2. Txetxu Núñez
Yeray corría detrás de los conejos, pero no
conseguía coger a ninguno, eran mucho más rápidos que
él, sin embargo no se daba por vencido y tan pronto
corría detrás de uno como enseguida dejaba a este y
perseguía a otro. Siempre le ocurría lo mismo, cuando
mejor se lo estaba pasando, oía la voz de su madre que le
llamaba:
- ¡Yeray! ¡Yeray! ¡Yeray! es la hora de comer.
Yeray aunque travieso, era un chico obediente,
siempre que oía la voz de su madre dejaba de jugar e iba
corriendo a casa. Ese día, cuando llegó a casa, su padre y
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3. sus hermanos ya estaban sentados a la mesa. Tanto
Nicolás como Francisco le miraron con cara de pocos
amigos.
- Siempre te tenemos que esperar para comer, dijo
Nicolás con una voz que no parecía muy amistosa.
- ¡Lávate las manos! Se oyó la voz de su madre desde
la cocina.
Minutos después Yeray se sentaba a la mesa,
era el último en sentarse. Nicolás y Francisco le volvieron
a mirar con unos ojos que lo decían todo. Entonces se oyó
la voz del padre:
- ¡Bendícenos Señor y bendice estos alimentos.....
Segundos después empezaron a comer.
Cuando llevaban varios minutos comiendo, la madre
viendo que su hijo mayor comía aceleradamente, le dijo:
- ¡Nicolás!, te he dicho muchas veces que no comas
tan rápido, un día te vas a atragantar.
- Es que tengo mucha hambre, contestó Nicolás con
la boca llena de comida.
El padre sonrió al oír la contestación de su hijo
mayor y dijo a su mujer:
- ¡Déjale, mujer!, está en la edad de crecer.
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4. - ¡Sabéis que he soñado esta noche!, dijo Yeray de
repente, sin levantar la cabeza de su plato. He soñado que
corría con los mejores corredores del mundo.
Tanto Nicolás como Francisco se echaron a
reír.
- ¡Qué dices!, le dijo Francis. Tu correr con los mejores
corredores del mundo, ¡quién te has pensado que eres!,
para eso hay que nacer siendo un fenómeno y tú no
creo que lo seas.
- ¡Por qué no!, dijo su madre. No hay que nacer siendo
un fenómeno para llegar a ser un buen corredor. Lo
único que se necesita es estrenar mucho y con
constancia. Yeray tiene las mismas posibilidades que
tiene cualquiera.
- No lo creo, volvió a replicar Francis. Para llegar a ser
un campeón hay que estar hecho de otra pasta y a mi
hermano no le veo.
Media hora más tarde habían acabado de comer.
Estaban en pleno verano y el día invitaba a tomar el sol.
Ángel y Ana María salieron al porche y ambos se
sentaron en unos cómodos sillones con los ojos cerrados.
- ¡Qué bien se está aquí, dijo Ana María!
- ¡Cuántas gracias tenemos que dar a Dios, dijo
Ángel, nos ha dado tres hijos estupendos y esta
maravillosa casa en medio de un paraíso.
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5. La casa de la familia Pardok está situada cerca de
un bosque abarrotado de árboles. El camino que viene del
pueblo termina justamente en su casa. Seguidamente
empieza el bosque. Las especies que más abundan en este
bosque son los abetos, pinos, cipreses. También hay gran
cantidad de conejos que corren de un sitio para otro con
la timidez que les caracteriza. Los pájaros aunque más
pequeños se dejan oír y trinan ininterrumpidamente
alegrando el día a todos los demás habitantes del bosque.
La casa más cercana a la de los Pardok está a medio
kilómetro y el pueblo más cercano se llama Cantalapiedra
que está a diez kilómetros, es donde está la escuela a la
que asisten: Nicolás de 12 años y Francisco de 9. Yeray
el más pequeño de los hermanos, tan sólo tiene 5 años y
el próximo curso podrá ir con ellos a la escuela. Broome
es la ciudad de todos los pueblos que están alrededor. A
Nicolás y a Francisco les cuesta casi hora y media en
llegar al colegio todos los días, por eso se tienen que
levantar muy temprano.
Está terminando el mes de agosto, los chicos están
de vacaciones, en pocos días tendrán que volver al
colegio. Yeray por primera vez irá con sus hermanos, a
medida que pasan los días está más nervioso, tiene ganas
de empezar y conocer a otros chicos y chicas de su edad.
Sus hermanos siempre suelen llegar a casa muy contentos
del colegio y añora poder ir con ellos. Para ir al colegio
los chicos de aquellos contornos suelen ir en bicicleta o
en autobús, pocos son los que van andando, pero entre
esos pocos están los hermanos Pardok, desde que su
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6. padre tuvo un accidente tuvo que dejar de trabajar y los
padres no pueden pagar el autobús.
Ha llegado el último día de las vacaciones, los
chicos están nerviosos, tienen ganas de ver a sus
compañeros-ras de curso, mañana volverán al colegio,
pero esta vez Yeray irá con ellos. Cuando llega la noche y
se acuestan ninguno de los tres es capaz de dormirse,
están deseando que comience el nuevo día y los nervios
no les dejan dormir, pero la noche va cayendo y por fin
van cerrando los ojos uno tras otro.
PRIMER DIA DE CLASE PARA YERAY
- ¡Arriba!, es hora de levantarse, se oye la voz de Ana
María.
Tanto Nicolás como Francisco se levantan de
un salto, pero Yeray sigue durmiendo, no se ha
enterado de que su madre les ha llamado.
- ¡Levántate perezoso!, le dice Francisco estirándole
del pelo.
Yeray al notar que le estiran del pelo abre los
ojos y se levanta rápidamente de la cama gritando:
- ¿Quién me ha estirado del pelo?
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7. Pero en la habitación no hay nadie. Yeray se
acerca al comedor y allí están sentados su padre y sus
hermanos desayunando, se sienta y empieza a desayunar.
Poco después la madre dice:
- ¡Hijos, daros prisa, coged los bocadillos y salir
corriendo! porque ya empieza a ser un poco tarde.
- No te preocupes mamá, contesta Nicolás, si vemos
que vamos tarde iremos corriendo.
- Vuestro hermano es muy pequeño para llevarle
corriendo hasta el colegio, dijo su madre con cara
enfadada.
Poco después los tres hermanos salían de su
casa con las mochilas a sus espaldas. Al principio
fueron con paso rápido, pero a medida que se iban
encontrando a otros compañeros por el camino se
fueron descuidando y cuando se quisieron dar cuenta
el tiempo se les había echado encima.
- ¡Vamos Yeray, no te retrases!, dijo Nicolás. Si no
llegamos a tiempo al colegio nos van a castigar a los
tres por tu culpa.
- Pues corramos, dijo Yeray a sus hermanos ante
aquel desafío.
Los tres hermanos empezaron a correr, fueron
pasando los minutos y Yeray seguía corriendo detrás
de sus hermanos a unos metros de distancia. De vez
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8. en cuando Nicolás miraba hacia atrás para ver como
iba su hermano pequeño y viendo que seguía
corriendo, le animaba:
- Vamos Yeray, lo estás haciendo muy bien, si
seguimos a este ritmo no llegaremos tarde.
Siguió pasando el tiempo y los tres hermanos
seguían corriendo. Nicolás iba en cabeza seguido de
Francisco a unos metros y por último les seguía Yeray
un poco más rezagado; no quería que por su culpa
llegasen tarde al colegio. Cuando divisaron el pueblo
a lo lejos, Nicolás dijo:
- ¡Ánimo! Ya casi hemos llegado, nos queda muy
poco. No vamos a llegar tarde.
Cuando entraron en el colegio tocó la campana
avisando a los chicos-cas para que entrasen en sus
aulas. Nicolás se acercó a Yeray y le dijo:
- ¡Vete a donde están aquellos chicos-cas que ves allí
y espera!, saldrá un profesor a por vosotros para
llevaros a vuestra clase.
Seguidamente Nicolás y Francisco se
separaron, cada uno fue con los chicos-cas de su
curso.
- ¿Habéis venido corriendo desde vuestra casa?, le
preguntó un compañero a Nicolás.
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9. - ¡Casi!, respondió él, al principio salimos andando,
pero cuando nos quisimos dar cuenta se nos había
hecho tarde y no hemos tenido más remedio que
empezar a correr.
- ¿Y le habéis traído a vuestro hermano corriendo?,
volvió a preguntar su amigo.
- ¡Sí!, contestó Nicolás. Es más fuerte de lo que
parece, no se ha quejado en ningún momento.
Los niños-as que habían ido por primera vez
al colegio seguían jugando en el patio, eran los únicos
que estaban allí fuera, pero enseguida se les acabó el
recreo. Una profesora se acercó a ellos y les dijo:
- ¡Seguidme!
Los chicos-cas dejaron de jugar y se pusieron
detrás de la profesora como unos corderitos, unos
detrás de otros. Seguidamente entraban en un
pabellón enorme, poco después el último niño
desaparecía tras sus puertas de cristal. El día pasó
rápido, cuando Yeray se quiso dar cuenta habían
terminado las clases. Cuando salió al patio con los
demás niños-as le estaban esperando Nicolás y
Francisco, tenían orden expresa de su madre de
esperarle y volver con él a casa. Esta vez los tres
hermanos volvieron a casa andando junto con otros
compañeros-ras que vivían a lo largo del camino.
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10. Pasó el tiempo, Nicolás, Francisco y Yeray
todas las mañanas salían corriendo de casa, tenían
diez kilómetros por delante para llegar al colegio. Los
primeros meses el primero en llegar al colegio era
Nicolás seguido de Francisco a doscientos metros y
por último llegaba Yeray bastante más lejos. Cuando
llegó el último mes del curso “junio”, Francisco
seguía llegando el segundo a la misma distancia de su
hermano Nicolás que al principio de curso, no había
conseguido recortarle nada en todo el año, sin
embargo Yeray había recortado considerablemente la
distancia a su hermano Francisco, llegaba a pocos
metros detrás de él.
Llegaron las vacaciones de verano. Tenían
casi tres meses por delante para descansar y
divertirse. Nicolás y Francisco diariamente quedaban
con sus amigos-gas para ir a la piscina. Una vez allí
jugaban a hacer carreras nadando. Cuando eso les
aburría hacían concursos a tirarse dando una voltereta
en el aire. Más tarde jugaban al escondite dentro de la
piscina entre los chicos y chicas que estaban en el
agua. Cuando se cansaban aprovechaban a descansar
un poco y comían los bocadillos que llevaban con
algún refresco. Cuando terminaban seguían haciendo
de las suyas en la piscina hasta que llegaba la hora de
marchar a sus casas. Yeray sin embargo prefería
correr entre los árboles del bosque persiguiendo a los
conejos y a las ardillas, le encantaba correr de un sitio
para otro, no paraba en todo el día. El bosque era su
lugar preferido para pasarlo bien, el olor de los pinos
9
11. y la tranquilidad del bosque no la había en ningún
otro sitio.
Como por arte de magia las vacaciones
volaron como vuelan las nubes en el cielo cuando se
levanta el viento. Llegó el mes de septiembre y la
madre de Nicolás, Francisco y Yeray fue comprando
todo lo que iban a necesitar sus hijos para el curso
que iba a empezar en pocos días. Por fin llegó el
último día de vacaciones. Yeray estaba más nervioso
que sus hermanos, sabía que ese curso que iba a
comenzar sería muy especial para él, empezaría a
hacer atletismo como sus hermanos, entraría a formar
parte del equipo de atletismo del colegio si superaba
las pruebas para entrar. Para Yeray era el comienzo
de una nueva aventura. Durante años había oído
hablar a sus hermanos las marcas que hacían, los
campeonatos a los que iban, de cómo quedaban en las
carreras que participaban, y eso Yeray lo tenía muy
metido dentro, estaba profundamente ilusionado con
empezar a hacer lo que hacían sus hermanos:
“correr”.
PRUEBAS DE ATLETISMO
Primer día de clase. Yeray está en clase de
Matemáticas atendiendo las explicaciones del Sr.
