1. Tema 9.- La España de la Restauración: La guerra colonial y la crisis de 1898.
Introducción
El vacío de poder provocado por la invasión francesa de la Península determinó el inicio de
independencia de las colonias americanas. Entre 1810 y 1824 España perdió su imperio de ultramar con
la excepción de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, que conservó hasta 1898.
En la segunda mitad del siglo XIX comenzó el proceso de separación de estos territorios de la metrópoli.
La situación de Cuba y Puerto Rico presentaba unos rasgos coloniales muy peculiares: ambas islas,
situadas en las cercanías de Estados Unidos, tenían una vida económica basada en la agricultura de
exportación con el azúcar de caña y el tabaco como principales productos cultivados con mano de obra
esclava.
Las islas aportaban a la economía española un flujo continuo de beneficios debido a las fuertes leyes
arancelarias que fijaba el gobierno español. Constituían un mercado cautivo obligado a comprar las
carísimas harinas castellanas y los textiles catalanes. Además, a partir de 1870, se vieron privadas de la
posibilidad de exportar azúcar a Europa. Desde el punto de vista político, las élites locales no podían
disponer de ninguna forma de autogobierno.
En el archipiélago de Filipinas, en cambio, la población española era escasa y los capitales invertidos no
eran relevantes. Durante tres siglos la soberanía se había mantenido gracias a una fuerza militar, no muy
amplia y a la presencia en la isla de varias órdenes religiosas.
A final de siglo XIX se produce una profunda crisis, cuyos detonantes serán dos guerras: la Guerra de
Cuba y la Guerra de Filipinas. El origen de la crisis es doble: por un lado la insatisfacción de la oligarquía
criolla por la falta de una mayor autonomía política y económica y, por otro, los intereses expansionistas
de EEUU. Un hecho que agravó la posición de España fue el aislamiento internacional porque no
formaba parte como miembro de pleno derecho de la Triple Alianza ni de la Triple Entente. La pérdida
de las colonias produce en España una crisis de tal tamaño que se denominó el “Desastre del 98” o
“Crisis del 98”. Significó, en definitiva, el inicio de la crisis de la Restauración.
1.- La Guerra colonial
En 1868 comenzaron en Cuba los movimientos autonomistas, cuando se produjo una sublevación
popular dirigida por Manuel de Céspedes (grito de Yara), que dio comienzo a la lucha por la abolición de
la esclavitud y por la autonomía política, similar a la que en aquellos momentos defendían los
republicanos federales en España. En la insurrección influyó el ejemplo de Estados Unidos donde había
sido abolida la esclavitud tras la Guerra de Secesión (1861-1865). Asimismo, el proyecto hegemónico de
EEUU sobre el Caribe implicaba la retirada de España como potencia colonial en la zona.
Cuando Alfonso XII llegó al trono permanecía activa la guerra de los Diez Años, cuya finalidad era la
independencia de Cuba y la emancipación de los esclavos. El último presidente de la “República en
armas”, Vicente García, negoció la paz con el general español Martínez Campos, a la vez que se autodisolvió el parlamento cubano y fue firmada la Paz de Zanjón (febrero de 1878) que disponía lo
siguiente:
1.- La capitulación incondicional de las fuerzas cubanas ante el Ejército español.
2.- El reconocimiento del gobierno español como máxima autoridad de Cuba.
3.- La autorización de partidos políticos siempre que no lucharan contra el poder español.
4.- La libertad para los esclavos que habían luchado al lado de los “mambises” (guerrilleros
independentistas cubanos)
5.- Libertad de prensa y reunión mientras no se utilizaran para atacar a España.
1
2. Durante diecisiete años la Isla quedó pacificada, aunque el general cubano Antonio Maceo proclamó la
Protesta de Baraguá anunciando que seguiría combatiendo contra España.
Se formaron dos partidos políticos:
1.- El Partido Liberal Cubano, que representaba a los intereses de la burguesía criolla
autonomista.
