre otros Milton Friedman y karl Popper. Según Anderson, el neoliberalismo no sólo atacó cualquier regulación del mercado por parte del estado sino que además argumentó que la desigualdad es un valor positivo para dinamizar el crecimiento y la acumulación privada. ère [3] Mondialisation, villes et territoires : une économie d'archipel, PUF, Paris 1996 ,1 ed.
  • 30. CIUDAD Y GLOBALIZACIÓN EN AMÉRICA LATINA En la ponencia “La Tercera Revolución Urbana en América Latina”[1] Carlos A. de Mattos (Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Católica de Chile) reseña el proceso que culminó con la nueva estructura productiva global y destaca algunos aspectos enfatizados por S. Sassen en “Sociología de la Globaliación” (Bs. Aires 2007, Kats), principalmente los siguientes: a) La operación estratégica de cada una de las economías que se globalizan no buscan la conexión con su entorno, sino el acceso a una economía conformada por “múltiples lugares especializados concretos”. La globalización, tal como está planteada, desterritorializa por lo tanto al mundo y lo divide en fragmentos [2]; y b) Esta es la base para el desarrollo de un nuevo patrón de urbanización donde las áreas urbanas pasan a formar parte, con desigual presencia e intensidad, de una “red global de ciudades” o macro regiones urbanas. No todas estas regiones ofrecen condiciones igualmente ventajosas para la valorización de los capitales en competencia. Por eso los atractivos conexos que ofrecerán son también desiguales. La repercusión fundamental de este fenómeno – dice de Mattos - es que en estas macro regiones urbanas se observa cada vez con mayor nitidez el impacto de la interacción que existe entre el “mundo de los flujos y el mundo de los lugares”, entre la ciudad invisible (relacional) y la ciudad visible (material). Relación que pisa tierra “en determinados lugares donde las economías de aglomeración existentes pueden ofrecer ventajas para su crecimiento y expansión”. El resultado es un territorio urbano o “red primaria metropolitana” organizado en diversas subcentralidades, que constituyen la base de una estructura policéntrica donde gana terreno la periurbanización (lo ”urbano generalizado”, donde pierde nitidez la diferencia campo ciudad), y en la que pierden importancia las nociones de proximidad y relación centro – periferia. Y finaliza de Mattos, retomando un estudio de M. Chion sobre Lima, en el que éste último dice lo siguiente: “El único centro metropolitano de Lima mantuvo por muchas décadas, se ha desdoblado en múltiples centros especializados y redes de actividades informacionales, industriales, comerciales y culturales. Estos centros han generado una alta densidad de actividades y flujos de capital y de información, creando una nueva jerarquía espacial metropolitana” [3]. El “Inventario de Ciudades”(Global and World Cities Group, Beaverstock & alli, 1999) y de Peter J. Taylor [4] señalan que por lo menos once ciudades latinoamericanas, dentro de las cuáles se encuentra Lima, ya forman parte de esta red mundial de ciudades. ¿Cómo se da el crecimiento de ellas? En el caso de México la mayor parte del crecimiento ya no se da dentro del perímetro urbano sino que se ha trasladado a ciudades medias y pequeñas dentro de una región metropolitana ampliada, como es el caso de la ciudad de Querétaro. [1] X Seminario Internacional RII Red Iberoamericana de Investigadores sobre Globalización y Territorio, Querétaro, Mayo 2008. [2] De Mattos indica que según la UNCTAD mientras en 1993 se contabilizaba un número total de 37 mil empresas multinacionales con 175 mil filiales, en el año 2007 el total de esas empresas había ascendido a 78400 y el número de filiales, a 780000. [3] “Chion M: “Dimensión Metropolitana de la Globalización: Lima a fines del siglo XX”, Revista Eure, Santiago, No. 85, 2002. [4]“Hierarchical Tendencies and Regional Patterns in the World City Network: A Global Urban Analysis of 234 Cities” / y “World city network: a global urban analysis.”
