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Txetxu Núñez




        Yeray corría detrás de los conejos, pero no
conseguía coger a ninguno, eran mucho más rápidos que
él, sin embargo no se daba por vencido y tan pronto
corría detrás de uno como enseguida dejaba a este y
perseguía a otro. Siempre le ocurría lo mismo, cuando
mejor se lo estaba pasando, oía la voz de su madre que le
llamaba:

-   ¡Yeray! ¡Yeray! ¡Yeray! es la hora de comer.

       Yeray aunque travieso, era un chico obediente,
siempre que oía la voz de su madre dejaba de jugar e iba
corriendo a casa. Ese día, cuando llegó a casa, su padre y


                           1
sus hermanos ya estaban sentados a la mesa. Tanto
Nicolás como Francisco le miraron con cara de pocos
amigos.

-   Siempre te tenemos que esperar para comer, dijo
    Nicolás con una voz que no parecía muy amistosa.

-   ¡Lávate las manos! Se oyó la voz de su madre desde
    la cocina.

            Minutos después Yeray se sentaba a la mesa,
era el último en sentarse. Nicolás y Francisco le volvieron
a mirar con unos ojos que lo decían todo. Entonces se oyó
la voz del padre:

-   ¡Bendícenos Señor y bendice estos alimentos.....

          Segundos después empezaron a comer.
Cuando llevaban varios minutos comiendo, la madre
viendo que su hijo mayor comía aceleradamente, le dijo:

-   ¡Nicolás!, te he dicho muchas veces que no comas
    tan rápido, un día te vas a atragantar.

-   Es que tengo mucha hambre, contestó Nicolás con
    la boca llena de comida.

          El padre sonrió al oír la contestación de su hijo
mayor y dijo a su mujer:

-   ¡Déjale, mujer!, está en la edad de crecer.




                           2
- ¡Sabéis que he soñado esta noche!, dijo Yeray de
repente, sin levantar la cabeza de su plato. He soñado que
corría con los mejores corredores del mundo.

           Tanto Nicolás como Francisco se echaron a
reír.

- ¡Qué dices!, le dijo Francis. Tu correr con los mejores
corredores del mundo, ¡quién te has pensado que eres!,
para eso hay que nacer siendo un fenómeno y tú no
creo que lo seas.

- ¡Por qué no!, dijo su madre. No hay que nacer siendo
un fenómeno para llegar a ser un buen corredor. Lo
único que se necesita es estrenar mucho y con
constancia. Yeray tiene las mismas posibilidades que
tiene cualquiera.

- No lo creo, volvió a replicar Francis. Para llegar a ser
un campeón hay que estar hecho de otra pasta y a mi
hermano no le veo.

   Media hora más tarde habían acabado de comer.
Estaban en pleno verano y el día invitaba a tomar el sol.
Ángel y Ana María salieron al porche y ambos se
sentaron en unos cómodos sillones con los ojos cerrados.

-   ¡Qué bien se está aquí, dijo Ana María!

-   ¡Cuántas gracias tenemos que dar a Dios, dijo
    Ángel, nos ha dado tres hijos estupendos y esta
    maravillosa casa en medio de un paraíso.


                           3
La casa de la familia Pardok está situada cerca de
un bosque abarrotado de árboles. El camino que viene del
pueblo termina justamente en su casa. Seguidamente
empieza el bosque. Las especies que más abundan en este
bosque son los abetos, pinos, cipreses. También hay gran
cantidad de conejos que corren de un sitio para otro con
la timidez que les caracteriza. Los pájaros aunque más
pequeños se dejan oír y trinan ininterrumpidamente
alegrando el día a todos los demás habitantes del bosque.
La casa más cercana a la de los Pardok está a medio
kilómetro y el pueblo más cercano se llama Cantalapiedra
que está a diez kilómetros, es donde está la escuela a la
que asisten: Nicolás de 12 años y Francisco de 9. Yeray
el más pequeño de los hermanos, tan sólo tiene 5 años y
el próximo curso podrá ir con ellos a la escuela. Broome
es la ciudad de todos los pueblos que están alrededor. A
Nicolás y a Francisco les cuesta casi hora y media en
llegar al colegio todos los días, por eso se tienen que
levantar muy temprano.

       Está terminando el mes de agosto, los chicos están
de vacaciones, en pocos días tendrán que volver al
colegio. Yeray por primera vez irá con sus hermanos, a
medida que pasan los días está más nervioso, tiene ganas
de empezar y conocer a otros chicos y chicas de su edad.
Sus hermanos siempre suelen llegar a casa muy contentos
del colegio y añora poder ir con ellos. Para ir al colegio
los chicos de aquellos contornos suelen ir en bicicleta o
en autobús, pocos son los que van andando, pero entre
esos pocos están los hermanos Pardok, desde que su




                           4
padre tuvo un accidente tuvo que dejar de trabajar y los
padres no pueden pagar el autobús.

       Ha llegado el último día de las vacaciones, los
chicos están nerviosos, tienen ganas de ver a sus
compañeros-ras de curso, mañana volverán al colegio,
pero esta vez Yeray irá con ellos. Cuando llega la noche y
se acuestan ninguno de los tres es capaz de dormirse,
están deseando que comience el nuevo día y los nervios
no les dejan dormir, pero la noche va cayendo y por fin
van cerrando los ojos uno tras otro.


       PRIMER DIA DE CLASE PARA YERAY


-   ¡Arriba!, es hora de levantarse, se oye la voz de Ana
    María.

           Tanto Nicolás como Francisco se levantan de
    un salto, pero Yeray sigue durmiendo, no se ha
    enterado de que su madre les ha llamado.

-   ¡Levántate perezoso!, le dice Francisco estirándole
    del pelo.

            Yeray al notar que le estiran del pelo abre los
ojos y se levanta rápidamente de la cama gritando:

-   ¿Quién me ha estirado del pelo?




                           5
Pero en la habitación no hay nadie. Yeray se
acerca al comedor y allí están sentados su padre y sus
hermanos desayunando, se sienta y empieza a desayunar.
Poco después la madre dice:

-   ¡Hijos, daros prisa, coged los bocadillos y salir
    corriendo! porque ya empieza a ser un poco tarde.

-   No te preocupes mamá, contesta Nicolás, si vemos
    que vamos tarde iremos corriendo.

-   Vuestro hermano es muy pequeño para llevarle
    corriendo hasta el colegio, dijo su madre con cara
    enfadada.

           Poco después los tres hermanos salían de su
    casa con las mochilas a sus espaldas. Al principio
    fueron con paso rápido, pero a medida que se iban
    encontrando a otros compañeros por el camino se
    fueron descuidando y cuando se quisieron dar cuenta
    el tiempo se les había echado encima.

-   ¡Vamos Yeray, no te retrases!, dijo Nicolás. Si no
    llegamos a tiempo al colegio nos van a castigar a los
    tres por tu culpa.

-   Pues corramos, dijo Yeray a sus hermanos ante
    aquel desafío.

           Los tres hermanos empezaron a correr, fueron
    pasando los minutos y Yeray seguía corriendo detrás
    de sus hermanos a unos metros de distancia. De vez


                           6
en cuando Nicolás miraba hacia atrás para ver como
    iba su hermano pequeño y viendo que seguía
    corriendo, le animaba:

-   Vamos Yeray, lo estás haciendo muy bien, si
    seguimos a este ritmo no llegaremos tarde.

            Siguió pasando el tiempo y los tres hermanos
    seguían corriendo. Nicolás iba en cabeza seguido de
    Francisco a unos metros y por último les seguía Yeray
    un poco más rezagado; no quería que por su culpa
    llegasen tarde al colegio. Cuando divisaron el pueblo
    a lo lejos, Nicolás dijo:

-   ¡Ánimo! Ya casi hemos llegado, nos queda muy
    poco. No vamos a llegar tarde.

            Cuando entraron en el colegio tocó la campana
    avisando a los chicos-cas para que entrasen en sus
    aulas. Nicolás se acercó a Yeray y le dijo:

-   ¡Vete a donde están aquellos chicos-cas que ves allí
    y espera!, saldrá un profesor a por vosotros para
    llevaros a vuestra clase.

           Seguidamente Nicolás y Francisco se
    separaron, cada uno fue con los chicos-cas de su
    curso.

-   ¿Habéis venido corriendo desde vuestra casa?, le
    preguntó un compañero a Nicolás.




                           7
-   ¡Casi!, respondió él, al principio salimos andando,
    pero cuando nos quisimos dar cuenta se nos había
    hecho tarde y no hemos tenido más remedio que
    empezar a correr.

-   ¿Y le habéis traído a vuestro hermano corriendo?,
    volvió a preguntar su amigo.

-   ¡Sí!, contestó Nicolás. Es más fuerte de lo que
    parece, no se ha quejado en ningún momento.

            Los niños-as que habían ido por primera vez
    al colegio seguían jugando en el patio, eran los únicos
    que estaban allí fuera, pero enseguida se les acabó el
    recreo. Una profesora se acercó a ellos y les dijo:

-   ¡Seguidme!

           Los chicos-cas dejaron de jugar y se pusieron
    detrás de la profesora como unos corderitos, unos
    detrás de otros. Seguidamente entraban en un
    pabellón enorme, poco después el último niño
    desaparecía tras sus puertas de cristal. El día pasó
    rápido, cuando Yeray se quiso dar cuenta habían
    terminado las clases. Cuando salió al patio con los
    demás niños-as le estaban esperando Nicolás y
    Francisco, tenían orden expresa de su madre de
    esperarle y volver con él a casa. Esta vez los tres
    hermanos volvieron a casa andando junto con otros
    compañeros-ras que vivían a lo largo del camino.




                            8
Pasó el tiempo, Nicolás, Francisco y Yeray
todas las mañanas salían corriendo de casa, tenían
diez kilómetros por delante para llegar al colegio. Los
primeros meses el primero en llegar al colegio era
Nicolás seguido de Francisco a doscientos metros y
por último llegaba Yeray bastante más lejos. Cuando
llegó el último mes del curso “junio”, Francisco
seguía llegando el segundo a la misma distancia de su
hermano Nicolás que al principio de curso, no había
conseguido recortarle nada en todo el año, sin
embargo Yeray había recortado considerablemente la
distancia a su hermano Francisco, llegaba a pocos
metros detrás de él.

        Llegaron las vacaciones de verano. Tenían
casi tres meses por delante para descansar y
divertirse. Nicolás y Francisco diariamente quedaban
con sus amigos-gas para ir a la piscina. Una vez allí
jugaban a hacer carreras nadando. Cuando eso les
aburría hacían concursos a tirarse dando una voltereta
en el aire. Más tarde jugaban al escondite dentro de la
piscina entre los chicos y chicas que estaban en el
agua. Cuando se cansaban aprovechaban a descansar
un poco y comían los bocadillos que llevaban con
algún refresco. Cuando terminaban seguían haciendo
de las suyas en la piscina hasta que llegaba la hora de
marchar a sus casas. Yeray sin embargo prefería
correr entre los árboles del bosque persiguiendo a los
conejos y a las ardillas, le encantaba correr de un sitio
para otro, no paraba en todo el día. El bosque era su
lugar preferido para pasarlo bien, el olor de los pinos




                        9
y la tranquilidad del bosque no la había en ningún
otro sitio.

       Como por arte de magia las vacaciones
volaron como vuelan las nubes en el cielo cuando se
levanta el viento. Llegó el mes de septiembre y la
madre de Nicolás, Francisco y Yeray fue comprando
todo lo que iban a necesitar sus hijos para el curso
que iba a empezar en pocos días. Por fin llegó el
último día de vacaciones. Yeray estaba más nervioso
que sus hermanos, sabía que ese curso que iba a
comenzar sería muy especial para él, empezaría a
hacer atletismo como sus hermanos, entraría a formar
parte del equipo de atletismo del colegio si superaba
las pruebas para entrar. Para Yeray era el comienzo
de una nueva aventura. Durante años había oído
hablar a sus hermanos las marcas que hacían, los
campeonatos a los que iban, de cómo quedaban en las
carreras que participaban, y eso Yeray lo tenía muy
metido dentro, estaba profundamente ilusionado con
empezar a hacer lo que hacían sus hermanos:
“correr”.



        PRUEBAS DE ATLETISMO


        Primer día de clase. Yeray está en clase de
Matemáticas atendiendo las explicaciones del Sr.
Matías. Llaman a la puerta, seguidamente se abre y
entra el profesor de Educación Física, el Sr. Frank, se


                       10
acerca al Sr. Matías y le dice algo al oído, poco
    después el Sr. Frank dirigiéndose a los alumnos-nas,
    dice:

-   Como sabéis en este curso se empieza la actividad de
    atletismo en el colegio. Todos los chicos-cas que
    quieran apuntarse tendrán que ir al despacho de
    deportes y rellenar una ficha. Durante un mes os
    entrenaréis de cara a las pruebas de selección que
    hacemos para entrar en el equipo de atletismo. Los
    chicos-cas que pasen las pruebas pasarán a formar
    parte del equipo. Los demás tendrán que buscarse
    otro deporte entre los que ofrece el colegio. El
    próximo      lunes      empezaremos       con     los
    entrenamientos. Todos los chicos-cas que os
    apuntéis tener que estar antes de las cinco de la
    tarde en la pista de atletismo. Los chicos-cas que se
    retrasen no entrenaran ese día. Si algún chico-ca
    llega a acumular tres retrasos no hará la prueba de
    selección, automáticamente quedará descalificado. -
    ¿Alguna pregunta?

           Ningún chico-ca dijo nada, el sr. Frank viendo
    que nadie le hacía ninguna pregunta se dirigió hacia el
    Sr. Matías, cambiaron varias palabras y poco después
    salió del aula. Yeray estaba temblando de emoción,
    había llegado lo que había estado esperando desde
    hacía tiempo, correr en el equipo de atletismo del
    colegio, pero ¡superaría las pruebas! Tendría que
    entrenarse a tope si quería pasar a formar parte del
    equipo de atletismo. Sonó el timbre para salir al
    recreo, le sacó a Yeray de sus pensamientos. En el


                           11
patio Yeray se unió a varios chicos-cas de su clase,
    mientras iban hablando le hizo una pregunta a uno de
    ellos:

-   Marco ¿crees que superaremos las pruebas?

-   Yo sí, contestó Marco con mucha seguridad,
    durante el verano he entrado con mi padre.

-   Yo sin embargo no lo tengo muy claro, dijo Lucía,
    pero entrenaré duramente este mes, no quiero
    quedarme fuera. Me gustaría competir contra otros
    chicos-cas de otros colegios.

            Juan, Andrés y Tatiana no respondieron nada,
    pero en su cara se reflejaba que también a ellos les
    gustaría formar parte del equipo. El equipo de
    atletismo del colegio tenía gran prestigio, desde su
    fundación hace ochenta y cuatro años habían salido
    varias figuras a nivel nacional. Frank su último
    entrenador estaba orgulloso de sus atletas y siempre
    estaba al acecho para descubrir nuevos talentos entre
    sus chicos-cas, vivía para el atletismo. Encima de la
    mesa de su despacho tenía la foto de dos chicos y una
    chica que habían sido seleccionados a nivel nacional.
    Las fotos tenían unas dedicatorias dirigidas al colegio
    y al entrenador.

           Cuando Yeray, Nicolás y Francisco llegaron a
    su casa a media tarde después del colegio, Yeray les
    contó a sus padres que el próximo lunes empezaría a
    entrenar. A continuación dirigiéndose a Francisco y


                           12
Nicolás les hizo un montón de preguntas sobre las
    pruebas de selección que hicieron ellos en su día
    cuando entraron en el equipo de atletismo.

-   No te preocupes tanto, le dijo Nicolás, estoy
    convencido que superarás las pruebas sin
    problemas. Se como corres y seguro que harás las
    pruebas por debajo del tiempo estipulado.

           Sin embargo Francisco no era de la opinión de
    su hermano:

-   Yo creo, dijo Francisco, que hay muchos chicos-cas
    muy buenos y a todos no os puede coger el
    entrenador. Supongo que cogerá a los chicos-cas
    que consigan los mejores tiempos. Además tú no
    eres muy bueno en velocidad y hay varias pruebas
    de velocidad. ¡Será mejor que te entrenes!

-   No le hagas caso, respondió Nicolás, te quiere
    tomar el pelo, Francis sabe perfectamente como yo
    que no vas a tener ningún problema para entrar en
    el equipo de atletismo.

           En un momento que Yeray estaba mirando por
    la ventana, Francis le hizo unas señas a su hermano
    Nicolás intentándole decir que le siguiese la broma.

-   Pues me entrenaré a tope, dijo Yeray, quiero entrar
    en el equipo de atletismo como vosotros.




                          13
Pasaron las semanas, Frank el entrenador de
    atletismo les hacía correr a los chicos-cas que querían
    formar parte del equipo de atletismo una y otra vez.
    Las dos primeras semanas corrieron en la pista, pero a
    partir de la tercera semana empezaron a subir
    escaleras y cuestas. Los chicos y chicas salían
    agotados de los entrenamientos, pero contentos.

            Llegó el día esperado, el de las pruebas de
    selección. Todos los chicos-cas salieron a la pista de
    atletismo perfectamente uniformados para realizar las
    pruebas, el entrenador no había llegado aún. En la
    pista de atletismo estaban calentando y corriendo los
    chicos-cas de otros cursos que ya pertenecían al
    equipo de atletismo. Los había de todas las edades.

-   ¿Has visto como corre aquella chica?, le preguntó
    Juan a Yeray.

-   ¡Sí!, ya me he fijado, corre más que los chicos.

-   ¡Mira!, ¡mira! Aquel chico rubio, chilló Andrés.

-   ¡Ese chico!, dijo Yeray, me han dicho mis hermanos
    que en todas las carreras que participa siempre
    queda entre los cinco primeros. Tiene la habitación
    de su casa llena de medallas y copas.

           Todos estaban mirando con la boca abierta a
    los chicos-cas mayores que corrían por la pista, hasta
    que la voz de su entrenador les sacó de su
    atolondramiento para volverles a la realidad.


                           14
-   Calentad durante diez minutos, les dijo Frank. A
    continuación empezaremos con las pruebas de 50
    m., 60 m., 80 m., y terminaremos con un cross de
    cuatro kms.

           Los chicos-cas empezaron a calentar. Cada
    uno calentaba de una forma diferente. Al entrenador
    esto no le pasó desapercibido, en su interior se decía:
    - Cuánto tienen que aprender estos chicos-cas.

-   Muy bien, dijo el entrenador, ha pasado el tiempo.
    He visto que muchos de vosotros-tras no habéis
    calentado bien, pero no os preocupéis, a los que
    paséis a formar parte del equipo os enseñaré a
    calentar cada músculo de vuestro cuerpo para que
    podáis sacar el máximo rendimiento a vuestro
    cuerpo en cada competición.
-   ¡Empezamos la competición! La primera prueba es
    la de 50 metros. Correréis en grupos de cinco,
    cuando terminen todos-das pasaremos a la prueba
    de 60 metros y seguidamente a la de 80 metros.
    Después descansaremos un cuarto de hora y
    terminaremos con el cross.

            El Sr. Lucas, el segundo entrenador fue dando
    la salida a cada serie y el sr. Frank iba tomando los
    tiempos de todos los chicos-cas que llegaban a la
    meta. Una hora más tarde acababan todas las series.

-   Ahora descansaremos un cuarto de hora antes de
    hacer el cross, dijo Frank.


                           15
Tanto los chicos como las chicas se sentaron
    en el césped que había en el campo de fútbol para
    descansar un poco antes de la última prueba. Ningún
    chico-ca sabía muy bien que tal había hecho las
    pruebas, el entrenador no dijo los tiempos a nadie,
    aunque cada uno pensaba que lo había hecho bien.

-   ¿Qué tal he corrido?, le preguntó Yeray a Juan.

-   Te he visto bien. En la serie de 50 m. has quedado el
    tercero, en la de 60 m. el segundo y en la de 80 m. el
    primero.

-   ¡Y yo?, preguntó Juan.

-   Me ha parecido que en las tres series has quedado el
    segundo, eso está muy bien.

           Poco después se volvió a oír la voz del
    entrenador.

-   Prepararos para la última prueba, el “cross”.

           Los chicos y chicas se levantaron del césped
    del campo de fútbol y se dirigieron hacia donde
    estaba el entrenador.

-   ¡Ponerse todos aquí, junto a esta línea! Ya conocéis
    todos-as el recorrido, lo hemos hecho muchas veces
    durante los entrenamientos. ¡Animo a todos!




                           16
Poco después Frank daba la salida del cross.
    Los ochenta y cinco chicos-cas salieron de estampida,
    habían salido demasiado rápido para recorrer los
    4.000 metros que les separaban de la línea de meta.
    Lucía, Marcos, Juan, Andrés, Tatiana y Yeray iban
    todos en el mismo grupo, no iban en el grupo de
    cabeza, pero tampoco estaban en la cola de la carrera.
    Se podría decir que estaban entre los treinta primeros,
    pero aún les quedaban muchos metros que recorrer y
    se lo tenían que tomar con calma. Habían pasado
    quince minutos y se empezaba a apreciar quiénes
    estaban en forma y quiénes no, quiénes corrían bien y
    a quiénes les costaba seguir el ritmo de los demás
    corredores.

           Mientras seguían corriendo, los chicos-cas
    mayores que estaban entrenando fueron dejando de
    entrenar y se pusieron a ver como corrían los más
    pequeños, entre ellos estaban: Nicolás y Francisco.

-   Parece que nuestro hermano no va tan bien después
    de todo lo que ha entrenado, le dijo Francis a
    Nicolás.

-   No te preocupes, le respondió Nicolás, creo que
    Yeray sabe lo que hace. Cuando lo crea oportuno
    pegará el hachazo y dejará atrás a la mayoría. Le
    veo correr muy suelto y con mucha fuerza, estoy
    convencido que llegará entre los cinco primeros.

           Lucía, Marcos y Juan habían ido progresando
    poco a poco y habían cogido al grupo de cabeza, sin


                           17
embargo Andrés, Tatiana y Yeray les seguían a unos
veinte metros. Cuando solo quedaban quinientos
metros para llegar a la meta, Andrés alargó la zancada
llevándose a Tatiana y a Yeray detrás de él, en poco
tiempo dieron alcance al grupo de cabeza en el que
estaban sus amigos: Lucía, Marcos y Juan. Quedaban
trescientos metros para cruzar la línea de meta, en el
grupo de cabeza se habían situado doce corredores-
ras. De repente tres de ellos aceleraron el ritmo, los
demás hicieron lo mismo, pero poco a poco se fueron
quedando atrás porque las fuerzas les habían
empezado a fallar. Yeray fue el único que consiguió
mantener el tirón de los dos chicos y una chica. Los
cuatro habían esprintado hacia la meta, aún les
quedaban cien metros y cualquiera de ellos podía ser
el vencedor.

        Los atletas mayores que estaban viendo la
carrera no se lo podían creer, aquellos chicos que iban
en cabeza corrían a una velocidad increíble. Nicolás y
Francis también alucinaban al ver a su hermano entre
los mejores. De repente uno de ellos volvió a acelerar,
pero solo le pudo seguir Yeray. Los otros dos no
pudieron seguir aquel ritmo increíble. Cuando solo
faltaban cuarenta metros para llegar a la meta, Yeray
se emparejó con el chico que iba por delante suyo,
durante unos décimas de segundo lucharon por el
primer puesto, poco después Yeray entraba vencedor
seguido del otro chico. Poco después llegaron el chico
y la chica que se habían quedado atrás, a continuación
entraban en meta: Lucía, Marcos, Juan, Andrés y
Tatiana. A partir de ahí fueron llegando en pequeños


                       18
grupos los demás chicos y chicas, hasta que entró el
último corredor.

