2. Todos los años en
este segundo
domingo de
Adviento la Iglesia
nos presenta a san
Juan Bautista, con
su vida y
enseñanzas, para
mejor prepararnos
a la venida de
Jesucristo a
nuestro corazón.
3. San Juan Bautista
vestía y comía muy
pobremente. Con su
predicación
recordaba a los
grandes profetas.
Entre los cuales, el
profeta Isaías en la
primera lectura nos
habla de paz para los
tiempos mesiánicos.
5. A la gente sencilla les hablaba con palabras
llenas de esperanza en la salvación, que ya
estaba para llegar.
Pero hoy le
vemos
hablando con
palabras duras
a los fariseos
y saduceos
que no
buscaban el
arrepentirse.
20. En el Adviento,
que significa
venida de
Cristo a
nosotros,
debemos
incrementar los
deseos de salir
a su encuentro.
21. También son venidas
de Jesús todas las
navidades. Pero la
navidad puede estar
vacía. Por eso
debemos prepararnos
para llenarla de amor,
de modo que la alegría
sea verdadera.
22. Y puede estar vacía si sólo nos preocupamos del
aspecto externo. Los mundanos se preocupan del
negocio, de las luces, de la diversión…
23. Pero nosotros, fieles a Cristo, debemos
prepararnos para que los días de
navidad sean días de gracia y de paz.
Para ello debemos escuchar al Bautista.
24. San Juan Bautista nos
enseña a preparar el
camino. Él se había
preparado en el
desierto y había
sentido dentro de sí al
Señor que le decía ser
la voz del que clama
en el desierto para
predicar la conversión.
25. El desierto es el territorio de
la verdad.
Es el símbolo de la vida
sencilla, sin estar mezclada en
las injusticias mundanas.
26. “Preparad el camino
del Señor”, decía san
Juan. Tenemos
demasiados
obstáculos que
impiden la plena
llegada de Dios al
corazón.
27. En nuestra vida hay demasiado
camino tortuoso que impide o
retrasa la venida del Señor.
28. Para ello
debemos
convertirnos.
Convertirse no es algo superficial, sino
radical. Es mirar las cosas con los ojos
de Cristo, con corazón nuevo. No
mirando por los propios intereses, sino
tener una mente nueva.
29. Convertirse no requiere normalmente
cambiar de manera de vivir o de oficio,
sino cambiar de actitud ante la vida,
cambiar de fuego en el latido del corazón.
Es tener un Espíritu
nuevo, del que estaba
lleno el Mesías. Luego
vendrán los frutos:
caridad, alegría, paz,
paciencia, afabilidad,
bondad, fidelidad, fe,
mansedumbre…