1. UNIVERSIDAD AUTONOMA DE NUEVO LEÓN.
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS.
COLOEGIO ÁREA COMUN.
ENSAYO:
“La Máscara”
M. ROGELIO HERNÁNDEZ
ESCAMILLA.
Publicado originalmente el
6 de diciembre del 2004.
2. A los que día, con día,
limpian y pulen el pedazo de México,
que les tocó disfrutar.
A mi amada y aguerrida costilla.
3. “Los hombres han nacido los unos para los otros,
edúcalos o padécelos”.
Marco Aurelio (121-180)
En la increíble penumbra, bien iluminada de la dirección de una secundaria
pública:
- Bienvenido ingeniero, pase por favor. ¿Cómo ha estado?
- Muy bien, a Dios gracias. ¿Le puedo robar un minuto, maestra?
- Claro, ¡Ah! Que bonitas le quedaron las invitaciones del baile de graduación. A
los muchachos les van a encantar, y los papás van a estar orgullosos porque
el evento será de mucho caché, bueno, aunque será aquí en la explanada
cívica.
- Sí que bien, le agradezco que le gusten, mi interés es que sea de su agrado
nuestro trabajo, y con esto queda completado el pedido que nos hizo. Por
cierto, ¿qué ha pensado sobre las muestras de los reconocimientos, para
todos los graduandos de esta generación?
- Están muuuuy bonitos, pero, mire, ¿cómo le diré? Esteee, mmmh . . .
- Con confianza, nos conocemos, ¿los encargó a otra empresa?
- ¡No! claro que no, ¿cómo cree Ud.? lo que pasa, es que los muchachos
quieren que contratemos al grupo “Pasión grupera”, y con lo de la cena, los
mariachis, lo de la iglesia, el descorche, de sodas claro, pues, el presupuesto
que manejamos con los papás, pues, ya no alcanza para los reconocimientos.
- Oiga, entonces no recibió el fax con la cotización que le enviamos, el costo
individual es de $6.95 + IVA, y están personalizados, a tres tintas, y con
acabado metálico en la tipografía, además. . .
4. - Sí, sí, su trabajo es magnifico, pero en realidad, no tenemos un espacio en el
programa para entregarlos de manera individual; y si los entregamos fuera del
protocolo, a los papás no les va a interesar guardar un papel de recuerdo, solo
quieren venir a la fiesta y pasarla bien, y yo, créamelo, no quiero que se
incomoden conmigo.
Llanto interior, no por el pedido perdido; por la tragedia de la falta de valor que
le merece a un padre de familia el reconocimiento de la dimensión que tiene en su
hijo la educación que recibe y la confunde con el alegre y fugaz momento dorado del
festín popular. Llanto, llanto por la directora que ocupada, cual si fuera agencia de
administración de eventos, se pierde en el confeti y el pitorreo de lo que debiera ser
un momento de reflexión y análisis tanto para alumnos, como para padres y
educadores: el glorioso momento de la culminación de una etapa escolar.
¿Cuándo perdimos la esencia del valor de una graduación? ¿Cuándo los
directivos escolares dejaron de hacer su función rectora del avance académico para
transformarla a la de simples y llanos recaudadores monetarios? ¿Hasta cuándo
dejará de oler a corrupción en las escuelas? ¿Hasta cuándo el magisterio,
individualmente, disfrutará su trabajo como una misión de vida, realmente
importante? ¿Hasta cuándo seremos consientes de la realidad de nuestro entorno?
¿Hasta cuándo tendremos una máscara para ocultar nuestra realidad educativa?
No sé todas las respuestas, pero vivencias constantes y rutinarias, como la
anterior, y aún peores, hicieron que un ingeniero químico, dedicado a la industria
gráfica y a la comercialización de artículos escolares, decidiera hacer un giro en su
vida, (*) quizás tardío, no lo sé; y calculando los recursos económicos necesarios
para hacer frente a las muchas incongruencias que también existen en la industria
relacionada con la química; concluimos que difícilmente lograríamos hacer un
(*) Algo similar se anticipa en Ganem Alarcón; “ESCUELAS QUE MATAN”; pág. 18;
Edimich Interwriters, México; 2002.
5. impacto real en ese medio, pero sí iniciábamos una escuela, una escuela
donde tuviésemos bien presentes, todas y cada una, de las anomalías que vimos y
vivimos en carne propia; conociendo a muchos directores de escuelas del estado y
propietarios de escuelas particulares; iniciamos una escuela donde el propósito
principal es colocar un gran grano de arena en la construcción de un México
diferente al que tenemos.
