1. INTRODUCCION A LA FORMACION ÉTICA Y
CIUDADANA
Origen de la Formación Ciudadana
La función republicana del sistema educativo provincial: la formación del
ciudadano
La constitución de la provincia de Mendoza en su Art. 212º dice.:” Las leyes que
organicen y reglamenten la educación deberán sujetarse a las bases siguientes:….en su
inciso 7 establece que es obligatoria la enseñanza del idioma e historia nacional y de las
Constituciones nacional y provincial en todo establecimiento de educación, sea de
carácter fiscal o particular. En otras palabras establece la formación obligatoria del
ciudadano Según la Constitución de la Provincia de Mendoza, los docentes deben
conseguir formar a los futuros ciudadanos para la vida republicana presentada como la
mejor forma de gobierno, En general, en nuestra provincia, la formación ciudadana se
imparte desde el siglo XIX. La transmisión de esta asignatura incluso fue una de las
razones para establecer la escuela básica o de primeras letras
La materia fue siempre uno de los espacios en donde más se reflejó la fluctuación
política de nuestro país plasmándose ideas y proyectos políticos de lo más disímiles ya
que este espacio esta destinado a formar ciudadanos e influir en la vida política. Lo que
se demuestra en cambiando de nombre y contenidos en el tiempo, incluso se adaptó
durante la dictadura
La matriz fundante y el mandato “orden, higiene y patriotismo”
La etapa de conformación del sistema educativo argentino es de una importancia
trascendental, no sólo porque en dicho período se construyeron las bases
institucionales, jurídicas y administrativas de la educación pública de nuestro país, sino
porque además allí se definen las matrices sociales, políticas y culturales que habrán de
configurar las identidades, los papeles y los valores que asumirán los ciudadanos.
El rol de principalidad que asumió el incipiente Estado Nación argentino en materia
educativa, le permitió intervenir decisivamente en la construcción hegemónica de un
nuevo orden conforme a la lógica oligárquico-conservadora del proyecto político
dominante. La escuela fue una pieza clave para instaurar y perpetuar este nuevo orden
Ésta responderá a los propósitos fundamentales de civilizar a la masa de pobladores de
nuestro país, lograr su integración cultural y formar al ciudadano llevando a cabo, para
ello, una educación basada en la inculcación de valores, el desarrollo de hábitos y
actitudes y la imposición de roles.
La educación moral como educación del carácter
Una de las funciones centrales de la escuela fue la del disciplinamiento, la moralización
y “normalización” de los sujetos. Esto es, su adaptación al orden y a la norma social. Se
pretendía formar sujetos respetuosos de la ley y de las instituciones públicas,
moderados y pasivos, que tradujeran en sus comportamientos sociales una moral atada
1
2. a fuertes convencionalismos. La escuela se centró entonces en el desarrollo de hábitos
de higiene, de urbanidad y de buenas costumbres. De acuerdo con la sociobiología
positivista, el comportamiento externo definía la naturaleza de la persona, del mismo
modo en que la limpieza exterior reflejaba la interior. Por lo tanto, la escuela debía
modelar el carácter reforzando los hábitos positivos y eliminando todo aquello que era
considerado vicioso, débil, o “anormal”.
La formación Política del ciudadano
Las prácticas políticas del período configuraron tres categorías de sujetos: el dirigente,
representado por el sector de los notables, aquéllos considerados “naturalmente aptos”
para el ejercicio del poder (BOTANA, N. 1977); el elector, un grupo político de segundo
nivel que participaba ocasional e indirectamente de las negociaciones político-
económicas que se dirimen en cada elección, pero que está subordinado a las
decisiones de los dirigentes; y el sufragista, figura que engloba la masa de votantes
absolutamente desvinculada de las instancias de decisión y sujeta a la voluntad
personalista del líder político (Lobato, M., 2000). En el discurso oficial y escolar estas
categorías aparecen veladamente solapadas e incluidas en el concepto de ciudadano,
no obstante, se advierte con cierta claridad que la función de la escuela primaria era
preparar al votante, legitimando una práctica utilizada por la dirigencia como
herramienta para controlar la sucesión y generar un consenso ficticio y coactivo que
convalidara las fórmulas políticas y programas partidarios de la elite. El actor primario
del voto aparece así como un sujeto con conciencia subalterna y heterónoma.
El análisis de los discursos de los libros de texto de la época nos permiten visualizar con
patente claridad el tipo de sujeto que se quería conformar y el mandato irrevocable
trasmitido por la escuela pública.
La construcción del concepto de nación y de la identidad nacional
La formación de la élite dirigente se apoyaba en una educación cívica de corte liberal,
que trasmitía contenidos de instrucción política a partir de catecismos (políticos) como
los de los siglos XVIII y XIX. Estos contenidos, propios de los Colegios Nacionales,
enfatizaban los procedimientos e instituciones democráticas y la libre afiliación de los
individuos a una comunidad política artificial que garantizaba la defensa de sus
derechos subjetivos. La escuela primaria destinada a la formación de la masa, se
centraba, en cambio, en la promoción de sentimientos de identidad nacional y de
espíritu de patriotismo. El patriotismo, concebido como un valor moral superior, que
requería una adhesión emocional ilimitada, fue otro recurso para disciplinar y neutralizar
políticamente al pueblo, en tanto el ideal del patriota alejaba a la ciudadanía de sus
incumbencias políticas e intentaba crear un ciudadano con fuertes lazos afectivos hacia
su nación, pero políticamente pasivo.
Además, el concepto de patria era fuertemente excluyente y restrictivo. Se lo
homologaba con el de nación, buscando hacer coincidir tal adhesión emocional a los
límites de su territorio, anulando de esta manera otro tipo de identidades que
excedieran a tales límites, esto es, la de los pobladores fronterizos, los indígenas, los
inmigrantes, etc. De esta manera se potencia una doble exclusión, cultural y política,
que concilia las dos concepciones de nación en disputa: la culturalista, etnológica y
esencialista, que pretendía asociar la identidad colectiva a la pertenencia a un pueblo, a
una historia, un linaje y una lengua común; y la republicana-democrática o liberal, que
ponía el énfasis en los procedimientos e instituciones democráticas y en la libre
2
3. afiliación de los individuos a una comunidad política artificial que garantizaba la defensa
de sus derechos subjetivos.