2.- La Unión Constitucional, que aglutinaba a los españoles propietarios de las plantaciones y
opuestos a cualquier forma de autonomía en Cuba. Sin embargo, la política arancelaria lesiva
para sus intereses económicos condujo a la ruptura de la formación política.
En efecto, los criollos cubanos y puertorriqueños seguían soportando elevados tributos para la
exportación de caña de azúcar y de tabaco en los mercados estadounidenses y estaban obligados a
consumir los textiles catalanes y las harinas castellanas cuando podían encontrar estos productos junto
con otros más baratos y de mejor calidad en EEUU.
La acción de la masonería a través del Partido Liberal, la intervención de EE.UU. en cumplimiento del
Destino Manifiesto (EEUU está llamado a expandirse desde el Atlántico hacia el Caribe y el Pacífico) y el
aislamiento diplomático de España confluyeron en 1898 para liquidar los restos del Imperio colonial
español. En efecto, el “tranquilo aislamiento” fue la estrategia en política exterior. Cánovas del Castillo
pretendió que Alfonso XII se casara con Beatriz, la hija menor de Victoria I de Inglaterra, lo que hubiera
permitido una alianza con el todopoderoso Imperio británico. Sin embargo, estos planes se vieron
truncados porque el Duque de Montpensier e instigador del asesinato de Prim, aspiraba a convertirse en
regente si lograba que el rey se casara con su hija, María de las Mercedes, mientras aún era menor de
edad. Se casaron, pero adelantando legalmente la mayoría de edad del rey.
La muerte de Alfonso XII (1885) dio paso a la regencia de su segunda esposa, la austriaca María Cristina
de Habsburgo-Lorena en tanto que el hijo de ambos alcanzase la mayoría de edad (1902). Durante esta
etapa, la reina regente tuvo que hacer frente a cuestiones de gran relevancia que afectaron gravemente
al sistema político de la Restauración: el problema de Cuba, Puerto Rico y Filipinas junto con el desgaste
político que supuso la liquidación del imperio colonial y el surgimiento de los nacionalismos periféricos.
Durante la presidencia del liberal Sagasta fue firmado un tratado de adhesión a la Triple Alianza
(Alemania, Austria-Hungría e Italia) para frenar los deseos expansionistas de Estados Unidos en el Caribe
y el Pacífico (1887). Con el fin de mantener el dominio español en Cuba, Sagasta encarga a Antonio
Maura como Ministro de Ultramar (1893) un proyecto de reorganización política que contemplaba una
amplia autonomía, pero fue rechazado en las Cortes.
Las tensiones entre los criollos cubanos y el gobierno español aumentaron a raíz de los fuertes aranceles
proteccionistas impuestos para dificultar el comercio con Estados Unidos, principal comprador de
productos cubanos a finales del siglo XIX. El Arancel Cánovas (1891) agravó el comercio desigual porque
Estados Unidos compraba a Cuba mucho más de lo que le vendía. En el año 1894, Estados Unidos
adquiría el 88,1 % de las exportaciones cubanas, pero sólo se beneficiaba del 37% de sus importaciones.
Como consecuencia, durante la última etapa del gobierno de Cánovas se reactivó la guerra por la
independencia de Cuba (“Grito de Baire”, febrero de 1895) que culminó con el Desastre de 1898. En
este ambiente prebélico, el anarquista Angiolillo asesinó a Cánovas en el balneario guipuzcoano de
Santa Águeda (1897)
Los liberales de Sagasta regresan al poder para afrontar el problema colonial y el de la propia
descomposición del sistema de la Restauración. No resolverá ni uno ni otro. En efecto, se trató del
Desastre del 98 en el que España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas, circunstancia aprovechada por
republicanos, socialistas, anarquistas y secesionistas para lanzarse a la aniquilación del sistema
canovista.
