2. Liturgia de las horas: Oficio de lectura
• V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. -Señor, date prisa en socorrerme.
• Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya
3. En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de
heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
4. Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta. Amén.
5. Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - I: Súplica contra los
perseguidores injustos
Ant: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.
Se reunieron... y decidieron prender a Jesús a traición y
darle muerte (Mt 26,3.4)
Pelea, Señor, contra los que me atacan,
guerrea contra los que me hacen guerra;
empuña el escudo y la adarga,
levántate y ven en mi auxilio;
di a mi alma:
«yo soy tu victoria.»
Y yo me alegraré con el Señor,
gozando de su victoria;
todo mi ser proclamará:
«Señor, ¿quién como Tú,
que defiendes al débil del poderoso,
al pobre y humilde del explotador?»
6. Se presentaban testigos violentos:
me acusaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien,
dejándome desamparado.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Levántate, Señor, y ven en mi auxilio.
Yo soy tu Dios
y te amo
Yo soy tu Dios:
¡confía en Mí!
7. Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - II:
Ant: Juzga, Señor, y defiende mi causa, tú
que eres poderoso.
Yo, en cambio, cuando estaban
enfermos,
me vestía de saco,
me mortificaba con ayunos
y desde dentro repetía mi oración.
Como por un amigo o por un hermano,
andaba triste;
cabizbajo y sombrío,
como quien llora a su madre.
8. Pero, cuando yo tropecé, se alegraron,
se juntaron contra mí
y me golpearon por sorpresa;
me laceraban sin cesar.
Cruelmente se burlaban de mí,
rechinando los dientes de odio.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo
como era en el principio, ahora y
siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Juzga, Señor, y defiende mi causa,
tú que eres poderoso.
Nada te turbe, nada te
espante. Quien a Dios
tiene nada le falta
Yo soy tu Dios y te amo.
9. Salmo 34,1-2.3c.9-19.22-23.27-28 - III:
Ant: Mi lengua anunciará tu justicia, todos los
días te alabará, Señor.
Señor, ¿cuándo vas a mirarlo?
Defiende mi vida de los que rugen,
mi único bien, de los leones,
y te daré gracias en la gran asamblea,
te alabaré entre la multitud del pueblo.
Que no canten victoria mis enemigos traidores,
que no hagan guiños a mi costa
los que me odian sin razón.
Señor, tú lo has visto, no te calles,
Señor, no te quedes a distancia;
despierta, levántate, Dios mío,
Señor mío, defiende mi causa.
10. Que canten y se alegren
los que desean mi victoria,
que repitan siempre: «Grande es el Señor»
los que desean la paz a tu siervo.
Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Mi lengua anunciará tu justicia,
todos los días te alabará, Señor.
11. V/. Hijo mío, conserva mis palabras.
R/. Guarda mis mandatos, y vivirás.
La libertad en la vida de los creyentes
Ga 5,1-25
Hermanos: Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos
firmes, y no os sometáis de nuevo al yugo de la esclavitud. Mirad lo que os digo
yo, Pablo: si os circuncidáis, Cristo no os servirá de nada. Lo afirmo de nuevo:
el que se circuncida tiene el deber de observar la ley entera. Los que buscáis la
justificación por la ley habéis roto con Cristo, habéis caído fuera del ámbito de
la gracia. Para nosotros, la esperanza de la justificación que aguardamos es
obra del Espíritu, por medio de la fe, pues, en Cristo Jesús, da lo mismo estar
circuncidado o no estarlo; lo único que cuenta es una fe activa en la práctica
del amor.
Con lo bien que corríais, ¿quién os cortó el paso para que no siguieseis la verdad?
Ese influjo no venía del que os llama. Una pizca de levadura fermenta toda la masa.
Respecto de vosotros yo confío en que el Señor hará que estéis en pleno acuerdo
con esto, pero el que os alborota, sea quien sea, cargará con su sanción. Por lo que
a mí toca, hermanos, si es verdad que sigo predicando la circuncisión, ¿por qué
todavía me persiguen? Ea, ya está neutralizado el escándalo de la cruz. ¡Ojalá se
mutilasen del todo esos que os soliviantan!