Con la ventaja, sobre nuestros escasos recursos, que quizás podamos ayudar
a despertar la conciencia de algún niño, o muchos de ellos, que a futuro sientan y
quieran a su país, por encima de la cultura de la no-cultura que padecen hoy en día
la mayoría de la población y que permea a todos los rincones de nuestra sociedad,
incluida la del sector de la industria química.
Pero, si hemos de caminar esta aventura, seguramente no la haremos solos,
muchos más están avanzando en la misma construcción, otros la harán después, por
ello, escribimos el presente ensayo, para analizar la desbordante tragedia del
sistema educativo mexicano, quien tras una máscara de mimetismo fraudulento
engaña y se engaña a sí mismo, siendo necesario atemperar primero los matices
históricos y culturales que han conformado el cuerpo de nuestra esencia educativa
para confrontarlos en la última parte de este trabajo, con las posibilidades de impulso
que pudiésemos rescatar de nuestra realidad actual.
Teniendo lo anterior como propósito teleológico de este ensayo, nuestra
hipótesis señala que México tiene la solución a la totalidad de sus atrasos y
problemas educativos si reparamos, reconociendo primero, de manera completa
nuestras deficiencias. Es decir, si desenmascaramos nuestra esencia educativa
hallaremos la solución a su problemática inherente.
Ontología del mexicano.
Como primer tema razón de esta máscara que encubre nuestra realidad
educativa, planteamos la naturaleza del mexicano como raíz de nuestra pésimo
sistema educativo mexicano.
6. Cuando se le pregunta a un niño: “¿qué deseas ser cuándo seas grande?”
estamos precisamente en el umbral de la conexión de la fantasía con la realidad, que
solo las circunstancias futuras, e indiscutiblemente influencias por la educación,
podrán llevar a buen término o un inacabado andar sin sentido. Si esto mismo nos
pudiéramos preguntar como nación, pero en sentido inverso, podríamos
reconocernos culturalmente y sabríamos encontrar los momentos críticos de decisión
y que hoy vivimos sus consecuencias, es decir, si nos preguntamos: “¿qué nación
pensábamos ser cuando éramos niños como país?”.
Definitivamente, nos trasladaríamos al 27 de septiembre de 1821, cuando se
consumó nuestra independencia política (quizás nunca hemos tenido la económica),
y en ese tiempo el recuerdo vivo de 300 años de imposición y dominio extranjero,
nos marcó denodadamente, pero no eternamente, como un pueblo avasallado,
acostumbrado a que otros nos dirijan, otros nos gobiernen, a que otros nos eduquen,
a que otros piensen por nosotros.
No defendemos a ultranza la causa indigenista, que rechaza todo lo no
indígena, hoy, ya no tiene sentido, tampoco desconocemos el aporte cultural europeo
que recibimos vía la corona española; más bien reconocemos la integración de
ambas culturas, en una, que vivió 300 años gestando su destino y su forma.
En esa gestación, de manera natural, por las condiciones culturales de los
españoles y posteriormente de los criollos y mestizos; mucho de lo valioso de la
cultura mesoamericana prehispánica se perdió, y se perdió en aras de una
transformación violenta de lo que se entendía por salvaje, en algo civilizado. Esto
nos dejó solamente vestigios arqueológicos del esplendor pretérito, del cual
desconocemos en su totalidad, su naturaleza y su razón de ser, quedándonos en una
orfandad cultural, a merced de quienes tomaron estas tierras.
Cuando se logra la esperada independencia, se intenta imitar paradigmas de
nación tomados de otros países (*), y dejamos a España por considerarla nuestro
enemigo, perdiendo la oportunidad de enriquecernos de sus valores culturales; pero
igual hicimos con Mesoamérica, porque la consideramos atrasada, desperdiciando
(*)Fuentes, Carlos; “NUEVO TIEMPO MEXICANO”; Aguilar, México, 1994.
7. así la oportunidad de conformarnos a una nueva nación con un perfil educativo que
tomase lo mejor del exterior para reafirmar nuestra personalidad diferente a la de los
demás y así tener un orgullo de ser mexicano, que no desconozca sus componentes,
tanto indígena como europeo, e inclusive africano.
El siglo XIX, fue en Europa un siglo de asentamiento de conocimientos y
valores que fundamentaron el siglo XX; pero en nuestro país, las intensas luchas
intestinas y los deseos expansionistas del capitalismo, nos reafirmaron nuestro, hoy
tristemente emblemático carácter de “caer cara al sol”.
De no haber sido, por hombres y mujeres, de manera individual, que por
breves espacios de tiempo conformaron un espíritu colectivo de mexicaneidad
victoriosa, alcanzando logros de reconocimiento mundial en diversas áreas, nuestra
historia, sería algo para olvidar, pero lo que es un hecho no debemos olvidar, es que
el factor decisivo que permeó a través de estos dos siglos en una evolución social ha
sido sin lugar a dudas: la educación, a mayor educación mayor bienestar general.
