1. Descriptivismo
Tendencia epistemológica según la cual la justificación última de todo
conocimiento es la descripción del mundo
Filosofía y Lingüística
Concepción epistemológica según la cual la finalidad del lenguaje del
conocimiento es la de representar el mundo “tal como es”. La mente
humana sería, según eso, como un espejo capaz de “reflejar la
realidad”
Las tres conferencias de Kripke constituyen un ataque a la teoría
descriptivista de la referencia respecto a los nombres
propios (sostenida por Gottlob Frege y Bertrand Russell), de
acuerdo a la cual un nombre se refiere a un objeto en virtud de
estar asociado con una descripción que el objeto satisface. Dio
varios ejemplos proponiendo al descriptivismo como implausible (por
ejemplo, seguramente Aristóteles pudo haber muerto a los dos años
y entonces no haber satisfecho ninguna de las descripciones que
asociamos con su nombre, pero parecería incorrecto negar que él
era Aristóteles). Como alternativa, Kripke dio una teoría causal de
la referencia, de acuerdo a la cual un nombre se refiere a un objeto
en virtud de una conexión causal con el objeto, como mediado entre
una comunidad de hablantes. De esta manera, un nombre es
un designado rígido: se refiere al objeto nombrado en todo mundo
posible en que el objeto exista. Teorías causales de la referencia
han sido elaboradas y desarrolladas por Keith Donnellan, Gareth
Evans, David Kaplan, Hilary Putnam, Nathan Salmon, y otros, y son
ahora probablemente más aceptadas que las teorías descriptivitas.
Algunas resistencias notables son Alonzo Church y John Searle.
Kripke también ha levantado la perspectiva de necesidades de
hechos que serían necesariamente verdaderos, aunque sólo podrían
ser conocidos por investigación empírica. Un par de ejemplos ya
famosos son: "Héspero es Fósforo" y "Cicerón es Tulio"; y otras
2. identidades donde dos nombres distintos se refieren al mismo
objeto. Es controversial si Kripke estaba haciendo eco del trabajo
temprano de Ruth Barcan Marcus en estas dos ideas.
Richard Rorty
Existen tres formas distintas de concebir el descriptivismo.
En primer lugar se encuentra la postura de aquellos que consideran
que todo conocimiento constituye de alguna forma una descripción;
algunos autores explican, sin embargo, que toda descripción debe
fundarse, a su vez, en algún conocimiento directo o inmediato, o sea,
que el “saber acerca de algo” debe fundarse en un “conocer algo”.
En segundo lugar, existe la postura de quienes creen que el
descriptivismo es la tarea principal o la única de la filosofía. Entran
aquí varias formas de descriptivismo, como pueden ser el
descriptivismo de Dilthey, la fenomenología descriptiva de Husserl,
o el descriptivismo lingüístico del segundo Wittgenstein; en medio de
su diversidad, algo común a todos estos autores es su aversión hacia
el constructivismo.
En tercer lugar figura la tendencia orientada a considerar el
lenguaje bajo su aspecto “descriptivo”; aquí se toma descriptivo en
una acepción general, de forma que incluye también las explicaciones.
El término descriptivo en este caso, viene a equivaler a “indicativo”,
“declarativo”, etc. Contra esta tendencia han levantado su voz
autores como Wittgenstein y J. L. Austin.
El primero arguye que no hay que exagerar el carácter descriptivo
del lenguaje, puesto que ése no es más que uno de los tantos aspectos
propios del lenguaje. Además, un lenguaje descriptivo puede ser
usado con propósitos no descriptivos (por ejemplo cuando se cuentan
chistes, etc.).
Austin, por su parte, piensa que la descripción queda casi siempre
envuelta en algún lenguaje no descriptivo, o no estrictamente
descriptivo.
3. Desde el punto de vista moral (descriptivismo ético), el
descriptivismo afirma que los juicios morales pueden ser verdaderos
o falsos.
Hay un descriptivismo ético radical según el cual para comprender
el significado de una proposición es preciso comprender las
condiciones de verdad del enunciado, es decir, hay que comprender
lo que ha de darse para que pueda denominarse verdadero. Contra
este descriptivismo se han pronunciado autores como Austin, quien
lo califica de falacia descriptiva, porque existen oraciones y
expresiones cuyo significado no está condicionado por su grado de
verdad. Tal es el caso, por ejemplo, cuando se ejecutan actos
lingüísticos expresables con los verbos “prometer o desear”, o con
expresiones de tipo imperativo (“¡recoge la ropa!”, “¡cierra la
puerta!”).
A la concepción descriptivista de la conciencia se le contrapone la
concepción constructivista (post-analítica). Mientras que, por
continuar con la comparación de Richard Rorty, para el
descriptivismo la mente es como un espejo que permite conocer las
“cosas en sí”, para el constructivismo la mente es un reflector, en el
sentido de que todo conocimiento de la realidad está mediatizado por
esquemas conceptuales que interpretan y seleccionan el material que
forma parte de un determinado ámbito de la experiencia.