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“Memorias de un Volcán”
Copyright
Jorge Sotelo Salas
jssreci@yahho.es
Primera edición, física: Noviembre, 2002
Segunda edición, virtual: Junio, 2015
En Reconocimiento a los miles de actores anónimos de Arequipa que elevaron su voz de protesta por la
privatización de EGASA y EGESUR; por consiguiente, los nombres propios de esta rebelión cívica, son
omitidos por ser accidentales y accesorios.
En homenaje a Edgardo Adolfo Pinto Quintanilla y Fernando Rafael Talavera Soto, jóvenes estudiantes
caídos por las balas de un gobierno antidemocrático.
Nota del autor: las ilustraciones corresponden a los medios de comunicación de la época que registraron los
acontecimientos de la protesta.
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Contenido
Presentación 05
Introducción 07
“Pesadillas del Tercer Milenio” 09
“Mirando el pasado” 12
Viernes 14: “Todo está consumado..? 16
“Coincidencias de junio: … 1950, …. 2002, …. 20
“A privatizar todo…, incluso el Misti” 23
Sábado 15: ¡Arequipa, Revolución! 28
“La rebelión de las cacerolas” 34
Domingo 16: “Uno, dos, tres, reservistas, otra vez” 37
“Padre, Hijo y Espíritu… Revolucionario” 43
“La democracia se defenderá con firmeza y energía” 45
Lunes 17: “Banderas de lucha y luto” 47
“La dignidad, no se insulta ni se compra” 49
“Prensa libre y prensa esclava” 51
Martes 18: “Con la cruz ajena a cuestas” 53
“De héroes, caudillos y otros calificativos” 56
“Edgar y Fernando, mártires de la resistencia” 60
Miércoles 19: “Y resucitó entre las barricadas” 64
“La fiesta democrática arrancó” 67
Epílogo: “De progresos y miserias” 71
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PRESENTACION
El ilustre Deán Juan Gualberto Valdivia ha escrito que el pueblo de Arequipa, cuando
es atacada su ciudad, se une, todos luchan, sin diferencias sociales. En Arequipa se
factibilizó desde hace tiempo aquello que modernamente la ciencia política ha
denominado, “Frente Popular”.
Este hecho se hizo carne y heroísmo no solamente en la epopeya republicana del siglo
XIX, sino también en los Junios de 1950 y del 2002, para no referirnos a la larga serie
de pronunciamientos por la libertad, los derechos humanos, la soberanía nacional y
la justicia social.
Precisamente, Jorge Sotelo Salas, hombre con una limpia y silenciosa trayectoria
cívica, ha escrito “MEMORIAS DE UN VOLCAN”, centrando su atención en los
acontecimientos de Junio del 2002. Pone en boca del Misti, una serie de
consideraciones en que se entrelazan los días, los personajes y los acontecimientos de
este junio del siglo XXI con lo que sucedió en los heroicos hechos de junio de 1950 y
otros hechos de la historia de Arequipa. Particularmente, en cuanto a las épocas
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aurorales de Arequipa podemos disentir; el enfoque del autor no es semejante con el
enfoque histórico nuestro, pero en muchos aspectos coincidimos plenamente.
Es que el enfoque de Jorge Sotelo se inscribe según mi opinión, dentro del ensayo
sociológico. Su apoyo en la historia, en la misma cronología de los días de lucha del
pueblo arequipeño en contra de las privatizaciones y la prepotencia del FMI y sus
sirvientes. Mas, va más allá.
Otro apoyo es la literatura. Intenta y lo logra, manejar el lenguaje con la belleza que
merece un hecho importante. Sin embargo, lo más descollante es su invitación a la
reflexión y a la verdad. A la verdad meridiana que el gran protagonista de los
acontecimientos de Junio del 2002 ha sido el pueblo de Arequipa, toda la comunidad,
como en las épocas del Deán Valdivia. Merece ser leída esta nueva obra, breve y
enjundiosa, sobre Arequipa y sus memorias.
Su tránsito por el glorioso Colegio de la Independencia Americana y las aulas
sanmarquinas, en la especialidad de Sociología, lo han premunido de la convicción y
necesidad de buscar nuevos derroteros a un país que se debate en la incertidumbre.
Dr. Luis Guillermo Gallegos Portugal
7
INTRODUCCION
Nació como una inquietud periodística para publicarla como artículo en la revista
que tenazmente dirijo. Sin embargo, cada hecho, cada vivencia íntima o colectiva,
producidos en “los días de Junio” provocaron una mayor extensión que comenzó a
desbordar el papel y mi tiempo.
El propósito de hacer “hablar” al Misti, surgió al contemplar su señorío misterioso en
momentos en que la noche agonizaba y el alba estaba a punto de sellar su muerte.
Descubrir que al coronar a la rebelde Arequipa, es –y será– el testigo de lo que en sus
faldas ocurra a través del tiempo. Espero no haber traicionado su silencio.
Los relatos que trasmito, ilustrados con escenas de la prensa local, son un intento de
homenaje a los hombres y mujeres, ancianos y jóvenes que expresaron su rechazo a
la privatización de Egasa y Egesur. Su protesta, más allá de una oposición excitada a
la transferencia de propiedad de las mismas, era –y sigue siendo–, contra una política
que aún no resuelve los graves problemas del país: la desocupación y la miseria. Las
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calles y plazas urbanas y los caminos y campos rurales de nuestra inmensa y
desafiante geografía, poseen huellas frescas de pasos inciertos y sin horizonte.
Es un homenaje también a los jóvenes mártires que perdieron la vida en la desigual
batalla cívica de Junio y a los que no perdiéndola, confrontan hoy dramas para curar
heridas que la represión violenta marcó sobre sus cuerpos.
El inexorable paso del tiempo no puede relegar al olvido lo acontecido. La indiferencia
o el silencio no pueden superponerse a nuestro deber social.
Finalmente, sin pretender un rigor histórico-testimonial ni exquisitez literaria, lo que
intento –ojalá lo logre–, es provocar la reflexión sobre nuestra sociedad y el camino
que le aguarda.
Es imprescindible descubrir y señalar su derrotero.
Jorge Sotelo Salas
Arequipa, noviembre, 2002
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“No sé por qué, pero en estos últimos tiempos no puedo conciliar mi reposo volcánico. No
es un magma súbitamente agitado en mis entrañas ni la angustia de una obra etérea
inconclusa. Flanqueado por mis dos hermanos, Chachani y Pichupichu, en el coloquio
familiar me dicen que también los desvela inquietantes sensaciones semejantes.
Me explico:
Años ha, las noches eran libres, dinámicas y llenas de misterios. El silencio de la oscuridad
sidérea me permitía dialogar en intimidad con las estrellas y en complicidad con las
fugaces, divisar en lontananza la inmensidad de este planeta, sobre todo, percibir la
transformación mágica y continua de la Pachamama. Las entrañas, activas, candentes y
profundas de las cuales provengo, atenuaron su energía con el paso del tiempo para dar
soporte a la vitalidad biológica que en la superficie, la naturaleza reproducía con
sabiduría. ¿El hombre…?, cuando apareció, fue una especie más, quizá la mejor de todas.
Eran tiempos cíclicos de armonía y conflicto, en permanente cambio y equilibrio.
En contraste, últimamente siento atravesar en el espacio las idas y venidas de cargas
energéticas indescifrables que me causan preocupantes desvelos. Y esto ocurre desde que
el hombre, de ser un ocupante precario comenzó a dominar la naturaleza gracias a que
ésta le mostró los secretos para que aquél la convirtiera, sino en eterna y perfecta, por lo
menos habitable y preservada.
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Las innovaciones efectuadas al principio dieron frutos colectivos y presagiaban logros y
beneficios compartidos; mas, cuando el conocimiento y la tecnología se volvieron
categorías económicas, el beneficio dejó de ser un bien común para el ser humano y un
peligro para la naturaleza.
Hoy, en la segunda semana del sexto mes del segundo año del tercer milenio, ‘el mundo
rueda globalizado’ sobre ‘la tercera ola’ dentro de la telaraña estratégica que atrapa en uno
solo lo que antes eran varios, diversos e imperfectos, pero aún libre de descubrir sus
aciertos y errores.
Sin embargo, la angustia pétrea que me agobia, no se compara con el insomnio colectivo
que experimentan los sedentarios inquilinos de la altiva ciudad de sillar, ladrillo y
concreto, que desean mejor no amanecer, porque la luz del alba en estos tiempos, solo les
ilumina la incertidumbre de cómo resolver el problema del pan de cada día sobre la mesa
vacía de esperanzas. La naturaleza hace miles de años resolvió este dilema; el hombre,
hace algunas décadas, comenzó a agravarla.
Esa sensación pesadillezca mía y de desvelo de sus moradores, es compartida
angustiosamente porque –teniendo destinos inseparables– deseo continuar siendo el
centinela de la ciudad, la inspiración de renovados versos y cantares, el emblema
permanente de rebeldía y majestuosidad, el Apu Suyu o Achachila que reinando sobre las
apachetas, vela por el bienestar de sus hijos.”
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CANTO A AREQUIPA, César Atahualpa Rodríguez
En la quietud denegrida de una lenta madrugada,
el estanque de ojos verdes guiña su verde mirada...
Los prados entumecidos soñando están. Amanece,
y un jazminero que sueña desde su sueño florece.
Sopla el gallo entre las sombras su destemplada corneta
rajando el cristal del viento con estrepitosa grieta.
El campanario, a lo lejos, parece un fantasma blanco
arropado en la neblina que sube desde el barranco.
La carcajada de un pavo contesta al mugir de un toro,
y en la crencha de una loma clava el Sol su peine de oro.
Despierta la tierra púber con morosidades de hembra,
toda gloriosa de trinos, haciendo estallar la siembra.
La alfalfa de tonos glaucos descubre un mar que va lejos,
luciendo locos regatos de fugitivos espejos.
Partido en dos está el valle por inmenso escalofrío
que le produjo hace tiempo la puñalada del río...
El Chachani de anchas faldas y el Misti de belfos rotos
guardan cautelosamente los futuros terremotos.
Bajo la luz turbulenta de un estío paisajista,
el cielo curva fastuoso su cúpula de amatista...
No fue leyenda el pasado de este subsuelo volcánico:
su historia es como una bala llena de pólvora y pánico.
Aquí se hicieron cañones del metal de las campanas,
para encauzar los desbordes de lavas republicanas.
Aquí las turbas pasaron por las calles, vocingleras,
haciendo escombros las casas para parar las trincheras.
Aquí doctores serenos, con un lenguaje bizarro,
dictaron leyes sapientes y prepararon motines;
aquí nació el hombre de oro: don Javier Luna Pizarro;
aquí nacieron los Quimper, los Pacheco y los Martínez...
Aquí nacieron los hombres de pensamiento y acción,
los que en la trágica lucha supieron vencer y amar;
aquí están los santos manes de García Calderón;
aquí está la Patria Libre que hizo un trovero: ¡Melgar!
Aquí los frailes humildes dieron ciencia y dieron luz,
ardiendo en cívicas ansias que les encendió las sienes;
por eso el Deán Valdivia me parece un arcabuz
y un Ateneo el cerebro del mendicante Calienes...
Aquí está la gran pradera, la almáciga de hombres sabios,
el numen de la República y el fósforo vivero;
aquí lactaron su ciencia los enardecidos labios
de dos hombres de la idea: Garaycochea y Rivero...
Aquí en los días caóticos de la hegemonía hispana,
junto a las hogueras áulicas se alzó el criollo penacho,
siendo un racimo de truenos la Academia Lauretana
y un relámpago inquietante la figura de Corbacho.
También Bolívar, el Genio, pisó esta tierra violenta;
y para invitar al baile que las abuelas le dieron,
con pedazos de quincalla, Ibáñez hizo una imprenta...
Tal es la historia sucinta de aquellos tiempos que fueron.
El Sol que lento ascendía, se ha puesto en el meridiano;
parece un tesoro inmenso que está cerca de la mano.
Muerden el perfil del monte rebaños de nubes plomas
y tijereteando el viento pasa un vuelo de palomas...
Para mí la Patria cierta, de las futuras hazañas,
está en este cofre verde que vigilan las montañas.
Aquí, respirando ancestro, se forjó mi loco empeño;
yo no he nacido peruano; yo he nacido arequipeño.
Mi cuna es este recinto de guerreros y poetas
que supieron tener juntas la lira y las bayonetas.
Esta es la entraña fecunda que está gestando ¡Cuidado!
El Porvenir que ya nace es hijo de un gran pasado...
Loca de Sol y de ensueño, mi tierra es mística y brava;
tan libre como tan bella que a todo amor se anticipa;
tiene migaja de huerta; tiene su sangre de lava;
y se perfuma la boca cuando se dice ¡Arequipa!
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“Arequipa es roca viviente. La fertilidad de su suelo regado por el Chili que desciende por
mi flanco diestro hasta besar el mar, fue el vientre en donde fecundó el Sol su luz,
teniendo a la Luna por testigo que escondió su rostro ruborizada al sentirse engañada.
Yo fui testigo cuando se detuvo el grupo nómada recolector para coger el fruto, hacer
reposo y luego, continuar su marcha. Testigo también soy de las primeras aldeas
Yarabayas, antes de que Mayta Capac y, luego, Garcí de Carbajal, ordenaran colocar la
vara y la cruz en este valle definido por las montañas y desiertos.
Arequipa, concebida por dos razas de universos diferentes, nació criolla, creció mestiza y
al depositar su virilidad en sus entrañas, sembró en sus hijos la gratitud al campo fértil
porque de él, venía el maná, el amor a la vida, al trabajo y la libertad. Como espectador de
este Génesis, mi cónica figura pétrea coronada por la nieve del misterio, de ser el Apu que
daba respuesta a las dudas de los nativos, me transformé en volcán-hombre para ser
centinela y cómplice de los nuevos desafíos que auguraba su destino.
Pero Arequipa, siendo un jardín fecundo, no fue un edén. Fue drama, conflicto y tragedia
también. De la profundidad de su suelo en permanente reacomodo tectónico, de pronto,
la fuerza telúrica asciende, remece y a veces destruye lo que de hermoso y perfecto la
mano del hombre forjó. Y si esto no fuera suficiente, la revuelta, rebelión o revolución,
también son reacciones violentas de su gente cuando mancillada por un tirano o
traicionada por un caudillo, quisieron burlar su hidalguía o engañar su lealtad.
13
Terremotos y barricadas fueron una misma fuerza, un mismo drama y un mismo
desenlace. A la tumba fueron las víctimas, a la tumba los valientes también. Quedó en pie,
la fortaleza de volver a levantar la ciudad de los escombros y la valentía de aguardar las
próximas batallas porque sabía que la guerra recién había empezado.
Cuando la energía y rebeldía cesaban, Arequipa se tornaba apacible y taciturna. Mística y
esclava de su fe profesada a vírgenes y santos venerados en procesiones, conventos y
confesionarios. Profana y libre en su música, pintura y poesía. La primera le viene como
vía crucis desde la conquista; la segunda, en cambio, del amor, la piel, el paisaje y la
libertad.
Arequipa encumbró caudillos y derrumbó dictaduras. Amamantó como buena matrona,
hombres libres con nobles ideales y entregó la sangre de sus hijos ante los invasores; erigió
héroes con nombres propios y calló con discreción hombres anónimos en actos heroicos
como aquellos que versó Benito Bonifaz:
¿Los veis lanzándose a la pelea
con la serenidad de los valientes?
Son los hijos del Misti, los ardientes
soldados del honor.
¿Los veis marchar con la cabeza erguida
en busca de la gloria o de la muerte?
Son los hijos del Misti, los de fuerte
y noble corazón.
¿Los veis allí pasadas las trincheras,
cómo sus líneas en el campo tienden?
Son los hijos del Misti, que defienden
el doméstico hogar.
¿Los veis en el combate cual despliegan
al ruido del cañón tanta osadía?
Son los hijos del Misti, los que un día
La patria salvarán.
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Y así, en este último siglo del calendario gregoriano en que el hombre llegó a la Luna, he
sido testigo de los avatares de una ciudad que en su epidermis, el cemento ha ido aislando
el tufo volcánico, cercenando el multicolor verde amarillento de su campiña y
agigantando los anillos de pobreza en su periferia, cuando del Ande han bajado los
pueblos escogidos por el dios del olvido en busca de otra tierra prometida.
Creencias más, historias menos, lo cierto es que entre la cuenca del valle y las
estribaciones andinas, se acogió a propios y extraños, y en su convivencia, fueron gestando
la simbiosis de la cual, ahora, está impregnada la sangre y médula de esta ciudad.
Hoy, en el parto del nuevo milenio, las noches son largas y breves las esperanzas; los
sueños son, pesadillas; la aurora, una utopía; la justicia, una quimera; la paz, un
monosílabo; la incertidumbre, una realidad; la solidaridad…, ¿qué es eso?
De esto y mucho más, también soy testigo.”
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¿Los veis lanzándose a la pelea
con la serenidad de los valientes?
Son los hijos del Misti, los ardientes
soldados del honor.
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VIERNES 14
“Hoy, 14 de junio, promediando la mañana, en otra ciudad que no es la que resguardo, se
acaba de privatizar Egasa y Egesur, dos empresas generadoras de electricidad que, siendo
de todos, pasaba a ser sólo de una, a través de un proceso que dizque, moderniza las
economías de países atrasados –o mejor, emergentes–, pero sobre todo, garantiza el pago
de su deuda externa. ¡O sea, pues…, full liberalismo, manyas loco…!
De muy poco sirvió la petición y reclamos efectuados con antelación parta que ésto no
ocurra. La experiencia nefasta de otras semejantes ejecutadas en la década pasada, motivó
que no solo el León del Sur, sino también los pumas regionales del resto del país,
iniciaran su protesta ante un gobierno que encumbrado por la democracia, decidió
continuar enajenando aquello que no le pertenecía.
Vanos fueron los diálogos sordos en desequilibradas mesas explicativas; vanas, también,
las medidas de protesta que dirigentes de Frentes Regionales en representación de sus
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respectivos pueblos asumieron para que dicha transacción comercial no se diera. Los
paros regionales, las huelgas de hambre e incluso un mandato judicial, no detendrían la
verticalidad del programa liberal del nuevo gobierno.
