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Las metáforas en la terapia de aceptación y compromiso
1. Las metáforas en la terapia de
aceptación y compromiso
El empleo de metáforas en la terapia psicológica está muy
establecido en terapias humanistas y psicodinámicas
(Queraltó, 2006). Aunque se empleaba corrientemente en la
terapia cognitivo conductual, solamente se le ha dado una
importancia primordial en la tercera generación de esta
terapia y más en concreto en la terapia de aceptación y
compromiso. En esta página se presenta qué son las
metáforas, cómo se convierten en terapéuticas y qué
condiciones tienen que tener para ser eficaces. Se sugieren
algunos pasos para crearlas. Se presenta una visión de la
metáfora desde la teoría de los marcos relacionales, lo que
permite afianzar y clarificar la base científica de su utilización
terapéutica.
Dr. José Antonio García Higuera
Miembro del equipo de Psicoterapeutas.com
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Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia
C/ Hermosilla, 114. 1ºC Teléfono: 914119140 Madrid 28009
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El empleo terapéutico de las metáforas
Introducción
La terapia cognitivo conductual es una terapia directiva. Trata que el paciente cambie su
comportamiento y para ello el terapeuta actúa activamente. Una de las herramientas que emplea
clásicamente es establecer reglas de conducta animando al paciente a seguirlas para cambiar
su forma de actuar y solucionar así su problema. La regla consiste en enunciar unas
consecuencias para un comportamiento que se dé en determinadas circunstancias (puedes ver más
detalles pinchando aquí).
Las reglas de comportamiento que enuncia el terapeuta al paciente son positivas, siempre que el
paciente las asuma como propias cuando compruebe por sí mismo su eficacia para conseguir sus
objetivos y seguir sus propios valores. Sin embargo, las reglas tienen algunas propiedades que
no las hacen todo lo eficaces que aparentemente deberían ser. El primer problema que surge es
precisamente que el paciente las haga suyas. Otro, inherente a la propia esencia de las reglas
verbales que utilizamos los seres humanos, es que son poco sensibles al contexto, es decir, cuando
actuamos siguiéndolas, lo hacemos sin tener en cuenta la situación concreta en la que estamos, en
la que, quizás, no definan el comportamiento más adecuado. Se puede ver un ejemplo en este
vídeo que muestra las diferencias en el entrenamiento de niños y chimpancé: cuando los niños han
establecido una regla de comportamiento la siguen sin investigar si hay una alternativa mejor, lo que
sí hacen los chimpancés.
En la terapia es preciso tener especial cuidado cuando el terapeuta las establece, porque, ¡cuántas
veces ocurre que el paciente las sigue con el exclusivo objetivo de conseguir su aprobación y
refuerzo, es decir, para complacerle! Para evitar estos problemas la terapia de aceptación y
2. compromiso plantea la conveniencia de utilizar otras herramientas como metáforas y
ejercicios experienciales.
La metáfora sustituye con gran ventaja a las sugerencias, consejos y tareas que propone el
terapeuta al paciente.
La metáfora transmite al paciente una experiencia cercana, ajustada a su problema y le plantea una
alternativa de solución del problema que está viviendo más de acuerdo con sus valores. Una de las
grandes ventajas de las metáforas es que permiten al paciente llegar a sus propias
conclusiones sin que tenga que ser dirigido directamente por el terapeuta. Por tanto, no son
las reglas establecidas por éste las que dirigen el cambio en su conducta, sino que lo decide el
propio paciente (Monestes y Villatte, 2008)
Hay que señalar que las metáforas y los cuentos se han utilizado durante todas las épocas para
transmitir conocimiento y para cambiar el comportamiento de las personas, sírvanos como ejemplo
por su impacto en nuestra civilización occidental las parábolas del evangelio.
Qué son las metáforas
Son construcciones literarias que utilizamos constantemente en el lenguaje. La Real Academia
define metáfora como: “Aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto,
al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y
facilitar su comprensión”.
La metáfora terapéutica
Una metáfora terapéutica logra cambios en el entendimiento del paciente de su problema y
sugiere soluciones adecuadas sin imponerle tareas ni reglas de comportamiento.
