La navidad secuestrada: espíritu navideño sin revolución
1. La Navidad secuestrada: espíritu navideño sin revolución
Es por estas épocas del calendario juliano donde el “espíritu navideño” –una síntesis cultural
formada durante siglos por la tradición judeo-cristiana- hace surgir del “baúl de las utopías”
una serie de falaces buenas intenciones, además de acciones terapéuticas contra la
indiferencia y opresión contra los desposeídos y oprimidos de la sociedad.
Me refiero a la síntesis cultural cuando recordamos las festividades acompañadas de ritos y
acciones de muchas culturas a lo largo de toda la historia de la humanidad a causa del solsticio
de diciembre, fenómeno insoslayable para muchas sociedades agrarias en donde el hombre
convivía en armonía a la vez que se sentía parte de la naturaleza. En dicha época las
celebraciones de fertilidad traían consigo un motivo de regocijo entre esas sociedades, menos
contradictorias que la nuestra, manifestadas en fiestas colectivas y “buenas acciones”.
Pero tomemos a una sociedad clasista por excelencia; por ejemplo, la fiesta romana llamada
Saturnalia en donde se hacían grandes banquetes, intercambio de regalos y simbólicamente
los amos se convertían en esclavos y los esclavos en amos, treguas a conflictos de diversa
índole, y dádivas por doquier. ¿Les recuerda a algo, alguien o, mejor dicho, a quienes?
Se puede rescatar cosas muy interesantes del ejemplo anterior a nuestra época. Hoy como
antes se siguen reproduciendo las contradicciones de sociedades clasistas y desigualitarias. Las
relaciones sociales y su estructura sigue n siendo de marcadas diferencias sociales (basadas en
cada caso con diferentes dosis económicas y raciales), sólo que el ritmo vertiginoso de la
sociedad actual y las ilusiones ópticas, el telón de rosa de la vida (¿qué vida?) y de posible
progreso, que generan los grandes medios de comunicación nos hacen pensar que cuestiones
como estas son anacrónicas. Lamentablemente la verdad del caso es que seguimos siendo
esclavos. Algunos con una casa, un auto, ternos y otros aún –si se puede decir- como en la
época romana.
Navidad es la época de redención, de una oportunidad de aplacar las culpas y remordimientos
de la conciencia de muchos respecto a la condición en que se encuentran los desposeídos y
oprimidos en una sociedad que promueve “la competencia”, en donde estos últimos nacieron
con las piernas cortadas para la carrera a la que fueron lanzados en esta vida.
2. En esta época es donde los problemas que aquejan a la sociedad son utilizados como un
campo de expiación, en donde la fotografía de la sociedad se transforma con Paint y
PhotoShop mientras que la original no es presentable porque nos puede ser causa de
tormento y una vergüenza de una promesa incumplida.
Es ahora que el Estado y nuestros patricios actuales también reproducen de manera análoga
ciertos ritos de antaño, ya mencionados. Tampoco olvidar a los individuos que se encuentran
en la eterna transición entre la pobreza explícita y el estatus patricio, viviendo en esa ilusión de
que algún día llegarán a la vida patricia (no se dan cuenta que esa vida está cerrada con puerta
de vidrio, cuando crean llegar se van de cara y volver a empezar), todos ellos reproducen de
alguna manera esos ritos llevados a cabos por estos patricios, modelos de aspiración social,
ahora bajo premisas judeo-cristianas.
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Es que en estas épocas donde algunos valores se ponen de moda, como la solidaridad, la
“igualdad” de los seres humanos, la filantropía y la búsqueda de un mundo mejor, pero sin el
pensamiento anatema de un posible cambio social, es el discurso anual de toda una sociedad
hipócrita (por las buenas intenciones sin sentido y sin fin). El canal por el cual todos estos
valores salen a flote y se relucen es a través del consumismo; algunos niegan navegar por esa
vertiente, otros callan ante la evidente verdad escupida en la cara. Consumir todo lo que si y
no se pueda para poder disfrutar de la noche buena sin remordimientos, además que de
pasadita ese consumismo les ayuda a sentirse patricios por un momento, total todos ganan,
dicen.
Sin embargo, sin ser mezquinos, recordemos a las personas de buen corazón que viven la
navidad tanto o más que el Scrooge al final de cierto cuento de navidad. Sin embargo, todo
ello NO va más allá de falaces buenas intenciones y los compromisos sociales para la postal
navideña; ya que ellas carecen de un programa de acciones concretas para que la navidad que
ellos imaginan se hagan efectiva todos los días del año para todos y sobre todo para los
últimos de la sociedad.
Estos fines de igualdad entre seres humanos: buena calidad de vida, desarrollo pleno de
nuestras facultades, entre otros; ha sido secuestrado por la sociedad de consumo
3. (capitalismo del viejo oeste) para solo sacarlos -para su conveniencia y a control remoto-
durante los diciembres de cada año. Estos valores son plagiados ante la inacción de ciertos
grupos sensibles al cambio social, confundidos y atónitos ante la maquinaria montada de esta
sociedad desigualitaria por nuestros patricios, este discurso de “sensibilidad social” llevada a
cabo de manera coyuntural por los mercenarios de la felicidad (el gran capital induciendo al
consumo con un discurso emotivo y desinteresado) junto a los tontos útiles de buen corazón.
Por esa razón cada año algunos ven una oportunidad de expiar culpas para consumir de forma
descarada, en donde la cúspide llega en la noche buena y podemos celebrar sin
remordimientos en esos momentos; otros de ver una instantánea de lo que verdaderamente
debería ser el estado de la sociedad (se conforman con ver esa foto el resto de los días del
año); otros de un remedo de revolución (una cachita al cambio social); un chiste de mal gusto a
las aspiraciones sinceras de muchas personas a una verdadera sociedad en la cual las
oportunidades de desarrollo de todas las capacidades del ser humano se desarrollen para
hacerlo sensible a su prójimo y a la naturaleza.
En suma, se puede decir que en esta época se pierde la oportunidad de una revolución, si, de
una revolución de las ideas para un sociedad mejor, una revolución de la educación, una
revolución del verdadero amor al prójimo, una revolución de las inexplicables diferencias
sociales (y todo lo que implica) entre seres humanos que se suponen iguales.
Señores; han secuestrado todos esos ideales y nos han dado a cambio “el espíritu navideño”,
en todo caso, para no desentonar; han secuestrado la verdadera navidad y nos entregaron
este falaz remedo. No hagamos un minuto de silencio, no podemos perder ni un minuto en
luchar por liberar LA VERDADERA NAVIDAD para que sume al cambio de esta sociedad tan
dura y cruel con las mayorías, aún con los que piensan ilusoriamente que están bien pero que
no pueden desarrollarse sino en la medida que el ritmo de la sociedad y su papel en ella lo
permiten.
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(1) Dibujo de Jesús Cossio