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ÍNDICE

   Introducción...............................................................................................................2-4

      o     Ficha técnica ....................................................................................................... 3

      o     Sinopsis ............................................................................................................3-4

      o     Repercusiones ..................................................................................................... 4

   Contexto sociohistórico .............................................................................................4-8

   Contexto cinematográfico .......................................................................................8-11

   Análisis narrativo ...................................................................................................11-14

   Análisis temático ....................................................................................................14-21

      o     Alienación ....................................................................................................16-18

      o     Crisis socioeconómica: desempleo, pobreza y hambre ...............................18-19

      o     Resistencia y crítica al sonoro ......................................................................19-21

   Conclusión .................................................................................................................. 21

   Bibliografía .................................................................................................................. 22
INTRODUCCIÓN

      Ser totalmente objetivo al analizar cualquier película de Charles Chaplin es algo muy
difícil de conseguir. Y es que ya sea encarnando a su famosísimo personaje Charlot como hace,
entre otras, en El circo (1928), o interpretando un papel serio como el de cómico acabado en
Candilejas (1952); Chaplin siempre llega al corazón de los autores de este trabajo. Sin
embargo, vamos a intentar dejar de lado la devoción que sentimos por este inocente
vagabundo para centrarnos en un análisis de las características fílmicas de una de sus obras
más importantes: Tiempos Modernos (1936).

      Al margen de gustos puramente subjetivos, la elección de este filme tiene que ver, sobre
todo, con un aspecto que no todas las películas llegan a conseguir: la preservación en el
tiempo. Con esto, no sólo nos referimos a que, casi tres cuartos de siglo después del estreno
del filme, todavía nos siga produciendo las mismas carcajadas; sino a una cuestión que tiene
que ver más con el mensaje. El mensaje de Tiempos modernos sigue siendo válido a comienzos
del siglo XXI. Esto se ha demostrado más que nunca en estos momentos de crisis en los que se
han manifestado los mayores temores de esta sociedad: la pobreza, el hambre y el desempleo;
exactamente tres de los principales temas a los que alude Chaplin en su obra. La crítica
socioeconómica es algo muy presente en gran parte de la filmografía de Chaplin y aquí se hace,
si cabe, aún más evidente.

      Sin embargo, Tiempos Modernos no representa tan sólo un movimiento de resistencia
ante ese sistema capitalista que automatiza y aliena a los trabajadores, sino que también
refleja una profunda crítica a la evolución del cine. La película es un claro y constante discurso
en contra de las talkies, convirtiéndose en el mejor reflejo de esa resistencia del cine mudo
también encarnada por otros cineastas como René Clair, Griffith o Murnau.

      Podemos decir que nuestras motivaciones a la hora de elegir esta película son las
mismas que nuestras pretensiones a la hora de estudiarla. Es decir, nos hemos movido por ese
espíritu crítico, tanto social como conceptual, que nos muestra Chaplin, y por esa perpetuación
a lo largo del tiempo que ha conseguido su filme. Para ello atenderemos a cuestiones
históricas propias de los Estados Unidos en los años 30, prestando especial atención a las
consecuencias socioeconómicas que llevaron a la Gran Depresión; y llevaremos a cabo un
análisis de algunos de los títulos cinematográficos más importantes de la época, con especial
interés ante aquellos creadores que, como Chaplin, se negaron a filmar películas sonoras.
Centrándonos ya en la propia película, realizaremos un análisis narrativo, donde intentaremos
señalar, entre otras cosas, cómo son los personajes y qué representan; y un análisis temático,

                                                                                                2
donde trataremos de mostrar el modo en el que Chaplin nos representa determinados
aspectos tan relevantes en 1936 como hoy en día.

Ficha técnica

      Escrita, producida y dirigida por CHARLES CHAPLIN, con CARTER DE HAVEN y HENRY
BERGMAN como ayudantes de dirección. Fotografía de R.H. TOTHEROH e IRA MORGAN.
Música compuesta por CHARLES CHAPLIN. Dirección musical de ALFRED NEWMAN. Una
película de UNITED ARTISTS, estrenada el 4 de febrero de 1936. Duración: 85 minutos.
Reparto: Charles Chaplin, Paulette Godard, Henry Bergman, Chester Conklin, Stanley Sanford,
Hank Mann, Louis Natheaux, Allan García, Richard Alexander y Dr. Cecil Reynolds.

Sinopsis

      Charlot (Charles Chaplin) trabaja alienado en una fábrica de acero cuando sufre un brote
neurótico debido al frenético ritmo impuesto por las máquinas. En un baile surrealista, pasará
por los mismos engranajes de la sociedad de masas e intentará apretar las tuercas a todos los
que se encuentra por el camino. Finalmente, tras molestar a una señora en la calle es
arrestado por la policía y enviado a una instancia mental. Tras una semana de internamiento,
Charlot ha desconectado del tiempo moderno y se encuentra perdido, sin trabajo y, como
miles de americanos, sin futuro.

      El vagabundo, tan infortunado como siempre, es confundido con el líder de una revuelta
comunista y enviado a la cárcel. En su celda forcejeará con su gran compañero (Richard
Alexander) y parodiará los extremos de la propiedad privada en el sistema capitalista en torno
a una hogaza de pan. Sumido en los efectos de estupefacientes, Charlot ayudará a evitar un
motín, por lo que será recompensado con una celda individual, e indultado poco tiempo
después. Recuperada su libertad, decide volver a prisión, donde había vivido unas semanas de
felicidad, alejado de la sociedad.

      En su camino se cruzará con una joven huérfana (Paulette Godard) que había robado
una barra de pan para saciar su hambre. Después del intento fallido por exculpar a la chica,
Charlot decide disfrutar de una gran comilona y de su último puro (por primera vez no se
conformará con la última colilla), negándose a pagar y burlándose de la sociedad una vez más.
En el furgón policial coincide con la chica y ambos escapan. Aparcan sus desdichas para
imaginarse cómo sería su vida si se integraran en la sociedad y toman la decisión de hacerlo
juntos.


                                                                                            3
Charlot prueba numerosos trabajos —en la industria naviera; en unos grandes
almacenes; en una fábrica—, pero solo acaba triunfando en el mundo de la pantomima, como
camarero-cantante. Sin embargo, la fortuna le volverá a jugar una mala pasada ya que los
agentes de menores arrestan a la chica, acusada de vagancia. Una vez más, consiguen huir y se
reúnen de nuevo a un lado del sendero, donde la huérfana llora desesperada su sino. Charlot
le convencerá de que nunca hay que arrojar la toalla, sino seguir intentándolo. Y así se
marchan, juntos, hacia un nuevo amanecer.

Repercusiones

         La repercusión que tiene esta película en nuestros días es notable. Sirva de ejemplo que
fue utilizada como clausura del Festival de Cannes de 2003. Sus gags han pasado al imaginario
cinematográfico colectivo y sus críticas a la sociedad continúan vigentes. Sin embargo, la crítica
de 1936 difiere un tanto de la nuestra. Si bien reconocían la grandeza del material recién
estrenado, no percibían una crítica tan feroz:

                «La película es una brillante concatenación de gags y travesuras *…+ Su
         argumento no es tanto una punzante sátira contra el maquinismo como un
         recurso para explorar las nuevas posibilidades cómicas de las máquinas»
         (Thornton Delahanty, New York Post)1.

         Pese a ello, buena parte de culpa tuvo este filme para el posterior exilio forzado que
sufrió Chaplin, acusado de comunista. No obstante, el propio cineasta siempre negó el calado
crítico que se le ha atribuido a su película.

CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO

         El contexto sociohistórico de Tiempos modernos resulta un tanto complejo. No es ya lo
que sucedía en el mundo en 1936, sino que los temas tratados nos obligan a remontarnos a los
orígenes mismos de los Estados Unidos teniendo en cuenta, sobre todo, las características
particulares del nuevo país y los pasos que llevaron al Crash del 29.

         Las colonias en rebelión se encontraban en una inferioridad considerable respecto a
Gran Bretaña, por lo que su estrategia debía consistir en aguantar el máximo tiempo posible, a
la espera de alguna nación enemiga de Inglaterra. Los principales ideólogos independentistas
fueron Thomas Paine, John Adams y Thomas Jefferson, que redactó la Declaración de

1
    Todas las películas de Charlie Chaplin. Pág. 169


                                                                                                4
Independencia, aprobada por el Congreso el 4 de julio de 1776, fundando oficialmente los
Estados Unidos de América (EEUU). En 1783 se rubricaba el Tratado de París.

      Sin embargo, la nueva nación no había hecho más que inaugurar una etapa de
contratiempos: la época de la Confederación. Hubo miles de exiliados a causa de las terribles
represiones, la deuda pública era considerable, la inflación se descontroló; la confederación se
asemejaba más a una alianza internacional que a un sistema federal. La confluencia de
intereses y la falta de protección de un gobierno central amenazaban con un regreso al
imperialismo.

      No sería hasta 1787 que se iniciara un proceso constitutivo en el que sobresalieron
figuras intelectuales como James Madison, Charles Pinckney o Alexander Hamilton. El nuevo
gobierno tendría tres funciones —legislativa, judicial y ejecutiva— con la mayor separación
posible entre ellas. Así el poder legislativo corresponde al Congreso, el ejecutivo a la
presidencia y el judicial al Tribunal Supremo (TS). En cuanto al sistema de votación, la Cámara
de Representantes sería elegida por votación proporcional, mientras que en el Senado se
realizaría de forma representativa. Con la adhesión de New Hampshire en 1788, la
Constitución entraba en vigor pese a la indecisión de importantes estados como Nueva York o
Virginia. Ésta había proclamado en 1776 una amplia Carta de Derechos que se incorporarían a
la Constitución como las primeras diez Enmiendas en 1791. En 1789, George Washington se
convertía en el primer presidente de los EEUU.