Los independentistas cubanos como José Martí y Máximo Gómez fundaron en 1892 el Partido
Revolucionario Cubano y se exiliaron en Estados Unidos. José Martí regresó a Cuba para reactivar la
2
3. guerra por la independencia (“Grito de Baire”, febrero de 1895) donde encontró la muerte tras una
escaramuza contra las tropas españolas.
3.3.- Guerra y derrota
Cánovas hizo frente a la insurrección con una metodología doble: llegar a un acuerdo político con los
sublevados a la vez que emprender una campaña militar dirigida por el general español Martínez
Campos.
La rebelión comenzó en el este de la isla, en Santiago de Cuba, extendiéndose rápidamente hacia la
mitad occidental, donde se encontraba la capital, La Habana. La estrategia del general español Martínez
Campos fue la de controlar las vías de comunicación y los centros productores. Las dificultades para la
lucha contra la guerrilla independentista provenían del lamentable estado del material de guerra y de la
dificultad para transportar desde España los refuerzos necesarios. Ante el fracaso fue sustituido por
Valeriano Weyler (1896) que se aplicó de manera contundente y eficaz contra los independentistas.
La ofensiva de Weyler fue acompañada de la "concentración" de los campesinos en unas aldeas
cerradas para aislarlos de las tropas insurrectas. Dividió en tres el territorio de la isla por medio de
trochas o líneas fortificadas que impedían el paso a los insurrectos. Sin embargo, la dificultad de
proveer de alimentos y de facilitar asistencia médica, tanto al ejército español como a los campesinos,
trajo consigo una elevada mortalidad. Este método fue empleado posteriormente por Estados Unidos en
la guerra de Vietnam (1964-1975)
Las campañas de prensa por parte de Randolph Hearts en contra de los métodos del general español
aconsejaron al nuevo gobierno de Sagasta su sustitución por el general Blanco. A partir de finales de
1897, se estableció la igualdad legal entre españoles y cubanos, se reformó la legislación electoral y se
constituyó el primer gobierno autónomo (1 de enero de 1898)
Paralelamente al conflicto cubano, en 1896 se produjo la rebelión de las Islas Filipinas. El archipiélago
había recibido una escasa inmigración española y contaba con una débil presencia militar, que se veía
reforzada por un importante contingente de misioneros. La economía filipina se basaba en la producción
de tabaco y en el comercio con el continente asiático.
El independentismo filipino fue auspiciado por la Liga Filipina, fundada por José Rizal en 1892, con el
apoyo de la masonería española. La insurrección se extendió por la provincia de Manila y el capitán
general Camilo García Polavieja llevó a cabo una política represiva, condenando a muerte a Rizal a
finales de 1896. El nuevo gobierno liberal de 1897 nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera
que promovió la negociación indirecta con los principales jefes de la insurrección, dando como resultado
la pacificación momentánea del archipiélago.
Cuando parecían nuevamente encauzados los problemas en Cuba y Filipinas, intervino Estados Unidos
de manera decisiva para precipitar el desastre en el que también hay una responsabilidad directa de los
gobiernos de la Restauración puesto que:
No existió voluntad política para renovar la Armada española ni las instalaciones
defensivas de las colonias de ultramar.
No fue renovado el Tratado de Adhesión a la Triple Alianza durante el segundo
gobierno de Sagasta (1892-95)
Frente a la inoperancia de los gobiernos de la Restauración se impuso el afán expansionista de los
EE.UU. por el Caribe y el Pacífico. El chispazo fue la explosión del acorazado “Maine” en el puerto de La
Habana (febrero de 1898). Este acontecimiento fue aprovechado por el presidente Mc Kinley para lanzar
un ultimátum a España (abril, 1898) para que se retirara de Cuba. La Regente intentó lograr la mediación
del Papa y de las potencias europeas, pero se quedó sola.