Matías. Llaman a la puerta, seguidamente se abre y
entra el profesor de Educación Física, el Sr. Frank, se
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12. acerca al Sr. Matías y le dice algo al oído, poco
después el Sr. Frank dirigiéndose a los alumnos-nas,
dice:
- Como sabéis en este curso se empieza la actividad de
atletismo en el colegio. Todos los chicos-cas que
quieran apuntarse tendrán que ir al despacho de
deportes y rellenar una ficha. Durante un mes os
entrenaréis de cara a las pruebas de selección que
hacemos para entrar en el equipo de atletismo. Los
chicos-cas que pasen las pruebas pasarán a formar
parte del equipo. Los demás tendrán que buscarse
otro deporte entre los que ofrece el colegio. El
próximo lunes empezaremos con los
entrenamientos. Todos los chicos-cas que os
apuntéis tener que estar antes de las cinco de la
tarde en la pista de atletismo. Los chicos-cas que se
retrasen no entrenaran ese día. Si algún chico-ca
llega a acumular tres retrasos no hará la prueba de
selección, automáticamente quedará descalificado. -
¿Alguna pregunta?
Ningún chico-ca dijo nada, el sr. Frank viendo
que nadie le hacía ninguna pregunta se dirigió hacia el
Sr. Matías, cambiaron varias palabras y poco después
salió del aula. Yeray estaba temblando de emoción,
había llegado lo que había estado esperando desde
hacía tiempo, correr en el equipo de atletismo del
colegio, pero ¡superaría las pruebas! Tendría que
entrenarse a tope si quería pasar a formar parte del
equipo de atletismo. Sonó el timbre para salir al
recreo, le sacó a Yeray de sus pensamientos. En el
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13. patio Yeray se unió a varios chicos-cas de su clase,
mientras iban hablando le hizo una pregunta a uno de
ellos:
- Marco ¿crees que superaremos las pruebas?
- Yo sí, contestó Marco con mucha seguridad,
durante el verano he entrado con mi padre.
- Yo sin embargo no lo tengo muy claro, dijo Lucía,
pero entrenaré duramente este mes, no quiero
quedarme fuera. Me gustaría competir contra otros
chicos-cas de otros colegios.
Juan, Andrés y Tatiana no respondieron nada,
pero en su cara se reflejaba que también a ellos les
gustaría formar parte del equipo. El equipo de
atletismo del colegio tenía gran prestigio, desde su
fundación hace ochenta y cuatro años habían salido
varias figuras a nivel nacional. Frank su último
entrenador estaba orgulloso de sus atletas y siempre
estaba al acecho para descubrir nuevos talentos entre
sus chicos-cas, vivía para el atletismo. Encima de la
mesa de su despacho tenía la foto de dos chicos y una
chica que habían sido seleccionados a nivel nacional.
Las fotos tenían unas dedicatorias dirigidas al colegio
y al entrenador.
Cuando Yeray, Nicolás y Francisco llegaron a
su casa a media tarde después del colegio, Yeray les
contó a sus padres que el próximo lunes empezaría a
entrenar. A continuación dirigiéndose a Francisco y
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14. Nicolás les hizo un montón de preguntas sobre las
pruebas de selección que hicieron ellos en su día
cuando entraron en el equipo de atletismo.
- No te preocupes tanto, le dijo Nicolás, estoy
convencido que superarás las pruebas sin
problemas. Se como corres y seguro que harás las
pruebas por debajo del tiempo estipulado.
Sin embargo Francisco no era de la opinión de
su hermano:
- Yo creo, dijo Francisco, que hay muchos chicos-cas
muy buenos y a todos no os puede coger el
entrenador. Supongo que cogerá a los chicos-cas
que consigan los mejores tiempos. Además tú no
eres muy bueno en velocidad y hay varias pruebas
de velocidad. ¡Será mejor que te entrenes!
- No le hagas caso, respondió Nicolás, te quiere
tomar el pelo, Francis sabe perfectamente como yo
que no vas a tener ningún problema para entrar en
el equipo de atletismo.
En un momento que Yeray estaba mirando por
la ventana, Francis le hizo unas señas a su hermano
Nicolás intentándole decir que le siguiese la broma.
- Pues me entrenaré a tope, dijo Yeray, quiero entrar
en el equipo de atletismo como vosotros.
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15. Pasaron las semanas, Frank el entrenador de
atletismo les hacía correr a los chicos-cas que querían
formar parte del equipo de atletismo una y otra vez.
Las dos primeras semanas corrieron en la pista, pero a
partir de la tercera semana empezaron a subir
escaleras y cuestas. Los chicos y chicas salían
agotados de los entrenamientos, pero contentos.
Llegó el día esperado, el de las pruebas de
selección. Todos los chicos-cas salieron a la pista de
atletismo perfectamente uniformados para realizar las
pruebas, el entrenador no había llegado aún. En la
pista de atletismo estaban calentando y corriendo los
chicos-cas de otros cursos que ya pertenecían al
equipo de atletismo. Los había de todas las edades.
- ¿Has visto como corre aquella chica?, le preguntó
Juan a Yeray.
- ¡Sí!, ya me he fijado, corre más que los chicos.
- ¡Mira!, ¡mira! Aquel chico rubio, chilló Andrés.
- ¡Ese chico!, dijo Yeray, me han dicho mis hermanos
que en todas las carreras que participa siempre
queda entre los cinco primeros. Tiene la habitación
de su casa llena de medallas y copas.
Todos estaban mirando con la boca abierta a
los chicos-cas mayores que corrían por la pista, hasta
que la voz de su entrenador les sacó de su
atolondramiento para volverles a la realidad.
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16. - Calentad durante diez minutos, les dijo Frank. A
continuación empezaremos con las pruebas de 50
m., 60 m., 80 m., y terminaremos con un cross de
cuatro kms.
Los chicos-cas empezaron a calentar. Cada
uno calentaba de una forma diferente. Al entrenador
esto no le pasó desapercibido, en su interior se decía:
- Cuánto tienen que aprender estos chicos-cas.
- Muy bien, dijo el entrenador, ha pasado el tiempo.
He visto que muchos de vosotros-tras no habéis
calentado bien, pero no os preocupéis, a los que
paséis a formar parte del equipo os enseñaré a
calentar cada músculo de vuestro cuerpo para que
podáis sacar el máximo rendimiento a vuestro
cuerpo en cada competición.
- ¡Empezamos la competición! La primera prueba es
la de 50 metros. Correréis en grupos de cinco,
cuando terminen todos-das pasaremos a la prueba
de 60 metros y seguidamente a la de 80 metros.
Después descansaremos un cuarto de hora y
terminaremos con el cross.
El Sr. Lucas, el segundo entrenador fue dando
la salida a cada serie y el sr. Frank iba tomando los
tiempos de todos los chicos-cas que llegaban a la
meta. Una hora más tarde acababan todas las series.
- Ahora descansaremos un cuarto de hora antes de
hacer el cross, dijo Frank.
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17. Tanto los chicos como las chicas se sentaron
en el césped que había en el campo de fútbol para
descansar un poco antes de la última prueba. Ningún
chico-ca sabía muy bien que tal había hecho las
pruebas, el entrenador no dijo los tiempos a nadie,
aunque cada uno pensaba que lo había hecho bien.
- ¿Qué tal he corrido?, le preguntó Yeray a Juan.
- Te he visto bien. En la serie de 50 m. has quedado el
tercero, en la de 60 m. el segundo y en la de 80 m. el
primero.
- ¡Y yo?, preguntó Juan.
- Me ha parecido que en las tres series has quedado el
segundo, eso está muy bien.
Poco después se volvió a oír la voz del
entrenador.
- Prepararos para la última prueba, el “cross”.
Los chicos y chicas se levantaron del césped
del campo de fútbol y se dirigieron hacia donde
estaba el entrenador.
- ¡Ponerse todos aquí, junto a esta línea! Ya conocéis
todos-as el recorrido, lo hemos hecho muchas veces
durante los entrenamientos. ¡Animo a todos!
16
18. Poco después Frank daba la salida del cross.
Los ochenta y cinco chicos-cas salieron de estampida,
habían salido demasiado rápido para recorrer los
4.000 metros que les separaban de la línea de meta.
Lucía, Marcos, Juan, Andrés, Tatiana y Yeray iban
todos en el mismo grupo, no iban en el grupo de
cabeza, pero tampoco estaban en la cola de la carrera.
Se podría decir que estaban entre los treinta primeros,
pero aún les quedaban muchos metros que recorrer y
se lo tenían que tomar con calma. Habían pasado
quince minutos y se empezaba a apreciar quiénes
estaban en forma y quiénes no, quiénes corrían bien y
a quiénes les costaba seguir el ritmo de los demás
corredores.
Mientras seguían corriendo, los chicos-cas
mayores que estaban entrenando fueron dejando de
entrenar y se pusieron a ver como corrían los más
pequeños, entre ellos estaban: Nicolás y Francisco.
- Parece que nuestro hermano no va tan bien después
de todo lo que ha entrenado, le dijo Francis a
Nicolás.
- No te preocupes, le respondió Nicolás, creo que
Yeray sabe lo que hace. Cuando lo crea oportuno
pegará el hachazo y dejará atrás a la mayoría. Le
veo correr muy suelto y con mucha fuerza, estoy
convencido que llegará entre los cinco primeros.
Lucía, Marcos y Juan habían ido progresando
poco a poco y habían cogido al grupo de cabeza, sin
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19. embargo Andrés, Tatiana y Yeray les seguían a unos
veinte metros. Cuando solo quedaban quinientos
metros para llegar a la meta, Andrés alargó la zancada
llevándose a Tatiana y a Yeray detrás de él, en poco
tiempo dieron alcance al grupo de cabeza en el que
estaban sus amigos: Lucía, Marcos y Juan. Quedaban
trescientos metros para cruzar la línea de meta, en el
grupo de cabeza se habían situado doce corredores-
ras. De repente tres de ellos aceleraron el ritmo, los
demás hicieron lo mismo, pero poco a poco se fueron
quedando atrás porque las fuerzas les habían
empezado a fallar. Yeray fue el único que consiguió
mantener el tirón de los dos chicos y una chica. Los
cuatro habían esprintado hacia la meta, aún les
quedaban cien metros y cualquiera de ellos podía ser
el vencedor.
Los atletas mayores que estaban viendo la
carrera no se lo podían creer, aquellos chicos que iban
en cabeza corrían a una velocidad increíble. Nicolás y
Francis también alucinaban al ver a su hermano entre
los mejores. De repente uno de ellos volvió a acelerar,
pero solo le pudo seguir Yeray. Los otros dos no
pudieron seguir aquel ritmo increíble. Cuando solo
faltaban cuarenta metros para llegar a la meta, Yeray
se emparejó con el chico que iba por delante suyo,
durante unos décimas de segundo lucharon por el
primer puesto, poco después Yeray entraba vencedor
seguido del otro chico. Poco después llegaron el chico
y la chica que se habían quedado atrás, a continuación
entraban en meta: Lucía, Marcos, Juan, Andrés y
Tatiana. A partir de ahí fueron llegando en pequeños
18
20. grupos los demás chicos y chicas, hasta que entró el
último corredor.
Poco después se podía ver a una gran cantidad
de chicos-cas tumbados en el césped del campo de
fútbol descansando, eran muy pocos los que se habían
quedado de pie. El cross no había sido muy largo,
pero los mismo chicos-cas lo habían endurecido
desde el comienzo de la carrera saliendo a una
velocidad formidable y habían sabido mantener el
ritmo durante casi todo el circuito. Muy pocos habían
podido aguantar aquel ritmo y esprintar cuando solo
faltaban quinientos metros para llegar a la meta.
