1. ¿CONOCER A DIOS?
Artículo escrito por: Edgar Hernández
LaLinfadelPacto.com
“Si ustedes realmente me conocieran,
conocerían también a mi Padre. Y ya desde este
momento lo conocen y lo han visto. Señor, dijo
Felipe, muéstranos al Padre y con eso nos basta.
¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya entre
ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha
visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: Muéstranos al Padre?” Juan 14:7-9
(NVI)
Cuando Jesús vino al mundo, nació como un hijo ilegítimo, ante los ojos de la sociedad, él
era el hijo de una mujer adúltera. El lugar en el que nació estaba rodeado de suciedad y
desperdicios de animales. Recién acababa de nacer y como si fuera una amenaza para su
nación, las autoridades lo estaban buscando para matarlo, provocando que su familia
huyera y se ocultara en un país extranjero.
Él nació en la pobreza y la desgracia, y vivió allí, en el barrio pobre conocido como Galilea,
donde vivía la clase baja de la nación, con sus acentos peculiares y la ropa hecha jirones.
Jesús podía relacionarse con los marginados, porque él era uno de ellos. Podía
relacionarse con los de mala reputación debido a que creció con una. Podía identificarse
con la desgracia, porque él la conocía de toda su vida.
Sin embargo, él hizo mucho más que solo crecer. Llegó para defender a todos los que
fueron despreciados. Para defender a todos los que han sido señalados por la sociedad y
la religión como algo indigno, sucio e inaceptable.
Jesús hizo más que salvar al mundo, le mostró los marginados del mundo que él está con
ellos. Mostró a los maltratados, a los incomprendidos y rechazados que Él se interpondrá
entre ellos y la gente religiosa que les quiere golpear y condenar con sus piedras y teología
exclusiva.
Nos mostró que tomaría los golpes de las piedras en nuestro lugar, claro, si hubiera alguno
que todavía se atreviera a lanzar la primera.
Jesús reveló la verdad acerca de Dios. Él es un incomprendido, y son los incomprendidos y
rechazados que son bienvenidos para hacer morada en Él. Es en este lugar que dejamos
de vernos tan diferentes los unos de los otros y empezamos a vernos como una sola
familia.
2. Jesús no vino a adoctrinarnos más bien vino a liberarnos. Vino a presentarnos a Dios. Nos
habló en parábolas para que nos detengamos y cuestionemos nuestra propia percepción
de Dios, cuál es su naturaleza, cómo funciona y cómo piensa Él de nosotros.
En realidad esta es la única manera de salir de la prisión en la que nos encontramos por
haber sido adoctrinados en una religión.
Seamos lo suficientemente valientes como para alejarnos de los guardias de la prisión que
nos exigen permanecer en la esclavitud religiosa y deja que tu vida sea un camino de fe y
un crecimiento en la gracia y el conocimiento de Dios con cada paso que das.
Más bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo. ¡A él sea la gloria ahora y para siempre! Amén.
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