El afianzamiento del ethos cultural
La escuela recibirá el mandato de superar el aislamiento, la miseria y la fragmentación
lingüística en un escenario social y cultural altamente complejo. Para ello propiciará la
integración nacional mediante la universalización de una visión del mundo y la
naturalización de un fondo común de verdades.
Se pretendía conformar un sustrato de creencias, valores y prácticas culturales cohesivo
y homogéneo frente a un mundo de diversidad étnica, religiosa y social creciente,
emergente de una nación que había basado su política poblacional en la inmigración
masiva. La educación primaria debía consumar el proceso de nacionalización, dirigida a
hijos de inmigrantes desplegaba un repertorio de liturgias patrióticas, rituales y
ceremonias escolares tendiente a la formación de una conciencia nacional:
“Sistemáticamente y con obligada insistencia se les habla de la patria, de la bandera, de
las glorias nacionales y de los episodios heroicos de la historia; oyen el himno y lo
cantan y lo recitan con ceño y ardores de cómica epopeya, lo comentan a su modo con
hechicera ingenuidad, y con su verba accionada demuestran cómo es de propicia la
edad para echar la semilla de tan noble sentimiento” (Ramos Mejía, J., citado por Teran,
Ó., 2000).
Esta concepción plantea dos tipos de sujetos: el pueblo, como miembro de una
comunidad culturalmente homogénea y excluyente, cuyo sentido de pertenencia se
construía emocionalmente y desvinculado de todo orden jurídico y político; y el
ciudadano, como agente autónomo del poder constitucional de un Estado de Derecho.
Pero, más allá de la promoción de sentimientos nacionalistas y de fervor patriótico, la
cuestión de qué valores debían conformar la “argentinidad” abrió una disputa entre dos
posiciones duramente antagónicas: una de ellas giró en torno a la recuperación de la
tradición, de la cultura criolla, hispanista y católica; y la otra en torno al proyecto
alberdiano y sarmientino del “trasplante de otras formas culturales que, se consideraba,
tendrían un poder civilizatorio, moralizante e impulsador del progreso.
La primera planteó una redefinición de la identidad que recuperaba la concepción
culturalista de nación al considerar que ésta es un espacio donde imperan reglas
fundadas en costumbres que no pueden ser modificadas por la política. En
consecuencia, son estas reglas y estas costumbres las que deben fortalecerse para
generar un lazo simbólico asociativo e identitario (Teran, Ó., 2000). Sin embargo, la
escuela se volcó decididamente, aunque con contradicciones, por la segunda de estas
posiciones. Heredando el mandato sarmientino, la escuela primaria y los docentes
normalistas intentaron extirpar todo rasgo que pudiera ligar a los sujetos con el pasado
indígena, colonial o montonero de nuestro país para inculcarle un nuevo imaginario
fundado en una cultura letrada, europeizante, laica y republicana, una identidad
“nacional” artificialmente construida.
De esta manera se irán conformando estructuras sociales, culturales y políticas cuya
dureza será puesta a prueba en distintos momentos de nuestra historia, pero que
finalmente entrarán en crisis y disolución. Tales estructuras estaban definidas por un
sistema de valores, de representaciones y mandatos que operaron como moldes de
reproducción social y cultural, de internalización de roles y actitudes.
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4. Justamente, la escuela argentina se caracterizó durante la mayor parte de su historia
por una sistemática acción “normatizadora” o normalizadora, disciplinadora y
modeladora.
Pero esta acción, en lugar de ser resistida, generó amplio consenso y aceptación. Este
hecho puede ser interpretado como una posible respuesta natural frente a la imposición
de moldes, debido a que, como nos muestra Carrizales Retamoza, (en Alliaud, A. y
Duschatzky L., 1998, p. 12) el molde “expresa y aspira al orden, representa un mundo
homogéneo, percibe un ideal des-historizado y fragmentado, es simplificado y ausenta
los conflictos, se acoge a la certeza y proporciona seguridad, tiene amnesia del poder y
tiende a pensar lo hegemónico como normal, lo problemático como dilemático”.
Podemos pensar, pues, que el amoldamiento que sufrían los sujetos al pasar por la
escuela les proporcionaba una visión de la vida lisa y monótona pero con una
reconfortante sensación de certeza y estabilidad frente al futuro. La escuela definía roles
y difundía valores que la familia y la sociedad avalaban y practicaban. Era una autoridad
inapelable en materia de inculcación de pautas de moralidad, civismo y urbanidad, lo
que se explica en el contexto de un estado fuerte, que avanza sobre los derechos
particulares desdibujando los límites entre lo privado y lo público, y a partir de la
ausencia de instituciones sociales que canalizaran la crítica o el malestar (Sarlo, B, 1998,
p. 71).
La inmigración permitiría trasplantar comunidades desarrolladas a nuestro suelo. La
acción espontánea de estas comunidades permitiría destruir el ascendiente del tipo
español en América, creando las estructuras necesarias para la práctica de la república
representativa. “¿Cómo hacer, pues, de nuestras democracias en el nombre,
democracias en la realidad? ¿Cómo cambiar en hechos nuestras libertades escritas y
nominales? ¿Por qué medios conseguiremos elevar la capacidad real de nuestros
pueblos a la altura de sus constituciones escritas y de los principios proclamados?
Por los medios que dejo indicados y que todos conocen: por la educación del pueblo,
operada mediante la acción civilizante de Europa, es decir, por la inmigración...”
(Alberdi, J. B., 1981, p. 72).
Montonera era el nombre, con carácter despreciativo, que recibía el grupo de gauchos a
caballo que acompañaba a los caudillos en sus luchas durante la guerra civil argentina
del siglo XIX.
Lo que la mirada nostálgica, no sometida al tamiz de la crítica, parece extrañar es
aquella situación de contornos claros, bien definidos, de lugares y funciones
predeterminados, donde la escuela parecía un lugar estable, atemporal, alejado de los
conflictos, donde la misión educadora en valores se realizaba sin interferencias y
contaba con un éxito asegurado por el apoyo de las familia y la comunidad.
