La vida humana comienza en la fecundación cuando el óvulo es fertilizado por el espermatozoide, formando un cigoto con un código genético único. A partir de ese momento, el embrión se desarrolla de manera continua y gradual hasta el nacimiento siguiendo un programa preestablecido. La ciencia muestra que el embrión es un ser humano autónomo desde la concepción. La Iglesia Católica defiende que la vida es un don de Dios y debe protegerse desde el momento de la concepción.
1. El inicio de la vida humana
José Luis Alvarado Jácome
Hablar sobre la vida naciente o el inicio de la vida humana es entrar a terrenos muy
delicados por la cantidad de posturas que se tienen con respecto a este tema. Es un tema difícil pero
a lavez fascinante pues comporta el gran misterio de nuestra existencia, es entender el gran amor de
Dios por nosotros. De la misma manera, tampoco la Sagrada Escritura en cuanto tal, revela
explícitamente este problema. Aunque no lo haga en cuanto tal, desde luego que proporciona luces
para entender lo sagrado de la vida. El Salmo nos dice “Porque tú mis riñones has formado, me has
tejido en el vientre de mi madre; yo te doy gracias por tantas maravillas: prodigio soy, prodigio son
tus obras… Mi embrión tus ojos lo veían; en tu libro están escritos todos los días sin que aún exista
uno solo de ellos” (Sal 139, 13-14;16).
En efecto, desde la fe podríamos decir que la vida humana proviene de Dios y que
empezamos a existir desde el momento mismo en que fue dispuesto según su voluntad amorosa y
quizá como personas creyentes no bastaría otra razón, sin embargo, es necesario explicarlo desde la
ciencia, que es la llave que Dios nos otorgó para entender su creación.
Queda claro que el proceso para la aparición de una nueva vida comienza con la
fecundación del óvulo por parte del espermatozoide. Posteriormente viene una serie de cambios que
inicia con la fusión de ambos códigos genéticos para formar uno nuevo, único e irrepetible. Ese
estado de la vida se le conoce como Cigoto. Horas después de la fecundación empieza la división
celular hasta formar lo que se conoce como Mórula (por su parecido con esta fruta), una etapa con
múltiples células, primero totalmente iguales y que posteriormente se van diferenciando. A la
semana de la fecundación llega a la cavidad del útero materno donde se anida, pues es el lugar
adecuado que le permite su crecimiento, desarrollo y protección. Poco a poco va perfeccionándose
con la aparición de los diferentes órganos y sistemas en los tres primeros meses. Después solamente
le bastará crecer y aumentar de volumen hasta que se encuentra en condiciones para vivir fuera de
ese ambiente delicado mediante el parto.
Lo grandioso de este proceso es que desde la etapa de Cigoto ya se tienen contemplado
todas las características físicas del recién concebido, qué sexo tendrá, color de piel, estatura, rasgos
de la cara, complexión corporal, incluso si tendría alguna predisposición para las enfermedades que
tienen carga hereditaria como diabetes, cáncer, etc.
Desde la biología y la embriología se puede definir como un proceso que presenta una
dirección definida, es decir, parte de lo más simple (Cigoto) a lo más complejo (El nacimiento de
un bebé) y va siguiendo un programa que es imposible de retroceder, por el contrario, siempre
tiende a mejorar.
Otro punto a tratar es que se trata de un nuevo ser que es autónomo, en otras palabras, por
sí mismo crece y se desarrolla. Necesitará de su madre en cuanto a la protección y el alimento pero
(lo repetimos) por sí mismo se desarrolla. Anexamos que de la misma manera, nosotros, los adultos
también necesitamos del alimento proporcionado desde el exterior de nuestro cuerpo, así como del
oxígeno para vivir y no por ello se nos quita la autonomía.
También se menciona otras características de este desarrollo: la continuidad, se refiere a
que no existe desde la fecundación hasta el nacimiento, una etapa en que no sea el mismo recién
concebido, o que primeo no era y después sí (o viceversa). Es el mismo desde la fecundación, hasta
2. el nacimiento hasta la edad adulta. Somos los mismos (aunque con cambios) desde el vientre
materno hasta este momento. La gradualidad se refiere a que se pasa de lo más sencillo a lo más
complejo. A pasar de la etapa celular, el desarrollo de los órganos que le permitan brillar en un
futuro en el deporte, el trabajo, la fábrica, los negocios, etc. También se puede mencionar a la
coordinación, pues cada célula sabrá qué le toca hacer y el brazo será brazo y no corazón, los ojos
serán ojos y no pies, etc. Todo está organizado de tal manera que conforme a una persona.
