Usos y desusos de la inteligencia artificial en revistas científicas
Poemas modernismo
1. BAUDELAIRE XIV “El hombre y la mar” flota tan lentamente, recostada en sus velos...
¡Para siempre, hombre libre, a la mar tu amarás! cuando tocan a muerte en el bosque lejano.
Es tu espejo la mar; mira, contempla tu alma
en el vaivén sin fin de su oleada calma, Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
y tan hondo tu espíritu y amargo sentirás. pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
Sumergirte en el fondo de tu imagen te dejas; murmura su tonada en el aire nocturno.
con tus ojos y brazos la estrechas, y tu ardor
se distrae por momentos de su propio rumor El viento, cual corola, sus senos acaricia
al salvaje e indomable resonar de sus quejas. y despliega, acunado, su velamen azul;
los sauces temblorosos lloran contra sus hombros
Oscuros a la vez ambos sois y discretos: y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.
hombre, nadie sondeó el fondo de tus simas,
tus íntimas riquezas, oh mar, a nadie arrimas, Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
¡con tan celoso afán calláis vuestros secretos! mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor...
Y en tanto van pasando los siglos incontables y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.
sin piedad ni aflicción vosotros os sitiáis,
de tal modo la muerte y la matanza amáis, II
¡oh eternos combatientes, oh hermanos implacables! ¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
XXIV Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
Te adoro como adoro la bóveda nocturna, te habían susurrado la adusta libertad.
¡oh vaso de tristeza, oh grande taciturna!
Y tanto más te amo, cuanto más me reproches, Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
porque tú sola eres el lujo de mis noches. en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
Si pudiera añadir aún, irónicamente, y es que tu corazón escuchaba el lamento
más que hay de mí a los cielos, aunque es irreverente. de la Naturaleza –son de árboles y noches.
Al ataque me lanzo con furores insanos
como sobre un cadáver un coro de gusanos, Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo
y -¡oh mi cruel enemiga, oh mi bestia implacable!- rompió tu corazón manso y tierno de niña;
hasta esa frialdad te hace más adorable. y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco miserioso, a tus pies se sentó.
XXV
El universo entero meterás en tu alcoba, Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca! .
mujer impura. El tedio rinde tu alma de loba. Te fundías en él como nieve en el fuego;
Ejercitas tus dientes en juego singular tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
y un corazón al día podrías devorar. –Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.
Tus ojos, cual nocturnas galas de joyería,
o como deslumbrantes cohetes de romería, III
usan con insolencia de un poder usurpado Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
cuya ley de belleza tú siempre has ignorado. vienes a recoger las flores que cortaste,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
Máquina ciega y sorda que, con placer inmundo, a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.
eres gran bebedora de la sangre del mundo;
monstruo, ¿no te sonrojas, no ves en el espejo RUBÉN DARÍO “SONATINA”
cada día tu rostro más pálido y más viejo? La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
La grandeza del mal de que te ufanas tanto, Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
¿no te ha hecho alguna vez retroceder de espanto, que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
cuando naturaleza, con designios sagrados, La princesa está pálida en su silla de oro,
de ti puede servirse, reina de los pecados está mudo el teclado de su clave sonoro,
-de ti, vil animal- para un genio amasar? y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
RIMBAUD “Ofelia” Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
I y vestido de rojo piruetea el bufón.
En las aguas profundas que acunan las estrellas, La princesa no ríe, la princesa no siente;
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
2. la princesa persigue por el cielo de Oriente lo que no conocemos y apenas sospechamos,
la libélula vaga de una vaga ilusión. y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina ¡y no saber adónde vamos,
para ver de sus ojos la dulzura de luz? ni de dónde venimos!...
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes, JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
“ADOLESCENCIA” (PRIMERAS POESÍAS)
En el balcón, un instante
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa nos quedamos los dos solos.
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, Desde la dulce mañana
tener alas ligeras, bajo el cielo volar; de aquel día, éramos novios.
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo —El paisaje soñoliento
o perderse en el viento sobre el trueno del mar. dormía sus vagos tonos,
bajo el cielo gris y rosa
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, del crepúsculo de otoño.—
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Le dije que iba a besarla;
Y están tristes las flores por la flor de la corte, bajó, serena, los ojos
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, y me ofreció sus mejillas,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur. como quien pierde un tesoro.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules! —Caían las hojas muertas,
Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en el jardín silencioso,
en la jaula de mármol del palacio real; y en el aire erraba aún
el palacio soberbio que vigilan los guardas, un perfume de heliotropos.—
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal. No se atrevía a mirarme;
le dije que éramos novios,
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida! ...y las lágrimas rodaron
(La princesa está triste, la princesa está pálida) de sus ojos melancólicos.