¿Cuáles son algunos de los propósitos de Formación Ética y Ciudadana?
Uno de los propósitos esenciales es formar ciudadanos capaces de participar en una sociedad pluralista
y democrática. La democracia y el pluralismo exigen de todos nosotros una actitud de respeto y
reconocimiento de las diferencias individuales, grupales y culturales, de acuerdo con la Constitución
Nacional y los Tratados y Pactos que, luego de la Reforma de 1994, han adquirido rango
constitucional.
Si la intención es formar ciudadanos reflexivos, críticos y autónomos, el modo de transmitir los
valores que deben ser compartidos por todos es contrario al adoctrinamiento o la inculcación,
modalidades que han sido comunes para la educación moral tradicional Por el contrario, se pretende
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5. que los estudiantes incorporen esos valores de manera consciente reconociendo la necesidad de
comprometerse con ellos para su defensa.
Para lograr estas propuestas la escuela debe comprometerse a brindar herramientas para que los
alumnos sean capaces de elaborar juicios morales y juicios políticos acerca de la realidad en la que
viven y generar en ellos el compromiso necesario para la construcción de proyectos comunes dentro
del marco que ofrece la vida en democracia. Por estas razones, se ocupa del desarrollo y del ejercicio
de la argumentación, el diálogo y la participación.
¿En qué se diferencia Formación Ética y Ciudadana de la Educación Cívica tradicional?
La educación cívica tradicional ha tenido como uno de sus objetivos que los estudiantes "conozcan"
las normas constitucionales. En Algunos casos, se ha pretendido la memorización de dichas normas
sin conexión alguna con el contexto social e histórico. la educación cívica (en sus distintas variantes)
se redujo a ser transmisora de información que, incluso se llevó a cabo durante períodos dictatoriales.
En estos períodos, la disociación entre el estudio de la norma y los hechos llegó a su máxima
expresión, impidiendo una mirada crítica sobre lo que ocurría. Formación Ética y Ciudadana, en
cambio, es una propuesta que sólo adquiere validez dentro de un sistema democrático. No se puede
concebir una formación ética y ciudadana en un sistema en el que la persona no sea considerada un ser
libre, un ser capaz de elegir y desarrollar su plan de vida, capaz de opinar y desarrollar su juicio
crítico, de determinarse, de participar de la creación de normas y de la deliberación sobre la toma de
decisiones públicas. En este sentido, no alcanza con el conocimiento de normas. La transmisión
dogmática de las normas impide el análisis crítico y una visión dinámica del derecho y de la realidad
política.
¿Existen diferencias entre formación ética y formación moral?
Desde el punto de vista etimológico, las palabras 'ética' y 'moral' se refieren a los hábitos y las
costumbres. Aunque en el uso cotidiano aparecen como sinónimos, proponemos algunas diferencias
para su tratamiento disciplinar en la escuela:
· la moral puede definirse como el conjunto de normas, va10res y costumbres que rigen en un
grupo (ya sea éste social, cultural, étnico, religioso). Siguiendo esta definición, en una determinada
sociedad pueden convivir morales diversas.
· la ética puede definirse como una reflexión sobre el origen, la articulación y el fundamento de los
conjuntos de normas, valores y costumbres de los grupos humanos. Por ejemplo, la ética se pregunta
porqué ciertas- normas nos parecen justas o por qué algo es considerado valioso.
Esta distinción es útil para entender el carácter peculiar de la formación ética. La formación ética
pretende brindar a los alumnos herramientas para que sean capaces de: analizar críticamente,
fundamentar conductas propias y ajenas, reflexionar sobre el sentido y funcionalidad de las normas,
argumentar a favor y en contra de posturas valorativas diversas, debatir con el fin de explicitar las
diferencias e indagar el modo de llegar a acuerdos posibles para la acción colectiva.
¿Qué es la ciudadanía?
No existe un concepto único de ciudadanía, ya que ésta es el resultado del proceso histórico, cultural y
social de cada país.
Inicialmente se resaltaba más los derechos ciudadanos por contraposición a los antiguos regímenes en
los que prevalecían las ideas de deberes, obligaciones y lealtades, por tanto, destacaba una definición
de ciudadanía pasiva en la que los ciudadanos solamente tenía derechos y no tanto responsabilidades.
Se puede definir a los ciudadanos como
Un individuo con un conjunto de derechos garantizados por el Estado y con responsabilidades hacia la
comunidad política de la que forma parte.
El Ciudadano en General es la persona que forma parte de una sociedad. la condición de miembro de
dicha comunidad se conoce como ciudadanía, y conlleva una serie de deberes y una serie de derechos
que cada ciudadano debe respetar y hacer lo suyo que se cumplan como un ciudadano.
Etimológicamente, el término tiene su origen en ciudad, ya que originalmente ésta era la unidad
política más importante. Con el tiempo la unidad política pasó a ser el Estado y, hoy en día, nos
referimos a ciudadanos y ciudadanas respecto a un Estado (por ejemplo, ciudadanos argentinos).
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6. La ciudadanía es un estatus concedido a aquellos que son miembros totales de una comunidad. es
decir aquellos que pueden ejercer en forma plena todos sus derechos yresponsabilidades. Todos los
que poseen el estatus son iguales respecto a los derechos ydeberes con los que está dotado dicha
condición.
Esta definición hace referencia por igual a los derechos y responsabilidades que tienen los individuos
como miembros de una comunidad política. Es decir incorpora los componentes de la ciudadanía
pasiva y la ciudadanía activa.
Tradiciones que influyen en la conformación de la ciudadanía
La formación de la ciudadanía es el resultado histórico de tres tradiciones muy diferentes, las cuales se
han combinado en forma diferente en diversos países dando lugar a diversos tipos de ciudadanos.
Estas tradiciones son:
La Republicana: Vida pública y bien común por encima del individuo. Propicia la ciudadanía activa.
Propicia el cumplimiento de las llamadas virtudes cívicas.