Lo que hoy somos como personas se debe al valor que educativamente
tomamos de nuestras experiencias, si analizamos nuestra experiencia con un mejor
lente educativo, mejor serán las aportaciones que hagamos de nuestra historia
particular, igual nos sucede como nación, cuando una nación de analfabetas deja de
serlo para convertirse en una nación de lectores, entonces se considera la historia
como la asignatura obligada, previa del progreso.
¡Somos lo que no queremos ser!
Pero, no queremos hacer,
para llegar a ser,
quienes deseamos ser.
Religión avasallante.
Sin tener la intención, por ahora, de criticar teológica y doctrinalmente la
religión Católica Apostólica y Romana, deseamos considerar el peso específico de
8. haber heredado esta imposición, que no fue erradicada de manera total, ni en la
lucha de independencia, ni en el movimiento de reforma, ni en la época del poder del
presidente Plutarco Elías Calles; salvo en la actualidad, según las cifras del INEGI,
que reflejan una tendencia a la baja del porcentaje de población que profesa, con, o
sin conocimiento de causa, tal denominación religiosa.
Este ingrediente de nuestra cultura, es, en nuestra opinión, el más importante
del caldo de cultivo de nuestra idiosincrasia, para configurar el prototipo de nuestra
representatividad educativa, ya que fueron sacerdotes católicos los primeros que
iniciaron incipientemente nuestro sistema educativo mexicano.
Pero su aporte educativo, no solo estriba en la escolástica inherente a sus
convicciones, ni tampoco en la educación impartida en sus escuelas a través de la
historia; sino su verdadero y más importante aporte educativo, que en nuestra
opinión degeneró en atraso, se dió en la educación lanzada a través del sistema
religioso, dogmático y autoritario manifestado en sus parroquias, de manera
generalizada y hasta cierto punto obligatoria para la población mexicana.
Este aporte, o retraso, selló al pensamiento fatalista del mexicano en los
siguientes conceptos que en el hogaño tenemos que combatir:
Aceptar las razones de terceros, solo porque otro las proclama
como ciertas.
No cuestionar lo que las autoridades indiquen.
Pensar que la bonanza eterna se gana con cumplir con un perfil
adecuado al prototipo impuesto por los jerarcas.
No desear conocer las razones de los fenómenos.
No aceptar otras formas de conocimiento de la divinidad.
Pensar que la tradición esta por encima de la razón.
Aceptar mitos como verdades, sin cuestionarlos.
Realizar ritos solo porque la mayoría los practica.
9. Medios de comunicación adormecedores.
No es necesario que los grandes consorcios de la industria de la comunicación
acepten que su poderío estriba en la facilidad de formar y conformar, dirigiendo el
pensar de las mayorías hacia donde les interesa, es decir educar, aunque a control
remoto; nos basta con oírles decir que su programación televisiva “es para los
jodidos”, sic (*) para entender que el sustento de su negocio es meramente
monetario, sin importar, el daño mental, a veces irreversible, que consiguen en todos
los estratos de la población: en los niños a través de caricaturas, no cómicas, sino
violentas y algunas veces depravadas; en los jóvenes y adultos hombres, a través de
una irracional pasión por el deporte más simple de entender: el futbol; condicionando
su estado de ánimo al éxito o fracaso de 11 jugadores que ni conocen; en las
mujeres, por medio de melodramas previsibles y ramplones, que encadenan
diariamente preciosas y productivas horas-mujer frente al televisor.
Este daño mental, se observa al observar que los niños pierden el interés por
juegos abstractos donde su intelecto e imaginación, les permita desarrollar sus
habilidades del pensamiento; se observa también este daño a través de programas
insulsos donde aprenden a repetir, sin cuestionar, modismos de lenguaje y
conductas que no les son propias, sino que las aceptan porque las propone alguien
que se piensa es simpático.
Nos resulta incomprensible el hecho que antaño un locutor para obtener su
licencia tenía que aprobar un examen detallado y profundo de cultura general, así
como poseer un timbre de voz que no contaminara como los que actualmente son
muy populares por pronunciar al aire toda suerte de incoherencias fonéticas y
gramaticales, sazonadas con un doble sentido muy obvio y poco original.
Comprensible o no, el resultado es un efecto desbastador sobre el trabajo que se
puede hacer en una escuela donde se labora 4 o 5 horas, muy cortas, comparadas
con el tiempo de exposición a los medios de comunicación.