Así pues, lo que minutos antes era propio, se tornaba ajeno, y como tal, sólo quedaba
doblar la cerviz en silencio porque parecía que: ¡Todo está consumado!
Pero así como en el Gólgota la tempestad se desató, “la tierra tembló, las rocas se
partieron”, según describe Mateo cuando el Hijo del Hombre expiró en la cruz, así
también en la apacible ciudad blanca, su cielo azul de pronto enrojeció de ira y se
encapotó de grises nubarrones que desencadenaron los rayos y truenos de la tempestad
popular.
Poco a poco, en cuestión de minutos, la población comenzó a mostrar su censura y
rechazo ante el desenlace del cónclave capitalino. De las veredas a las calles, del diario
transitar a la marcha de repudio, del silencio a los gritos, decenas, centenas y millares de
hombres y mujeres, de jóvenes y viejos, de sueños y pesadillas, comenzaron a repetir el
unísono: ¡Arequipa no se vende, se defiende! Y con ello, la protesta e indignación popular
fue ganando más adeptos y arrebatos que tenían una sola decisión:
¡No a la privatización!
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Arequipa, rememorando viejas luchas, iniciaba una más.
Pero, ¿quiénes son esos jacobinos del nuevo siglo que con sus voces hacen temblar los
volcanes? ¿De dónde viene esa lava humana que como ‘lloclla’ incandescente amenaza
arrasar con todo? ¿Y hacia qué batalla marcha ese ejército desnudo y miserable, sin
pertrechos, sin mando y sin miedo?
Desfilan por las calles, obreros de sindicatos en agonía; puntuales trabajadores sin trabajo,
despedidos por ‘racionales’ ceses colectivos; universitarios con y sin banderas ideológicas;
‘alfeñiques’ del bolivariano plantel; profesionales diplomados con licencias de conducir;
jubilados con pensión indigna y santos óleos incluidos; agricultores a punto de perder sus
chacras; empleados sin sueldo básico contratados por agobiados empresarios; ambulantes
que diariamente se disputan un trozo de vereda; licenciados castrenses con rostros
pintados de sudor; vendedores de ofertas en microbuses contaminantes; políticos
afanados de pescar votos en ríos humanos revueltos; y también, porque los hay, lumpen al
acecho de vitrinas desguarnecidas o turistas desprevenidos; y –para que la obra esté
completa-, varios pares de ojos delatores de Seguridad del Estado. Todos juntos, todos
todos, hoy están enrolados en la protesta popular que más allá de la privatización,
expresan la ira y la impotencia de encontrar en cada nuevo amanecer, la misma miseria de
la noche anterior.”
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“Al intentar registrar este sismo social de la Ciudad Caudillo, se deslizó entre el azufre de
mi memoria, aquello que ocurrió hace 19,110 rotaciones terrestres, -52 almanaques como
diría un clásico contador mercantil-, cuando en 1950, en el mismo escenario, los mismos
protagonistas –el poder y el pueblo–, casi la misma fecha y la misma trama pero diferente
desenlace, se representó la tragedia histórica del pueblo que no perdona el atropello.
Aquel entonces, la chispa fue la huelga de los alumnos del bolivariano Colegio Nacional de
la Independencia Americana, que ante sus justos reclamos estudiantiles, se quiso imponer
el asalto a sus muros primero, y luego, la masacre en las calles y plazas cuando la reacción
cívica quiso detener el abuso de una dictadura y condenar a los culpables. La lucha
desigual entre la metralla y las piedras, entre el blindaje motorizado y las barricadas, entre
la apertrechada dictadura y la desnuda democracia, regó el campo de batalla con sangre y
mártires que la memoria cívica guarda en el arsenal de su rebeldía.
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Hoy, las brasas de la miseria y la incertidumbre, reavivadas con la privatización de dos
empresas que le son ajenas a quienes la ordenan, desencadenó la reacción popular que,
sintiéndose desoída y burlada, marchó nuevamente sobre calles y plazas, protestando por
su dignidad envilecida. La lucha, a pesar de ser otra vez desigual, auguraba la victoria de
su primera batalla. Había razones para ello. Las voces y los puños, eran superiores a las
varas y las bombas; el valor y arrojo, desafiaban las amenazas de los dedos prendidos al
gatillo; la razón y la decisión popular, doblegaban el intento autócrata de la fuerza del
poder.
El León no había muerto; cavilaba en su guarida. Aguardaba el viento que orientara
sus pasos luego de la emboscada de los ‘noventa’.
Y es que hoy como ayer o como mañana, la calma aparente no es presagio de nulas
tempestades ni rebeldías esfumadas en conciencias adormitadas.
¡Pobre de aquél que afirme que la mecha de pólvora está apagada porque no
avanzan los invisibles humos de la combustión! Cuando el calor de la injusticia y el
viento de la protesta se junten, veréis que la explosión es cuestión de segundos, y en
segundos las llamas serán avivadas iluminando en la oscuridad nuevas conquistas
logradas.”
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“Tengo otra angustia más. Esta viene de lo que escuché a un chofer de taxi –ingeniero él–,
cuando hacía turno en el paradero del Club Internacional y leía a media voz, para no
quedar dormido, un texto de José Saramago:
“… que se privatice la Cordillera de los Andes, que se privatice todo…”.
Privatizarán el Misti…?, fue la primera duda que me asaltó. Y si fuese así, ¿cuál será el
precio que Proinversión fijará por mi transferencia a alguna transnacional…? Y una vez
privatizado, ¿qué tendré que hacer –o dejar de hacer–, para retornar la inversión
realizada? ¿Se cobrará por cada paseo turístico en un moderno funicular que asciende
hasta un Kentucky Fried Chicken ‘characato’ en la cima?
Mi duda no es gratuita. Hace cuatro décadas, cuando el mundo era bipolar y giraba
alrededor de la guerra fría, los países subdesarrollados de América latina, aconsejados por
los estrategas de la Alianza para el Progreso que vieron el rostro del Che Guevara en el
manto profano del futuro, promovieron algunos cambios en sus estructuras: “¡Hay que
modernizarlos!”, se dijo, y con este propósito, se alentó la reforma agraria, la
industrialización, etc.
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De esto último, Arequipa tiene un intacto testimonio. El ayer Parque Industrial, de
amplias avenidas, jardines y modernas estructuras, hoy es casi un silencioso cementerio
fabril con un solo epitafio: SE VENDE, y cuya amplitud vial sirve de acceso vehicular a
prósperos comerciantes mayoristas –contrabandistas incluidos–, del ‘Avelino’ y apurados
viajeros que llegan o parten del terminal terrestre. ¿La industria?, ¡fue un pasajero más! Se
fue, sino quebró.
Luego, a fines de los sesentas, al influjo de ‘coroneles nasserianos’, los militares
impulsaron un régimen que pretendía acelerar el destino del país reformándolo de ‘arriba
hacia abajo’, asumiendo el estado una participación directa en el desarrollo a través de la
constitución de empresas públicas. El ‘proyecto revolucionario’ fracasó, aunque se
mantuvo en los gobiernos posteriores la gestión empresarial pública, más como
herramienta política que como factor económico. Sea como fuere, lo cierto es que las
empresas públicas se financiaron con recursos de todos los peruanos, recursos que
debieron ser destinados a vitales obras comunitarias.
Aplastado el Oso Oriental por el Muro de Berlín, sólo quedó el Halcón de Occidente
dominando el globo y con él, el Homo Rex inició su acenso a convertirse en el Homo
Deux, y como dios, todo lo puede, todo lo ordena, al octavo día, luego del descanso bíblico
del séptimo, volvió a recrear el mundo:
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¡Deberá ser uno solo: ‘Globalicémoslo a nuestro interés y conveniencia’!, fue la orden
antropo-divina.
Sentenciado el globo, los fallidos proteccionismos de países tercermundistas, comienzan a
derribar sus fronteras económicas para que el Departamento del Tesoro norteamericano,
el FMI y las Bolsas de Valores de New York, Londres, Tokio y las restantes, marquen el tic
tac del ritmo económico internacional.
El compás de este reloj ‘universal’ llegó al Perú hace una década. El régimen instaurado
por un hijo del sol naciente con sumisión oriental hacia afuera y autoritarismo y
corrupción hacia adentro, franqueó las puertas a los nuevos conquistadores que, dólares
en mano, comenzaron el reparto del ‘último cuarto de rescate’. Las empresas públicas
deberían pertenecer a los inversionistas privados –si extranjeros, mejor–, porque… “sólo
ellos son los únicos que pueden generar progreso en el país”; por lo tanto, a ellos se deberá
rendir toda ventaja y pleitesía. Las telecomunicaciones, las eléctricas, las mineras, las
industriales, fueron los platos fuertes que se sirvieron en el banquete comercial de vender
las ‘joyas de la familia’ peruana.
Descubierta la corrupción de ‘compras al cash’ mientras la mayoría del país desfilaba
mendicante por las puertas del poder, los Cuatro Suyos congregados en la capital,
indujeron el parto de la sietemesina democracia que luego de ser incubada en el gobierno
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de transición, fue a los brazos de la Madre Patria. Ahora todo será diferente, pensó y
aguardó el Perú.
Pero, ¡oh sorpresa!, se cambió los hombres pero no los genes. A falta de ideas que no sean
las neoliberales, las privatizaciones –ahora con ‘rostro humano’–, continuaron, porque
…había deudas que pagar y gastos que financiar. Total, el inventario arroja un saldo a favor
de algunas joyas auténticas y otras de fantasía guardadas aún en el “cofre de las abuelas”.
Dos de ellas, Egasa y Egesur, quedarían en vilo suspendidas.
Convendrán conmigo que el sudor frío que corre por mi cráter, tiene razón de ser, no?
Porque cuando hayan futuras deudas que pagar y nuevos gastos que financiar y no haya
más joyas que vender, ¿no estaremos en la lista también, los ríos, las pampas, el aire, las
montañas…, ¡los volcanes…!!?
Si por casualidad, mañana distingues en mi cumbre algunas fumarolas matinales, éstas no
son señales de una inminente erupción. No. Son solo resaca de una noche embriagada con
el alcohol destilado en el alambique de mis angustias.”
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SÁBADO 15
“Teniendo los rayos del Sol como arsenal, los protagonistas de este sismo de junio,
marchan una vez más por las calles, gritando voces de protesta provenientes de gargantas
irritadas y lágrimas de ojos enrojecidos, impotentes parta sofocar los gases de bombas
lacrimógenas esparcidas.
Los lemas hilvanados con rima popular, son diversos; sin embargo, hay uno que aunque
no es unánime en las cuerdas vocales, lo es en los tímpanos de estos soldados sin uniforme
y sin metralla: ¡Arequipa, Revolución!, ¡Arequipa Revolución!
La consigna no es ajena a la historia de Arequipa. Hace dos siglos, en enero de 1780, la
‘Rebelión de los Pasquines’, ya anunciaba el alzamiento de mestizos, indios y zambos en
contra del abuso de la metrópoli. Organizados en cerca de mil, por las noches y con sigilo
audaz, asaltaron la Aduana y colocaron en portones mensajes de una revolución en
ciernes:
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Quito y Cochabamba se alzó
Y Arequipa, ¿Por qué nó?
La necesidad nos obliga
A quitarle al aduanero la vida
Y a cuantos le den abrigo
Descubiertos y enfrentados, los arcabuces silenciaron a los rebeldes.
Años después, a principios del siglo XIX, la Rebelión de los Hermanos Angulo y Mateo
Pumacahua en contra de la metrópoli –ya reclamada antes por la ‘Carta a los Españoles
Americanos’ del pampacolquino Juan Pablo Vizcardo y Guzmán–, tuvo en Arequipa el
eco revolucionario cuyos máximos exponentes fueron, entre otros, Mariano José de Arce,
José María Corbacho y Mariano Melgar, el poeta y combatiente.
Dos lustros posteriores a la Independencia, Arequipa comienza a elevar sus voces y armas
en favor de una ‘República Independiente’, porque percibe en la médula de la joven nación
de San Martín y Bolívar, los viejos hábitos de castas aristocráticas renovadas por militares
conspiradores y sagaces comerciantes. Y no se equivocó. Mientras el complot, la trampa y
componenda, fueron argumentos para representar la función tragicómica de la disputa
por el poder político, detrás del escenario, los futuros dueños del país manipulaban los
hilos de los empréstitos, la consolidación, las consignaciones y el reparto de propiedades
incautadas.
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Confirmado el centralismo galopante, Arequipa se embarca en sublevaciones y batallas
casi siempre ganadas para luego perder las guerras. Combate contra el norte, lo hace
contra Chile, marcha sobre Lima, retrocede debilitada, y al final, sitiada, sucumbe mal
herida. Los ‘Libres de Arequipa’ y la ‘Columna Inmortales’, son dos expresiones de
heroísmo colectivo en el siglo XIX contra la macrocefalia de la capital.
Jorge Basadre, con acierto, escribiría:
“Hasta 1867, Arequipa fue una pistola que apuntaba al corazón de Lima”,
que muy bien podría completarse con más certeza que lisonja:
“… que no disparó la bala de la revolución porque quienes debieron ordenar
¡Fuego!, balbucearon: ¡…Media… Vuelta…! No querían cambiar el mundo –su
mundo–, sólo aspiraban a conservarlo y evitar que se lo arrebatasen”.
Juan Gualberto Valdivia en ‘Las Revoluciones de Arequipa desde 1834 hasta 1866’ las relata
como crónica. María Nieves y Bustamante en ‘Jorge o el Hijo del Pueblo’, la dramatiza con
bella prosa.
Después de Tarapacá, Angamos, Arica y Miraflores, a su turno, estoicamente, sucumbió
ante el invasor. Era demasiada la responsabilidad para un pueblo rebelde, traicionado,
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desarmado, invadido y sin conductor, alzarse contra la fortaleza bélica del Ejército del Sur.
Abandonada a su suerte, sólo la resistencia y el martirio se elevaron por encima del
holocausto nacional. Los Mártires de Quequeña, guardan el testimonio.
La post guerra y el nuevo civilismo, despiden el siglo diecinueve y saludan el vigésimo.
El influjo del positivismo, las revoluciones de México, Rusia y la Guerra Civil española, los
planteamientos de Mariátegui y Haya, la Reforma Universitaria, el movimiento obrero y el
auge del capitalismo con su secuela regional, son factores que enriquecen las ideas y
propuestas de libre pensadores como Mostajo, Lino Urquieta, Escalante, etc., etc., y
renuevan las banderas revolucionarias al interior de una clase laboral en aumento como
consecuencia del auge del comercio de exportación y del incipiente desarrollo fabril,
dando inicio a una polarización social propia de un capitalismo en este lado del país.
1930 y 1950, son dos años de otros más en que el pueblo de Arequipa retoma las calles para
luchar contra el centralismo, reivindicar sus derechos, y protestar contra las tiranías
imperantes. La sangre derramada en aquéllas, son estigmas que siempre maldecirán el
sable y el fusil cuando se vuelven sobre los pechos de indefensos luchadores.
En resumen, y testigo al fin de las vivencias de una ciudad, diría que Arequipa casi siempre
estuvo a las puertas de la revolución; y si no atravesó el umbral de ejecutarla, fue porque
no hubo ni las ideas ni los hombres para cambiar la historia.
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Su rebeldía cívica, sin embargo, destronó políticos y tiranos que hicieron del poder y
dinero, su principal razón de ser. Y quienes los reemplazaron, casi siempre fueron
timadores de naipes para esconder bajo la manga, los ases que birlaran las aspiraciones de
un pueblo combativo.
Volviendo a junio del segundo año del tercer milenio, la atmósfera de la ciudad y de las
solidarias Tacna, Cusco, Puno, Apurímac, etc., están impregnadas de moléculas
reivindicativas que oxigenan ideas y acciones que pendulan entre la lucha social
organizada y la anarquía colectiva instintiva.
El apremio de vísceras vacías está a punto de explotar en cualquier extremo, si es que la
democracia sólo existe como adjetivo.
¡Arequipa, Revolución!, está detenida nuevamente en las montañas que circundan esta
ciudad. La respuesta del eco aguarda nuevos vientos y renovados espíritus.”
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“La sugerencia de una indignada madre de familia hecha al locutor de turno de las dos
‘emisoras rebeldes’, de pronto se transformó en unánime reacción para que todas las
manos cogieran por las asas, las domésticas cacerolas y que, al estrellarse unas contra
otras, ‘ensordecieran’ el ruido urbano cuando el reloj marcaba la una de la tarde, la hora
en que el Sol se vuelve emperador.
Aurelia y sus cuatro menores hijas, cogieron las olas que no tienen marca porque no
pertenecen a la estirpe de la capitalina ‘Record’, y las rotuladas con picardía criolla en
hábiles talleres informales, ya hace años perdieron sus huellas ‘bamba’ de tanto ser pulidas
con arena y pobreza.
Para Aurelia, era la oportunidad esperada para expresar al gobernante, el drama de no
saber cómo sobrevivir entre tanta pobreza. Para sus hijas, la ocasión infantil y traviesa de
dar rienda suelta a sus genes musicales en una sinfonía colectiva de la cual cada una de
ellas era su propia solista. Imaginen, toda una orquesta popular de obreras del hogar
distribuidas en parques y calles de barrios, urbanizaciones y pueblos jóvenes,
comprometidos en un concierto de protesta. ¿La partitura..? La que dicta la rebeldía
colectiva. ¿El director…? El hambre y la dignidad burlada.
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Y así, a la una de la tarde, a las siete de la noche y a las siete de la mañana del siguiente
día, todas las Aurelias y todas las hijas corren a descubrir el pudor de cacerolas que en su
interior agonizan de vacías por no tener más que agua a la espera de un Jesús que
multiplicase las tres papas, cinco fideos y el puñado de arroz que reposaban en el fondo.
El bullicio instrumental de las vasijas metálicas abolladas por los años de uso, han perdido
las notas agudas y brillo acerado que las distinguía cuando llegaron pedantes a reemplazar
a las jubiladas ollas de barro de las abuelas. Ahora, cenicientas y deformadas, son heridas
de muerte cuando Aurelia disputa con firmeza los últimos granos de arroz quemado
adheridos en el fondo y que a costa de perder algunas partículas metálicas, tiene que ceder
al ahínco de la guerrera. Y tienen que ceder, pues se trata de la última ración familiar que
casi siempre es de Aurelia.
