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EL DILEMA DEL EMPLEO, EL FUTURO DEL TRABAJO.
Manfred Nolte
En una columna del pasado mes de junio en este mismo diario, se hacia
mención al extraordinario hecho de que el trabajo no remunerado en España
equivale al 53 % de su PIB. Ante estadística tan sorprendente que se extiende
igualmente a la mayoría de los países desarrollados y que registra un porcentaje
sustancialmente mayor a medida que los países se hunden en la escala de la
pobreza, la pregunta inmediata sería la siguiente: En un futuro post industrial,
¿cómo evolucionará esta proporción?¿Se estabilizará en los niveles actuales?
¿Disminuirá? ¿O la sociedad del mañana se basará en un modelo aún más
revolucionario de trabajo no remunerado?
Convendrá previamente ponernos de acuerdo en el contenido de algunos
conceptos que en el día a día pueden prestarse a confusión, para posteriormente
abordar la respuesta a la pregunta planteada.
Comencemos con el concepto ‘trabajo’. Es obvio que no toda actividad humana
es trabajo. Comer, beber, dormir o respirar son acciones necesarias para
sobrevivir pero no se conceptúan como trabajo. Lo mismo se aplica a
determinados eventos que pueden ser estresantes como correr un maratón por
mero reto personal. Por el contrario la actividad profesional de un minero o una
cajera de supermercado se consideran trabajo. El trabajo, en consecuencia,
estaría vinculado a aquellas actividades físicas o intelectuales aplicadas a
procesos productivos, esto es, a la producción de bienes o servicios escasos y a
su posterior venta en el mercado.
Cuando el trabajo es remunerado hablamos de empleo. Pero la noción de
empleo como trabajo remunerado es solo una parte, aunque sea muy
importante, del trabajo.
El trabajo no remunerado consiste en la producción de bienes y servicios que no
se venden en el mercado. Los ejemplos más representativos son la actividad
doméstica familiar, el cuidado asistencial y el voluntariado. Cuidar a familiares
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ancianos o impedidos, acometer las tareas habituales domésticas de limpieza,
cocina o jardinería, y atender altruistamente algunas necesidades de los
emigrantes no se contabilizan en el PIB porque son un trabajo no remunerado.
El ocio es una actividad que se sitúa en la umbral del trabajo no remunerado y
reacciona al llamado criterio de ‘tercera persona’. Una actividad se considerará
trabajo si existe la posibilidad de pagar a una tercera persona para que lo
realice. Pero resulta evidente que no podemos pagar a otro para que ‘nos
escuche’ un concierto, dado que el beneficio de la acción recaería en quien la
realiza –la tercera persona- y no en quien la solicita. Esas actividades se
incluyen en el capítulo del ocio. En cualquiera de los casos, el nivel de
satisfacción y disfrute de una actividad no debe entenderse como un ingrediente
que incluya o descarte el concepto de trabajo, no forma parte de su definición.
Aclarado lo cual podemos abordar el interrogante inicial: ¿Cuál será el futuro
del trabajo en la generación del conocimiento? ¿Cual el dilema del empleo en un
mundo ultraconectado que considerará prehistóricos nuestros patrones
actuales? Gracias a la mejora de los semiconductores, los nanotubos de carbono,
el grafeno y la tecnología 5G, las comunicaciones inalámbricas dominarán el
globo terraqueo. Bajo el signo de una digitalización y automatización
consolidadas, la respuesta apunta a una creciente disminución del trabajo
remunerado en beneficio del no remunerado, fenómeno al que GIARINI y
LIEDTKE han definido como la ‘desmonetarización’ de la economía. BANCO
MUNDIAL y OCDE también parecen prever la misma pauta social.
La tendencia coincide con la transformación que TOFFLER adivinó en el
humano productivo: el ‘prosumidor’. El prosumidor consiste en el consumidor
mutado progresivamente en autoproductor. En el self-service de un restaurante
el consumidor asume determinadas funciones del camarero como adopta las del
empleado bancario al utilizar asiduamente el cajero automático para sus
operaciones bancarias. El enfermo que se envía desde el Hospital a su domicilio
para recibir en él una atención hospitalaria de costes más reducidos, también
nos adelanta pautas de eficiencia en un sistema de auto-producción
desmonetarizada, en el que la familia o los amigos asumen una parte del
cuidado asistencial tradicional. Los Jardines de Infancia del futuro se
gestionarán con la movilización de abuelos y abuelas que, por turnos y sin
remuneración, cubrirán una importante cuota del coste social familiar.
GIARINI y LIEDTKE aventuran un sistema sociolaboral de tres capas o niveles.
En el primer ciclo laboral, el de los jóvenes, coincidente con la formación
profesional o educación superior, el Estado regulará un sistema dual a tiempo
parcial como el ya existente hoy en algunos países.
El segundo seguirá correspondiendo a una economía monetarizada, pero con
importantes novedades. Sucesivamente, las jornadas de trabajo tradicional que
hace una centuria se situaban a jornada completa en las 3.500 o 4.000 horas
anuales y que hoy se limitan a menos de 2000 en gran parte de occidente, darán
paso a un trabajo remunerado con un alto grado de contratos a tiempo parcial, a
la medida, flexibles y consensuados con las necesidades de una producción
crecientemente robotizada. La oferta laboral del planeta tierra, que en las
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ultimas dos décadas se ha cuadrupicado, alcanzará a todos sus habitantes en un
sistema de mercado, pero no como hoy se la conoce. La OCDE ha aventurado
que 10 de cada 8 nuevos empleos serán para trabajadores del conocimiento. La
adaptabilidad y flexibilidad –los dos principales atributos demandados- se
extenderán a los empleados de edades más avanzadas, porque los octogenarios
serán una multitud joven, que podrán optar por una jubilación flexible y
gradual. En este nivel, el Estado garantizará a los administrados una renta
mínima instrumentada en diversos mecanismos, como el impuesto sobre la
renta negativo sugerido por MILTON FRIEDMAN y JAMES TOBIN o el
EITC(Crédito adquirido sobre el impuesto sobre la renta) auspiciado por GARY
BECKER y ROBERT BARRO.
El tercer nivel de empleo auto-productivo en una sociedad de servicios,
conocerá un auge decisivo. Por ejemplo, un creciente envejecimient0 de la
población –la edad media del ser humano sobrepasará los 85 años-
incrementará exponencialmente la demanda de los servicios de salud. Trabajos
que aun no existen, con herramientas que aun no se han desarrollado, para
resolver problemas que aun no están planetados en una economía planetaria
desmonetarizada. No perdamos de vista el futuro.