Una metáfora terapéutica es una metáfora que facilita al paciente un cambio terapéutico. El
paciente puede requerir modificaciones en el planteamiento de su `problema y/o en el camino que
sigue para resolverlo. Al emplear una metáfora, el terapeuta pone de relieve en qué consisten esos
cambios sin decirlos literalmente; sino que lo hace a través de la sugerencia de una comparación
con una experiencia vivida (real o vicariamente) por el paciente. Así, una metáfora terapéutica
presenta al paciente una experiencia conocida o, mejor aún, vivida por él, que se asocia con el
problema que presenta y ofrece una solución al mismo. Al escucharla, entenderla y revivirla, se
produce un cambio en su conducta. Con esta definición, la metáfora terapéutica puede consistir en
una sola palabra o en una la narración de una historia.
Las metáforas terapéuticamente eficaces
Para que una metáfora sea eficaz es conveniente que cumpla las siguientes condiciones:
La mejor metáfora terapéutica es la que se adapta al problema que en ese momento
presenta el paciente.
1.
2.
3.
4.
5.
Que sea consistente con el grado de desarrollo del paciente. El paciente tiene que
entenderla, para lo que tiene que referirse a su experiencia directa o al conocimiento
común en la sociedad y en su edad (McCurry y Hayes, 1992).
El paciente se tiene que ver reflejado en ella e identificado con alguno o algunos de los
personajes que aparecen en la narración.
Tiene que establecer una correspondencia clara entre el problema del paciente y la
experiencia que narra.
Tiene que tener una estructura de acción de forma que los pasos que tiene que dar el
paciente para cambiar su comportamiento estén reflejados claramente en la metáfora.
La metáfora ofrece una solución al problema, de esta forma el paciente accede a un
comportamiento que no había visto antes y que reinterpreta o resuelve su problema.
3. De esta forma, si cambia su conducta, lo hará por haber tenido una experiencia y no por una
petición del terapeuta y para complacerle.
Las imágenes en las metáforas
No solamente es válida la frase de que una imagen vale más que mil palabras, sino que hay que
tener en cuenta que para que una metáfora tenga éxito tiene, como mínimo, que ser recordada
(McCurry y Hayes, 1992). Es en este punto en el que buenas ilustraciones pueden jugar un papel
fundamental porque, como dice Eduardo Punset: “Las últimas investigaciones aclaran que la imagen
cuenta como instrumento de permanencia o duración de la memoria. Sin imagen es difícil que algo
se asiente en la memoria a largo plazo.” (http://www.eduardpunset.es/120/general/el-poder-de-lasimagenes diciembre, 2010).
La creación de las metáforas en la terapia
La terapia de aceptación y compromiso exige al terapeuta conocer muchas metáforas y ser
capaz de construir la más adecuada para el paciente.
El psicólogo que emplea la terapia de aceptación y compromiso tiene que estar entrenado
para emplearlas habitualmente en las sesiones terapéuticas. Para ello, puede emplear alguna
de las que conozca o crearla en el momento. En consecuencia le conviene conocer cuantas más
mejor, sobre todo aquellas que se pueden adaptar a múltiples pacientes porque plantean una
experiencia común y se refieren a problemas psicológicos que se dan en general. El libro "Entiende
y maneja tu ansiedad" contiene una amplia colección de metáforas ilustradas aplicadas al
tratamiento de la ansiedad. Se puede conseguir más información sobre él en
http://www.gestopsicologia.com/entiende_maneja_ansiedad.html.
Pasos para crear una metáfora
Para crear una metáfora el psicólogo puede seguir las siguientes fases:
1.
2.
3.
4.
5.
Identificar de forma completa el problema.
Definir las partes estructurales del problema y elegir los personajes adecuados.
Encontrar una situación que corresponda al máximo con la que se da en el problema.
Considerar la solución que tiene el problema psicológico del que se trate.
Acomodar la solución a la estructura de la situación y se inventa una historia divertida en la
que se plantea la solución en la situación.
Una metáfora nace en cualquier sitio de un padre o madre inteligentes e inspirados. Se propaga por
medio de un proceso infeccioso. Una persona que la oye queda afectada por ella y la empleará en
su conversación cotidiana. Así, infectará a otra persona que la seguirá transportando y propagando.
En ese proceso, la metáfora muta, adaptándose a las diferentes condiciones por las que pasa para
afectar al mayor número de personas posible. Algunas metáforas dejan de existir porque la
comunidad hablante deja de utilizarlas. Las que tienen la suerte de quedar escritas en un libro
pueden resucitar. Este proceso infeccioso por el que se propagan hace a veces muy difícil conocer
su origen y el padre puede quedar sin el reconocimiento que merece.