“Primero son las guaguas. Una ya está vieja y poco nos falta para enterrar nuestros huesos.
Además, en nuestros tiempos, nos hemos alimentado bien, o no José…”, justificó con
filosofía y resignación Aurelia el frugal almuerzo. José consintió con su mirada lo que sus
labios impotentes silenciaron.”
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DOMINGO 16
“Hoy amanece la ciudad sin tradiciones. El aroma del adobo y té ‘piteao’ se quedó
encerrado en el campanario de una misa no convocada.
La Plaza Mayor luce como un Guernica a la espera de un Picasso informal: estratégicas
barricadas de adoquines sobrepuestos; humos contaminantes de llantas en extinción;
pintas insultantes en portales con huellas de sangre; aire con olor a gas y pólvora de
combates suspendidos; agua de cañerías violentadas transformadas en riachuelos y
aniegos; pancartas con advertencias y sentencias ubicadas al frente de una Catedral herida
de muerte en sus torres por invisibles cohetes ‘tierra-aire’ premonitoriamente lanzados la
tarde del sismo del 23 de junio del 2001. El Tuturutu, trompetero misterioso, impávido,
casi insolente, parece decir con su melodía detenida: ¡Pero si no pasó nada!
De pronto, al promediar la novena hora de la mañana, por la bocacalle de Morán,
aparecen camuflados personajes...
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Son dos batallones que a paso ligero, recorren las calles del Centro Histórico con
exclamaciones propias de su vida castrense de ayer y que hoy, en su condición de
reservistas, también constituyen una de las unidades combativas que expresan su protesta
por la política privatista del gobierno. Pero sobre todo, porque, ¡No hay trabajo, carajo!
Identificados por su ejercicio marcial, sus lemas y el polo negro que resalta su famélica
fortaleza, se han convertido en las ‘líneas’ que defienden la dignidad de Arequipa, aunque
su dignidad étnica hace siglos es humillada, cuando no pisoteada.
Pedro es el nombre de uno de los anónimos reservistas marchantes, herederos del ‘Tayta’
Avelino Cáceres, el Demonio de los Andes, convocado por un comandante de artillería en
Octubre del 2000 en su afán de iniciar la marcha ‘etnocacerista’, desde la sureña locumba.
Su condición en los últimos años tiene la categoría de desocupado. Y como tal, sus días
discurren entre las bancas de la Plaza de Armas y el terminal de Zamácola, a la espera de
un patrón que al timón de una 4x4 quiera contratarlo para alguna faena que le garantice
‘la quina’ para pagar el menú familiar del ‘comedor popular’.
A sus 38 años de edad, no tiene preferencia por oficio alguno; muy por el contrario, posee
una versatilidad laboral en sus encallecidas manos, surgidas de sus casi atrofiadas vísceras
inundadas de ácido a punto de perforar su paciencia.
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En la memoria aún quedan grabadas las vivencias de su infancia andina, como aquella en
que con sus dos hermanos, cuidaban el redil de ovejas pastando cerca del cielo, siempre
atentos por si alguna de ellas intentara rebasar el cerco imaginario que los tres pares de
ojos infantiles delimitaban en la altiplanicie. La sequía del 79, agravó la pobreza de su
comunidad y una tarde fría cambió la quena y la trasquila por la manta y la esperanza de
encontrar en la ciudad aquello que las alturas le negaban.
Grabada también está, cuando, yá en Arequipa, a fuerza castellanizar su aymara y
aprender oficios diversos y costumbres nuevas, llegó una noche en que la ‘leva’ lo depositó
entre un sargento y la muralla del cuartel. Del primero aprendió a amar a la madre patria a
punta de golpes porque todos los ‘rasos’ son unos ¡hijos de puta! De la segunda, en cambio,
entendió que la libertad no estaba al otro lado del muro sino la obediencia de seguir
peleando hasta quemar el último cartucho.
Cumplido el Servicio Militar Obligatorio, el ahora ‘cabo Pedro’ volvió a las calles ‘hecho un
hombre’, convencido de que…, el mejor ataque es la defensa; que la victoria es lo de menos y
lo que importa es, siempre ser un ‘héroe’.
Su sacrificio en los últimos años le ha permitido levantar las cuatro paredes en Ciudad de
Dios, en donde él, su compañera y sus dos hijos que nacieron sin pan bajo el brazo, hacen
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el diario recuento de las pocas monedas destinadas a pagar el tributo de seguir
sobreviviendo.
Como buen ciudadano demócrata, votó por presidentes y congresistas. De esas
experiencias electorales, recuerda que bailó el ‘baile del chino’, hechizado por Laura,
Magaly, Carlos Álvarez, Nicolás, Rosy War, los Cómicos Ambulantes, y toda esa fauna de
títeres que a través de la ‘caja boba’ llegaban hasta el inconsciente de Pedro.
Roto el encanto por los ‘vladivideos’ y sin poder asistir a la Marcha de los Cuatro Suyos,
en acto de contrición, depositó su fe en sus raíces –dónde de mejor–, y vivió, aplaudió y
votó por Pachacutec, porque sólo con él, como gran inca, el Perú será posible, será real,
justo, solidario, pero sobre todo, ¡tendré trabajo!
Las primeras sombras de la noche lo han sorprendido caminando de regreso a casa, luego
de una faena dominical combativa inundado de sudor que aún desliza su rostro y cuello.
Hay un par de dudas que le golpea el cerebro y maldice su ignorancia en geografía e
historia: “¿Cabana queda en el Perú o en Jarvard?; ¿quién se equivocó, él o yo, o los dos?”
Pedro quiere aferrase a la esperanza de que sus hijos no caminarán por las mismas huellas
que él transitó. Sus manos quieren construir el futuro que él no conoció. Sabe que sus
dedos pueden sangrar en el intento, pero no habrá dolor que amilane su propósito de
conseguirlo.”
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“Son banderas rojas y son jóvenes quienes las portan. Sobre el fondo escarlata, dos letras y
dos rostros se elevan por encima de los restantes emblemas combativos y retratan con
precisión el contenido de sus ideas, sino, el de sus anhelos.
Al lado de la JS, los rostros del Amauta y del Ché parecen cobrar vida en sus luchas de
junio. No en vano, un 14 de junio también, fue el día en que esos luchadores nacieron. José
Carlos Mariátegui en Moquegua en 1897 y
Ernesto ‘Ché’ Guevara en Rosario en 1928,
y terminaron hablando un mismo idioma.
El primero, dijo:
“ni calco ni copia, sino creación heroica”.
El segundo:
“…observar, aprender, pensar; no copiar a
nadie y después empezar a caminar”.
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Hablaban de la Revolución.
Los lemas, colores y movimientos de los portantes, son una muestra de la alegoría que
distingue su marcha combativa y segura convicción.
No son muchos, pero son. Y lo son, con nombre propio, porque solitarios, al inicio de la
‘década maldita’, ya señalaban con el dedo acusador al títere del capitalismo, mientras casi
todo el país saludaba el fin de la hiperinflación.
Pareciera que más por la lucha del poder, les preocupa asumir el papel de jóvenes
contestatarios del sistema hegemónico vigente y los efectos que al interior de los países
tercermundistas ocasiona, incluido las formas democráticas, elecciones por ejemplo, a las
cuales cuestionan señalando que el pueblo aún no tiene propuesta programática.
Entre música, teatro, poesía y el ejercicio libre de plasmar en el ‘Muro de la Vergüenza’ del
portal de la Municipalidad sus sentencias lapidarias, JS persevera en su obra de construir
el socialismo.
Su tarea es difícil, quizá una utopía. La realidad en que les ha tocado actuar es compleja.
Sus pensamientos pueden estar equivocados y las acciones que ejecuten pueden estar
reñidas de pronto con la historia; sin embargo, es preferible que la juventud avance con
sus medios y sus yerros a que se detenga a contemplar la agonía heredada.”
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Hay expectativa en la ciudad y en todo el país. El Presidente dirigirá un Mensaje. Y lo
dirigió, después que el gobierno decretó el Estado de Emergencia por 30 días, siendo la
primera disposición del Comando Regional, decretar el ‘Toque de Queda’.
Bueno, este dispositivo no es novedad, porque los gobiernos lo utilizan cuando el pueblo
protesta y cuestiona mandatos verticales que solo aceptan como respuesta: ‘Cúmplase’.
La naturaleza no tiene esas leyes. Se imaginan que de pronto en el planeta se decrete un
‘estado de sitio’?, ¿que todo se detenga en el
tiempo y en el espacio? Que nada se mueva;
que la materia no se transforme y que la
energía no se produzca? ¿Cómo decirle al
Sol, por ejemplo: ‘hoy no debes salir ni tus
rayos debes emanar’? ¿Cómo decirle a la
Luna y las estrellas, ‘esta noche, no deben
brillar’? Eso es imposible. Simplemente
dejarían de ser para no ser, desparecer o
estallar. No me es posible imaginar.
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Pero en la ley humana pareciera que sí es posible que ocurra. Pero, ¡no!, ¡no ocurre
tampoco!, porque finalmente, roca o célula, ambas son parte de este planeta y como
prueba de ello, pareciera que más bien, cuando se decreta eso que se llama ‘Toque de
Queda’, es cuando el hombre, se mueve más, piensa más y por qué no, ¡canta mucho más!
“… Entonemos, entonemos….
Entonemos un himno de gloria,
A la blanca, a la blanca,
A la blanca y heroica ciudad…”
Fue el coro polifónico de voces que a las diez de la noche rompe el aparente silencio de
una ciudad que recién despierta y en abierto desafío, sale de la intimidad de sus cuatro
paredes para ubicarse en el coral de sus frenteras de piedra y cemento y cumplir con lo
que la autoridad ha dictaminado: ¡Toque de Queda… rebelde!
Si hasta el himno de la ciudad así lo acredita: “… a la blanca y heroica ciudad…”.
Bien decía yo, la naturaleza física o social no se puede sujetar a leyes cuando éstas están en
contra de su propia razón de ser: cambiar y luchar.
La libertad y la justicia no podían ser solo un concierto de cacerolas. La música, por sí
misma, es una creación que inspira una armonía y conflicto de quien la crea, la interpreta
o la percibe. El canto, en cambio, predica, aclama, reivindica, confiesa y exige, como esta
noche, el “Entonemos…”, ¡Protesta!”
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LUNES 17
“Ayer domingo por la mañana, con la confianza de 20 años de lealtad de confidente y ama
de llaves, María retiró de la cómoda ‘la blanca y roja’, y con sigilo subió a la azotea y
amarró al mástil de la casa de la patrona a quien había escuchado la noche anterior,
durante la cena, declarar con voz de mando dirigida a su marido:
“No ves, el ‘cholo’ no debiera gobernar nuestro país y menos vender nuestras
empresas. ¡Qué tal desvergüenza!”
Dicho sea entre paréntesis, ‘Marías’ en Arequipa ya no son tantas como en otras épocas.
Hoy, en ésta de tecno-cumbia e internet, se prefiere la aventura del ‘trabajo
independiente’, porque aún en la miseria, la calle sigue siendo un escaparate informal de
‘cachuelos y baratijas; una posibilidad de cambio entre mil, es cierto, pero posibilidad al
fin.
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La patrona, descubierto el desliz y atrevimiento de María, lejos de censurar la audacia,
aprobó con una palmada el gesto de dejar al viento la bandera a media asta sobre la
terraza. Por supuesto que este atrevimiento consentido no la exoneraba de dejar
relucientes las charolas de plata 925 de Camusso que coronaban el artístico repostero de
cedro del comedor principal, ayer festivo y hoy convertido en museo casi nunca visitado.
Hoy lunes 17, Arequipa está embanderada. La vanidosa de polystel bate el bicolor sobre los
aires de Cayma, Yanahuara, Vallecito, y se hermanan con aquellas otras de tocuyo de
Miguel Grau, Alto Misti, Campo de Marte, Simón Bolívar, es decir, el cinturón de la
pobreza de Arequipa, dejando en el medio a las envejecidas de Miraflores, el Cercado,
Umacollo, Sachaca, Paucarpata, etc., de clases medias a punto de naufragar en la orilla de
la desilusión por no conseguir la posición social que otrora les auguraba el éxito de su
esfuerzo personal.
Todas las blanca y rojas de esta ciudad, en ejercicio sincronizado por el viento de la
protesta, ondulan sus colores a media asta en días que el calendario no señalaba festividad
cívica alguna, porque hoy, Arequipa está de duelo, y lo está, por la muerte de un principio
democrático: los gobiernos deben gobernar con el pueblo.”
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“Recuerdo también que producido el sismo cívico, el poder central cerró los párpados para
no ver; elevó el volumen de los altavoces de la prensa oficial para no oír; sólo articuló
frases y acusaciones que intentaron desautorizar la voz cívica de Arequipa.
‘Acciones delincuenciales’, ‘rezagos terroristas’, ‘muertos de hambre’, etc., fueron algunas
de las exclamaciones emanadas en lujosos escritorios ministeriales que una prensa
acomedida y servil se esforzó por denunciar a quienes hicieron de las calles su centro de
batalla.
La necedad en el argumento y la torpeza en el actuar, fueron el combustible para que la
chispa se convirtiera en hoguera. La distancia entre el palpitar popular y la decisión
burocrática estaba más allá de los mil kilómetros que separan el centralismo de la
realidad. De nada sirve el avance de la informática cuando el que emana una orden no
tiene la lucidez mental de conocer e interpretar lo que ocurre más allá de los dedos
digitadores de una burocracia pegada al monitor para deletrear y escribir la orden que
viene ‘desde arriba’.
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Descubierto el error, se optó entonces por la subasta de la protesta, tasada ésta en
millones de dólares. Conforme pasaban los días, la oferta subía. Ya no era el 50% del
monto de las privatizaciones de Egasa y Egesur. ‘Que sea el 70%, o mejor, el 100% para
financiar el desarrollo y progreso de Arequipa’. ‘Y ojo, si no aprovechan la oportunidad, se
pueden quedar sin nada’
Segundo error. “Oiga usted –diría un loncco’ de Tiabaya–, los negocios no se hacen con
chantaje, pué”. Y por supuesto, la transacción no se plasmó.
Agotado el intento del martillero amenazante, se optó por el ‘diálogo’ a fin de zanjar el
pleito. ¿No hubiera sido mejor comenzar por ahí? ¿Acaso no es democracia, consultar al
pueblo los mandatos de un gobierno? ¿No era de sabios, recurrir a los dioses andinos de la
conciencia cívica para percibir en las ‘hojas de coca’ de nuestros ancestros, hacia dónde
apunta el acierto de las decisiones nacionales?
¡La Dignidad no se insulta ni se compra! No es un bien que tiene precio ni menos se
cotiza en la Bolsa de Valores; menos aún, si en campañas electorales precisamente se
recurre a ella para obtener el veredicto popular, porque entonces, la promesa se vuelve
estafa, y esto, entre caballeros, no cuenta. Peor aún, si se firma un cheque que en la
ventanilla de la verdad, es devuelto por no poseer fondos de la palabra empeñada
teniendo como testigo a todo un pueblo.”
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“Desde que el homo sapiens plasmó en las cavernas sus primeros grabados, hasta los más
sofisticados recursos tecnológicos que hoy ha puesto en práctica para relacionarse, el
hombre ha ido construyendo sucesivos puentes de comunicación por los cuales han
transitado las ideas, los conocimientos, las dudas y las certezas.
La prensa como opción social de información, opinión y crítica, en el último siglo se fue
convirtiendo en el ‘cuarto poder’ que democracias representativas cobijaron en sus
cimientos los principios de libertad de pensamiento y libertad de expresión. Pero así como
representó el faro que iluminaba la oscuridad y develaba la ignorancia, así también fue
convirtiéndose en herramienta de dominación colectiva al servicio de particulares
intereses.
Dada la importancia de la palabra testimoniada en el aire, el papel o la imagen, ésta
comenzó a ser objeto de asedio, amenaza, chantaje o cotización, para usarla como arma
política que en forma abierta o subliminal, convierta la mentira en verdad, la dictadura en
democracia.
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El periodismo así, comenzó a confrontar dos vías por donde se fue orientando su función
social. Por una de ellas, mantuvo su designio de practicar y difundir la verdad de las ideas
y de los hechos sin más vocación que la de servir a la comunidad. Por la otra, en cambio,
se convirtió en vehículo mercantil que atendía los requerimientos del poder económico en
perjuicio de la sociedad toda. El primero se ejerce en forma libre; el segundo se vende al
mejor postor. El primero es honesto y veraz; el segundo, es corrupto y mendaz.
De ambos, el país conoce sus dimensiones y trayectorias; de éstos, sus lealtades; de
aquellos, su vil precio.
En este junio que registro, Arequipa conoció de silencios cómplices, de medias verdades y
de manipulaciones vedadas. Pero también hubo de los íntegros, que reconociendo la
envergadura y razón de los reclamantes, optaron por transmitir a través del papel y del
éter lo que latía en miles de ciudadanos combatientes.
Identificarlos con nombre propio no es objeto de mis “Memorias”. La mejor honra que les
tributó la batalla fue cuando a fuerza de buscar culpables que expíen errores políticos, la
torpeza del poder quiso señalarlos con dedo acusador como ‘apologistas del terrorismo’,
sin darse cuenta que quien realmente provoca y exalta esta tanática modalidad, es
precisamente el que ejerce el poder a espaldas de quien lo consagró con su decisión
democrática.”
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MARTES 18
“Tenía una misión que cumplir. La petición del Presidente en jaque, el drama de la ciudad
que lo vio nacer y los votos de fe conferidos a Ignacio de Loyola, eran tres razones más que
suficientes para asumir la tarea de iniciar la construcción del puente que vincule las dos
orillas en conflicto.