La liberal: Toma como centro de la ciudadanía al individuo y como valores fundamentales los
derechos civiles. El individuo prevalece sobre el bien común.
La Democrática: Propugna la igualdad de todos los ciudadanos, la justicia y el autogobiemo.
Elementos de la Ciudadanía
a) la ciudadanía supone la existencia de individuos con cierta autonomía, con capacidad de pensar
y decidir con criterio propio.
b) la existencia y reconocimiento de derechos civiles, políticos y sociales.
c) la posibilidad de ejercer esos derechos.
d) la existencia de un sentimiento de pertenencia a una comunidad política.
e) la capacidad de decidir libremente y de participar activamente en los asuntos públicos. f ) la
capacidad de participar en la riqueza y el bienestar que produce una sociedad.
Los Derechos Ciudadanos
La ciudadanía supone el ejercicio de tres tipos de derechos:
a) Derechos civiles:
Libertad de propiedad, libertad de contrato, de pensamiento, opinión, de conciencia ,religión y
expresión, de movimiento o de libre tránsito, a la justicia.
b) Derechos políticos:
A elegir y ser elegidos, a participar en los asuntos públicos, al voto, etc. c) Derechos sociales:
Derecho a la vida, a la alimentación, al trabajo, a la sindicalización, a la seguridad social, a la vivienda
a 1 a salud a la educación.
Surge una pregunta: ¿Podemos ser ciudadanos/ as iguales en una sociedad totalmente desigual?
¿es posible que todos tengamos los mismos derechos y las mismas obligaciones siendo tan
desiguales?
Las Ciudadanías Diferenciadas
1. L a ciudadanía no es sólo un status determinado, definido por un conjunto de derechos y
responsabilidades. Ella es también una identidad, una expresión de la propia pertenencia a una
comunidad política.
2. Es evidente, sin embargo, que muchos grupos - negros, mujeres, pueblos aborígenes, minorías
étnicas y religiosas, homosexuales y lesbianas - todavía se sienten excluidos de la "cultura común", a
pesar de poseer los derechos comunes de la ciudadanía. Los integrantes de estos grupos se sienten
excluidos no sólo debido a su status socioeconól11ico sino también por su identidad sociocultural: su
"diferencia".
3. Estos grupos sólo pueden ser integrados a la cultura común si adoptamos una concepción de la
"ciudadanía diferenciada" (Young 1989; 1990). En esta perspectiva,
Los miembros de ciertos grupos serían incorporados a la comunidad política no sólo como individuos
sino a través de sus respectivos grupos, y sus derechos dependerían, en parte, de su pertenencia a
ellos, por eso hoy se habla de una ciudadanía diferenciada y de derechos diferenciados, derechos
colectivos.
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7. Ciudadanía como posesión de derechos y de obligaciones
El concepto de "ciudadanía" es un concepto histórico y dinámico cuyos contenidos han variado a lo
largo de los tiempos. Hay consenso en definir ciudadanía como un conjunto de derechos y
responsabilidades de las personas en el marco de una comunidad determinada. Pero determinar
quiénes son las personas reconocidas como ciudadanas y cuáles son esos derechos yesos deberes, son
asuntos sobre los que generalmente existen controversias y que dependen de contextos históricos y de
relaciones de fuerza entre los distintos actores políticos que participan del juego democrático.
Actualmente existe un renovado interés por la ciudadanía. Este interés está motivado por diversos
factores. Uno de ellos es la preocupación por el hecho de que en las sociedades actuales la ciudadanía
parece reducirse al ejercicio del voto en elecciones periódicas de autoridades. Además, los ciudadanos
no se sienten representados por los políticos a los que votan, y expresan poca confianza hacia los
poderes del Estado (por ejemplo, hacia el Poder Judicial], ya sea porque estos poderes no actúan en
forma independiente o porque se muestran
, poco dispuestos a resolver los graves problemas que sufre la sociedad. Pero también este interés
reconoce signos positivos. Nuevas formas de participación y de organización de sectores perjudicados
por las sucesivas crisis, logros alcanzados por nuevos movimientos sociales y diversas acciones
colectivas, indican el surgimiento de renovadas maneras de ejercer la ciudadanía.
La ciudadanía consiste especialmente en asegurar que cada cual sea tratado como un miembro pleno
de una sociedad de iguales. La manera de asegurar este tipo de sociedad es otorgar a los individuos un
número creciente de derechos de ciudadanía. Estos derechos son reconocidos por igual a todos los que
son miembros plenos de una comunidad, independientemente de la clase social a la que cada
ciudadano pertenezca.
El concepto de ciudadanía puede dividirse en tres estratos: ciudadanía legal, ciudadanía política y
ciudadanía social. Cada aspecto se caracteriza por un conjunto de derechos.
La ciudadanía legal es la totalidad de derechos que tienen los ciudadanos en asuntos concernientes a la
ley. Es la dimensión jurídica de la ciudadanía. Desde esta dimensión, la ciudadanía se entiende como
un andamio legal que estructura las relaciones entre los individuos.
Esta legalidad se expresa a través de la definición de un conjunto de derechos que son portadas por
quienes pertenecen a un Estado. la ciudadanía legal I incluye todos los derechos civiles que están
vinculados con la libertad (libertad de palabra, de asociación, de circulación, de pensamiento, de
religión, de propiedad, de contratar) y que suponen la igualdad ante la ley.
La ciudadanía política incluye los derechos políticos, reconociendo el derecho al sufragio y a la
participación política en carácter de elector o de dirigente.
La ciudadanía social atribuye a los sujetos el derecho a un nivel adecuado de educación, de salud, de
trabajo, de vivienda y de seguridad social.
El desarrollo de la ciudadanía social (es decir, de los derechos sociales) permite ampliar capacidades
que habilitan a los ciudadanos para el ejercicio de los derechos políticos. Es decir, la ciudadanía social
desarrolla en los individuos las capacidades necesarias para participar activamente en el terreno
político. la ciudadanía política depende de la ciudadanía social porque, si los individuos no tienen, por
ejemplo, una adecuada educación, no podrán acceder a la información necesaria que les permitirá
tomar decisiones políticas o acceder a espacios públicos de discusión.
