El poema de Amado Nervo expresa su agradecimiento a la vida cerca del final de sus días. Reconoce que él fue el arquitecto de su propio destino y que cosechó lo que plantó, ya sea alegría o tristeza. Aunque tuvo noches de pena, también tuvo noches serenas. En resumen, la vida no le debe nada y él no le debe nada a la vida, por lo que están en paz el uno con el otro.