      Estos primeros años fueron los que granjearon a EEUU la denominación de la tierra de la
libertad. Se celebraron elecciones frecuentes, se elevó el número de colegios electorales, se
firmaron diversas cartas de derechos fundamentales que pretendían desligarse de la herencia
británica, el Estado reconocía el derecho al libre ejercicio de la religión, algunos estados
llegaron a abolir la pena de muerte. Es decir, una liberalización de las leyes sin precedentes
hasta la fecha.

      Estos ideales se enmarcaban en una sociedad rural, pero las nuevas industrias y medios
de transportes iban a transformar todo el entramado urbano. El boom de la construcción trajo
consigo el efecto de la inmigración masiva. Todavía no existían los mecanismos necesarios para
manejar las grandes conurbaciones a las que se estaba dando lugar, por lo que entre 1830 y
1860 la sociedad estuvo marcada por repetidos estallidos de violencia urbana y política. Con
los conflictos de clase, surgieron las primeras organizaciones obreras, que se dejaban notar
más en épocas de recesión.



                                                                                              5
En 1865 se aprobaba la Decimotercera Enmienda, que prohibía la esclavitud. Sin
embargo, los estados sureños encontraron una vía de escape situando a los esclavos en
Códigos de negros, dando lugar a matanzas raciales y a la creación de grupos extremistas,
entre los que destacó el tristemente célebre Ku Klux Klan. Todos los avances parecían caer en
saco roto cuando, en 1878, la Ley de Posse Comitatus prohibía el uso de fuerzas militares para
hacer valer la ley, y en 1883 el TS anulaba la Ley sobre Derechos Civiles de 1875.

      Se daba rienda suelta al liberalismo con la cláusula constitucional que prohibía a los
gobiernos poner trabas a la libre contratación. Asimismo, se hizo una revisión de la
Decimocuarta Enmienda, interpretando la intromisión del gobierno en materia de empleo
como un atentado hacia los derechos civiles colectivos. Primaba la teoría del darwinismo
social, que postulaba que toda ayuda a los débiles era contraproducente para el sistema.
Fueron épocas de capitalismo pirata y de corruptelas empresariales y políticas; de grandes
inventos e inventores. Edison descubría el gramófono (1877), la luz eléctrica (1879) y el
cinetoscopio (1894); Graham Bell desarrollaba el teléfono (1876). En 1894, Henry Ford
construía su primer coche, el y en 1903 fundaba la Ford Motor Company con el novedoso
sistema de producción en cadena. Desde 1911 el proceso de producción se vio acelerado por
los nuevos principios de gestión científica formulados por Frederick Taylor. Se perfeccionó la
venta al por menor y se desarrollaron los espectáculos de masas como el béisbol. Las grandes
empresas se convertían en gigantescos cárteles y monopolios unidos bajo el lazo de holdings y
trusts. John Rockefeller marcaba el rumbo a seguir por los nuevos empresarios: despiadados
tiburones y generosos filántropos. La filosofía imperante rezaba: «El florecimiento de la rosa
americana en todo su esplendor sólo se puede conseguir sacrificando los tempranos brotes que
salen a su alrededor».2 Se sacrifica el sueño de la tierra de la libertad por el de la tierra del
crecimiento.

      En 1872 surge el Sindicato Nacional del Trabajo y en 1886, la Federación Americana del
Trabajo. Sin embargo, los poderes se enfrentaban al creciente sindicalismo y la mayoría de
asambleas parlamentarias no se oponía a la formación de fuerzas paramilitares por los propios
empresarios para controlar a sus trabajadores. Hubo fuertes represiones en todos los estados
y sectores: desde el ferroviario hasta el minero y desde Chicago hasta Idaho, pasando por los
disturbios en Colorado.




2
. Breve historia de Estados Unidos. Pág. 220.


                                                                                               6
EEUU entraba en el siglo XX como una de las mayores potencias industriales y la de
mayor proyección urbana. Como escribía Andrew Carnegie en 1886, «las viejas naciones de la
tierra avanzan a paso de tortuga. Nuestra República las adelanta con estruendo a la velocidad
de un express»3. Sin embargo, la sociedad se encontraba muy polarizada entre ricos y pobres y
se daba lugar a constantes conflictos violentos. En el periodo de entreguerras, EEUU forjó su
liderazgo mundial: la existencia de enemigos foráneos proporcionaba una base ideológica
conservadora que se limitaba a actuar en los conflictos exteriores en momentos puntuales e
ineludibles. Se identificó el radicalismo —socialistas, pacifistas, sindicalistas—, con la
subversión extranjera. 1919 fue el año de mayor agitación laboral y la violencia alcanzó su cota
máxima el Primero de Mayo. Hubo numerosos disturbios raciales bajo el pretexto laboral y los
conservadores aprovechaban el clima de violencia para llevar a cabo una represión masiva. El
TS se mostraba complaciente ante la eugenesia y el control de los “racialmente
incompetentes”. Nueva York desplazaba a Londres como centro financiero mundial. EEUU
rechazaba unirse a la Sociedad de Naciones e iniciaba dos décadas de aislacionismo.

          En los felices años veinte se trataba retornar a una tranquilidad social y homogeneidad
racial, con valores protestantes y rurales, de la mano del conservador Warren Harding. Se
instauró la Ley Seca en 1919 y se iniciaba un periodo de corrupciones policiales y crecimiento
del Sindicato del Crimen Organizado. El KKK recogía los valores WASP contrarios al catolicismo
y el nativismo alcanzaba nuevas cotas con la Ley de Inmigración de 1924. Una década, en
suma, caracterizada por un frívolo desprecio a la ética. Las condiciones económicas, empero,
eran óptimas. General Motors, Ford y Chrysler marcaban el paso y la aeronáutica y los
rascacielos hacían soñar al americano con alcanzar las estrellas.

          El 29 de octubre de 1929 se produjo el hundimiento del mercado bursátil, seguido de
una oleada de quiebras bancarias durante el año siguiente. La depresión se intensificó en 1932
y la influencia comunista crecía entre los desempleados, dando lugar a revueltas por el
desempleo y el hambre imperante. El lema fue «Lucha. No te mueras de hambre»4. La ruina
era general y acentuaba las tensiones regionales y los cambios estructurales en las industrias.

          En 1932, Franklin Delano Roosevelt comenzó a llevar a cabo propuestas para salvar la
economía en el marco del New Deal: se pretendía rescatar el sistema financiero. Apareció el
primer “organismo alfabético” para regular y supervisar el empleo. Un programa que incluía la

3
    Ibíd. [223]
4
    Ibíd. [274]


                                                                                                  7
Ley Federal sobre el Subsidio de Emergencia y la Ley Nacional de Recuperación Industrial. En
1935 se introdujo la Seguridad Social, la Ley del Impuesto sobre la Riqueza y la Administración
para el Progreso de las obras. La Ley Nacional sobre las Relaciones Laborales afirmaba el
derecho a formar organizaciones laborales. El nuevo paradigma keynesiano veía en el
intervencionismo la clave para la recuperación. El movimiento obrero extendía la
sindicalización por industrias como la del acero y el automóvil. La oleada de huelgas alcanzó su
apogeo en 1937. Pero los conservadores, desde el TS, derribaban sistemáticamente leyes y
organismos. La década de 1930 fue un periodo revolucionario en la sociedad estadounidense,
que iba recuperándose poco a poco del gran golpe del 29.

CONTEXTO CINEMATOGRÁFICO

        Tiempos Modernos data del año 1936, una época en la que las talkies estaban más que
instauradas y aceptadas y se consideraba al cine mudo como algo antiguo y desfasado. Tal y
como había hecho en 1931 con Luces de la ciudad, Chaplin sorprende a propios y extraños con
un filme a caballo entre el mudo y el sonoro. Determinados aspectos que analizaremos más
adelante hacen que no podamos catalogar esta obra como un paso de adaptación del director
al sonoro, sino como una profunda crítica a este nuevo cine que ya había invadido todo el
mundo. Podemos situar, por consiguiente, tanto a Tiempos Modernos como al propio Chaplin,
dentro de un movimiento de profunda resistencia al cine sonoro.

        En 1927 se filmó la primera película considerada sonora: El cantor de Jazz, de Alan
Crosland. La obra era, en esencia, un filme mudo con números musicales sonoros. Desde ese
momento, y sobre todo en 1928, el cine sonoro barrió por completo al mudo. Nos gustaría
detenernos aquí un instante puesto que hoy estamos viviendo, cinematográficamente, una
coyuntura idónea para entender aún mejor lo que supuso este cambio. El nacimiento del
sonido significó una mejora técnica que intentaba acercar el cine aún más a esa ilusión de
realidad que tanto le ha obsesionado desde sus comienzos; del mismo modo que, hoy el 3D
estereoscópico intenta que la imagen que reciba nuestro ojo sea lo más parecida posible a una
imagen real. Al igual que hoy existen detractores del 3D estereoscópico, en 1927 existían
opositores al cine sonoro, y Chaplin era uno de ellos.

        Sin embargo, no sólo Chaplin puso resistencia a la proliferación de este nuevo cine.
Importantes directores como René Clair, Griffith y Murnau también mostraron su descontento
con las talkies. La llegada del sonoro supuso la alteración del tejido tecnológico anterior y la
liquidación de las técnicas imperantes hasta entonces. Estos cineastas se consideraban los
creadores de un lenguaje que llevaba implícito una serie de códigos; y exigían continuar

                                                                                              8
hablando ese idioma. Para ellos, la introducción del sonoro supuso un fuerte contratiempo. La
llegada del nuevo avance técnico les obligaba a reestructurar ese código y, en definitiva, a
empezar de nuevo. Así, no es de extrañar que quienes habían logrado mayor dominio y
reconocimiento dentro del cine mudo, fuesen los que mayor resistencia opusieron al sonido.
En palabras de Javier Maqua «quien ha conseguido aprender a decir todo lo que quería decir
con cuatro palabras, considera perfectamente prescindible (…) la irrupción de una nueva»5.