(*) http://www.jornada.unam.mx/2009/03/22/index.php?section=cultura&article=a04n1cul
10. Globalización.
Con gran júbilo decíamos el siglo pasado que México estaba entrando al
concierto internacional de las naciones, después se pugnaba por entrar al GATT,
posteriormente gritos de euforia por la firma del TLC, y cual si fuera una borrachera,
hoy despertamos dándonos cuenta que nuestros problemas son idénticos, si acaso
han aumentado los desajustes sociales que antes eran privativos de los países
avanzados, como la violencia en nuestras ciudades, el consumo de estupefacientes,
la desunión familiar, enfermedades de transmisión sexual, etc.
No aprobamos a los movimientos globalifóbicos, por carecer de una propuesta
racional humana y adecuada al estándar actual, sino que reprobamos que en estas
interacciones de países, los que obtienen mayores ventajas son los países
desarrollados, dejándonos como en otros tiempos solo espejos de colores.
En este intercambio, que incluye lo cultural, hemos importado manías y vicios
ajenos, y no hemos tomado lo mejor del exterior, para enriquecer nuestros valores,
sino que pecamos de ingenuidad, pensando que los grandes “tiburones” que
invitamos a cenar, nos van a enseñar a afilar nuestros dientes, cuando en realidad
nos quieren devorar.
¿Qué hacer?
Nuestra segunda parte es de propuestas en torno a los elementos expuestos
como factores determinantes de nuestro atraso disimulado.
1. Para superar toda la ideología pragmática del mexicano será necesario reconocer
nuestros valores pasados, rescatando lo valioso de nuestra cultura, así como
colocar en el pedestal de héroes a quien lo merece y que hoy en día están
olvidados por nuestra historia de manera injusta, esto implica una valoración
escolar en cuanto al diseño curricular, que deberá ser nacionalista, más no
dogmática y sí abierta a enriquecerla con ejemplos del exterior. Resaltar nuestra
naturaleza humana, que en lo esencial nada difiere de la de los anglosajones y
que por lo tanto tenemos la misma oportunidad biológica de superar nuestros
11. propios retos. Esto se lograría con una educación inicial anterior a la preescolar,
donde los padres y las educadoras tuviesen plena conciencia y capacitación
adecuada del potencial humano de cualquier bebé mexicano.
2. No es malo tener religión, lo malo es que nos la impongan, y peor que la
abracemos sin entenderla. No es dañino tener conciencia de la existencia de un
ser superior, incluso los recientes descubrimientos del genoma humano, indican
que existen ciertos genes responsables de la necesidad humana de relacionarse
con Dios, busquémosle, o mejor aún, dejémonos encontrar por Él. Si mi filosofía:
“la razón antecede a la fe”, es correcta, entonces, analicemos nuestra fe con
ánimo probatorio, si Dios es tal, entonces también tiene poder para comunicarse
de manera razonable, de tal manera que podamos diferenciar cuando alguien nos
habla de Él y cuando alguien nos engaña. Que la educación sirva para esto
también, no tengamos más una fe ciega, tengamos una fe razonada.
3. Luchar contra un imperio siempre es difícil, pero no imposible, recordemos a
Gandhi, quien encaró al imperio inglés con su violencia pacífica y la resistencia
civil. En México, ya han existido movimientos de resistencia civil
ciudadana, ahora es necesario hacer saber a los industriales de las
comunicaciones un BASTA a su consumismo exacerbado mostrando un
inteligente boicot generalizado hacia su podredumbre comercial, siendo instigado
y liderado, dicho boicot por las escuelas y universidades; pronto tendríamos de
rodillas a sus cerebros, buscando alternativas educativas, productivas y
entretenidas para la población.
4. Es conveniente moderar nuestro insano deseo malinchista de pensar que todo lo
extranjero es mejor que lo nuestro, diciendo no a la parafernalia globalizante
postmodernista, pero sí, tomando lo mejor del exterior, sin demeritar nuestra
soberanía ni nuestra economía. Este terreno principalmente le pertenece al
12. sector gubernamental, quien en todo caso, tiene los medios para filtrar y ponderar
el alcance que como nación, deseamos relacionarnos con los demás países, sin
embargo, es la sociedad civil, la responsable de avalar o cambiar las políticas,
tanto externas, como internas de nuestro gobierno, en la medida que como
sociedad civil seamos más participativos, seremos más dueños de nuestro
destino.
Teniendo la oportunidad de conocer el pasado, tenemos también la obligación
de atender el futuro, pregúntese ¿qué hubieran hecho en pro de la educación, en
nuestros días personas como José Vasconcelos, Antonio Caso, Jaime Torres
Bodet, Vicente Lombardo Toledano, Ignacio Manuel Altamirano, etc.? jamás lo
sabremos, pero es motivante saber, como lo refirió Isaac Newton, que podemos
transitar sobre los hombros de gigantes que nos anteceden.
Que esa, sea nuestra arma para romper la máscara del disimulo ineficiente, en
que se encuentra nuestro sistema educativo mexicano.