El documento analiza los nuevos datos laborales publicados por el INDEC que muestran un aumento en la tasa de desempleo al 9,3%. Este incremento se debe principalmente a que personas que antes se consideraban inactivas ahora se registran como desempleadas. Además, se observan diferencias regionales significativas, con tasas de desempleo más bajas del 6% en las provincias del norte versus el 11% en las grandes ciudades. Para resolver los déficits estructurales de empleo a largo plazo, se necesitan políticas como reducir las c
En las provincias más pobres el desempleo es del 6%
1. 28 de Agosto de 2016 – Número 667
EN LAS PROVINCIAS MAS POBRES EL
DESEMPLEO ES DEL 6%
La difusión de los primeros datos laborales emitidos por el INDEC en su proceso
de normalización generó alarmas. La información más comentada es el crecimiento
de la tasa de desempleo. Sin embargo, el aumento se debe a que personas que hace
un año se registraban como inactivas ahora se registran como desocupadas. Más
allá de la cuestión estadística, la escasez de empleos es grave y justifica una
estrategia integral que demanda mucha innovación y audacia política.
El INDEC dio a conocer los nuevos indicadores laborales. Según el organismo, se están
corrigiendo las manipulaciones que sufrieran durante la gestión anterior. Lo que más llamó la
atención fue que la tasa de desempleo en el segundo semestre del año 2016 creció al 9,3%
de la población económicamente activa. Esto implica un gran salto respecto al 6,6% que el
INDEC había reportado en el mismo trimestre del año anterior.
La clave para explicar el inusual incremento en la tasa de desempleo es que el año pasado
se registraban 11,9 millones de personas conformando la población económicamente activa,
mientras que este año se reportaron 12,5 millones. El aumento en 600 mil personas
participando del mercado laboral se distribuye en un incremento neto de 200 mil ocupados y
400 mil desocupados. Es decir que hubo una fuerte transformación de desempleo oculto
(inactivos involuntarios) en desocupación explícita.
Lamentablemente las manipulaciones a las que fue sometido el INDEC generan muchas
suspicacias. Más allá de las correcciones, siguen resultando reveladoras las diferencias
regionales. En este aspecto, para el segundo trimestre del año 2016 aparece que:
• En los tres grandes aglomerados urbanos del país (GBA, Córdoba y Rosario) la
tasa de participación laboral es de 48% y la de desempleo de 11%.
• En el resto de las zonas centro y sur la tasa de participación laboral es de 44% y la
de desempleo de 7%.
• En NOA y NEA la tasa de participación laboral es de 42% y la de desempleo de 6%.
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2. Estos datos muestran la estrecha correlación entre tasa de participación (gente que trabaja
más la que busca trabajo) y tasa de desempleo (gente que busca activamente un empleo y
no lo encuentra). En las regiones más dinámicas (Buenos Aires, Córdoba y Rosario) las
altas tasas de desempleo se asocian con más gente participando en el mercado de trabajo.
En sentido contrario, en las zonas productivamente más rezagadas (norte del país) las
tasas de desempleos bajas no reflejan abundancia de oportunidades laborales sino
una alta proporción de personas que consideran estéril buscar trabajo.
Esta situación desnuda problemas laborales estructurales que van más allá de los impactos
del ciclo económico negativo. La derivación más relevante es que el crecimiento
económico es condición necesaria pero no suficiente para resolver los déficits de
empleo. En otras palabras, es imprescindible dinamizar la inversión y la producción, pero
para que el crecimiento acelere las soluciones a los problemas sociales hacen falta buenas
políticas tributarias, educativas, laborales y asistenciales.
En el tema tributario, hay que establecer condiciones que permitan de manera general la
creación de empleos “en blanco”. Un tema clave son las muy altas cargas sociales. La
discriminación impositiva que sufre el trabajo asalariado conspira contra la generación de
empleos formales. Hay que dejar de poner foco en bajar la presión impositiva de los salarios
vía disminución del impuesto a las ganancias (que sólo afecta al 10% que ya tiene empleo y
altos salarios) y priorizar la reducción de la presión sobre los salarios vía reducción de las
cargas sociales (que beneficiará a los que no tienen empleo o que, teniéndolo, ganan poco).
Además es necesario dinamizar la inversión en educación, capacitación y las políticas
acompañantes. Esto ayudará a que los beneficios del crecimiento lleguen a las familias
pobres y a las zonas más rezagadas. Por caso, una estrategia de promoción del empleo
tiene que articularse con políticas de maternidad responsable y centros de cuidado
infantil. No hay que perder de vista que las mujeres de los hogares pobres son las que
enfrentan barreras infranqueables para incorporarse al mercado de trabajo.
La normalización del sistema estadístico es una recuperación importante. El dato más
relevante no es el aumento de la tasa de desempleo, ni la migración desde desempleo
oculto a explícito, sino la confirmación de la insuficiencia estructural de empleos. Para
resolverla, se necesita crecimiento económico, menos cargas sociales y políticas educativas,
laborales y asistenciales que fomenten la participación laboral.
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