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PIB (PRODUCTO INTERIOR BRUTO).
Manfred Nolte
Imaginemos una barra de pan en una panadería cualquiera, lista para el
consumo. Una vez pagado su precio –digamos 1,50 euros- dicha cantidad pasa a
formar parte del PIB (Producto interior bruto) del país en que ha tenido lugar su
venta. A partir de este sencillo ejemplo vamos a realizar algunas
consideraciones sobre este agregado macroeconómico básico.
Aunque como indicador del bienestar y de la equidad distributiva contiene
serias limitaciones, el PIB constituye hoy en día el dato más importante de
cualquier economía, aquel que mejor sintetiza la evolución de la actividad
productiva y el que motiva, en mayor medida, las actuaciones reguladoras de los
gobiernos, a la vez que define la renta y, con ella, el potencial de pervivencia de
los ciudadanos. Sus series temporales constituyen materia prima esencial de la
investigación y el análisis del desarrollo. El ciclo económico consiste en los
movimientos ascendentes -expansión- y descendentes -crisis- del nivel del PIB
de un país o área económica en relación a su tendencias de crecimiento a largo
plazo.
El PIB es el valor monetario de los bienes y servicios finales producidos por una
economía durante un período determinado, generalmente un trimestre o un año
natural. Fijémonos en dos atributos claves de esta definición: su carácter de
valor monetario o mercantil y su condición de incluir solamente los bienes
finales. Comencemos por el segundo. El PIB computa solamente bienes o
servicios ‘finales’, esto es, los que llegan directamente a las unidades de compra
o gasto. Por el contrario no contabiliza los llamados bienes o servicios
‘intermedios’ ya que ello implicaría una doble o múltiple contabilización de lo
producido. En el ejemplo de la barra de pan, 1,50 euros son PIB pero no se
incluirán en el PIB las ventas de harina al panadero ni las de trigo a la fábrica de
harinas, ya que son ingredientes que se insertan en el precio final del pan. Pero
lo más importante viene ahora, cuando señalamos que el PIB recoge
únicamente transacciones de carácter monetario y mercantil. O sea que para
valorar el PIB necesitamos que sus ingredientes tengan un precio. O dicho de
otra manera “si no puedes contarlo, no cuenta”.
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Innegablemente, al considerar únicamente actividades mercantiles
remuneradas, el PIB implica al principio de transparencia y notoriedad de la
transacción. No puede computarse aquello que se desconoce aunque se presuma
o conozca a ciencia cierta que está sujeto a una conducta mercantil remunerada.
En su consecuencia el PIB excluye la economía sumergida y con ella todo el
trafico de operaciones irregulares, ilegales y delictivas.
Pero es que además –y con ello llegamos al corazón del asunto- al exigir una
transacción dineraria el PIB elude o subestima un amplísimo campo de la
actividad económica, al ignorar actividades tan importantes como el trabajo
doméstico, el voluntariado o el ocio. Además la subestimación del PIB es tanto
mayor cuanto menor sea el grado de desarrollo de un país. Porque en
los países menos desarrollados, las personas dedican mucho más tiempo a
realizar actividades no remuneradas que a aquellas que tienen contraprestación
mercantil. Estudios recientes arrojan cifras espectaculares: hasta un 50% del
trabajo humano no es remunerado –el 53% en España- y por lo tanto no se
registra en el PIB.
Algunas cosas resultan paradójicas. Desde la perspectiva del PIB el nacimiento
de un niño reduce la renta ‘per cápita’ mientras que la de un cordero la
aumenta. Se computa el sueldo del pastor que pastorea los corderos pero no la
actividad de quien cuida en el hogar a niños o ancianos.
Esta fotografía se amplía en situaciones de crisis como las que vive España
donde una buena parte de la economía no está sustentada por el mercado,
abriendo un delicado distingo entre los conceptos de trabajo –remunerado o no-
y empleo –siempre remunerado- y configurando un espectacular campo de
estudio sobre lo que se denomina incipientemente la ‘economía del cuidado’.
Acierta la investigadora del CSIC María-Ángeles Durán cuando señala que
“nadie comprende que España no esté en llamas y es porque medimos mal el
mercado. Tenemos mucha más economía encubierta que la que reconocemos y,
sobre todo, tenemos muchísimos recursos en forma de trabajo no remunerado
dentro de las familias y en los hogares". El trabajo no remunerado se constituye
en el gigante escondido de la economía y su tendencia anticipa un poderoso
crecimiento en el horizonte del 2050.
Dejando de lado el amplísimo campo del voluntariado, la ‘economía del cuidado’
alude al reconocimiento del trabajo doméstico no remunerado en los hogares y
otros múltiples espacios, y el cuestionamiento de la división sexual del trabajo,
pero va más allá, al proponer otra mirada sobre que debería regir la
organización de la economía en su conjunto, incluidas determinadas
modificaciones sustanciales en la medición del PIB. La economía tradicional al
relegar al limbo de lo invisible estos conceptos tan reales como novedosos elude
la responsabilidad imperiosa de ajustar los conceptos contables a las situaciones
de hecho, por embarazosas que resulten para sus postulados.
Ahora Bruselas (SEC 2010) se ha descolgado con un reglamento de efecto
directo que no encaja en ninguno de los marcos hasta aquí citados. Inclúyanse –
dice- en el PIB, estimaciones razonables de la economía sumergida en lo que se
refiere a aquellas actividades reconocidas del mundo de la prostitución y de la
droga. Esta incursión del PIB en el burdel y el mundo de las mafias –aparte
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otros conceptos como los gastos militares y los destinados a I+D+i- pueden
suponer unos 46.000 millones de euros, un salto del 4,5% a partir de setiembre
cuando la norma de Eurostat entre en vigor.
No siempre lo evidente es reconocido. Lo lógico no es activar el PIB con
estimaciones de actividades ocultas y aun delictivas sino perseguir la
clandestinidad y aflorar una actividad para que compute en pie de igualdad con
otras líneas productivas. Entretanto la economía no remunerada,
particularmente en España, se constituye en un colchón para amortiguar las
embestidas de la crisis pero también en un artefacto de carga retardada. La
magnitud del problema presente y sobre todo de las expectativas futuras tendrá
sin duda implicaciones revolucionarias.
30.06.14.