El universalismo limitado de la ciudadanía
Jurídicamente, la ciudadanía es un título que sirve para reconocer la pertenencia de una persona a un
Estado y su capacidad individual como miembro activo de éste. Equivale al reconocimiento de una
serie de derechos y de deberes relacionados con la participación en la esfera pública. la ciudadanía
posee una especial dignidad. Se trata de una cualidad que el Estado le reconoce al individuo por el
hecho de pertenecer a una comunidad política.
La ciudadanía no es únicamente un sistema de protección de derechos. Es también un sentimiento
común de pertenencia. la ciudadanía implica, entonces, un universalismo limitado: se aplica a casi
todos los adultos en el territorio de un Estado organizado según un régimen democrático. No incluye,
por ejemplo, a los extranjeros que viven dentro de ese territorio.
Este universalismo limitado de la ciudadanía se distingue del universalismo ilimitado de los derechos
humanos. los derechos humanos deben ser garantizados a todas las personas sin excepción en todo
tipo de países y Estados.
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8. Pero si atendemos a los derechos que, según Marshall, deben ser reconocidos a los ciudadanos, sólo
los derechos políticos (especialmente, a votar libremente en elecciones periódicas y a ejercer cargos
públicos) son los que quedan limitados a quienes pertenecen (por nacimiento o por elección) a un
Estado determinado.
Ciudadanía simbólica
La ciudadanía no se limita a aspectos legales ni puede ser definida sólo en términos de derechos. la
ciudadanía tiene también un componente simbólico. En sociedades multiculturales como la nuestra,
puede suceder que una persona sea reconocida legalmente como ciudadana de un Estado pero que
simbólicamente sea excluida de la comunidad a la que pertenece. Por ejemplo, si el Estado no
reconoce como una de sus lenguas a la lengua que habla un grupo de ciudadanos pertenecientes a un
pueblo indígena, estas personas estarían siendo excluidas de la ciudadanía simbólica.
La religión suele ser un componente muy importante en la identidad de las personas. Si una sociedad
no es homogénea en materia religiosa, el Estado no debería identificarse con ninguna religión. Por
ejemplo, en Inglaterra el símbolo central del Estado, la reina, es anglicana, pero muchos ciudadanos
de ese país no son anglicanos, y pueden sentirse excluidos de este nivel simbólico de la sociedad.
Desde este punto de vista, el acervo simbólico de una sociedad no debería contener símbolos dirigidos
contra una minoría, pues la estaría excluyendo de un aspecto muy importante propio de la
ciudadanía.
Nacionalidad y ciudadanía
Ser un ciudadano es ser un miembro de la comunidad política. En el concepto de Marshall, la
comunidad política que concede el estatus de ciudadano es el Estado-Nación: "la ciudadanía ... es, por
definición, nacional" (Marshall 1964: 72). Típicamente, en las sociedades modernas el Estado-Nación
es el lugar privilegiado de la ciudadanía (Brubaker 1992). Como consecuencia, "la ciudadanía y la
nacionalidad han llegado, inextricablemente, a entrelazarse" (Pierson 2004: 128). El Estado-Nación
moderno es simultáneamente una organización territorial con monopolio sobre los medios de
violencia- (Weber 1968), y una institución de membresía, una asociación de ciudadanos- (Brubaker
1992). Este estrecho vínculo entre ciudadanía y nacionalidad es reforzado por una configuración
internacional en la que los Estados se mantienen como los actores claves en la política mundial
(Giddens 1985; Pierson 2004); en tanto que la ciudadanía legal se convierte en "un sistema de archivo
internacional, como un mecanismo para ubicar a las personas en los Estados" (Brubaker 1992: 31).
Sin embargo, esta fusión conceptual oscurece las contribuciones del concepto de ciudadanía como
dispositivo analítico para estudiar el "contrato implícito entre los ciudadanos y el Estado" (King 1999:
19). Una cosa es ser miembros legales de un Estado-Nación y otra muy diferente tener "una parte de la
herencia social. .. un reclamo para ser aceptados como miembros absolutos de la sociedad, es decir,
como ciudadanos" (Marshall 1964: 69-70). Es por lo tanto útil distinguir entre: a) membresía legal, la
que la Declaración Universal de los Derechos Humanos llama "el derecho a la nacionalidad"
(Naciones Unidas 1948); y b) ciudadanía, la cual implica una cierta cualidad en la relación entre el
individuo y el Estado. Esta diferenciación es destacada por Silver (1997), quien distingue "membresía
formal" de "ciudadanía sustantiva". La primera tiende a ser una categoría clara y cortante, fundada en
la ley, mientras que la última se ocupa de los derechos adquiridos (entitlements), y de derechos
(rights) y deberes otorgados a individuos y grupos. La ciudadanía legal, observa Brubaker (1992:31),
es tanto un "objeto de exclusión" (prerrequisito para otros derechos) como un "instrumento de
exclusión" (un estatus cuyo acceso es restringidQ). Para mayor claridad conceptual en el resto de este
artículo, voy a quebrar la unión entre ciudadanía y nacionalidad, usando el término ciudadanía para
denotar membresía absoluta en una comunidad política dada, y nacionalidad o ciudadanía legal para
referir a la dimensión legal de esa membresía.
Ciudadanía formal y sustantiva
De acuerdo a Kabeer (2000: 86), la exclusión social surge cuando los mecanismos institucionales de
distribución de recursos y de valoración social "sistemáticamente niegan a grupos particulares los
recursos y el reconocimiento que les permitirían participar completamente en la vida de esa sociedad".
Consecuentemente, la exclusión es lo opuesto de una ciudadanía activa. Esta relación inversa es
señalada por Batsleer y Humphries (2000: 2), cuando ellos observan que "ser ciudadano es ser
incluido". ¿Qué significa entonces participar completamente en la vida social? ¿Cuáles son los
componentes de la ciudadanía sustantiva? Marshall (1964) diferenció tres componentes, que King.
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9. (1999) re-etiquetó como "el triunvirato de la ciudadanía", lIamándolos derechos civiles, políticos y
sociales.