           También los más afamados actores de la época fueron contrarios a esta implantación
puesto que suponía la reconstrucción del star system. En los años anteriores a 1927, no era
extraño que el sueldo del actor principal de un filme abarcase un 60% de los gastos previstos
en el presupuesto. La reconstrucción de este sistema supone la aparición de nuevos contratos
más cortos, en los que al actor se le obligaba a trabajar más horas diarias, y en los que se
reducía su sueldo. Industrialmente este nuevo avance técnico también supone un gran
cambio, puesto que favoreció la inversión en exhibición en detrimento de la producción,
debido a la necesidad de que las salas de cine incorporasen nuevos equipos y nuevas
comodidades acordes a las películas modernas.

           El teórico estadounidense Noël Burch, acuñador de los términos Modo de
Representación Primitivo e Institucional (MRP y MRI), también analizó años más tarde las
consecuencias de la irrupción del cine sonoro:

                  « (…) los intereses económicos que han determinado la súbita irrupción del
          sonoro interrumpieron el pleno desarrollo de un lenguaje mudo que acababa de
          entrar en su madurez (…). (El cine) Ha perdido también porque el logocentrismo de
          los inicios de los treinta desorientó y desanimó a toda una generación (…)
          abocados al silencio o a la trivialidad»6.

           Así, la llegada del sonido sincrónico dividió a los directores en dos grupos. El primero
(el mayoritario) está compuesto por los realizadores eminentemente comerciales que no se
opusieron a la inserción del nuevo cine, acostumbrados a respetar las normas impuestas desde
arriba. Tal es el caso de importantes directores como Ernst Lubitsch o Raoul Walsh. En el
segundo grupo se encontraban todos aquellos creadores que pusieron resistencia a la
inserción del sonoro. Dentro de este grupo se pueden realizar tres subdivisiones: quienes se
opusieron en un principio y terminaron adaptándose rápidamente, aquellos para los que el

5
    Historia General del Cine. Página 302.
6
    Ibíd. [299]


                                                                                                 9
cine sonoro supuso el fin de sus carreras y quienes lo rechazaron durante un período de
tiempo considerable y lograron subsistir.

           Uno de los integrantes en el primer subgrupo es el director francés René Clair.
Curiosamente éste fue uno de los mayores detractores del sonoro cuando se anunció su
llegada y uno de los que primero se pasó al “otro bando”. Su crítica a las talkies es más bien
una crítica a la industria: « (…) no es el invento del cine sonoro lo que nos asusta, es la
deplorable utilización que de él harán, sin duda, nuestros industriales»7. Así, René señala a la
industria como el origen de todos los males. Sin embargo, estas primeras pretensiones del
autor cambiaron al estrenarse su filme mudo Les Deux timides, a finales de 1928. La película
fue un completo descalabro económico y provocó que Clair aceptara la propuesta de los
estudios franco-germanos de la Tobis para realizar un breve filme sonoro. El producto
resultante de la unión fue el largometraje Bajo los tejados de París (1930), considerado por los
críticos de entonces como una de las primeras obras maestras del cine sonoro. Desde entonces
y hasta 1965, René Clair realizó 21 filmes sonoros más, entre los cuales, cabe destacar en este
trabajo Viva la Libertad (À nous la Liberté, 1931). Cuando se estrenó Tiempos Modernos en
1936, el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, propietario entonces de la Tobis,
demandó a la United Artist (productora de Tiempos Modernos) por plagio basándose en que
Chaplin había copiado la idea original de este filme de Clair. A pesar de que el director francés
no compartía esta opinión, la Tobis siguió insistiendo hasta que, más de una década después,
Chaplin indemnizó a la productora con una modesta suma de dinero.

           Los creadores que se encuentran en la segunda subdivisión son los más abundantes y,
de entre todos ellos, destacaremos a Griffith y Murnau.

            El caso de Griffith posiblemente sea el más llamativo. Y es que quien había logrado
desarrollar más el bautizado por Burch como MRP, no consiguió adaptarse al sonido y pasar así
al MRI. Desde 1908, Griffith se había esforzado por construir el lenguaje audiovisual tal y como
hoy lo conocemos y, súbitamente, la llegada del sonoro le sepultó en el olvido. El director
norteamericano intentó adaptarse al sonido mediante tres filmes hablados: Lady of Pavements
en 1929, Abraham Lincoln en 1930 y The Struggle en 1931. Sin embargo, las tres películas
fueron un fracaso de taquilla y crítica.

           La resistencia de Murnau ante el sonoro fue una de las más sólidas y extenuantes. La
irrupción del nuevo cine coincidió con el traslado del director alemán a Hollywood y con el

7
    Ibíd. [319]


                                                                                              10
estreno de una de sus obras más importantes: Amanecer (Sunrise, 1927). El rodaje de este
filme y la llegada del sonoro, supondrían el inicio de una relación escabrosa con la productora
Fox. Desde el principio, el director alemán se opuso a la inserción del sonido en sus filmes y
dejó clara su opinión sobre el futuro de este nuevo cine en el artículo “El cine ideal no necesita
rótulos” en 1928; donde exponía que, a pesar de que apareciesen nuevas formas de hacer
cine, el mudo “continuaría con identidad propia”8. Ese mismo año, Murnau rodó Four Devils
(hoy perdida) que, a pesar de las insistencias de la Fox, fue muda. La ruptura definitiva entre la
productora y el director se produjo a través del rodaje de El pan nuestro de cada día (Our daily
bread, 1934), también sonoro. En las salas de cine no adecuadas al sonoro se pasó el montaje
mudo de Murnau; sin embargo, en el resto de las salas, se exhibió la versión hablada bajo el
nombre de City Girl con secuencias rodadas por otros directores una vez fallecido Murnau.

           En la lista de directores que rechazaron durante largo tiempo el sonoro y luego
lograron subsistir a su inserción, se encuentra, casi en exclusiva, Charles Chaplin. Desde el
principio, el director se convirtió en el líder de la resistencia a las talkies llegando a declarar
que «ni por nada ni nadie trabajaré en una película sonora» ya que este tipo de cine «va a
retrasar en diez años la marcha del cinematógrafo»9. La resistencia de Chaplin ante el sonido
sincrónico comienza con el estreno de Luces de la ciudad, en 1931, que simplemente incluye
una banda sonora al celuloide y pequeños sonidos como el “doblaje” al alcalde de la ciudad en
la primera secuencia. El director hizo caso omiso de los distribuidores que le habían
aconsejado que el filme fuese sonoro en un momento en el que la innovación técnica causaba
furor, y decide estrenar la película por su cuenta y riesgo. El éxito no pudo ser más rotundo y la
película deja una recaudación cercana al medio millón de dólares en la sala del estreno. Su
siguiente película (Tiempos Modernos) posiblemente sea la que mejor represente esta
resistencia. La oposición a las talkies pasa a ser una constante durante toda la película,
convirtiéndose en uno de los temas principales dentro de la misma. El argumento más
significativo de Chaplin para expresar su oposición a la inserción del sonoro es que estas
películas «vienen a enterrar el arte más antiguo del mundo: el arte de la pantomima»10.
Precisamente a esa pantomima tan característica de su personaje es a lo que se aferra Chaplin
para rechazar las talkies. De hecho, no se deshará completamente de Charlot hasta que ruede
una película enteramente sonora (Monsieur Verdoux, 1947).


8
    Ibíd. [314]
9
    El cine cómico mudo: un caso poco hablado. Página 140.
10
     Historia General del Cine. Página 310.

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ANÁLISIS NARRATIVO

        Tiempos Modernos sigue una estructura clásica: introducción, nudo y desenlace. La
acción transcurre de manera lineal, durante unas tres semanas (atendiendo al tiempo que
pasa el personaje principal en la cárcel) en una gran ciudad de EEUU en 1935. Un pequeño
detalle nos sitúa temporalmente en este año: en el minuto 40, cuando la pareja escapa de las
autoridades, se puede observar un cartel publicitario que anuncia el nuevo Ford, donde
podemos ver impreso el año 1935. En el filme se intercalan escenarios tanto interiores como
exteriores y pertenece a un género que sería el correspondiente al de la sátira en la poesía, es
decir, una mezcla de comedia y crítica social.

        En la introducción, que abarca hasta el minuto 22, se presentan a los dos personajes
principales del filme. Estos son “un obrero” (Charles Chaplin) y “una muchacha” (Paulette
Goddard). Desde el principio ya se expone qué tema va a tratar el filme, qué van a representar
estos personajes y por lo que van a luchar: “Tiempos Modernos. Una historia sobre la industria,
la iniciativa individual y la cruzada de la humanidad en busca de la felicidad”. Para Chaplin,
felicidad y libertad son dos conceptos que caminan siempre de la mano. Esto es algo que se ve
en toda su filmografía y queda reflejado en su personaje Charlot. También en Tiempos
Modernos se va a dar esta dualidad, que se va a hacer presente desde los dos primeros planos
de la obra. Esta primera secuencia la compone un fundido encadenado entre un plano de un
rebaño de ovejas y unos trabajadores saliendo del metro en dirección a una fábrica. El mensaje
que quiere transmitir Chaplin con esta comparación es obvio: los obreros representan un
rebaño de ovejas que se deja guiar ciegamente por su pastor, el capitalismo. Sin embargo, tal y
como se nos muestra en el filme, en ese rebaño hay una oveja negra: Chaplin. El director se
sitúa a sí mismo y a su personaje en una postura de resistencia frente al sistema. Ser “la oveja
negra” siempre se ha considerado como algo negativo, pero en el contexto en el que nos lo
presenta Chaplin, ser la oveja negra es algo positivo porque significa ser libre. Charlot es ese
niño que se muestra torpe andando y corriendo; pero que, cuando se calza unos patines y
juega como un niño se vuelve tremendamente ágil.