Si tomamos como ejemplo algo tan sencillo de la vida ordinaria diríamos que si sembramos
frijol, nacerá una planta de frijol, sembramos una semilla de naranja y nacerá un arbolito de
naranjas, se unen los perritos y la perra tendrá sus cachorritos. Desde el inicio ya se tenían esa
manera de ser y no se puede cambiar. Al sembrar frijol nunca podrá salir piña, al estar preñada una
vaca no esperaríamos que naciera un venado. De la misma manera, de la unión de un hombre y una
mujer nace una nueva persona que inicia su desarrollo desde la fecundación del óvulo por el
espermatozoide humano. Nacerá un nuevo ser de la especia humana, que es verdad, le faltarán
capacidades para comportarse como tal, pero esa es una característica propia de la raza humana:
cada día aprendemos algo nuevo, cada día podemos ser mejores, y así, hasta la muerte.
Con estas reflexiones y desde los datos que nos pone la ciencia, se considera que no existe
ninguna razón significativa para negar la vida humana inicia desde la fecundación, que ya es una
persona y que nos compromete a cuidar su existencia, nos exige un pleno respeto a su integridad y
dignidad y todo aquello que pueda constituir como una amenaza al derecho fundamental de la vida
debe considerarse como un grave delito moral que para los cristianos equivale a un pecado.
Hay teorías que no consideran como válidas las razones expuestas anteriormente y dicen
otras cosas:
- La vida humana inicia desde la aparición del cerebro, que rige a la inteligencia. La vida
humana inicia a partir del primer mes del embarazo, antes no.
- A partir de la implantación en el útero ya puede considerarse como una vida humana, esto
ocurre en el séptimo día desde la fecundación. Incluso antes se le llama “preembrión”.
Antes no era humano y después ya se transformó.
- Si lo característico de la persona humana es la razón, entonces todo aquello que no tenga
esta capacidad no es persona, eso vale para los embriones y fetos. Se considera como el
inicio de la vida humana desde que se tiene esa capacidad.
- Está el criterio del reconocimiento. La vida humana inicia desde que los demás lo admitan.
Así una mujer que quiera abortar lo puede hacer porque es parte de su cuerpo, no puede
tomarse como una vida independiente.
- La “calidad de vida” rige el pensamiento que dicta el aborto para un embrión que tiene una
alteración que impida un “desarrollo normal”. Por ejemplo, si se diagnostica un embarazo
con síndrome de Down, se tiene derecho al aborto porque no se puede considerar como una
persona.
- Los que postulan que desde la fecundación no puede haber vida humana, es solamente un
“producto”, lo hacen por la forma en que se encuentra en la etapa de desarrollo. Una
persona tiene brazos, cabeza, tronco, etc., no es un conjunto de células. A un “producto” se
le puede cancelar en cualquier momento.
El desarrollo de la persona humana le hace pasar por una serie de etapas explicadas al inicio
del presente trabajo, ya se esclareció con la explicación dada que, efectivamente, la vida humana
inicia desde la fecundación. Es necesario ahora traer las palabras del Papa Benedicto XVI cuando
habló ante la Academia pontificia por la vida en 2006:
3. El amor de Dios no hace diferencia entre el recién concebido, aún en el seno de su madre,
y el niño o el joven o el hombre maduro o el anciano. No hace diferencia, porque en cada uno de
ellos ve la huella de su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26). No hace diferencia, porque en todos ve
reflejado el rostro de su Hijo unigénito, en quien «nos ha elegido antes de la creación del mundo
(...), eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos (...), según el beneplácito de su
voluntad» (Ef 1, 4-6). Este amor ilimitado y casi incomprensible de Dios al hombre revela hasta
qué punto la persona humana es digna de ser amada por sí misma, independientemente de
cualquier otra consideración: inteligencia, belleza, salud, juventud, integridad, etc. En definitiva,
la vida humana siempre es un bien, puesto que «es manifestación de Dios en el mundo, signo de su
presencia, resplandor de su gloria».
La postura de la Iglesia católica es defender lo que proviene de Dios: la vida misma.
Estamos llamados a continuar con la misión salvífica de nuestro Señor Jesucristo de enseñarnos la
verdad que nos hace libres (Jn 8,32). Defendamos a los recién concebidos que no tienen la culpa de
las irresponsabilidades o las malas decisiones de los demás.