El documento explora cómo el lenguaje puede ser sexista y discriminatorio hacia las mujeres, y ofrece recomendaciones para utilizar un lenguaje más inclusivo. Analiza cómo algunas palabras y estructuras gramaticales ocultan o invisibilizan a las mujeres, y sugiere alternativas como el uso de términos neutros, formas abstractas y el género femenino para nombrar profesiones y cargos.
1. El sexo del lenguaje
Nuestro objetivo es descubrir la relación entre nuestra forma de hablar y
nuestra forma de pensar, y lo que es más importante, nuestra forma de
actuar. ¿SOMOS SEXISTAS? Las desigualdades y los prejuicios ¿se
reflejan en la lengua que usamos? Por ejemplo: si el masculino de modista es
modisto ¿el masculino de pianista por qué no es pianisto?. La pregunta que os
planteamos es esta: ¿LA LENGUA DISCRIMINA A LAS MUJERES?
Dime como hablas y te diré
como piensas
(esperamos que encontréis la solución del enigma a lo largo de estas
reflexiones)
"Es sabido que quien tiene el poder es quien da nombres
a las cosas
(y a las personas)"
2. El término 'sexismo', tal y como recoge el Diccionario de la Real Academia
(DRAE), designa la 'discriminación de personas de un sexo por considerarlo
inferior al otro'. El femenino es el que de manera sistemática ha sufrido
este trato en todos los ámbitos de la vida, y el lingüístico no es una
excepción. Su adaptación a la realidad social, más igualitaria entre los
hombres y las mujeres, no se circunscribe a la lengua española. La gran
mayoría de los idiomas han tenido que crear o adaptar nuevos términos y
definiciones para poder corregir acepciones superadas, como por ejemplo, la
de alcaldesa como mujer del alcalde, y dotar al discurso de herramientas
con las que construir mensajes no sesgados, como es el caso del término
alumnado para englobar a alumnas y alumnos. Sin embargo, a pesar del
carácter social e internacional de este esfuerzo de adaptación, a nadie se le
escapa que este ejercicio ha sido, y es, objeto de críticas e incluso de
burlas, y quienes lo defienden deben cargarse de argumentos para
demostrar su necesidad. Bastaría una ojeada a los diccionarios de uso para
comprobar cómo detrás de algunas acepciones admitidas como válidas se
esconde una concepción del mundo muy desequilibrada. Por ejemplo, según el
DRAE, se es más huérfano al perder al padre: "Huérfano, na. A quien se le
ha muerto el padre y la madre, o uno de los dos, especialmente el padre".
Cuestión de forma
El sexismo lingüístico se
materializa cuando el lenguaje
resulta discriminatorio debido a
su forma. Por ello, conviene
prestar especial atención a la
utilización de maneras,
estructuras y expresiones que,
pese a una carga sexista
latente, o incluso patente, pasan
desapercibidas o no generan
reflexión alguna por la
cotidianeidad y naturalidad de
su uso.
La sustitución del sujeto masculino por el femenino y la comprobación de
cómo suena la frase tras el cambio es una buena forma de detectar una
forma discriminatoria. Pongamos un ejemplo: Se invita a la asistencia de un
acto a "los directivos, que pueden acudir acompañados por sus mujeres".
Como es obvio, si hay mujeres en puestos de dirección se entiende que
podrán ir acompañadas "por sus hombres". ¿Chirría? Desde luego. Nada
cuesta, por tanto, aclarar que quienes son invitados se pueden hacer
3. acompañar por "sus cónyuges". La forma aquí habrá sido cuidada sin mayor
esfuerzo. En este caso además se incluye la parte LGTB.
Nadie llamaría hoy "alcaldesa" a la mujer del alcalde, pero el D.R.A.E.
sugiere que es más huérfano quien lo es de padre que de madre
Este caso evidencia una discusión
centrada en el género gramatical,
puesto que en castellano el género
masculino posee un doble valor,
como específico (referido a
varones) y como genérico (referido
a ambos sexos), mientras que el
femenino no posee este carácter y
sólo puede emplearse de modo
restrictivo. No obstante, y esto es
lo que trata de subsanar el
lenguaje no sexista, el uso del
masculino genérico en
determinados mensajes produce
ambigüedades y confusiones que
pueden dar lugar a la discriminación y a la ocultación de la mujer.
Observemos un ejemplo: "Los hombres de esta empresa son buenos
profesionales". Si hay mujeres en la plantilla, no se encuentran reflejadas, o
cuando menos, quedan ocultas. Nada cuesta decir que "esta empresa cuenta
con grandes profesionales". Se demuestra aquí que la causa del sexismo
lingüístico no se halla en la propia lengua, sino en el uso que se hace ella. Por
tanto, su fin es sencillamente una cuestión de voluntad para interiorizar la
evidencia de que si las mujeres ocupan espacios que antes no ocupaban, y si
realizan funciones que antes no realizaban tendrán que nombrarse, y eso
supone cambios en el lenguaje que ni los prejuicios, la inercia, o el peso de
las reglas gramaticales interiorizadas deben obstaculizar o impedir.