El entrenador se fijó en todos los chicos-cas
que estaban de pie y en los que estaban sentados o
tumbados. Precisamente los chicos-cas que estaban de
pie eran los que habían llegado en los primeros
puestos, mientras que los que habían llegado de la
mitad hacia atrás estaban sentados o tumbados, de eso
se deducía que los que estaban en forma, los que
habían entrenado a conciencia se habían recuperado
rápidamente, mientras que los que no habían
entrenado a tope estaban derrengados. También se
fijó en Yeray, era impresionante ver como iba de un
sitio para otro hablando con unos y con otros, parecía
que no había corrido, no parecía nada fatigado,
mientras que el chico que llegó detrás de él en el cross
aunque no estaba sentado se podía ver en su rostro las
huellas del cansancio.
19
21. De repente aparecieron Nicolás y Francis entre
los chicos-cas que habían corrido el cross. Se
dirigieron hacia donde estaba su hermano, que en ese
preciso momento estaba hablando con varios de sus
amigos-gas; como estaba de espaldas a ellos no les
vio acercarse, pero sintió que una mano se posaba
sobre su hombro, se giró y vio a sus hermanos detrás
suyo.
Francis fue el primero en dirigirse a su
hermano.
- Enhorabuena chaval, has hecho una buena carrera,
pero aún tienes mucho que mejorar si quieres llegar
a ser como nosotros.
Nicolás pisándole las palabras a su hermano
Francis, le dijo:
- No le hagas caso, siempre está de broma. Has
corrido mucho mejor que cuando lo hicimos
nosotros en su día, ninguno de los dos consiguió
llegar entre los tres primeros.
Cuando terminó de hablar Nicolás, se oyó la
voz del entrenador:
- Mañana a primera hora, en la puerta de mi
despacho, estará puesta la lista con los nombres de
los chicos-cas que pasarán a formar parte del
equipo de atletismo del colegio. Todos aquellos
20
22. chicos-cas que no estén en esa lista pueden intentar
meterse en los otros equipos que tiene el colegio.
Poco después los chicos y chicas se dirigieron
a sus vestuarios respectivos para ducharse, se había
hecho demasiado tarde. Cuando Yeray salió del
vestuario junto con sus amigos le estaban esperando
sus hermanos, Yeray se despidió de sus amigos:
- Hasta mañana, nos veremos en la puerta del
despacho del entrenador. ¡suerte!
- Tú seguro que si estás seleccionado, le dijo Marcos,
has hecho muy bien las pruebas.
Yeray no contestó nada, pero en su cara se
notaba una cierta alegría. Poco a poco se fue alejando
con sus hermanos por el camino, les quedaba un largo
recorrido hasta llegar a su casa. Hora y pico después
los tres hermanos entraban en su casa. Los padres
nada más verles le preguntaron a su hijo pequeño:
- ¿Qué tal las pruebas?
- ¡Muy bien!, exclamó Yeray con una sonrisa.
- No lo ha hecho nada mal para ser tan pequeño, dijo
Francis, metiéndose en la conversación que
mantenían padre e hijo.
21
23. Nicolás no dijo nada, pero hizo un gesto con la
cara que lo decía todo: ¡Yeray había hecho bien las
pruebas!
- Tu madre y yo estamos muy contentos de que sigas
lo pasos de tus hermanos. El deporte es muy bueno:
nos ayuda a ser mejores personas, a relacionarnos
con otros chicos-cas, a estar contentos, a estar bajo
disciplina, a saber ganar y perder, a tener el cuerpo
y la mente sanos y nos previene de las enfermedades
porque nos endurece.
Cuando se sentaron a la mesa para cenar,
Yeray les fue contando a sus padres como se habían
desarrollado las diferentes pruebas que habían tenido
que hacer, empezando por las pruebas de velocidad y
terminando por el cross. Los padres de Yeray
atendían con muchísima atención a todo lo que les iba
contando su hijo pequeño, lo decía con un entusiasmo
que parecía que lo estaba viviendo, justo cuando
terminaron de cenar Yeray terminaba su narración.
Tanto el padre como la madre le felicitaron por haber
hecho tan bien las pruebas y le animaron para seguir
entrenando duro.
A Yeray le costó mucho coger el sueño ese
día, por mucho que cerraba los ojos no conseguía
dormirse, estaba nervioso ante la llegada del nuevo
día. De repente, oyó la voz de su madre:
- ¡Yeray!, ¡Yeray!, es hora de levantarse.
22
24. Pero Yeray pensaba que estaba soñando y
siguió durmiendo, hasta que una mano le zarandeó,
era la mano de su hermano Nicolás.
- ¡Arriba!, vamos a llegar tarde por tu culpa.
Yeray abrió los ojos y sentándose en su cama
se encontró con la cara de su hermano.
- ¡Arriba!, tenemos poco tiempo.
Fue entonces cuando Yeray recobró la
conciencia y salió de la cama disparado hacia el baño,
poco después estaba desayunando con sus padres y
hermanos; en vez de comer tragaba todo lo que le
ponían por delante sin mirar a ningún sitio más que a
su plato. Nicolás y Francis le miraban sorprendidos,
nunca le habían visto comer de esa manera.
- ¿Seguro que estás nervioso?, le preguntó su
hermano Francis.
Yeray le miró de reojo a su hermano y sin más
siguió comiendo hasta que terminó todo lo que había
en la mesa. Poco después los tres hermanos salían de
su casa a la carrera hacia el colegio, se habían
retrasado un poco y tenían que recuperar el tiempo
perdido. Más tarde cuando llegaron al colegio, los tres
hermanos estaban completamente sudados, ese día
habían corrido como ningún otro. Nicolás y Francis
fueron durante todo el camino al mismo ritmo
seguido por Yeray, que en un principio había perdido
23
25. el ritmo, poco a poco lo fue recuperando hasta que
llegó al colegio muy por detrás de sus hermanos.
Nada más llegar sin dejar de correr se dirigió hacia el
despacho del entrenador, quería ver la lista cuanto
antes, pero se encontró a un montón de chicos-cas
formando cola, esperando para ver la lista que estaba
en la puerta, enseguida se empezaron a oír los
primeros comentarios:
- ¡Mi nombre no está en la lista!, dijo una chica en
tono tristón.
- ¡El mío sí!, dijo un chico lleno de alegría.
Lucía había sido una de las primeras en llegar
a la puerta del entrenador, después de mirar la lista
durante un buen rato empujó a los demás chicos-cas
para que la dejasen salir de aquel barullo, cuando lo
consiguió empezó a gritar:
- ¡Estamos todos, estamos todos!
- ¿Qué quieres decir?, le preguntó Tatiana.
- Todos nosotros estamos en la lista, dijo Lucía con
una gran sonrisa. Todos los amigos-gas hemos sido
seleccionados.
Poco después todos los amigos-gas se
abrazaban unos a otros dando rienda suelta a su
alegría. Cuando terminaron las primeras clases y
salieron al descanso del mediodía se juntaron:
24
26. Marcos, Lucía, Juan, Andrés, Tatiana y Yeray, poco
después todos estaban hablando sobre como serían los
entrenamientos, pero Juan fue el primero que se dejó
oír:
- Tengo muchas ganas de empezar con los
entrenamientos, espero convertirme en un buen
corredor de fondo como mi tío.
Seguidamente Lucía tomando la palabra, dijo:
- A mí no me gusta mucho correr, pero a mis padres
les hace mucha ilusión que esté en el equipo de
atletismo.
- Yo no estoy muy seguro de lo que quiero, dijo
Marcos. Hay días que me gusta correr, pero otros
no tanto, sin embargo estoy contento de estar con
vosotros en el equipo.
- Mi abuelo cuando era joven, era muy aficionado a
correr en carreras populares, siguió hablando
Andrés. A mi padre sin embargo no le gustaba nada
correr y mi abuelo se llevó un pequeño disgusto, yo
he salido como mi abuelo, me encanta correr.
Ahora fue Tatiana la que cogió la palabra:
- Pues a mí me gustaría llegar a competir con los
mejores corredores nacionales, estoy segura que mis
padres se llevarán una gran alegría.
25
27. Yeray fue el único que no dijo nada, solo
escuchaba hablar a sus amigos-gas. Poco después se
oyó el timbre para volver a clase. Cuando estaban a
mitad de la clase de Lengua apareció el entrenador de
atletismo, el sr. Frank, le pidió permiso al profesor de
Lengua para dirigirse a los chicos que habían entrado
en el equipo de atletismo.
- Los chicos y chicas que estén seleccionados para
atletismo. Los entrenamientos serán: lunes,
miércoles y viernes de cinco y media a siete y media.
Seguidamente el sr. Frank salió del aula
dejando a todos los seleccionados con una gran
alegría en el cuerpo, por fin iban a empezar a entrenar
en serio. Pero esa alegría para muchos chicos-cas del
nuevo equipo fue pasajera. Los entrenamientos
empezaron fuerte y poco a poco se fueron
endureciendo de tal forma que muchos de los nuevos
atletas no conseguían terminar con sus agujetas. Sin
embargo el grupo de amigos-gas de Yeray siguió
unido y era raro el día que faltaba alguno a los
entrenamientos. Fueron pasando los meses, los
hermanos de Yeray entrenaban días diferentes a él, así
que tenía que volver solo a su casa, en vez de
ducharse después de entrenar, su entrenador le había
permitido volver a casa corriendo después de los
entrenamientos; era el único modo de perder poco
tiempo para poder estudiar, de esta forma fue
cogiendo una forma física impresionante.
26
28. Pasaron los años, el equipo de atletismo en la
categoría en la que estaba Yeray y sus amigos-gas fue
compitiendo contra otros colegios. Tatiana y Yeray
siempre ganaban alguna medalla, los demás amigos
siempre llegaban de la mitad hacia delante. Frank el
entrenador estaba contento, había conseguido meter a
dos de sus atletas más jóvenes entre los mejores de
toda la comarca y con suerte podía dar el salto alguno
más. Yeray ese año estaba en sexto de primaria junto
con sus amigos-gas.
Todos los años cuando se acercaba los últimos
días del curso, el colegio organizaba una fiesta
deportiva para todas las familias. Los alumnos-nas de
1º E.P. a 6º E.P. hacían juegos. Los alumnos de la
ESO y Bachillerato competían en unas pruebas de
atletismo: 1.500 m. y 5.000 m.
Un día estando Yeray en clase llamaron a la
puerta, era uno de los chicos mayores de atletismo. El
chico dirigiéndose al profesor le dijo:
- El sr. Frank me ha dicho para que le diga haber si
puede ir Yeray Pardok a su despacho.
El profesor de Música que en ese momento
estaba dando la clase, dijo en voz alta.
- Yeray Pardok vete por favor al despacho del sr.
Frank, quiere hablar contigo.
27
29. Yeray se levantó de su asiento y salió de clase
ante las miradas de todos sus compañeros-ras. Poco
después llamaba a la puerta del despacho de su
entrenador.
- ¡Adelante!
Yeray abrió la puerta y se encontró a su
entrenador sentado detrás de una mesa. Frank se
levantó de su asiento y fue hacia donde estaba Yeray,
cogiéndole de los hombros le dijo:
- Lo que te voy a decir es la primera vez que se va a
hacer. Nunca hasta ahora se ha hecho en el colegio,
pero las normas algunas veces están para
saltárselas y creo que esta vez es una de ellas. Estoy
convencido de que tú estás en condiciones de
hacerlo, por eso te he mandado llamar.
- ¿De qué se trata? Preguntó Yeray hecho un lío.
- Hay un chico de 2º ESO que se ha lesionado y no
puede correr en la fiesta del colegio. A mí me
gustaría que tú ocupases su puesto. Quiero que
corras en la prueba de 1.500 m. - ¿Qué te parece?
A Yeray no le salían las palabras, se había
quedado mudo. Durante unos segundos pensaba que
estaba soñando, aquello no podía ser verdad. La voz
de su entrenador le sacó de su letargo.
28
30. - ¡Me tienes que contestar ahora! Si correr con los
mayores te impresiona y no quieres correr buscaré a
otro chico, por eso no te preocupes.
- Estoy encantado, sr. Frank, dijo de golpe Yeray.
Correr 1.500 m. con los mayores es algo que
siempre he deseado hacer. Muchas gracias por
haber pensado en mí.