  • 31. AGLOMERACIONES METROPOLITANAS Y "TERRITORIOS INTELIGENTES" La nueva configuración territorial en época de globalización está acompañada de una serie de problemas graves e importantes que Inmaculada Caravaca y Antonio García analizan en el articulo “El debate de los territorios inteligentes: El caso del Área Metropolitana de Sevilla” ([1]). Entre otros, principalmente: 1. El desarrollo de una urbanización expansiva y voraz que ocupa suelos de manera creciente, en algunos casos, de alto valor agrícola. 2. El deterioro del paisaje, incluso en espacios considerados como de alta calidad ambiental, que a escala local se vuelve homogéneo y “banal”. Como consecuencia, se observaría una pérdida de identidad y de diversidad de los territorios. 3. En ese contexto, los hitos patrimoniales naturales y culturales se encuentran en una situación de vulnerabilidad y de fragilidad. Los referentes se descontextualizan y a veces constituyen elementos molestos para los inversionistas inmobiliarios. 4. El proceso acelerado de nueva urbanización –insuficientemente controlado – potencia algunos riesgos considerados como naturales (erosión de laderas, inundaciones). 5. Aumenta en grandes proporciones la demanda de energía y de agua potable debido tanto a la acentuación del proceso de urbanización como del contexto de un sistema abiertamente consumista en el que el primero se desarrolla, que ponen en riesgo la sostenibilidad misma de la trama urbana, u obliga a grandes inversiones, siempre con una mayor depredación del ambiente. 6. En las ciudades globalizadas se pierden o no tienen sentido los “saberes” ancestrales debido a la uniformización y automatización de los procesos constructivos. 7. La creciente acumulación de desechos y vertederos cuyos costos de evacuación y de tratamiento se elevan significativamente como consecuencia como consecuencia de la dispersión de los asentamientos. 8. En el plano social se puede mencionar la primacía de lo privado sobre lo público, los nuevos modos de entender los espacios públicos; el paso del papel del ciudadano al de consumidor o cliente; y la pérdida de protagonismo de los ciudadanos frente a la construcción de su hábitat; sin hablar ya de los espacios de exclusión, no funcionales a la globalización, que abundan en América Latina. Estos problemas territoriales creados en buena medida por la globalización, paradójicamente constituyen trabas para el desarrollo y consolidación de los capitales en las grandes aglomeraciones metropolitanas. Desde esta perspectiva, se entiende por “territorios inteligentes” a aquellos que logran hacer frente con éxito a estas dificultades y se hacen competitivos frente al resto. En el plano económico, a partir de un manejo adecuado de los recursos; en el plano tecnológico, mediante los esfuerzos por innovar; y en el plano de la ejecución, tomando en cuenta los resultados obtenidos. De éstos, el primer elemento resulta clave por cuanto en principio el territorio inteligente ha sido definido como el territorio del conocimiento, y por consiguiente, de la competitividad, en los que juegan un rol protagónico los niveles de estudio y la especialización profesional. Pero también se menciona la existencia de otros recursos sumamente importantes en el territorio como por ejemplo el patrimonio cultural y natural, que son necesarios de cuidar tanto como el recurso humano o el capital. En segundo término, el concepto de “innovación” ha ido adquiriendo – en este contexto – una importancia cada vez más extendida entre los economistas que estudian la relación empresa – territorio ([2]). Este esfuerzo por la innovación que caracterizaría a una “ciudad inteligente”, suele medirse por lo general por el número de patentes registradas en un año en la región de la que se trate. Por último, Caravaca se refiere a la importancia de los resultados obtenidos toda vez que a pesar de altos estándares
  • 32. educativos y tecnológicos en un territorio, los problemas que han sido enumerados no resueltos pueden hacer poco atractivas o seguras las inversiones potenciales, como podría ser el caso de Sevilla dónde - según la autora – el modelo de crecimiento urbano está basado en un aprovechamiento intensivo de recursos que no toma en cuenta aquellos que le son propios. Caravaca menciona, por último, que existen dos énfasis existentes al momento de tratar el tema de los “territorios inteligentes”: Aquellos que los perciben desde una perspectiva sobre todo tecnológica y “economicista”, que explora las mejores condiciones que garanticen la competitividad empresarial; y los que enfatizan los planos social e institucional y promueven la utilización eficiente y racional de los propios recursos para mejorar las condiciones de vida de la población y estimular el desarrollo de todos los ciudadanos, y a partir de allí insertarse en mejores condiciones al contexto internacional. [1] Revista Eure, Volumen XXXV, No. 105, pp. 23-45, Santiago de Chile, agosto 2009. [2] Caravaca cita a Feldman M: The Geography of innovation, Dordrecht: Kluwer 1994, entre otros. Para un desarrollo mayor del tema, revisar el artículo: UNA PROPUESTA DE TIPOLOGÍA DE CIUDADES SEGÚN SU CAPACIDAD INNOVADORA. APLICACIÓN A ANDALUCÍA Caravaca-G.González-A. Mendoza-R.Silva, Departamento de Geografía Humana. Facultad de Geografía e Historia Universidad de Sevilla (España)/ http://www.apgeo.pt/files/docs/CD_X_Coloquio_Iberico_Geografia/pdfs/073.pdf