        Poco después se podía ver a una gran cantidad
de chicos-cas tumbados en el césped del campo de
fútbol descansando, eran muy pocos los que se habían
quedado de pie. El cross no había sido muy largo,
pero los mismo chicos-cas lo habían endurecido
desde el comienzo de la carrera saliendo a una
velocidad formidable y habían sabido mantener el
ritmo durante casi todo el circuito. Muy pocos habían
podido aguantar aquel ritmo y esprintar cuando solo
faltaban quinientos metros para llegar a la meta.

        El entrenador se fijó en todos los chicos-cas
que estaban de pie y en los que estaban sentados o
tumbados. Precisamente los chicos-cas que estaban de
pie eran los que habían llegado en los primeros
puestos, mientras que los que habían llegado de la
mitad hacia atrás estaban sentados o tumbados, de eso
se deducía que los que estaban en forma, los que
habían entrenado a conciencia se habían recuperado
rápidamente, mientras que los que no habían
entrenado a tope estaban derrengados. También se
fijó en Yeray, era impresionante ver como iba de un
sitio para otro hablando con unos y con otros, parecía
que no había corrido, no parecía nada fatigado,
mientras que el chico que llegó detrás de él en el cross
aunque no estaba sentado se podía ver en su rostro las
huellas del cansancio.




                       19
De repente aparecieron Nicolás y Francis entre
    los chicos-cas que habían corrido el cross. Se
    dirigieron hacia donde estaba su hermano, que en ese
    preciso momento estaba hablando con varios de sus
    amigos-gas; como estaba de espaldas a ellos no les
    vio acercarse, pero sintió que una mano se posaba
    sobre su hombro, se giró y vio a sus hermanos detrás
    suyo.

          Francis fue el primero en dirigirse a su
    hermano.

-   Enhorabuena chaval, has hecho una buena carrera,
    pero aún tienes mucho que mejorar si quieres llegar
    a ser como nosotros.

           Nicolás pisándole las palabras a su hermano
    Francis, le dijo:

-   No le hagas caso, siempre está de broma. Has
    corrido mucho mejor que cuando lo hicimos
    nosotros en su día, ninguno de los dos consiguió
    llegar entre los tres primeros.

           Cuando terminó de hablar Nicolás, se oyó la
    voz del entrenador:

-   Mañana a primera hora, en la puerta de mi
    despacho, estará puesta la lista con los nombres de
    los chicos-cas que pasarán a formar parte del
    equipo de atletismo del colegio. Todos aquellos




                          20
chicos-cas que no estén en esa lista pueden intentar
    meterse en los otros equipos que tiene el colegio.

           Poco después los chicos y chicas se dirigieron
    a sus vestuarios respectivos para ducharse, se había
    hecho demasiado tarde. Cuando Yeray salió del
    vestuario junto con sus amigos le estaban esperando
    sus hermanos, Yeray se despidió de sus amigos:

-   Hasta mañana, nos veremos en la puerta del
    despacho del entrenador. ¡suerte!

-   Tú seguro que si estás seleccionado, le dijo Marcos,
    has hecho muy bien las pruebas.

            Yeray no contestó nada, pero en su cara se
    notaba una cierta alegría. Poco a poco se fue alejando
    con sus hermanos por el camino, les quedaba un largo
    recorrido hasta llegar a su casa. Hora y pico después
    los tres hermanos entraban en su casa. Los padres
    nada más verles le preguntaron a su hijo pequeño:

-   ¿Qué tal las pruebas?

-   ¡Muy bien!, exclamó Yeray con una sonrisa.

-   No lo ha hecho nada mal para ser tan pequeño, dijo
    Francis, metiéndose en la conversación que
    mantenían padre e hijo.




                            21
Nicolás no dijo nada, pero hizo un gesto con la
    cara que lo decía todo: ¡Yeray había hecho bien las
    pruebas!

-   Tu madre y yo estamos muy contentos de que sigas
    lo pasos de tus hermanos. El deporte es muy bueno:
    nos ayuda a ser mejores personas, a relacionarnos
    con otros chicos-cas, a estar contentos, a estar bajo
    disciplina, a saber ganar y perder, a tener el cuerpo
    y la mente sanos y nos previene de las enfermedades
    porque nos endurece.

           Cuando se sentaron a la mesa para cenar,
    Yeray les fue contando a sus padres como se habían
    desarrollado las diferentes pruebas que habían tenido
    que hacer, empezando por las pruebas de velocidad y
    terminando por el cross. Los padres de Yeray
    atendían con muchísima atención a todo lo que les iba
    contando su hijo pequeño, lo decía con un entusiasmo
    que parecía que lo estaba viviendo, justo cuando
    terminaron de cenar Yeray terminaba su narración.
    Tanto el padre como la madre le felicitaron por haber
    hecho tan bien las pruebas y le animaron para seguir
    entrenando duro.

           A Yeray le costó mucho coger el sueño ese
    día, por mucho que cerraba los ojos no conseguía
    dormirse, estaba nervioso ante la llegada del nuevo
    día. De repente, oyó la voz de su madre:

-   ¡Yeray!, ¡Yeray!, es hora de levantarse.




                          22
Pero Yeray pensaba que estaba soñando y
    siguió durmiendo, hasta que una mano le zarandeó,
    era la mano de su hermano Nicolás.

-   ¡Arriba!, vamos a llegar tarde por tu culpa.

           Yeray abrió los ojos y sentándose en su cama
    se encontró con la cara de su hermano.

-   ¡Arriba!, tenemos poco tiempo.

           Fue entonces cuando Yeray recobró la
    conciencia y salió de la cama disparado hacia el baño,
    poco después estaba desayunando con sus padres y
    hermanos; en vez de comer tragaba todo lo que le
    ponían por delante sin mirar a ningún sitio más que a
    su plato. Nicolás y Francis le miraban sorprendidos,
    nunca le habían visto comer de esa manera.

-   ¿Seguro que estás nervioso?, le preguntó su
    hermano Francis.

           Yeray le miró de reojo a su hermano y sin más
    siguió comiendo hasta que terminó todo lo que había
    en la mesa. Poco después los tres hermanos salían de
    su casa a la carrera hacia el colegio, se habían
    retrasado un poco y tenían que recuperar el tiempo
    perdido. Más tarde cuando llegaron al colegio, los tres
    hermanos estaban completamente sudados, ese día
    habían corrido como ningún otro. Nicolás y Francis
    fueron durante todo el camino al mismo ritmo
    seguido por Yeray, que en un principio había perdido


                           23
el ritmo, poco a poco lo fue recuperando hasta que
    llegó al colegio muy por detrás de sus hermanos.
    Nada más llegar sin dejar de correr se dirigió hacia el
    despacho del entrenador, quería ver la lista cuanto
    antes, pero se encontró a un montón de chicos-cas
    formando cola, esperando para ver la lista que estaba
    en la puerta, enseguida se empezaron a oír los
    primeros comentarios:

-   ¡Mi nombre no está en la lista!, dijo una chica en
    tono tristón.

-   ¡El mío sí!, dijo un chico lleno de alegría.

           Lucía había sido una de las primeras en llegar
    a la puerta del entrenador, después de mirar la lista
    durante un buen rato empujó a los demás chicos-cas
    para que la dejasen salir de aquel barullo, cuando lo
    consiguió empezó a gritar:

-   ¡Estamos todos, estamos todos!

-   ¿Qué quieres decir?, le preguntó Tatiana.

-   Todos nosotros estamos en la lista, dijo Lucía con
    una gran sonrisa. Todos los amigos-gas hemos sido
    seleccionados.

            Poco después todos los amigos-gas se
    abrazaban unos a otros dando rienda suelta a su
    alegría. Cuando terminaron las primeras clases y
    salieron al descanso del mediodía se juntaron:


                           24
Marcos, Lucía, Juan, Andrés, Tatiana y Yeray, poco
    después todos estaban hablando sobre como serían los
    entrenamientos, pero Juan fue el primero que se dejó
    oír:

-   Tengo muchas ganas de empezar con los
    entrenamientos, espero convertirme en un buen
    corredor de fondo como mi tío.

          Seguidamente Lucía tomando la palabra, dijo:

-   A mí no me gusta mucho correr, pero a mis padres
    les hace mucha ilusión que esté en el equipo de
    atletismo.

-   Yo no estoy muy seguro de lo que quiero, dijo
    Marcos. Hay días que me gusta correr, pero otros
    no tanto, sin embargo estoy contento de estar con
    vosotros en el equipo.

-   Mi abuelo cuando era joven, era muy aficionado a
    correr en carreras populares, siguió hablando
    Andrés. A mi padre sin embargo no le gustaba nada
    correr y mi abuelo se llevó un pequeño disgusto, yo
    he salido como mi abuelo, me encanta correr.

          Ahora fue Tatiana la que cogió la palabra:

-   Pues a mí me gustaría llegar a competir con los
    mejores corredores nacionales, estoy segura que mis
    padres se llevarán una gran alegría.




                          25
Yeray fue el único que no dijo nada, solo
    escuchaba hablar a sus amigos-gas. Poco después se
    oyó el timbre para volver a clase. Cuando estaban a
    mitad de la clase de Lengua apareció el entrenador de
    atletismo, el sr. Frank, le pidió permiso al profesor de
    Lengua para dirigirse a los chicos que habían entrado
    en el equipo de atletismo.

-   Los chicos y chicas que estén seleccionados para
    atletismo. Los entrenamientos serán: lunes,
    miércoles y viernes de cinco y media a siete y media.

            Seguidamente el sr. Frank salió del aula
    dejando a todos los seleccionados con una gran
    alegría en el cuerpo, por fin iban a empezar a entrenar
    en serio. Pero esa alegría para muchos chicos-cas del
    nuevo equipo fue pasajera. Los entrenamientos
    empezaron fuerte y poco a poco se fueron
    endureciendo de tal forma que muchos de los nuevos
    atletas no conseguían terminar con sus agujetas. Sin
    embargo el grupo de amigos-gas de Yeray siguió
    unido y era raro el día que faltaba alguno a los
    entrenamientos. Fueron pasando los meses, los
    hermanos de Yeray entrenaban días diferentes a él, así
    que tenía que volver solo a su casa, en vez de
    ducharse después de entrenar, su entrenador le había
    permitido volver a casa corriendo después de los
    entrenamientos; era el único modo de perder poco
    tiempo para poder estudiar, de esta forma fue
    cogiendo una forma física impresionante.




                           26
Pasaron los años, el equipo de atletismo en la
    categoría en la que estaba Yeray y sus amigos-gas fue
    compitiendo contra otros colegios. Tatiana y Yeray
    siempre ganaban alguna medalla, los demás amigos
    siempre llegaban de la mitad hacia delante. Frank el
    entrenador estaba contento, había conseguido meter a
    dos de sus atletas más jóvenes entre los mejores de
    toda la comarca y con suerte podía dar el salto alguno
    más. Yeray ese año estaba en sexto de primaria junto
    con sus amigos-gas.

            Todos los años cuando se acercaba los últimos
    días del curso, el colegio organizaba una fiesta
    deportiva para todas las familias. Los alumnos-nas de
    1º E.P. a 6º E.P. hacían juegos. Los alumnos de la
    ESO y Bachillerato competían en unas pruebas de
    atletismo: 1.500 m. y 5.000 m.

            Un día estando Yeray en clase llamaron a la
    puerta, era uno de los chicos mayores de atletismo. El
    chico dirigiéndose al profesor le dijo:

-   El sr. Frank me ha dicho para que le diga haber si
    puede ir Yeray Pardok a su despacho.

           El profesor de Música que en ese momento
    estaba dando la clase, dijo en voz alta.

-   Yeray Pardok vete por favor al despacho del sr.
    Frank, quiere hablar contigo.




                          27
Yeray se levantó de su asiento y salió de clase
    ante las miradas de todos sus compañeros-ras. Poco
    después llamaba a la puerta del despacho de su
    entrenador.

-   ¡Adelante!

           Yeray abrió la puerta y se encontró a su
    entrenador sentado detrás de una mesa. Frank se
    levantó de su asiento y fue hacia donde estaba Yeray,
    cogiéndole de los hombros le dijo:

-   Lo que te voy a decir es la primera vez que se va a
    hacer. Nunca hasta ahora se ha hecho en el colegio,
    pero las normas algunas veces están para
    saltárselas y creo que esta vez es una de ellas. Estoy
    convencido de que tú estás en condiciones de
    hacerlo, por eso te he mandado llamar.

-   ¿De qué se trata? Preguntó Yeray hecho un lío.

-   Hay un chico de 2º ESO que se ha lesionado y no
    puede correr en la fiesta del colegio. A mí me
    gustaría que tú ocupases su puesto. Quiero que
    corras en la prueba de 1.500 m. - ¿Qué te parece?

           A Yeray no le salían las palabras, se había
    quedado mudo. Durante unos segundos pensaba que
    estaba soñando, aquello no podía ser verdad. La voz
    de su entrenador le sacó de su letargo.




                           28
-   ¡Me tienes que contestar ahora! Si correr con los
    mayores te impresiona y no quieres correr buscaré a
    otro chico, por eso no te preocupes.

-   Estoy encantado, sr. Frank, dijo de golpe Yeray.
    Correr 1.500 m. con los mayores es algo que
    siempre he deseado hacer. Muchas gracias por
    haber pensado en mí.

-   Espero que no me defraudes y corras como tú sueles
    hacerlo.

-   No le defraudaré entrenador, contestó visiblemente
    emocionado Yeray.

           Poco después Yeray estaba de nuevo en su
    aula atendiendo a las explicaciones de su profesor de
    Lengua. Más tarde tocó el timbre para salir al
    descanso. Los chicos-cas salieron al patio, Marcos se
    acercó a Yeray y le preguntó:

-   ¿Qué te quería el entrenador?

-   Me ha preguntado si me gustaría correr con los
    mayores en la fiesta del colegio.

-   ¿Y tú que le has respondido?, le preguntó Lucía.

-   Le he dicho que sí.

-   ¿Y que prueba vas a correr? Siguió preguntando
    Tatiana.


                          29
-   Los 1.500 m., contestó Yeray.

-   Pero en esa prueba corren los mejores de 1º de ESO
    hasta 2º Bachiller. Entre ellos están tus hermanos,
    contestó Andrés.

-   No me importa, respondió Yeray, con tal de correr
    con los mayores es suficiente para mí.

            Mientras seguían hablando tocó el timbre. Los
    chicos-cas tuvieron que regresar a su clase. Yeray
    estaba deseando que terminasen las clases para
    regresar a su casa y contarles a sus padres y hermanos
    que iba a competir en las pruebas de atletismo del
    colegio. Por fin después de mucho esperar tocó el
    timbre de salida. Yeray salió corriendo hacia el patio
    y se encontró con sus hermanos, cuando les iba a
    decir que iba a correr con ellos en la fiesta del
    colegio, se lo pensó mejor y no les dijo nada. Cuando
    llegaron a casa tampoco les dijo a sus padres que iba a
    correr, sería un secreto.


                  LA CARRERA DE 1.500 m.


           Salió un día maravilloso, el sol lanzaba sus
    rayos sobre el colegio, especialmente sobre el campo
    y la pista deportiva que era donde se iban a
    desarrollar los juegos y las carreras. Una estatua de
    piedra de la Virgen con el Niño se podía ver desde el


                           30
campo de atletismo, estaba en lo alto de un
    montículo, allí es donde todos los días acudían todos
    los alumnos-nas del colegio a rezarle una Salve.

            Las familias del colegio lo inundaban todo:
    abuelos, padres, hijos, tíos, primos. Las banderas de
    todos los colores estaban por todas partes llenando de
    color el colegio. Cuando el reloj dio las cinco en
    punto alrededor de mil niños y niñas desfilaron por la
    pista deportiva con sus banderas en alto. Más tarde
    empezaron los primeros juegos a cargo de los chicos-
    cas de 1º E.P., media hora más tarde terminaban los
    de 6º E.P. con un juego con balones y porterías
    minúsculas. Seguidamente hubo un breve descanso y
    a partir de ahí iba a empezar lo que todos los padres
    estaban deseando ver: “las pruebas de atletismo”.
    Desde la cabina de megafonía se oyó:

-   Primero correrán todas las series femeninas y una
    vez hayan acabado empezarán las masculinas.

           Enseguida dieron comienzo los 1.500 m.
    femeninos. Una vez terminados empezaron los 5.000
    m. femeninos. Los padres que tenían alguna hija
    corriendo gritaban animando a sus hijas. Poco
    después acabaron las pruebas femeninas y desde
    megafonía se volvió a oír:

-   En breves instantes darán comienzo las pruebas
    masculinas. La primera será la de 1.500 m.,
    participarán los mejores corredores desde 1º ESO a
    2º Bachiller.


                          31
Poco después salieron a la pista todos los
    corredores que iban a participar en dicha prueba.
    Entre ellos se miraban para ver que posibilidades
    podían tener de hacer una buena carrera. En la salida
    estaban el sr. Frank, el entrenador y en la llegada
    estaba su ayudante, el Sr. Lucas. No pasó
    desapercibida entre los atletas la figura de Yeray,
    todos se le quedaron mirando, sabían que era un chico
    de primaria y no les cabía en la cabeza que pudiese
    correr con ellos. Nicolás estaba hablando con otro
    corredor, éste viendo al hermano de su amigo en la
    pista de atletismo, le preguntó:

-   ¿Qué hace tu hermano aquí?

-   ¿Qué?, fue la contestación de Nicolás que no se
    había enterado de que su hermano pequeño estaba
    entre ellos.

            Nicolás miró hacia donde le señalaba su amigo
    y efectivamente vio a su hermano entre los corredores
    dispuesto a correr. Se fue hacia él y le preguntó:

-   ¿Qué haces aquí?

           Pero no fue Yeray el que contestó. Frank, el
    entrenador que estaba cerca de ellos fue el que
    respondió:

-   Yo le he dado permiso para que corra.




                          32
-   Pero entrenador, mi hermano es de primaria, no
    puede correr con los mayores. Además quedará muy
    mal.

-   Quiero comprobar una cosa, dijo el entrenador.

           Francis que al principio no se había enterado
de que Yeray estaba entre ellos para correr, después de
ver a su hermano Nicolás que iba hacia el entrenador se
acercó y se enteró de lo que pasaba con su hermano
pequeño, se había quedado sin habla después de saber
que Yeray iba a correr con los mayores. Entre el barullo
de salida uno de los amigos de Francis le preguntó:

-   ¿Ahora también corremos con chicos de primaria?

-   No te descuides, le contestó Francis. No sea que mi
    hermano pequeño llegue antes que tú a la meta.

          Este se echó a reír y contestó:

-   Le voy a sacar más de media pista de ventaja.

           El entrenador dio el comienzo de la prueba
bajando la bandera verde. Los chicos salieron corriendo a
bastante velocidad. Los que se pusieron en cabeza
rápidamente fueron los de 1º y 2º de Bachillerato, ellos
iban marcando el paso de la carrera. Tenían que dar cinco
vueltas a una pista de trescientos metros. Cuando
acabaron la segunda vuelta los alumnos de 1º y 2º de
ESO empezaron a quedarse atrás, no podían aguantar el
ritmo de los mayores. Yeray sin embargo iba entre el


                          33
grupo de cabeza formado por veinte corredores entre los
que también estaban sus hermanos mayores, pero pasaba
totalmente desapercibido por su estatura, iba
completamente tapado por los del grupo. Cuando terminó
la tercera vuelta una señora que estaba entre el público se
dio cuenta que entre los corredores de cabeza iba
corriendo un niño, a veces se le veía y a veces no porque
los demás corredores le tapaban, eran mucho más altos
que él, le sacaban más de treinta centímetros de altura.

-   ¡Mirad allí!, ¡ahora!, chilló la señora.

           Las personas que estaban alrededor de la
    señora se fijaron detenidamente y efectivamente en
    una de las curvas apareció la figura de Yeray.

-   ¡Es verdad!, dijo un señor que estaba algo más
    lejos. Allí hay un chico pequeño corriendo entre los
    mayores y les va aguantando el ritmo.

           Rápidamente corrió la voz, la gente que estaba
    viendo la carrera empezó a aplaudir y a animar al
    pequeño que corría con los mayores. Fue entonces
    cuando los padres de Yeray se dieron cuenta que el
    chico pequeño que corría entre los mayores, era su
    hijo pequeño. Cuando solo quedaba una vuelta y
    media para terminar la carrera dos chicos del grupo de
    cabeza aceleraron el paso, todos los que iban muy
    justos de fuerzas se empezaron a quedar atrás. Poco
    después solo quedaron en el grupo de cabeza los dos
    chicos que iniciaron la escapada hacia la meta,
    Nicolás, Francis, el amigo que había dicho a Francis


                           34
que le iba a sacar a Yeray media pista de ventaja y
por último iba Yeray cerrando el grupo. Cuando
llegaron a la última vuelta, Nicolás fue el primero que
aceleró buscando la línea de meta, seguidamente le
siguieron dos chicos de su mismo curso, pero
Francis, su amigo y Yeray no pudieron seguirles. El
primero en cruzar la meta fue un chico de 2º
Bachillerato, segundo Nicolás, tercero, otro chico de
2º Bachillerato, cuarto Francis, quinto Yeray y sexto
el amigo de Francis, el que decía que le sacaría media
pista de ventaja a Yeray. Poco a poco fueron entrando
en la meta un sinfín de corredores que llegaban
desfallecidos por el esfuerzo que habían tenido que
hacer.

        Mientras los chicos corrían en la pista sucedió
un hecho extraordinario. Una niña pequeña se acercó
a la Virgen con el Niño que estaba en lo alto del
montículo, de repente la Virgen sonrió a la niña. La
criatura al ver sonreír a la Virgen también la sonrió y
seguido se fue corriendo hacia donde estaba su madre
viendo las carreras. La niña como era muy pequeña y
no sabía hablar, le agarró a su madre del pantalón
para llamar su atención. La madre se giró y vio a su
hija que quería decirle algo, vio que le señalaba con el
dedo a la Virgen con el Niño.

- ¡Ya sé!, le dijo la madre. ¡Ya sé! que la Virgen es
muy guapa y nos quiere mucho.




                       35
Mientras la madre seguía viendo la carrera
    como los demás padres, su hija se quedó mirando a la
    Virgen con el Niño y le mandó un beso con la mano.

            Nada más acabarse la carrera los corredores
    rodearon a Yeray, todos querían felicitarle por lo bien
    que había corrido. Nicolás y Francis estaban
    entusiasmados con su hermano, sabían que corría
    bien, pero no para llegar entre los primeros.

-   ¿Qué decías?, le preguntó Francis a su amigo. No
    decías que le ibas a sacar media pista de ventaja a
    mi hermano.

-   Ha sido impresionante, contestó éste, nunca me lo
    hubiese imaginado. Tu hermano es un portento.

            Los padres de Yeray se vieron rodeados de
    otros padres del colegio que les querían felicitar por
    las carreras que habían hecho sus hijos, en especial la
    de su hijo pequeño. Algunos les decían que tenían a
    un hijo que era un fuera de serie. Otros que si seguía
    así muy pronto estaría corriendo en la selección
    nacional de atletismo. De repente Frank, el entrenador
    de atletismo, apareció dentro de la pista empujando a
    unos y a otros para llegar hasta donde estaba Yeray,
    seguidamente le dio un abrazo y le dijo:

-   ¡Lo sabía!, sabía que lo conseguirías. Has corrido
    muy bien. Estoy orgulloso de ti.




                           36
-   Gracias, entrenador, contestó Yeray un poco
    aturdido porque nunca le había felicitado tanta
    gente.