- Espero que no me defraudes y corras como tú sueles
hacerlo.
- No le defraudaré entrenador, contestó visiblemente
emocionado Yeray.
Poco después Yeray estaba de nuevo en su
aula atendiendo a las explicaciones de su profesor de
Lengua. Más tarde tocó el timbre para salir al
descanso. Los chicos-cas salieron al patio, Marcos se
acercó a Yeray y le preguntó:
- ¿Qué te quería el entrenador?
- Me ha preguntado si me gustaría correr con los
mayores en la fiesta del colegio.
- ¿Y tú que le has respondido?, le preguntó Lucía.
- Le he dicho que sí.
- ¿Y que prueba vas a correr? Siguió preguntando
Tatiana.
29
31. - Los 1.500 m., contestó Yeray.
- Pero en esa prueba corren los mejores de 1º de ESO
hasta 2º Bachiller. Entre ellos están tus hermanos,
contestó Andrés.
- No me importa, respondió Yeray, con tal de correr
con los mayores es suficiente para mí.
Mientras seguían hablando tocó el timbre. Los
chicos-cas tuvieron que regresar a su clase. Yeray
estaba deseando que terminasen las clases para
regresar a su casa y contarles a sus padres y hermanos
que iba a competir en las pruebas de atletismo del
colegio. Por fin después de mucho esperar tocó el
timbre de salida. Yeray salió corriendo hacia el patio
y se encontró con sus hermanos, cuando les iba a
decir que iba a correr con ellos en la fiesta del
colegio, se lo pensó mejor y no les dijo nada. Cuando
llegaron a casa tampoco les dijo a sus padres que iba a
correr, sería un secreto.
LA CARRERA DE 1.500 m.
Salió un día maravilloso, el sol lanzaba sus
rayos sobre el colegio, especialmente sobre el campo
y la pista deportiva que era donde se iban a
desarrollar los juegos y las carreras. Una estatua de
piedra de la Virgen con el Niño se podía ver desde el
30
32. campo de atletismo, estaba en lo alto de un
montículo, allí es donde todos los días acudían todos
los alumnos-nas del colegio a rezarle una Salve.
Las familias del colegio lo inundaban todo:
abuelos, padres, hijos, tíos, primos. Las banderas de
todos los colores estaban por todas partes llenando de
color el colegio. Cuando el reloj dio las cinco en
punto alrededor de mil niños y niñas desfilaron por la
pista deportiva con sus banderas en alto. Más tarde
empezaron los primeros juegos a cargo de los chicos-
cas de 1º E.P., media hora más tarde terminaban los
de 6º E.P. con un juego con balones y porterías
minúsculas. Seguidamente hubo un breve descanso y
a partir de ahí iba a empezar lo que todos los padres
estaban deseando ver: “las pruebas de atletismo”.
Desde la cabina de megafonía se oyó:
- Primero correrán todas las series femeninas y una
vez hayan acabado empezarán las masculinas.
Enseguida dieron comienzo los 1.500 m.
femeninos. Una vez terminados empezaron los 5.000
m. femeninos. Los padres que tenían alguna hija
corriendo gritaban animando a sus hijas. Poco
después acabaron las pruebas femeninas y desde
megafonía se volvió a oír:
- En breves instantes darán comienzo las pruebas
masculinas. La primera será la de 1.500 m.,
participarán los mejores corredores desde 1º ESO a
2º Bachiller.
31
33. Poco después salieron a la pista todos los
corredores que iban a participar en dicha prueba.
Entre ellos se miraban para ver que posibilidades
podían tener de hacer una buena carrera. En la salida
estaban el sr. Frank, el entrenador y en la llegada
estaba su ayudante, el Sr. Lucas. No pasó
desapercibida entre los atletas la figura de Yeray,
todos se le quedaron mirando, sabían que era un chico
de primaria y no les cabía en la cabeza que pudiese
correr con ellos. Nicolás estaba hablando con otro
corredor, éste viendo al hermano de su amigo en la
pista de atletismo, le preguntó:
- ¿Qué hace tu hermano aquí?
- ¿Qué?, fue la contestación de Nicolás que no se
había enterado de que su hermano pequeño estaba
entre ellos.
Nicolás miró hacia donde le señalaba su amigo
y efectivamente vio a su hermano entre los corredores
dispuesto a correr. Se fue hacia él y le preguntó:
- ¿Qué haces aquí?
Pero no fue Yeray el que contestó. Frank, el
entrenador que estaba cerca de ellos fue el que
respondió:
- Yo le he dado permiso para que corra.
32
34. - Pero entrenador, mi hermano es de primaria, no
puede correr con los mayores. Además quedará muy
mal.
- Quiero comprobar una cosa, dijo el entrenador.
Francis que al principio no se había enterado
de que Yeray estaba entre ellos para correr, después de
ver a su hermano Nicolás que iba hacia el entrenador se
acercó y se enteró de lo que pasaba con su hermano
pequeño, se había quedado sin habla después de saber
que Yeray iba a correr con los mayores. Entre el barullo
de salida uno de los amigos de Francis le preguntó:
- ¿Ahora también corremos con chicos de primaria?
- No te descuides, le contestó Francis. No sea que mi
hermano pequeño llegue antes que tú a la meta.
Este se echó a reír y contestó:
- Le voy a sacar más de media pista de ventaja.
El entrenador dio el comienzo de la prueba
bajando la bandera verde. Los chicos salieron corriendo a
bastante velocidad. Los que se pusieron en cabeza
rápidamente fueron los de 1º y 2º de Bachillerato, ellos
iban marcando el paso de la carrera. Tenían que dar cinco
vueltas a una pista de trescientos metros. Cuando
acabaron la segunda vuelta los alumnos de 1º y 2º de
ESO empezaron a quedarse atrás, no podían aguantar el
ritmo de los mayores. Yeray sin embargo iba entre el
33
35. grupo de cabeza formado por veinte corredores entre los
que también estaban sus hermanos mayores, pero pasaba
totalmente desapercibido por su estatura, iba
completamente tapado por los del grupo. Cuando terminó
la tercera vuelta una señora que estaba entre el público se
dio cuenta que entre los corredores de cabeza iba
corriendo un niño, a veces se le veía y a veces no porque
los demás corredores le tapaban, eran mucho más altos
que él, le sacaban más de treinta centímetros de altura.
- ¡Mirad allí!, ¡ahora!, chilló la señora.
Las personas que estaban alrededor de la
señora se fijaron detenidamente y efectivamente en
una de las curvas apareció la figura de Yeray.
- ¡Es verdad!, dijo un señor que estaba algo más
lejos. Allí hay un chico pequeño corriendo entre los
mayores y les va aguantando el ritmo.
Rápidamente corrió la voz, la gente que estaba
viendo la carrera empezó a aplaudir y a animar al
pequeño que corría con los mayores. Fue entonces
cuando los padres de Yeray se dieron cuenta que el
chico pequeño que corría entre los mayores, era su
hijo pequeño. Cuando solo quedaba una vuelta y
media para terminar la carrera dos chicos del grupo de
cabeza aceleraron el paso, todos los que iban muy
justos de fuerzas se empezaron a quedar atrás. Poco
después solo quedaron en el grupo de cabeza los dos
chicos que iniciaron la escapada hacia la meta,
Nicolás, Francis, el amigo que había dicho a Francis
34
36. que le iba a sacar a Yeray media pista de ventaja y
por último iba Yeray cerrando el grupo. Cuando
llegaron a la última vuelta, Nicolás fue el primero que
aceleró buscando la línea de meta, seguidamente le
siguieron dos chicos de su mismo curso, pero
Francis, su amigo y Yeray no pudieron seguirles. El
primero en cruzar la meta fue un chico de 2º
Bachillerato, segundo Nicolás, tercero, otro chico de
2º Bachillerato, cuarto Francis, quinto Yeray y sexto
el amigo de Francis, el que decía que le sacaría media
pista de ventaja a Yeray. Poco a poco fueron entrando
en la meta un sinfín de corredores que llegaban
desfallecidos por el esfuerzo que habían tenido que
hacer.
Mientras los chicos corrían en la pista sucedió
un hecho extraordinario. Una niña pequeña se acercó
a la Virgen con el Niño que estaba en lo alto del
montículo, de repente la Virgen sonrió a la niña. La
criatura al ver sonreír a la Virgen también la sonrió y
seguido se fue corriendo hacia donde estaba su madre
viendo las carreras. La niña como era muy pequeña y
no sabía hablar, le agarró a su madre del pantalón
para llamar su atención. La madre se giró y vio a su
hija que quería decirle algo, vio que le señalaba con el
dedo a la Virgen con el Niño.
- ¡Ya sé!, le dijo la madre. ¡Ya sé! que la Virgen es
muy guapa y nos quiere mucho.
35
37. Mientras la madre seguía viendo la carrera
como los demás padres, su hija se quedó mirando a la
Virgen con el Niño y le mandó un beso con la mano.
Nada más acabarse la carrera los corredores
rodearon a Yeray, todos querían felicitarle por lo bien
que había corrido. Nicolás y Francis estaban
entusiasmados con su hermano, sabían que corría
bien, pero no para llegar entre los primeros.
- ¿Qué decías?, le preguntó Francis a su amigo. No
decías que le ibas a sacar media pista de ventaja a
mi hermano.
- Ha sido impresionante, contestó éste, nunca me lo
hubiese imaginado. Tu hermano es un portento.
Los padres de Yeray se vieron rodeados de
otros padres del colegio que les querían felicitar por
las carreras que habían hecho sus hijos, en especial la
de su hijo pequeño. Algunos les decían que tenían a
un hijo que era un fuera de serie. Otros que si seguía
así muy pronto estaría corriendo en la selección
nacional de atletismo. De repente Frank, el entrenador
de atletismo, apareció dentro de la pista empujando a
unos y a otros para llegar hasta donde estaba Yeray,
seguidamente le dio un abrazo y le dijo:
- ¡Lo sabía!, sabía que lo conseguirías. Has corrido
muy bien. Estoy orgulloso de ti.
36
38. - Gracias, entrenador, contestó Yeray un poco
aturdido porque nunca le había felicitado tanta
gente.
Cuando Yeray salió del campo de atletismo
hacia los vestuarios se encontró con sus amigos:
Marcos, Lucía, Juan, Andrés y Tatiana, el primero en
dirigirse a él fue Juan:
- ¡Que pasada!, has ganado a la gran mayoría de los
corredores y has conseguido una medalla.
- Ha sido estupendo verte correr, siguió hablando
Lucía, les has demostrado a los mayores que los de
primaria también podemos estar a su altura.
- Bravo Yeray, continuó Tatiana, ha sido
impresionante verte correr con esos gigantes.
Yeray no sabía que contestar y por supuesto
no dijo nada, simplemente les sonrió. Poco después se
dirigió hacia los vestuarios. Veinte minutos más tarde
salía de los vestuarios duchado, nada más salir se reunió
con sus amigos y seguidamente se fue hacia donde
estaban sus padres. Cuando su madre le vio se fue hacia
él y le dio un par de besos. Su padre le dijo:
- Hoy ha sido uno de los días más felices de mi vida.
Cuando te he visto correr entre aquellos gigantes
vuelta tras vuelta sin que te dejasen atrás me ha
llenado de orgullo. Gracias hijo por estos momentos
que me has hecho pasar.
37
39. Pasaron los años, Yeray fue creciendo y
mejorando su condición física. Siguió ganando copas y
medallas en todas las carreras de velocidad y de
resistencia a las que se presentaba. Sus padres ya no
sabían donde meter tantos trofeos. La habitación de
Yeray estaba abarrotada de ellos y ahora empezaban a
llenar el salón. Sin embargo sus amigos fueron dejando el
atletismo, cada año que pasaba había que entrenar más
duro, dedicar mucho mas tiempo a los entrenamientos y
eso era complicado porque los estudios también
necesitaban su tiempo.
- No sé que vamos a hacer con tanto trofeo, le dijo un
día su madre.
A lo que Yeray contestó:
- Si quieres empiezo a perder las carreras.