El 22 de junio, las tropas estadounidenses desembarcaron en Daiquiri. El 1 de julio, se libró una terrible
batalla en la colina de San Juan en la que, a pesar de enfrentarse a una superioridad de uno a diez, los
3
4. españoles causaron más bajas de las que sufrieron. De hecho, Shafter, el comandante del cuerpo
expedicionario americano solicitó reembarcar pero le fue denegada la petición. El 3 de julio, la Armada
española fue destrozada en Santiago de Cuba. El gobierno, desmoralizado, decidió capitular aunque la
infantería española estaba en condiciones de resistir bien la invasión estadounidense.
El 26 de julio, las tropas estadounidenses desembarcaron en Puerto Rico. Los puertorriqueños formaron
grupos guerrilleros para combatir a los invasores hasta que el Ejército norteamericano entró en San
Juan.
El 30 de abril de 1898, la flota estadounidense, al frente del almirante Dempsey, hundió los barcos
españoles en Cavite y los soldados ocuparon Manila en el mes de agosto. En el fuerte de Baler,
combatieron “los últimos de Filipinas” a cuyo frente estuvo el teniente Cerezo. Desconocedores de la
derrota se negaron a capitular hasta un año más tarde.
En diciembre de 1898, se procedió a la firma de la Paz de París por la que España reconoció la
independencia de Cuba y cedió Filipinas, Guam y Puerto Rico a EE.UU. a cambio de veinte millones de
dólares.
3.4.- La crisis del 98
El impacto de la pérdida de los restos del imperio colonial español fue diverso:
Los catalanistas dirigidos por Prat de la Riva y por Francesc Cambó tienen una actitud
calculadamente ambigua: por un lado hablan de la necesidad de conseguir en Cataluña
una hegemonía nacionalista para pasar a dirigir España, pero a la vez opinan que
Cataluña debe integrarse en Europa para cortar la cuerda que la ataba a “la Muerta”
(España).
Cuando el primer ministro británico Salisbury dijo que había naciones vivas y otras
muertas (refiriéndose a España) que iban a servir de presa para las naciones pujantes
(como EE.UU), los catalanistas se mostraron entusiasmados, pero no sólo ellos.
En efecto, el propio Sabino Arana atribuye la derrota a la decadencia de la raza
española, frente a la superioridad natural de los anglosajones.
Los dirigentes políticos de la Restauración como el conservador Silvela pensaban que
el país estaba muerto (escribió un artículo con el título: “España sin pulso” al borde del
desmembramiento nacional.
El ejército fue responsabilizado de la derrota y sufrió un desprestigio social
alimentado por los grupos anti-sistema.
Los republicanos proponían como solución liquidar a la Iglesia y a la monarquía ya que
eran los causantes últimos del atraso español.
Los socialistas y los anarquistas opuestos desde el principio a la guerra, pensaban que
había llegado el momento de la revolución que iba a acabar con el sistema liberal
burgués. Sus expectativas se vieron frustradas porque aún eran fuerzas muy débiles
con escaso arraigo social.
Ante el desastre colonial de 1898, la mayoría de la sociedad española se mostró indiferente, e incluso
aliviada porque ya no era necesario enviar más tropas en unas condiciones terribles. Cuando estalló la
guerra fueron movilizados doscientos mil soldados de los que cincuenta y cinco mil murieron aquejados
por las fiebres tropicales y dos mil en combate. Curiosamente, tras la guerra, emigraron a Cuba más de
trescientos mil españoles que conformaron la sociedad blanca de los núcleos urbanos.
El desastre fomenta la aparición de dos movimientos intelectuales que comparten una visión pesimista
de España: la Generación del Noventa y Ocho que aporta una visión literaria y subjetiva y el
Regeneracionismo que analiza el problema manejando datos y aporta soluciones técnicas.