            Cuando Yeray salió del campo de atletismo
    hacia los vestuarios se encontró con sus amigos:
    Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana, el primero en
    dirigirse a él fue Juan:

-   ¡Que pasada!, has ganado a la gran mayoría de los
    corredores y has conseguido una medalla.

-   Ha sido estupendo verte correr, siguió hablando
    Lucía, les has demostrado a los mayores que los de
    primaria también podemos estar a su altura.

-   Bravo Yeray, continuó Tatiana, ha               sido
    impresionante verte correr con esos gigantes.

            Yeray no sabía que contestar y por supuesto
no dijo nada, simplemente les sonrió. Poco después se
dirigió hacia los vestuarios. Veinte minutos más tarde
salía de los vestuarios duchado, nada más salir se reunió
con sus amigos y seguidamente se fue hacia donde
estaban sus padres. Cuando su madre le vio se fue hacia
él y le dio un par de besos. Su padre le dijo:

-   Hoy ha sido uno de los días más felices de mi vida.
    Cuando te he visto correr entre aquellos gigantes
    vuelta tras vuelta sin que te dejasen atrás me ha
    llenado de orgullo. Gracias hijo por estos momentos
    que me has hecho pasar.


                          37
Pasaron los años, Yeray fue creciendo y
mejorando su condición física. Siguió ganando copas y
medallas en todas las carreras de velocidad y de
resistencia a las que se presentaba. Sus padres ya no
sabían donde meter tantos trofeos. La habitación de
Yeray estaba abarrotada de ellos y ahora empezaban a
llenar el salón. Sin embargo sus amigos fueron dejando el
atletismo, cada año que pasaba había que entrenar más
duro, dedicar mucho mas tiempo a los entrenamientos y
eso era complicado porque los estudios también
necesitaban su tiempo.

-   No sé que vamos a hacer con tanto trofeo, le dijo un
    día su madre.

           A lo que Yeray contestó:

-   Si quieres empiezo a perder las carreras.

-   Eso ni hablar, contestó rápidamente su padre. Tú
    sigue como hasta ahora. Ya buscaremos sitio para
    todos los trofeos que ganes.

           Pasó el tiempo, a un curso le sucedía otro con
    la velocidad del rayo. Por fin llegó el último curso, al
    año siguiente irían a la universidad y el grupo de
    amigos de dispersaría por toda la geografía nacional e
    internacional. Todos tenían claro que es lo que iban a
    estudiar: Marcos, Lucía y Tatiana estudiarían en la
    Universidad Kenyon College. Marcos haría Biología,
    Lucía quería ser abogada y Tatiana haría Ingeniería


                           38
Química. Juan sin embargo iría a estudiar Ingeniería
Robótica a la Universidad George Washington.
Andrés iría a la Universidad Fco. de Vitoria para
hacer Medicina. Yeray era el único que estudiaría
Educación Física y Deportes en la universidad de su
ciudad.

        El grupo de amigos se había convertido en un
conjunto de chicas y chicos guapos y alegres con unas
ganas tremendas de vivir la vida. Marcos había
crecido hasta llegar al metro ochenta y cinco
centímetros, de hombros anchos y bien parecido.
Lucía se transformó en una chica guapa, alta y
esbelta. Juan no creció mucho más, pero tenía muy
buena presencia. Andrés también creció mucho y era
bien parecido. Tatiana fue la que más cambió, se
convirtió en una mujer delgada, con una cara bonita y
unos ojos grandes de color cielo, todo ello adornado
con una cabellera tan amarilla como el maíz, por
donde pasaba no dejaba indiferente a nadie, todo el
mundo la miraba asombrado. Yeray era normal, pero
tenía un algo en sus facciones que le hacía diferente a
los demás, sus movimientos llamaban la atención,
eran rápidos y se adivinaban unos músculos fuertes
fabricados tras largos años de entrenamiento, llegaba
al metro ochenta, sus ojos eran de color marrón y el
pelo negro, cuando hablaba lo hacía con tal
delicadeza que enseguida llamaba la atención de los
demás. Tenía muchos amigos-gas porque a todos les
trataba con respeto, nunca hablaba mal de nadie y si
oía algún comentario contra algún amigo-ga suyo
enseguida le defendía.


                       39
Llegó el mes de mayo y con el los últimos
    exámenes, los nervios se adueñaron de todos los del
    grupo, día tras día fueron examinándose de las
    diferentes materias y tras dos semanas de exámenes
    se hizo la luz, poco a poco volvieron los días
    normales y tranquilos. Las caras de todos se relajaron
    y en todas ellas aparecieron unas sonrisas, tras doce
    años de estudios habían conseguido acabar otra etapa
    de sus estudios, a partir de ahora se tenían que
    enfrentar a la última etapa, la universidad. Una
    semana más tarde estaban citados todos en el colegio
    para recoger las notas. A media mañana aparecieron:
    Marcos y Lucía. Un poco más tarde se presentaron
    Tatiana y Juan y seguido Andrés y Yeray.

-   ¿Qué tal os ha ido?, preguntó Lucía a sus amigos.

-   Yo no me puedo quejar, dijo Marcos, he sacado una
    media de Notable.

-   Yo también estoy contenta, dijo Tatiana, he sacado
    en todas las asignaturas Sobresaliente menos en
    Historia del Arte que he sacado Notable.

-   Yo solo he conseguido sacar una nota media de
    Bien, pero estoy contento, dijo Juan.

            Yeray no dijo nada, pero en su cara se
    reflejaba una gran alegría.

-   ¡Y tú Yeray!, preguntó Tatiana, ¿Qué tal las notas?


                          40
-   Bien, estoy muy contento. He sacado una media de
    Notable.

           Después de ver que todos habían sacado
    buenas notas, dijo Tatiana:

-   Tenemos que celebrarlo, esto no lo podemos dejar
    así. Nos hemos pasado doce años en este colegio,
    que por cierto han sido los mejores de mi vida.

           Juan miraba a unos y a otros pero no decía
    nada, se había puesto triste, no era capaz de articular
    ni una palabra. Tatiana que se dio cuenta, le preguntó:

-   ¿Qué te pasa Juan?

-   No se si encontraré en la universidad a personas
    como vosotros. Han sido doce años estupendos en
    vuestra compañía, nunca lo había pasado tan bien.

-   No te preocupes, dijo Yeray, de vez en cuando,
    cuando los exámenes nos dejen un poco tranquilos
    nos llamaremos y nos volveremos a reunir, esta
    amistad no la podemos perder por nada del mundo.

-   Por supuesto, dijo Marcos. Todos los años tenemos
    que volver a reunirnos para ver que tal nos van los
    estudios, para hablar de nosotros.




                           41
-   Yo me encargaré, dijo Yeray. Yo seré el que os
    escriba para quedar en alguna fecha en la que todos
    podamos reunirnos.

-   ¿Seguirás con el atletismo?, le preguntó Juan.

-   Por supuesto, contestó Yeray. El atletismo ha
    pasado a formar parte de mi vida, en cuanto
    empiece la universidad me meteré en el equipo de
    atletismo, ¡si me admiten!

-   Este es el último verano que pasamos juntos, dijo
    Marcos. Aprovechemos todas sus horas como si
    fuesen las últimas.

            Fue un verano bien aprovechado, desde
    primera hora de la mañana hasta que anochecía
    estaban todos juntos. Unos días iban a la playa y
    permanecían allí todo el día: cogiendo olas, nadando
    o simplemente hablando entre ellos. Otros días iban al
    monte y otros simplemente permanecían ociosos en el
    parque sentados hablando de sus cosas, fue un verano
    maravilloso. Pasaron las vacaciones y enseguida
    recibieron carta de las universidades a las que iban a
    ir diciéndoles que día empezaba el curso. Ahora
    empezaban una nueva aventura, pero tenían un poco
    más de experiencia de la vida.




                          42
EN EL EQUIPO DE ATLETISMO DE LA
               UNIVERSIDAD


        El primer día que Yeray hizo su entrada en la
universidad se quedó perplejo, nunca había visto nada
igual. Aquel edificio no era como el del colegio
donde había estado doce años, este era mucho más
grande y no tenía pinta de escuela, sino que parecía
mas bien un museo. Las puertas de entrada eran de
madera con relieves, medían sobre cuatro metros de
altas y tenía cuatro columnas de mármol, dos a cada
lado de cada puerta. Para acceder a la entrada había
que subir unas escaleras de mármol y en los
descansillos de las escaleras había unas estatuas de
bronce: en la parte izquierda según se subían las
escaleras se podía ver a un chico de pie con un libro
abierto en las manos y en la parte derecha a una chica
sentada en una silla escribiendo sobre un cuaderno.

         A ambos lados del edificio principal había
cantidad de árboles de diferentes clases, por sus
tamaños se podría decir a ciencia cierta que aquellos
árboles tenías más de doscientos años, eran enormes,
en su parte más baja eran más anchos que una persona
con los brazos en cruz. Todos los alrededores de la
universidad estaban decorados por una fina hierba
donde se podía ver a chicos y chicas sentados. La
primera impresión que le causó a Yeray fue buena.
Después de haber mirado bien lo que tenía alrededor
se fue hacia las escaleras de entrada al edificio




                      43
principal, al mismo tiempo que subía, iban subiendo
    otros chicos y chicas.

            Cuando solo le faltaban unos escalones para
    llegar arriba, de repente una chica bajó corriendo, al
    no ver a Yeray ambos se chocaron cayendo los dos
    rodando por las escaleras. Los libros de Yeray y de la
    chica cayeron por las escaleras. Yeray se levantó del
    suelo como un rayo y empezó a recoger todos los
    libros: los de la chica y los suyos. La chica sin
    levantarse del suelo miraba a Yeray como recogía los
    libros. Poco después Yeray con los libros en las
    manos se acercó a ella y le ayudó a levantarse,
    seguidamente le dio los libros que se le habían caído.

-   ¡Perdona!, no te había visto subir, le dijo la chica
    con una sonrisa.

-   No tiene importancia, contestó Yeray.

-   Me llamo Carlota, este es mi primer año en la
    universidad.

-   Yo soy Yeray y también soy nuevo.

-   ¿Qué vas a estudiar?, le preguntó Carlota.

-   Educación Física, contestó Yeray.

-   Que casualidad, dijo Carlota. Yo también voy a
    estudiar lo mismo, podemos ir juntos a buscar la
    clase.


                          44
-   Me parece bien, contestó Yeray.

            Poco después iban hablando por los pasillos de
    la universidad, de vez en cuando se paraban a
    preguntar a algún chico o chica donde estaba su aula.
    Después de buscar durante un rato al fin la
    encontraron, ambos se metieron en el aula y se
    sentaron juntos. De vez en cuando veían como otros
    chicos y chicas entraban en su clase y al poco tiempo
    volvían a salir, se habían dado cuenta de que aquella
    no era la clase que buscaban. Cuando por fin apareció
    el profesor, el aula estaba casi llena de chicos y
    chicas, todos se callaron y el se presentó:

-   Me llamo Brubeiker, soy uno de vuestros profesores.
    Veo que este año tenemos una clase bastante
    concurrida, eso me gusta, espero que os toméis en
    serio los estudios y no faltéis mucho a clase. Esta
    carrera que habéis elegido si os la tomáis en serio
    estudiando todos los días y os entrenáis duro, no
    tendréis muchos problemas para sacar el título.
    Empezaré pasando lista para iros conociendo poco a
    poco.

           Cuando terminó la clase Yeray esperó a que
    todos saliesen para hablar con el profesor. Poco
    después cuando se había quedado solo, Yeray se
    acercó al profesor y le preguntó:




                          45
-   Sr. Brubeiker, me gustaría apuntarme a los
    entrenamientos de atletismo, me podría indicar por
    favor a donde me tengo que dirigir.

-   Desde luego. Mañana a las seis empezarán los
    entrenamientos. Dirígete a los campos de atletismo y
    allí te dirán que tienes que hacer.

-   ¿Dónde se encuentran los campos de atletismo?
    Volvió a preguntar Yeray.

-   Según sales por la puerta de entrada a la
    universidad baja por el camino de la izquierda, a
    unos quinientos metros están los campos de
    atletismo. Los verás desde arriba, no hay pérdida.

-   Gracias, Sr. Brubeiker.

            Al día siguiente nada más terminar las clases
    Yeray se dirigió hacia los campos de entrenamiento
    con su bolsa de deportes, junto a él también se
    dirigían muchos chicos y chicas. Nada más llegar a la
    pista una persona que estaba vestida con un chandall
    iba diciendo a todos los chicos y chicas:

-   Las chicas al pabellón nº 1, los chicos al pabellón nº
    2. Tenéis diez minutos para vestiros y salir.

           Cuando Yeray salió a la pista de atletismo se
    encontró a unos cuantos chicos y chicas calentando:
    unos corrían despacio, otros hacían estiramientos,




                           46
otros saltaban.... Yeray también empezó a calentar.
    Después de un tiempo se oyó el pitido de un silbato.

-   ¡Acercaros!

            Todos dejaron los calentamientos y fueron
    hacia la persona que les había dicho que se acercaran.
    Yeray hizo lo mismo que los demás, cuando se acercó
    lo suficiente se dio cuenta que aquella persona era el
    profesor “Brubeiker”. ¡Qué sorpresa!

-   Vais a empezar a calentar. Daréis diez vueltas a la
    pista de atletismo, al principio a un ritmo suave
    para ir soltando los músculos, pero en cada vuelta
    aumentaréis el ritmo un poco. Las últimas vueltas
    las tenéis que hacer a un ritmo alto.

            A todos se les alegró la cara, se empezaron a
    formar pequeños grupos y empezaron a correr. Yeray
    se juntó con Carlota y otras dos chicas. Cuando todos
    estaban corriendo, Brubeiker empezó a contar a todos
    los atletas que tenía en la pista y contó noventa y
    cuatro.

-   ¡Buen número!, dijo Brubeiker. Espero que entre
    todos los que hay aquí salga alguno con talento. El
    último que fue a unas olimpiadas fue hace treinta
    años y no consiguió ninguna medalla.

           En las cuatro primeras vueltas a la pista iban
    todos como habían salido, juntos, pero a partir de la
    quinta vuelta algunos chicos y chicas no pudieron


                          47
seguir a los demás que iban acelerando en cada vuelta
que daban, entre ellos estaba Carlota. Cuando
llegaron a la octava vuelta, los corredores-ras estaban
estirados a lo largo de la pista. Los primeros casi
estaban cogiendo a los últimos. Nada más empezar la
novena vuelta solo iban cinco chicos en cabeza, entre
ellos iba Yeray, los demás iban por detrás. Al
empezar la última vuelta dos de los chicos de cabeza
aceleraron el paso para intentar dejar a los tres que
iban con ellos atrás. Yeray aceleró también y aguantó
el tirón, sin embargo los otros dos no pudieron
seguirles. Yeray se fue con los dos chicos hacia la
meta. De repente otro de los chicos de la cabeza
aceleró y Yeray se fue con el mientras que el otro
chico no pudo seguirles. Los dos se fueron volando
hacia la meta entrando poco después ambos al mismo
tiempo.

       Brubeiker no se había perdido ningún detalle
de la carrera. Había visto como poco a poco a partir
de la quinta vuelta se habían deshecho los grupos y se
había formado una gran hilera de corredores a lo largo
de la pista. Después vio como algunos chicos que
iban en cabeza pegaron un fuerte tirón y solo se
quedaron cinco en el grupo. Al empezar la novena
vuelta volvieron a acelerar, de los cinco chicos solo
tres pudieron seguir el ritmo. En la última vuelta,
hubo otro acelerón, uno de ellos no pudo seguir el
ritmo y los otros dos chicos se fueron solos entrando
en la meta al mismo tiempo. Sin embargo el
entrenador se percató que uno de los que había
entrado había caído al suelo al límite de sus fuerzas,


                       48
mientras que el otro no parecía que había dado todo lo
    que llevaba dentro, parecía que podía seguir
    corriendo. Seguidamente fueron llegando los demás
    corredores-ras seguidos unos de otros. Cuando entró
    el último corredor en la meta el entrenador les dijo:

-   Ahora vamos a calentar durante media hora cada
    uno de los músculos de nuestro cuerpo.
    Empezaremos por la cabeza y acabaremos por los
    pies.

           Media hora       más    tarde   acababan     el
    calentamiento.

-   Por hoy creo que es suficiente, dijo Brubeiker. No
    quiero machacaros mucho el primer día, quiero que
    tengáis un buen recuerdo. ¡Mañana os espero a la
    misma hora!

           Yeray después de ducharse salió del vestuario
    y oyó una voz:

-   ¡Yeray!, ¡Yeray!

           Yeray giró la cabeza y vio a Carlota que le
    llamaba. Brubeiker no se perdía detalle de nada de lo
    que sucedía, en su cara se dibujó una sonrisa.

            Al día siguiente en el entrenamiento Brubeiker
    les hizo que calentasen los músculos minuciosamente
    antes de empezar con las series. No quería que nadie
    se lesionase por no haber calentado adecuadamente.


                          49
-   Bien, dijo el entrenador. Hoy haremos veinte series
    de cien metros descansando dos minutos entre serie
    y serie. Seguidamente estiraremos un poco antes de
    correr “diez kilómetros”.

            Los chicos y chicas se miraron como diciendo
    ¡ahora los entrenamientos van en serio! Poco después
    empezaron las series. Al principio las hacían a
    bastante velocidad, pero a medida que iban haciendo
    las series empezaron a notar que las piernas no les
    iban con la misma alegría. Cuando por fin terminaron
    las series empezaron a hacer ejercicios de
    estiramientos. Poco después. Se oyó la voz del
    entrenador:

-   ¡Estáis preparados!,          preguntó      Brubeiker.
    Empezamos los diez mil.

            Cinco minutos más tarde todos y todas estaban
    en la línea de salida para disputar los diez kilómetros.
    De repente sonó un pitido y todos salieron de
    estampida. El primer kilómetro fue rápido, lo hicieron
    en cuatro minutos. El grupo iba compacto, nadie
    quería quedarse atrás, pero a medida que iban dando
    vueltas a la pista y tragando kilómetros el grupo se
    fue alargando haciendo una gran fila a lo largo de la
    pista.

           En el grupo de cabeza iban veintidós: quince
    eran chicos y siete chicas, entre ellos estaban Carlota
    y Yeray. De vez en cuando en el grupo de cabeza


                           50
pegaban un fuerte tirón y alguno se quedaba
descolgado, esto empezó a pasar cuando llegaron a la
décima vuelta. Cuando llegaron a la vuelta número
veinte sólo quedaban ocho en cabeza: una chica y
siete chicos. Yeray y Carlota estaban entre ellos.
Yeray por su forma de correr se adivinaba que iba
muy a gusto, no le costaba mucho seguir el ritmo al
que iban los del grupo de cabeza. De repente, cuando
solo faltaban tres vueltas para llegar a la meta, uno de
los chicos al que llamaban Frank pegó un acelerón
estremecedor en el grupo de cabeza llevándose
consigo a Yeray y a otro chico. Los demás no
pudieron aguantar el tirón y se quedaron en un
segundo grupo. Los tres siguieron corriendo a una
velocidad impresionante doblando a muchos de sus
compañeros que se habían quedado muy atrás.

       Al entrar en la última vuelta Yeray forzó un
poco la marcha para ver como iban de fuerza los dos
chicos que iban con él. La reacción por parte de estos
no se hizo esperar, los dos le atacaron y le pasaron,
Yeray que se encontraba con fuerzas de sobra no se
dejó sorprender y se fue con ellos hacia la meta.
Cuando solo quedaban doscientos metros para llegar
a la meta Frank iba en cabeza seguido de otro chico y
Yeray. De repente el chico se abrió sobre Frank y
Yeray hizo lo mismo, los tres se pusieron en línea,
parecía que iban a disputar una carrera de velocidad.

        Brubeiker estaba siguiendo la carrera con
verdadero apasionamiento. Ahora faltaba lo más
interesante, “la llegada”. Cuando solo faltaban cien


                       51
metros para culminar la carrera, los tres iban a la par.
    No parecía que ninguno de ellos pudiese dejar a los
    demás atrás, pero a penas recorridos veinte metros
    Yeray aceleró y se distanció unos metros de sus
    compañeros, tanto Frank como el otro chico
    intentaron cogerle, pero les era imposible ir al mismo
    ritmo que él, segundos después Yeray entraba en la
    meta seguido de Frank y del otro chico. Más tarde
    empezaron a entrar los demás chicos y chicas en
    pequeños grupos en la meta, esto duró unos minutos
    hasta que entró el último. La primera chica que pasó
    la meta fue Carlota que entró en el puesto veinticinco.

           El entrenador aun estaba mirando el reloj, se
    había quedado impresionado del tiempo que había
    hecho Yeray, era un tiempo que se acercaba al que se
    hacía en las fases nacionales.

-   ¡Yeray!, ¡Yeray!, llamó Carlota.

-   ¡Hola!, contestó Yeray.

-   ¡Enhorabuena!, has ganado a Frank y también la
    carrera.

-   Gracias Carlota.

           Brubeiker estaba atento a Yeray y a Carlota.




                           52
TATIANA EN LA UNIVERSIDAD


            Los primeros días de Tatiana en la universidad
    también fueron emocionantes. Andrés y Tatiana se
    habían matriculado en la carrera de medicina en la
    misma universidad, muy lejos de la universidad de
    Yeray. Los dos fueron el primer día juntos. Andrés se
    había comprado un coche de segunda mano que no
    funcionaba nada mal y con el se presentaron el primer
    día. Nada más salir Tatiana del coche, las miradas de
    todos los chicos y chicas que había por allí se
    dirigieron hacia ella.

-   Da gusto ir contigo, le dijo Andrés a Tatiana. Por
    donde vas todo el mundo se te queda mirando.
    Cuando seas doctora vas a curar a los enfermos con
    solo mirarles.

           Tatiana, no dijo nada, pero empezó a sonreír,
    lo que había dicho su amigo le había hecho gracia.
    Seguidamente Andrés preguntó a varios chicos por la
    clase de primero de medicina, enseguida se ofrecieron
    seis chicos para acompañarles. Una vez que llegaron
    Tatiana les dio las gracias ofreciéndoles una gran
    sonrisa. Poco después Andrés y Tatiana se sentaron
    juntos. Los chicos y chicas que estaban allí se les
    quedaron mirando hasta que hizo su entrada el
    profesor de la asignatura. Lo primero que hizo el
    profesor fue presentarse y sin más preámbulos
    empezó a explicar las dos primeras lecciones de su
    asignatura. Tanto los chicos como las chicas sacaron


                          53
sus cuadernos y empezaron a coger apuntes, de vez en
    cuando el profesor hacía alguna pregunta y la dejaba
    en el aire para que alguien la contestase. Tatiana
    viendo que nadie se atrevía a contestar, levantaba la
    mano y seguidamente contestaba con exactitud. A
    unos chicos que estaban sentados varias filas más
    atrás se les oyó decir:

-   Encima de guapa, lista. ¡Qué barbaridad!

            Fueron pasando los meses y tanto Yeray como
    Tatiana gozaban de una buena reputación entre los
    estudiantes de primero de sus universidades. Yeray
    era un chico que tanto en los estudios como en el
    deporte se esforzaba por hacer las cosas bien y
    siempre conseguía sacar tiempo para ayudar a los
    demás en alguna materia que llevasen mal. Alguna
    vez le habían preguntado porque se molestaba en
    ayudar a los demás, él con una sonrisa en los labios
    había contestado: “esta facilidad que tengo para
    estudiar y para hacer deporte me los ha dado Dios y
    no me los puedo guardar para mí”. Una persona que
    ayuda a los demás sin esperar nada a cambio se
    realiza como persona, crece por dentro.