Con el crucifijo entre los dedos, dos clérigos y un laico posaron sus pies en este valle de
lágrimas –ahora por gases lacrimógenos–, que en su avance sobre un raudo y discreto
‘arzobispo móvil’, sus sentidos fueron descubriendo que la realidad del paisaje era más
desnuda que alma en confesionario, y que los pecados de los hijos de la Mamita de Chapí,
eran solo veniales ante los capitales de soberbia y avaricia cometidos por gobernantes que
no leyeron la Populorum Progressio de Paulo VI y la Teología de la Liberación les sonaba a
prédica subversiva.
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Comprobada la exaltación terrena, la reflexión obligada tenía que ser la actitud que su
delegante debía asumir para que el país no se le escape entre los dedos.
Acordados los temas a discutir, perro, pericote y gato –sin más alusión que al milagro del
mulato santo Martín-, los dialogantes desgranaron opciones que posibilitaran un acuerdo
final.
Argumentos expuestos, presiones ejercidas, conveniencias sopesadas, intermedios
requeridos, consultas efectuadas, fueron parte de las horas consumidas en el auditórium
del colegio San José, centro jesuita que desde 1898 viene formando juventudes ‘ccalas’ bajo
los preceptos y rigores de la hermandad de la Compañía de Jesús.
Sin embargo, al promediar la noche, no había acuerdo definitivo.
Mañana será….”
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“Muchas veces al interior de efervescencias populares vindicadas por la justicia y la
libertad, se escurren propósitos oscuros de obtener beneficios particulares que borren
culpas o erijan ídolos de barro.
El poder y la riqueza, son casi siempre filones que atraen mezquinos intereses de
‘buscadores de oro’ que desdice todo éxito bien habido y mejor disfrutado de aquellos
otros que han hecho de su vida, fuente de obras colectivas casi siempre sencillas, discretas,
pero reales y efectivas.
Esto último pertenece a espíritus solidarios que asumen que no hay mejor logro humano
que el compartir lo que el ingenio y el esfuerzo retribuyen a quien los cultiva.
Quién, por ejemplo, será más noble y solidario que un Juan Manuel Polar, ‘Don Juan
Manuel’, quijote y maestro símbolo que supera en sencillez, entrega y riqueza espiritual a
cualquier cúmulo fiduciario que aún incluso obtenido en buena ley, jamás tendrá el brillo
metálico que opaque el resplandor regado como lenguas de fuego en el cerebro y corazón
colectivo de un pueblo.
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Quién, también, como Francisco Mostajo, libre pensador, jurisconsulto y adalid de la
juventud, que en su permanente lucha contra las tiranías políticas e ideológicas, se alzó
como el tribuno que arengó en calles y plazas para predicar los principios cívicos de la
Justicia, la Libertad y el Derecho y que, en al atardecer de sus 76 años de su vida, en junio
de 1950, ante el imperio de la muerte sobre un pueblo indefenso, abogó por la vida y rindió
la plaza herido en sus convicciones de no cantar victoria definitiva, dejando esa misión a
las nuevas generaciones.
¡No!, ¡no pueden perder esta oportunidad! El autoritarismo los arrinconó y solo recibieron
migajas cuando aplaudieron frenéticamente o callaron en complicidad. Ahora que ha
vuelto la democracia, sobre todo, ¡las elecciones, hay que volver a las calles, a las marchas,
al pueblo… ¡Abajo la privatización!, ¡el pueblo, unido jamás….!
Sí, ellos son. Autoridades vecinales, políticos embalsamados, dirigentes improvisados y
audaces apostadores que muy pronto competirían por el sillón edil distrital, provincial o
consejería regional. ¡Viva la democracia!
Pero también hay de los otros, de aquellos que posesionados en el balcón de la
expectativa, aguardan desenlaces que favorezcan sus diatribas e idearios, confiados en la
amnesia colectiva. Acaso no es cierto que pasada la tempestad sobre la frágil balsa que
navega en el mar del atraso, surgen timoneles que anuncian nuevos vientos, porque ahora
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‘ellos’ serán sus conductores, cuando horas antes. en pleno viaje a la deriva, junto con las
ratas aguardaban el sosiego de la nave al garete.
Para estos ‘Mesías al paso’, ejercer la democracia es encontrar el atajo para llegar al
banquete de opíparas administraciones de fondos públicos, rodeados de solícitos lacayos y
cientos de doblegados oportunistas que, por necesidad o costumbre, aplauden
incondicionalmente la torpeza del elegido que ya está ensayando el próximo salto que lo
lleve ‘más arriba’.
Entonces, pues, hay Héroes y ‘éroes’; hay líderes y fantoches; hay luchadores y
simuladores; hay ideales y argucias; personajes que el arrebato popular, eleva, aclama,
respalda, y luego, señala y destrona a los que resultan actores de la farsa ‘costo-beneficio
de oportunidades’.
Separar la paja del trigo fue y es, descubrir que el viento se lleva la primera, quedando el
segundo depositado en el fértil suelo popular en donde germinarán los granos que
garantizarán la cosecha de futuras conquistas; donde el verbo solo se hable y practique en
plural, relegando el singular sólo para mostrar el ejemplo, identificar al cobarde o
condenar al culpable.”
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“Eran dos de los miles de jóvenes que conforman la generación de peruanos en un mundo
con más dudas que certezas.
Sus sueños, casi extinguidos por la cruda realidad que les tocó vivir en las dos últimas
décadas, navegaban en un mar sin puertos y sin faros. Su afán de superación tropezaba
con los obstáculos que día a día surgían de la indiferencia de una sociedad que envejecía
prematuramente sus ideales.
Ante tal incertidumbre vigente en un país que sus mayores no supieron detener, sólo les
quedaba pocas puertas por abrir: resignarse con estoicismo a aguardar algún milagro de
sabe Dios qué santo; impulsarse al vacío de los escapes alucinantes que las drogas
garantizaban; o, comprometiendo la poca fortuna de la familia, conseguir la visa que los
lleve al país de los McDonalds.
“Chabelo” y “Loco Haway”, son dos apelativos que identifican a dos inocentes jóvenes que
sin abrazar convicciones partidarias que no sean las de conseguir un mejor logro personal
y sin renunciar a la vitalidad y fantasía que alimentaban a pesar del entorno adverso,
tenían la terca convicción de que el ‘mañana’ tenía que ser mejor que el ‘ahora’.
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Edgar Adolfo Pinto Quintanilla, escondió sus ansiedades en la música que supo
saborear desde adolescente y que compartía en la intimidad del hogar y los amigos. Su
apego al género criollo le permitía a través de la percusión, trasmitir el ritmo y calor que
seguro nacían de los latidos de su corazón. Y entre noches jaraneras de fines de semana
que coronaban sus días entregados al estudio, esperaba el día que partiría al gigante del
norte, sin saber que le aguardaba un destino que está más allá de las estrellas.
Fernando Rafael Talavera Soto, en cambio tuvo un mundo interior más reservado.
Quizá porque convivió con frecuencia con la soledad de sus sueños y dramas y al no
descubrir aún porqué camino enrumbar sus pasos dadas las limitaciones de sus recursos
monetarios, encontró refugio temporal en credos religiosos que le daban luces a las
tinieblas de su horizonte.
Ambos transitaron por las aulas agustinas y en ellas optaron por obtener el conocimiento
para su futuro profesional. Edgar apostó por descubrir las bondades de las Ciencias
Agrarias. Fernando, en cambio, por la receta de encontrar a través de la Economía, un
mejor derrotero a su vida y su país.
Ambos, seguro, conocieron la ternura del amor juvenil y seguro también, la tristeza que
agobia cuando la ilusión de la Silvia se marchita.
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Y finalmente, ambos, por
azar, fueron testigos de
la protesta popular del
2002. Y cuando sus pasos
coincidieron con las
marchas de ese Junio
rebelde, coincidieron
también sus destinos
individuales con el que
colectivamente Arequipa
rebelde asumió. Y
entonces, producida la
fusión que anulaba
cualquier intento por apartarse, por azar también cayeron víctimas de la maldita violencia
que sus horas largas de agonía no bastaron para vencer a los soldados de la muerte.
En luchas populares como estas de Junio, a veces los que caen no son siempre los que
están en la primera o segunda línea que desarmados hasta los dientes, desafían las bombas
y las balas que pretenden disuadir sus convicciones.
63
¿Acaso la historia del hombre no está escrita con la vida de miles de millones de inocentes
caídos en infaustas batallas? ¿No es cierto que la conquista de la Libertad y la Justicia
condenó al silencio fatal a niños y adolescentes en guerras maquiavélicamente calculadas?
¿No es verdad, también, que ajenos de culpa mueren en tiempos de paz –¡qué ironía! –,
hombres y mujeres porque el progreso no llegó a sus puertas?
No por ajenos o inocentes, no son también mártires los que caen en cada batalla librada.
Edgar y Fernando el exhalar su último aliento han depositado en los hombros de la
juventud peruana el reto de demostrar que el azar, más que un hecho fortuito en el
tiempo y en el espacio, debe ser una convergencia de protagonistas en la gran obra de
buscar y construir un mundo con mejor amanecer.
A ellos, les pertenece el silencio de la memoria eterna.”
64
MIERCOLES 19
“La negociación entra al segundo y decisivo día. La paciencia y los alimentos comienzan a
agotarse en la ciudad.
Más allá del frontis verde del colegio jesuita, tanqueta y cordón militar de por medio, el
coro popular nuevamente congregado a la altura de la antigua estación ferrocarrilera de
Tingo, exclamaba lemas y vivas que hacían retroceder cualquier trato que no sea el de
suspender la privatización de las dos ‘E’.
Los argumentos ya fueron expuestos y las exigencias mínimas también. El país y su futuro
están en juego. Más allá de este escenario y los de Tacna, Cusco, Ayacucho, Puno, Juliaca,
Moquegua, etc., sobre frágiles ramas de nobles higueras, aguardan aladas esperanzas
populares, mientras en las sombras merodean aves de rapiña que hace poco fueron
espantadas por la democracia.
65
Rapaces al fin, confían en un desenlace que les haga propicio su retorno al poder para
borrar las huellas del último festín y comenzar uno nuevo.
Reos en prisión y en libertad también, millones de dólares en cuentas foráneas,
mercenarios con tarifas rebajadas, banqueros a punto de romper sus nervios, politiqueros
que añoran curules, comerciantes repartidores de coimas y comisiones, traficantes de
drogas y de influencias, finos dedos negociadores de deudas externas, importadores de
chatarra y analgésicos, etc., etc., son las especies que ejercitan sus alas a la espera de que la
torpeza se imponga sobre la ecuanimidad. Y
claro, la ecuanimidad tampoco puede ser
chantajeada.
Fue por la tarde, cuando agotadas las
negociaciones y viabilizado el acuerdo final,
la Declaración de Arequipa se escribió y
firmó ordenando la suspensión de la
privatización de Egasa y Egesur, no sin dejar
en claro que Arequipa, mediante consulta
popular, podría decidir su destino si el fallo
del Poder Judicial, les fuera adverso.”
66
67
“Y arrancó con el “Entonemos.., entonemos…” y los ‘vivas’ que por doquier y casi al
unísono, se escucharon más allá de los Andes y los mares para grabar con cincel
incandescente que:
¡AREQUIPA NO SE VENDE!
¡LA DIGNIDAD NO SE PRIVATIZA!
¡EL PUEBLO, UNIDO, JAMÁS SERÁ VENCIDO!
Así fue que al sexto día resucitó la dignidad de entre las barricadas y como Mesías cívico
venía a humanizar los mandatos paganos aconsejados por una hipócrita “economía social
de mercado..”. Es social y solidaria o es mercantil y liberal. Imposible ser ambas a la vez.
La Plaza Mayor aún tenía vestigios de gas irritante que poco a poco se extinguía cuando el
par de pulmones de miles de paisanos, de los ‘costeños’ y los ‘serranos’, se fueron
congregando frente a la casa municipal para dejar que sus sentimientos y emociones se
confundan en latir de triunfo: la firma de la Declaración de Arequipa, Declaración
escrita seis días antes como el Manifiesto del Misti.
68
69
La Declaración, registrada en papel y firmada por los que representaban a las partes en
conflicto, testimoniaron restituir la dignidad de un pueblo que no calla cuando usurpan su
voz democrática y que sólo él puede decidir sobre lo que le pertenece y lo que es ajeno.
El Manifiesto del Misti, en cambio, se escribió en las calles con letras de sangre y asfixia,
sobre renglones trazados con piedras y ollas, con angustia de madres por hijos extraviados
y agonías lentas de heridos estudiantes y desocupados, a la espera de la mano solidaria
prometida.
Las voces enronquecidas de ‘Mostajos’ populares, hacen el balance final de la protesta:
El puño del pueblo se elevó
por encima del poder de ‘hacer y
deshacer’ en base al autoritarismo.
Los aplausos y los ‘vivas’ tributados a las organizaciones combativas son cada vez más
unánimes en esta plaza que siempre resulta ser el escenario de viejas y nuevas luchas.
Aquí, en la Plaza Mayor, es donde se sella el triunfo y a veces también la derrota, pero
jamás se capitula. O se gana o se pierde, pero no se claudica.
El Sol se oculta; la Luna y las estrellas emergen irradiando más claridad.
70
En la noche, el himno de Arequipa es universal, como universal fue el reconocimiento de
muchos pueblos allende los mares que descubrieron que en un punto de América, al sur
del Ecuador, muy cerca del Pacífico y del cielo también, se resumió en seis días la creación
de un mundo nuevo que se resiste a caminar en silencio cuando atropellan su dignidad.
Cuando el canto llegó al último verso del coro: “a la blanca y heroica ciudad”, el pueblo
encadenó sus manos para liberar con mayor fortaleza el espíritu colectivo victorioso a
través del éxtasis embriagador de la más mestiza de sus danzas: el Carnaval Arequipeño.
Las rondas festivas de hombres, mujeres y niños en este júbilo nocturno espontáneo,
dieron paso luego a los requiebros de parejas enlazadas por los codos, entregados al giro
centrífugo de una alegría primaveral en este invierto de conflicto y de victoria.
Silenciados los altavoces, agotado el músculo, recuperada la calma, renovado el aire
pulmonar, cada combatiente vuelve sus huellas en busca del hogar. Sus pasos ahora son
firmes; su mirada apunta al horizonte, sus ideas son más claras, la dignidad está en su
sitio; el corazón late fortalecido, mientras avanza sin premura, medita el balance del
combate:
“Mañana será igual y diferente al ayer. Igual, porque nada cambia de la
noche a la mañana por accidente. Diferente, porque para cambiar, hay
que luchar colectivamente”.
71
EPILOGO
“Algo más. La vigilia que me agobia no solo es común a mis hermanos de los Andes. Desde
otros continentes, congéneres pétreos de lejanas cordilleras me envían con los vientos y
las nubes, mensajes de inéditos temores que al no poder descifrarlos, los remito a los
cometas para ver si alguno de ellos, en su próximo giro, me concede explicación alguna.
Resulta que después de convivir por millones de años en un inmenso mar de estrellas y
asteroides que en el espacio recreaban su energía en una sola sinfonía interestelar aún no
descifrada, éste, nuestro minúsculo planeta llamado Tierra, en su devenir plasma su mayor
logro: el hombre.
De los árboles a las cavernas y de estas a las nubes, el hombre en su rauda marcha
bipédica, se ha ido elevando por encima no solo de las otras especies, sino incluso de la
suya propia. Del fuego que fundió el metal, al laser que sella el microchip, solo hay un
pequeño gran paso que se llama revolución tecnológica. De ser en su inicio un salto que
apostó por el progreso, se ha convertido en un abismo cada vez más profundo entre unos
pocos y los restantes de su especie.
72
Hoy, a la par que el hombre marcha al cosmos, también se aleja de su propio planeta y de
todo lo que él contiene. El aire, el agua, otrora puros y abundantes, se están tornando
escasos y contaminados. Su suelo, ese de bosques, sabanas y fértiles valles, se va
convirtiendo en árido y erosionado. La diversidad de flora y fauna que Noe’s nativos
celosamente conservaron en arcas protectoras, por ingenierías genética, van camino a ser
mono especies clonadas o transgénicas.
Y el hombre, ese “pobre barro pensativo”, deambula entre páramos y hacinados suburbios,
mientras que en otros espacios de ideales edenes, son pocos los escogidos que disfrutan de
abundancia y fortuna exhibidas en pasarelas que el ‘american new life’ aclama.
El dedo detonante late impaciente. No
importa si es nuclear, química o biológica la
guerra, lo cierto es que al, final, convertirán
en mega cementerios cientos de miles de
hectáreas que quedarán inservibles para
cualquier uso. Hiroshima, Saigón e Irak, son
ejemplos recientes del magnicidio biológico.
73
Cada segundo nacen tres
seres humanos, dos de los
cuales, vivirán en extrema
pobreza. La producción
de alimentos crece por
debajo de la tasa
demográfica. Dos de cada
cien habitantes, son
migrantes en busca de
mejores condiciones de
vida. Los basurales y vertederos de las grandes ciudades son fuentes de sobrevivencia de
cien millones de niños y mujeres. Cuarenta millones lo hacen en América latina.
Mas, como si todo esto no fuera suficiente, la asimetría abismal de abundancia y miseria
pareciera condenar a atrofia cerebral la inteligencia y el pensamiento, dejando en libertad
peligrosa a la conducta instintiva semejante a otra especie animal.
El hombre, que era tal por su creatividad intelectual, identificación social y vivencias
afectivas, está siendo reemplazado por el hombre-engranaje descartable de la gran
maquinaria que solo se mueve al ritmo que impone la batuta del mercado en la sinfonía de
la sociedad de consumo.
74
La fuerza de trabajo ya no es una mercancía. El hombre todo es una mercancía. El capital
se eleva por encima del trabajo y el trabajo parece ser patrimonio de robots y hombres sin
cerebro, que para el caso, son lo mismo.
El fin de las ideas está en el cadalso de la guillotina cibernética. El pensamiento solo será
facultad de los planificadores del mundo; la inteligencia, encadenada a los lazos del
poder.
75
Desesperado, pregunto:
‘¿Wiracocha, adónde vamos?’ ‘¿Es este el destino de tus hijos, ¡Wiracocha!?’
Estas y otras preguntas más han sido lanzadas al viento, a la espera de una señal de los
dioses.
Mi espera no fue en vano.