Componentes de la ciudadanía
Derechos Civiles Derechos Políticos Derechos Sociales
Libertad individual Participación política Bienestar social
Habeas Corpus; Derecho a elegir y ser Derecho a la
Libertad de expresión, elegido educación, a la
pensamiento y credo; seguridad social, al
debido proceso de ley; cuidado de la salud
libertad contractual
Disfrutar la ciudadanía sustantiva es por lo tanto ser partícipe de este triunvirato de derechos y al
mismo tiempo ser responsable de un conjunto de obligaciones y deberes. La especificación de estos
deberes discrepa de una sociedad a otra, involucrando un "balance precario entre
derechos y obligaciones" (Wolfe 2002: 107). Esta podría incluir el servicio militar, la participación en
el mercado de trabajo, pagar impuestos, obedecer las leyes aun si ellas chocasen con creencias
personales, o la maternidad (Marshall 1964; Brubaker 1992; King 1999; Wolfe 2002). Estos deberes
no son parte de una relación contractual explícita (Pierson 2004), pero demandan un "sentido vivo de
la responsabilidad hacia el bienestar de la comunidad" (Marshall 1964: 112), basado en lo que Parekh
(2002) llama un "sentido común de pertenencia". Consecuentemente, la ciudadanía es un camino de
doble vía, no solamente en la articulación de los derechos y deberes tradicionales, sino también en la
sutileza del sentido de pertenencia: "ser aceptado y sent![se bienvenido" (Parekh 2000: 342). La
ciudadanía, en resumen, "significa y hace realidad tal aceptación recíproca" (Parekh 2002: 6).
Además, la ciudadanía es un concepto profundamente político, delineado por las negociaciones
políticas y las relaciones de poder (Wolfe 2002b). Como tal, implica un compromiso cívico y un
activo rol en la toma de decisiones. Esta participación requiere, como Silver (1997) señala, la
existencia de una' esfera pública incluyente y de una cultura política igualitaria basada en leyes
básicas y arreglos constitucionales. La ciudadanía es inherentemente relacional. Uno sólo puede ser
definido como ciudadano al empezar a ser igual a los demás (MarshaIl1964), yen relación al Estado.
Como Wolfe (2002: 107-8) plantea, "la ciudadanía requiere al Estado ... sin un Estado, sin todos los
derechos y deberes que un Estado requiere, no podría haber ciudadanía". Además, esta también
requiere una concepción que incluya tanto los derechos individuales como los de grupo. Como la
exclusión social es principalmente un fenómeno de grupo (Kabeer 2000), los derechos de la
ciudadanía definidos individualmente son impropios para combatir la exclusión social basada en
consideraciones grupales (Silver 1997). En resumen, la ciudadanía activa y sustantiva incluye los
derechos civiles, políticos, sociales, derechos colectivos o grupales, pertenencia y compromiso cívico.
Obviamente esto es un ideal político, que sirve como objetivo y medida del progreso social en la
expansión de los derechos humanos (Marshall 1964). Bajo esta óptica, la ciudadanía
incompleta/fallida es la piedra angular de la exclusión social. (Rodgers, Gore et al. 1995).
La confianza como base de la democracia y de la ciudadanía
La democracia puede ser entendida como una forma de gobierno o también como una forma de vida.
Entenderla sólo como forma de gobierno es considerar su aspecto instrumental. La democracia, desde
esta visión, es un procedimiento que permite resolver pacíficamente las disputas o conflictos y que los
ciudadanos exijan a. los gobernantes la satisfacción de sus necesidades. En general, esta manera de
concebir la democracia no pone el énfasis en la participación activa de los ciudadanos. Los
procedimientos de la democracia instituyen que los ciudadanos deben pronunciarse periódicamente
por medio del voto y controlar la acción de los representantes a través de mecanismos claramente
estipulados.
En cambio, entender la democracia como forma de vida alude al valor de la participación ciudadana
como actividad intrínseca y consustancial al desarrollo de las cualidades propias del ser humano.
Participar no se reduce a emitir un voto "cada determinado número de años", sino que implica actuar
junto con otros con el fin de llevar a cabo un proyecto común. En este sentido, se entiende que la
democracia no es sólo una forma de gobierno o procedimiento de toma de decisiones políticas, sino
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10. también una forma de vida que promueve la acción ciudadana y la libertad de los individuos. Y que
esa forma de gobierno se fortalece y se consolida gracias a la participación activa, cotidiana y
permanente de los ciudadanos.
Es claro que "democracia" como forma de gobierno y "democracia" como forma de vida no se
contraponen sino que se complementan y tienen un punto en común: el gobierno debe recaer en manos
de personas corrientes (los ciudadanos adultos) y no en personalidades "extraordinarias". La
democracia descansa sobre prácticas sociopolíticas de confianza en el ciudadano y de los ciudadanos
entre ellos. No se trata de una confianza en los dirigentes políticos sino en los ciudadanos y entre
ciudadanos: sobre este principio reposan las instituciones y prácticas democráticas.
Su éxito o fracaso depende de los ciudadanos y políticos, de su nivel de preparación para la
participación, la gestión y la administración de los asuntos comunes.
La democracia es una antigua idea que expresa algo simple: la pretensión de dar una mayor capacidad
de deliberación, pensamiento y reflexión no a personas extraordinarias, sino a la ciuddanía. La
democracia entraña confianza en la capacidad de deliberación y de acción de los ciudadanos.
Por eso, cuando se exacerban el control y el estado policíaco la democracia se resiente. La
desconfianza en el otro es la que genera la preocupación, la que engendra el control, y el control del
control. En la democracia la confianza permite a los ciudadanos vivir en libertad y hacerse
responsables de esa libertad. En la democracia se prefiere la cooperación al control..
La confianza consiste en dejar una parte de iniciativa a otro, aceptar que el porvenir puede, en parte,
descansar sobre la acción de otro diferente a uno. La confianza no es abandono sino emancipación.
Instituye sujetos en una libertad común. Es la aceptación del riesgo de renunciar a un poder.
Según Hanna Arendt, filósofa alemana, el poder corresponde a la capacidad humana, no simplemente
para actuar, sino para actuar concertadamente. El poder nunca es propiedad de un individuo;
perten.ece a un grupo y sigue existiendo mientras el grupo se mantenga unido.