        La manera de presentarnos al otro personaje principal también es significativa y está
muy ligada a otro de los temas constantes en el filme: el hambre. Minutos antes de la
aparición en pantalla de Paulette Goddard, en el despacho del director de la empresa, hemos
podido ver a éste leyendo un periódico en cuya contraportada se podía observar una tira
cómica de Tarzán. En el minuto 20 se nos muestra un plano de unos plátanos seguidos de un
primer plano de la muchacha. En un pequeño movimiento de cámara Chaplin ya nos ha


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presentado de una manera mucho más profunda de lo que a primera vista parece, a la futura
compañera del obrero. Además, en esta presentación del nuevo personaje, vemos constantes
referencias a Tarzán: el cuchillo en la boca, los plátanos y, sobre todo, la manera burlesca que
tiene la chica de comerse la fruta mirando al dueño del barco. La muchacha y su futuro
compañero, al igual que Tarzán, no encajan en esta nueva sociedad “moderna”. Ambos son
dos animales libres que deben luchar por sobrevivir.

        Esta disconformidad que sienten ambos personajes con la nueva sociedad
industrializada, se ve muy bien en la estancia del protagonista en la cárcel. Una vez más,
Chaplin recurre a Tarzán, para mostrarnos que sólo en un lugar alejado de la sociedad Charlot
se encuentra a gusto. Una vez apartado de ese nuevo mundo, el obrero encuentra tranquilidad
y serenidad y, cuando recibe la noticia de su “liberación”, el protagonista pregunta si no se
puede quedar más tiempo y hace lo que puede por volver.

        Otra secuencia donde se observa el vínculo del obrero con la necesidad de libertad y la
naturaleza es la que se muestra su trabajo en el puerto nada más salir de la cárcel. Su nuevo
jefe le enseña una cuña y le pide que le lleve otra igual. Sin embargo, Charlot es un ser de la
naturaleza, para él no hay dos personas, dos árboles o dos cuñas iguales. Es por esto que le es
imposible encontrar otra cuña igual y todas las que le muestra a su jefe son rechazadas por
éste. Este vínculo con la naturaleza y la individualidad se ve más claro cuando por fin
encuentra una calza semejante y manda al traste todo el trabajo avanzado al quitar la cuña
que mantenía el barco en tierra.

        Cuando nos encontramos en mitad de la película (minuto 40) tiene lugar un turning
point que decidirá la suerte de nuestros protagonistas. Ambos se encuentran en el furgón
policial camino de la cárcel. La joven, abatida por el hambre y desesperada tras la muerte de su
padre, intenta escapar. En el forcejeo se produce un accidente y el furgón vuelca. Charlot incita
a la muchacha a escapar y ella le invita a realizar juntos esa huída. Hasta este momento, los
dos personajes habían peleado por subsistir individualmente; sin embargo, a partir de ahora,
esta lucha por la supervivencia será conjunta. Además, la posición de los dos personajes con
respecto a la sociedad quedará remarcada en la escena inmediatamente posterior. Los dos
protagonistas caminan de la mano por un sendero flanqueado por árboles desnudos, tan
mortecinos como esta sociedad moderna. Es entonces cuando ambos se paran en este camino
por el que el capitalismo conduce a la sociedad y aparcan a un lado de la carretera para
imaginar su vida ideal.




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En esta escena se muestra perfectamente lo que ambos personajes representan.
Primero Charlot se ríe una vez más de la sociedad imitando a la “feliz” mujer que acaba de
despedir a su marido que se iba a trabajar. Es entonces cuando el protagonista se da un golpe
en la cabeza: el sistema castiga a quienes van en contra de él, que, para Chaplin, casi siempre
son los inocentes (como se muestra en la escena en la que le detienen al confundirle con un
líder comunista). Seguidamente, la pareja imagina cómo sería su vida ideal. Llama la atención
que, en ésta, todo es natural, nada está procesado ni “manchado” por la industrialización. La
manzana y las uvas que se come las extrae del árbol y, sobre todo, la leche que beben proviene
directamente de una vaca: en sus vidas ideales no existe ningún tiempo de “serialización” o de
proceso productivo.

           Es evidente el paralelismo existente entre esta escena en el camino y la última escena.
Al margen de la música (exactamente la misma) y que ambas se desarrollan en un
sendero/carretera, existe una cierta correlación entre las dos secuencias. Si la primera
representa un alto en el camino de la película y de la sociedad, la segunda significa la
continuación de este camino. Si en la primera se paran en el sendero para tener un momento
de fantasía, en la segunda ambos personajes ya han comprobado que esa vida es imposible. Si
en la primera se representa la unión de estos personajes, la segunda nos dejará claro que esa
unión es irrompible y que el sendero hacia la supervivencia es un camino que van a recorrer
juntos.

ANÁLISIS TEMÁTICO

           Encontramos una lectura común de resistencia a la hora de analizar Tiempos
modernos. Por un lado, la industrialización y mecanización que derivará en la alienación del
trabajador, su desempleo y la consiguiente pobreza y hambre de la población; y, por otro, la
resistencia y burla de Chaplin hacia el sonoro. Se trata de un hacha de doble filo: la resistencia
al sonoro es una crítica a la industrialización y ésta es, a su vez, una crítica al sonoro.

           Se entiende por Revolución Industrial «la aparición en Inglaterra, entre los años 1760
y 1832, de una serie de inventos técnicos que iban a modificar las condiciones de la producción
en varias ramas de la Industria»11. El objetivo era producir más en mucho menos tiempo y con
un coste mucho menor. Dentro del progresivo proceso de industrialización podemos distinguir
dos etapas principales. La primera, ya mencionada, fue la era del vapor, del algodón, del



11
     BARRE, R. Economía política. Pág. 65


                                                                                               14
carbón y del ferrocarril; la segunda, entre 1885 y 1914, se basa en el petróleo, la electricidad,
el automóvil y la industria química.

        Las características básicas de la Revolución son: un progresivo mecanicismo que
redujo un gran número de puestos de trabajo; innovaciones técnicas y descubrimiento de
nuevas fuentes de energía altamente contaminantes; la concentración y el hacinamiento de
los obreros en barrios y fábricas insalubres, sometidos a frenéticos ritmos de producción; la
aparición de la división del trabajo; y la concentración de capitales en unas pocas manos.

      La industrialización se extendió rápidamente desde Inglaterra por el continente
europeo, EEUU y Japón. En Europa, las primeras naciones en industrializarse fueron Bélgica,
Francia y Alemania. Esta última se convirtió en la impulsora de las novedades en el último
tercio de siglo. En EEUU el proceso comenzó en la mecanización de extensas áreas de cultivo,
posteriormente grandes fábricas y, sobre todo, un gran número de inventos. La extensión en el
Japón Meiji se centraba en la industria pesada. La semilla de la enorme diferencia entre países
estaba germinando, dividiendo el mundo entero en dos grupos y favoreciendo la globalización
gracias al boom de los transportes.

      La segunda revolución industrial vino impulsada desde Alemania y EEUU. Es conocida
como la etapa del gran capitalismo, que albergaba nuevos sectores y fuentes de energía como
la electricidad, el petróleo, el gas natural, el motor de combustión interna, el acero que
permitió la era del automóvil y la industria química. Estos descubrimientos propiciaron un
crecimiento sostenido del sector servicios, con un notable desarrollo del sector publicitario.
Las políticas adoptadas tendían al proteccionismo y la concentración empresarial impulsaba la
sociedad. Los trabajadores artesanales fueron sustituidos por obreros poco cualificados y poco
instruidos; los maestros de taller, por ingenieros, ejecutivos y contables.

      La industrialización hizo progresar enormemente la sociedad tal y como la conocemos,
pero a costa de miles de obreros. Tal y como muestra Chaplin en la escena en la que el obrero
es alimentado por una máquina, el sometimiento a ellas es total. Y el sistema, aunque al
principio funciona y parece infalible, puede provocar graves daños. El primero de ellos es la
desnaturalización de la humanidad. Algo que podemos deducir también de la escena en la
que Chaplin se encuentra tomando té con la mujer del pastor. El té, un producto natural,
puede causar daños en un sistema totalmente mecanizado. Un sistema tan falso como el
queso emmenthal que Chaplin “fabrica” en la cocina del restaurante.




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Una sociedad capitalista obsesionada con los tiempos, en la que el reloj se ha convertido
en el eje central de la vida. Una sociedad de la que, si quedas al margen, luego resulta casi
imposible recuperar el tiempo perdido, tal y como le pasaba a Charlot cuando sale de la
institución mental (y que nos remarca con una sucesión de imágenes en ángulo aberrante de
automóviles y máquinas). Pero, sobre todo, el desfase temporal es la razón que se esconde
tras la firme decisión de volver a la cárcel, donde ha vivido unas semanas tranquilas y felices,
aislado del mundo exterior. El hombre moderno habita en el presente absoluto más que en
un lugar, y si le arrancamos de su tiempo, le convertimos en un indigente. Un cambio social
que se verá reflejado en el mismo lenguaje de los intertítulos: «The minister and his wife PAY
their weekly visit» (el pastor y su mujer realizan su visita semanal) y «This letter will help you to
GET work. Now MAKE good» (esta carta le ayudará a obtener trabajo. Ahora, pórtese bien).