Hoy, la brisa auroral de los Andes ha dejado en mi cráter el siguiente mensaje:
“Mientras el hombre tenga fe en sus manos, fuerza en sus decisiones,
convicción en resolver sus problemas y solidaridad con sus hermanos
para cambiar el mundo, la naturaleza volverá a regir el planeta, donde
él como especie, se erigirá como la mejor de todas.
¿Qué puede esperar el hombre de la vida, que no sea vivir en paz, libre,
solidario y siempre creador de su propio despertar?”

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MEMORIAS DE UN VOLCAN

  • 1. 1
  • 2. 2 “Memorias de un Volcán” Copyright Jorge Sotelo Salas jssreci@yahho.es Primera edición, física: Noviembre, 2002 Segunda edición, virtual: Junio, 2015 En Reconocimiento a los miles de actores anónimos de Arequipa que elevaron su voz de protesta por la privatización de EGASA y EGESUR; por consiguiente, los nombres propios de esta rebelión cívica, son omitidos por ser accidentales y accesorios. En homenaje a Edgardo Adolfo Pinto Quintanilla y Fernando Rafael Talavera Soto, jóvenes estudiantes caídos por las balas de un gobierno antidemocrático. Nota del autor: las ilustraciones corresponden a los medios de comunicación de la época que registraron los acontecimientos de la protesta.
  • 3. 3
  • 4. 4 Contenido Presentación 05 Introducción 07 “Pesadillas del Tercer Milenio” 09 “Mirando el pasado” 12 Viernes 14: “Todo está consumado..? 16 “Coincidencias de junio: … 1950, …. 2002, …. 20 “A privatizar todo…, incluso el Misti” 23 Sábado 15: ¡Arequipa, Revolución! 28 “La rebelión de las cacerolas” 34 Domingo 16: “Uno, dos, tres, reservistas, otra vez” 37 “Padre, Hijo y Espíritu… Revolucionario” 43 “La democracia se defenderá con firmeza y energía” 45 Lunes 17: “Banderas de lucha y luto” 47 “La dignidad, no se insulta ni se compra” 49 “Prensa libre y prensa esclava” 51 Martes 18: “Con la cruz ajena a cuestas” 53 “De héroes, caudillos y otros calificativos” 56 “Edgar y Fernando, mártires de la resistencia” 60 Miércoles 19: “Y resucitó entre las barricadas” 64 “La fiesta democrática arrancó” 67 Epílogo: “De progresos y miserias” 71
  • 5. 5 PRESENTACION El ilustre Deán Juan Gualberto Valdivia ha escrito que el pueblo de Arequipa, cuando es atacada su ciudad, se une, todos luchan, sin diferencias sociales. En Arequipa se factibilizó desde hace tiempo aquello que modernamente la ciencia política ha denominado, “Frente Popular”. Este hecho se hizo carne y heroísmo no solamente en la epopeya republicana del siglo XIX, sino también en los Junios de 1950 y del 2002, para no referirnos a la larga serie de pronunciamientos por la libertad, los derechos humanos, la soberanía nacional y la justicia social. Precisamente, Jorge Sotelo Salas, hombre con una limpia y silenciosa trayectoria cívica, ha escrito “MEMORIAS DE UN VOLCAN”, centrando su atención en los acontecimientos de Junio del 2002. Pone en boca del Misti, una serie de consideraciones en que se entrelazan los días, los personajes y los acontecimientos de este junio del siglo XXI con lo que sucedió en los heroicos hechos de junio de 1950 y otros hechos de la historia de Arequipa. Particularmente, en cuanto a las épocas
  • 6. 6 aurorales de Arequipa podemos disentir; el enfoque del autor no es semejante con el enfoque histórico nuestro, pero en muchos aspectos coincidimos plenamente. Es que el enfoque de Jorge Sotelo se inscribe según mi opinión, dentro del ensayo sociológico. Su apoyo en la historia, en la misma cronología de los días de lucha del pueblo arequipeño en contra de las privatizaciones y la prepotencia del FMI y sus sirvientes. Mas, va más allá. Otro apoyo es la literatura. Intenta y lo logra, manejar el lenguaje con la belleza que merece un hecho importante. Sin embargo, lo más descollante es su invitación a la reflexión y a la verdad. A la verdad meridiana que el gran protagonista de los acontecimientos de Junio del 2002 ha sido el pueblo de Arequipa, toda la comunidad, como en las épocas del Deán Valdivia. Merece ser leída esta nueva obra, breve y enjundiosa, sobre Arequipa y sus memorias. Su tránsito por el glorioso Colegio de la Independencia Americana y las aulas sanmarquinas, en la especialidad de Sociología, lo han premunido de la convicción y necesidad de buscar nuevos derroteros a un país que se debate en la incertidumbre. Dr. Luis Guillermo Gallegos Portugal
  • 7. 7 INTRODUCCION Nació como una inquietud periodística para publicarla como artículo en la revista que tenazmente dirijo. Sin embargo, cada hecho, cada vivencia íntima o colectiva, producidos en “los días de Junio” provocaron una mayor extensión que comenzó a desbordar el papel y mi tiempo. El propósito de hacer “hablar” al Misti, surgió al contemplar su señorío misterioso en momentos en que la noche agonizaba y el alba estaba a punto de sellar su muerte. Descubrir que al coronar a la rebelde Arequipa, es –y será– el testigo de lo que en sus faldas ocurra a través del tiempo. Espero no haber traicionado su silencio. Los relatos que trasmito, ilustrados con escenas de la prensa local, son un intento de homenaje a los hombres y mujeres, ancianos y jóvenes que expresaron su rechazo a la privatización de Egasa y Egesur. Su protesta, más allá de una oposición excitada a la transferencia de propiedad de las mismas, era –y sigue siendo–, contra una política que aún no resuelve los graves problemas del país: la desocupación y la miseria. Las
  • 8. 8 calles y plazas urbanas y los caminos y campos rurales de nuestra inmensa y desafiante geografía, poseen huellas frescas de pasos inciertos y sin horizonte. Es un homenaje también a los jóvenes mártires que perdieron la vida en la desigual batalla cívica de Junio y a los que no perdiéndola, confrontan hoy dramas para curar heridas que la represión violenta marcó sobre sus cuerpos. El inexorable paso del tiempo no puede relegar al olvido lo acontecido. La indiferencia o el silencio no pueden superponerse a nuestro deber social. Finalmente, sin pretender un rigor histórico-testimonial ni exquisitez literaria, lo que intento –ojalá lo logre–, es provocar la reflexión sobre nuestra sociedad y el camino que le aguarda. Es imprescindible descubrir y señalar su derrotero. Jorge Sotelo Salas Arequipa, noviembre, 2002
  • 9. 9 “No sé por qué, pero en estos últimos tiempos no puedo conciliar mi reposo volcánico. No es un magma súbitamente agitado en mis entrañas ni la angustia de una obra etérea inconclusa. Flanqueado por mis dos hermanos, Chachani y Pichupichu, en el coloquio familiar me dicen que también los desvela inquietantes sensaciones semejantes. Me explico: Años ha, las noches eran libres, dinámicas y llenas de misterios. El silencio de la oscuridad sidérea me permitía dialogar en intimidad con las estrellas y en complicidad con las fugaces, divisar en lontananza la inmensidad de este planeta, sobre todo, percibir la transformación mágica y continua de la Pachamama. Las entrañas, activas, candentes y profundas de las cuales provengo, atenuaron su energía con el paso del tiempo para dar soporte a la vitalidad biológica que en la superficie, la naturaleza reproducía con sabiduría. ¿El hombre…?, cuando apareció, fue una especie más, quizá la mejor de todas. Eran tiempos cíclicos de armonía y conflicto, en permanente cambio y equilibrio. En contraste, últimamente siento atravesar en el espacio las idas y venidas de cargas energéticas indescifrables que me causan preocupantes desvelos. Y esto ocurre desde que el hombre, de ser un ocupante precario comenzó a dominar la naturaleza gracias a que ésta le mostró los secretos para que aquél la convirtiera, sino en eterna y perfecta, por lo menos habitable y preservada.
  • 10. 10 Las innovaciones efectuadas al principio dieron frutos colectivos y presagiaban logros y beneficios compartidos; mas, cuando el conocimiento y la tecnología se volvieron categorías económicas, el beneficio dejó de ser un bien común para el ser humano y un peligro para la naturaleza. Hoy, en la segunda semana del sexto mes del segundo año del tercer milenio, ‘el mundo rueda globalizado’ sobre ‘la tercera ola’ dentro de la telaraña estratégica que atrapa en uno solo lo que antes eran varios, diversos e imperfectos, pero aún libre de descubrir sus aciertos y errores. Sin embargo, la angustia pétrea que me agobia, no se compara con el insomnio colectivo que experimentan los sedentarios inquilinos de la altiva ciudad de sillar, ladrillo y concreto, que desean mejor no amanecer, porque la luz del alba en estos tiempos, solo les ilumina la incertidumbre de cómo resolver el problema del pan de cada día sobre la mesa vacía de esperanzas. La naturaleza hace miles de años resolvió este dilema; el hombre, hace algunas décadas, comenzó a agravarla. Esa sensación pesadillezca mía y de desvelo de sus moradores, es compartida angustiosamente porque –teniendo destinos inseparables– deseo continuar siendo el centinela de la ciudad, la inspiración de renovados versos y cantares, el emblema permanente de rebeldía y majestuosidad, el Apu Suyu o Achachila que reinando sobre las apachetas, vela por el bienestar de sus hijos.”
  • 11. 11 CANTO A AREQUIPA, César Atahualpa Rodríguez En la quietud denegrida de una lenta madrugada, el estanque de ojos verdes guiña su verde mirada... Los prados entumecidos soñando están. Amanece, y un jazminero que sueña desde su sueño florece. Sopla el gallo entre las sombras su destemplada corneta rajando el cristal del viento con estrepitosa grieta. El campanario, a lo lejos, parece un fantasma blanco arropado en la neblina que sube desde el barranco. La carcajada de un pavo contesta al mugir de un toro, y en la crencha de una loma clava el Sol su peine de oro. Despierta la tierra púber con morosidades de hembra, toda gloriosa de trinos, haciendo estallar la siembra. La alfalfa de tonos glaucos descubre un mar que va lejos, luciendo locos regatos de fugitivos espejos. Partido en dos está el valle por inmenso escalofrío que le produjo hace tiempo la puñalada del río... El Chachani de anchas faldas y el Misti de belfos rotos guardan cautelosamente los futuros terremotos. Bajo la luz turbulenta de un estío paisajista, el cielo curva fastuoso su cúpula de amatista... No fue leyenda el pasado de este subsuelo volcánico: su historia es como una bala llena de pólvora y pánico. Aquí se hicieron cañones del metal de las campanas, para encauzar los desbordes de lavas republicanas. Aquí las turbas pasaron por las calles, vocingleras, haciendo escombros las casas para parar las trincheras. Aquí doctores serenos, con un lenguaje bizarro, dictaron leyes sapientes y prepararon motines; aquí nació el hombre de oro: don Javier Luna Pizarro; aquí nacieron los Quimper, los Pacheco y los Martínez... Aquí nacieron los hombres de pensamiento y acción, los que en la trágica lucha supieron vencer y amar; aquí están los santos manes de García Calderón; aquí está la Patria Libre que hizo un trovero: ¡Melgar! Aquí los frailes humildes dieron ciencia y dieron luz, ardiendo en cívicas ansias que les encendió las sienes; por eso el Deán Valdivia me parece un arcabuz y un Ateneo el cerebro del mendicante Calienes... Aquí está la gran pradera, la almáciga de hombres sabios, el numen de la República y el fósforo vivero; aquí lactaron su ciencia los enardecidos labios de dos hombres de la idea: Garaycochea y Rivero... Aquí en los días caóticos de la hegemonía hispana, junto a las hogueras áulicas se alzó el criollo penacho, siendo un racimo de truenos la Academia Lauretana y un relámpago inquietante la figura de Corbacho. También Bolívar, el Genio, pisó esta tierra violenta; y para invitar al baile que las abuelas le dieron, con pedazos de quincalla, Ibáñez hizo una imprenta... Tal es la historia sucinta de aquellos tiempos que fueron. El Sol que lento ascendía, se ha puesto en el meridiano; parece un tesoro inmenso que está cerca de la mano. Muerden el perfil del monte rebaños de nubes plomas y tijereteando el viento pasa un vuelo de palomas... Para mí la Patria cierta, de las futuras hazañas, está en este cofre verde que vigilan las montañas. Aquí, respirando ancestro, se forjó mi loco empeño; yo no he nacido peruano; yo he nacido arequipeño. Mi cuna es este recinto de guerreros y poetas que supieron tener juntas la lira y las bayonetas. Esta es la entraña fecunda que está gestando ¡Cuidado! El Porvenir que ya nace es hijo de un gran pasado... Loca de Sol y de ensueño, mi tierra es mística y brava; tan libre como tan bella que a todo amor se anticipa; tiene migaja de huerta; tiene su sangre de lava; y se perfuma la boca cuando se dice ¡Arequipa!
  • 12. 12 “Arequipa es roca viviente. La fertilidad de su suelo regado por el Chili que desciende por mi flanco diestro hasta besar el mar, fue el vientre en donde fecundó el Sol su luz, teniendo a la Luna por testigo que escondió su rostro ruborizada al sentirse engañada. Yo fui testigo cuando se detuvo el grupo nómada recolector para coger el fruto, hacer reposo y luego, continuar su marcha. Testigo también soy de las primeras aldeas Yarabayas, antes de que Mayta Capac y, luego, Garcí de Carbajal, ordenaran colocar la vara y la cruz en este valle definido por las montañas y desiertos. Arequipa, concebida por dos razas de universos diferentes, nació criolla, creció mestiza y al depositar su virilidad en sus entrañas, sembró en sus hijos la gratitud al campo fértil porque de él, venía el maná, el amor a la vida, al trabajo y la libertad. Como espectador de este Génesis, mi cónica figura pétrea coronada por la nieve del misterio, de ser el Apu que daba respuesta a las dudas de los nativos, me transformé en volcán-hombre para ser centinela y cómplice de los nuevos desafíos que auguraba su destino. Pero Arequipa, siendo un jardín fecundo, no fue un edén. Fue drama, conflicto y tragedia también. De la profundidad de su suelo en permanente reacomodo tectónico, de pronto, la fuerza telúrica asciende, remece y a veces destruye lo que de hermoso y perfecto la mano del hombre forjó. Y si esto no fuera suficiente, la revuelta, rebelión o revolución, también son reacciones violentas de su gente cuando mancillada por un tirano o traicionada por un caudillo, quisieron burlar su hidalguía o engañar su lealtad.
  • 13. 13 Terremotos y barricadas fueron una misma fuerza, un mismo drama y un mismo desenlace. A la tumba fueron las víctimas, a la tumba los valientes también. Quedó en pie, la fortaleza de volver a levantar la ciudad de los escombros y la valentía de aguardar las próximas batallas porque sabía que la guerra recién había empezado. Cuando la energía y rebeldía cesaban, Arequipa se tornaba apacible y taciturna. Mística y esclava de su fe profesada a vírgenes y santos venerados en procesiones, conventos y confesionarios. Profana y libre en su música, pintura y poesía. La primera le viene como vía crucis desde la conquista; la segunda, en cambio, del amor, la piel, el paisaje y la libertad. Arequipa encumbró caudillos y derrumbó dictaduras. Amamantó como buena matrona, hombres libres con nobles ideales y entregó la sangre de sus hijos ante los invasores; erigió héroes con nombres propios y calló con discreción hombres anónimos en actos heroicos como aquellos que versó Benito Bonifaz: ¿Los veis lanzándose a la pelea con la serenidad de los valientes? Son los hijos del Misti, los ardientes soldados del honor. ¿Los veis marchar con la cabeza erguida en busca de la gloria o de la muerte? Son los hijos del Misti, los de fuerte y noble corazón. ¿Los veis allí pasadas las trincheras, cómo sus líneas en el campo tienden? Son los hijos del Misti, que defienden el doméstico hogar. ¿Los veis en el combate cual despliegan al ruido del cañón tanta osadía? Son los hijos del Misti, los que un día La patria salvarán.
  • 14. 14 Y así, en este último siglo del calendario gregoriano en que el hombre llegó a la Luna, he sido testigo de los avatares de una ciudad que en su epidermis, el cemento ha ido aislando el tufo volcánico, cercenando el multicolor verde amarillento de su campiña y agigantando los anillos de pobreza en su periferia, cuando del Ande han bajado los pueblos escogidos por el dios del olvido en busca de otra tierra prometida. Creencias más, historias menos, lo cierto es que entre la cuenca del valle y las estribaciones andinas, se acogió a propios y extraños, y en su convivencia, fueron gestando la simbiosis de la cual, ahora, está impregnada la sangre y médula de esta ciudad. Hoy, en el parto del nuevo milenio, las noches son largas y breves las esperanzas; los sueños son, pesadillas; la aurora, una utopía; la justicia, una quimera; la paz, un monosílabo; la incertidumbre, una realidad; la solidaridad…, ¿qué es eso? De esto y mucho más, también soy testigo.”
  • 15. 15 ¿Los veis lanzándose a la pelea con la serenidad de los valientes? Son los hijos del Misti, los ardientes soldados del honor.
