2. Hacía ya muchos años que el Templo había sido reconstruido en tiempos del rey
persa Darío. Su sucesor, Artajerjes, envió a Nehemías como gobernador para
reconstruir la ciudad de Jerusalén.
1. Dios merece nuestra fidelidad (Malaquías 1)
2. Dios quiere que seamos fieles con los demás
(Malaquías 2)
3. Dios promete bendecir nuestra fidelidad
(Malaquías 3:1-12)
4. Dios guarda un registro de nuestra fidelidad
(Malaquías 3:13-18)
5. Dios da una misión a su pueblo fiel (Malaquías 4)
En ese tiempo (entre 444 y 432 a.C.), Esdras y Nehemías dirigieron un importante
movimiento de reforma espiritual entre el pueblo.
Pero, cuando estos dos hombres faltaron, el pueblo cayó en la
desidia espiritual. Alrededor del año 425 a.C., Malaquías fue llamado
al ministerio profético para hacer recapacitar al pueblo sobre su
infidelidad hacia su Creador, renovando de nuevo el llamado:
“Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros” (Malaquías 3:7)
3. “Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me
despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo
hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda.
¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice Jehová”
(Malaquías 1:13)
Los sacerdotes menospreciaban de tal
manera los ritos del santuario que
aceptaban animales cojos o dañados para
los sacrificios y consideraban fastidiosos
los ritos y ceremonias sagradas.
Con esta actitud, no solamente eran
infieles con Dios, sino que rechazaban la
Salvación al no apreciar en aquellos
sacrificios al “Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo” (Juan 1:29)
“En el antiguo ritual que era el Evangelio expresado en símbolos, ninguna ofrenda defectuosa
podía llevarse al altar de Dios. El sacrificio que había de representar al Cristo debía ser
inmaculado. La Palabra de Dios señala esto como ejemplo de lo que deben ser sus hijos: un
“sacrificio vivo,” “santo y sin mancha,” “agradable a Dios” (Romanos 12:1; Efesios 5:27)”
Elena G. de White, El ministerio de curación, p. 92
4. “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre,
¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice
Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi
nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” (Malaquías 1:6)
Dios exige fidelidad porque Él es
Padre, Señor y Gran Rey de Israel
(Malaquías 1:6, 14)
1. El hijo ha de honrar a su
Padre.
2. El siervo ha de honrar a su
Señor.
3. El súbdito ha de honrar a su
Gran Rey.
Como hijos, siervos y súbditos,
debemos honrar triplemente a
nuestro Dios.
5. “¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo
Dios? ¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el
otro, profanando el pacto de nuestros padres?” (Malaquías 2:10)
El pueblo de Dios es acusado de deslealtad mutua y de deslealtad entre los cónyuges.
“Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer
de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu
compañera, y la mujer de tu pacto” (Malaquías 2:14)
Malaquías toma el matrimonio como
un ejemplo para ilustrar la falta de
fidelidad y compromiso mutuos. De
acuerdo con la Biblia, el matrimonio es
una institución sagrada establecida por
Dios. El pueblo de Israel fue advertido
contra los casamientos fuera de la fe,
porque el hacerlo pondría en riesgo su
compromiso con el Señor y caería en la
idolatría (ver Josué 23:12, 13).
6. “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de
Jacob, no habéis sido consumidos” (Malaquías 3:6)
La infidelidad del pueblo de Israel merecía
la destrucción. Pero la fidelidad y el amor
de Dios no cambian y, por eso, no habían
sido destruidos.
Ahora, Dios les pone (nos pone) una prueba
de fidelidad: “Traed íntegro el diezmo para
los fondos del templo, y así habrá alimento
en mi casa” (Malaquías 3:10; NVI p.p.)
Y, además, añade una
promesa de bendición:
“Probadme en esto —dice el Señor Todopoderoso—, y ved
si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre voso-
tros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10;NVI, u.p.)
