1. ¡SÍ, SE PUEDE APRENDER!
Por Octavio J. Esqueda
La educación formal en las instituciones educativas ha dominado tanto el panorama de la educación que tenemos la
tendencia a equiparar nuestro desempeño en ella con nuestra habilidad para aprender. De esta manera, si un adulto
obtuvo buenas notas en la escuela, se asume que "sabe" cómo aprender y normalmente su disposición para hacerlo es
favorable.
Así, palabras como "estudio bíblico" o "escuela dominical" son percibidas positivamente por estas personas. Sin
embargo, si por el otro lado un adulto tuvo una mala experiencia en su vida escolar, si sus notas fueron generalmente
malas o incluso si no tuvo la oportunidad de estudiar formalmente, se asume que su capacidad de aprendizaje es
defectuosa y las palabras "estudio bíblico" o "escuela dominical" adquieren una connotación negativa.
De esta manera, es común observar la gran diferencia de interés que los adultos presentan a las actividades educativas
de las iglesias. En una ocasión participé en un viaje misionero de construcción en la que pude observar el cambio
radical de comportamiento e interés de parte de varios hombres con los que había compartido la clase de escuela
dominical por varios meses. Estos hombres adultos nunca habían abierto la boca durante las lecciones bíblicas y,
aunque asistían cada semana a la clase y eran amables, su postura mostraba claramente que se sentían fuera de su
ambiente natural. En ese corto viaje misionero, noté como ellos hablaban con entusiasmo, compartían alegremente
acerca de cómo usar sus herramientas y sus ideas para realizar el trabajo de la mejor forma. La diferencia en su actitud
no estaba relacionada con su vida espiritual o fervor cristiano sino a que no se sentían cómodos en el formato que se
usaba para estudiar la Palabra de Dios.
La necesidad primordial de un adulto para que esté motivado a aprender es sentirse competente para hacerlo. Esta
realidad es esencialmente importante para los hombres debido a su interés por sobresalir y, por lo tanto, el miedo a
fracasar. Un adulto que tuvo una buena experiencia en la escuela tiene una predisposición buena para el estudio bíblico
mientras que una persona con una experiencia desagradable necesita en primer lugar darse cuenta que sí puede
aprender. Por lo tanto, un maestro es principalmente un motivador para el aprendizaje.
Una teoría educativa afirma que cualquier persona es capaz de aprender cualquier cosa si se cumplen dos condiciones
básicas: se le da el tiempo necesario para hacerlo y la capacitación adecuada. Dios nos dejó su Palabra para que lo
conozcamos y así crezcamos en nuestra relación con él. Es a través de la Palabra de Dios que conocemos a Cristo. Así
que todos podemos estudiar y aprender de la Biblia. Para hacerlo es de gran ayuda que alguien nos guíe y nos enseñe
cómo hacerlo. De hecho, pienso que una de las funciones básicas de la escuela dominical o grupo de estudio bíblico es
enseñarles a las personas cómo aprender a estudiar la Biblia por sí mismos. Cuando un maestro se dedica
exclusivamente a dar información, por muy buena que ésta sea, en lugar de ayudar a crecer espiritualmente a sus
alumnos, impide su crecimiento. Dios desea comunicarse con cada uno de nosotros y que crezcamos en el
conocimiento y gracia de Jesucristo. Sí se puede hacerlo, pero como el etíope le comentó a Felipe en Hechos 8 "¿Y
cómo podré [entender] si alguno no me enseñare"? Y yo añadiría, "y además se toma el tiempo (como Felipe) para
enseñarme y me ayuda a descubrir las verdades bíblicas por mi mismo?"
Tomado de Baptist Press News: www.bpnews.net
Usado con el permiso del autor.
ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.