  • 16. 16 VIERNES 14 “Hoy, 14 de junio, promediando la mañana, en otra ciudad que no es la que resguardo, se acaba de privatizar Egasa y Egesur, dos empresas generadoras de electricidad que, siendo de todos, pasaba a ser sólo de una, a través de un proceso que dizque, moderniza las economías de países atrasados –o mejor, emergentes–, pero sobre todo, garantiza el pago de su deuda externa. ¡O sea, pues…, full liberalismo, manyas loco…! De muy poco sirvió la petición y reclamos efectuados con antelación parta que ésto no ocurra. La experiencia nefasta de otras semejantes ejecutadas en la década pasada, motivó que no solo el León del Sur, sino también los pumas regionales del resto del país, iniciaran su protesta ante un gobierno que encumbrado por la democracia, decidió continuar enajenando aquello que no le pertenecía. Vanos fueron los diálogos sordos en desequilibradas mesas explicativas; vanas, también, las medidas de protesta que dirigentes de Frentes Regionales en representación de sus
  • 17. 17 respectivos pueblos asumieron para que dicha transacción comercial no se diera. Los paros regionales, las huelgas de hambre e incluso un mandato judicial, no detendrían la verticalidad del programa liberal del nuevo gobierno. Así pues, lo que minutos antes era propio, se tornaba ajeno, y como tal, sólo quedaba doblar la cerviz en silencio porque parecía que: ¡Todo está consumado! Pero así como en el Gólgota la tempestad se desató, “la tierra tembló, las rocas se partieron”, según describe Mateo cuando el Hijo del Hombre expiró en la cruz, así también en la apacible ciudad blanca, su cielo azul de pronto enrojeció de ira y se encapotó de grises nubarrones que desencadenaron los rayos y truenos de la tempestad popular. Poco a poco, en cuestión de minutos, la población comenzó a mostrar su censura y rechazo ante el desenlace del cónclave capitalino. De las veredas a las calles, del diario transitar a la marcha de repudio, del silencio a los gritos, decenas, centenas y millares de hombres y mujeres, de jóvenes y viejos, de sueños y pesadillas, comenzaron a repetir el unísono: ¡Arequipa no se vende, se defiende! Y con ello, la protesta e indignación popular fue ganando más adeptos y arrebatos que tenían una sola decisión: ¡No a la privatización!
  • 18. 18 Arequipa, rememorando viejas luchas, iniciaba una más. Pero, ¿quiénes son esos jacobinos del nuevo siglo que con sus voces hacen temblar los volcanes? ¿De dónde viene esa lava humana que como ‘lloclla’ incandescente amenaza arrasar con todo? ¿Y hacia qué batalla marcha ese ejército desnudo y miserable, sin pertrechos, sin mando y sin miedo? Desfilan por las calles, obreros de sindicatos en agonía; puntuales trabajadores sin trabajo, despedidos por ‘racionales’ ceses colectivos; universitarios con y sin banderas ideológicas; ‘alfeñiques’ del bolivariano plantel; profesionales diplomados con licencias de conducir; jubilados con pensión indigna y santos óleos incluidos; agricultores a punto de perder sus chacras; empleados sin sueldo básico contratados por agobiados empresarios; ambulantes que diariamente se disputan un trozo de vereda; licenciados castrenses con rostros pintados de sudor; vendedores de ofertas en microbuses contaminantes; políticos afanados de pescar votos en ríos humanos revueltos; y también, porque los hay, lumpen al acecho de vitrinas desguarnecidas o turistas desprevenidos; y –para que la obra esté completa-, varios pares de ojos delatores de Seguridad del Estado. Todos juntos, todos todos, hoy están enrolados en la protesta popular que más allá de la privatización, expresan la ira y la impotencia de encontrar en cada nuevo amanecer, la misma miseria de la noche anterior.”
  • 19. 19
  • 20. 20 “Al intentar registrar este sismo social de la Ciudad Caudillo, se deslizó entre el azufre de mi memoria, aquello que ocurrió hace 19,110 rotaciones terrestres, -52 almanaques como diría un clásico contador mercantil-, cuando en 1950, en el mismo escenario, los mismos protagonistas –el poder y el pueblo–, casi la misma fecha y la misma trama pero diferente desenlace, se representó la tragedia histórica del pueblo que no perdona el atropello. Aquel entonces, la chispa fue la huelga de los alumnos del bolivariano Colegio Nacional de la Independencia Americana, que ante sus justos reclamos estudiantiles, se quiso imponer el asalto a sus muros primero, y luego, la masacre en las calles y plazas cuando la reacción cívica quiso detener el abuso de una dictadura y condenar a los culpables. La lucha desigual entre la metralla y las piedras, entre el blindaje motorizado y las barricadas, entre la apertrechada dictadura y la desnuda democracia, regó el campo de batalla con sangre y mártires que la memoria cívica guarda en el arsenal de su rebeldía.
  • 21. 21
  • 22. 22 Hoy, las brasas de la miseria y la incertidumbre, reavivadas con la privatización de dos empresas que le son ajenas a quienes la ordenan, desencadenó la reacción popular que, sintiéndose desoída y burlada, marchó nuevamente sobre calles y plazas, protestando por su dignidad envilecida. La lucha, a pesar de ser otra vez desigual, auguraba la victoria de su primera batalla. Había razones para ello. Las voces y los puños, eran superiores a las varas y las bombas; el valor y arrojo, desafiaban las amenazas de los dedos prendidos al gatillo; la razón y la decisión popular, doblegaban el intento autócrata de la fuerza del poder. El León no había muerto; cavilaba en su guarida. Aguardaba el viento que orientara sus pasos luego de la emboscada de los ‘noventa’. Y es que hoy como ayer o como mañana, la calma aparente no es presagio de nulas tempestades ni rebeldías esfumadas en conciencias adormitadas. ¡Pobre de aquél que afirme que la mecha de pólvora está apagada porque no avanzan los invisibles humos de la combustión! Cuando el calor de la injusticia y el viento de la protesta se junten, veréis que la explosión es cuestión de segundos, y en segundos las llamas serán avivadas iluminando en la oscuridad nuevas conquistas logradas.”
  • 23. 23 “Tengo otra angustia más. Esta viene de lo que escuché a un chofer de taxi –ingeniero él–, cuando hacía turno en el paradero del Club Internacional y leía a media voz, para no quedar dormido, un texto de José Saramago: “… que se privatice la Cordillera de los Andes, que se privatice todo…”. Privatizarán el Misti…?, fue la primera duda que me asaltó. Y si fuese así, ¿cuál será el precio que Proinversión fijará por mi transferencia a alguna transnacional…? Y una vez privatizado, ¿qué tendré que hacer –o dejar de hacer–, para retornar la inversión realizada? ¿Se cobrará por cada paseo turístico en un moderno funicular que asciende hasta un Kentucky Fried Chicken ‘characato’ en la cima? Mi duda no es gratuita. Hace cuatro décadas, cuando el mundo era bipolar y giraba alrededor de la guerra fría, los países subdesarrollados de América latina, aconsejados por los estrategas de la Alianza para el Progreso que vieron el rostro del Che Guevara en el manto profano del futuro, promovieron algunos cambios en sus estructuras: “¡Hay que modernizarlos!”, se dijo, y con este propósito, se alentó la reforma agraria, la industrialización, etc.
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  • 25. 25 De esto último, Arequipa tiene un intacto testimonio. El ayer Parque Industrial, de amplias avenidas, jardines y modernas estructuras, hoy es casi un silencioso cementerio fabril con un solo epitafio: SE VENDE, y cuya amplitud vial sirve de acceso vehicular a prósperos comerciantes mayoristas –contrabandistas incluidos–, del ‘Avelino’ y apurados viajeros que llegan o parten del terminal terrestre. ¿La industria?, ¡fue un pasajero más! Se fue, sino quebró. Luego, a fines de los sesentas, al influjo de ‘coroneles nasserianos’, los militares impulsaron un régimen que pretendía acelerar el destino del país reformándolo de ‘arriba hacia abajo’, asumiendo el estado una participación directa en el desarrollo a través de la constitución de empresas públicas. El ‘proyecto revolucionario’ fracasó, aunque se mantuvo en los gobiernos posteriores la gestión empresarial pública, más como herramienta política que como factor económico. Sea como fuere, lo cierto es que las empresas públicas se financiaron con recursos de todos los peruanos, recursos que debieron ser destinados a vitales obras comunitarias. Aplastado el Oso Oriental por el Muro de Berlín, sólo quedó el Halcón de Occidente dominando el globo y con él, el Homo Rex inició su acenso a convertirse en el Homo Deux, y como dios, todo lo puede, todo lo ordena, al octavo día, luego del descanso bíblico del séptimo, volvió a recrear el mundo:
  • 26. 26 ¡Deberá ser uno solo: ‘Globalicémoslo a nuestro interés y conveniencia’!, fue la orden antropo-divina. Sentenciado el globo, los fallidos proteccionismos de países tercermundistas, comienzan a derribar sus fronteras económicas para que el Departamento del Tesoro norteamericano, el FMI y las Bolsas de Valores de New York, Londres, Tokio y las restantes, marquen el tic tac del ritmo económico internacional. El compás de este reloj ‘universal’ llegó al Perú hace una década. El régimen instaurado por un hijo del sol naciente con sumisión oriental hacia afuera y autoritarismo y corrupción hacia adentro, franqueó las puertas a los nuevos conquistadores que, dólares en mano, comenzaron el reparto del ‘último cuarto de rescate’. Las empresas públicas deberían pertenecer a los inversionistas privados –si extranjeros, mejor–, porque… “sólo ellos son los únicos que pueden generar progreso en el país”; por lo tanto, a ellos se deberá rendir toda ventaja y pleitesía. Las telecomunicaciones, las eléctricas, las mineras, las industriales, fueron los platos fuertes que se sirvieron en el banquete comercial de vender las ‘joyas de la familia’ peruana. Descubierta la corrupción de ‘compras al cash’ mientras la mayoría del país desfilaba mendicante por las puertas del poder, los Cuatro Suyos congregados en la capital, indujeron el parto de la sietemesina democracia que luego de ser incubada en el gobierno
  • 27. 27 de transición, fue a los brazos de la Madre Patria. Ahora todo será diferente, pensó y aguardó el Perú. Pero, ¡oh sorpresa!, se cambió los hombres pero no los genes. A falta de ideas que no sean las neoliberales, las privatizaciones –ahora con ‘rostro humano’–, continuaron, porque …había deudas que pagar y gastos que financiar. Total, el inventario arroja un saldo a favor de algunas joyas auténticas y otras de fantasía guardadas aún en el “cofre de las abuelas”. Dos de ellas, Egasa y Egesur, quedarían en vilo suspendidas. Convendrán conmigo que el sudor frío que corre por mi cráter, tiene razón de ser, no? Porque cuando hayan futuras deudas que pagar y nuevos gastos que financiar y no haya más joyas que vender, ¿no estaremos en la lista también, los ríos, las pampas, el aire, las montañas…, ¡los volcanes…!!? Si por casualidad, mañana distingues en mi cumbre algunas fumarolas matinales, éstas no son señales de una inminente erupción. No. Son solo resaca de una noche embriagada con el alcohol destilado en el alambique de mis angustias.”
  • 28. 28 SÁBADO 15 “Teniendo los rayos del Sol como arsenal, los protagonistas de este sismo de junio, marchan una vez más por las calles, gritando voces de protesta provenientes de gargantas irritadas y lágrimas de ojos enrojecidos, impotentes parta sofocar los gases de bombas lacrimógenas esparcidas. Los lemas hilvanados con rima popular, son diversos; sin embargo, hay uno que aunque no es unánime en las cuerdas vocales, lo es en los tímpanos de estos soldados sin uniforme y sin metralla: ¡Arequipa, Revolución!, ¡Arequipa Revolución! La consigna no es ajena a la historia de Arequipa. Hace dos siglos, en enero de 1780, la ‘Rebelión de los Pasquines’, ya anunciaba el alzamiento de mestizos, indios y zambos en contra del abuso de la metrópoli. Organizados en cerca de mil, por las noches y con sigilo audaz, asaltaron la Aduana y colocaron en portones mensajes de una revolución en ciernes:
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  • 30. 30 Quito y Cochabamba se alzó Y Arequipa, ¿Por qué nó? La necesidad nos obliga A quitarle al aduanero la vida Y a cuantos le den abrigo Descubiertos y enfrentados, los arcabuces silenciaron a los rebeldes. Años después, a principios del siglo XIX, la Rebelión de los Hermanos Angulo y Mateo Pumacahua en contra de la metrópoli –ya reclamada antes por la ‘Carta a los Españoles Americanos’ del pampacolquino Juan Pablo Vizcardo y Guzmán–, tuvo en Arequipa el eco revolucionario cuyos máximos exponentes fueron, entre otros, Mariano José de Arce, José María Corbacho y Mariano Melgar, el poeta y combatiente. Dos lustros posteriores a la Independencia, Arequipa comienza a elevar sus voces y armas en favor de una ‘República Independiente’, porque percibe en la médula de la joven nación de San Martín y Bolívar, los viejos hábitos de castas aristocráticas renovadas por militares conspiradores y sagaces comerciantes. Y no se equivocó. Mientras el complot, la trampa y componenda, fueron argumentos para representar la función tragicómica de la disputa por el poder político, detrás del escenario, los futuros dueños del país manipulaban los hilos de los empréstitos, la consolidación, las consignaciones y el reparto de propiedades incautadas.
  • 31. 31 Confirmado el centralismo galopante, Arequipa se embarca en sublevaciones y batallas casi siempre ganadas para luego perder las guerras. Combate contra el norte, lo hace contra Chile, marcha sobre Lima, retrocede debilitada, y al final, sitiada, sucumbe mal herida. Los ‘Libres de Arequipa’ y la ‘Columna Inmortales’, son dos expresiones de heroísmo colectivo en el siglo XIX contra la macrocefalia de la capital. Jorge Basadre, con acierto, escribiría: “Hasta 1867, Arequipa fue una pistola que apuntaba al corazón de Lima”, que muy bien podría completarse con más certeza que lisonja: “… que no disparó la bala de la revolución porque quienes debieron ordenar ¡Fuego!, balbucearon: ¡…Media… Vuelta…! No querían cambiar el mundo –su mundo–, sólo aspiraban a conservarlo y evitar que se lo arrebatasen”. Juan Gualberto Valdivia en ‘Las Revoluciones de Arequipa desde 1834 hasta 1866’ las relata como crónica. María Nieves y Bustamante en ‘Jorge o el Hijo del Pueblo’, la dramatiza con bella prosa. Después de Tarapacá, Angamos, Arica y Miraflores, a su turno, estoicamente, sucumbió ante el invasor. Era demasiada la responsabilidad para un pueblo rebelde, traicionado,
  • 32. 32 desarmado, invadido y sin conductor, alzarse contra la fortaleza bélica del Ejército del Sur. Abandonada a su suerte, sólo la resistencia y el martirio se elevaron por encima del holocausto nacional. Los Mártires de Quequeña, guardan el testimonio. La post guerra y el nuevo civilismo, despiden el siglo diecinueve y saludan el vigésimo. El influjo del positivismo, las revoluciones de México, Rusia y la Guerra Civil española, los planteamientos de Mariátegui y Haya, la Reforma Universitaria, el movimiento obrero y el auge del capitalismo con su secuela regional, son factores que enriquecen las ideas y propuestas de libre pensadores como Mostajo, Lino Urquieta, Escalante, etc., etc., y renuevan las banderas revolucionarias al interior de una clase laboral en aumento como consecuencia del auge del comercio de exportación y del incipiente desarrollo fabril, dando inicio a una polarización social propia de un capitalismo en este lado del país. 1930 y 1950, son dos años de otros más en que el pueblo de Arequipa retoma las calles para luchar contra el centralismo, reivindicar sus derechos, y protestar contra las tiranías imperantes. La sangre derramada en aquéllas, son estigmas que siempre maldecirán el sable y el fusil cuando se vuelven sobre los pechos de indefensos luchadores. En resumen, y testigo al fin de las vivencias de una ciudad, diría que Arequipa casi siempre estuvo a las puertas de la revolución; y si no atravesó el umbral de ejecutarla, fue porque no hubo ni las ideas ni los hombres para cambiar la historia.
  • 33. 33 Su rebeldía cívica, sin embargo, destronó políticos y tiranos que hicieron del poder y dinero, su principal razón de ser. Y quienes los reemplazaron, casi siempre fueron timadores de naipes para esconder bajo la manga, los ases que birlaran las aspiraciones de un pueblo combativo. Volviendo a junio del segundo año del tercer milenio, la atmósfera de la ciudad y de las solidarias Tacna, Cusco, Puno, Apurímac, etc., están impregnadas de moléculas reivindicativas que oxigenan ideas y acciones que pendulan entre la lucha social organizada y la anarquía colectiva instintiva. El apremio de vísceras vacías está a punto de explotar en cualquier extremo, si es que la democracia sólo existe como adjetivo. ¡Arequipa, Revolución!, está detenida nuevamente en las montañas que circundan esta ciudad. La respuesta del eco aguarda nuevos vientos y renovados espíritus.”
  • 34. 34 “La sugerencia de una indignada madre de familia hecha al locutor de turno de las dos ‘emisoras rebeldes’, de pronto se transformó en unánime reacción para que todas las manos cogieran por las asas, las domésticas cacerolas y que, al estrellarse unas contra otras, ‘ensordecieran’ el ruido urbano cuando el reloj marcaba la una de la tarde, la hora en que el Sol se vuelve emperador. Aurelia y sus cuatro menores hijas, cogieron las olas que no tienen marca porque no pertenecen a la estirpe de la capitalina ‘Record’, y las rotuladas con picardía criolla en hábiles talleres informales, ya hace años perdieron sus huellas ‘bamba’ de tanto ser pulidas con arena y pobreza. Para Aurelia, era la oportunidad esperada para expresar al gobernante, el drama de no saber cómo sobrevivir entre tanta pobreza. Para sus hijas, la ocasión infantil y traviesa de dar rienda suelta a sus genes musicales en una sinfonía colectiva de la cual cada una de ellas era su propia solista. Imaginen, toda una orquesta popular de obreras del hogar distribuidas en parques y calles de barrios, urbanizaciones y pueblos jóvenes, comprometidos en un concierto de protesta. ¿La partitura..? La que dicta la rebeldía colectiva. ¿El director…? El hambre y la dignidad burlada.
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  • 36. 36 Y así, a la una de la tarde, a las siete de la noche y a las siete de la mañana del siguiente día, todas las Aurelias y todas las hijas corren a descubrir el pudor de cacerolas que en su interior agonizan de vacías por no tener más que agua a la espera de un Jesús que multiplicase las tres papas, cinco fideos y el puñado de arroz que reposaban en el fondo. El bullicio instrumental de las vasijas metálicas abolladas por los años de uso, han perdido las notas agudas y brillo acerado que las distinguía cuando llegaron pedantes a reemplazar a las jubiladas ollas de barro de las abuelas. Ahora, cenicientas y deformadas, son heridas de muerte cuando Aurelia disputa con firmeza los últimos granos de arroz quemado adheridos en el fondo y que a costa de perder algunas partículas metálicas, tiene que ceder al ahínco de la guerrera. Y tienen que ceder, pues se trata de la última ración familiar que casi siempre es de Aurelia. “Primero son las guaguas. Una ya está vieja y poco nos falta para enterrar nuestros huesos. Además, en nuestros tiempos, nos hemos alimentado bien, o no José…”, justificó con filosofía y resignación Aurelia el frugal almuerzo. José consintió con su mirada lo que sus labios impotentes silenciaron.”