            Tatiana por su parte tenía una belleza natural
    que no pasaba indiferente en ningún sitio. Además
    Dios le había dado una inteligencia un poco por
    encima de los demás y todos sus profesores se habían
    percatado rápidamente de que aquella chica era
    especial. Cuando Tatiana les hacía preguntas a sus
    profesores, muchas veces no la podían responder al


                          54
momento, tenían que dejar la contestación para el día
siguiente.

        Tatiana tenía muchos admiradores en la
universidad, nunca estaba sola en ningún lugar. Yeray
tampoco se quedaba atrás, tenía a un grupo de chicas
que le iban a ver cuando entrenaba, aunque la más
allegada era Carlota que siempre que podía estaba
pegada a él y trataba de espantar a las demás. Muchas
veces le había dicho para ir a tomar algo después de
las clases, pero Yeray siempre le decía que tenía que
estudiar, que lo sentía, pero Carlota no perdía la
paciencia e insistía una y otra vez.

       Llegaron los primeros trimestrales, Tatiana y
Yeray tuvieron que hacer un montón de exámenes.
Semanas después recibieron sus primeras notas,
Tatiana sacó ocho sobresalientes y dos notables y
Yeray nueve notables y un sobresaliente.




       OLIMPIADAS UNIVERSITARIAS


       Una semana más tarde iban a dar comienzo las
primeras Olimpiadas Universitarias Nacionales.
Yeray se había entrenado duramente y tanto él como
su entrenador Brubeiker esperaban hacer un buen
papel en las Olimpiadas. De su universidad le
acompañarían otros veinticuatro chicos y diez chicas


                      55
para luchar contra las demás universidades por las
medallas. Las pruebas para clasificarse se disputarían
en el estadio Frankoitz con una capacidad para 10.000
personas. Comenzarían el sábado 19 y terminarían el
domingo 20 de diciembre por la tarde. Yeray iba a
participar en tres pruebas: 1.500 m., 5000 m., y
10.000 m. Su entrenador no estaba muy de acuerdo
con que se presentase a estas tres pruebas, era
demasiado esfuerzo en muy poco tiempo y podía salir
lesionado, pero Yeray estaba lleno de ilusión y quería
intentarlo porque había entrenado muy duramente.

        Por fin llegó el 19, el día de las pruebas. Todos
los atletas estaban nerviosos. Yeray era la primera vez
que iba a participar en unas olimpiadas universitarias.
Para otros sin embargo era la segunda o tercera vez y
tenían más experiencia, pero todos soñaban con
clasificarse y con ganar alguna medalla. Entre los
atletas se veían caras conocidas por la afición y
muchas otras desconocidas que esperaban una
oportunidad para darse a conocer. El ambiente en las
gradas era de fiesta, el día había salido soleado y eso
también ayudaba al desarrollo de las diferentes
pruebas. Poco después la afición del estadio empezó a
rugir y a corear los nombres de sus atletas preferidos.
Cuando Yeray salió a la pista se quedó asombrado,
nunca había visto nada igual, el estadio estaba
completamente abarrotado. Se podían ver banderas y
carteles con nombres de atletas. De repente salió una
voz desde la cabina del estadio diciendo:




                        56
-   ¡Atletas de 1.500 m., a la calle de salida! ¡atletas de
    1.500 m., a la calle de salida!

            Yeray con algún compañero suyo se dirigió
    hacia la salida, con ellos iban otros muchos atletas de
    otras universidades. En la línea de salida se pusieron
    todos, eran veintiún atletas. Seguidamente desde
    megafonía empezaron a decir los nombres de los
    atletas y de la universidad a la que pertenecían.
    Cuando nombraban a uno este levantaba el brazo y el
    público rugía si era conocido. Le llegó el turno a
    Yeray y se oyeron unos pequeños gritos. Yeray pensó
    para sus adentros que se habrían equivocado, él no
    conocía a nadie, pero se equivocaba entre toda la
    masa de gente congregada allí estaban sus padres,
    hermanos y amigos, estaban todos menos Tatiana,
    que no había podido ir porque tenía que preparar unos
    trabajos muy importantes.

            Todos los atletas estaban preparados, estaban
    esperando el pistoletazo de salida. Poco después se
    oyó un sonido sordo y los atletas salieron con una
    velocidad increíble. A Yeray le pilló por sorpresa y
    cuando se quiso dar cuenta se había colocado en los
    últimos puestos del grupo de corredores. Tenían que
    dar tres vueltas y media a la pista de atletismo. Yeray
    viendo que había hecho una mala salida se dijo:
    “tendré que ir recortando unos metros con el grupo de
    cabeza en cada vuelta si quiero clasificarme”.

           Brubeiker viendo que Yeray había salido mal
    cerró los ojos y apretó los puños, sabía que el salir


                           57
entre los primeros en la carrera de 1.500 m., era
fundamental para hacer una buena carrera. Ahora
mismo Yeray lo tenía muy difícil para clasificarse,
estaba en la cola del grupo y tenía que hacer un gran
esfuerzo para entrar entre los primeros.

        La primera vuelta la hicieron bastante rápida.
Yeray no encontraba su ritmo y le costaba recortar
distancias con el grupo de cabeza. En la primera
vuelta no pudo ganar ningún puesto. A mitad de la
segunda vuelta, Yeray se empezó a encontrar mejor y
empezó a adelantar a los corredores que tenía delante
de él. Cuando terminaron la segunda vuelta se había
puesto entre los quince primeros. Al empezar la
tercera vuelta el grupo de cabeza bajó un poco la
velocidad y Yeray fue subiendo puestos poco a poco
hasta que se metió entre los diez primeros. Cuando
terminaron la tercera vuelta Yeray estaba situado
entre los seis primeros. Cuando tocó la campana de la
última vuelta, los seis corredores se fueron hacia la
meta, sabían que si llegaban antes que los demás
estarían clasificados para disputar la final.

       El público animaba a sus corredores
preferidos. Los atletas sin embargo solo oían el latir
de sus corazones que parecía se les iban a salir por la
boca debido al esfuerzo que estaban realizando.
Yeray viendo una oportunidad para pasar a los que
estaban delante suyo se abrió por la calle de afuera
intentando pillarles desprevenidos, pero en ese
momento los demás hicieron lo mismo, aceleraron el
paso entrando todos en la meta juntos seguidos unos


                       58
de otros. Yeray había conseguido clasificarse para la
final, había entrado en quinto lugar.

        Los padres, hermanos y amigos de Yeray se
levantaron de sus asientos coreando su nombre
“Yeray”, “Yeray”, “Yeray”, pero sus gritos no
llegaban a los oídos de Yeray porque había miles de
gargantas chillando otros nombres al mismo tiempo,
el ruido era ensordecedor. Yeray se había clasificado
en la prueba de 1.500 m. para la final. Se había
entrenado duro durante mucho tiempo y por fin había
visto los frutos de ese entrenamiento, un puesto en la
final. Ahora lo más inmediato que tenía que hacer era
“descansar”, relajarse y no pensar en nada más, esa
misma tarde tendría que hacer la prueba de los 5.000
m.

        Sobre las doce y media Brubeiker y todos los
atletas se fueron a un restaurante para comer. Los
chicos y chicas que tenían que correr los 5.000 m.,
tenían que comer cuanto antes para poder descansar
hasta la siguiente prueba. Durante la comida nadie
dijo nada, se palpaba en el ambiente un gran
nerviosismo. Después de comer pasaron a un
saloncillo especialmente para ellos para que no
perdiesen la concentración y pudiesen relajarse.
Mientras unos jugaban a las cartas, otros
aprovecharon para leer libros y otros estuvieron
viendo la televisión. Yeray simplemente se sentó en
un sofá con los ojos cerrados. El tiempo pasó
volando, poco después se oyó la voz del entrenador:




                      59
-   ¡Tenemos que volver a la ciudad deportiva!

            Yeray al oír la voz de su entrenador abrió los
    ojos, tenía la sensación que solo habían pasado cinco
    minutos desde que se había sentado en el sofá, pero
    cuando miró el reloj comprobó que estaba
    equivocado, habían pasado tres horas. Poco después
    salían del restaurante y se metieron en un autobús que
    les estaba esperando para llevarles a la ciudad
    deportiva. Durante el trayecto al estadio nadie dijo
    nada, el autobús parecía un cementerio. Cuando
    llegaron bajaron todos los atletas del autobús y se
    dirigieron con su entrenador hacia los vestuarios,
    antes de entrar, Brubeiker les dijo:

-   ¡Ánimo!, nos jugamos mucho. Los que entren entre
    los seis primeros se clasificarán para la final. Los
    demás tendrán que esperar dos años más para
    intentarlo de nuevo. Hemos trabajado duramente
    para dejar pasar esta oportunidad. ¡Ánimo!

           Tanto los chicos como las chicas intentaron
    asimilar lo que les acababa de decir su entrenador,
    seguidamente se metieron en sus vestuarios. Poco
    después iban saliendo hacia la pista de atletismo.
    Cuando Yeray salió a la pista se fijó en la gente que
    abarrotaba el estadio, le daba la impresión que todo
    estaba igual que a la mañana: la misma gente, los
    mismos jueces y ayudantes. Seguidamente empezó a
    calentar haciendo pequeñas carreras y a continuación
    empezó a estirar. Media hora más tarde se oyó una
    voz que salía de la cabina de megafonía:


                           60
-   ¡Atletas de 5.000 m., a la salida por favor!

            Todos los chicos que iban a competir en esta
    prueba se dirigieron hacia la salida, una vez allí
    siguieron calentando. Cada uno calentaba de diferente
    forma y todos esperaban a que el juez les diese la
    salida. Poco después el juez les daba el aviso verbal y
    seguidamente levantado la pistola dio la salida. Los
    atletas salieron rápidamente para coger posiciones, el
    primer tirón fue fuerte para hacer un pequeño examen
    entre los corredores, pero ninguno de los veinticuatro
    corredores se quedó descolgado. Tenían que dar doce
    vueltas y media a la pista de atletismo. Durante las
    cinco primeras vueltas el ritmo del grupo de cabeza
    no fue duro, por eso todos los corredores siguieron
    unidos, pero al empezar la sexta vuelta el grupo de
    cabeza aceleró la marcha para intentar descolgar
    corredores, pero el grupo aguantó el tirón y siguió
    compacto hasta la octava vuelta. A partir de la novena
    vuelta se empezaron a quedar descolgados un grupo
    de corredores. Cuando llegaron a la décima vuelta la
    carrera se había roto, solo seguían en el grupo de
    cabeza ocho corredores, entre ellos estaba Yeray.
    Todos los demás se habían ido quedando atrás en
    pequeños grupos a una distancia considerable de la
    cabeza.

           Cuando solo quedaban dos vueltas para
    terminar la prueba, uno de los corredores de cabeza
    aceleró el ritmo intentando coger desprevenidos a los
    demás, el que iba justo detrás de él también aceleró y


                           61
se fue hacia la meta llevándose a Yeray y a cuatro
    corredores más. Cuando tocó la campana para
    disputar la última vuelta, los corredores aceleraron y
    se fueron hacia la meta, Yeray se dejó ir sin intentar
    fatigarse demasiado, de vez en cuando miraba hacia
    atrás para ver donde estaban los demás corredores,
    pero vio que estaban bastante lejos para darle alcance,
    poco después entraba en la meta en sexta posición.
    Yeray estaba un poco más cansado que a la mañana,
    pero su rostro reflejaba la alegría de haberse
    clasificado para la final de 5.000 m.

           Marcos, Lucía y Juan comentaban en las
    gradas la gran carrera que había hecho Yeray.

-   Es increíble les decía Marcos a sus amigos. Cada
    vez le veo mejor a Yeray, ha hecho una carrera
    magnífica.

-   Yo he disfrutado mucho, dijo Lucía, le he visto
    correr con una gran facilidad, parece que no le
    cuesta nada seguir el ritmo de los demás corredores.

            Los padres de Yeray también estaban
    emocionados, era el único hijo que había conseguido
    clasificarse para unos campeonatos nacionales. Más
    abajo en otros asientos estaban Brubeiker y su hija
    Carlota, los dos se abrazaban por la clasificación de
    Yeray.




                           62
-   ¡Papá!, dijo Carlota. Estoy pasando unos días
    maravillosos viendo competir a Yeray. Le tenemos
    clasificado en dos finales por ahora.

-   Estoy seguro que Yeray nos dará muchas más
    alegrías, contestó Brubeiker, aún tiene que entrenar
    mucho para dar todo lo que lleva dentro, y te
    aseguro que es mucho aunque él no lo sepa.

-   Osea que tú crees que Yeray puede ganar alguna
    final, replicó Carlota.

-   Bueno, yo no diría que vaya a ser así, se que tiene
    mucho potencial, pero lo que no sé es cuando
    terminará por sacarlo. ¡Algún día!, estoy casi
    seguro que nos dejará con la boca abierta.

           Carlota se quedó pensando en lo que le
    acababa de oír a su padre, pero no dijo nada. Mientras
    tanto, Yeray había salido de la pista de atletismo
    hacia los vestuarios. Media hora después cuando
    Yeray salió de los vestuarios le estaban esperando su
    entrenador y Carlota.

-   ¿Qué tal te encuentras?, le preguntó Brubeiker.

-   Bien, un poco cansado, pero bien, contestó Yeray.

           Carlota dirigiéndose a Yeray le dio la
    enhorabuena por las dos carreras que había hecho, los
    1.500 m., de la mañana y los 5.000 m. de la tarde.




                          63
-   Gracias Carlota, dijo Yeray. Ahora me voy al hotel a
    descansar, tengo que recuperarme para mañana.

-   ¡Sí!, descansa, dijo su entrenador. Mañana
    necesitarás echar el resto y va a ser una prueba muy
    dura.

           Sobre las ocho de la tarde Yeray estaba
    cenando junto a otros chicos y chicas de su
    universidad que también iban a competir en la prueba
    de 10.000 m. Para las nueve de la noche Yeray estaba
    en su habitación preparándose para acostarse, no
    tardó mucho en meterse a la cama...

          Sonó el teléfono, Yeray se levantó de la cama
    y cogió el teléfono.

-   ¡Sí!, dígame, ¿quién es?

-   Soy la recepcionista, me había dicho que le llamase
    a las ocho.

-   ¡Qué!, ¿ya son las ocho?

-   Si señor, espero que haya descansado bien.

-   Gracias señorita.

           Yeray se dirigió al baño y rápidamente se
    duchó. Veinte minutos más tarde salía de la
    habitación. Cuando llegó al comedor, algunos de sus
    compañeros ya estaban desayunando, se sentó junto a


                          64
ellos y cogiendo un plato empezó a servirse, tenía un
    hambre atroz. Mientras se iba llenando una taza con
    leche había empezado a comerse un plátano,
    seguidamente se bebió dos vasos de zumo. A
    continuación se echó en un plato un par de huevos
    fritos con dos lonchas de beicon y empezó a comer
    con verdaderas ganas. Cuando acabó con esto cogió
    varias magdalenas y las fue metiendo en la leche,
    hasta que se las comió. Algunos compañeros habían
    dejado de desayunar para ver como comía Yeray, era
    todo un espectáculo verle comer, parecía que no se
    llenaba nunca. Después de haber terminado con las
    magdalenas cortó varios trozos de bizcocho y cogió
    varias tarrinas de mantequilla, seguidamente untó la
    mantequilla en los bizcochos y segundos después
    habían desaparecido dentro de su boca.

          Poco después hacía su entrada en el comedor
    Brubeiker, se dirigió a donde estaban sus atletas y les
    preguntó:

-   ¿Qué tal habéis dormido?

-   Todos contestaron ¡bien!

          Brubeiker se sentó junto a Yeray, se sirvió un
    poco leche con café en una taza, cogió dos
    magdalenas y empezó a desayunar.

-   ¿Qué tal has dormido?, le preguntó el entrenador.




                           65
-   ¡Bien!, he dormido muy bien. Me encuentro en
    plena forma, dijo Yeray.

-   Estupendo, contestó Brubeiker, eso quería oír.

             Poco después todos los atletas con el
    entrenador al frente salían del hotel para coger el
    autobús que les tenía que llevar al estadio. Los chicos
    y chicas iban hablando en el autobús de las pruebas
    que tenían que hacer, a todos se les notaba algo de
    nerviosismo. Cuando el autobús llegó a las
    inmediaciones del estadio paró y Brubeiker con sus
    atletas bajaron para dirigirse al estadio. Media hora
    más tarde los atletas que iban a correr los 10.000 m.,
    estaban en la pista de atletismo. Mientras unos
    saltaban y corrían despacio otros estiraban. Por la
    universidad de Yeray corrían cuatro corredores,
    aunque solo Yeray y Frank tenían buenos tiempos
    para intentar clasificarse, los otros dos lo tenían más
    difícil porque sus tiempos eran peores.

           Más tarde se oyó la voz de megafonía
    diciendo:

-   ¡Corredores de 10.000 m., a sus puestos!

           Todos los atletas que iban a correr los 10.000
    m., se dirigieron hacia la salida, allí estaba el juez de
    la prueba. Cincuenta y seis corredores de todas las
    universidades del país iban a disputar esta prueba. A
    todos se les notaba el nerviosismo en la cara, todos
    tenían ganas de empezar la prueba cuanto antes. Solo


                            66
se podían clasificar dieciocho corredores. Algunos
miraban a los demás intentando ver a alguno que ya
había ganado otros años. Seguidamente el juez dio la
voz para que se preparasen, subió la pistola y disparó.

        Todos los corredores salieron de estampida,
algunos querían estar en el grupo de cabeza desde el
primer momento, a otros sin embargo les daba igual
donde estar con tal de no estar en la cola. Yeray y
Frank también salieron bien y se situaron en los
primeros puestos. Las dos primeras vueltas las
hicieron a cuatro minutos el km., rápidamente el
grupo de corredores se empezó a alargar a lo largo de
la pista, pero sin romperse. A partir de la cuarta vuelta
el ritmo bajó un poco, rápidamente el grupo de
corredores que estaba corriendo se volvió a juntar.
Cuando empezaron la sexta vuelta Frank subió el
ritmo y dos vueltas más tarde el gran grupo de
corredores se volvió a estirar a lo largo de la pista.
Yeray estaba metido entre los seis primeros, no quería
perder el contacto con la cabeza.

         En la décima vuelta el corredor que iba el
segundo le pasó al primero e intentó irse del grupo de
cabeza, pero Frank, Yeray y otros seis corredores más
se fueron detrás de él rompiendo el grupo. A partir de
ese momento se hicieron dos grupos: el de cabeza que
llevaba a nueve corredores y el otro que eran cuarenta
y siete. Cuando entraron en la decimoquinta vuelta el
grupo de cabeza había conseguido distanciarse un
poco más del segundo grupo, ahora les sacaban unos
quince metros. Entrando en la vuelta número veinte el


                        67
grupo de cabeza seguía al mismo ritmo, un ritmo solo
apto para los corredores con un gran corazón. El
segundo grupo al final se había roto en muchos
grupos: de seis, diez, veinte y en la cola que iban once
corredores. Faltando tres vueltas para acabar, Frank se
puso en cabeza y empezó a endurecer la carrera, solo
le pudieron seguir Yeray y otros dos corredores. Estos
cuatro corredores volaron hacia la meta, todos querían
ganar, no se conformaban con clasificarse. Cuando
solo faltaba una vuelta uno de los corredores se fue
hacia la meta, Frank se fue con él. Yeray y el otro
corredor no pudieron seguirles, poco después
entraban en la meta: Frank seguido de dos corredores
y en cuarto lugar Yeray. Un tiempo después entraban
otros cinco corredores. Más tarde, seis, seguido ocho
y de esta forma fueron llegando todos los corredores
en pequeños grupos hasta que entró el último
corredor.

        Yeray no se podía creer que había quedado
clasificado en las tres pruebas: 1.500 m., 5.000 m., y
10.000 m. para disputar el título nacional. A partir de
ahora tendría que entrenarse un poco más en serio si
quería conseguir alguna medalla. Cuando salió de la
pista de atletismo le estaban esperando sus padres, su
entrador, Carlota y varios amigos. Todos le querían
felicitar. Yeray estaba muy contento por el apoyo de
sus padres, el entrenador y los amigos. En cuanto
Carlota pudo acercarse a Yeray se le echó en los
brazos. Los padres de Yeray se quedaron
sorprendidos porque no sabían que pudiese tener
novia, aunque el más sorprendido fue Yeray, aunque


                       68
después de varios minutos llegó a la conclusión que
    Carlota había obrado así emocionada a consecuencia
    de la alegría del momento.

-   Gracias a todos por vuestro apoyo, les dijo Yeray,
    sin vosotros no lo hubiese conseguido; la voz le
    carraspeaba por la emoción.

-   Gracias a ti, dijo Marcos. Es para nosotros una
    gran alegría tener a un amigo que va a luchar por
    las medallas en la final, y posiblemente vayas a los
    mundiales de atletismo.

-   ¡Qué dices!, respondió rápidamente Yeray. ¡No
    dices nada!, estar en los mundiales de atletismo, eso
    solo es para los atletas muy buenos y yo estoy
    empezando y no creo que llegue tan lejos.

-   Marcos tiene razón, contestó Lucía. Nosotros no es
    que entendamos mucho de este asunto, pero se ve,
    se palpa que llegarás a ser algo grande en el mundo
    del atletismo.

-   Vosotros estáis locos, tartamudeó Yeray. En todas
    las pruebas me he clasificado por los pelos y me
    queréis poner en un lugar donde no estoy.

-   Tus amigos tienen puesta la esperanza en ti, dijo su
    entrenador. Igual no entienden mucho de atletismo,
    pero yo sí que entiendo y no creo que se equivocan
    mucho. Hay algo en tu forma de correr que no es
    normal; corres como si fueses un animal salvaje,


                          69
con zancadas grandes, parece que no te cansas.
    Cuando te hacen cambiar de ritmo cambias sin el
    menor problema adaptándote a otro paso más duro.
    Yo opino lo mismo que ellos, llegarás a lo más alto
    si sigues entrenando duro y las lesiones no se fijan
    en ti.

-   Pero si en ninguna de las carreras que he
    disputado, dijo Yeray, he quedado el primero.

-   ¡Sí!, estoy de acuerdo, pero a partir de ahora
    entrenarás siete días a la semana para alcanzar el
    nivel al que tienes que llegar.

            Pasaron los meses y Yeray de la mano de
    Brubeiker empezó un entrenamiento más duro.
    Entrenaba por las mañanas y por las tardes. Por las
    mañanas antes de ir a la universidad sacaba un par de
    horas. Corría durante hora y media y seguidamente
    estiraba durante media hora; por las tardes a partir de
    las cinco entrenaba cuatro horas; unos días empezaba
    haciendo 3 series de 10 x 600 m., y otras 50 series de
    100 m., a continuación iba al gimnasio para hacer
    pesas, tenía que coger fuerza muscular, seguido hacía
    una sesión de estiramientos para relajar los músculos
    y al mismo tiempo darles elasticidad y para terminar
    una buena ducha. Tenía el tiempo tan apretado que
    mientras desayunaba, comía y cenaba aprovechaba el
    tiempo para estudiar.

           Un día en el que Yeray iba por los pasillos de
    la universidad se encontró con Carlota.


                           70
-   Yeray, ¡cuánto tiempo sin verte!, parece que te
    escondes de mí, parece que no quieres verme.

-   Carlota, estoy como muy bien sabes entrenando y
    estudiando, eso me lleva muchas horas, no doy a
    vasto. De todas formas quiero dejar las cosas claras,
    no quiero que te hagas ilusiones. Lo primero de
    todo son mis estudios y el atletismo.

          Carlota se quedó un poco parada, pero
    enseguida se rehizo.