12. Hermanos, vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se
aproveche la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque
toda la ley se concentra en esta frase: «Amarás al prójimo como a ti mismo.»
Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por
destruiros mutuamente.
Yo os lo digo: andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues
la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un
antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais. En cambio, si os guía el Espíritu,
no estáis bajo el dominio de la ley.
Las obras de la carne están patentes: fornicación, impureza, libertinaje,
idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, envidias, rencores, rivalidades,
partidismo, sectarismo, discordias, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os
prevengo, como ya os previne, que los que así obran no heredarán el reino de
Dios.
En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión,
servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Contra esto no va la
ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y
sus deseos. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu.
13. R/. Si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley. El fruto del Espíritu es:
amor, alegría, paz.
V/. Si vivimos por el Espíritu, marchemos tras el Espíritu.
R/. El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz.
14. Reconoce la dignidad de tu naturaleza
San León Magno
Sermón 7 en la Natividad del Señor 2,6
Al nacer nuestro Señor Jesucristo como hombre verdadero, sin
dejar por un momento de ser Dios verdadero, realizó en sí mismo
el comienzo de la nueva creación y, con su nuevo origen, dio al
género humano un principio de vida espiritual. ¿Qué mente será
capaz de comprender este misterio, qué lengua será capaz de
explicar semejante don? La iniquidad es transformada en
inocencia, la antigua condición humana queda renovada; los que
eran enemigos y estaban alejados de Dios se convierten en hijos
adoptivos y herederos suyos.
Despierta, oh hombre, y reconoce la dignidad de tu naturaleza.
Recuerda que fuiste hecho a imagen de Dios; esta imagen, que
fue destruida en Adán, ha sido restaurada en Cristo. Haz uso
como conviene de las criaturas visibles, como usas de la tierra,
del mar, del cielo, del aire, de las fuentes y de los ríos; y todo lo
que hay en ellas de hermoso y digno de admiración conviértelo
en motivo de alabanza y gloria del Creador.
15. Deja que tus sentidos corporales se impregnen de esta luz corporal y abraza, con todo el
afecto de tu mente, aquella luz verdadera que viniendo a este mundo alumbra a todo
hombre, y de la cual dice el salmista: Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no
se avergonzará. Si somos templos de Dios y el Espíritu de Dios habita en nosotros, es mucho
más lo que cada fiel lleva en su interior que todas las maravillas que contemplamos en el
cielo.
Con estas palabras, amadísimos hermanos, no queremos induciros o persuadiros a que
despreciéis las obras de Dios, o que penséis que las cosas buenas que ha hecho el Dios
bueno significan un obstáculo para vuestra fe; lo que pretendemos es que uséis de un modo
racional y moderado de todas las criaturas y de toda la belleza de este mundo, pues, como
dice el Apóstol, lo que se ve es transitorio; lo que no se ve es eterno.
Por consiguiente, puesto que hemos nacido para las cosas presentes y renacido para las
futuras, no nos entreguemos de lleno a los bienes temporales, sino tendamos, como a
nuestra meta, a los eternos; y, para que podamos mirar más de cerca el objeto de nuestra
esperanza, pensemos qué es lo que la gracia divina ha obrado en nosotros. Oigamos las
palabras del Apóstol: Habéis muerto, v vuestra vida está con Cristo escondida en Dios.
cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente
con él, en gloria, el cual vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los
siglos. Amén.
16. R/. Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas.
V/. Tú eres mi Dios, te doy gracias; Dios mío, yo
te ensalzo.
R/. Tocaré para ti el arpa de diez cuerdas.
17. Oremos:
Vela, Señor, con amor continuo
sobre tu familia; protégela y
defiéndela siempre, ya que sólo en
ti ha puesto su esperanza. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
Amén.
†
(se hace la señal de la cruz mientras se
dice:)
V/. Bendigamos al Señor.
R/. Demos gracias a Dios