• Reunidos en grupos, confeccionen una lista de obligaciones ciudadanas y otra de responsabilidades
ciudadanas. Luego, brinden ejemplos de acciones responsables de las que hayan tomado
conocimiento. Compartan estas listas y ejemplos con los otros grupos.
Las responsabilidades u obligaciones ciudadanas
La idea de que la ciudadanía es un estatus que da derechos es una concepción que dice poco sobre la
responsabilidad de tos ciudadanos de participar en la vida pública. Por eso, es necesario complementar
la aceptación de los derechos de ciudadanía con las responsabilidades y virtudes ciudadanas.
Referirse a la responsabilidad de los ciudadanos no es lo mismo que referirse a sus obligaciones. Por
ejemplo: los ciudadanos tienen la obligación de pagar sus impuestos pero no tienen obligación de
participar en un partido político o en un organismo no gubernamental. Si participan es porque se
sienten responsables ante sus conciudadanos.
La responsabilidad va más allá de la obligación. Es una acción guiada por la conciencia y hasta puede
ser una acción que cuestione algunas de las obligaciones impuestas por el Estado. Por ejemplo. la
desobediencia civil es un tipo de acción colectiva que cuestiona alguna medida gubernamental o
alguna ley por considerarla injusta. Esa desobediencia lleva a incumplir alguna obligación, pero no es
irresponsable ya que las personas que realizan esa acción cuestionan públicamente esa medida o
ley y luchan por modificarla, haciéndose cargo ante los demás de los efectos o consecuencias que
pueda tener ese incumplimiento.
El ciudadano actúa con responsabilidad cuando realiza ciertas acciones públicas incluso cuando no
está obligado a hacerlas. Las lleva adelante en lugar de replegarse en la inacción y aun sabiendo que
esa inacción no le acarrearía costos personales.
Este tipo de responsabilidad hacia otros está en la base del comportamiento solidario y se vuelve muy
significativo en tiempos difíciles (como han sido los tiempos de la dictadura militar).
El movimiento de derechos humanos es un caso paradigmático del papel crucial que desempeña la
acción ciudadana responsable. Las personas que se comprometieron y se comprometen en la lucha por
los derechos humanos no tenían ni tienen ninguna obligación de hacerla. El movimiento de derechos
humanos está constituido por un grupo de organizaciones solidarias sostenidas en la responsabilidad
social de sus miembros. Son organizaciones que cumplen una doble función: legitimar la demanda
frente al Estado y promover cambios en las prácticas estatales. Y desarrollan una doble didáctica:
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11. enseñan cómo se demandan derechos y cómo se ejerce el control ciudadano sobre el aparato del
Estado, al hacer un continuo monitoreo de la gestión estatal en relación con los derechos humanos.
La responsabilidad ciudadana es solidaria pues se aplica a los asuntos que afectan a la comunidad. No
es la responsabilidad individual referida a los asuntos privados.
Procesos sociales de construcción de ciudadanía
Los ciudadanos excluidos de los circuitos económicos y sociales (en especial, las personas
desempleadas que no logran reinsertarse en el mercado laboral formal) no pueden ejercer plenamente
los atributos correspondientes a su condición de ciudadanos. Lo económico condiciona lo político
negando no tanto la dimensión legal de los derechos sino más bien el ejercicio efectivo de los mismos.
Esta realidad que viven millones de ciudadanos en América Latina configura una "ciudadanía
incompleta" o "ciudadanía de segunda clase': Con frecuencia, se apela al Estado como la instancia que
debe subsanar esa realidad y brindar una ciudadanía real y simbólica plena.
Sin embargo, cabe preguntarse si la práctica estatal agota la posibilidad de construcción de ciudadanía,
o si además del ciudadano del Estado se puede reconocer un ciudadano de la sociedad civil.
En los últimos tiempos, la sociedad civil ha mostrado su capacidad de construir ciudadanía "desde
abajo" a través de modos nuevos de organización y participación que no dependen de las instituciones
brindadas por el Estado. Estos modos permiten comprobar que la sociedad civil ha logrado, en
ocasiones, que muchas personas abandonen su condición de excluidos a través de la participación
horizontal, la iniciativa y el diálogo.
Un repaso de las noticias del día nos confirma que en América Latina existe una gran distancia entre
los derechos definidos formalmente y lo que sucede en la práctica.
Es común que las personas más castigadas por esta realidad la vivan como si fuera "normal", como si
las diferencias y las jerarquías sociales fueran naturales. Y la relación que establecen con el Estado no
es en términos de ciudadanía, derechos y obligaciones, sino de ciientelismo y de paternalismo.
Pero también es cierto que América Latina es una región que tiene una historia rica y compleja de
luchas populares que impulsaron la expansión de la ciudadanía y los derechos. Las luchas campesinas,
las protestas obreras, los movimientos populares antiguos y recientes, las movilizaciones políticas, son
datos que también forman parte de esta realidad. En nuestro país, las respuestas a las crisis políticas y
económicas de los últimos años han sido muy novedosas y han dado lugar a dispositivos de
democracia directa ya modelos de autogestión.
Ejemplos de Procesos sociales de construcción de ciudadanía
Al día de hoy, existen 150 empresas en todo el país que fueron recuperadas luego de un proceso de
quiebra y 11 mil obreros que trabajan de manera autogestiva. En una reunión celebrada en la sede
de Poder Ciudadano, Diego Kravetz, abogado del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas,
explicó las claves, conflictos y desafíos de un proceso que sirve como termómetro de las urgencias
del país.
"Empresa que cae debe ser recuperada por los trabajadores. No hay otra solución si no se quiere
aumentar los niveles de exclusión ni dilapidar los capitales nacionales. Además, las empresas
recuperadas no generan más gasto que los planes sociales para desocupados", subrayó Kravetz.
El Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas es una organización apartídaria que agrupa a 70
fábricas que hoy por hoy funcionan bajo la modalidad de trabajo autogestivo. Su lema es "ocupar,
resistir y producir" y su prioridad, mantener lafuente de trabajo.