-   ¡Sí!, ya me ha dicho mi padre que estás entrenando
    muy duro. No sabe como puedes aguantar ese ritmo
    tan demoledor. De todas formas quiero que sepas
    que yo te apoyo en todo lo que necesites y estaré
    siempre esperándote.

-   Gracias Carlota, lo sé. Por cierto, no sabía que
    Brubeiker fuera tu padre. Pensaba que entre los dos
    había solo amistad.

            Poco después Yeray salió disparado de la
    universidad para ir a entrenar. Más tarde estaba
    entrenando, le daba lo mismo que lloviese, que
    hiciese mucho viento o que granizase. Todos los días
    a las seis de la mañana estaba corriendo, unos días en
    la ciudad deportiva de la universidad, otros días en el
    campo y otros en plena ciudad. A esas horas los
    únicos que le veían correr eran las personas que
    limpiaban las calles. A muchos de ellos ya les


                           71
empezaba a sonar la cara de Yeray, algunas veces
    hacían un corrillo entre ellos.

-   Os es familiar la cara de ese chico, yo creo que le he
    visto correr en alguna prueba de atletismo por la
    televisión.

-   Pues yo no sé, decía otro. Ahora que lo dices, creo
    que sí.

-   Todos los días corre y “como corre”. A estas horas
    no se ve a nadie correr, todo el mundo está en la
    cama o se acaba de levantar para desayunar.

           Brubeiker, su entrenador lo tenía fácil con
    Yeray, era un chico que se dejaba aconsejar, siempre
    hacía lo que su entrenador le decía sin protestar, es
    más, siempre quería entrenar más y más duro. Su
    entrenador le hacía repetir las series de 100 m., 600
    m., y 1.000 m. con el cronometro en la mano y cada
    vez pidiéndole más entrega, hasta que Brubeiker
    emocionado terminaba diciendo:

-   Estupendo Yeray, estás bajando los tiempos de una
    forma asombrosa. Cada día te veo mejor, como
    sigas así no se a donde llegarás, estoy orgulloso de
    ti. No he entrenado nunca a nadie como tú y lo
    mejor de todo es que te recuperas con una facilidad
    asombrosa.

-   Gracias entrenador, solo hago lo que usted me
    manda, trato de dar lo mejor de mí en cada


                           72
entrenamiento, quiero luchar para estar entre los
    mejores y sé que la única forma de conseguir este
    objetivo es entrenar duro.

-   Estoy orgulloso de ti, encima eres humilde, eso me
    confunde y me enorgullece. Así tenían que ser todos
    los grandes atletas. Por ser como eres llegarás muy
    lejos. En las próximas competiciones si sigues
    entrenando así, estoy casi seguro que asombrarás a
    más de uno. No cambies Yeray. Ahora vete a hacer
    tus ejercicios de pesas y seguido no te olvides de los
    estiramientos que son tan importantes como todo lo
    que has hecho hasta ahora.

            Brubeiker nunca le decía a Yeray los tiempos
    que hacía en sus entrenamientos, no quería que se
    emocionase demasiado. Por otra parte Yeray tampoco
    quería saber nada que no le quisiera decir su
    entrenador, se fiaba de él y de su forma de entrenarle,
    con lo que le decía le valía y le sobraba. Sin embargo
    si había empezado a notar que su cuerpo estaba más
    fuerte y más ágil que hacía unas semanas. Cuando
    entraba en el gimnasio y permanecía durante un
    tiempo en un lugar haciendo algún ejercicio, al
    levantarse se encontraba que todo a su alrededor
    estaba completamente mojado por el sudor. Después
    de entrenar todos los días iba directamente a casa,
    casi siempre llegaba de noche. Un día nada más llegar
    le dijo su madre que Tatiana le había llamado por
    teléfono, que le llamaría más tarde.




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El hijo-del-viento
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El hijo-del-viento