La Generación del 98 reúne a un grupo de literatos afectados por el Desastre del 98. Todos nacieron
entre 1864 y 1876. Literariamente a ella pertenecen: Ángel Ganivet, Unamuno, Valle-Inclán, Jacinto
Benavente, Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Manuel y Antonio Machado, Serafín y Joaquín Álvarez
4
5. Quintero. Sin embargo, esta Generación también contempla a figuras de otras disciplinas artísticas como
el pintor Ignacio Zuloaga y Ricardo Baroja y músicos como Albéniz y Granados, además de historiadores
como Ramón Menéndez Pidal. A pesar de sus diferencias tienen puntos en común:
La influencia del regeneracionismo empeñado en ofrecer recetas para liberar a España de la
decadencia económica y cultural.
La referencia a una Castilla pobre y seca (Azorín) básicamente centrada en Tierra de Campos
atrasada que dista mucho de la vitalidad que impulsó el proyecto español desde la Edad Media.
Su "común dolor" por España y la preocupación por encontrar sus señas de identidad como
nación, mientras brotan con fuerza los nacionalismos periféricos, básicamente el catalán y el
vasco.
Todos ellos se caracterizaron por su profundo pesimismo, su crítica frente al atraso peninsular y
plantearon una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia.
El pensamiento de los regeneracionistas se basa en los siguientes juicios:
1.- Condena el pasado español. La Historia de España, según Joaquín Costa, era la de una nación
frustrada; también denunciaba que España se había convertido en un régimen oligárquico donde una
minoría, a través del caciquismo hacía uso del poder en beneficio propio. Ortega y Azaña consideran a
España como una nación sin formar o deformada. Según Ortega, el principio del fin de la nación
española comenzó en 1580 cuando ya eran identificables los signos de agotamiento coincidiendo con los
últimos años del reinado de Felipe II. Desde esa fecha, la Historia de España es la de una continua
decadencia.
2.- El europeísmo. Ortega y Gasset decía que Europa era la solución. Este filósofo español tenía una
visión idealizada del Viejo Continente donde sólo se salvaban tres países dotados con un régimen liberal
parlamentario: Francia, Gran Bretaña y Alemania.
3.- Hostilidad extrema hacia el régimen de la Restauración. En este punto coincidían tanto los
regeneracionistas (Joaquín Costa) como algunos de los miembros de la Generación del 98 (Valle Inclán o
Unamuno) y es el gusto por el antiliberalismo. Según estos intelectuales, la Restauración era un régimen
inoperante con el que había que acabar. La alternativa para Costa no era reformarlo para que
evolucionara hacia el liberalismo democrático, sino un “cirujano de hierro”, un dictador altruista, que
impulsara el desarrollo económico (obras hidráulicas, carreteras, escuelas y redistribución de la
propiedad de la tierra)
Paradójicamente, tanto regeneracionistas como intelectuales y artistas del Noventa y Ocho no supieron
valorar las ventajas que les ofreció la Restauración a la mayoría: educación privilegiada, becas de
estudio, libertad de expresión…
Al margen de las percepciones que tuvieran los intelectuales de la época y para sorpresa de todos los
que daba por enterrada a la Restauración y a España, pudieron observar cómo se iniciaba una modesta
pero creciente prosperidad auspiciada por la repatriación de capitales tras el desastre del 98, merced a
los cuales se fundaron nuevos bancos y se amplió el tejido empresarial, especialmente en Cataluña. En
el aspecto institucional, políticos como Maura o Canalejas intentarán reformar sin éxito el sistema
político para homologarlo a las democracias occidentales.
Consecuencias
Por la Paz de París España pasó a ser definitivamente a ser una potencia de segundo orden al perder lo
que le restaba de su extenso imperio forjado en el siglo XVI. La pérdida se producía en un momento en
el que se estaban formando los grandes imperios coloniales europeos. Posteriormente, los gobiernos de
la Restauración intentarían compensar este fracaso con la ocupación efectiva del Protectorado de
Marruecos.
5
6. Económicamente la repatriación de capitales facilitó el crecimiento económico y también se incrementó
el tráfico comercial con Cuba. En cualquier caso, España adolecía de un importante atraso económico
agravado por el caciquismo sobre el que se apoyaba el régimen de la Restauración.
6