1. Una araña estaba sentada afuera de su cabaña comiendo un plato de papas
asadas. "Una piña jugosa me ayudaría a pasar estas papas", dijo la araña. Se
dio unas palmaditas en su panza rechoncha, eructó y agregó: "Tengo tanta
hambre que hasta me comería un limón agrio."
Todos los animales de la tribu Ashanti sabían del enorme apetito de la araña. La
araña siempre era muy amigable con ellos, pero, a veces, podía ser una glotona.
Lo que más odiaba era compartir su comida.
En ese momento, la araña se moría de ganas de comer algo más. Sus
pensamientos sobre comida se interrumpieron al ver a una tortuga que caminaba
lentamente por el sendero de polvo que estaba frente a su cabaña. La araña
nunca había visto a la tortuga antes y por eso sentía ansias de hablar con
alguien nuevo.
"Bienvenida forastera", gritó la araña. "¿Qué haces por aquí?".
"Estoy de camino al sur, voy a visitar a mi primo", respondió la tortuga. La tortuga
había salido de su casa muy temprano esa mañana y había estado caminando
por muchas horas.
La araña hambrienta y
la tortuga
2. La araña podía ver que la tortuga estaba cansada. Ella sabía que debía invitar a
la tortuga a quedarse esa noche y que debía compartir su comida con ella. Eso
sería lo más cortés, pero su panza le estaba rogando que no lo hiciera. La araña
no quería tener que compartir su comida, pero se dio cuenta de que si no le
ofrecía a la viajera algún refrigerio, los otros animales se molestarían con ella.
En Ashanti, darle la espalda a un viajero era una de las peores cosas que uno
podía hacer. Sería una vergüenza para su tribu que ella desobedeciera su
costumbre de hospitalidad y dejara que la tortuga continuara su camino sin una
invitación.
Antes de cambiar de idea, la araña invitó rápidamente a la tortuga a cenar: "No
quiero ser descortés u ofenderte, claro que no, pero al paso que vas no llegarás
a la casa de tu primo a tiempo para el desayuno, menos aún para la cena.
¿Quieres acompañarme a comer? ¿Qué te parece un delicioso guiso de
pescado?”
La tortuga miró hacia abajo, vio sus pies hinchados y dijo: "Bueno, es cierto que
todavía me queda un largo trecho por recorrer. Gracias, araña. ¡Qué
generoso de tu parte!"
"No es ninguna molestia," dijo la araña. "Me gusta mucho tener invitados. Veo
que tus pies están polvorientos por el largo viaje y deben dolerte. ¿Por qué no
vas y los mojas en el río? El río está pasando la curva de la pista. Mientras tú te
refrescas, yo prepararé la cena."
"Suena estupendo," dijo encantada la tortuga. El agua fría se sentiría bien en
sus pies exhaustos. Además, ella estaba avergonzada de que sus pies
estuvieran tan sucios.
Imagen:
Dibujo de la tortuga con los pies hinchados mientras la araña cocina.
Descripción:
La figura muestra a la tortuga y a la araña; se ve un río a la distancia. Los pies de la tortuga están rojos e
hinchados. La araña está revolviendo la
comida en su olla.
El río estaba más lejos de lo
que esperaba la tortuga.
Cuando sumergió sus pies en
3. el agua fría que fluía, creyó oír el sonido de las papas al freírse en aceite
caliente. ¡Se sentía maravilloso! Sin embargo, la tortuga pronto recordó que
estaba muerta de hambre y se apuró por el sendero hacia la casa de la araña.
Cuanto más pensaba la tortuga en la cena más hambre tenía, y cuanto más
hambre tenía, más rápido iba. Pero el camino estaba lleno de polvo, y
los pies de la tortuga levantaron grandes nubes de polvo. El polvo se pegó en
sus pies y piernas mojados y cuando llegó a la casa de la araña parecía que la
habían remojado en chocolate.
La araña estaba inclinada sobre una olla muy grande de espaldas a la
tortuga. "¡Aaah! Aquellos pasos que oigo se mueven más lento que la melaza.
Debe ser mi amiga la tortuga. ¡Llegas justo a tiempo!", gritó la araña mientras se
volteaba a saludar a su invitada. Cuando la araña vio a la tortuga, dio un gran
salto. "¿De veras eres tú, querida tortuga? ¡Parece que te hubieras ido a nadar a
un charco de barro! La comida está lista, pero creo que tendrás que lavarte de
nuevo antes de que comamos."
La tortuga estaba más cansada que nunca y le
hubiera encantado sentarse y comer el delicioso
guiso, que olía tan bien… Pero, debido a
la generosa hospitalidad de la araña, no quería
ser descortés, así que se volteó
y regresó caminando lenta y cansada hacia el
sendero y el río. ¡No fue fácil! ¡La comida olía tan
bien! La tortuga trató de respirar por la boca para no oler la comida, pero,
igual su estómago estuvo haciendo ruidos y refunfuñando todo el camino.
La tortuga también hizo ruidos y refunfuñó (cuando tenía hambre podía ponerse
muy gruñona).
Fuente: http://leo.pucp.edu.pe/cuentos