2. Mientras oraba, el aspecto
de su rostro se
transformó, su vestido se
volvió blanco y
resplandeciente, y he aquí
que dos varones hablaban
con él: Moisés y Elías…
Al separarse estos, dijo
Pedro a Jesús:
Maestro, ¡qué bien se está
aquí! Hagamos tres
tiendas…
Lucas 9, 28b-36.
3. La oración es consustancial al cristiano. Como
Jesús, de tanto en tanto necesitamos apartarnos
del mundo y buscar un lugar tranquilo para rezar.
4. Subir a la montaña equivale a orar. Desde la
altura podemos contemplar la realidad desde
una perspectiva más amplia y trascendente.
Para escuchar a Dios necesitamos ese
distanciamiento, soledad y silencio.
5. Tras los anuncios de su Pasión, Jesús se lleva a
tres discípulos consigo al monte. Son los tres que,
más tarde, también se llevará al huerto de los
olivos a rezar con él…
6. Moisés y Elías
representan dos pilares
de la fe judía: la Ley y la
tradición profética.
Jesús, en medio de
ellos, simboliza la
culminación de las
expectativas del pueblo.
En él se da la plenitud
de la Ley y de los
profetas.
7. Pero junto a la plenitud
encontramos la cruz.
Gloria y cruz son dos
caras del esplendor de
Jesús. No se puede
entender el Tabor sin el
Calvario, como
tampoco la cruz sin la
gloria. En su
muerte, Jesús muestra
el esplendor del Hijo
que se entrega por
amor.
8. Pedro se siente tan a gusto que quiere
eternizar el momento. ¡Es muy humano!
Todos queremos eternizar los momentos
de gozo. Nunca quisiéramos bajar del
Tabor… ¡Plantemos tres tiendas!
9. Pero hemos de descender.
El Tabor, sin la
misión, quedaría empobrecido.
Dios nos llama a trabajar para
construir otros tabores en el
mundo, espacios de cielo
donde la gente pueda
experimentar la plenitud.
10. Cada domingo podemos subir al Tabor y
saborear un anticipo del cielo: la eucaristía nos
da alas para descender al mundo y entregarnos
a la tarea de difundir el Reino de Dios.
11. La vida del cristiano no se limita a los
consuelos y los gozos de la oración y la liturgia:
también comprende la batalla diaria, la cruz
que cada cual carga sobre sí.
12. Cada persona tiene
su Jerusalén
particular al que
dirigirse.
Pero no nos
desanimemos: no
estamos solos. Jesús
ya tomó la cruz por
nosotros y sigue
llevándola, a nuestro
lado.
Su ayuda nunca nos
faltará.
13. «Este es mi hijo, el elegido, escuchadle».
De la nube, presencia de Dios, sale una voz
potente.
Es una escena similar a la del Jordán.
Dios llama a Jesús su elegido. Y él, fiel al
designio del Padre, marcha a Jerusalén para
completar su misión.
14. El cristiano ha de tener el corazón y el oído
abiertos para escuchar al Hijo de Dios.
Él siempre tendrá palabras de vida, de
plenitud, de aliento, que darán sentido a
nuestra existencia.
15. Si sabemos encontrar espacios de
silencio, podremos escuchar su voz. Nos
sentiremos también elegidos y amados.
Y, después, también seremos llamados y
enviados, como Jesús.