- Eso ni hablar, contestó rápidamente su padre. Tú
sigue como hasta ahora. Ya buscaremos sitio para
todos los trofeos que ganes.
Pasó el tiempo, a un curso le sucedía otro con
la velocidad del rayo. Por fin llegó el último curso, al
año siguiente irían a la universidad y el grupo de
amigos de dispersaría por toda la geografía nacional e
internacional. Todos tenían claro que es lo que iban a
estudiar: Marcos, Lucía y Tatiana estudiarían en la
Universidad Kenyon College. Marcos haría Biología,
Lucía quería ser abogada y Tatiana haría Ingeniería
38
40. Química. Juan sin embargo iría a estudiar Ingeniería
Robótica a la Universidad George Washington.
Andrés iría a la Universidad Fco. de Vitoria para
hacer Medicina. Yeray era el único que estudiaría
Educación Física y Deportes en la universidad de su
ciudad.
El grupo de amigos se había convertido en un
conjunto de chicas y chicos guapos y alegres con unas
ganas tremendas de vivir la vida. Marcos había
crecido hasta llegar al metro ochenta y cinco
centímetros, de hombros anchos y bien parecido.
Lucía se transformó en una chica guapa, alta y
esbelta. Juan no creció mucho más, pero tenía muy
buena presencia. Andrés también creció mucho y era
bien parecido. Tatiana fue la que más cambió, se
convirtió en una mujer delgada, con una cara bonita y
unos ojos grandes de color cielo, todo ello adornado
con una cabellera tan amarilla como el maíz, por
donde pasaba no dejaba indiferente a nadie, todo el
mundo la miraba asombrado. Yeray era normal, pero
tenía un algo en sus facciones que le hacía diferente a
los demás, sus movimientos llamaban la atención,
eran rápidos y se adivinaban unos músculos fuertes
fabricados tras largos años de entrenamiento, llegaba
al metro ochenta, sus ojos eran de color marrón y el
pelo negro, cuando hablaba lo hacía con tal
delicadeza que enseguida llamaba la atención de los
demás. Tenía muchos amigos-gas porque a todos les
trataba con respeto, nunca hablaba mal de nadie y si
oía algún comentario contra algún amigo-ga suyo
enseguida le defendía.
39
41. Llegó el mes de mayo y con el los últimos
exámenes, los nervios se adueñaron de todos los del
grupo, día tras día fueron examinándose de las
diferentes materias y tras dos semanas de exámenes
se hizo la luz, poco a poco volvieron los días
normales y tranquilos. Las caras de todos se relajaron
y en todas ellas aparecieron unas sonrisas, tras doce
años de estudios habían conseguido acabar otra etapa
de sus estudios, a partir de ahora se tenían que
enfrentar a la última etapa, la universidad. Una
semana más tarde estaban citados todos en el colegio
para recoger las notas. A media mañana aparecieron:
Marcos y Lucía. Un poco más tarde se presentaron
Tatiana y Juan y seguido Andrés y Yeray.
- ¿Qué tal os ha ido?, preguntó Lucía a sus amigos.
- Yo no me puedo quejar, dijo Marcos, he sacado una
media de Notable.
- Yo también estoy contenta, dijo Tatiana, he sacado
en todas las asignaturas Sobresaliente menos en
Historia del Arte que he sacado Notable.
- Yo solo he conseguido sacar una nota media de
Bien, pero estoy contento, dijo Juan.
Yeray no dijo nada, pero en su cara se
reflejaba una gran alegría.
- ¡Y tú Yeray!, preguntó Tatiana, ¿Qué tal las notas?
40
42. - Bien, estoy muy contento. He sacado una media de
Notable.
Después de ver que todos habían sacado
buenas notas, dijo Tatiana:
- Tenemos que celebrarlo, esto no lo podemos dejar
así. Nos hemos pasado doce años en este colegio,
que por cierto han sido los mejores de mi vida.
Juan miraba a unos y a otros pero no decía
nada, se había puesto triste, no era capaz de articular
ni una palabra. Tatiana que se dio cuenta, le preguntó:
- ¿Qué te pasa Juan?
- No se si encontraré en la universidad a personas
como vosotros. Han sido doce años estupendos en
vuestra compañía, nunca lo había pasado tan bien.
- No te preocupes, dijo Yeray, de vez en cuando,
cuando los exámenes nos dejen un poco tranquilos
nos llamaremos y nos volveremos a reunir, esta
amistad no la podemos perder por nada del mundo.
- Por supuesto, dijo Marcos. Todos los años tenemos
que volver a reunirnos para ver que tal nos van los
estudios, para hablar de nosotros.
41
43. - Yo me encargaré, dijo Yeray. Yo seré el que os
escriba para quedar en alguna fecha en la que todos
podamos reunirnos.
- ¿Seguirás con el atletismo?, le preguntó Juan.
- Por supuesto, contestó Yeray. El atletismo ha
pasado a formar parte de mi vida, en cuanto
empiece la universidad me meteré en el equipo de
atletismo, ¡si me admiten!
- Este es el último verano que pasamos juntos, dijo
Marcos. Aprovechemos todas sus horas como si
fuesen las últimas.
Fue un verano bien aprovechado, desde
primera hora de la mañana hasta que anochecía
estaban todos juntos. Unos días iban a la playa y
permanecían allí todo el día: cogiendo olas, nadando
o simplemente hablando entre ellos. Otros días iban al
monte y otros simplemente permanecían ociosos en el
parque sentados hablando de sus cosas, fue un verano
maravilloso. Pasaron las vacaciones y enseguida
recibieron carta de las universidades a las que iban a
ir diciéndoles que día empezaba el curso. Ahora
empezaban una nueva aventura, pero tenían un poco
más de experiencia de la vida.
42
44. EN EL EQUIPO DE ATLETISMO DE LA
UNIVERSIDAD
El primer día que Yeray hizo su entrada en la
universidad se quedó perplejo, nunca había visto nada
igual. Aquel edificio no era como el del colegio
donde había estado doce años, este era mucho más
grande y no tenía pinta de escuela, sino que parecía
mas bien un museo. Las puertas de entrada eran de
madera con relieves, medían sobre cuatro metros de
altas y tenía cuatro columnas de mármol, dos a cada
lado de cada puerta. Para acceder a la entrada había
que subir unas escaleras de mármol y en los
descansillos de las escaleras había unas estatuas de
bronce: en la parte izquierda según se subían las
escaleras se podía ver a un chico de pie con un libro
abierto en las manos y en la parte derecha a una chica
sentada en una silla escribiendo sobre un cuaderno.
A ambos lados del edificio principal había
cantidad de árboles de diferentes clases, por sus
tamaños se podría decir a ciencia cierta que aquellos
árboles tenías más de doscientos años, eran enormes,
en su parte más baja eran más anchos que una persona
con los brazos en cruz. Todos los alrededores de la
universidad estaban decorados por una fina hierba
donde se podía ver a chicos y chicas sentados. La
primera impresión que le causó a Yeray fue buena.
Después de haber mirado bien lo que tenía alrededor
se fue hacia las escaleras de entrada al edificio
43
45. principal, al mismo tiempo que subía, iban subiendo
otros chicos y chicas.
Cuando solo le faltaban unos escalones para
llegar arriba, de repente una chica bajó corriendo, al
no ver a Yeray ambos se chocaron cayendo los dos
rodando por las escaleras. Los libros de Yeray y de la
chica cayeron por las escaleras. Yeray se levantó del
suelo como un rayo y empezó a recoger todos los
libros: los de la chica y los suyos. La chica sin
levantarse del suelo miraba a Yeray como recogía los
libros. Poco después Yeray con los libros en las
manos se acercó a ella y le ayudó a levantarse,
seguidamente le dio los libros que se le habían caído.
- ¡Perdona!, no te había visto subir, le dijo la chica
con una sonrisa.
- No tiene importancia, contestó Yeray.
- Me llamo Carlota, este es mi primer año en la
universidad.
- Yo soy Yeray y también soy nuevo.
- ¿Qué vas a estudiar?, le preguntó Carlota.
- Educación Física, contestó Yeray.
- Que casualidad, dijo Carlota. Yo también voy a
estudiar lo mismo, podemos ir juntos a buscar la
clase.
44
46. - Me parece bien, contestó Yeray.
Poco después iban hablando por los pasillos de
la universidad, de vez en cuando se paraban a
preguntar a algún chico o chica donde estaba su aula.
Después de buscar durante un rato al fin la
encontraron, ambos se metieron en el aula y se
sentaron juntos. De vez en cuando veían como otros
chicos y chicas entraban en su clase y al poco tiempo
volvían a salir, se habían dado cuenta de que aquella
no era la clase que buscaban. Cuando por fin apareció
el profesor, el aula estaba casi llena de chicos y
chicas, todos se callaron y el se presentó:
- Me llamo Brubeiker, soy uno de vuestros profesores.
Veo que este año tenemos una clase bastante
concurrida, eso me gusta, espero que os toméis en
serio los estudios y no faltéis mucho a clase. Esta
carrera que habéis elegido si os la tomáis en serio
estudiando todos los días y os entrenáis duro, no
tendréis muchos problemas para sacar el título.
Empezaré pasando lista para iros conociendo poco a
poco.
Cuando terminó la clase Yeray esperó a que
todos saliesen para hablar con el profesor. Poco
después cuando se había quedado solo, Yeray se
acercó al profesor y le preguntó:
45
47. - Sr. Brubeiker, me gustaría apuntarme a los
entrenamientos de atletismo, me podría indicar por
favor a donde me tengo que dirigir.
- Desde luego. Mañana a las seis empezarán los
entrenamientos. Dirígete a los campos de atletismo y
allí te dirán que tienes que hacer.
- ¿Dónde se encuentran los campos de atletismo?
Volvió a preguntar Yeray.
- Según sales por la puerta de entrada a la
universidad baja por el camino de la izquierda, a
unos quinientos metros están los campos de
atletismo. Los verás desde arriba, no hay pérdida.
- Gracias, Sr. Brubeiker.
Al día siguiente nada más terminar las clases
Yeray se dirigió hacia los campos de entrenamiento
con su bolsa de deportes, junto a él también se
dirigían muchos chicos y chicas. Nada más llegar a la
pista una persona que estaba vestida con un chandall
iba diciendo a todos los chicos y chicas:
- Las chicas al pabellón nº 1, los chicos al pabellón nº
2. Tenéis diez minutos para vestiros y salir.
Cuando Yeray salió a la pista de atletismo se
encontró a unos cuantos chicos y chicas calentando:
unos corrían despacio, otros hacían estiramientos,
46
48. otros saltaban.... Yeray también empezó a calentar.
Después de un tiempo se oyó el pitido de un silbato.
- ¡Acercaros!
Todos dejaron los calentamientos y fueron
hacia la persona que les había dicho que se acercaran.
Yeray hizo lo mismo que los demás, cuando se acercó
lo suficiente se dio cuenta que aquella persona era el
profesor “Brubeiker”. ¡Qué sorpresa!
- Vais a empezar a calentar. Daréis diez vueltas a la
pista de atletismo, al principio a un ritmo suave
para ir soltando los músculos, pero en cada vuelta
aumentaréis el ritmo un poco. Las últimas vueltas
las tenéis que hacer a un ritmo alto.
A todos se les alegró la cara, se empezaron a
formar pequeños grupos y empezaron a correr. Yeray
se juntó con Carlota y otras dos chicas. Cuando todos
estaban corriendo, Brubeiker empezó a contar a todos
los atletas que tenía en la pista y contó noventa y
cuatro.
- ¡Buen número!, dijo Brubeiker. Espero que entre
todos los que hay aquí salga alguno con talento. El
último que fue a unas olimpiadas fue hace treinta
años y no consiguió ninguna medalla.