  • 37. 37 DOMINGO 16 “Hoy amanece la ciudad sin tradiciones. El aroma del adobo y té ‘piteao’ se quedó encerrado en el campanario de una misa no convocada. La Plaza Mayor luce como un Guernica a la espera de un Picasso informal: estratégicas barricadas de adoquines sobrepuestos; humos contaminantes de llantas en extinción; pintas insultantes en portales con huellas de sangre; aire con olor a gas y pólvora de combates suspendidos; agua de cañerías violentadas transformadas en riachuelos y aniegos; pancartas con advertencias y sentencias ubicadas al frente de una Catedral herida de muerte en sus torres por invisibles cohetes ‘tierra-aire’ premonitoriamente lanzados la tarde del sismo del 23 de junio del 2001. El Tuturutu, trompetero misterioso, impávido, casi insolente, parece decir con su melodía detenida: ¡Pero si no pasó nada! De pronto, al promediar la novena hora de la mañana, por la bocacalle de Morán, aparecen camuflados personajes...
  • 38. 38
  • 39. 39 Son dos batallones que a paso ligero, recorren las calles del Centro Histórico con exclamaciones propias de su vida castrense de ayer y que hoy, en su condición de reservistas, también constituyen una de las unidades combativas que expresan su protesta por la política privatista del gobierno. Pero sobre todo, porque, ¡No hay trabajo, carajo! Identificados por su ejercicio marcial, sus lemas y el polo negro que resalta su famélica fortaleza, se han convertido en las ‘líneas’ que defienden la dignidad de Arequipa, aunque su dignidad étnica hace siglos es humillada, cuando no pisoteada. Pedro es el nombre de uno de los anónimos reservistas marchantes, herederos del ‘Tayta’ Avelino Cáceres, el Demonio de los Andes, convocado por un comandante de artillería en Octubre del 2000 en su afán de iniciar la marcha ‘etnocacerista’, desde la sureña locumba. Su condición en los últimos años tiene la categoría de desocupado. Y como tal, sus días discurren entre las bancas de la Plaza de Armas y el terminal de Zamácola, a la espera de un patrón que al timón de una 4x4 quiera contratarlo para alguna faena que le garantice ‘la quina’ para pagar el menú familiar del ‘comedor popular’. A sus 38 años de edad, no tiene preferencia por oficio alguno; muy por el contrario, posee una versatilidad laboral en sus encallecidas manos, surgidas de sus casi atrofiadas vísceras inundadas de ácido a punto de perforar su paciencia.
  • 40. 40 En la memoria aún quedan grabadas las vivencias de su infancia andina, como aquella en que con sus dos hermanos, cuidaban el redil de ovejas pastando cerca del cielo, siempre atentos por si alguna de ellas intentara rebasar el cerco imaginario que los tres pares de ojos infantiles delimitaban en la altiplanicie. La sequía del 79, agravó la pobreza de su comunidad y una tarde fría cambió la quena y la trasquila por la manta y la esperanza de encontrar en la ciudad aquello que las alturas le negaban. Grabada también está, cuando, yá en Arequipa, a fuerza castellanizar su aymara y aprender oficios diversos y costumbres nuevas, llegó una noche en que la ‘leva’ lo depositó entre un sargento y la muralla del cuartel. Del primero aprendió a amar a la madre patria a punta de golpes porque todos los ‘rasos’ son unos ¡hijos de puta! De la segunda, en cambio, entendió que la libertad no estaba al otro lado del muro sino la obediencia de seguir peleando hasta quemar el último cartucho. Cumplido el Servicio Militar Obligatorio, el ahora ‘cabo Pedro’ volvió a las calles ‘hecho un hombre’, convencido de que…, el mejor ataque es la defensa; que la victoria es lo de menos y lo que importa es, siempre ser un ‘héroe’. Su sacrificio en los últimos años le ha permitido levantar las cuatro paredes en Ciudad de Dios, en donde él, su compañera y sus dos hijos que nacieron sin pan bajo el brazo, hacen
  • 41. 41 el diario recuento de las pocas monedas destinadas a pagar el tributo de seguir sobreviviendo. Como buen ciudadano demócrata, votó por presidentes y congresistas. De esas experiencias electorales, recuerda que bailó el ‘baile del chino’, hechizado por Laura, Magaly, Carlos Álvarez, Nicolás, Rosy War, los Cómicos Ambulantes, y toda esa fauna de títeres que a través de la ‘caja boba’ llegaban hasta el inconsciente de Pedro. Roto el encanto por los ‘vladivideos’ y sin poder asistir a la Marcha de los Cuatro Suyos, en acto de contrición, depositó su fe en sus raíces –dónde de mejor–, y vivió, aplaudió y votó por Pachacutec, porque sólo con él, como gran inca, el Perú será posible, será real, justo, solidario, pero sobre todo, ¡tendré trabajo! Las primeras sombras de la noche lo han sorprendido caminando de regreso a casa, luego de una faena dominical combativa inundado de sudor que aún desliza su rostro y cuello. Hay un par de dudas que le golpea el cerebro y maldice su ignorancia en geografía e historia: “¿Cabana queda en el Perú o en Jarvard?; ¿quién se equivocó, él o yo, o los dos?” Pedro quiere aferrase a la esperanza de que sus hijos no caminarán por las mismas huellas que él transitó. Sus manos quieren construir el futuro que él no conoció. Sabe que sus dedos pueden sangrar en el intento, pero no habrá dolor que amilane su propósito de conseguirlo.”
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  • 43. 43 “Son banderas rojas y son jóvenes quienes las portan. Sobre el fondo escarlata, dos letras y dos rostros se elevan por encima de los restantes emblemas combativos y retratan con precisión el contenido de sus ideas, sino, el de sus anhelos. Al lado de la JS, los rostros del Amauta y del Ché parecen cobrar vida en sus luchas de junio. No en vano, un 14 de junio también, fue el día en que esos luchadores nacieron. José Carlos Mariátegui en Moquegua en 1897 y Ernesto ‘Ché’ Guevara en Rosario en 1928, y terminaron hablando un mismo idioma. El primero, dijo: “ni calco ni copia, sino creación heroica”. El segundo: “…observar, aprender, pensar; no copiar a nadie y después empezar a caminar”.
  • 44. 44 Hablaban de la Revolución. Los lemas, colores y movimientos de los portantes, son una muestra de la alegoría que distingue su marcha combativa y segura convicción. No son muchos, pero son. Y lo son, con nombre propio, porque solitarios, al inicio de la ‘década maldita’, ya señalaban con el dedo acusador al títere del capitalismo, mientras casi todo el país saludaba el fin de la hiperinflación. Pareciera que más por la lucha del poder, les preocupa asumir el papel de jóvenes contestatarios del sistema hegemónico vigente y los efectos que al interior de los países tercermundistas ocasiona, incluido las formas democráticas, elecciones por ejemplo, a las cuales cuestionan señalando que el pueblo aún no tiene propuesta programática. Entre música, teatro, poesía y el ejercicio libre de plasmar en el ‘Muro de la Vergüenza’ del portal de la Municipalidad sus sentencias lapidarias, JS persevera en su obra de construir el socialismo. Su tarea es difícil, quizá una utopía. La realidad en que les ha tocado actuar es compleja. Sus pensamientos pueden estar equivocados y las acciones que ejecuten pueden estar reñidas de pronto con la historia; sin embargo, es preferible que la juventud avance con sus medios y sus yerros a que se detenga a contemplar la agonía heredada.”
  • 45. 45 Hay expectativa en la ciudad y en todo el país. El Presidente dirigirá un Mensaje. Y lo dirigió, después que el gobierno decretó el Estado de Emergencia por 30 días, siendo la primera disposición del Comando Regional, decretar el ‘Toque de Queda’. Bueno, este dispositivo no es novedad, porque los gobiernos lo utilizan cuando el pueblo protesta y cuestiona mandatos verticales que solo aceptan como respuesta: ‘Cúmplase’. La naturaleza no tiene esas leyes. Se imaginan que de pronto en el planeta se decrete un ‘estado de sitio’?, ¿que todo se detenga en el tiempo y en el espacio? Que nada se mueva; que la materia no se transforme y que la energía no se produzca? ¿Cómo decirle al Sol, por ejemplo: ‘hoy no debes salir ni tus rayos debes emanar’? ¿Cómo decirle a la Luna y las estrellas, ‘esta noche, no deben brillar’? Eso es imposible. Simplemente dejarían de ser para no ser, desparecer o estallar. No me es posible imaginar.
  • 46. 46 Pero en la ley humana pareciera que sí es posible que ocurra. Pero, ¡no!, ¡no ocurre tampoco!, porque finalmente, roca o célula, ambas son parte de este planeta y como prueba de ello, pareciera que más bien, cuando se decreta eso que se llama ‘Toque de Queda’, es cuando el hombre, se mueve más, piensa más y por qué no, ¡canta mucho más! “… Entonemos, entonemos…. Entonemos un himno de gloria, A la blanca, a la blanca, A la blanca y heroica ciudad…” Fue el coro polifónico de voces que a las diez de la noche rompe el aparente silencio de una ciudad que recién despierta y en abierto desafío, sale de la intimidad de sus cuatro paredes para ubicarse en el coral de sus frenteras de piedra y cemento y cumplir con lo que la autoridad ha dictaminado: ¡Toque de Queda… rebelde! Si hasta el himno de la ciudad así lo acredita: “… a la blanca y heroica ciudad…”. Bien decía yo, la naturaleza física o social no se puede sujetar a leyes cuando éstas están en contra de su propia razón de ser: cambiar y luchar. La libertad y la justicia no podían ser solo un concierto de cacerolas. La música, por sí misma, es una creación que inspira una armonía y conflicto de quien la crea, la interpreta o la percibe. El canto, en cambio, predica, aclama, reivindica, confiesa y exige, como esta noche, el “Entonemos…”, ¡Protesta!”
  • 47. 47 LUNES 17 “Ayer domingo por la mañana, con la confianza de 20 años de lealtad de confidente y ama de llaves, María retiró de la cómoda ‘la blanca y roja’, y con sigilo subió a la azotea y amarró al mástil de la casa de la patrona a quien había escuchado la noche anterior, durante la cena, declarar con voz de mando dirigida a su marido: “No ves, el ‘cholo’ no debiera gobernar nuestro país y menos vender nuestras empresas. ¡Qué tal desvergüenza!” Dicho sea entre paréntesis, ‘Marías’ en Arequipa ya no son tantas como en otras épocas. Hoy, en ésta de tecno-cumbia e internet, se prefiere la aventura del ‘trabajo independiente’, porque aún en la miseria, la calle sigue siendo un escaparate informal de ‘cachuelos y baratijas; una posibilidad de cambio entre mil, es cierto, pero posibilidad al fin.
  • 48. 48 La patrona, descubierto el desliz y atrevimiento de María, lejos de censurar la audacia, aprobó con una palmada el gesto de dejar al viento la bandera a media asta sobre la terraza. Por supuesto que este atrevimiento consentido no la exoneraba de dejar relucientes las charolas de plata 925 de Camusso que coronaban el artístico repostero de cedro del comedor principal, ayer festivo y hoy convertido en museo casi nunca visitado. Hoy lunes 17, Arequipa está embanderada. La vanidosa de polystel bate el bicolor sobre los aires de Cayma, Yanahuara, Vallecito, y se hermanan con aquellas otras de tocuyo de Miguel Grau, Alto Misti, Campo de Marte, Simón Bolívar, es decir, el cinturón de la pobreza de Arequipa, dejando en el medio a las envejecidas de Miraflores, el Cercado, Umacollo, Sachaca, Paucarpata, etc., de clases medias a punto de naufragar en la orilla de la desilusión por no conseguir la posición social que otrora les auguraba el éxito de su esfuerzo personal. Todas las blanca y rojas de esta ciudad, en ejercicio sincronizado por el viento de la protesta, ondulan sus colores a media asta en días que el calendario no señalaba festividad cívica alguna, porque hoy, Arequipa está de duelo, y lo está, por la muerte de un principio democrático: los gobiernos deben gobernar con el pueblo.”
  • 49. 49 “Recuerdo también que producido el sismo cívico, el poder central cerró los párpados para no ver; elevó el volumen de los altavoces de la prensa oficial para no oír; sólo articuló frases y acusaciones que intentaron desautorizar la voz cívica de Arequipa. ‘Acciones delincuenciales’, ‘rezagos terroristas’, ‘muertos de hambre’, etc., fueron algunas de las exclamaciones emanadas en lujosos escritorios ministeriales que una prensa acomedida y servil se esforzó por denunciar a quienes hicieron de las calles su centro de batalla. La necedad en el argumento y la torpeza en el actuar, fueron el combustible para que la chispa se convirtiera en hoguera. La distancia entre el palpitar popular y la decisión burocrática estaba más allá de los mil kilómetros que separan el centralismo de la realidad. De nada sirve el avance de la informática cuando el que emana una orden no tiene la lucidez mental de conocer e interpretar lo que ocurre más allá de los dedos digitadores de una burocracia pegada al monitor para deletrear y escribir la orden que viene ‘desde arriba’.
  • 50. 50 Descubierto el error, se optó entonces por la subasta de la protesta, tasada ésta en millones de dólares. Conforme pasaban los días, la oferta subía. Ya no era el 50% del monto de las privatizaciones de Egasa y Egesur. ‘Que sea el 70%, o mejor, el 100% para financiar el desarrollo y progreso de Arequipa’. ‘Y ojo, si no aprovechan la oportunidad, se pueden quedar sin nada’ Segundo error. “Oiga usted –diría un loncco’ de Tiabaya–, los negocios no se hacen con chantaje, pué”. Y por supuesto, la transacción no se plasmó. Agotado el intento del martillero amenazante, se optó por el ‘diálogo’ a fin de zanjar el pleito. ¿No hubiera sido mejor comenzar por ahí? ¿Acaso no es democracia, consultar al pueblo los mandatos de un gobierno? ¿No era de sabios, recurrir a los dioses andinos de la conciencia cívica para percibir en las ‘hojas de coca’ de nuestros ancestros, hacia dónde apunta el acierto de las decisiones nacionales? ¡La Dignidad no se insulta ni se compra! No es un bien que tiene precio ni menos se cotiza en la Bolsa de Valores; menos aún, si en campañas electorales precisamente se recurre a ella para obtener el veredicto popular, porque entonces, la promesa se vuelve estafa, y esto, entre caballeros, no cuenta. Peor aún, si se firma un cheque que en la ventanilla de la verdad, es devuelto por no poseer fondos de la palabra empeñada teniendo como testigo a todo un pueblo.”
  • 51. 51 “Desde que el homo sapiens plasmó en las cavernas sus primeros grabados, hasta los más sofisticados recursos tecnológicos que hoy ha puesto en práctica para relacionarse, el hombre ha ido construyendo sucesivos puentes de comunicación por los cuales han transitado las ideas, los conocimientos, las dudas y las certezas. La prensa como opción social de información, opinión y crítica, en el último siglo se fue convirtiendo en el ‘cuarto poder’ que democracias representativas cobijaron en sus cimientos los principios de libertad de pensamiento y libertad de expresión. Pero así como representó el faro que iluminaba la oscuridad y develaba la ignorancia, así también fue convirtiéndose en herramienta de dominación colectiva al servicio de particulares intereses. Dada la importancia de la palabra testimoniada en el aire, el papel o la imagen, ésta comenzó a ser objeto de asedio, amenaza, chantaje o cotización, para usarla como arma política que en forma abierta o subliminal, convierta la mentira en verdad, la dictadura en democracia.
  • 52. 52 El periodismo así, comenzó a confrontar dos vías por donde se fue orientando su función social. Por una de ellas, mantuvo su designio de practicar y difundir la verdad de las ideas y de los hechos sin más vocación que la de servir a la comunidad. Por la otra, en cambio, se convirtió en vehículo mercantil que atendía los requerimientos del poder económico en perjuicio de la sociedad toda. El primero se ejerce en forma libre; el segundo se vende al mejor postor. El primero es honesto y veraz; el segundo, es corrupto y mendaz. De ambos, el país conoce sus dimensiones y trayectorias; de éstos, sus lealtades; de aquellos, su vil precio. En este junio que registro, Arequipa conoció de silencios cómplices, de medias verdades y de manipulaciones vedadas. Pero también hubo de los íntegros, que reconociendo la envergadura y razón de los reclamantes, optaron por transmitir a través del papel y del éter lo que latía en miles de ciudadanos combatientes. Identificarlos con nombre propio no es objeto de mis “Memorias”. La mejor honra que les tributó la batalla fue cuando a fuerza de buscar culpables que expíen errores políticos, la torpeza del poder quiso señalarlos con dedo acusador como ‘apologistas del terrorismo’, sin darse cuenta que quien realmente provoca y exalta esta tanática modalidad, es precisamente el que ejerce el poder a espaldas de quien lo consagró con su decisión democrática.”
  • 53. 53 MARTES 18 “Tenía una misión que cumplir. La petición del Presidente en jaque, el drama de la ciudad que lo vio nacer y los votos de fe conferidos a Ignacio de Loyola, eran tres razones más que suficientes para asumir la tarea de iniciar la construcción del puente que vincule las dos orillas en conflicto. Con el crucifijo entre los dedos, dos clérigos y un laico posaron sus pies en este valle de lágrimas –ahora por gases lacrimógenos–, que en su avance sobre un raudo y discreto ‘arzobispo móvil’, sus sentidos fueron descubriendo que la realidad del paisaje era más desnuda que alma en confesionario, y que los pecados de los hijos de la Mamita de Chapí, eran solo veniales ante los capitales de soberbia y avaricia cometidos por gobernantes que no leyeron la Populorum Progressio de Paulo VI y la Teología de la Liberación les sonaba a prédica subversiva.