7. “Cuandoquiera que los hijos de Dios, en cualquier
época de la historia del mundo, ejecutaron alegre
y voluntariamente el plan de la benevolencia
sistemática y de los dones y ofrendas, han visto
cumplirse la permanente promesa de que la
prosperidad acompañaría todas sus labores en la
misma proporción en que le obedecieran. Siempre
que reconocieron los derechos de Dios y
cumplieron con sus requerimientos, honrándole
con su sustancia, sus alfolíes rebosaron; pero
cuando robaron a Dios en los diezmos y las
ofrendas, tuvieron que darse cuenta de que no
sólo le estaban robando a él, sino que se
defraudaban ellos mismos; porque él limitaba las
bendiciones que les concedía en la proporción en
que ellos limitaban las ofrendas que le llevaban”
Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, tomo 3, p. 435
8. “Entonces los que temían
a Jehová hablaron cada
uno a su compañero; y
Jehová escuchó y oyó,
y fue escrito libro de
memoria delante de él
para los que temen a
Jehová, y para los que
piensan en su nombre. Y
serán para mí especial
tesoro, ha dicho Jehová
de los ejércitos, en el día
en que yo actúe; y los
perdonaré, como el
hombre que perdona a su
hijo que le sirve.
Entonces os volveréis, y
discerniréis la diferencia
entre el justo y el malo,
entre el que sirve a Dios
y el que no le sirve”
(Malaquías 3:16-18)
Ante la demora de Dios de
cumplir sus juicios sobre los
pecadores, los israelitas
llegaron a una conclusión
errónea: “Por demás es servir
a Dios. ¿Qué aprovecha que
guardemos su ley, y que
andemos afligidos en
presencia de Jehová de los
ejércitos?” (Mal. 3:14)
Pero Dios
escucha y anota
las palabras y
actos de aquellos
que claman por
justicia y,
aferrados a los
méritos de
Cristo, le sirven
gozosos, al
amparo de Su
gracia.
9. “Que perdones ahora su
pecado, y si no, ráeme
ahora de tu libro que has
escrito” (Éxodo 32:32)
“Mi embrión vieron tus
ojos, y en tu libro estaban
escritas todas aquellas
cosas que fueron luego
formadas, sin faltar una
de ellas” (Salmos 139:16)
“Y acontecerá que el que
quedare en Sion, y el que
fuere dejado en Jerusalén,
será llamado santo; todos
los que en Jerusalén estén
registrados entre los
vivientes” (Isaías 4:3)
“Y el que no se halló
inscrito en el libro de la
vida fue lanzado al lago
de fuego”
(Apocalipsis 20:15)
10. “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol
de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y
saltaréis como becerros de la manada” (Malaquías 4:2)
Dios le encarga al
pueblo fiel que vive los
últimos momentos de la
historia de este mundo
una obra doble:
1. Recordar la Ley dada a Moisés
(Malaquías 4:4)
2. Hacer volver el corazón de los
padres hacia los hijos, de los
hijos hacia los padres, y el
corazón de todos hacia Dios
(Malaquías 4:6)
11. “Ahora, justamente antes de la venida de Cristo en las nubes
del cielo, ha de efectuarse una obra como la que realizó Juan
el Bautista. El Señor llama a hombres que preparen a un
pueblo que esté firme en el gran día del Señor. El mensaje que
precedió el ministerio público de Cristo fue: „Arrepentíos,
publicanos y pecadores; arrepentíos, fariseos y saduceos;
arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado‟
(véase Mateo 3:2). Como pueblo que cree en la pronta
manifestación de Cristo, tenemos un mensaje que dar:
„Preparaos para ir al encuentro de vuestro Dios‟. Nuestro
mensaje debe ser tan directo como lo fue el de Juan. Reprendió
a reyes por su iniquidad. A pesar de que arriesgaba
constantemente su vida, no vaciló en declarar la Palabra de
Dios; y nuestra obra en estos tiempos debe realizarse con la
misma fidelidad” Elena G. de White, Alza tus ojos, 21 de octubre