Las metáforas y llevar razón
En la comunicación humana está muy reforzado llevar razón. Cuando empezamos a discutir a todos
nos gusta llevar razón. Si vamos a trasmitir algo a alguien y lo hacemos con una metáfora, se
desactiva el deseo de llevar razón, porque quien tiene la responsabilidad del cambio no es la
persona sino la metáfora. Además, en realidad solamente estamos trasmitiendo hechos que no
tienen que ver directamente con lo que se está hablando. Como mucho lo que se sigue discutiendo
es si la metáfora refleja con mayor o menor precisión la realidad sobre la que se está tratando.
4. La visión de la metáfora desde la teoría de los
marcos relacionales
Conocer la teoría científica que explica y avala el empleo de la metáfora es interesante para
poder aplicarlas con más eficacia.
(Puede ser de interés que leas antes esta pequeña introducción a la teoría de los marcos
relacionales)
Un análisis científico de la metáfora nos permitirá entender con más profundidad cuáles son los
procesos que intervienen para que se dé la influencia que se observa en la conducta de quien la oye
o la lee. La teoría de los marcos relacionales es una teoría científica, con un fuerte apoyo
experimental, que incluye una explicación a la eficacia de las metáforas. A continuación se expone
someramente lo que dice esta teoría sobre este tema.
Los animales son capaces de responder a relaciones entre estímulos, por ejemplo, pueden
responder al “más alto” o “al más grande” para obtener un refuerzo. Los seres humanos somos
capaces de responder a relaciones entre estímulos establecidas arbitrariamente, es decir, no ligadas
a sus características formales. Por ejemplo, podemos escoger la moneda más valiosa aunque no
sea la más grande ni la más bonita, sino porque hemos aprendido que es la que más vale. Decimos
que una persona ha adquirido una relación, (en el ejemplo sabe cuál vale más) cuando ha aprendido
a responder a una relación arbitraria establecida entre estímulos (escoge la que más vale).
Las relaciones pueden ser tan complejas como una regla de conducta , en la que establecemos
verbalmente que ante una situación dada, si actuamos de determinada manera, conseguiremos
ciertas consecuencias, estableciendo una relación entre el estímulo, nuestra conducta y las
consecuencias (ver más sobre reglas de conducta) .
Según se ha demostrado experimentalmente, cuando el estímulo entra en una relación nueva o
diferente, cambia la función que tiene, es decir, se modifica la reacción que tiene la persona ante la
presencia del estímulo. Por ejemplo, si nos dicen que ese cuadro, que no vemos especialmente
bonito, es muy valioso, han introducido el cuadro en una relación diferente, la relación de “el valor
que tiene” y no solamente en la relación de “belleza percibida” y de esa forma cambiará su función,
al aumenta la probabilidad de escogerlo o al menos de mirarlo con más detenimiento.
La teoría de los marcos relacionales explica por qué las metáforas son eficaces.
La teoría de los marcos relacionales sostiene que en el establecimiento de este tipo de relaciones se
basan el lenguaje y el pensamiento. En este sentido, es una teoría conductual del lenguaje y,
por ello, trata de dar cuenta de lo que son las metáforas.
Cuando un terapeuta utiliza una metáfora su objetivo es transferir la relación, por ejemplo, una regla
de comportamiento, que se ejemplifica en el vehículo (la metáfora) al objetivo (a la regla de
comportamiento que está siguiendo el paciente) (Monestes, y Villatte, 2008).
Pero las metáforas no solamente se aplican a las reglas de comportamiento, aunque estas son las
más importante en la terapia; sino que se dan en todo nuestro lenguaje. Por eso necesitan una
definición más precisa y más técnica.
La visión técnica
Dicho de una forma más técnica, es decir, más precisa y más general: una metáfora es una relación
de coordinación entre dos relaciones basada en las características no arbitrarias de estas (Stewart
et al., 2001). Estos autores describen las metáforas terapéuticas basándose en sus componentes:
dos relaciones complejas aprendidas por el individuo, entre las que se establece una relación de
coordinación, equivalencia o identidad que se basa en una propiedad física o formal que modifica la
relación del objetivo y trasforma las funciones de ese objetivo (Stewart et al., 2001). Las condiciones
5. últimas, que modifique la relación del objetivo y se produzca una transformación de función son
necesarias para que sea terapéutica, no para que sea metáfora.