  • 1.
  • 2. Txetxu Núñez Yeray corría detrás de los conejos, pero no conseguía coger a ninguno, eran mucho más rápidos que él, sin embargo no se daba por vencido y tan pronto corría detrás de uno como enseguida dejaba a este y perseguía a otro. Siempre le ocurría lo mismo, cuando mejor se lo estaba pasando, oía la voz de su madre que le llamaba: - ¡Yeray! ¡Yeray! ¡Yeray! es la hora de comer. Yeray aunque travieso, era un chico obediente, siempre que oía la voz de su madre dejaba de jugar e iba corriendo a casa. Ese día, cuando llegó a casa, su padre y 1
  • 3. sus hermanos ya estaban sentados a la mesa. Tanto Nicolás como Francisco le miraron con cara de pocos amigos. - Siempre te tenemos que esperar para comer, dijo Nicolás con una voz que no parecía muy amistosa. - ¡Lávate las manos! Se oyó la voz de su madre desde la cocina. Minutos después Yeray se sentaba a la mesa, era el último en sentarse. Nicolás y Francisco le volvieron a mirar con unos ojos que lo decían todo. Entonces se oyó la voz del padre: - ¡Bendícenos Señor y bendice estos alimentos..... Segundos después empezaron a comer. Cuando llevaban varios minutos comiendo, la madre viendo que su hijo mayor comía aceleradamente, le dijo: - ¡Nicolás!, te he dicho muchas veces que no comas tan rápido, un día te vas a atragantar. - Es que tengo mucha hambre, contestó Nicolás con la boca llena de comida. El padre sonrió al oír la contestación de su hijo mayor y dijo a su mujer: - ¡Déjale, mujer!, está en la edad de crecer. 2
  • 4. - ¡Sabéis que he soñado esta noche!, dijo Yeray de repente, sin levantar la cabeza de su plato. He soñado que corría con los mejores corredores del mundo. Tanto Nicolás como Francisco se echaron a reír. - ¡Qué dices!, le dijo Francis. Tu correr con los mejores corredores del mundo, ¡quién te has pensado que eres!, para eso hay que nacer siendo un fenómeno y tú no creo que lo seas. - ¡Por qué no!, dijo su madre. No hay que nacer siendo un fenómeno para llegar a ser un buen corredor. Lo único que se necesita es estrenar mucho y con constancia. Yeray tiene las mismas posibilidades que tiene cualquiera. - No lo creo, volvió a replicar Francis. Para llegar a ser un campeón hay que estar hecho de otra pasta y a mi hermano no le veo. Media hora más tarde habían acabado de comer. Estaban en pleno verano y el día invitaba a tomar el sol. Ángel y Ana María salieron al porche y ambos se sentaron en unos cómodos sillones con los ojos cerrados. - ¡Qué bien se está aquí, dijo Ana María! - ¡Cuántas gracias tenemos que dar a Dios, dijo Ángel, nos ha dado tres hijos estupendos y esta maravillosa casa en medio de un paraíso. 3
  • 5. La casa de la familia Pardok está situada cerca de un bosque abarrotado de árboles. El camino que viene del pueblo termina justamente en su casa. Seguidamente empieza el bosque. Las especies que más abundan en este bosque son los abetos, pinos, cipreses. También hay gran cantidad de conejos que corren de un sitio para otro con la timidez que les caracteriza. Los pájaros aunque más pequeños se dejan oír y trinan ininterrumpidamente alegrando el día a todos los demás habitantes del bosque. La casa más cercana a la de los Pardok está a medio kilómetro y el pueblo más cercano se llama Cantalapiedra que está a diez kilómetros, es donde está la escuela a la que asisten: Nicolás de 12 años y Francisco de 9. Yeray el más pequeño de los hermanos, tan sólo tiene 5 años y el próximo curso podrá ir con ellos a la escuela. Broome es la ciudad de todos los pueblos que están alrededor. A Nicolás y a Francisco les cuesta casi hora y media en llegar al colegio todos los días, por eso se tienen que levantar muy temprano. Está terminando el mes de agosto, los chicos están de vacaciones, en pocos días tendrán que volver al colegio. Yeray por primera vez irá con sus hermanos, a medida que pasan los días está más nervioso, tiene ganas de empezar y conocer a otros chicos y chicas de su edad. Sus hermanos siempre suelen llegar a casa muy contentos del colegio y añora poder ir con ellos. Para ir al colegio los chicos de aquellos contornos suelen ir en bicicleta o en autobús, pocos son los que van andando, pero entre esos pocos están los hermanos Pardok, desde que su 4
  • 6. padre tuvo un accidente tuvo que dejar de trabajar y los padres no pueden pagar el autobús. Ha llegado el último día de las vacaciones, los chicos están nerviosos, tienen ganas de ver a sus compañeros-ras de curso, mañana volverán al colegio, pero esta vez Yeray irá con ellos. Cuando llega la noche y se acuestan ninguno de los tres es capaz de dormirse, están deseando que comience el nuevo día y los nervios no les dejan dormir, pero la noche va cayendo y por fin van cerrando los ojos uno tras otro. PRIMER DIA DE CLASE PARA YERAY - ¡Arriba!, es hora de levantarse, se oye la voz de Ana María. Tanto Nicolás como Francisco se levantan de un salto, pero Yeray sigue durmiendo, no se ha enterado de que su madre les ha llamado. - ¡Levántate perezoso!, le dice Francisco estirándole del pelo. Yeray al notar que le estiran del pelo abre los ojos y se levanta rápidamente de la cama gritando: - ¿Quién me ha estirado del pelo? 5
  • 7. Pero en la habitación no hay nadie. Yeray se acerca al comedor y allí están sentados su padre y sus hermanos desayunando, se sienta y empieza a desayunar. Poco después la madre dice: - ¡Hijos, daros prisa, coged los bocadillos y salir corriendo! porque ya empieza a ser un poco tarde. - No te preocupes mamá, contesta Nicolás, si vemos que vamos tarde iremos corriendo. - Vuestro hermano es muy pequeño para llevarle corriendo hasta el colegio, dijo su madre con cara enfadada. Poco después los tres hermanos salían de su casa con las mochilas a sus espaldas. Al principio fueron con paso rápido, pero a medida que se iban encontrando a otros compañeros por el camino se fueron descuidando y cuando se quisieron dar cuenta el tiempo se les había echado encima. - ¡Vamos Yeray, no te retrases!, dijo Nicolás. Si no llegamos a tiempo al colegio nos van a castigar a los tres por tu culpa. - Pues corramos, dijo Yeray a sus hermanos ante aquel desafío. Los tres hermanos empezaron a correr, fueron pasando los minutos y Yeray seguía corriendo detrás de sus hermanos a unos metros de distancia. De vez 6
  • 8. en cuando Nicolás miraba hacia atrás para ver como iba su hermano pequeño y viendo que seguía corriendo, le animaba: - Vamos Yeray, lo estás haciendo muy bien, si seguimos a este ritmo no llegaremos tarde. Siguió pasando el tiempo y los tres hermanos seguían corriendo. Nicolás iba en cabeza seguido de Francisco a unos metros y por último les seguía Yeray un poco más rezagado; no quería que por su culpa llegasen tarde al colegio. Cuando divisaron el pueblo a lo lejos, Nicolás dijo: - ¡Ánimo! Ya casi hemos llegado, nos queda muy poco. No vamos a llegar tarde. Cuando entraron en el colegio tocó la campana avisando a los chicos-cas para que entrasen en sus aulas. Nicolás se acercó a Yeray y le dijo: - ¡Vete a donde están aquellos chicos-cas que ves allí y espera!, saldrá un profesor a por vosotros para llevaros a vuestra clase. Seguidamente Nicolás y Francisco se separaron, cada uno fue con los chicos-cas de su curso. - ¿Habéis venido corriendo desde vuestra casa?, le preguntó un compañero a Nicolás. 7
  • 9. - ¡Casi!, respondió él, al principio salimos andando, pero cuando nos quisimos dar cuenta se nos había hecho tarde y no hemos tenido más remedio que empezar a correr. - ¿Y le habéis traído a vuestro hermano corriendo?, volvió a preguntar su amigo. - ¡Sí!, contestó Nicolás. Es más fuerte de lo que parece, no se ha quejado en ningún momento. Los niños-as que habían ido por primera vez al colegio seguían jugando en el patio, eran los únicos que estaban allí fuera, pero enseguida se les acabó el recreo. Una profesora se acercó a ellos y les dijo: - ¡Seguidme! Los chicos-cas dejaron de jugar y se pusieron detrás de la profesora como unos corderitos, unos detrás de otros. Seguidamente entraban en un pabellón enorme, poco después el último niño desaparecía tras sus puertas de cristal. El día pasó rápido, cuando Yeray se quiso dar cuenta habían terminado las clases. Cuando salió al patio con los demás niños-as le estaban esperando Nicolás y Francisco, tenían orden expresa de su madre de esperarle y volver con él a casa. Esta vez los tres hermanos volvieron a casa andando junto con otros compañeros-ras que vivían a lo largo del camino. 8
  • 10. Pasó el tiempo, Nicolás, Francisco y Yeray todas las mañanas salían corriendo de casa, tenían diez kilómetros por delante para llegar al colegio. Los primeros meses el primero en llegar al colegio era Nicolás seguido de Francisco a doscientos metros y por último llegaba Yeray bastante más lejos. Cuando llegó el último mes del curso “junio”, Francisco seguía llegando el segundo a la misma distancia de su hermano Nicolás que al principio de curso, no había conseguido recortarle nada en todo el año, sin embargo Yeray había recortado considerablemente la distancia a su hermano Francisco, llegaba a pocos metros detrás de él. Llegaron las vacaciones de verano. Tenían casi tres meses por delante para descansar y divertirse. Nicolás y Francisco diariamente quedaban con sus amigos-gas para ir a la piscina. Una vez allí jugaban a hacer carreras nadando. Cuando eso les aburría hacían concursos a tirarse dando una voltereta en el aire. Más tarde jugaban al escondite dentro de la piscina entre los chicos y chicas que estaban en el agua. Cuando se cansaban aprovechaban a descansar un poco y comían los bocadillos que llevaban con algún refresco. Cuando terminaban seguían haciendo de las suyas en la piscina hasta que llegaba la hora de marchar a sus casas. Yeray sin embargo prefería correr entre los árboles del bosque persiguiendo a los conejos y a las ardillas, le encantaba correr de un sitio para otro, no paraba en todo el día. El bosque era su lugar preferido para pasarlo bien, el olor de los pinos 9
  • 11. y la tranquilidad del bosque no la había en ningún otro sitio. Como por arte de magia las vacaciones volaron como vuelan las nubes en el cielo cuando se levanta el viento. Llegó el mes de septiembre y la madre de Nicolás, Francisco y Yeray fue comprando todo lo que iban a necesitar sus hijos para el curso que iba a empezar en pocos días. Por fin llegó el último día de vacaciones. Yeray estaba más nervioso que sus hermanos, sabía que ese curso que iba a comenzar sería muy especial para él, empezaría a hacer atletismo como sus hermanos, entraría a formar parte del equipo de atletismo del colegio si superaba las pruebas para entrar. Para Yeray era el comienzo de una nueva aventura. Durante años había oído hablar a sus hermanos las marcas que hacían, los campeonatos a los que iban, de cómo quedaban en las carreras que participaban, y eso Yeray lo tenía muy metido dentro, estaba profundamente ilusionado con empezar a hacer lo que hacían sus hermanos: “correr”. PRUEBAS DE ATLETISMO Primer día de clase. Yeray está en clase de Matemáticas atendiendo las explicaciones del Sr. Matías. Llaman a la puerta, seguidamente se abre y entra el profesor de Educación Física, el Sr. Frank, se 10
  • 12. acerca al Sr. Matías y le dice algo al oído, poco después el Sr. Frank dirigiéndose a los alumnos-nas, dice: - Como sabéis en este curso se empieza la actividad de atletismo en el colegio. Todos los chicos-cas que quieran apuntarse tendrán que ir al despacho de deportes y rellenar una ficha. Durante un mes os entrenaréis de cara a las pruebas de selección que hacemos para entrar en el equipo de atletismo. Los chicos-cas que pasen las pruebas pasarán a formar parte del equipo. Los demás tendrán que buscarse otro deporte entre los que ofrece el colegio. El próximo lunes empezaremos con los entrenamientos. Todos los chicos-cas que os apuntéis tener que estar antes de las cinco de la tarde en la pista de atletismo. Los chicos-cas que se retrasen no entrenaran ese día. Si algún chico-ca llega a acumular tres retrasos no hará la prueba de selección, automáticamente quedará descalificado. - ¿Alguna pregunta? Ningún chico-ca dijo nada, el sr. Frank viendo que nadie le hacía ninguna pregunta se dirigió hacia el Sr. Matías, cambiaron varias palabras y poco después salió del aula. Yeray estaba temblando de emoción, había llegado lo que había estado esperando desde hacía tiempo, correr en el equipo de atletismo del colegio, pero ¡superaría las pruebas! Tendría que entrenarse a tope si quería pasar a formar parte del equipo de atletismo. Sonó el timbre para salir al recreo, le sacó a Yeray de sus pensamientos. En el 11
  • 13. patio Yeray se unió a varios chicos-cas de su clase, mientras iban hablando le hizo una pregunta a uno de ellos: - Marco ¿crees que superaremos las pruebas? - Yo sí, contestó Marco con mucha seguridad, durante el verano he entrado con mi padre. - Yo sin embargo no lo tengo muy claro, dijo Lucía, pero entrenaré duramente este mes, no quiero quedarme fuera. Me gustaría competir contra otros chicos-cas de otros colegios. Juan, Andrés y Tatiana no respondieron nada, pero en su cara se reflejaba que también a ellos les gustaría formar parte del equipo. El equipo de atletismo del colegio tenía gran prestigio, desde su fundación hace ochenta y cuatro años habían salido varias figuras a nivel nacional. Frank su último entrenador estaba orgulloso de sus atletas y siempre estaba al acecho para descubrir nuevos talentos entre sus chicos-cas, vivía para el atletismo. Encima de la mesa de su despacho tenía la foto de dos chicos y una chica que habían sido seleccionados a nivel nacional. Las fotos tenían unas dedicatorias dirigidas al colegio y al entrenador. Cuando Yeray, Nicolás y Francisco llegaron a su casa a media tarde después del colegio, Yeray les contó a sus padres que el próximo lunes empezaría a entrenar. A continuación dirigiéndose a Francisco y 12
  • 14. Nicolás les hizo un montón de preguntas sobre las pruebas de selección que hicieron ellos en su día cuando entraron en el equipo de atletismo. - No te preocupes tanto, le dijo Nicolás, estoy convencido que superarás las pruebas sin problemas. Se como corres y seguro que harás las pruebas por debajo del tiempo estipulado. Sin embargo Francisco no era de la opinión de su hermano: - Yo creo, dijo Francisco, que hay muchos chicos-cas muy buenos y a todos no os puede coger el entrenador. Supongo que cogerá a los chicos-cas que consigan los mejores tiempos. Además tú no eres muy bueno en velocidad y hay varias pruebas de velocidad. ¡Será mejor que te entrenes! - No le hagas caso, respondió Nicolás, te quiere tomar el pelo, Francis sabe perfectamente como yo que no vas a tener ningún problema para entrar en el equipo de atletismo. En un momento que Yeray estaba mirando por la ventana, Francis le hizo unas señas a su hermano Nicolás intentándole decir que le siguiese la broma. - Pues me entrenaré a tope, dijo Yeray, quiero entrar en el equipo de atletismo como vosotros. 13
  • 15. Pasaron las semanas, Frank el entrenador de atletismo les hacía correr a los chicos-cas que querían formar parte del equipo de atletismo una y otra vez. Las dos primeras semanas corrieron en la pista, pero a partir de la tercera semana empezaron a subir escaleras y cuestas. Los chicos y chicas salían agotados de los entrenamientos, pero contentos. Llegó el día esperado, el de las pruebas de selección. Todos los chicos-cas salieron a la pista de atletismo perfectamente uniformados para realizar las pruebas, el entrenador no había llegado aún. En la pista de atletismo estaban calentando y corriendo los chicos-cas de otros cursos que ya pertenecían al equipo de atletismo. Los había de todas las edades. - ¿Has visto como corre aquella chica?, le preguntó Juan a Yeray. - ¡Sí!, ya me he fijado, corre más que los chicos. - ¡Mira!, ¡mira! Aquel chico rubio, chilló Andrés. - ¡Ese chico!, dijo Yeray, me han dicho mis hermanos que en todas las carreras que participa siempre queda entre los cinco primeros. Tiene la habitación de su casa llena de medallas y copas. Todos estaban mirando con la boca abierta a los chicos-cas mayores que corrían por la pista, hasta que la voz de su entrenador les sacó de su atolondramiento para volverles a la realidad. 14
  • 16. - Calentad durante diez minutos, les dijo Frank. A continuación empezaremos con las pruebas de 50 m., 60 m., 80 m., y terminaremos con un cross de cuatro kms. Los chicos-cas empezaron a calentar. Cada uno calentaba de una forma diferente. Al entrenador esto no le pasó desapercibido, en su interior se decía: - Cuánto tienen que aprender estos chicos-cas. - Muy bien, dijo el entrenador, ha pasado el tiempo. He visto que muchos de vosotros-tras no habéis calentado bien, pero no os preocupéis, a los que paséis a formar parte del equipo os enseñaré a calentar cada músculo de vuestro cuerpo para que podáis sacar el máximo rendimiento a vuestro cuerpo en cada competición. - ¡Empezamos la competición! La primera prueba es la de 50 metros. Correréis en grupos de cinco, cuando terminen todos-das pasaremos a la prueba de 60 metros y seguidamente a la de 80 metros. Después descansaremos un cuarto de hora y terminaremos con el cross. El Sr. Lucas, el segundo entrenador fue dando la salida a cada serie y el sr. Frank iba tomando los tiempos de todos los chicos-cas que llegaban a la meta. Una hora más tarde acababan todas las series. - Ahora descansaremos un cuarto de hora antes de hacer el cross, dijo Frank. 15
  • 17. Tanto los chicos como las chicas se sentaron en el césped que había en el campo de fútbol para descansar un poco antes de la última prueba. Ningún chico-ca sabía muy bien que tal había hecho las pruebas, el entrenador no dijo los tiempos a nadie, aunque cada uno pensaba que lo había hecho bien. - ¿Qué tal he corrido?, le preguntó Yeray a Juan. - Te he visto bien. En la serie de 50 m. has quedado el tercero, en la de 60 m. el segundo y en la de 80 m. el primero. - ¡Y yo?, preguntó Juan. - Me ha parecido que en las tres series has quedado el segundo, eso está muy bien. Poco después se volvió a oír la voz del entrenador. - Prepararos para la última prueba, el “cross”. Los chicos y chicas se levantaron del césped del campo de fútbol y se dirigieron hacia donde estaba el entrenador. - ¡Ponerse todos aquí, junto a esta línea! Ya conocéis todos-as el recorrido, lo hemos hecho muchas veces durante los entrenamientos. ¡Animo a todos! 16
  • 18. Poco después Frank daba la salida del cross. Los ochenta y cinco chicos-cas salieron de estampida, habían salido demasiado rápido para recorrer los 4.000 metros que les separaban de la línea de meta. Lucía, Marcos, Juan, Andrés, Tatiana y Yeray iban todos en el mismo grupo, no iban en el grupo de cabeza, pero tampoco estaban en la cola de la carrera. Se podría decir que estaban entre los treinta primeros, pero aún les quedaban muchos metros que recorrer y se lo tenían que tomar con calma. Habían pasado quince minutos y se empezaba a apreciar quiénes estaban en forma y quiénes no, quiénes corrían bien y a quiénes les costaba seguir el ritmo de los demás corredores. Mientras seguían corriendo, los chicos-cas mayores que estaban entrenando fueron dejando de entrenar y se pusieron a ver como corrían los más pequeños, entre ellos estaban: Nicolás y Francisco. - Parece que nuestro hermano no va tan bien después de todo lo que ha entrenado, le dijo Francis a Nicolás. - No te preocupes, le respondió Nicolás, creo que Yeray sabe lo que hace. Cuando lo crea oportuno pegará el hachazo y dejará atrás a la mayoría. Le veo correr muy suelto y con mucha fuerza, estoy convencido que llegará entre los cinco primeros. Lucía, Marcos y Juan habían ido progresando poco a poco y habían cogido al grupo de cabeza, sin 17
  • 19. embargo Andrés, Tatiana y Yeray les seguían a unos veinte metros. Cuando solo quedaban quinientos metros para llegar a la meta, Andrés alargó la zancada llevándose a Tatiana y a Yeray detrás de él, en poco tiempo dieron alcance al grupo de cabeza en el que estaban sus amigos: Lucía, Marcos y Juan. Quedaban trescientos metros para cruzar la línea de meta, en el grupo de cabeza se habían situado doce corredores- ras. De repente tres de ellos aceleraron el ritmo, los demás hicieron lo mismo, pero poco a poco se fueron quedando atrás porque las fuerzas les habían empezado a fallar. Yeray fue el único que consiguió mantener el tirón de los dos chicos y una chica. Los cuatro habían esprintado hacia la meta, aún les quedaban cien metros y cualquiera de ellos podía ser el vencedor. Los atletas mayores que estaban viendo la carrera no se lo podían creer, aquellos chicos que iban en cabeza corrían a una velocidad increíble. Nicolás y Francis también alucinaban al ver a su hermano entre los mejores. De repente uno de ellos volvió a acelerar, pero solo le pudo seguir Yeray. Los otros dos no pudieron seguir aquel ritmo increíble. Cuando solo faltaban cuarenta metros para llegar a la meta, Yeray se emparejó con el chico que iba por delante suyo, durante unos décimas de segundo lucharon por el primer puesto, poco después Yeray entraba vencedor seguido del otro chico. Poco después llegaron el chico y la chica que se habían quedado atrás, a continuación entraban en meta: Lucía, Marcos, Juan, Andrés y Tatiana. A partir de ahí fueron llegando en pequeños 18
  • 20. grupos los demás chicos y chicas, hasta que entró el último corredor. Poco después se podía ver a una gran cantidad de chicos-cas tumbados en el césped del campo de fútbol descansando, eran muy pocos los que se habían quedado de pie. El cross no había sido muy largo, pero los mismo chicos-cas lo habían endurecido desde el comienzo de la carrera saliendo a una velocidad formidable y habían sabido mantener el ritmo durante casi todo el circuito. Muy pocos habían podido aguantar aquel ritmo y esprintar cuando solo faltaban quinientos metros para llegar a la meta. El entrenador se fijó en todos los chicos-cas que estaban de pie y en los que estaban sentados o tumbados. Precisamente los chicos-cas que estaban de pie eran los que habían llegado en los primeros puestos, mientras que los que habían llegado de la mitad hacia atrás estaban sentados o tumbados, de eso se deducía que los que estaban en forma, los que habían entrenado a conciencia se habían recuperado rápidamente, mientras que los que no habían entrenado a tope estaban derrengados. También se fijó en Yeray, era impresionante ver como iba de un sitio para otro hablando con unos y con otros, parecía que no había corrido, no parecía nada fatigado, mientras que el chico que llegó detrás de él en el cross aunque no estaba sentado se podía ver en su rostro las huellas del cansancio. 19
  • 21. De repente aparecieron Nicolás y Francis entre los chicos-cas que habían corrido el cross. Se dirigieron hacia donde estaba su hermano, que en ese preciso momento estaba hablando con varios de sus amigos-gas; como estaba de espaldas a ellos no les vio acercarse, pero sintió que una mano se posaba sobre su hombro, se giró y vio a sus hermanos detrás suyo. Francis fue el primero en dirigirse a su hermano. - Enhorabuena chaval, has hecho una buena carrera, pero aún tienes mucho que mejorar si quieres llegar a ser como nosotros. Nicolás pisándole las palabras a su hermano Francis, le dijo: - No le hagas caso, siempre está de broma. Has corrido mucho mejor que cuando lo hicimos nosotros en su día, ninguno de los dos consiguió llegar entre los tres primeros. Cuando terminó de hablar Nicolás, se oyó la voz del entrenador: - Mañana a primera hora, en la puerta de mi despacho, estará puesta la lista con los nombres de los chicos-cas que pasarán a formar parte del equipo de atletismo del colegio. Todos aquellos 20
  • 22. chicos-cas que no estén en esa lista pueden intentar meterse en los otros equipos que tiene el colegio. Poco después los chicos y chicas se dirigieron a sus vestuarios respectivos para ducharse, se había hecho demasiado tarde. Cuando Yeray salió del vestuario junto con sus amigos le estaban esperando sus hermanos, Yeray se despidió de sus amigos: - Hasta mañana, nos veremos en la puerta del despacho del entrenador. ¡suerte! - Tú seguro que si estás seleccionado, le dijo Marcos, has hecho muy bien las pruebas. Yeray no contestó nada, pero en su cara se notaba una cierta alegría. Poco a poco se fue alejando con sus hermanos por el camino, les quedaba un largo recorrido hasta llegar a su casa. Hora y pico después los tres hermanos entraban en su casa. Los padres nada más verles le preguntaron a su hijo pequeño: - ¿Qué tal las pruebas? - ¡Muy bien!, exclamó Yeray con una sonrisa. - No lo ha hecho nada mal para ser tan pequeño, dijo Francis, metiéndose en la conversación que mantenían padre e hijo. 21
  • 23. Nicolás no dijo nada, pero hizo un gesto con la cara que lo decía todo: ¡Yeray había hecho bien las pruebas! - Tu madre y yo estamos muy contentos de que sigas lo pasos de tus hermanos. El deporte es muy bueno: nos ayuda a ser mejores personas, a relacionarnos con otros chicos-cas, a estar contentos, a estar bajo disciplina, a saber ganar y perder, a tener el cuerpo y la mente sanos y nos previene de las enfermedades porque nos endurece. Cuando se sentaron a la mesa para cenar, Yeray les fue contando a sus padres como se habían desarrollado las diferentes pruebas que habían tenido que hacer, empezando por las pruebas de velocidad y terminando por el cross. Los padres de Yeray atendían con muchísima atención a todo lo que les iba contando su hijo pequeño, lo decía con un entusiasmo que parecía que lo estaba viviendo, justo cuando terminaron de cenar Yeray terminaba su narración. Tanto el padre como la madre le felicitaron por haber hecho tan bien las pruebas y le animaron para seguir entrenando duro. A Yeray le costó mucho coger el sueño ese día, por mucho que cerraba los ojos no conseguía dormirse, estaba nervioso ante la llegada del nuevo día. De repente, oyó la voz de su madre: - ¡Yeray!, ¡Yeray!, es hora de levantarse. 22
  • 24. Pero Yeray pensaba que estaba soñando y siguió durmiendo, hasta que una mano le zarandeó, era la mano de su hermano Nicolás. - ¡Arriba!, vamos a llegar tarde por tu culpa. Yeray abrió los ojos y sentándose en su cama se encontró con la cara de su hermano. - ¡Arriba!, tenemos poco tiempo. Fue entonces cuando Yeray recobró la conciencia y salió de la cama disparado hacia el baño, poco después estaba desayunando con sus padres y hermanos; en vez de comer tragaba todo lo que le ponían por delante sin mirar a ningún sitio más que a su plato. Nicolás y Francis le miraban sorprendidos, nunca le habían visto comer de esa manera. - ¿Seguro que estás nervioso?, le preguntó su hermano Francis. Yeray le miró de reojo a su hermano y sin más siguió comiendo hasta que terminó todo lo que había en la mesa. Poco después los tres hermanos salían de su casa a la carrera hacia el colegio, se habían retrasado un poco y tenían que recuperar el tiempo perdido. Más tarde cuando llegaron al colegio, los tres hermanos estaban completamente sudados, ese día habían corrido como ningún otro. Nicolás y Francis fueron durante todo el camino al mismo ritmo seguido por Yeray, que en un principio había perdido 23
  • 25. el ritmo, poco a poco lo fue recuperando hasta que llegó al colegio muy por detrás de sus hermanos. Nada más llegar sin dejar de correr se dirigió hacia el despacho del entrenador, quería ver la lista cuanto antes, pero se encontró a un montón de chicos-cas formando cola, esperando para ver la lista que estaba en la puerta, enseguida se empezaron a oír los primeros comentarios: - ¡Mi nombre no está en la lista!, dijo una chica en tono tristón. - ¡El mío sí!, dijo un chico lleno de alegría. Lucía había sido una de las primeras en llegar a la puerta del entrenador, después de mirar la lista durante un buen rato empujó a los demás chicos-cas para que la dejasen salir de aquel barullo, cuando lo consiguió empezó a gritar: - ¡Estamos todos, estamos todos! - ¿Qué quieres decir?, le preguntó Tatiana. - Todos nosotros estamos en la lista, dijo Lucía con una gran sonrisa. Todos los amigos-gas hemos sido seleccionados. Poco después todos los amigos-gas se abrazaban unos a otros dando rienda suelta a su alegría. Cuando terminaron las primeras clases y salieron al descanso del mediodía se juntaron: 24
  • 26. Marcos, Lucía, Juan, Andrés, Tatiana y Yeray, poco después todos estaban hablando sobre como serían los entrenamientos, pero Juan fue el primero que se dejó oír: - Tengo muchas ganas de empezar con los entrenamientos, espero convertirme en un buen corredor de fondo como mi tío. Seguidamente Lucía tomando la palabra, dijo: - A mí no me gusta mucho correr, pero a mis padres les hace mucha ilusión que esté en el equipo de atletismo. - Yo no estoy muy seguro de lo que quiero, dijo Marcos. Hay días que me gusta correr, pero otros no tanto, sin embargo estoy contento de estar con vosotros en el equipo. - Mi abuelo cuando era joven, era muy aficionado a correr en carreras populares, siguió hablando Andrés. A mi padre sin embargo no le gustaba nada correr y mi abuelo se llevó un pequeño disgusto, yo he salido como mi abuelo, me encanta correr. Ahora fue Tatiana la que cogió la palabra: - Pues a mí me gustaría llegar a competir con los mejores corredores nacionales, estoy segura que mis padres se llevarán una gran alegría. 25