Alienación

           Una de las peores consecuencias, y que más es mostrada a lo largo de la película, es la
alienación del trabajador. Para Marx, «El hombre es, en el sentido más literal de la palabra, no
solo un animal social, sino un animal que únicamente en sociedad puede convertirse en
individuo»12. El progreso o fracaso y la misma concepción del hombre guardan un estrecho
vínculo con la sociedad en la que se inscribe.

           La división del trabajo trae un obrero menos cualificado y más dependiente. La unión
entre individuo y naturaleza queda disuelta en la medida en que la iniciativa personal se ve
coartada. El hombre ya no es poseedor de sus propios productos, por lo que ha perdido la
actividad que le convierte, propiamente dicho, en hombre; lo que queda del individuo se ha
convertido en un remanente, en una abstracción. Pierde sus particularidades a favor de una
homogeneidad y simplificación en distintas categorías.

           El trabajador se niega en un trabajo que le es impuesto. Su actividad productiva «No es
pues, la satisfacción de una necesidad, sino simplemente un medio de satisfacer necesidades
externas a él»13. El trabajo mortifica el cuerpo y arruina la mente del proletariado; no permite
al trabajador desarrollar todas sus capacidades. En vez de desarrollar su potencial, el
capitalismo consume las capacidades del individuo, se convierte en un mero apéndice de la
máquina. Su ignorancia, escasa fuerza de voluntad y rigidez mental aumentan de forma
exponencial. «Si su propia actividad es para él una actividad forzada, la considera como si

12
     MARX, Karl. Political economy. Pág. 268
13
     MARX, Karl. Manuscripts of 1844. Pág.72


                                                                                                  16
fuera una actividad realizada para servir a otro hombre, bajo su dominio, su coacción y su
yugo»14. Y ese otro hombre es el capitalista, el que determina la forma que tomará el trabajo,
su intensidad, duración y magnitud.

            El obrero se enfrenta al capitalista en unas condiciones ya pactadas. Mientras que el
capitalista puede tratarlo con indiferencia, el rencor del obrero no hace más que mostrar su
debilidad. Pero el capitalista también se encuentra alienado. Su papel en su propia alienación
es pasivo ya que se limita a incrementar o reducir el trabajo de otro, su actividad práctica no
existe. Sus decisiones están subyugadas a los designios del mercado. Los mayores réditos
obtenidos encuentran como oposición el deseo de acumular más riquezas. Se caracteriza por
la codicia que motiva sus acciones, la crueldad en el trato al obrero y la hipocresía como
enmascaramiento de cara a la sociedad.

            Una frialdad muy presente en la figura del propietario de la fábrica (Al Ernest García).
Cuando su obrero es “atacado” por la máquina para comer, en ningún momento se preocupa
por él, sino que se limita a decir “No es práctico”. Eso es lo único que le interesa, la efectividad.
Pero él no se involucra en la producción sino que se limita a mandar órdenes sentado en su
sillón. Sin embargo, son unos mandatos externos a él, no salen de su propia voz. Él no tiene
voz propia. Sus mandatos serán siempre escuchados a través de sistemas mecánicos.

            El hombre deja su huella imborrable en el producto, pone su vida en el producto; su
vida es su producto. Pero ahora el producto no le pertenece y no se encuentra capacitado para
distinguirlo. Ahora, el hombre se encuentra perdido para sí mismo. «Cuanto más produce el
obrero, menos tiene para consumir»15, pues no está autorizado a echar mano de lo que él
mismo ha producido. La vida que ha puesto en el objeto nunca más va a volverle, «el capital es
independiente y tiene individualidad en tanto que la persona viva es dependiente y carece de
toda individualidad»16.

            La propiedad privada es la expresión del trabajo alienado, abarca todos los productos
de la sociedad capitalista y encuentra su origen en la división del trabajo material e intelectual,
con el surgimiento de las ciudades. En ese momento se empieza a producir más de lo
necesario para la subsistencia, y este excedente crea la necesidad de nuevos excedentes


14
     Ibíd. [79]
15
     Ibíd. [69, 71]
16
     MARX, Karl. Communist manifesto. Pág. 34


                                                                                                  17
llevando a la sociedad de la abundancia, en la que no abundan medios para satisfacer las
numerosas necesidades que han surgido. La emancipación del proletariado es la forma política
de la abolición de la propiedad privada.

        Esta alienación del trabajador se encuentra presente a lo largo de toda la película,
destacando los pequeños detalles. Desde la escena inicial que identifica la masa social con un
rebaño de ovejas, pasando por otros fogonazos que nos mostrarán la mecanización social.
Charlot, en pleno brote neurótico, se encuentra tan industrializado que no se le olvidará fichar
aún cuando esté huyendo de la policía. Pero el protagonista es una oveja negra, el único capaz
de utilizar las máquinas para lograr su objetivo de una forma totalmente autónoma, tal y como
hará en la escena del baile mecánico, cuando sus compañeros no sean capaces de detenerle
debido, precisamente, a que ellos forman parte integrante de los engranajes de la
máquina/sociedad. Una mecanización que llega al extremo de detener toda actividad a la hora
de la comida, aunque nos encontremos encajados en los engranajes de una máquina. Por otro
lado, el que en distintos fragmentos del filme aparezca drogado y borracho sugiere el
aturdimiento que produce el capitalismo sobre el proletariado. El dilema de la propiedad
privada es ironizado en una cómica escena en la que Chaplin se disputa con su compañero de
celda (Richard Alexander), el pedazo de pan. Ambos podrían compartirlo, pero la sociedad les
insta a competir.

        Mención aparte merece la escena en la que Charlie recibe su libertad. No se trata ya
sólo de las líneas verticales que atraviesan constantemente a todos y cada uno de los
personajes, sino que se muestra la libertad personal reducida a cenizas. Es significativo que el
sheriff reciba la orden de comunicar el indulto a Charlie de una radio, de la sociedad de masas.
Es la sociedad la que pone en funcionamiento al funcionario, que, a su vez, manda llamar a un
simple número: el número siete.

Crisis socioeconómica: desempleo, pobreza y hambre

        Como hemos visto en el contexto sociohistórico, EEUU se encontraba al borde del
cataclismo tras el crash del 29. Además de los altos índices de desempleo a los que se alude a
lo largo del filme, las numerosas huelgas mostradas y los fracasos laborales sufridos por
Charlot, la situación del momento es mostrada en una bella metáfora visual.

        Nos encontramos al nuevo conserje de unos grandes almacenes jugando con la
huérfana en patines. Chaplin se venda los ojos y empieza a dar vueltas acercándose cada vez
más y un considerable número de veces, a un precipicio. Cuando la huérfana lo ve, acude para


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informarle del peligro. En ese momento, Charlot empieza a resbalarse y está a punto de caerse
por el precipicio. Pues bien, postulamos que Charlot es la misma sociedad estadounidense que
se acerca al borde de la quiebra sin darse cuenta de ello, a ciegas, en los felices años veinte.
Cuando percibe la situación se produce una crisis de confianza en la que la economía empieza
a patinar y está a punto de caerse al vacío.

        Nos llama la atención de forma especial la similitud entre la última frase de Charlot y
uno de los lemas mencionados previamente. Cuando la huérfana se derrumba, Charlie le lanza
el siguiente mensaje: “Buck up: never say die; we’ll get along” (Anímate: nunca digas basta;
saldremos adelante). Obviamente, la primera parte de la frase tiene la misma estructura que
“Lucha, no te mueras de hambre”.

        El desempleo llevó a una situación precaria de pobreza y hambre. Una pobreza que
vemos reflejada en la casa en la que habitan la huérfana y Chaplin. Una casa que se cae por
todos lados, a la que sólo unos cuantos parches mantienen en pie, como pasaba con la
sociedad estadounidense. En cuanto quitabas una escoba de allí, el techo se desplomaba

        Una pobreza que lleva a terribles hambrunas. El hambre está presente a lo largo de
todo el filme en forma de los alimentos básicos. O más bien, a través de su ausencia. Con el
pan se conocerán el vagabundo y la huérfana; con fruta natural, leche de vaca sin ordeñar (sin
tratar industrialmente), carne en la sartén y pan en el fondo del plano soñarán su vida ideal.
Pero, sobre todo, una situación que se refleja en el robo a los grandes almacenes. Los que en
un principio se nos manifestaban como ladrones, se nos presentan a continuación,
simplemente, como hambrientos.

Resistencia y crítica al sonoro

        Ya hemos hablado con anterioridad sobre la oposición de Chaplin y otros importantes
directores a la inserción del cine sonoro. Nos proponemos ahora ver cómo defiende el cine
mudo el director en Tiempos Modernos y por qué consideramos este filme como la máxima
expresión de esa resistencia. Y es que al margen de lo significante que resulta realizar una
película “muda” nueve años después del primer filme sonoro, determinados aspectos dentro
del mismo reflejan una profunda crítica a este nuevo cine.

        La película no es enteramente muda, simplemente es una película sin palabras. Es
decir, constantemente oímos “sonidos recursos” como el que emiten las máquinas al ser
manipuladas, el sonido de la electricidad en las pantallas, el que produce la máquina de comer
(en especial la sección de la mazorca de maíz) o el que oímos al descorchar la botella de

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champán en los grandes almacenes. Además, cabe destacar que, al igual que en otras películas
anteriores como Luces de la Ciudad (City Lights, 1931), la película incorpora una banda sonora
en el celuloide compuesta por el propio Chaplin. Con esto vemos cómo el director se
aprovecha de algunas de posibilidades técnicas que le brida el sonido, pero sin aniquilar el
lenguaje propio del mudo y de su personaje: el lenguaje corporal, el lenguaje de la pantomima.
Y es que, como bien dice Chaplin a través de Paulette Goddard hacia el final del filme cuando
ésta ve que Charlot ha perdido la letra de la canción, “never mind the words” (no importan las
palabras).