En las cuatro primeras vueltas a la pista iban
todos como habían salido, juntos, pero a partir de la
quinta vuelta algunos chicos y chicas no pudieron
47
49. seguir a los demás que iban acelerando en cada vuelta
que daban, entre ellos estaba Carlota. Cuando
llegaron a la octava vuelta, los corredores-ras estaban
estirados a lo largo de la pista. Los primeros casi
estaban cogiendo a los últimos. Nada más empezar la
novena vuelta solo iban cinco chicos en cabeza, entre
ellos iba Yeray, los demás iban por detrás. Al
empezar la última vuelta dos de los chicos de cabeza
aceleraron el paso para intentar dejar a los tres que
iban con ellos atrás. Yeray aceleró también y aguantó
el tirón, sin embargo los otros dos no pudieron
seguirles. Yeray se fue con los dos chicos hacia la
meta. De repente otro de los chicos de la cabeza
aceleró y Yeray se fue con el mientras que el otro
chico no pudo seguirles. Los dos se fueron volando
hacia la meta entrando poco después ambos al mismo
tiempo.
Brubeiker no se había perdido ningún detalle
de la carrera. Había visto como poco a poco a partir
de la quinta vuelta se habían deshecho los grupos y se
había formado una gran hilera de corredores a lo largo
de la pista. Después vio como algunos chicos que
iban en cabeza pegaron un fuerte tirón y solo se
quedaron cinco en el grupo. Al empezar la novena
vuelta volvieron a acelerar, de los cinco chicos solo
tres pudieron seguir el ritmo. En la última vuelta,
hubo otro acelerón, uno de ellos no pudo seguir el
ritmo y los otros dos chicos se fueron solos entrando
en la meta al mismo tiempo. Sin embargo el
entrenador se percató que uno de los que había
entrado había caído al suelo al límite de sus fuerzas,
48
50. mientras que el otro no parecía que había dado todo lo
que llevaba dentro, parecía que podía seguir
corriendo. Seguidamente fueron llegando los demás
corredores-ras seguidos unos de otros. Cuando entró
el último corredor en la meta el entrenador les dijo:
- Ahora vamos a calentar durante media hora cada
uno de los músculos de nuestro cuerpo.
Empezaremos por la cabeza y acabaremos por los
pies.
Media hora más tarde acababan el
calentamiento.
- Por hoy creo que es suficiente, dijo Brubeiker. No
quiero machacaros mucho el primer día, quiero que
tengáis un buen recuerdo. ¡Mañana os espero a la
misma hora!
Yeray después de ducharse salió del vestuario
y oyó una voz:
- ¡Yeray!, ¡Yeray!
Yeray giró la cabeza y vio a Carlota que le
llamaba. Brubeiker no se perdía detalle de nada de lo
que sucedía, en su cara se dibujó una sonrisa.
Al día siguiente en el entrenamiento Brubeiker
les hizo que calentasen los músculos minuciosamente
antes de empezar con las series. No quería que nadie
se lesionase por no haber calentado adecuadamente.
49
51. - Bien, dijo el entrenador. Hoy haremos veinte series
de cien metros descansando dos minutos entre serie
y serie. Seguidamente estiraremos un poco antes de
correr “diez kilómetros”.
Los chicos y chicas se miraron como diciendo
¡ahora los entrenamientos van en serio! Poco después
empezaron las series. Al principio las hacían a
bastante velocidad, pero a medida que iban haciendo
las series empezaron a notar que las piernas no les
iban con la misma alegría. Cuando por fin terminaron
las series empezaron a hacer ejercicios de
estiramientos. Poco después. Se oyó la voz del
entrenador:
- ¡Estáis preparados!, preguntó Brubeiker.
Empezamos los diez mil.
Cinco minutos más tarde todos y todas estaban
en la línea de salida para disputar los diez kilómetros.
De repente sonó un pitido y todos salieron de
estampida. El primer kilómetro fue rápido, lo hicieron
en cuatro minutos. El grupo iba compacto, nadie
quería quedarse atrás, pero a medida que iban dando
vueltas a la pista y tragando kilómetros el grupo se
fue alargando haciendo una gran fila a lo largo de la
pista.
En el grupo de cabeza iban veintidós: quince
eran chicos y siete chicas, entre ellos estaban Carlota
y Yeray. De vez en cuando en el grupo de cabeza
50
52. pegaban un fuerte tirón y alguno se quedaba
descolgado, esto empezó a pasar cuando llegaron a la
décima vuelta. Cuando llegaron a la vuelta número
veinte sólo quedaban ocho en cabeza: una chica y
siete chicos. Yeray y Carlota estaban entre ellos.
Yeray por su forma de correr se adivinaba que iba
muy a gusto, no le costaba mucho seguir el ritmo al
que iban los del grupo de cabeza. De repente, cuando
solo faltaban tres vueltas para llegar a la meta, uno de
los chicos al que llamaban Frank pegó un acelerón
estremecedor en el grupo de cabeza llevándose
consigo a Yeray y a otro chico. Los demás no
pudieron aguantar el tirón y se quedaron en un
segundo grupo. Los tres siguieron corriendo a una
velocidad impresionante doblando a muchos de sus
compañeros que se habían quedado muy atrás.
Al entrar en la última vuelta Yeray forzó un
poco la marcha para ver como iban de fuerza los dos
chicos que iban con él. La reacción por parte de estos
no se hizo esperar, los dos le atacaron y le pasaron,
Yeray que se encontraba con fuerzas de sobra no se
dejó sorprender y se fue con ellos hacia la meta.
Cuando solo quedaban doscientos metros para llegar
a la meta Frank iba en cabeza seguido de otro chico y
Yeray. De repente el chico se abrió sobre Frank y
Yeray hizo lo mismo, los tres se pusieron en línea,
parecía que iban a disputar una carrera de velocidad.
Brubeiker estaba siguiendo la carrera con
verdadero apasionamiento. Ahora faltaba lo más
interesante, “la llegada”. Cuando solo faltaban cien
51
53. metros para culminar la carrera, los tres iban a la par.
No parecía que ninguno de ellos pudiese dejar a los
demás atrás, pero a penas recorridos veinte metros
Yeray aceleró y se distanció unos metros de sus
compañeros, tanto Frank como el otro chico
intentaron cogerle, pero les era imposible ir al mismo
ritmo que él, segundos después Yeray entraba en la
meta seguido de Frank y del otro chico. Más tarde
empezaron a entrar los demás chicos y chicas en
pequeños grupos en la meta, esto duró unos minutos
hasta que entró el último. La primera chica que pasó
la meta fue Carlota que entró en el puesto veinticinco.
El entrenador aun estaba mirando el reloj, se
había quedado impresionado del tiempo que había
hecho Yeray, era un tiempo que se acercaba al que se
hacía en las fases nacionales.
- ¡Yeray!, ¡Yeray!, llamó Carlota.
- ¡Hola!, contestó Yeray.
- ¡Enhorabuena!, has ganado a Frank y también la
carrera.
- Gracias Carlota.
Brubeiker estaba atento a Yeray y a Carlota.
52
54. TATIANA EN LA UNIVERSIDAD
Los primeros días de Tatiana en la universidad
también fueron emocionantes. Andrés y Tatiana se
habían matriculado en la carrera de medicina en la
misma universidad, muy lejos de la universidad de
Yeray. Los dos fueron el primer día juntos. Andrés se
había comprado un coche de segunda mano que no
funcionaba nada mal y con el se presentaron el primer
día. Nada más salir Tatiana del coche, las miradas de
todos los chicos y chicas que había por allí se
dirigieron hacia ella.
- Da gusto ir contigo, le dijo Andrés a Tatiana. Por
donde vas todo el mundo se te queda mirando.
Cuando seas doctora vas a curar a los enfermos con
solo mirarles.
Tatiana, no dijo nada, pero empezó a sonreír,
lo que había dicho su amigo le había hecho gracia.
Seguidamente Andrés preguntó a varios chicos por la
clase de primero de medicina, enseguida se ofrecieron
seis chicos para acompañarles. Una vez que llegaron
Tatiana les dio las gracias ofreciéndoles una gran
sonrisa. Poco después Andrés y Tatiana se sentaron
juntos. Los chicos y chicas que estaban allí se les
quedaron mirando hasta que hizo su entrada el
profesor de la asignatura. Lo primero que hizo el
profesor fue presentarse y sin más preámbulos
empezó a explicar las dos primeras lecciones de su
asignatura. Tanto los chicos como las chicas sacaron
53
55. sus cuadernos y empezaron a coger apuntes, de vez en
cuando el profesor hacía alguna pregunta y la dejaba
en el aire para que alguien la contestase. Tatiana
viendo que nadie se atrevía a contestar, levantaba la
mano y seguidamente contestaba con exactitud. A
unos chicos que estaban sentados varias filas más
atrás se les oyó decir:
- Encima de guapa, lista. ¡Qué barbaridad!
Fueron pasando los meses y tanto Yeray como
Tatiana gozaban de una buena reputación entre los
estudiantes de primero de sus universidades. Yeray
era un chico que tanto en los estudios como en el
deporte se esforzaba por hacer las cosas bien y
siempre conseguía sacar tiempo para ayudar a los
demás en alguna materia que llevasen mal. Alguna
vez le habían preguntado porque se molestaba en
ayudar a los demás, él con una sonrisa en los labios
había contestado: “esta facilidad que tengo para
estudiar y para hacer deporte me los ha dado Dios y
no me los puedo guardar para mí”. Una persona que
ayuda a los demás sin esperar nada a cambio se
realiza como persona, crece por dentro.
Tatiana por su parte tenía una belleza natural
que no pasaba indiferente en ningún sitio. Además
Dios le había dado una inteligencia un poco por
encima de los demás y todos sus profesores se habían
percatado rápidamente de que aquella chica era
especial. Cuando Tatiana les hacía preguntas a sus
profesores, muchas veces no la podían responder al
54
56. momento, tenían que dejar la contestación para el día
siguiente.
Tatiana tenía muchos admiradores en la
universidad, nunca estaba sola en ningún lugar. Yeray
tampoco se quedaba atrás, tenía a un grupo de chicas
que le iban a ver cuando entrenaba, aunque la más
allegada era Carlota que siempre que podía estaba
pegada a él y trataba de espantar a las demás. Muchas
veces le había dicho para ir a tomar algo después de
las clases, pero Yeray siempre le decía que tenía que
estudiar, que lo sentía, pero Carlota no perdía la
paciencia e insistía una y otra vez.
Llegaron los primeros trimestrales, Tatiana y
Yeray tuvieron que hacer un montón de exámenes.
Semanas después recibieron sus primeras notas,
Tatiana sacó ocho sobresalientes y dos notables y
Yeray nueve notables y un sobresaliente.
OLIMPIADAS UNIVERSITARIAS
Una semana más tarde iban a dar comienzo las
primeras Olimpiadas Universitarias Nacionales.
Yeray se había entrenado duramente y tanto él como
su entrenador Brubeiker esperaban hacer un buen
papel en las Olimpiadas. De su universidad le
acompañarían otros veinticuatro chicos y diez chicas
55
57. para luchar contra las demás universidades por las
medallas. Las pruebas para clasificarse se disputarían
en el estadio Frankoitz con una capacidad para 10.000
personas. Comenzarían el sábado 19 y terminarían el
domingo 20 de diciembre por la tarde. Yeray iba a
participar en tres pruebas: 1.500 m., 5000 m., y
10.000 m. Su entrenador no estaba muy de acuerdo
con que se presentase a estas tres pruebas, era
demasiado esfuerzo en muy poco tiempo y podía salir
lesionado, pero Yeray estaba lleno de ilusión y quería
intentarlo porque había entrenado muy duramente.
Por fin llegó el 19, el día de las pruebas. Todos
los atletas estaban nerviosos. Yeray era la primera vez
que iba a participar en unas olimpiadas universitarias.
Para otros sin embargo era la segunda o tercera vez y
tenían más experiencia, pero todos soñaban con
clasificarse y con ganar alguna medalla. Entre los
atletas se veían caras conocidas por la afición y
muchas otras desconocidas que esperaban una
oportunidad para darse a conocer. El ambiente en las
gradas era de fiesta, el día había salido soleado y eso
también ayudaba al desarrollo de las diferentes
pruebas. Poco después la afición del estadio empezó a
rugir y a corear los nombres de sus atletas preferidos.