  • 27. Yeray fue el único que no dijo nada, solo escuchaba hablar a sus amigos-gas. Poco después se oyó el timbre para volver a clase. Cuando estaban a mitad de la clase de Lengua apareció el entrenador de atletismo, el sr. Frank, le pidió permiso al profesor de Lengua para dirigirse a los chicos que habían entrado en el equipo de atletismo. - Los chicos y chicas que estén seleccionados para atletismo. Los entrenamientos serán: lunes, miércoles y viernes de cinco y media a siete y media. Seguidamente el sr. Frank salió del aula dejando a todos los seleccionados con una gran alegría en el cuerpo, por fin iban a empezar a entrenar en serio. Pero esa alegría para muchos chicos-cas del nuevo equipo fue pasajera. Los entrenamientos empezaron fuerte y poco a poco se fueron endureciendo de tal forma que muchos de los nuevos atletas no conseguían terminar con sus agujetas. Sin embargo el grupo de amigos-gas de Yeray siguió unido y era raro el día que faltaba alguno a los entrenamientos. Fueron pasando los meses, los hermanos de Yeray entrenaban días diferentes a él, así que tenía que volver solo a su casa, en vez de ducharse después de entrenar, su entrenador le había permitido volver a casa corriendo después de los entrenamientos; era el único modo de perder poco tiempo para poder estudiar, de esta forma fue cogiendo una forma física impresionante. 26
  • 28. Pasaron los años, el equipo de atletismo en la categoría en la que estaba Yeray y sus amigos-gas fue compitiendo contra otros colegios. Tatiana y Yeray siempre ganaban alguna medalla, los demás amigos siempre llegaban de la mitad hacia delante. Frank el entrenador estaba contento, había conseguido meter a dos de sus atletas más jóvenes entre los mejores de toda la comarca y con suerte podía dar el salto alguno más. Yeray ese año estaba en sexto de primaria junto con sus amigos-gas. Todos los años cuando se acercaba los últimos días del curso, el colegio organizaba una fiesta deportiva para todas las familias. Los alumnos-nas de 1º E.P. a 6º E.P. hacían juegos. Los alumnos de la ESO y Bachillerato competían en unas pruebas de atletismo: 1.500 m. y 5.000 m. Un día estando Yeray en clase llamaron a la puerta, era uno de los chicos mayores de atletismo. El chico dirigiéndose al profesor le dijo: - El sr. Frank me ha dicho para que le diga haber si puede ir Yeray Pardok a su despacho. El profesor de Música que en ese momento estaba dando la clase, dijo en voz alta. - Yeray Pardok vete por favor al despacho del sr. Frank, quiere hablar contigo. 27
  • 29. Yeray se levantó de su asiento y salió de clase ante las miradas de todos sus compañeros-ras. Poco después llamaba a la puerta del despacho de su entrenador. - ¡Adelante! Yeray abrió la puerta y se encontró a su entrenador sentado detrás de una mesa. Frank se levantó de su asiento y fue hacia donde estaba Yeray, cogiéndole de los hombros le dijo: - Lo que te voy a decir es la primera vez que se va a hacer. Nunca hasta ahora se ha hecho en el colegio, pero las normas algunas veces están para saltárselas y creo que esta vez es una de ellas. Estoy convencido de que tú estás en condiciones de hacerlo, por eso te he mandado llamar. - ¿De qué se trata? Preguntó Yeray hecho un lío. - Hay un chico de 2º ESO que se ha lesionado y no puede correr en la fiesta del colegio. A mí me gustaría que tú ocupases su puesto. Quiero que corras en la prueba de 1.500 m. - ¿Qué te parece? A Yeray no le salían las palabras, se había quedado mudo. Durante unos segundos pensaba que estaba soñando, aquello no podía ser verdad. La voz de su entrenador le sacó de su letargo. 28
  • 30. - ¡Me tienes que contestar ahora! Si correr con los mayores te impresiona y no quieres correr buscaré a otro chico, por eso no te preocupes. - Estoy encantado, sr. Frank, dijo de golpe Yeray. Correr 1.500 m. con los mayores es algo que siempre he deseado hacer. Muchas gracias por haber pensado en mí. - Espero que no me defraudes y corras como tú sueles hacerlo. - No le defraudaré entrenador, contestó visiblemente emocionado Yeray. Poco después Yeray estaba de nuevo en su aula atendiendo a las explicaciones de su profesor de Lengua. Más tarde tocó el timbre para salir al descanso. Los chicos-cas salieron al patio, Marcos se acercó a Yeray y le preguntó: - ¿Qué te quería el entrenador? - Me ha preguntado si me gustaría correr con los mayores en la fiesta del colegio. - ¿Y tú que le has respondido?, le preguntó Lucía. - Le he dicho que sí. - ¿Y que prueba vas a correr? Siguió preguntando Tatiana. 29
  • 31. - Los 1.500 m., contestó Yeray. - Pero en esa prueba corren los mejores de 1º de ESO hasta 2º Bachiller. Entre ellos están tus hermanos, contestó Andrés. - No me importa, respondió Yeray, con tal de correr con los mayores es suficiente para mí. Mientras seguían hablando tocó el timbre. Los chicos-cas tuvieron que regresar a su clase. Yeray estaba deseando que terminasen las clases para regresar a su casa y contarles a sus padres y hermanos que iba a competir en las pruebas de atletismo del colegio. Por fin después de mucho esperar tocó el timbre de salida. Yeray salió corriendo hacia el patio y se encontró con sus hermanos, cuando les iba a decir que iba a correr con ellos en la fiesta del colegio, se lo pensó mejor y no les dijo nada. Cuando llegaron a casa tampoco les dijo a sus padres que iba a correr, sería un secreto. LA CARRERA DE 1.500 m. Salió un día maravilloso, el sol lanzaba sus rayos sobre el colegio, especialmente sobre el campo y la pista deportiva que era donde se iban a desarrollar los juegos y las carreras. Una estatua de piedra de la Virgen con el Niño se podía ver desde el 30
  • 32. campo de atletismo, estaba en lo alto de un montículo, allí es donde todos los días acudían todos los alumnos-nas del colegio a rezarle una Salve. Las familias del colegio lo inundaban todo: abuelos, padres, hijos, tíos, primos. Las banderas de todos los colores estaban por todas partes llenando de color el colegio. Cuando el reloj dio las cinco en punto alrededor de mil niños y niñas desfilaron por la pista deportiva con sus banderas en alto. Más tarde empezaron los primeros juegos a cargo de los chicos- cas de 1º E.P., media hora más tarde terminaban los de 6º E.P. con un juego con balones y porterías minúsculas. Seguidamente hubo un breve descanso y a partir de ahí iba a empezar lo que todos los padres estaban deseando ver: “las pruebas de atletismo”. Desde la cabina de megafonía se oyó: - Primero correrán todas las series femeninas y una vez hayan acabado empezarán las masculinas. Enseguida dieron comienzo los 1.500 m. femeninos. Una vez terminados empezaron los 5.000 m. femeninos. Los padres que tenían alguna hija corriendo gritaban animando a sus hijas. Poco después acabaron las pruebas femeninas y desde megafonía se volvió a oír: - En breves instantes darán comienzo las pruebas masculinas. La primera será la de 1.500 m., participarán los mejores corredores desde 1º ESO a 2º Bachiller. 31
  • 33. Poco después salieron a la pista todos los corredores que iban a participar en dicha prueba. Entre ellos se miraban para ver que posibilidades podían tener de hacer una buena carrera. En la salida estaban el sr. Frank, el entrenador y en la llegada estaba su ayudante, el Sr. Lucas. No pasó desapercibida entre los atletas la figura de Yeray, todos se le quedaron mirando, sabían que era un chico de primaria y no les cabía en la cabeza que pudiese correr con ellos. Nicolás estaba hablando con otro corredor, éste viendo al hermano de su amigo en la pista de atletismo, le preguntó: - ¿Qué hace tu hermano aquí? - ¿Qué?, fue la contestación de Nicolás que no se había enterado de que su hermano pequeño estaba entre ellos. Nicolás miró hacia donde le señalaba su amigo y efectivamente vio a su hermano entre los corredores dispuesto a correr. Se fue hacia él y le preguntó: - ¿Qué haces aquí? Pero no fue Yeray el que contestó. Frank, el entrenador que estaba cerca de ellos fue el que respondió: - Yo le he dado permiso para que corra. 32
  • 34. - Pero entrenador, mi hermano es de primaria, no puede correr con los mayores. Además quedará muy mal. - Quiero comprobar una cosa, dijo el entrenador. Francis que al principio no se había enterado de que Yeray estaba entre ellos para correr, después de ver a su hermano Nicolás que iba hacia el entrenador se acercó y se enteró de lo que pasaba con su hermano pequeño, se había quedado sin habla después de saber que Yeray iba a correr con los mayores. Entre el barullo de salida uno de los amigos de Francis le preguntó: - ¿Ahora también corremos con chicos de primaria? - No te descuides, le contestó Francis. No sea que mi hermano pequeño llegue antes que tú a la meta. Este se echó a reír y contestó: - Le voy a sacar más de media pista de ventaja. El entrenador dio el comienzo de la prueba bajando la bandera verde. Los chicos salieron corriendo a bastante velocidad. Los que se pusieron en cabeza rápidamente fueron los de 1º y 2º de Bachillerato, ellos iban marcando el paso de la carrera. Tenían que dar cinco vueltas a una pista de trescientos metros. Cuando acabaron la segunda vuelta los alumnos de 1º y 2º de ESO empezaron a quedarse atrás, no podían aguantar el ritmo de los mayores. Yeray sin embargo iba entre el 33
  • 35. grupo de cabeza formado por veinte corredores entre los que también estaban sus hermanos mayores, pero pasaba totalmente desapercibido por su estatura, iba completamente tapado por los del grupo. Cuando terminó la tercera vuelta una señora que estaba entre el público se dio cuenta que entre los corredores de cabeza iba corriendo un niño, a veces se le veía y a veces no porque los demás corredores le tapaban, eran mucho más altos que él, le sacaban más de treinta centímetros de altura. - ¡Mirad allí!, ¡ahora!, chilló la señora. Las personas que estaban alrededor de la señora se fijaron detenidamente y efectivamente en una de las curvas apareció la figura de Yeray. - ¡Es verdad!, dijo un señor que estaba algo más lejos. Allí hay un chico pequeño corriendo entre los mayores y les va aguantando el ritmo. Rápidamente corrió la voz, la gente que estaba viendo la carrera empezó a aplaudir y a animar al pequeño que corría con los mayores. Fue entonces cuando los padres de Yeray se dieron cuenta que el chico pequeño que corría entre los mayores, era su hijo pequeño. Cuando solo quedaba una vuelta y media para terminar la carrera dos chicos del grupo de cabeza aceleraron el paso, todos los que iban muy justos de fuerzas se empezaron a quedar atrás. Poco después solo quedaron en el grupo de cabeza los dos chicos que iniciaron la escapada hacia la meta, Nicolás, Francis, el amigo que había dicho a Francis 34
  • 36. que le iba a sacar a Yeray media pista de ventaja y por último iba Yeray cerrando el grupo. Cuando llegaron a la última vuelta, Nicolás fue el primero que aceleró buscando la línea de meta, seguidamente le siguieron dos chicos de su mismo curso, pero Francis, su amigo y Yeray no pudieron seguirles. El primero en cruzar la meta fue un chico de 2º Bachillerato, segundo Nicolás, tercero, otro chico de 2º Bachillerato, cuarto Francis, quinto Yeray y sexto el amigo de Francis, el que decía que le sacaría media pista de ventaja a Yeray. Poco a poco fueron entrando en la meta un sinfín de corredores que llegaban desfallecidos por el esfuerzo que habían tenido que hacer. Mientras los chicos corrían en la pista sucedió un hecho extraordinario. Una niña pequeña se acercó a la Virgen con el Niño que estaba en lo alto del montículo, de repente la Virgen sonrió a la niña. La criatura al ver sonreír a la Virgen también la sonrió y seguido se fue corriendo hacia donde estaba su madre viendo las carreras. La niña como era muy pequeña y no sabía hablar, le agarró a su madre del pantalón para llamar su atención. La madre se giró y vio a su hija que quería decirle algo, vio que le señalaba con el dedo a la Virgen con el Niño. - ¡Ya sé!, le dijo la madre. ¡Ya sé! que la Virgen es muy guapa y nos quiere mucho. 35
  • 37. Mientras la madre seguía viendo la carrera como los demás padres, su hija se quedó mirando a la Virgen con el Niño y le mandó un beso con la mano. Nada más acabarse la carrera los corredores rodearon a Yeray, todos querían felicitarle por lo bien que había corrido. Nicolás y Francis estaban entusiasmados con su hermano, sabían que corría bien, pero no para llegar entre los primeros. - ¿Qué decías?, le preguntó Francis a su amigo. No decías que le ibas a sacar media pista de ventaja a mi hermano. - Ha sido impresionante, contestó éste, nunca me lo hubiese imaginado. Tu hermano es un portento. Los padres de Yeray se vieron rodeados de otros padres del colegio que les querían felicitar por las carreras que habían hecho sus hijos, en especial la de su hijo pequeño. Algunos les decían que tenían a un hijo que era un fuera de serie. Otros que si seguía así muy pronto estaría corriendo en la selección nacional de atletismo. De repente Frank, el entrenador de atletismo, apareció dentro de la pista empujando a unos y a otros para llegar hasta donde estaba Yeray, seguidamente le dio un abrazo y le dijo: - ¡Lo sabía!, sabía que lo conseguirías. Has corrido muy bien. Estoy orgulloso de ti. 36
  • 38. - Gracias, entrenador, contestó Yeray un poco aturdido porque nunca le había felicitado tanta gente. Cuando Yeray salió del campo de atletismo hacia los vestuarios se encontró con sus amigos: Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana, el primero en dirigirse a él fue Juan: - ¡Que pasada!, has ganado a la gran mayoría de los corredores y has conseguido una medalla. - Ha sido estupendo verte correr, siguió hablando Lucía, les has demostrado a los mayores que los de primaria también podemos estar a su altura. - Bravo Yeray, continuó Tatiana, ha sido impresionante verte correr con esos gigantes. Yeray no sabía que contestar y por supuesto no dijo nada, simplemente les sonrió. Poco después se dirigió hacia los vestuarios. Veinte minutos más tarde salía de los vestuarios duchado, nada más salir se reunió con sus amigos y seguidamente se fue hacia donde estaban sus padres. Cuando su madre le vio se fue hacia él y le dio un par de besos. Su padre le dijo: - Hoy ha sido uno de los días más felices de mi vida. Cuando te he visto correr entre aquellos gigantes vuelta tras vuelta sin que te dejasen atrás me ha llenado de orgullo. Gracias hijo por estos momentos que me has hecho pasar. 37
  • 39. Pasaron los años, Yeray fue creciendo y mejorando su condición física. Siguió ganando copas y medallas en todas las carreras de velocidad y de resistencia a las que se presentaba. Sus padres ya no sabían donde meter tantos trofeos. La habitación de Yeray estaba abarrotada de ellos y ahora empezaban a llenar el salón. Sin embargo sus amigos fueron dejando el atletismo, cada año que pasaba había que entrenar más duro, dedicar mucho mas tiempo a los entrenamientos y eso era complicado porque los estudios también necesitaban su tiempo. - No sé que vamos a hacer con tanto trofeo, le dijo un día su madre. A lo que Yeray contestó: - Si quieres empiezo a perder las carreras. - Eso ni hablar, contestó rápidamente su padre. Tú sigue como hasta ahora. Ya buscaremos sitio para todos los trofeos que ganes. Pasó el tiempo, a un curso le sucedía otro con la velocidad del rayo. Por fin llegó el último curso, al año siguiente irían a la universidad y el grupo de amigos de dispersaría por toda la geografía nacional e internacional. Todos tenían claro que es lo que iban a estudiar: Marcos, Lucía y Tatiana estudiarían en la Universidad Kenyon College. Marcos haría Biología, Lucía quería ser abogada y Tatiana haría Ingeniería 38
  • 40. Química. Juan sin embargo iría a estudiar Ingeniería Robótica a la Universidad George Washington. Andrés iría a la Universidad Fco. de Vitoria para hacer Medicina. Yeray era el único que estudiaría Educación Física y Deportes en la universidad de su ciudad. El grupo de amigos se había convertido en un conjunto de chicas y chicos guapos y alegres con unas ganas tremendas de vivir la vida. Marcos había crecido hasta llegar al metro ochenta y cinco centímetros, de hombros anchos y bien parecido. Lucía se transformó en una chica guapa, alta y esbelta. Juan no creció mucho más, pero tenía muy buena presencia. Andrés también creció mucho y era bien parecido. Tatiana fue la que más cambió, se convirtió en una mujer delgada, con una cara bonita y unos ojos grandes de color cielo, todo ello adornado con una cabellera tan amarilla como el maíz, por donde pasaba no dejaba indiferente a nadie, todo el mundo la miraba asombrado. Yeray era normal, pero tenía un algo en sus facciones que le hacía diferente a los demás, sus movimientos llamaban la atención, eran rápidos y se adivinaban unos músculos fuertes fabricados tras largos años de entrenamiento, llegaba al metro ochenta, sus ojos eran de color marrón y el pelo negro, cuando hablaba lo hacía con tal delicadeza que enseguida llamaba la atención de los demás. Tenía muchos amigos-gas porque a todos les trataba con respeto, nunca hablaba mal de nadie y si oía algún comentario contra algún amigo-ga suyo enseguida le defendía. 39
  • 41. Llegó el mes de mayo y con el los últimos exámenes, los nervios se adueñaron de todos los del grupo, día tras día fueron examinándose de las diferentes materias y tras dos semanas de exámenes se hizo la luz, poco a poco volvieron los días normales y tranquilos. Las caras de todos se relajaron y en todas ellas aparecieron unas sonrisas, tras doce años de estudios habían conseguido acabar otra etapa de sus estudios, a partir de ahora se tenían que enfrentar a la última etapa, la universidad. Una semana más tarde estaban citados todos en el colegio para recoger las notas. A media mañana aparecieron: Marcos y Lucía. Un poco más tarde se presentaron Tatiana y Juan y seguido Andrés y Yeray. - ¿Qué tal os ha ido?, preguntó Lucía a sus amigos. - Yo no me puedo quejar, dijo Marcos, he sacado una media de Notable. - Yo también estoy contenta, dijo Tatiana, he sacado en todas las asignaturas Sobresaliente menos en Historia del Arte que he sacado Notable. - Yo solo he conseguido sacar una nota media de Bien, pero estoy contento, dijo Juan. Yeray no dijo nada, pero en su cara se reflejaba una gran alegría. - ¡Y tú Yeray!, preguntó Tatiana, ¿Qué tal las notas? 40
  • 42. - Bien, estoy muy contento. He sacado una media de Notable. Después de ver que todos habían sacado buenas notas, dijo Tatiana: - Tenemos que celebrarlo, esto no lo podemos dejar así. Nos hemos pasado doce años en este colegio, que por cierto han sido los mejores de mi vida. Juan miraba a unos y a otros pero no decía nada, se había puesto triste, no era capaz de articular ni una palabra. Tatiana que se dio cuenta, le preguntó: - ¿Qué te pasa Juan? - No se si encontraré en la universidad a personas como vosotros. Han sido doce años estupendos en vuestra compañía, nunca lo había pasado tan bien. - No te preocupes, dijo Yeray, de vez en cuando, cuando los exámenes nos dejen un poco tranquilos nos llamaremos y nos volveremos a reunir, esta amistad no la podemos perder por nada del mundo. - Por supuesto, dijo Marcos. Todos los años tenemos que volver a reunirnos para ver que tal nos van los estudios, para hablar de nosotros. 41
  • 43. - Yo me encargaré, dijo Yeray. Yo seré el que os escriba para quedar en alguna fecha en la que todos podamos reunirnos. - ¿Seguirás con el atletismo?, le preguntó Juan. - Por supuesto, contestó Yeray. El atletismo ha pasado a formar parte de mi vida, en cuanto empiece la universidad me meteré en el equipo de atletismo, ¡si me admiten! - Este es el último verano que pasamos juntos, dijo Marcos. Aprovechemos todas sus horas como si fuesen las últimas. Fue un verano bien aprovechado, desde primera hora de la mañana hasta que anochecía estaban todos juntos. Unos días iban a la playa y permanecían allí todo el día: cogiendo olas, nadando o simplemente hablando entre ellos. Otros días iban al monte y otros simplemente permanecían ociosos en el parque sentados hablando de sus cosas, fue un verano maravilloso. Pasaron las vacaciones y enseguida recibieron carta de las universidades a las que iban a ir diciéndoles que día empezaba el curso. Ahora empezaban una nueva aventura, pero tenían un poco más de experiencia de la vida. 42
  • 44. EN EL EQUIPO DE ATLETISMO DE LA UNIVERSIDAD El primer día que Yeray hizo su entrada en la universidad se quedó perplejo, nunca había visto nada igual. Aquel edificio no era como el del colegio donde había estado doce años, este era mucho más grande y no tenía pinta de escuela, sino que parecía mas bien un museo. Las puertas de entrada eran de madera con relieves, medían sobre cuatro metros de altas y tenía cuatro columnas de mármol, dos a cada lado de cada puerta. Para acceder a la entrada había que subir unas escaleras de mármol y en los descansillos de las escaleras había unas estatuas de bronce: en la parte izquierda según se subían las escaleras se podía ver a un chico de pie con un libro abierto en las manos y en la parte derecha a una chica sentada en una silla escribiendo sobre un cuaderno. A ambos lados del edificio principal había cantidad de árboles de diferentes clases, por sus tamaños se podría decir a ciencia cierta que aquellos árboles tenías más de doscientos años, eran enormes, en su parte más baja eran más anchos que una persona con los brazos en cruz. Todos los alrededores de la universidad estaban decorados por una fina hierba donde se podía ver a chicos y chicas sentados. La primera impresión que le causó a Yeray fue buena. Después de haber mirado bien lo que tenía alrededor se fue hacia las escaleras de entrada al edificio 43
  • 45. principal, al mismo tiempo que subía, iban subiendo otros chicos y chicas. Cuando solo le faltaban unos escalones para llegar arriba, de repente una chica bajó corriendo, al no ver a Yeray ambos se chocaron cayendo los dos rodando por las escaleras. Los libros de Yeray y de la chica cayeron por las escaleras. Yeray se levantó del suelo como un rayo y empezó a recoger todos los libros: los de la chica y los suyos. La chica sin levantarse del suelo miraba a Yeray como recogía los libros. Poco después Yeray con los libros en las manos se acercó a ella y le ayudó a levantarse, seguidamente le dio los libros que se le habían caído. - ¡Perdona!, no te había visto subir, le dijo la chica con una sonrisa. - No tiene importancia, contestó Yeray. - Me llamo Carlota, este es mi primer año en la universidad. - Yo soy Yeray y también soy nuevo. - ¿Qué vas a estudiar?, le preguntó Carlota. - Educación Física, contestó Yeray. - Que casualidad, dijo Carlota. Yo también voy a estudiar lo mismo, podemos ir juntos a buscar la clase. 44
  • 46. - Me parece bien, contestó Yeray. Poco después iban hablando por los pasillos de la universidad, de vez en cuando se paraban a preguntar a algún chico o chica donde estaba su aula. Después de buscar durante un rato al fin la encontraron, ambos se metieron en el aula y se sentaron juntos. De vez en cuando veían como otros chicos y chicas entraban en su clase y al poco tiempo volvían a salir, se habían dado cuenta de que aquella no era la clase que buscaban. Cuando por fin apareció el profesor, el aula estaba casi llena de chicos y chicas, todos se callaron y el se presentó: - Me llamo Brubeiker, soy uno de vuestros profesores. Veo que este año tenemos una clase bastante concurrida, eso me gusta, espero que os toméis en serio los estudios y no faltéis mucho a clase. Esta carrera que habéis elegido si os la tomáis en serio estudiando todos los días y os entrenáis duro, no tendréis muchos problemas para sacar el título. Empezaré pasando lista para iros conociendo poco a poco. Cuando terminó la clase Yeray esperó a que todos saliesen para hablar con el profesor. Poco después cuando se había quedado solo, Yeray se acercó al profesor y le preguntó: 45
  • 47. - Sr. Brubeiker, me gustaría apuntarme a los entrenamientos de atletismo, me podría indicar por favor a donde me tengo que dirigir. - Desde luego. Mañana a las seis empezarán los entrenamientos. Dirígete a los campos de atletismo y allí te dirán que tienes que hacer. - ¿Dónde se encuentran los campos de atletismo? Volvió a preguntar Yeray. - Según sales por la puerta de entrada a la universidad baja por el camino de la izquierda, a unos quinientos metros están los campos de atletismo. Los verás desde arriba, no hay pérdida. - Gracias, Sr. Brubeiker. Al día siguiente nada más terminar las clases Yeray se dirigió hacia los campos de entrenamiento con su bolsa de deportes, junto a él también se dirigían muchos chicos y chicas. Nada más llegar a la pista una persona que estaba vestida con un chandall iba diciendo a todos los chicos y chicas: - Las chicas al pabellón nº 1, los chicos al pabellón nº 2. Tenéis diez minutos para vestiros y salir. Cuando Yeray salió a la pista de atletismo se encontró a unos cuantos chicos y chicas calentando: unos corrían despacio, otros hacían estiramientos, 46
  • 48. otros saltaban.... Yeray también empezó a calentar. Después de un tiempo se oyó el pitido de un silbato. - ¡Acercaros! Todos dejaron los calentamientos y fueron hacia la persona que les había dicho que se acercaran. Yeray hizo lo mismo que los demás, cuando se acercó lo suficiente se dio cuenta que aquella persona era el profesor “Brubeiker”. ¡Qué sorpresa! - Vais a empezar a calentar. Daréis diez vueltas a la pista de atletismo, al principio a un ritmo suave para ir soltando los músculos, pero en cada vuelta aumentaréis el ritmo un poco. Las últimas vueltas las tenéis que hacer a un ritmo alto. A todos se les alegró la cara, se empezaron a formar pequeños grupos y empezaron a correr. Yeray se juntó con Carlota y otras dos chicas. Cuando todos estaban corriendo, Brubeiker empezó a contar a todos los atletas que tenía en la pista y contó noventa y cuatro. - ¡Buen número!, dijo Brubeiker. Espero que entre todos los que hay aquí salga alguno con talento. El último que fue a unas olimpiadas fue hace treinta años y no consiguió ninguna medalla. En las cuatro primeras vueltas a la pista iban todos como habían salido, juntos, pero a partir de la quinta vuelta algunos chicos y chicas no pudieron 47
  • 49. seguir a los demás que iban acelerando en cada vuelta que daban, entre ellos estaba Carlota. Cuando llegaron a la octava vuelta, los corredores-ras estaban estirados a lo largo de la pista. Los primeros casi estaban cogiendo a los últimos. Nada más empezar la novena vuelta solo iban cinco chicos en cabeza, entre ellos iba Yeray, los demás iban por detrás. Al empezar la última vuelta dos de los chicos de cabeza aceleraron el paso para intentar dejar a los tres que iban con ellos atrás. Yeray aceleró también y aguantó el tirón, sin embargo los otros dos no pudieron seguirles. Yeray se fue con los dos chicos hacia la meta. De repente otro de los chicos de la cabeza aceleró y Yeray se fue con el mientras que el otro chico no pudo seguirles. Los dos se fueron volando hacia la meta entrando poco después ambos al mismo tiempo. Brubeiker no se había perdido ningún detalle de la carrera. Había visto como poco a poco a partir de la quinta vuelta se habían deshecho los grupos y se había formado una gran hilera de corredores a lo largo de la pista. Después vio como algunos chicos que iban en cabeza pegaron un fuerte tirón y solo se quedaron cinco en el grupo. Al empezar la novena vuelta volvieron a acelerar, de los cinco chicos solo tres pudieron seguir el ritmo. En la última vuelta, hubo otro acelerón, uno de ellos no pudo seguir el ritmo y los otros dos chicos se fueron solos entrando en la meta al mismo tiempo. Sin embargo el entrenador se percató que uno de los que había entrado había caído al suelo al límite de sus fuerzas, 48
  • 50. mientras que el otro no parecía que había dado todo lo que llevaba dentro, parecía que podía seguir corriendo. Seguidamente fueron llegando los demás corredores-ras seguidos unos de otros. Cuando entró el último corredor en la meta el entrenador les dijo: - Ahora vamos a calentar durante media hora cada uno de los músculos de nuestro cuerpo. Empezaremos por la cabeza y acabaremos por los pies. Media hora más tarde acababan el calentamiento. - Por hoy creo que es suficiente, dijo Brubeiker. No quiero machacaros mucho el primer día, quiero que tengáis un buen recuerdo. ¡Mañana os espero a la misma hora! Yeray después de ducharse salió del vestuario y oyó una voz: - ¡Yeray!, ¡Yeray! Yeray giró la cabeza y vio a Carlota que le llamaba. Brubeiker no se perdía detalle de nada de lo que sucedía, en su cara se dibujó una sonrisa. Al día siguiente en el entrenamiento Brubeiker les hizo que calentasen los músculos minuciosamente antes de empezar con las series. No quería que nadie se lesionase por no haber calentado adecuadamente. 49
  • 51. - Bien, dijo el entrenador. Hoy haremos veinte series de cien metros descansando dos minutos entre serie y serie. Seguidamente estiraremos un poco antes de correr “diez kilómetros”. Los chicos y chicas se miraron como diciendo ¡ahora los entrenamientos van en serio! Poco después empezaron las series. Al principio las hacían a bastante velocidad, pero a medida que iban haciendo las series empezaron a notar que las piernas no les iban con la misma alegría. Cuando por fin terminaron las series empezaron a hacer ejercicios de estiramientos. Poco después. Se oyó la voz del entrenador: - ¡Estáis preparados!, preguntó Brubeiker. Empezamos los diez mil. Cinco minutos más tarde todos y todas estaban en la línea de salida para disputar los diez kilómetros. De repente sonó un pitido y todos salieron de estampida. El primer kilómetro fue rápido, lo hicieron en cuatro minutos. El grupo iba compacto, nadie quería quedarse atrás, pero a medida que iban dando vueltas a la pista y tragando kilómetros el grupo se fue alargando haciendo una gran fila a lo largo de la pista. En el grupo de cabeza iban veintidós: quince eran chicos y siete chicas, entre ellos estaban Carlota y Yeray. De vez en cuando en el grupo de cabeza 50