        Cabe destacar también como crítica al sonoro (y a la industrialización) que nunca
escucharemos claramente las palabras de alguien “en directo”; toda palabra hablada que
oímos en el filme viene a través de aparatos o está procesada por algún tipo de máquina. Un
buen ejemplo de esto es la presentación que le hacen al director de la empresa de la
“alimentadora”. A no ser que el inventor sea mudo, la explicación del funcionamiento de la
máquina la podría haber hecho él mismo; pero la explicación la relata una grabación de la
“Sales Talk Transcription Co.” mientras el inventor se cruza de brazos. Hay que señalar que el
autor de la grabación se identifica a sí mismo como “el vendedor mecánico”, un símbolo más
de esa crítica al sonoro que va irremediablemente unida a una profunda crítica a la
industrialización.

        Sin embargo, donde mejor se ve esa crítica al sonoro es en la escena del music hall.
Aquí hay que señalar que, con esta secuencia, la mayoría de los seguidores de Chaplin
escucharon por primera vez su voz. En 1936, el actor/director/productor/músico (en definitiva,
el artista) era mundialmente conocido y la puesta de largo de su voz no podía ser simple. Para
esta “presentación” Chaplin recurre a un music hall, un espectáculo donde dio sus primeros
pasos como actor en la Inglaterra victoriana, donde este tipo de espectáculo «se había
convertido en una institución de carácter casi nacional»17. Además, cabe destacar que tanto su
padre como su madre actuaban en este tipo de espectáculo. Así, cuando todo el mundo está
esperando a oír por primera vez la voz del artista, a modo de mofa y casi como un
divertimento propio, Chaplin retrasa esta presentación buscando los puños de la camisa donde
se había apuntado la letra, ya que, como él mismo había dicho anteriormente en un claro
guiño “se me olvidan las palabras”. Y cuando por fin escuchamos la voz del artista, ¿qué dice?
Absolutamente nada. Comienza a cantar una singular canción en un idioma mezcla entre

17
  Mabel Izcovich, especialista en music hall. En BONET, Lluís; Cine cómico mudo: un caso poco hablado;
T&B editores; Madrid, 2003


                                                                                                    20
italiano y francés que el propio actor improvisó. Algo similar a lo que realizó en el discurso de
Hinkel, el dictador de Tomania, en El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940). Con esto,
Chaplin deja clara su postura ante las talkies, remarcando que no sólo con palabras se puede
transmitir un mensaje.

CONCLUSIÓN

    Para concluir este trabajo, nos planteamos analizar la última escena como resumen
simbólico de lo que Chaplin quiso transmitir. Pese a que numerosos críticos han visto en
Tiempos Modernos un feroz ataque al capitalismo, el propio director se afanó en desmentir
este postulado. Ciertamente, dentro de la crítica realizada por el artista, encontramos un
mensaje optimista de resistencia y supervivencia en un sistema en el que la búsqueda de la
felicidad es posible.

    Sólo de ésta forma podemos entender la decisión de Chaplin de no incluir el final en el que
vemos que, al regresar Charlot de la cárcel, la huérfana se ha convertido en monja. Al margen
de valoraciones subjetivas, no se puede negar que la conclusión elegida por el director a favor
del happy end remarca este mensaje esperanzador que el artista se esfuerza por transmitir. A
pesar de estar ante una comedia, la película es eminentemente pesimista, por lo que el final
feliz se vuelve necesario.

    Por tanto, nos encontramos ante un final similar al de otras películas del director, en el
que vemos a Charlot alejándose de espaldas a la cámara. Sin embargo, algo ha cambiado. Si en
las anteriores el vagabundo, marcado por el infortunio, se marchaba solo; en Tiempos
Modernos lo hará acompañado por su compañera hacia un nuevo amanecer. Mientras que al
espectador se le quedan grabadas en la retina las palabras «Saldremos adelante».

    De esta forma, Tiempos Modernos simboliza el adiós a Charlot y significa la última película
muda de Chaplin. No obstante, habrá momentos en El Gran Dictador en los que el barbero
judío nos recuerde al popular vagabundo con un humor que sigue siendo mudo, es decir, una
pantomima.




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del cine clásico. Tomo 1. Barcelona: RBA, 1994. 191 páginas. ISBN: 84-473-0465-5.

OLLMAN, Bertell. Alienación: Marx y su concepción del hombre en la sociedad capitalista.
Buenos Aires: AMORRORTU EDITORES, 1973. 300 páginas. CDU: 141.44.

SÁNCHEZ PEREZ, Francisco. Historia del mundeo contemporáneo. Madrid: OXFORD UNIVERSITY
PRESS ESPAÑA S.A, 2002. 407 Páginas. ISBN: 84-8104-452-0.