Ejemplo
En este ejemplo se ve claramente cómo funcionan las metáforas en la teoría de los marcos
relacionales
En este ejemplo el paciente trata de luchar contra la ansiedad y comprueba una y otra vez que no
consigue eliminarla, lo que le crea un problema de sufrimiento psicológico importante y para
solucionarlo acude a terapia. El terapeuta le propone una metáfora a través de la que le enseña
cómo funciona la lucha contra la ansiedad. Lo hace estableciendo una correspondencia entre la
relación, en este caso una regla de comportamiento, que le lleva al paciente a la lucha contra la
ansiedad con otra relación también conocida: el comportamiento de lucha para salir de las arenas
movedizas. Esta última relación la habrá aprendido el paciente en la sociedad, bien leyendo o
viendo en una película a alguien hundiéndose en las arenas. Cuando el paciente establece la
relación de correspondencia entre las dos relaciones, dándose cuenta de que la lucha contra las
arenas movedizas refleja su experiencia de lucha contra la ansiedad, llega por sí mismo a la
conclusión de que lo mejor que puede hacer es dejar de luchar con la ansiedad y aceptarla,
permitiéndose sentirla plenamente, sin que el terapeuta se lo tenga que decir explícitamente.
6. Como vemos, la metáfora terapéutica une dos relaciones: una el problema del paciente y una
relación que haya sido experimentada directamente por el paciente o bien una relación que esté
bien establecida en la sociedad a la que pertenece el paciente y que plantee una solución al
problema (Monestes, y Villatte, 2008).
Lo más importante para que sea terapéutica es que la metáfora realice un cambio en el
comportamiento en el paciente, hablando técnicamente, que se produzca una transformación de la
función del estímulo incluido en la relación inicial que marca la conducta del paciente. En el ejemplo
puesto, la metáfora será terapéutica cuando la persona, ante la presencia de ansiedad, deje de
luchar contra ella aplicando la misma estrategia que aplicaría si cayera en arenas movedizas. Si la
metáfora no estuviera bien establecida y las dos relaciones no se coordinan, no se dará el cambio
terapéutico.
Desde la terapia se consideran metáforas las analogías, las alegorías, los refranes y las anécdotas
cortas y si contienen imágenes se recuerdan mejor (McCurry y Hayes, 1992).
Efectos directos de las metáforas
El objetivo que tiene el terapeuta al emplear una metáfora es transferir la relación que
ejemplifica y a la relación que se quiere cambiar en el paciente. El terapeuta espera que el
paciente establezca la equivalencia entre las dos relaciones. Cuando se establece, se produce una
transformación de la función de la relación que la metáfora aclara o cambia. Es decir, la respuesta
que el paciente da a la relación que inicialmente tenía cambia debido a la nueva relación que se
establece (Barnes-Holmes, 2006). En el ejemplo expuesto, el paciente dejará de luchar contra la
ansiedad que siente.
7. Como vemos, la metáfora terapéutica une dos relaciones: una el problema del paciente y una
relación que haya sido experimentada directamente por el paciente o bien una relación que esté
bien establecida en la sociedad a la que pertenece el paciente y que plantee una solución al
problema (Monestes, y Villatte, 2008).
Lo más importante para que sea terapéutica es que la metáfora realice un cambio en el
comportamiento en el paciente, hablando técnicamente, que se produzca una transformación de la
función del estímulo incluido en la relación inicial que marca la conducta del paciente. En el ejemplo
puesto, la metáfora será terapéutica cuando la persona, ante la presencia de ansiedad, deje de
luchar contra ella aplicando la misma estrategia que aplicaría si cayera en arenas movedizas. Si la
metáfora no estuviera bien establecida y las dos relaciones no se coordinan, no se dará el cambio
terapéutico.
Desde la terapia se consideran metáforas las analogías, las alegorías, los refranes y las anécdotas
cortas y si contienen imágenes se recuerdan mejor (McCurry y Hayes, 1992).
Efectos directos de las metáforas
El objetivo que tiene el terapeuta al emplear una metáfora es transferir la relación que
ejemplifica y a la relación que se quiere cambiar en el paciente. El terapeuta espera que el
paciente establezca la equivalencia entre las dos relaciones. Cuando se establece, se produce una
transformación de la función de la relación que la metáfora aclara o cambia. Es decir, la respuesta
que el paciente da a la relación que inicialmente tenía cambia debido a la nueva relación que se
establece (Barnes-Holmes, 2006). En el ejemplo expuesto, el paciente dejará de luchar contra la
ansiedad que siente.