  • 52. pegaban un fuerte tirón y alguno se quedaba descolgado, esto empezó a pasar cuando llegaron a la décima vuelta. Cuando llegaron a la vuelta número veinte sólo quedaban ocho en cabeza: una chica y siete chicos. Yeray y Carlota estaban entre ellos. Yeray por su forma de correr se adivinaba que iba muy a gusto, no le costaba mucho seguir el ritmo al que iban los del grupo de cabeza. De repente, cuando solo faltaban tres vueltas para llegar a la meta, uno de los chicos al que llamaban Frank pegó un acelerón estremecedor en el grupo de cabeza llevándose consigo a Yeray y a otro chico. Los demás no pudieron aguantar el tirón y se quedaron en un segundo grupo. Los tres siguieron corriendo a una velocidad impresionante doblando a muchos de sus compañeros que se habían quedado muy atrás. Al entrar en la última vuelta Yeray forzó un poco la marcha para ver como iban de fuerza los dos chicos que iban con él. La reacción por parte de estos no se hizo esperar, los dos le atacaron y le pasaron, Yeray que se encontraba con fuerzas de sobra no se dejó sorprender y se fue con ellos hacia la meta. Cuando solo quedaban doscientos metros para llegar a la meta Frank iba en cabeza seguido de otro chico y Yeray. De repente el chico se abrió sobre Frank y Yeray hizo lo mismo, los tres se pusieron en línea, parecía que iban a disputar una carrera de velocidad. Brubeiker estaba siguiendo la carrera con verdadero apasionamiento. Ahora faltaba lo más interesante, “la llegada”. Cuando solo faltaban cien 51
  • 53. metros para culminar la carrera, los tres iban a la par. No parecía que ninguno de ellos pudiese dejar a los demás atrás, pero a penas recorridos veinte metros Yeray aceleró y se distanció unos metros de sus compañeros, tanto Frank como el otro chico intentaron cogerle, pero les era imposible ir al mismo ritmo que él, segundos después Yeray entraba en la meta seguido de Frank y del otro chico. Más tarde empezaron a entrar los demás chicos y chicas en pequeños grupos en la meta, esto duró unos minutos hasta que entró el último. La primera chica que pasó la meta fue Carlota que entró en el puesto veinticinco. El entrenador aun estaba mirando el reloj, se había quedado impresionado del tiempo que había hecho Yeray, era un tiempo que se acercaba al que se hacía en las fases nacionales. - ¡Yeray!, ¡Yeray!, llamó Carlota. - ¡Hola!, contestó Yeray. - ¡Enhorabuena!, has ganado a Frank y también la carrera. - Gracias Carlota. Brubeiker estaba atento a Yeray y a Carlota. 52
  • 54. TATIANA EN LA UNIVERSIDAD Los primeros días de Tatiana en la universidad también fueron emocionantes. Andrés y Tatiana se habían matriculado en la carrera de medicina en la misma universidad, muy lejos de la universidad de Yeray. Los dos fueron el primer día juntos. Andrés se había comprado un coche de segunda mano que no funcionaba nada mal y con el se presentaron el primer día. Nada más salir Tatiana del coche, las miradas de todos los chicos y chicas que había por allí se dirigieron hacia ella. - Da gusto ir contigo, le dijo Andrés a Tatiana. Por donde vas todo el mundo se te queda mirando. Cuando seas doctora vas a curar a los enfermos con solo mirarles. Tatiana, no dijo nada, pero empezó a sonreír, lo que había dicho su amigo le había hecho gracia. Seguidamente Andrés preguntó a varios chicos por la clase de primero de medicina, enseguida se ofrecieron seis chicos para acompañarles. Una vez que llegaron Tatiana les dio las gracias ofreciéndoles una gran sonrisa. Poco después Andrés y Tatiana se sentaron juntos. Los chicos y chicas que estaban allí se les quedaron mirando hasta que hizo su entrada el profesor de la asignatura. Lo primero que hizo el profesor fue presentarse y sin más preámbulos empezó a explicar las dos primeras lecciones de su asignatura. Tanto los chicos como las chicas sacaron 53
  • 55. sus cuadernos y empezaron a coger apuntes, de vez en cuando el profesor hacía alguna pregunta y la dejaba en el aire para que alguien la contestase. Tatiana viendo que nadie se atrevía a contestar, levantaba la mano y seguidamente contestaba con exactitud. A unos chicos que estaban sentados varias filas más atrás se les oyó decir: - Encima de guapa, lista. ¡Qué barbaridad! Fueron pasando los meses y tanto Yeray como Tatiana gozaban de una buena reputación entre los estudiantes de primero de sus universidades. Yeray era un chico que tanto en los estudios como en el deporte se esforzaba por hacer las cosas bien y siempre conseguía sacar tiempo para ayudar a los demás en alguna materia que llevasen mal. Alguna vez le habían preguntado porque se molestaba en ayudar a los demás, él con una sonrisa en los labios había contestado: “esta facilidad que tengo para estudiar y para hacer deporte me los ha dado Dios y no me los puedo guardar para mí”. Una persona que ayuda a los demás sin esperar nada a cambio se realiza como persona, crece por dentro. Tatiana por su parte tenía una belleza natural que no pasaba indiferente en ningún sitio. Además Dios le había dado una inteligencia un poco por encima de los demás y todos sus profesores se habían percatado rápidamente de que aquella chica era especial. Cuando Tatiana les hacía preguntas a sus profesores, muchas veces no la podían responder al 54
  • 56. momento, tenían que dejar la contestación para el día siguiente. Tatiana tenía muchos admiradores en la universidad, nunca estaba sola en ningún lugar. Yeray tampoco se quedaba atrás, tenía a un grupo de chicas que le iban a ver cuando entrenaba, aunque la más allegada era Carlota que siempre que podía estaba pegada a él y trataba de espantar a las demás. Muchas veces le había dicho para ir a tomar algo después de las clases, pero Yeray siempre le decía que tenía que estudiar, que lo sentía, pero Carlota no perdía la paciencia e insistía una y otra vez. Llegaron los primeros trimestrales, Tatiana y Yeray tuvieron que hacer un montón de exámenes. Semanas después recibieron sus primeras notas, Tatiana sacó ocho sobresalientes y dos notables y Yeray nueve notables y un sobresaliente. OLIMPIADAS UNIVERSITARIAS Una semana más tarde iban a dar comienzo las primeras Olimpiadas Universitarias Nacionales. Yeray se había entrenado duramente y tanto él como su entrenador Brubeiker esperaban hacer un buen papel en las Olimpiadas. De su universidad le acompañarían otros veinticuatro chicos y diez chicas 55
  • 57. para luchar contra las demás universidades por las medallas. Las pruebas para clasificarse se disputarían en el estadio Frankoitz con una capacidad para 10.000 personas. Comenzarían el sábado 19 y terminarían el domingo 20 de diciembre por la tarde. Yeray iba a participar en tres pruebas: 1.500 m., 5000 m., y 10.000 m. Su entrenador no estaba muy de acuerdo con que se presentase a estas tres pruebas, era demasiado esfuerzo en muy poco tiempo y podía salir lesionado, pero Yeray estaba lleno de ilusión y quería intentarlo porque había entrenado muy duramente. Por fin llegó el 19, el día de las pruebas. Todos los atletas estaban nerviosos. Yeray era la primera vez que iba a participar en unas olimpiadas universitarias. Para otros sin embargo era la segunda o tercera vez y tenían más experiencia, pero todos soñaban con clasificarse y con ganar alguna medalla. Entre los atletas se veían caras conocidas por la afición y muchas otras desconocidas que esperaban una oportunidad para darse a conocer. El ambiente en las gradas era de fiesta, el día había salido soleado y eso también ayudaba al desarrollo de las diferentes pruebas. Poco después la afición del estadio empezó a rugir y a corear los nombres de sus atletas preferidos. Cuando Yeray salió a la pista se quedó asombrado, nunca había visto nada igual, el estadio estaba completamente abarrotado. Se podían ver banderas y carteles con nombres de atletas. De repente salió una voz desde la cabina del estadio diciendo: 56
  • 58. - ¡Atletas de 1.500 m., a la calle de salida! ¡atletas de 1.500 m., a la calle de salida! Yeray con algún compañero suyo se dirigió hacia la salida, con ellos iban otros muchos atletas de otras universidades. En la línea de salida se pusieron todos, eran veintiún atletas. Seguidamente desde megafonía empezaron a decir los nombres de los atletas y de la universidad a la que pertenecían. Cuando nombraban a uno este levantaba el brazo y el público rugía si era conocido. Le llegó el turno a Yeray y se oyeron unos pequeños gritos. Yeray pensó para sus adentros que se habrían equivocado, él no conocía a nadie, pero se equivocaba entre toda la masa de gente congregada allí estaban sus padres, hermanos y amigos, estaban todos menos Tatiana, que no había podido ir porque tenía que preparar unos trabajos muy importantes. Todos los atletas estaban preparados, estaban esperando el pistoletazo de salida. Poco después se oyó un sonido sordo y los atletas salieron con una velocidad increíble. A Yeray le pilló por sorpresa y cuando se quiso dar cuenta se había colocado en los últimos puestos del grupo de corredores. Tenían que dar tres vueltas y media a la pista de atletismo. Yeray viendo que había hecho una mala salida se dijo: “tendré que ir recortando unos metros con el grupo de cabeza en cada vuelta si quiero clasificarme”. Brubeiker viendo que Yeray había salido mal cerró los ojos y apretó los puños, sabía que el salir 57
  • 59. entre los primeros en la carrera de 1.500 m., era fundamental para hacer una buena carrera. Ahora mismo Yeray lo tenía muy difícil para clasificarse, estaba en la cola del grupo y tenía que hacer un gran esfuerzo para entrar entre los primeros. La primera vuelta la hicieron bastante rápida. Yeray no encontraba su ritmo y le costaba recortar distancias con el grupo de cabeza. En la primera vuelta no pudo ganar ningún puesto. A mitad de la segunda vuelta, Yeray se empezó a encontrar mejor y empezó a adelantar a los corredores que tenía delante de él. Cuando terminaron la segunda vuelta se había puesto entre los quince primeros. Al empezar la tercera vuelta el grupo de cabeza bajó un poco la velocidad y Yeray fue subiendo puestos poco a poco hasta que se metió entre los diez primeros. Cuando terminaron la tercera vuelta Yeray estaba situado entre los seis primeros. Cuando tocó la campana de la última vuelta, los seis corredores se fueron hacia la meta, sabían que si llegaban antes que los demás estarían clasificados para disputar la final. El público animaba a sus corredores preferidos. Los atletas sin embargo solo oían el latir de sus corazones que parecía se les iban a salir por la boca debido al esfuerzo que estaban realizando. Yeray viendo una oportunidad para pasar a los que estaban delante suyo se abrió por la calle de afuera intentando pillarles desprevenidos, pero en ese momento los demás hicieron lo mismo, aceleraron el paso entrando todos en la meta juntos seguidos unos 58
  • 60. de otros. Yeray había conseguido clasificarse para la final, había entrado en quinto lugar. Los padres, hermanos y amigos de Yeray se levantaron de sus asientos coreando su nombre “Yeray”, “Yeray”, “Yeray”, pero sus gritos no llegaban a los oídos de Yeray porque había miles de gargantas chillando otros nombres al mismo tiempo, el ruido era ensordecedor. Yeray se había clasificado en la prueba de 1.500 m. para la final. Se había entrenado duro durante mucho tiempo y por fin había visto los frutos de ese entrenamiento, un puesto en la final. Ahora lo más inmediato que tenía que hacer era “descansar”, relajarse y no pensar en nada más, esa misma tarde tendría que hacer la prueba de los 5.000 m. Sobre las doce y media Brubeiker y todos los atletas se fueron a un restaurante para comer. Los chicos y chicas que tenían que correr los 5.000 m., tenían que comer cuanto antes para poder descansar hasta la siguiente prueba. Durante la comida nadie dijo nada, se palpaba en el ambiente un gran nerviosismo. Después de comer pasaron a un saloncillo especialmente para ellos para que no perdiesen la concentración y pudiesen relajarse. Mientras unos jugaban a las cartas, otros aprovecharon para leer libros y otros estuvieron viendo la televisión. Yeray simplemente se sentó en un sofá con los ojos cerrados. El tiempo pasó volando, poco después se oyó la voz del entrenador: 59
  • 61. - ¡Tenemos que volver a la ciudad deportiva! Yeray al oír la voz de su entrenador abrió los ojos, tenía la sensación que solo habían pasado cinco minutos desde que se había sentado en el sofá, pero cuando miró el reloj comprobó que estaba equivocado, habían pasado tres horas. Poco después salían del restaurante y se metieron en un autobús que les estaba esperando para llevarles a la ciudad deportiva. Durante el trayecto al estadio nadie dijo nada, el autobús parecía un cementerio. Cuando llegaron bajaron todos los atletas del autobús y se dirigieron con su entrenador hacia los vestuarios, antes de entrar, Brubeiker les dijo: - ¡Ánimo!, nos jugamos mucho. Los que entren entre los seis primeros se clasificarán para la final. Los demás tendrán que esperar dos años más para intentarlo de nuevo. Hemos trabajado duramente para dejar pasar esta oportunidad. ¡Ánimo! Tanto los chicos como las chicas intentaron asimilar lo que les acababa de decir su entrenador, seguidamente se metieron en sus vestuarios. Poco después iban saliendo hacia la pista de atletismo. Cuando Yeray salió a la pista se fijó en la gente que abarrotaba el estadio, le daba la impresión que todo estaba igual que a la mañana: la misma gente, los mismos jueces y ayudantes. Seguidamente empezó a calentar haciendo pequeñas carreras y a continuación empezó a estirar. Media hora más tarde se oyó una voz que salía de la cabina de megafonía: 60
  • 62. - ¡Atletas de 5.000 m., a la salida por favor! Todos los chicos que iban a competir en esta prueba se dirigieron hacia la salida, una vez allí siguieron calentando. Cada uno calentaba de diferente forma y todos esperaban a que el juez les diese la salida. Poco después el juez les daba el aviso verbal y seguidamente levantado la pistola dio la salida. Los atletas salieron rápidamente para coger posiciones, el primer tirón fue fuerte para hacer un pequeño examen entre los corredores, pero ninguno de los veinticuatro corredores se quedó descolgado. Tenían que dar doce vueltas y media a la pista de atletismo. Durante las cinco primeras vueltas el ritmo del grupo de cabeza no fue duro, por eso todos los corredores siguieron unidos, pero al empezar la sexta vuelta el grupo de cabeza aceleró la marcha para intentar descolgar corredores, pero el grupo aguantó el tirón y siguió compacto hasta la octava vuelta. A partir de la novena vuelta se empezaron a quedar descolgados un grupo de corredores. Cuando llegaron a la décima vuelta la carrera se había roto, solo seguían en el grupo de cabeza ocho corredores, entre ellos estaba Yeray. Todos los demás se habían ido quedando atrás en pequeños grupos a una distancia considerable de la cabeza. Cuando solo quedaban dos vueltas para terminar la prueba, uno de los corredores de cabeza aceleró el ritmo intentando coger desprevenidos a los demás, el que iba justo detrás de él también aceleró y 61
  • 63. se fue hacia la meta llevándose a Yeray y a cuatro corredores más. Cuando tocó la campana para disputar la última vuelta, los corredores aceleraron y se fueron hacia la meta, Yeray se dejó ir sin intentar fatigarse demasiado, de vez en cuando miraba hacia atrás para ver donde estaban los demás corredores, pero vio que estaban bastante lejos para darle alcance, poco después entraba en la meta en sexta posición. Yeray estaba un poco más cansado que a la mañana, pero su rostro reflejaba la alegría de haberse clasificado para la final de 5.000 m. Marcos, Lucía y Juan comentaban en las gradas la gran carrera que había hecho Yeray. - Es increíble les decía Marcos a sus amigos. Cada vez le veo mejor a Yeray, ha hecho una carrera magnífica. - Yo he disfrutado mucho, dijo Lucía, le he visto correr con una gran facilidad, parece que no le cuesta nada seguir el ritmo de los demás corredores. Los padres de Yeray también estaban emocionados, era el único hijo que había conseguido clasificarse para unos campeonatos nacionales. Más abajo en otros asientos estaban Brubeiker y su hija Carlota, los dos se abrazaban por la clasificación de Yeray. 62
  • 64. - ¡Papá!, dijo Carlota. Estoy pasando unos días maravillosos viendo competir a Yeray. Le tenemos clasificado en dos finales por ahora. - Estoy seguro que Yeray nos dará muchas más alegrías, contestó Brubeiker, aún tiene que entrenar mucho para dar todo lo que lleva dentro, y te aseguro que es mucho aunque él no lo sepa. - Osea que tú crees que Yeray puede ganar alguna final, replicó Carlota. - Bueno, yo no diría que vaya a ser así, se que tiene mucho potencial, pero lo que no sé es cuando terminará por sacarlo. ¡Algún día!, estoy casi seguro que nos dejará con la boca abierta. Carlota se quedó pensando en lo que le acababa de oír a su padre, pero no dijo nada. Mientras tanto, Yeray había salido de la pista de atletismo hacia los vestuarios. Media hora después cuando Yeray salió de los vestuarios le estaban esperando su entrenador y Carlota. - ¿Qué tal te encuentras?, le preguntó Brubeiker. - Bien, un poco cansado, pero bien, contestó Yeray. Carlota dirigiéndose a Yeray le dio la enhorabuena por las dos carreras que había hecho, los 1.500 m., de la mañana y los 5.000 m. de la tarde. 63
  • 65. - Gracias Carlota, dijo Yeray. Ahora me voy al hotel a descansar, tengo que recuperarme para mañana. - ¡Sí!, descansa, dijo su entrenador. Mañana necesitarás echar el resto y va a ser una prueba muy dura. Sobre las ocho de la tarde Yeray estaba cenando junto a otros chicos y chicas de su universidad que también iban a competir en la prueba de 10.000 m. Para las nueve de la noche Yeray estaba en su habitación preparándose para acostarse, no tardó mucho en meterse a la cama... Sonó el teléfono, Yeray se levantó de la cama y cogió el teléfono. - ¡Sí!, dígame, ¿quién es? - Soy la recepcionista, me había dicho que le llamase a las ocho. - ¡Qué!, ¿ya son las ocho? - Si señor, espero que haya descansado bien. - Gracias señorita. Yeray se dirigió al baño y rápidamente se duchó. Veinte minutos más tarde salía de la habitación. Cuando llegó al comedor, algunos de sus compañeros ya estaban desayunando, se sentó junto a 64
  • 66. ellos y cogiendo un plato empezó a servirse, tenía un hambre atroz. Mientras se iba llenando una taza con leche había empezado a comerse un plátano, seguidamente se bebió dos vasos de zumo. A continuación se echó en un plato un par de huevos fritos con dos lonchas de beicon y empezó a comer con verdaderas ganas. Cuando acabó con esto cogió varias magdalenas y las fue metiendo en la leche, hasta que se las comió. Algunos compañeros habían dejado de desayunar para ver como comía Yeray, era todo un espectáculo verle comer, parecía que no se llenaba nunca. Después de haber terminado con las magdalenas cortó varios trozos de bizcocho y cogió varias tarrinas de mantequilla, seguidamente untó la mantequilla en los bizcochos y segundos después habían desaparecido dentro de su boca. Poco después hacía su entrada en el comedor Brubeiker, se dirigió a donde estaban sus atletas y les preguntó: - ¿Qué tal habéis dormido? - Todos contestaron ¡bien! Brubeiker se sentó junto a Yeray, se sirvió un poco leche con café en una taza, cogió dos magdalenas y empezó a desayunar. - ¿Qué tal has dormido?, le preguntó el entrenador. 65
  • 67. - ¡Bien!, he dormido muy bien. Me encuentro en plena forma, dijo Yeray. - Estupendo, contestó Brubeiker, eso quería oír. Poco después todos los atletas con el entrenador al frente salían del hotel para coger el autobús que les tenía que llevar al estadio. Los chicos y chicas iban hablando en el autobús de las pruebas que tenían que hacer, a todos se les notaba algo de nerviosismo. Cuando el autobús llegó a las inmediaciones del estadio paró y Brubeiker con sus atletas bajaron para dirigirse al estadio. Media hora más tarde los atletas que iban a correr los 10.000 m., estaban en la pista de atletismo. Mientras unos saltaban y corrían despacio otros estiraban. Por la universidad de Yeray corrían cuatro corredores, aunque solo Yeray y Frank tenían buenos tiempos para intentar clasificarse, los otros dos lo tenían más difícil porque sus tiempos eran peores. Más tarde se oyó la voz de megafonía diciendo: - ¡Corredores de 10.000 m., a sus puestos! Todos los atletas que iban a correr los 10.000 m., se dirigieron hacia la salida, allí estaba el juez de la prueba. Cincuenta y seis corredores de todas las universidades del país iban a disputar esta prueba. A todos se les notaba el nerviosismo en la cara, todos tenían ganas de empezar la prueba cuanto antes. Solo 66
  • 68. se podían clasificar dieciocho corredores. Algunos miraban a los demás intentando ver a alguno que ya había ganado otros años. Seguidamente el juez dio la voz para que se preparasen, subió la pistola y disparó. Todos los corredores salieron de estampida, algunos querían estar en el grupo de cabeza desde el primer momento, a otros sin embargo les daba igual donde estar con tal de no estar en la cola. Yeray y Frank también salieron bien y se situaron en los primeros puestos. Las dos primeras vueltas las hicieron a cuatro minutos el km., rápidamente el grupo de corredores se empezó a alargar a lo largo de la pista, pero sin romperse. A partir de la cuarta vuelta el ritmo bajó un poco, rápidamente el grupo de corredores que estaba corriendo se volvió a juntar. Cuando empezaron la sexta vuelta Frank subió el ritmo y dos vueltas más tarde el gran grupo de corredores se volvió a estirar a lo largo de la pista. Yeray estaba metido entre los seis primeros, no quería perder el contacto con la cabeza. En la décima vuelta el corredor que iba el segundo le pasó al primero e intentó irse del grupo de cabeza, pero Frank, Yeray y otros seis corredores más se fueron detrás de él rompiendo el grupo. A partir de ese momento se hicieron dos grupos: el de cabeza que llevaba a nueve corredores y el otro que eran cuarenta y siete. Cuando entraron en la decimoquinta vuelta el grupo de cabeza había conseguido distanciarse un poco más del segundo grupo, ahora les sacaban unos quince metros. Entrando en la vuelta número veinte el 67
  • 69. grupo de cabeza seguía al mismo ritmo, un ritmo solo apto para los corredores con un gran corazón. El segundo grupo al final se había roto en muchos grupos: de seis, diez, veinte y en la cola que iban once corredores. Faltando tres vueltas para acabar, Frank se puso en cabeza y empezó a endurecer la carrera, solo le pudieron seguir Yeray y otros dos corredores. Estos cuatro corredores volaron hacia la meta, todos querían ganar, no se conformaban con clasificarse. Cuando solo faltaba una vuelta uno de los corredores se fue hacia la meta, Frank se fue con él. Yeray y el otro corredor no pudieron seguirles, poco después entraban en la meta: Frank seguido de dos corredores y en cuarto lugar Yeray. Un tiempo después entraban otros cinco corredores. Más tarde, seis, seguido ocho y de esta forma fueron llegando todos los corredores en pequeños grupos hasta que entró el último corredor. Yeray no se podía creer que había quedado clasificado en las tres pruebas: 1.500 m., 5.000 m., y 10.000 m. para disputar el título nacional. A partir de ahora tendría que entrenarse un poco más en serio si quería conseguir alguna medalla. Cuando salió de la pista de atletismo le estaban esperando sus padres, su entrador, Carlota y varios amigos. Todos le querían felicitar. Yeray estaba muy contento por el apoyo de sus padres, el entrenador y los amigos. En cuanto Carlota pudo acercarse a Yeray se le echó en los brazos. Los padres de Yeray se quedaron sorprendidos porque no sabían que pudiese tener novia, aunque el más sorprendido fue Yeray, aunque 68
  • 70. después de varios minutos llegó a la conclusión que Carlota había obrado así emocionada a consecuencia de la alegría del momento. - Gracias a todos por vuestro apoyo, les dijo Yeray, sin vosotros no lo hubiese conseguido; la voz le carraspeaba por la emoción. - Gracias a ti, dijo Marcos. Es para nosotros una gran alegría tener a un amigo que va a luchar por las medallas en la final, y posiblemente vayas a los mundiales de atletismo. - ¡Qué dices!, respondió rápidamente Yeray. ¡No dices nada!, estar en los mundiales de atletismo, eso solo es para los atletas muy buenos y yo estoy empezando y no creo que llegue tan lejos. - Marcos tiene razón, contestó Lucía. Nosotros no es que entendamos mucho de este asunto, pero se ve, se palpa que llegarás a ser algo grande en el mundo del atletismo. - Vosotros estáis locos, tartamudeó Yeray. En todas las pruebas me he clasificado por los pelos y me queréis poner en un lugar donde no estoy. - Tus amigos tienen puesta la esperanza en ti, dijo su entrenador. Igual no entienden mucho de atletismo, pero yo sí que entiendo y no creo que se equivocan mucho. Hay algo en tu forma de correr que no es normal; corres como si fueses un animal salvaje, 69
  • 71. con zancadas grandes, parece que no te cansas. Cuando te hacen cambiar de ritmo cambias sin el menor problema adaptándote a otro paso más duro. Yo opino lo mismo que ellos, llegarás a lo más alto si sigues entrenando duro y las lesiones no se fijan en ti. - Pero si en ninguna de las carreras que he disputado, dijo Yeray, he quedado el primero. - ¡Sí!, estoy de acuerdo, pero a partir de ahora entrenarás siete días a la semana para alcanzar el nivel al que tienes que llegar. Pasaron los meses y Yeray de la mano de Brubeiker empezó un entrenamiento más duro. Entrenaba por las mañanas y por las tardes. Por las mañanas antes de ir a la universidad sacaba un par de horas. Corría durante hora y media y seguidamente estiraba durante media hora; por las tardes a partir de las cinco entrenaba cuatro horas; unos días empezaba haciendo 3 series de 10 x 600 m., y otras 50 series de 100 m., a continuación iba al gimnasio para hacer pesas, tenía que coger fuerza muscular, seguido hacía una sesión de estiramientos para relajar los músculos y al mismo tiempo darles elasticidad y para terminar una buena ducha. Tenía el tiempo tan apretado que mientras desayunaba, comía y cenaba aprovechaba el tiempo para estudiar. Un día en el que Yeray iba por los pasillos de la universidad se encontró con Carlota. 70
  • 72. - Yeray, ¡cuánto tiempo sin verte!, parece que te escondes de mí, parece que no quieres verme. - Carlota, estoy como muy bien sabes entrenando y estudiando, eso me lleva muchas horas, no doy a vasto. De todas formas quiero dejar las cosas claras, no quiero que te hagas ilusiones. Lo primero de todo son mis estudios y el atletismo. Carlota se quedó un poco parada, pero enseguida se rehizo. - ¡Sí!, ya me ha dicho mi padre que estás entrenando muy duro. No sabe como puedes aguantar ese ritmo tan demoledor. De todas formas quiero que sepas que yo te apoyo en todo lo que necesites y estaré siempre esperándote. - Gracias Carlota, lo sé. Por cierto, no sabía que Brubeiker fuera tu padre. Pensaba que entre los dos había solo amistad. Poco después Yeray salió disparado de la universidad para ir a entrenar. Más tarde estaba entrenando, le daba lo mismo que lloviese, que hiciese mucho viento o que granizase. Todos los días a las seis de la mañana estaba corriendo, unos días en la ciudad deportiva de la universidad, otros días en el campo y otros en plena ciudad. A esas horas los únicos que le veían correr eran las personas que limpiaban las calles. A muchos de ellos ya les 71
  • 73. empezaba a sonar la cara de Yeray, algunas veces hacían un corrillo entre ellos. - Os es familiar la cara de ese chico, yo creo que le he visto correr en alguna prueba de atletismo por la televisión. - Pues yo no sé, decía otro. Ahora que lo dices, creo que sí. - Todos los días corre y “como corre”. A estas horas no se ve a nadie correr, todo el mundo está en la cama o se acaba de levantar para desayunar. Brubeiker, su entrenador lo tenía fácil con Yeray, era un chico que se dejaba aconsejar, siempre hacía lo que su entrenador le decía sin protestar, es más, siempre quería entrenar más y más duro. Su entrenador le hacía repetir las series de 100 m., 600 m., y 1.000 m. con el cronometro en la mano y cada vez pidiéndole más entrega, hasta que Brubeiker emocionado terminaba diciendo: - Estupendo Yeray, estás bajando los tiempos de una forma asombrosa. Cada día te veo mejor, como sigas así no se a donde llegarás, estoy orgulloso de ti. No he entrenado nunca a nadie como tú y lo mejor de todo es que te recuperas con una facilidad asombrosa. - Gracias entrenador, solo hago lo que usted me manda, trato de dar lo mejor de mí en cada 72
  • 74. entrenamiento, quiero luchar para estar entre los mejores y sé que la única forma de conseguir este objetivo es entrenar duro. - Estoy orgulloso de ti, encima eres humilde, eso me confunde y me enorgullece. Así tenían que ser todos los grandes atletas. Por ser como eres llegarás muy lejos. En las próximas competiciones si sigues entrenando así, estoy casi seguro que asombrarás a más de uno. No cambies Yeray. Ahora vete a hacer tus ejercicios de pesas y seguido no te olvides de los estiramientos que son tan importantes como todo lo que has hecho hasta ahora. Brubeiker nunca le decía a Yeray los tiempos que hacía en sus entrenamientos, no quería que se emocionase demasiado. Por otra parte Yeray tampoco quería saber nada que no le quisiera decir su entrenador, se fiaba de él y de su forma de entrenarle, con lo que le decía le valía y le sobraba. Sin embargo si había empezado a notar que su cuerpo estaba más fuerte y más ágil que hacía unas semanas. Cuando entraba en el gimnasio y permanecía durante un tiempo en un lugar haciendo algún ejercicio, al levantarse se encontraba que todo a su alrededor estaba completamente mojado por el sudor. Después de entrenar todos los días iba directamente a casa, casi siempre llegaba de noche. Un día nada más llegar le dijo su madre que Tatiana le había llamado por teléfono, que le llamaría más tarde. 73