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  • 1. ÍNDICE Introducción...............................................................................................................2-4 o Ficha técnica ....................................................................................................... 3 o Sinopsis ............................................................................................................3-4 o Repercusiones ..................................................................................................... 4 Contexto sociohistórico .............................................................................................4-8 Contexto cinematográfico .......................................................................................8-11 Análisis narrativo ...................................................................................................11-14 Análisis temático ....................................................................................................14-21 o Alienación ....................................................................................................16-18 o Crisis socioeconómica: desempleo, pobreza y hambre ...............................18-19 o Resistencia y crítica al sonoro ......................................................................19-21 Conclusión .................................................................................................................. 21 Bibliografía .................................................................................................................. 22
  • 2. INTRODUCCIÓN Ser totalmente objetivo al analizar cualquier película de Charles Chaplin es algo muy difícil de conseguir. Y es que ya sea encarnando a su famosísimo personaje Charlot como hace, entre otras, en El circo (1928), o interpretando un papel serio como el de cómico acabado en Candilejas (1952); Chaplin siempre llega al corazón de los autores de este trabajo. Sin embargo, vamos a intentar dejar de lado la devoción que sentimos por este inocente vagabundo para centrarnos en un análisis de las características fílmicas de una de sus obras más importantes: Tiempos Modernos (1936). Al margen de gustos puramente subjetivos, la elección de este filme tiene que ver, sobre todo, con un aspecto que no todas las películas llegan a conseguir: la preservación en el tiempo. Con esto, no sólo nos referimos a que, casi tres cuartos de siglo después del estreno del filme, todavía nos siga produciendo las mismas carcajadas; sino a una cuestión que tiene que ver más con el mensaje. El mensaje de Tiempos modernos sigue siendo válido a comienzos del siglo XXI. Esto se ha demostrado más que nunca en estos momentos de crisis en los que se han manifestado los mayores temores de esta sociedad: la pobreza, el hambre y el desempleo; exactamente tres de los principales temas a los que alude Chaplin en su obra. La crítica socioeconómica es algo muy presente en gran parte de la filmografía de Chaplin y aquí se hace, si cabe, aún más evidente. Sin embargo, Tiempos Modernos no representa tan sólo un movimiento de resistencia ante ese sistema capitalista que automatiza y aliena a los trabajadores, sino que también refleja una profunda crítica a la evolución del cine. La película es un claro y constante discurso en contra de las talkies, convirtiéndose en el mejor reflejo de esa resistencia del cine mudo también encarnada por otros cineastas como René Clair, Griffith o Murnau. Podemos decir que nuestras motivaciones a la hora de elegir esta película son las mismas que nuestras pretensiones a la hora de estudiarla. Es decir, nos hemos movido por ese espíritu crítico, tanto social como conceptual, que nos muestra Chaplin, y por esa perpetuación a lo largo del tiempo que ha conseguido su filme. Para ello atenderemos a cuestiones históricas propias de los Estados Unidos en los años 30, prestando especial atención a las consecuencias socioeconómicas que llevaron a la Gran Depresión; y llevaremos a cabo un análisis de algunos de los títulos cinematográficos más importantes de la época, con especial interés ante aquellos creadores que, como Chaplin, se negaron a filmar películas sonoras. Centrándonos ya en la propia película, realizaremos un análisis narrativo, donde intentaremos señalar, entre otras cosas, cómo son los personajes y qué representan; y un análisis temático, 2
  • 3. donde trataremos de mostrar el modo en el que Chaplin nos representa determinados aspectos tan relevantes en 1936 como hoy en día. Ficha técnica Escrita, producida y dirigida por CHARLES CHAPLIN, con CARTER DE HAVEN y HENRY BERGMAN como ayudantes de dirección. Fotografía de R.H. TOTHEROH e IRA MORGAN. Música compuesta por CHARLES CHAPLIN. Dirección musical de ALFRED NEWMAN. Una película de UNITED ARTISTS, estrenada el 4 de febrero de 1936. Duración: 85 minutos. Reparto: Charles Chaplin, Paulette Godard, Henry Bergman, Chester Conklin, Stanley Sanford, Hank Mann, Louis Natheaux, Allan García, Richard Alexander y Dr. Cecil Reynolds. Sinopsis Charlot (Charles Chaplin) trabaja alienado en una fábrica de acero cuando sufre un brote neurótico debido al frenético ritmo impuesto por las máquinas. En un baile surrealista, pasará por los mismos engranajes de la sociedad de masas e intentará apretar las tuercas a todos los que se encuentra por el camino. Finalmente, tras molestar a una señora en la calle es arrestado por la policía y enviado a una instancia mental. Tras una semana de internamiento, Charlot ha desconectado del tiempo moderno y se encuentra perdido, sin trabajo y, como miles de americanos, sin futuro. El vagabundo, tan infortunado como siempre, es confundido con el líder de una revuelta comunista y enviado a la cárcel. En su celda forcejeará con su gran compañero (Richard Alexander) y parodiará los extremos de la propiedad privada en el sistema capitalista en torno a una hogaza de pan. Sumido en los efectos de estupefacientes, Charlot ayudará a evitar un motín, por lo que será recompensado con una celda individual, e indultado poco tiempo después. Recuperada su libertad, decide volver a prisión, donde había vivido unas semanas de felicidad, alejado de la sociedad. En su camino se cruzará con una joven huérfana (Paulette Godard) que había robado una barra de pan para saciar su hambre. Después del intento fallido por exculpar a la chica, Charlot decide disfrutar de una gran comilona y de su último puro (por primera vez no se conformará con la última colilla), negándose a pagar y burlándose de la sociedad una vez más. En el furgón policial coincide con la chica y ambos escapan. Aparcan sus desdichas para imaginarse cómo sería su vida si se integraran en la sociedad y toman la decisión de hacerlo juntos. 3
  • 4. Charlot prueba numerosos trabajos —en la industria naviera; en unos grandes almacenes; en una fábrica—, pero solo acaba triunfando en el mundo de la pantomima, como camarero-cantante. Sin embargo, la fortuna le volverá a jugar una mala pasada ya que los agentes de menores arrestan a la chica, acusada de vagancia. Una vez más, consiguen huir y se reúnen de nuevo a un lado del sendero, donde la huérfana llora desesperada su sino. Charlot le convencerá de que nunca hay que arrojar la toalla, sino seguir intentándolo. Y así se marchan, juntos, hacia un nuevo amanecer. Repercusiones La repercusión que tiene esta película en nuestros días es notable. Sirva de ejemplo que fue utilizada como clausura del Festival de Cannes de 2003. Sus gags han pasado al imaginario cinematográfico colectivo y sus críticas a la sociedad continúan vigentes. Sin embargo, la crítica de 1936 difiere un tanto de la nuestra. Si bien reconocían la grandeza del material recién estrenado, no percibían una crítica tan feroz: «La película es una brillante concatenación de gags y travesuras *…+ Su argumento no es tanto una punzante sátira contra el maquinismo como un recurso para explorar las nuevas posibilidades cómicas de las máquinas» (Thornton Delahanty, New York Post)1. Pese a ello, buena parte de culpa tuvo este filme para el posterior exilio forzado que sufrió Chaplin, acusado de comunista. No obstante, el propio cineasta siempre negó el calado crítico que se le ha atribuido a su película. CONTEXTO SOCIOHISTÓRICO El contexto sociohistórico de Tiempos modernos resulta un tanto complejo. No es ya lo que sucedía en el mundo en 1936, sino que los temas tratados nos obligan a remontarnos a los orígenes mismos de los Estados Unidos teniendo en cuenta, sobre todo, las características particulares del nuevo país y los pasos que llevaron al Crash del 29. Las colonias en rebelión se encontraban en una inferioridad considerable respecto a Gran Bretaña, por lo que su estrategia debía consistir en aguantar el máximo tiempo posible, a la espera de alguna nación enemiga de Inglaterra. Los principales ideólogos independentistas fueron Thomas Paine, John Adams y Thomas Jefferson, que redactó la Declaración de 1 Todas las películas de Charlie Chaplin. Pág. 169 4
  • 5. Independencia, aprobada por el Congreso el 4 de julio de 1776, fundando oficialmente los Estados Unidos de América (EEUU). En 1783 se rubricaba el Tratado de París. Sin embargo, la nueva nación no había hecho más que inaugurar una etapa de contratiempos: la época de la Confederación. Hubo miles de exiliados a causa de las terribles represiones, la deuda pública era considerable, la inflación se descontroló; la confederación se asemejaba más a una alianza internacional que a un sistema federal. La confluencia de intereses y la falta de protección de un gobierno central amenazaban con un regreso al imperialismo. No sería hasta 1787 que se iniciara un proceso constitutivo en el que sobresalieron figuras intelectuales como James Madison, Charles Pinckney o Alexander Hamilton. El nuevo gobierno tendría tres funciones —legislativa, judicial y ejecutiva— con la mayor separación posible entre ellas. Así el poder legislativo corresponde al Congreso, el ejecutivo a la presidencia y el judicial al Tribunal Supremo (TS). En cuanto al sistema de votación, la Cámara de Representantes sería elegida por votación proporcional, mientras que en el Senado se realizaría de forma representativa. Con la adhesión de New Hampshire en 1788, la Constitución entraba en vigor pese a la indecisión de importantes estados como Nueva York o Virginia. Ésta había proclamado en 1776 una amplia Carta de Derechos que se incorporarían a la Constitución como las primeras diez Enmiendas en 1791. En 1789, George Washington se convertía en el primer presidente de los EEUU. Estos primeros años fueron los que granjearon a EEUU la denominación de la tierra de la libertad. Se celebraron elecciones frecuentes, se elevó el número de colegios electorales, se firmaron diversas cartas de derechos fundamentales que pretendían desligarse de la herencia británica, el Estado reconocía el derecho al libre ejercicio de la religión, algunos estados llegaron a abolir la pena de muerte. Es decir, una liberalización de las leyes sin precedentes hasta la fecha. Estos ideales se enmarcaban en una sociedad rural, pero las nuevas industrias y medios de transportes iban a transformar todo el entramado urbano. El boom de la construcción trajo consigo el efecto de la inmigración masiva. Todavía no existían los mecanismos necesarios para manejar las grandes conurbaciones a las que se estaba dando lugar, por lo que entre 1830 y 1860 la sociedad estuvo marcada por repetidos estallidos de violencia urbana y política. Con los conflictos de clase, surgieron las primeras organizaciones obreras, que se dejaban notar más en épocas de recesión. 5
