2. Una hermosa mañana, cansado de vivir,
aburrido de la rutina de cada día, salí en busca de la felicidad.
Mientras iba caminando vi el fulgor rojo de las amapolas en
los campos, la blancura de las margaritas, el azul intenso de
los lirios. Hice un ramillete pero el intenso calor me lo secó
y marchitó al momento.
Esto no puede ser la felicidad, me dije a mí mismo.
3. Algo más adelante, me adentré en el bosque y vi los rayos de
sol que desgarraban la oscuridad. Corrí hacia la luz para que me
inundara pero nada más llegar una nube cruzó el cielo y apagó
la luz que yo quería abrazar. Tampoco esto puede ser la
felicidad, dije para mis adentros.
4. Oí el murmullo de un riachuelo.
Allí, en un banco de la orilla, vi un violonchelo
metido en su estuche. Traté de arrancarle una bella melodía
pero el cello sólo lanzó un sonido parecido a un sollozo.
Tampoco esto puede ser la felicidad, pensé.
5. Cansado de vivir, aburrido de la rutina de cada día,
regresé a casa con las manos vacías.
6. Al día siguiente me eché otra vez al camino.
Tan pronto como di mis primeros pasos
vi a una niña llorando a la vera del camino.
Cogí una roja amapola con la blanca margarita y
un lirio azul y se las regalé para que se consolara.
7. Un poco más lejos vi a un anciano que tiritaba de frío a la
entrada del bosque…..Cogí los rayos de sol en mis manos
y se los di al anciano para que entrara en calor.
8. Por fin, sentado junto al arroyo,
vi a un chico joven que cantaba,
cogí el cello y empecé a tocarlo
para acompañar su canción.
9. La sonrisa de la niña, el calor del anciano
y la melodía del joven fueron para mí perfume,
paz y alegría en brazos
de una felicidad redescubierta.
10. Una hermosa mañana, cansado de vivir, aburrido de la rutina de cada día, salí
en busca de la felicidad. Mientras iba caminando vi el fulgor rojo de las
amapolas en los campos, la blancura de las margaritas, el azul intenso de los
lirios. Hice un ramillete pero el intenso calor me lo secó y marchitó al momento.
Esto no puede ser la felicidad, me dije a mí mismo.
Algo más adelante, me adentré en el bosque y vi los rayos de sol que
desgarraban la oscuridad. Corrí hacia la luz para que me inundara pero nada
más llegar una nube cruzó el cielo y apagó la luz que yo quería abrazar.
Tampoco esto puede ser la felicidad, dije para mis adentros.
Oi el murmullo de un riachuelo. Allí, en un banco de la orilla, vi un violonchelo
metido en su estuche. Traté de arrancarle una bella melodía pero el cello sólo
lanzó un sonido parecido a un sollozo. Tampoco esto puede ser la felicidad,
pensé.
Cansado de vivir, aburrido de la rutina de cada día, regresé a casa con las
manos vacías. Al día siguiente me eché otra vez al camino. Tan pronto como di
mis primeros pasos vi a una niña llorando a la vera del camino. Cogí una roja
amapola con la blanca margarita y un lirio azul y se las regalé para que se
consolara.
Un poco más lejos vi a un anciano que tiritaba de frío a la entrada del
bosque…..Cogí los rayos de sol en mis manos y se los di al anciano para que
entrara en calor. Por fin, sentado junto al arroyo, vi a un chico joven que
cantaba, cogí el cello y empecé a tocarlo para acompañar su canción. La
sonrisa de la niña, el calor del anciano y la melodía del joven fueron para mí
perfume, paz y alegría en brazos de una felicidad redescubierta. Patxi Ezkiaga