  • 54. 54 Comprobada la exaltación terrena, la reflexión obligada tenía que ser la actitud que su delegante debía asumir para que el país no se le escape entre los dedos. Acordados los temas a discutir, perro, pericote y gato –sin más alusión que al milagro del mulato santo Martín-, los dialogantes desgranaron opciones que posibilitaran un acuerdo final. Argumentos expuestos, presiones ejercidas, conveniencias sopesadas, intermedios requeridos, consultas efectuadas, fueron parte de las horas consumidas en el auditórium del colegio San José, centro jesuita que desde 1898 viene formando juventudes ‘ccalas’ bajo los preceptos y rigores de la hermandad de la Compañía de Jesús. Sin embargo, al promediar la noche, no había acuerdo definitivo. Mañana será….”
  • 55. 55
  • 56. 56 “Muchas veces al interior de efervescencias populares vindicadas por la justicia y la libertad, se escurren propósitos oscuros de obtener beneficios particulares que borren culpas o erijan ídolos de barro. El poder y la riqueza, son casi siempre filones que atraen mezquinos intereses de ‘buscadores de oro’ que desdice todo éxito bien habido y mejor disfrutado de aquellos otros que han hecho de su vida, fuente de obras colectivas casi siempre sencillas, discretas, pero reales y efectivas. Esto último pertenece a espíritus solidarios que asumen que no hay mejor logro humano que el compartir lo que el ingenio y el esfuerzo retribuyen a quien los cultiva. Quién, por ejemplo, será más noble y solidario que un Juan Manuel Polar, ‘Don Juan Manuel’, quijote y maestro símbolo que supera en sencillez, entrega y riqueza espiritual a cualquier cúmulo fiduciario que aún incluso obtenido en buena ley, jamás tendrá el brillo metálico que opaque el resplandor regado como lenguas de fuego en el cerebro y corazón colectivo de un pueblo.
  • 57. 57 Quién, también, como Francisco Mostajo, libre pensador, jurisconsulto y adalid de la juventud, que en su permanente lucha contra las tiranías políticas e ideológicas, se alzó como el tribuno que arengó en calles y plazas para predicar los principios cívicos de la Justicia, la Libertad y el Derecho y que, en al atardecer de sus 76 años de su vida, en junio de 1950, ante el imperio de la muerte sobre un pueblo indefenso, abogó por la vida y rindió la plaza herido en sus convicciones de no cantar victoria definitiva, dejando esa misión a las nuevas generaciones. ¡No!, ¡no pueden perder esta oportunidad! El autoritarismo los arrinconó y solo recibieron migajas cuando aplaudieron frenéticamente o callaron en complicidad. Ahora que ha vuelto la democracia, sobre todo, ¡las elecciones, hay que volver a las calles, a las marchas, al pueblo… ¡Abajo la privatización!, ¡el pueblo, unido jamás….! Sí, ellos son. Autoridades vecinales, políticos embalsamados, dirigentes improvisados y audaces apostadores que muy pronto competirían por el sillón edil distrital, provincial o consejería regional. ¡Viva la democracia! Pero también hay de los otros, de aquellos que posesionados en el balcón de la expectativa, aguardan desenlaces que favorezcan sus diatribas e idearios, confiados en la amnesia colectiva. Acaso no es cierto que pasada la tempestad sobre la frágil balsa que navega en el mar del atraso, surgen timoneles que anuncian nuevos vientos, porque ahora
  • 58. 58 ‘ellos’ serán sus conductores, cuando horas antes. en pleno viaje a la deriva, junto con las ratas aguardaban el sosiego de la nave al garete. Para estos ‘Mesías al paso’, ejercer la democracia es encontrar el atajo para llegar al banquete de opíparas administraciones de fondos públicos, rodeados de solícitos lacayos y cientos de doblegados oportunistas que, por necesidad o costumbre, aplauden incondicionalmente la torpeza del elegido que ya está ensayando el próximo salto que lo lleve ‘más arriba’. Entonces, pues, hay Héroes y ‘éroes’; hay líderes y fantoches; hay luchadores y simuladores; hay ideales y argucias; personajes que el arrebato popular, eleva, aclama, respalda, y luego, señala y destrona a los que resultan actores de la farsa ‘costo-beneficio de oportunidades’. Separar la paja del trigo fue y es, descubrir que el viento se lleva la primera, quedando el segundo depositado en el fértil suelo popular en donde germinarán los granos que garantizarán la cosecha de futuras conquistas; donde el verbo solo se hable y practique en plural, relegando el singular sólo para mostrar el ejemplo, identificar al cobarde o condenar al culpable.”
  • 59. 59
  • 60. 60 “Eran dos de los miles de jóvenes que conforman la generación de peruanos en un mundo con más dudas que certezas. Sus sueños, casi extinguidos por la cruda realidad que les tocó vivir en las dos últimas décadas, navegaban en un mar sin puertos y sin faros. Su afán de superación tropezaba con los obstáculos que día a día surgían de la indiferencia de una sociedad que envejecía prematuramente sus ideales. Ante tal incertidumbre vigente en un país que sus mayores no supieron detener, sólo les quedaba pocas puertas por abrir: resignarse con estoicismo a aguardar algún milagro de sabe Dios qué santo; impulsarse al vacío de los escapes alucinantes que las drogas garantizaban; o, comprometiendo la poca fortuna de la familia, conseguir la visa que los lleve al país de los McDonalds. “Chabelo” y “Loco Haway”, son dos apelativos que identifican a dos inocentes jóvenes que sin abrazar convicciones partidarias que no sean las de conseguir un mejor logro personal y sin renunciar a la vitalidad y fantasía que alimentaban a pesar del entorno adverso, tenían la terca convicción de que el ‘mañana’ tenía que ser mejor que el ‘ahora’.
  • 61. 61 Edgar Adolfo Pinto Quintanilla, escondió sus ansiedades en la música que supo saborear desde adolescente y que compartía en la intimidad del hogar y los amigos. Su apego al género criollo le permitía a través de la percusión, trasmitir el ritmo y calor que seguro nacían de los latidos de su corazón. Y entre noches jaraneras de fines de semana que coronaban sus días entregados al estudio, esperaba el día que partiría al gigante del norte, sin saber que le aguardaba un destino que está más allá de las estrellas. Fernando Rafael Talavera Soto, en cambio tuvo un mundo interior más reservado. Quizá porque convivió con frecuencia con la soledad de sus sueños y dramas y al no descubrir aún porqué camino enrumbar sus pasos dadas las limitaciones de sus recursos monetarios, encontró refugio temporal en credos religiosos que le daban luces a las tinieblas de su horizonte. Ambos transitaron por las aulas agustinas y en ellas optaron por obtener el conocimiento para su futuro profesional. Edgar apostó por descubrir las bondades de las Ciencias Agrarias. Fernando, en cambio, por la receta de encontrar a través de la Economía, un mejor derrotero a su vida y su país. Ambos, seguro, conocieron la ternura del amor juvenil y seguro también, la tristeza que agobia cuando la ilusión de la Silvia se marchita.
  • 62. 62 Y finalmente, ambos, por azar, fueron testigos de la protesta popular del 2002. Y cuando sus pasos coincidieron con las marchas de ese Junio rebelde, coincidieron también sus destinos individuales con el que colectivamente Arequipa rebelde asumió. Y entonces, producida la fusión que anulaba cualquier intento por apartarse, por azar también cayeron víctimas de la maldita violencia que sus horas largas de agonía no bastaron para vencer a los soldados de la muerte. En luchas populares como estas de Junio, a veces los que caen no son siempre los que están en la primera o segunda línea que desarmados hasta los dientes, desafían las bombas y las balas que pretenden disuadir sus convicciones.
  • 63. 63 ¿Acaso la historia del hombre no está escrita con la vida de miles de millones de inocentes caídos en infaustas batallas? ¿No es cierto que la conquista de la Libertad y la Justicia condenó al silencio fatal a niños y adolescentes en guerras maquiavélicamente calculadas? ¿No es verdad, también, que ajenos de culpa mueren en tiempos de paz –¡qué ironía! –, hombres y mujeres porque el progreso no llegó a sus puertas? No por ajenos o inocentes, no son también mártires los que caen en cada batalla librada. Edgar y Fernando el exhalar su último aliento han depositado en los hombros de la juventud peruana el reto de demostrar que el azar, más que un hecho fortuito en el tiempo y en el espacio, debe ser una convergencia de protagonistas en la gran obra de buscar y construir un mundo con mejor amanecer. A ellos, les pertenece el silencio de la memoria eterna.”
  • 64. 64 MIERCOLES 19 “La negociación entra al segundo y decisivo día. La paciencia y los alimentos comienzan a agotarse en la ciudad. Más allá del frontis verde del colegio jesuita, tanqueta y cordón militar de por medio, el coro popular nuevamente congregado a la altura de la antigua estación ferrocarrilera de Tingo, exclamaba lemas y vivas que hacían retroceder cualquier trato que no sea el de suspender la privatización de las dos ‘E’. Los argumentos ya fueron expuestos y las exigencias mínimas también. El país y su futuro están en juego. Más allá de este escenario y los de Tacna, Cusco, Ayacucho, Puno, Juliaca, Moquegua, etc., sobre frágiles ramas de nobles higueras, aguardan aladas esperanzas populares, mientras en las sombras merodean aves de rapiña que hace poco fueron espantadas por la democracia.
  • 65. 65 Rapaces al fin, confían en un desenlace que les haga propicio su retorno al poder para borrar las huellas del último festín y comenzar uno nuevo. Reos en prisión y en libertad también, millones de dólares en cuentas foráneas, mercenarios con tarifas rebajadas, banqueros a punto de romper sus nervios, politiqueros que añoran curules, comerciantes repartidores de coimas y comisiones, traficantes de drogas y de influencias, finos dedos negociadores de deudas externas, importadores de chatarra y analgésicos, etc., etc., son las especies que ejercitan sus alas a la espera de que la torpeza se imponga sobre la ecuanimidad. Y claro, la ecuanimidad tampoco puede ser chantajeada. Fue por la tarde, cuando agotadas las negociaciones y viabilizado el acuerdo final, la Declaración de Arequipa se escribió y firmó ordenando la suspensión de la privatización de Egasa y Egesur, no sin dejar en claro que Arequipa, mediante consulta popular, podría decidir su destino si el fallo del Poder Judicial, les fuera adverso.”
  • 66. 66
  • 67. 67 “Y arrancó con el “Entonemos.., entonemos…” y los ‘vivas’ que por doquier y casi al unísono, se escucharon más allá de los Andes y los mares para grabar con cincel incandescente que: ¡AREQUIPA NO SE VENDE! ¡LA DIGNIDAD NO SE PRIVATIZA! ¡EL PUEBLO, UNIDO, JAMÁS SERÁ VENCIDO! Así fue que al sexto día resucitó la dignidad de entre las barricadas y como Mesías cívico venía a humanizar los mandatos paganos aconsejados por una hipócrita “economía social de mercado..”. Es social y solidaria o es mercantil y liberal. Imposible ser ambas a la vez. La Plaza Mayor aún tenía vestigios de gas irritante que poco a poco se extinguía cuando el par de pulmones de miles de paisanos, de los ‘costeños’ y los ‘serranos’, se fueron congregando frente a la casa municipal para dejar que sus sentimientos y emociones se confundan en latir de triunfo: la firma de la Declaración de Arequipa, Declaración escrita seis días antes como el Manifiesto del Misti.
  • 68. 68
  • 69. 69 La Declaración, registrada en papel y firmada por los que representaban a las partes en conflicto, testimoniaron restituir la dignidad de un pueblo que no calla cuando usurpan su voz democrática y que sólo él puede decidir sobre lo que le pertenece y lo que es ajeno. El Manifiesto del Misti, en cambio, se escribió en las calles con letras de sangre y asfixia, sobre renglones trazados con piedras y ollas, con angustia de madres por hijos extraviados y agonías lentas de heridos estudiantes y desocupados, a la espera de la mano solidaria prometida. Las voces enronquecidas de ‘Mostajos’ populares, hacen el balance final de la protesta: El puño del pueblo se elevó por encima del poder de ‘hacer y deshacer’ en base al autoritarismo. Los aplausos y los ‘vivas’ tributados a las organizaciones combativas son cada vez más unánimes en esta plaza que siempre resulta ser el escenario de viejas y nuevas luchas. Aquí, en la Plaza Mayor, es donde se sella el triunfo y a veces también la derrota, pero jamás se capitula. O se gana o se pierde, pero no se claudica. El Sol se oculta; la Luna y las estrellas emergen irradiando más claridad.
  • 70. 70 En la noche, el himno de Arequipa es universal, como universal fue el reconocimiento de muchos pueblos allende los mares que descubrieron que en un punto de América, al sur del Ecuador, muy cerca del Pacífico y del cielo también, se resumió en seis días la creación de un mundo nuevo que se resiste a caminar en silencio cuando atropellan su dignidad. Cuando el canto llegó al último verso del coro: “a la blanca y heroica ciudad”, el pueblo encadenó sus manos para liberar con mayor fortaleza el espíritu colectivo victorioso a través del éxtasis embriagador de la más mestiza de sus danzas: el Carnaval Arequipeño. Las rondas festivas de hombres, mujeres y niños en este júbilo nocturno espontáneo, dieron paso luego a los requiebros de parejas enlazadas por los codos, entregados al giro centrífugo de una alegría primaveral en este invierto de conflicto y de victoria. Silenciados los altavoces, agotado el músculo, recuperada la calma, renovado el aire pulmonar, cada combatiente vuelve sus huellas en busca del hogar. Sus pasos ahora son firmes; su mirada apunta al horizonte, sus ideas son más claras, la dignidad está en su sitio; el corazón late fortalecido, mientras avanza sin premura, medita el balance del combate: “Mañana será igual y diferente al ayer. Igual, porque nada cambia de la noche a la mañana por accidente. Diferente, porque para cambiar, hay que luchar colectivamente”.
  • 71. 71 EPILOGO “Algo más. La vigilia que me agobia no solo es común a mis hermanos de los Andes. Desde otros continentes, congéneres pétreos de lejanas cordilleras me envían con los vientos y las nubes, mensajes de inéditos temores que al no poder descifrarlos, los remito a los cometas para ver si alguno de ellos, en su próximo giro, me concede explicación alguna. Resulta que después de convivir por millones de años en un inmenso mar de estrellas y asteroides que en el espacio recreaban su energía en una sola sinfonía interestelar aún no descifrada, éste, nuestro minúsculo planeta llamado Tierra, en su devenir plasma su mayor logro: el hombre. De los árboles a las cavernas y de estas a las nubes, el hombre en su rauda marcha bipédica, se ha ido elevando por encima no solo de las otras especies, sino incluso de la suya propia. Del fuego que fundió el metal, al laser que sella el microchip, solo hay un pequeño gran paso que se llama revolución tecnológica. De ser en su inicio un salto que apostó por el progreso, se ha convertido en un abismo cada vez más profundo entre unos pocos y los restantes de su especie.
  • 72. 72 Hoy, a la par que el hombre marcha al cosmos, también se aleja de su propio planeta y de todo lo que él contiene. El aire, el agua, otrora puros y abundantes, se están tornando escasos y contaminados. Su suelo, ese de bosques, sabanas y fértiles valles, se va convirtiendo en árido y erosionado. La diversidad de flora y fauna que Noe’s nativos celosamente conservaron en arcas protectoras, por ingenierías genética, van camino a ser mono especies clonadas o transgénicas. Y el hombre, ese “pobre barro pensativo”, deambula entre páramos y hacinados suburbios, mientras que en otros espacios de ideales edenes, son pocos los escogidos que disfrutan de abundancia y fortuna exhibidas en pasarelas que el ‘american new life’ aclama. El dedo detonante late impaciente. No importa si es nuclear, química o biológica la guerra, lo cierto es que al, final, convertirán en mega cementerios cientos de miles de hectáreas que quedarán inservibles para cualquier uso. Hiroshima, Saigón e Irak, son ejemplos recientes del magnicidio biológico.
  • 73. 73 Cada segundo nacen tres seres humanos, dos de los cuales, vivirán en extrema pobreza. La producción de alimentos crece por debajo de la tasa demográfica. Dos de cada cien habitantes, son migrantes en busca de mejores condiciones de vida. Los basurales y vertederos de las grandes ciudades son fuentes de sobrevivencia de cien millones de niños y mujeres. Cuarenta millones lo hacen en América latina. Mas, como si todo esto no fuera suficiente, la asimetría abismal de abundancia y miseria pareciera condenar a atrofia cerebral la inteligencia y el pensamiento, dejando en libertad peligrosa a la conducta instintiva semejante a otra especie animal. El hombre, que era tal por su creatividad intelectual, identificación social y vivencias afectivas, está siendo reemplazado por el hombre-engranaje descartable de la gran maquinaria que solo se mueve al ritmo que impone la batuta del mercado en la sinfonía de la sociedad de consumo.
  • 74. 74 La fuerza de trabajo ya no es una mercancía. El hombre todo es una mercancía. El capital se eleva por encima del trabajo y el trabajo parece ser patrimonio de robots y hombres sin cerebro, que para el caso, son lo mismo. El fin de las ideas está en el cadalso de la guillotina cibernética. El pensamiento solo será facultad de los planificadores del mundo; la inteligencia, encadenada a los lazos del poder.
  • 75. 75 Desesperado, pregunto: ‘¿Wiracocha, adónde vamos?’ ‘¿Es este el destino de tus hijos, ¡Wiracocha!?’ Estas y otras preguntas más han sido lanzadas al viento, a la espera de una señal de los dioses. Mi espera no fue en vano. Hoy, la brisa auroral de los Andes ha dejado en mi cráter el siguiente mensaje: “Mientras el hombre tenga fe en sus manos, fuerza en sus decisiones, convicción en resolver sus problemas y solidaridad con sus hermanos para cambiar el mundo, la naturaleza volverá a regir el planeta, donde él como especie, se erigirá como la mejor de todas. ¿Qué puede esperar el hombre de la vida, que no sea vivir en paz, libre, solidario y siempre creador de su propio despertar?”