Más allá del "niños y niñas"
Un asunto recurrente a la hora poner en práctica el lenguaje no sexista es la
discutida acepción de hombre, más aún en su plural, hombres, para definir al
ser humano. Hombre suma al macho y a la hembra como sinónimo de especie
humana, pero no es menos sinónimo varón de hombre, y con el sencillo gesto
de optar siempre por el primero se le conferiría una singularidad más
acusada al término hombre como indicador de la especie. Hombre es
distinto de persona, porque hombre siempre seguirá siendo masculino
4. Esta aspiración puede parecer quimérica, pero no lo es evitar el abuso del
masculino genérico, algo relativamente sencillo gracias a los múltiples
recursos de la lengua española: colectivos (profesorado, en vez de
profesores), perífrasis (la persona interesada, en vez del interesado),
construcciones metonímicas (la infancia, en sustitución de los niños),
desdoblamientos (los niños y las niñas), barras (Sr/a), omisión de
determinantes o empleo de determinantes sin marca de género (cada
contribuyente en lugar de los contribuyentes), utilización de formas
personales genéricas o formas no personales de los verbos ("es necesario
prestar más atención" por "es necesario que el usuario preste más
atención"). Todas estas soluciones no son posibles en todos los contextos.
Se trata de optar por la más adecuada, es decir, aquella que, sin atentar
contra la gramática, no margine a la mujer en el discurso.
A pesar de no querer
hacerlo, y muchas veces
no ser conscientes de
ello, cuando escribimos
o hablamos solemos
utilizar un lenguaje
sexista. No es fácil
utilizar un lenguaje no
sexista, ya que, algunas
palabras y algunas
frases son casi parte de
nuestro lenguaje y las
decimos o escribimos
"inconscientemente".
Aún así, y sobre todo cuando redactamos, podemos poner especial atención
en no cometer algunos errores de este tipo. Y es que, al igual que los
tiempos cambian, el lenguaje también debe cambiar y debe dejar de ser
sexista y machista.
¿Quién no ha escrito alguna vez algo sexista? Es decir, en vez de decir las
personas refugiadas, ha utilizado la palabra "los refugiados". Siempre que
se puede, se deben buscar términos apropiados para no caer en ese
lenguaje, pero tampoco hay que pasarse. Y es que, escribir o leer un texto
en el que se repite en todo momento "los y las refugiadas", puede resultar
algo pesado.
5. Recomendaciones para el castellano
A continuación te resumimos algunas recomendaciones que puedes seguir
para no utilizar el lenguaje sexista:
Utiliza términos neutrales o genéricos: profesorado en vez de profesores
y profesoras, alumnado en vez de alumnos y alumnas, infancia en vez de
niños y niñas, ciudadanía en vez de hombres y mujeres…
No utilices el sustantivo mujer como sinónimo de esposa
Utiliza nombres abstractos: alcaldía por alcalde, asesoría por asesor…
En documentos escritos, utiliza la barra "/": Sr./Sra, amigo/a...
No utilices el @rroba como símbolo lingüístico
Utiliza las dobles formas cuando te refieras a grupos mixtos: es decir,
premio a la mejor alumna o alumno…
Alterna el orden de los géneros: es decir, no tienes siempre que comenzar
con el género masculino. En vez de padres y madres, puedes utilizar madres
y padres.
Emplea el género femenino en los títulos académico y en las profesiones:
diplomada, licenciada, abogada, arquitecta…
Utiliza el verbo tener en vez de estar: tener interés en vez de estar
interesado...
Sustituye los artículos por indefinidos variables: cada participante en vez
de los participantes...
Utiliza quien o quienes: quienes participen en el festival en vez de los
participantes en el festival...
Da el mismo tratamiento a los hombres y a las mujeres: es decir, señor y
señora en vez de señor y señorita.
No utilices términos misóginos: coñazo, maruja...
No hay que olvidar, también, que existen algunas palabras que en el género
masculino tienen un significado y en el género femenino otro muy distinto.
En la mayoría de las ocasiones, el género femenino tienen connotaciones
despectivas. Aquí tienes algunos ejemplos:
Zorro: héroe justiciero Zorra: artesana del amor
Perro: mejor amigo del hombre Perra: lo mismo que zorra
Fulano: persona indeterminada o imaginaria Fulana: perra
Callejero: de la calle, urbano Callejera: fulana
Hombre público: personaje prominente,
Mujer pública: pues eso
funcionario público
Cojonudo: estupendo, magnífico, excelente Coñazo: insoportable
Matrimonio: conjunto de
Patrimonio: conjunto de bienes
males
Héroe: ídolo Heroína: droga
Atrevida: insolente, mal
Atrevido: osado, valiente
educada