"Cuando se produce una quiebra, el trabajador no cobra nada, y tampoco se puede reinsertar en el
mercado laboral. Por eso, lo que tratamos desde el Movimiento es que los trabajadores puedan
quedarse con los medios de producción y conservar el empleo de manera legal. "
"Luego de declarada la quiebra o del abandono de la empresa por el dueño, el primer objetivo es
evitar que la fábrica sea 'fajeada", es decir, clausurada con fajas judiciales que impiden el ingreso a
sus trabajadores. Esto supone una ardua batalla tanto con la policía como con los propios jueces.
Ahora, cada vez hay más síndicos que en estas situaciones suelen nombrar a los obreros como
depositarios judiciales de los bienes", señaló Kravetz. El paso posterior es solicitar ante la justicia la
continuidad de la empresa bajo la figura legal de una cooperativa formada por sus ex empleados. "El
último paso -y el más complicado- es buscar apoyo
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12. Qué se entiende por sociedad.
Una sociedad es el conjunto de personas, unidas establemente entre sí con el objeto de lograr algo en
común. , Los elementos necesarios para que se constituya una sociedad, son los siguientes:
1º Pluralidad de miembros. Ante todo, es necesario que haya más de una persona. Nadie puede formar
una sociedad consigo mismo. La pluralidad de miembros es el primer requisito.
2º Unión. Las personas deben estar unidas entre sí por la inteligencia: saber lo que se proponen; y por
la voluntad: estar decididas a conseguirlo. Como se trata de unión de inteligencias y voluntades, se la
llama unión moral.
3º Estabilidad. La unión entre los miembros de la sociedad, debe ser estable, es decir, duradera.
Si la unión de las inteligencias y de las voluntades fuese solo momentánea, -no se habría constituido
una verdadera sociedad, como sucede con las personas que viajan en un avión: conocen todas la meta
hacia donde se dirigen, todas quieren llegar allí y para eso emplean un mismo aparato; sin embargo,
esa unión de inteligencias y voluntades es transitoria, dura lo que dura el viaje.
4º Bien común. Toda sociedad se forma para lograr algo que beneficie a los asociados. No se concibe
que se forme. una sociedad para nada.
La finalidad que se propone la sociedad debe ser algo bueno y honesto, por eso se lo denomina "bien",
y como debe beneficiar a todos y a cada uno, se dice "común".
Si una sociedad tuviera como finalidad algo malo, sería una asociación ilícita, sin ningún derecho de
existir; p. ej., las bandas de asaltantes, ladrones de autos, etc.
El carácter de una sociedad queda determinado por su finalidad: sociedad industrial, artística,
científica, religiosa, deportiva, mutual, etc.
5º Medios adecuados. Los asociados deben usar recursos convenientes y proporcionados para lograr lo
que se han propuesto, así como el médico para sanar al enfermo emplea medios aptos para su
propósito: análisis, medicinas, régimen alimenticio, etc.
6º Autoridad. La autoridad es otro elemento de la sociedad. Es indispensable que haya alguien con
poder de dirigir y obligar a los socios a cumplir los compromisos que han contraído al fundar o al
ingresar en una sociedad.
El Estado moderno como forma histórica de organización social
Más allá de las diferencias sobre su origen o sus funciones, los investigadores sociales coinciden en
señalar una serie de rasgos o atributos que definen a los Estados modernos y los diferencian de otras
formas de organización política adoptadas por las sociedades a lo largo de la historia, como la ciudad-
estado o el imperio. Estos rasgos son: el control sobre una población y un territorio, el uso exclusivo
de la fuerza legítima, un sistema de leyes, un aparato burocrático y la soberanía frente a otros Estados.
Para ir por partes: el Estado moderno es una institución que tiene la capacidad de control sobre una
población y el dominio exclusivo sobre un territorio. Esa capacidad de control sobre la población
significa que el Estado detenta el uso exclusivo de la fuerza legítima, es decir que la sociedad sólo
reconoce al Estado la posibilidad de formar ejércitos o cuerpos de policía para mantener el orden o
defender el territorio. El Estado ejerce control sobre un territorio, que tiene límites precisos
establecidos mediante acuerdos con otros Estados, de tal manera que, ningún otro Estado tiene
derechos sobre él.
El control sobre la población no está basado únicamente en el uso efectivo o potencial de la fuerza:
también está fundado en un consenso. Los individuos que integran el Estado están de acuerdo en
formar parte de él y aceptan su sistema de normas imperante. Este es otro rasgo específico del Estado
moderno: cumple sus fines a través de un sistema de leyes y un aparato burocrático, es decir, una serie
de instituciones, funcionarios y organismos públicos estables, que no actúan según su voluntad
personal o por intereses particulares, sino según criterios establecidos legalmente, independientemente
de quien ejerza la autoridad. Es corriente el uso del término Estado para referirse sólo a este último
aspecto, el conjunto de las instituciones públicas. En este sentido, el Estado se diferencia del gobierno,
que es el conjunto de órganos, agentes y representantes mediante los cuales obra el Estado; son
quienes ocupan en cada momento los cargos públicos.
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13. Por último, otro rasgo que define al Estado moderno es la soberanía, es decir, la autoridad que exhibe
frente a otros Estados u organizaciones supraestatales (las que agrupan a varios países), integrado en
un sistema del que cada Estado es parte. En relación con este punto, los Estados se diferencian de los
imperios, en tanto estos últimos aspiran a un dominio universal.
La mayoría de los Estados modernos, por último, son Estados nacionales. Esto significa que el
conjunto de personas sobre las que el Estado ejerce su poder forman una comunidad que reconoce una
identidad común, a partir de una serie de factores como la lengua, las costumbres, la experiencia de un
pasado compartido y un futuro común: es decir que conforman una nación. No toda nación logra
organizarse en un Estado, ni todos los Estados coinciden con una única nación: hay Estados en los que
coexisten varias nacionalidades, en diversos grados de integración. Muchas veces la convivencia es
difícil y se producen enfrentamientos entre los grupos que intentan formar su propio Estado, como
sucedió en varios países de Europa oriental.
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