Cuando Yeray salió a la pista se quedó asombrado,
nunca había visto nada igual, el estadio estaba
completamente abarrotado. Se podían ver banderas y
carteles con nombres de atletas. De repente salió una
voz desde la cabina del estadio diciendo:
56
58. - ¡Atletas de 1.500 m., a la calle de salida! ¡atletas de
1.500 m., a la calle de salida!
Yeray con algún compañero suyo se dirigió
hacia la salida, con ellos iban otros muchos atletas de
otras universidades. En la línea de salida se pusieron
todos, eran veintiún atletas. Seguidamente desde
megafonía empezaron a decir los nombres de los
atletas y de la universidad a la que pertenecían.
Cuando nombraban a uno este levantaba el brazo y el
público rugía si era conocido. Le llegó el turno a
Yeray y se oyeron unos pequeños gritos. Yeray pensó
para sus adentros que se habrían equivocado, él no
conocía a nadie, pero se equivocaba entre toda la
masa de gente congregada allí estaban sus padres,
hermanos y amigos, estaban todos menos Tatiana,
que no había podido ir porque tenía que preparar unos
trabajos muy importantes.
Todos los atletas estaban preparados, estaban
esperando el pistoletazo de salida. Poco después se
oyó un sonido sordo y los atletas salieron con una
velocidad increíble. A Yeray le pilló por sorpresa y
cuando se quiso dar cuenta se había colocado en los
últimos puestos del grupo de corredores. Tenían que
dar tres vueltas y media a la pista de atletismo. Yeray
viendo que había hecho una mala salida se dijo:
“tendré que ir recortando unos metros con el grupo de
cabeza en cada vuelta si quiero clasificarme”.
Brubeiker viendo que Yeray había salido mal
cerró los ojos y apretó los puños, sabía que el salir
57
59. entre los primeros en la carrera de 1.500 m., era
fundamental para hacer una buena carrera. Ahora
mismo Yeray lo tenía muy difícil para clasificarse,
estaba en la cola del grupo y tenía que hacer un gran
esfuerzo para entrar entre los primeros.
La primera vuelta la hicieron bastante rápida.
Yeray no encontraba su ritmo y le costaba recortar
distancias con el grupo de cabeza. En la primera
vuelta no pudo ganar ningún puesto. A mitad de la
segunda vuelta, Yeray se empezó a encontrar mejor y
empezó a adelantar a los corredores que tenía delante
de él. Cuando terminaron la segunda vuelta se había
puesto entre los quince primeros. Al empezar la
tercera vuelta el grupo de cabeza bajó un poco la
velocidad y Yeray fue subiendo puestos poco a poco
hasta que se metió entre los diez primeros. Cuando
terminaron la tercera vuelta Yeray estaba situado
entre los seis primeros. Cuando tocó la campana de la
última vuelta, los seis corredores se fueron hacia la
meta, sabían que si llegaban antes que los demás
estarían clasificados para disputar la final.
El público animaba a sus corredores
preferidos. Los atletas sin embargo solo oían el latir
de sus corazones que parecía se les iban a salir por la
boca debido al esfuerzo que estaban realizando.
Yeray viendo una oportunidad para pasar a los que
estaban delante suyo se abrió por la calle de afuera
intentando pillarles desprevenidos, pero en ese
momento los demás hicieron lo mismo, aceleraron el
paso entrando todos en la meta juntos seguidos unos
58
60. de otros. Yeray había conseguido clasificarse para la
final, había entrado en quinto lugar.
Los padres, hermanos y amigos de Yeray se
levantaron de sus asientos coreando su nombre
“Yeray”, “Yeray”, “Yeray”, pero sus gritos no
llegaban a los oídos de Yeray porque había miles de
gargantas chillando otros nombres al mismo tiempo,
el ruido era ensordecedor. Yeray se había clasificado
en la prueba de 1.500 m. para la final. Se había
entrenado duro durante mucho tiempo y por fin había
visto los frutos de ese entrenamiento, un puesto en la
final. Ahora lo más inmediato que tenía que hacer era
“descansar”, relajarse y no pensar en nada más, esa
misma tarde tendría que hacer la prueba de los 5.000
m.
Sobre las doce y media Brubeiker y todos los
atletas se fueron a un restaurante para comer. Los
chicos y chicas que tenían que correr los 5.000 m.,
tenían que comer cuanto antes para poder descansar
hasta la siguiente prueba. Durante la comida nadie
dijo nada, se palpaba en el ambiente un gran
nerviosismo. Después de comer pasaron a un
saloncillo especialmente para ellos para que no
perdiesen la concentración y pudiesen relajarse.
Mientras unos jugaban a las cartas, otros
aprovecharon para leer libros y otros estuvieron
viendo la televisión. Yeray simplemente se sentó en
un sofá con los ojos cerrados. El tiempo pasó
volando, poco después se oyó la voz del entrenador:
59
61. - ¡Tenemos que volver a la ciudad deportiva!
Yeray al oír la voz de su entrenador abrió los
ojos, tenía la sensación que solo habían pasado cinco
minutos desde que se había sentado en el sofá, pero
cuando miró el reloj comprobó que estaba
equivocado, habían pasado tres horas. Poco después
salían del restaurante y se metieron en un autobús que
les estaba esperando para llevarles a la ciudad
deportiva. Durante el trayecto al estadio nadie dijo
nada, el autobús parecía un cementerio. Cuando
llegaron bajaron todos los atletas del autobús y se
dirigieron con su entrenador hacia los vestuarios,
antes de entrar, Brubeiker les dijo:
- ¡Ánimo!, nos jugamos mucho. Los que entren entre
los seis primeros se clasificarán para la final. Los
demás tendrán que esperar dos años más para
intentarlo de nuevo. Hemos trabajado duramente
para dejar pasar esta oportunidad. ¡Ánimo!
Tanto los chicos como las chicas intentaron
asimilar lo que les acababa de decir su entrenador,
seguidamente se metieron en sus vestuarios. Poco
después iban saliendo hacia la pista de atletismo.
Cuando Yeray salió a la pista se fijó en la gente que
abarrotaba el estadio, le daba la impresión que todo
estaba igual que a la mañana: la misma gente, los
mismos jueces y ayudantes. Seguidamente empezó a
calentar haciendo pequeñas carreras y a continuación
empezó a estirar. Media hora más tarde se oyó una
voz que salía de la cabina de megafonía:
60
62. - ¡Atletas de 5.000 m., a la salida por favor!
Todos los chicos que iban a competir en esta
prueba se dirigieron hacia la salida, una vez allí
siguieron calentando. Cada uno calentaba de diferente
forma y todos esperaban a que el juez les diese la
salida. Poco después el juez les daba el aviso verbal y
seguidamente levantado la pistola dio la salida. Los
atletas salieron rápidamente para coger posiciones, el
primer tirón fue fuerte para hacer un pequeño examen
entre los corredores, pero ninguno de los veinticuatro
corredores se quedó descolgado. Tenían que dar doce
vueltas y media a la pista de atletismo. Durante las
cinco primeras vueltas el ritmo del grupo de cabeza
no fue duro, por eso todos los corredores siguieron
unidos, pero al empezar la sexta vuelta el grupo de
cabeza aceleró la marcha para intentar descolgar
corredores, pero el grupo aguantó el tirón y siguió
compacto hasta la octava vuelta. A partir de la novena
vuelta se empezaron a quedar descolgados un grupo
de corredores. Cuando llegaron a la décima vuelta la
carrera se había roto, solo seguían en el grupo de
cabeza ocho corredores, entre ellos estaba Yeray.
Todos los demás se habían ido quedando atrás en
pequeños grupos a una distancia considerable de la
cabeza.
Cuando solo quedaban dos vueltas para
terminar la prueba, uno de los corredores de cabeza
aceleró el ritmo intentando coger desprevenidos a los
demás, el que iba justo detrás de él también aceleró y
61
63. se fue hacia la meta llevándose a Yeray y a cuatro
corredores más. Cuando tocó la campana para
disputar la última vuelta, los corredores aceleraron y
se fueron hacia la meta, Yeray se dejó ir sin intentar
fatigarse demasiado, de vez en cuando miraba hacia
atrás para ver donde estaban los demás corredores,
pero vio que estaban bastante lejos para darle alcance,
poco después entraba en la meta en sexta posición.
Yeray estaba un poco más cansado que a la mañana,
pero su rostro reflejaba la alegría de haberse
clasificado para la final de 5.000 m.
Marcos, Lucía y Juan comentaban en las
gradas la gran carrera que había hecho Yeray.
- Es increíble les decía Marcos a sus amigos. Cada
vez le veo mejor a Yeray, ha hecho una carrera
magnífica.
- Yo he disfrutado mucho, dijo Lucía, le he visto
correr con una gran facilidad, parece que no le
cuesta nada seguir el ritmo de los demás corredores.
Los padres de Yeray también estaban
emocionados, era el único hijo que había conseguido
clasificarse para unos campeonatos nacionales. Más
abajo en otros asientos estaban Brubeiker y su hija
Carlota, los dos se abrazaban por la clasificación de
Yeray.
62
64. - ¡Papá!, dijo Carlota. Estoy pasando unos días
maravillosos viendo competir a Yeray. Le tenemos
clasificado en dos finales por ahora.
- Estoy seguro que Yeray nos dará muchas más
alegrías, contestó Brubeiker, aún tiene que entrenar
mucho para dar todo lo que lleva dentro, y te
aseguro que es mucho aunque él no lo sepa.
- Osea que tú crees que Yeray puede ganar alguna
final, replicó Carlota.
- Bueno, yo no diría que vaya a ser así, se que tiene
mucho potencial, pero lo que no sé es cuando
terminará por sacarlo. ¡Algún día!, estoy casi
seguro que nos dejará con la boca abierta.
Carlota se quedó pensando en lo que le
acababa de oír a su padre, pero no dijo nada. Mientras
tanto, Yeray había salido de la pista de atletismo
hacia los vestuarios. Media hora después cuando
Yeray salió de los vestuarios le estaban esperando su
entrenador y Carlota.
- ¿Qué tal te encuentras?, le preguntó Brubeiker.
- Bien, un poco cansado, pero bien, contestó Yeray.
Carlota dirigiéndose a Yeray le dio la
enhorabuena por las dos carreras que había hecho, los
1.500 m., de la mañana y los 5.000 m. de la tarde.
63
65. - Gracias Carlota, dijo Yeray. Ahora me voy al hotel a
descansar, tengo que recuperarme para mañana.
- ¡Sí!, descansa, dijo su entrenador. Mañana
necesitarás echar el resto y va a ser una prueba muy
dura.
Sobre las ocho de la tarde Yeray estaba
cenando junto a otros chicos y chicas de su
universidad que también iban a competir en la prueba
de 10.000 m. Para las nueve de la noche Yeray estaba
en su habitación preparándose para acostarse, no
tardó mucho en meterse a la cama...
Sonó el teléfono, Yeray se levantó de la cama
y cogió el teléfono.
- ¡Sí!, dígame, ¿quién es?
- Soy la recepcionista, me había dicho que le llamase
a las ocho.
- ¡Qué!, ¿ya son las ocho?
- Si señor, espero que haya descansado bien.
- Gracias señorita.
Yeray se dirigió al baño y rápidamente se
duchó. Veinte minutos más tarde salía de la
habitación. Cuando llegó al comedor, algunos de sus
compañeros ya estaban desayunando, se sentó junto a
64
66. ellos y cogiendo un plato empezó a servirse, tenía un
hambre atroz. Mientras se iba llenando una taza con
leche había empezado a comerse un plátano,
seguidamente se bebió dos vasos de zumo. A
continuación se echó en un plato un par de huevos
fritos con dos lonchas de beicon y empezó a comer
con verdaderas ganas. Cuando acabó con esto cogió
varias magdalenas y las fue metiendo en la leche,
hasta que se las comió. Algunos compañeros habían
dejado de desayunar para ver como comía Yeray, era
todo un espectáculo verle comer, parecía que no se
llenaba nunca. Después de haber terminado con las
magdalenas cortó varios trozos de bizcocho y cogió
varias tarrinas de mantequilla, seguidamente untó la
mantequilla en los bizcochos y segundos después
habían desaparecido dentro de su boca.