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe, Arias tristes (1902-1903)
—la princesa está pálida, la princesa está triste—, Yo no volveré. Y la noche
más brillante que el alba, más hermoso que abril! tibia, serena y callada,
dormirá el mundo, a los rayos
—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—; de su luna solitaria.
en caballo, con alas, hacia acá se encamina, Mi cuerpo no estará allí,
en el cinto la espada y en la mano el azor, y por la abierta ventana
el feliz caballero que te adora sin verte, entrará una brisa fresca,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, preguntando por mi alma.
a encenderte los labios con un beso de amor». No sé si habrá quien me aguarde
de mi doble ausencia larga,
XLI “LO FATAL” o quien bese mi recuerdo,
Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, entre caricias y lágrimas.
y más la piedra dura porque esa ya no siente, Pero habrá estrellas y flores
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, y suspiros y esperanzas,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente. y amor en las avenidas,
a la sombra de las ramas.
Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, Y sonará ese piano
y el temor de haber sido y un futuro terror... como en esta noche plácida,
Y el espanto seguro de estar mañana muerto, y no tendrá quien lo escuche
y sufrir por la vida y por la sombra y por pensativo, en mi ventana.
3. “Mañana de la cruz” (Baladas de primavera, 1907) besándose, apartándose,
Dios está azul. La flauta y el tambor en un eterno conocerse,
anuncian ya la cruz de primavera. mar, y desconocerse.
¡Vivan las rosas, las rosas del amor, Eres tú, y no lo sabes,
entre el verdor con sol de la pradera! tu corazón te late, y no lo siente…
¡Qué plenitud de soledad, mar solo!
Vámonos al campo por romero,
vámonos, vámonos ETERNIDADES (1916-1917)
por romero y por amor ¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
Le pregunté: «¿Me dejas que te quiera?» … Que mi palabra sea
Me respondió, radiante de pasión: la cosa misma
«Cuando florezca la cruz de primavera, creada por mi alma nuevamente.
yo te querré con todo el corazón.» Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
Vámonos al campo por romero, que por mí vayan todos
vámonos, vámonos los que ya las olvidan, a las cosas;
por romero y por amor… que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
«Ya floreció la cruz de primavera. ¡Intelijencia, dame
¡Amor, la cruz, amor, ya floreció!» el nombre exacto, y tuyo,
Me respondió: «¿Tú quieres que te quiera?» y suyo, y mío, de las cosas!
¡Y la mañana de luz me traspasó!
“Todas las nubes arden” (Dios deseado y deseante,
Vámonos al campo por romero, 1949)
vámonos, vámonos TODAS las nubes arden
por romero y por amor… porque yo te he encontrado,
dios deseante y deseado;
Alegran flauta y tambor nuestra bandera. antorchas altas cárdenas
La mariposa está aquí con la ilusión… (granas, azules, rojas, amarillas)
¡Mi novia es la virjen de la era en alto grito de rumor de luz.
y va a quererme con todo el corazón!
Del redondo horizonte vienen todas
“El viaje definitivo” (Poemas agrestes, 1910-1911) de congregación fúlgida,
… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros a abrazarse con vueltas de esperanza
cantando; a mi fe respondida.
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco. (Mar desierto, con dios
en redonda conciencia
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; que me habla y me canta,
y tocarán, como esta tarde están tocando, que me confía y me asegura;
las campanas del campanario. por ti yo paso en pie
alerta, en mí afirmado,
Se morirán aquellos que me amaron; conforme con que mi viaje
y el pueblo se hará nuevo cada año; es al hombre seguido, que me espera
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado, en puerto de llegada permanente,
mi espíritu errará nostáljico… de encuentro repetido.)
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco, Todas las nubes que existieron,
sin cielo azul y plácido… que existen y que existirán,
Y se quedarán los pájaros cantando. me rodean con signos de evidencia;
ellas son para mí
“SOLEDAD” (Diario de un poeta recién casado, 1916) la afirmación alzada de este hondo
En ti estás todo, mar, y sin embargo, fondo de aire en que yo vivo;
¡qué sin ti estás, qué solo, el subir verdadero del subir,
qué lejos, siempre, de ti mismo! el subir del hallazgo en lo alto profundo.
Abierto en mil heridas, cada instante,
cual mi frente,
tus olas van, como mis pensamientos,
y vienen, van y vienen,