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- 1. La Narrativa del Conocimiento ©
Boletín de difusión del Pensamiento
Publicación virtual quincenal
Textos y Fotografías de Fernando de Alarcón
Nueva época - Vol. V No. 107 Abril de 2015
Trabajar II
Hay que tener una disciplina de trabajo. La eficacia del trabajo va
creciendo en proporción geométrica si el trabajo no se interrum-
pe. Y el ser humano que tiene la pasión indómita de su trabajo no
pide a los demás sino lo que pueden aportarle para este trabajo.
No se niega a ninguna tarea útil que pueda ser, pero rehuye las
conversaciones, asambleas, parloteos y habladurías donde lo
único que queda son las frases.
Pero también es necesaria una disciplina de la sensibilidad por-
que, si nos abandonamos sin reservas a los movimientos de la
sensibilidad, éstos, con frecuencia, nos incapacitarán para traba-
jar. Estos movimientos son naturales y no se puede aconsejar a
las personas, en todas las circunstancias, sacrificar su vida afec-
tiva por su trabajo. Sin embargo, hay que retener y observar dos
reglas: La primera es la de no dejarnos apartar de nuestro trabajo
por emociones vanas o exageradas. La segunda regla es la de
sacrificarlo todo a ciertos trabajos cuya importancia justifica un
sacrificio tal.
Los trabajadores grandes y eficientes son todos, o casi todos,
personas que saben, de vez en cuando, retirarse, tomar distancia
de sus ocupaciones laborales. Tienen su lugar favorito, su villa en
el campo, su rincón en la ciudad, un pasaje en la montaña o su
playa solitaria donde se guardan y se niegan a todos los lazos,
incluso a los del afecto y la amistad. Únicamente en estos luga-
res los acontecimientos y las emociones pueden encontrar, en un
vasto cuadro de conjunto, el lugar preciso. Entonces, en el silen-
cio de la noche y del alma, en los vastos terrenos despejados de
malezas y de mezquindades, se echan los cimientos de certezas
personales verdaderas.
Hay trabajadores que elijen por sí mismos su tarea, permanecen
en libertad de tomarla o dejarla, y tienen que imponerse una dis-
ciplina por ellos mismos. Pero existen los trabajadores auxiliares,
tenientes, coordinadores, incluso gerentes, que tienen reglas de
trabajo específicas y a quienes se les pide que no tracen las
grandes líneas, sino que hagan más fácil para quienes las emple-
an, la concepción y la ejecución.
Toda persona que tome parte en un trabajo de equipo y que sirva
a un jefe debe ser alguien sin vanidad. Si tiene una voluntad de-
masiado fuerte, y si sus planes están en conflicto con los de su
jefe, la ejecución de las órdenes estará siempre falta de seguri-
dad porque él se esforzará en inclinarlas en la dirección que an-
hela. Es preciso que la fe en el jefe sea el lazo que mantenga al
equipo unido.
Un trabajador de mandos medios debería ser capaz cuando le
pareciera, sin razón o sin ella, de señalar con coraje a su jefe el
error grave que éste hubiese cometido. Pero este tipo de colabo-
ración no es verdaderamente eficaz más que cuando, en la base
de la franqueza, hay una admiración real y un compromiso cons-
tante. Si el mando medio no admite que su jefe tiene más expe-
riencia que él y más juicio, le servirá mal. La crítica al jefe por el
subordinado debe ser una accidente y no un hábito. Funcionario
u oficial debe en principio, después de haber formulado sus re-
servas, ejecutar la orden. No hay trabajo colectivo posible sin
disciplina.
Los trabajadores de los mandos medios tienen que adaptarse al
ritmo de pensamiento y a la manera de trabajar del jefe. Las
manías de éste tienen que respetarse, porque el tiempo perdido
en luchar contra ellas es demasiado importante. El colaborador
diestro conoce las palabras impronunciables que despiertan com-
plejos dolorosos y desencadenan el enojo del jefe. Sabe cómo
hay que presentar un asunto para que le interese y para que de
su opinión favorable. Ve claramente las ignorancias y debilidades
de su jefe y sin dejar de respetarlas hace todo lo posible para
suplirlas.
Y también conoce los beneficios de la discreción. No hay nada
más interesante que hallarse en el centro de un nudo de confi-
dencias, conocer la verdad, descubrir la mentira, y de todo ello no
dejar que nada se trasluzca. Un colaborador debe procurar no
solamente los informes que se le piden, sino aquellos que pudie-
ran pedírsele. Debe adivinar la dirección que toman los pensa-
mientos del jefe. Ha de preparar el camino; aparta los cuidados
inútiles, arregla por sí mismo los asuntos pequeños, hace fáciles
los actos necesarios y minúsculos que obstruyen toda vida. Así
como entender las medias palabras, apaciguar los movimientos
del amor propio, establecer una atmósfera de orden. Equilibrio
difícil pero no imposible de establecer.
Escribir es engendrar. Todo escrito ha de ser como un individuo
vivo. ¡Qué cantidad infinita de materiales, que pueden combinar-
se de mil modos, se encuentra en todas partes! El que una vez
ha descubierto este secreto, no necesita ya sino renunciar al puro
goce, a la variedad infinita, y empezar por algún lado. Pero esta
decisión supone sacrificar el goce de un mundo infinito y limitar
éste a una sola de sus apariencias. Nuestra existencia terrenal,
¿acaso la debemos a una decisión parecida?
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Banco de Historia VisualBanco de Historia Visual
Tu fotografía
Velo por tu imagen,
rezo por tu nombre,
y revelo tu fotografía.
Surge tu mirada
y tu rostro de ángel,
y tan sólo deseo encontrarte.
Enmarco tus ojos,
fragmento de tu alma;
necesito tu voz y tu risa.
Con cada mañana
el Sol de ilumina,
desde el gran ventanal
de mi estancia.
Y más que en tu imagen,
pienso en tu persona;
cuando miro tu faz cada día.
Vibras en mi mente,
con sueños furtivos,
y te busco entre tantas mujeres.
Surges caprichosa
entre mis anhelos,
mientras toda tu alma
se esconde.
Surges palpitante
en tu fotografía,
y deseo cuidarte en la vida.
1989 “Trata a los pequeños como tú quisieras ser tratado por
los grandes.”
Proverbio anónimo
Acróbata urbano, San Francisco CA - 2006
Fernando de Alarcón / Banco de Historia Visual ©