Poco después hacía su entrada en el comedor
Brubeiker, se dirigió a donde estaban sus atletas y les
preguntó:
- ¿Qué tal habéis dormido?
- Todos contestaron ¡bien!
Brubeiker se sentó junto a Yeray, se sirvió un
poco leche con café en una taza, cogió dos
magdalenas y empezó a desayunar.
- ¿Qué tal has dormido?, le preguntó el entrenador.
65
67. - ¡Bien!, he dormido muy bien. Me encuentro en
plena forma, dijo Yeray.
- Estupendo, contestó Brubeiker, eso quería oír.
Poco después todos los atletas con el
entrenador al frente salían del hotel para coger el
autobús que les tenía que llevar al estadio. Los chicos
y chicas iban hablando en el autobús de las pruebas
que tenían que hacer, a todos se les notaba algo de
nerviosismo. Cuando el autobús llegó a las
inmediaciones del estadio paró y Brubeiker con sus
atletas bajaron para dirigirse al estadio. Media hora
más tarde los atletas que iban a correr los 10.000 m.,
estaban en la pista de atletismo. Mientras unos
saltaban y corrían despacio otros estiraban. Por la
universidad de Yeray corrían cuatro corredores,
aunque solo Yeray y Frank tenían buenos tiempos
para intentar clasificarse, los otros dos lo tenían más
difícil porque sus tiempos eran peores.
Más tarde se oyó la voz de megafonía
diciendo:
- ¡Corredores de 10.000 m., a sus puestos!
Todos los atletas que iban a correr los 10.000
m., se dirigieron hacia la salida, allí estaba el juez de
la prueba. Cincuenta y seis corredores de todas las
universidades del país iban a disputar esta prueba. A
todos se les notaba el nerviosismo en la cara, todos
tenían ganas de empezar la prueba cuanto antes. Solo
66
68. se podían clasificar dieciocho corredores. Algunos
miraban a los demás intentando ver a alguno que ya
había ganado otros años. Seguidamente el juez dio la
voz para que se preparasen, subió la pistola y disparó.
Todos los corredores salieron de estampida,
algunos querían estar en el grupo de cabeza desde el
primer momento, a otros sin embargo les daba igual
donde estar con tal de no estar en la cola. Yeray y
Frank también salieron bien y se situaron en los
primeros puestos. Las dos primeras vueltas las
hicieron a cuatro minutos el km., rápidamente el
grupo de corredores se empezó a alargar a lo largo de
la pista, pero sin romperse. A partir de la cuarta vuelta
el ritmo bajó un poco, rápidamente el grupo de
corredores que estaba corriendo se volvió a juntar.
Cuando empezaron la sexta vuelta Frank subió el
ritmo y dos vueltas más tarde el gran grupo de
corredores se volvió a estirar a lo largo de la pista.
Yeray estaba metido entre los seis primeros, no quería
perder el contacto con la cabeza.
En la décima vuelta el corredor que iba el
segundo le pasó al primero e intentó irse del grupo de
cabeza, pero Frank, Yeray y otros seis corredores más
se fueron detrás de él rompiendo el grupo. A partir de
ese momento se hicieron dos grupos: el de cabeza que
llevaba a nueve corredores y el otro que eran cuarenta
y siete. Cuando entraron en la decimoquinta vuelta el
grupo de cabeza había conseguido distanciarse un
poco más del segundo grupo, ahora les sacaban unos
quince metros. Entrando en la vuelta número veinte el
67
69. grupo de cabeza seguía al mismo ritmo, un ritmo solo
apto para los corredores con un gran corazón. El
segundo grupo al final se había roto en muchos
grupos: de seis, diez, veinte y en la cola que iban once
corredores. Faltando tres vueltas para acabar, Frank se
puso en cabeza y empezó a endurecer la carrera, solo
le pudieron seguir Yeray y otros dos corredores. Estos
cuatro corredores volaron hacia la meta, todos querían
ganar, no se conformaban con clasificarse. Cuando
solo faltaba una vuelta uno de los corredores se fue
hacia la meta, Frank se fue con él. Yeray y el otro
corredor no pudieron seguirles, poco después
entraban en la meta: Frank seguido de dos corredores
y en cuarto lugar Yeray. Un tiempo después entraban
otros cinco corredores. Más tarde, seis, seguido ocho
y de esta forma fueron llegando todos los corredores
en pequeños grupos hasta que entró el último
corredor.
Yeray no se podía creer que había quedado
clasificado en las tres pruebas: 1.500 m., 5.000 m., y
10.000 m. para disputar el título nacional. A partir de
ahora tendría que entrenarse un poco más en serio si
quería conseguir alguna medalla. Cuando salió de la
pista de atletismo le estaban esperando sus padres, su
entrador, Carlota y varios amigos. Todos le querían
felicitar. Yeray estaba muy contento por el apoyo de
sus padres, el entrenador y los amigos. En cuanto
Carlota pudo acercarse a Yeray se le echó en los
brazos. Los padres de Yeray se quedaron
sorprendidos porque no sabían que pudiese tener
novia, aunque el más sorprendido fue Yeray, aunque
68
70. después de varios minutos llegó a la conclusión que
Carlota había obrado así emocionada a consecuencia
de la alegría del momento.
- Gracias a todos por vuestro apoyo, les dijo Yeray,
sin vosotros no lo hubiese conseguido; la voz le
carraspeaba por la emoción.
- Gracias a ti, dijo Marcos. Es para nosotros una
gran alegría tener a un amigo que va a luchar por
las medallas en la final, y posiblemente vayas a los
mundiales de atletismo.
- ¡Qué dices!, respondió rápidamente Yeray. ¡No
dices nada!, estar en los mundiales de atletismo, eso
solo es para los atletas muy buenos y yo estoy
empezando y no creo que llegue tan lejos.
- Marcos tiene razón, contestó Lucía. Nosotros no es
que entendamos mucho de este asunto, pero se ve,
se palpa que llegarás a ser algo grande en el mundo
del atletismo.
- Vosotros estáis locos, tartamudeó Yeray. En todas
las pruebas me he clasificado por los pelos y me
queréis poner en un lugar donde no estoy.
- Tus amigos tienen puesta la esperanza en ti, dijo su
entrenador. Igual no entienden mucho de atletismo,
pero yo sí que entiendo y no creo que se equivocan
mucho. Hay algo en tu forma de correr que no es
normal; corres como si fueses un animal salvaje,
69
71. con zancadas grandes, parece que no te cansas.
Cuando te hacen cambiar de ritmo cambias sin el
menor problema adaptándote a otro paso más duro.
Yo opino lo mismo que ellos, llegarás a lo más alto
si sigues entrenando duro y las lesiones no se fijan
en ti.
- Pero si en ninguna de las carreras que he
disputado, dijo Yeray, he quedado el primero.
- ¡Sí!, estoy de acuerdo, pero a partir de ahora
entrenarás siete días a la semana para alcanzar el
nivel al que tienes que llegar.
Pasaron los meses y Yeray de la mano de
Brubeiker empezó un entrenamiento más duro.
Entrenaba por las mañanas y por las tardes. Por las
mañanas antes de ir a la universidad sacaba un par de
horas. Corría durante hora y media y seguidamente
estiraba durante media hora; por las tardes a partir de
las cinco entrenaba cuatro horas; unos días empezaba
haciendo 3 series de 10 x 600 m., y otras 50 series de
100 m., a continuación iba al gimnasio para hacer
pesas, tenía que coger fuerza muscular, seguido hacía
una sesión de estiramientos para relajar los músculos
y al mismo tiempo darles elasticidad y para terminar
una buena ducha. Tenía el tiempo tan apretado que
mientras desayunaba, comía y cenaba aprovechaba el
tiempo para estudiar.
Un día en el que Yeray iba por los pasillos de
la universidad se encontró con Carlota.
70
72. - Yeray, ¡cuánto tiempo sin verte!, parece que te
escondes de mí, parece que no quieres verme.
- Carlota, estoy como muy bien sabes entrenando y
estudiando, eso me lleva muchas horas, no doy a
vasto. De todas formas quiero dejar las cosas claras,
no quiero que te hagas ilusiones. Lo primero de
todo son mis estudios y el atletismo.
Carlota se quedó un poco parada, pero
enseguida se rehizo.
- ¡Sí!, ya me ha dicho mi padre que estás entrenando
muy duro. No sabe como puedes aguantar ese ritmo
tan demoledor. De todas formas quiero que sepas
que yo te apoyo en todo lo que necesites y estaré
siempre esperándote.
- Gracias Carlota, lo sé. Por cierto, no sabía que
Brubeiker fuera tu padre. Pensaba que entre los dos
había solo amistad.
Poco después Yeray salió disparado de la
universidad para ir a entrenar. Más tarde estaba
entrenando, le daba lo mismo que lloviese, que
hiciese mucho viento o que granizase. Todos los días
a las seis de la mañana estaba corriendo, unos días en
la ciudad deportiva de la universidad, otros días en el
campo y otros en plena ciudad. A esas horas los
únicos que le veían correr eran las personas que
limpiaban las calles. A muchos de ellos ya les
71
73. empezaba a sonar la cara de Yeray, algunas veces
hacían un corrillo entre ellos.
- Os es familiar la cara de ese chico, yo creo que le he
visto correr en alguna prueba de atletismo por la
televisión.
- Pues yo no sé, decía otro. Ahora que lo dices, creo
que sí.
- Todos los días corre y “como corre”. A estas horas
no se ve a nadie correr, todo el mundo está en la
cama o se acaba de levantar para desayunar.
Brubeiker, su entrenador lo tenía fácil con
Yeray, era un chico que se dejaba aconsejar, siempre
hacía lo que su entrenador le decía sin protestar, es
más, siempre quería entrenar más y más duro. Su
entrenador le hacía repetir las series de 100 m., 600
m., y 1.000 m. con el cronometro en la mano y cada
vez pidiéndole más entrega, hasta que Brubeiker
emocionado terminaba diciendo:
- Estupendo Yeray, estás bajando los tiempos de una
forma asombrosa. Cada día te veo mejor, como
sigas así no se a donde llegarás, estoy orgulloso de
ti. No he entrenado nunca a nadie como tú y lo
mejor de todo es que te recuperas con una facilidad
asombrosa.
- Gracias entrenador, solo hago lo que usted me
manda, trato de dar lo mejor de mí en cada
72
74. entrenamiento, quiero luchar para estar entre los
mejores y sé que la única forma de conseguir este
objetivo es entrenar duro.
- Estoy orgulloso de ti, encima eres humilde, eso me
confunde y me enorgullece. Así tenían que ser todos
los grandes atletas. Por ser como eres llegarás muy
lejos. En las próximas competiciones si sigues
entrenando así, estoy casi seguro que asombrarás a
más de uno. No cambies Yeray. Ahora vete a hacer
tus ejercicios de pesas y seguido no te olvides de los
estiramientos que son tan importantes como todo lo
que has hecho hasta ahora.
Brubeiker nunca le decía a Yeray los tiempos
que hacía en sus entrenamientos, no quería que se
emocionase demasiado. Por otra parte Yeray tampoco
quería saber nada que no le quisiera decir su
entrenador, se fiaba de él y de su forma de entrenarle,
con lo que le decía le valía y le sobraba. Sin embargo
si había empezado a notar que su cuerpo estaba más
fuerte y más ágil que hacía unas semanas. Cuando
entraba en el gimnasio y permanecía durante un
tiempo en un lugar haciendo algún ejercicio, al
levantarse se encontraba que todo a su alrededor
estaba completamente mojado por el sudor. Después
de entrenar todos los días iba directamente a casa,
casi siempre llegaba de noche. Un día nada más llegar
le dijo su madre que Tatiana le había llamado por
teléfono, que le llamaría más tarde.
73