  • 6. En 1865 se aprobaba la Decimotercera Enmienda, que prohibía la esclavitud. Sin embargo, los estados sureños encontraron una vía de escape situando a los esclavos en Códigos de negros, dando lugar a matanzas raciales y a la creación de grupos extremistas, entre los que destacó el tristemente célebre Ku Klux Klan. Todos los avances parecían caer en saco roto cuando, en 1878, la Ley de Posse Comitatus prohibía el uso de fuerzas militares para hacer valer la ley, y en 1883 el TS anulaba la Ley sobre Derechos Civiles de 1875. Se daba rienda suelta al liberalismo con la cláusula constitucional que prohibía a los gobiernos poner trabas a la libre contratación. Asimismo, se hizo una revisión de la Decimocuarta Enmienda, interpretando la intromisión del gobierno en materia de empleo como un atentado hacia los derechos civiles colectivos. Primaba la teoría del darwinismo social, que postulaba que toda ayuda a los débiles era contraproducente para el sistema. Fueron épocas de capitalismo pirata y de corruptelas empresariales y políticas; de grandes inventos e inventores. Edison descubría el gramófono (1877), la luz eléctrica (1879) y el cinetoscopio (1894); Graham Bell desarrollaba el teléfono (1876). En 1894, Henry Ford construía su primer coche, el y en 1903 fundaba la Ford Motor Company con el novedoso sistema de producción en cadena. Desde 1911 el proceso de producción se vio acelerado por los nuevos principios de gestión científica formulados por Frederick Taylor. Se perfeccionó la venta al por menor y se desarrollaron los espectáculos de masas como el béisbol. Las grandes empresas se convertían en gigantescos cárteles y monopolios unidos bajo el lazo de holdings y trusts. John Rockefeller marcaba el rumbo a seguir por los nuevos empresarios: despiadados tiburones y generosos filántropos. La filosofía imperante rezaba: «El florecimiento de la rosa americana en todo su esplendor sólo se puede conseguir sacrificando los tempranos brotes que salen a su alrededor».2 Se sacrifica el sueño de la tierra de la libertad por el de la tierra del crecimiento. En 1872 surge el Sindicato Nacional del Trabajo y en 1886, la Federación Americana del Trabajo. Sin embargo, los poderes se enfrentaban al creciente sindicalismo y la mayoría de asambleas parlamentarias no se oponía a la formación de fuerzas paramilitares por los propios empresarios para controlar a sus trabajadores. Hubo fuertes represiones en todos los estados y sectores: desde el ferroviario hasta el minero y desde Chicago hasta Idaho, pasando por los disturbios en Colorado. 2 . Breve historia de Estados Unidos. Pág. 220. 6
  • 7. EEUU entraba en el siglo XX como una de las mayores potencias industriales y la de mayor proyección urbana. Como escribía Andrew Carnegie en 1886, «las viejas naciones de la tierra avanzan a paso de tortuga. Nuestra República las adelanta con estruendo a la velocidad de un express»3. Sin embargo, la sociedad se encontraba muy polarizada entre ricos y pobres y se daba lugar a constantes conflictos violentos. En el periodo de entreguerras, EEUU forjó su liderazgo mundial: la existencia de enemigos foráneos proporcionaba una base ideológica conservadora que se limitaba a actuar en los conflictos exteriores en momentos puntuales e ineludibles. Se identificó el radicalismo —socialistas, pacifistas, sindicalistas—, con la subversión extranjera. 1919 fue el año de mayor agitación laboral y la violencia alcanzó su cota máxima el Primero de Mayo. Hubo numerosos disturbios raciales bajo el pretexto laboral y los conservadores aprovechaban el clima de violencia para llevar a cabo una represión masiva. El TS se mostraba complaciente ante la eugenesia y el control de los “racialmente incompetentes”. Nueva York desplazaba a Londres como centro financiero mundial. EEUU rechazaba unirse a la Sociedad de Naciones e iniciaba dos décadas de aislacionismo. En los felices años veinte se trataba retornar a una tranquilidad social y homogeneidad racial, con valores protestantes y rurales, de la mano del conservador Warren Harding. Se instauró la Ley Seca en 1919 y se iniciaba un periodo de corrupciones policiales y crecimiento del Sindicato del Crimen Organizado. El KKK recogía los valores WASP contrarios al catolicismo y el nativismo alcanzaba nuevas cotas con la Ley de Inmigración de 1924. Una década, en suma, caracterizada por un frívolo desprecio a la ética. Las condiciones económicas, empero, eran óptimas. General Motors, Ford y Chrysler marcaban el paso y la aeronáutica y los rascacielos hacían soñar al americano con alcanzar las estrellas. El 29 de octubre de 1929 se produjo el hundimiento del mercado bursátil, seguido de una oleada de quiebras bancarias durante el año siguiente. La depresión se intensificó en 1932 y la influencia comunista crecía entre los desempleados, dando lugar a revueltas por el desempleo y el hambre imperante. El lema fue «Lucha. No te mueras de hambre»4. La ruina era general y acentuaba las tensiones regionales y los cambios estructurales en las industrias. En 1932, Franklin Delano Roosevelt comenzó a llevar a cabo propuestas para salvar la economía en el marco del New Deal: se pretendía rescatar el sistema financiero. Apareció el primer “organismo alfabético” para regular y supervisar el empleo. Un programa que incluía la 3 Ibíd. [223] 4 Ibíd. [274] 7
  • 8. Ley Federal sobre el Subsidio de Emergencia y la Ley Nacional de Recuperación Industrial. En 1935 se introdujo la Seguridad Social, la Ley del Impuesto sobre la Riqueza y la Administración para el Progreso de las obras. La Ley Nacional sobre las Relaciones Laborales afirmaba el derecho a formar organizaciones laborales. El nuevo paradigma keynesiano veía en el intervencionismo la clave para la recuperación. El movimiento obrero extendía la sindicalización por industrias como la del acero y el automóvil. La oleada de huelgas alcanzó su apogeo en 1937. Pero los conservadores, desde el TS, derribaban sistemáticamente leyes y organismos. La década de 1930 fue un periodo revolucionario en la sociedad estadounidense, que iba recuperándose poco a poco del gran golpe del 29. CONTEXTO CINEMATOGRÁFICO Tiempos Modernos data del año 1936, una época en la que las talkies estaban más que instauradas y aceptadas y se consideraba al cine mudo como algo antiguo y desfasado. Tal y como había hecho en 1931 con Luces de la ciudad, Chaplin sorprende a propios y extraños con un filme a caballo entre el mudo y el sonoro. Determinados aspectos que analizaremos más adelante hacen que no podamos catalogar esta obra como un paso de adaptación del director al sonoro, sino como una profunda crítica a este nuevo cine que ya había invadido todo el mundo. Podemos situar, por consiguiente, tanto a Tiempos Modernos como al propio Chaplin, dentro de un movimiento de profunda resistencia al cine sonoro. En 1927 se filmó la primera película considerada sonora: El cantor de Jazz, de Alan Crosland. La obra era, en esencia, un filme mudo con números musicales sonoros. Desde ese momento, y sobre todo en 1928, el cine sonoro barrió por completo al mudo. Nos gustaría detenernos aquí un instante puesto que hoy estamos viviendo, cinematográficamente, una coyuntura idónea para entender aún mejor lo que supuso este cambio. El nacimiento del sonido significó una mejora técnica que intentaba acercar el cine aún más a esa ilusión de realidad que tanto le ha obsesionado desde sus comienzos; del mismo modo que, hoy el 3D estereoscópico intenta que la imagen que reciba nuestro ojo sea lo más parecida posible a una imagen real. Al igual que hoy existen detractores del 3D estereoscópico, en 1927 existían opositores al cine sonoro, y Chaplin era uno de ellos. Sin embargo, no sólo Chaplin puso resistencia a la proliferación de este nuevo cine. Importantes directores como René Clair, Griffith y Murnau también mostraron su descontento con las talkies. La llegada del sonoro supuso la alteración del tejido tecnológico anterior y la liquidación de las técnicas imperantes hasta entonces. Estos cineastas se consideraban los creadores de un lenguaje que llevaba implícito una serie de códigos; y exigían continuar 8
  • 9. hablando ese idioma. Para ellos, la introducción del sonoro supuso un fuerte contratiempo. La llegada del nuevo avance técnico les obligaba a reestructurar ese código y, en definitiva, a empezar de nuevo. Así, no es de extrañar que quienes habían logrado mayor dominio y reconocimiento dentro del cine mudo, fuesen los que mayor resistencia opusieron al sonido. En palabras de Javier Maqua «quien ha conseguido aprender a decir todo lo que quería decir con cuatro palabras, considera perfectamente prescindible (…) la irrupción de una nueva»5. También los más afamados actores de la época fueron contrarios a esta implantación puesto que suponía la reconstrucción del star system. En los años anteriores a 1927, no era extraño que el sueldo del actor principal de un filme abarcase un 60% de los gastos previstos en el presupuesto. La reconstrucción de este sistema supone la aparición de nuevos contratos más cortos, en los que al actor se le obligaba a trabajar más horas diarias, y en los que se reducía su sueldo. Industrialmente este nuevo avance técnico también supone un gran cambio, puesto que favoreció la inversión en exhibición en detrimento de la producción, debido a la necesidad de que las salas de cine incorporasen nuevos equipos y nuevas comodidades acordes a las películas modernas. El teórico estadounidense Noël Burch, acuñador de los términos Modo de Representación Primitivo e Institucional (MRP y MRI), también analizó años más tarde las consecuencias de la irrupción del cine sonoro: « (…) los intereses económicos que han determinado la súbita irrupción del sonoro interrumpieron el pleno desarrollo de un lenguaje mudo que acababa de entrar en su madurez (…). (El cine) Ha perdido también porque el logocentrismo de los inicios de los treinta desorientó y desanimó a toda una generación (…) abocados al silencio o a la trivialidad»6. Así, la llegada del sonido sincrónico dividió a los directores en dos grupos. El primero (el mayoritario) está compuesto por los realizadores eminentemente comerciales que no se opusieron a la inserción del nuevo cine, acostumbrados a respetar las normas impuestas desde arriba. Tal es el caso de importantes directores como Ernst Lubitsch o Raoul Walsh. En el segundo grupo se encontraban todos aquellos creadores que pusieron resistencia a la inserción del sonoro. Dentro de este grupo se pueden realizar tres subdivisiones: quienes se opusieron en un principio y terminaron adaptándose rápidamente, aquellos para los que el 5 Historia General del Cine. Página 302. 6 Ibíd. [299] 9
  • 10. cine sonoro supuso el fin de sus carreras y quienes lo rechazaron durante un período de tiempo considerable y lograron subsistir. Uno de los integrantes en el primer subgrupo es el director francés René Clair. Curiosamente éste fue uno de los mayores detractores del sonoro cuando se anunció su llegada y uno de los que primero se pasó al “otro bando”. Su crítica a las talkies es más bien una crítica a la industria: « (…) no es el invento del cine sonoro lo que nos asusta, es la deplorable utilización que de él harán, sin duda, nuestros industriales»7. Así, René señala a la industria como el origen de todos los males. Sin embargo, estas primeras pretensiones del autor cambiaron al estrenarse su filme mudo Les Deux timides, a finales de 1928. La película fue un completo descalabro económico y provocó que Clair aceptara la propuesta de los estudios franco-germanos de la Tobis para realizar un breve filme sonoro. El producto resultante de la unión fue el largometraje Bajo los tejados de París (1930), considerado por los críticos de entonces como una de las primeras obras maestras del cine sonoro. Desde entonces y hasta 1965, René Clair realizó 21 filmes sonoros más, entre los cuales, cabe destacar en este trabajo Viva la Libertad (À nous la Liberté, 1931). Cuando se estrenó Tiempos Modernos en 1936, el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, propietario entonces de la Tobis, demandó a la United Artist (productora de Tiempos Modernos) por plagio basándose en que Chaplin había copiado la idea original de este filme de Clair. A pesar de que el director francés no compartía esta opinión, la Tobis siguió insistiendo hasta que, más de una década después, Chaplin indemnizó a la productora con una modesta suma de dinero. Los creadores que se encuentran en la segunda subdivisión son los más abundantes y, de entre todos ellos, destacaremos a Griffith y Murnau. El caso de Griffith posiblemente sea el más llamativo. Y es que quien había logrado desarrollar más el bautizado por Burch como MRP, no consiguió adaptarse al sonido y pasar así al MRI. Desde 1908, Griffith se había esforzado por construir el lenguaje audiovisual tal y como hoy lo conocemos y, súbitamente, la llegada del sonoro le sepultó en el olvido. El director norteamericano intentó adaptarse al sonido mediante tres filmes hablados: Lady of Pavements en 1929, Abraham Lincoln en 1930 y The Struggle en 1931. Sin embargo, las tres películas fueron un fracaso de taquilla y crítica. La resistencia de Murnau ante el sonoro fue una de las más sólidas y extenuantes. La irrupción del nuevo cine coincidió con el traslado del director alemán a Hollywood y con el 7 Ibíd. [319] 10
  • 11. estreno de una de sus obras más importantes: Amanecer (Sunrise, 1927). El rodaje de este filme y la llegada del sonoro, supondrían el inicio de una relación escabrosa con la productora Fox. Desde el principio, el director alemán se opuso a la inserción del sonido en sus filmes y dejó clara su opinión sobre el futuro de este nuevo cine en el artículo “El cine ideal no necesita rótulos” en 1928; donde exponía que, a pesar de que apareciesen nuevas formas de hacer cine, el mudo “continuaría con identidad propia”8. Ese mismo año, Murnau rodó Four Devils (hoy perdida) que, a pesar de las insistencias de la Fox, fue muda. La ruptura definitiva entre la productora y el director se produjo a través del rodaje de El pan nuestro de cada día (Our daily bread, 1934), también sonoro. En las salas de cine no adecuadas al sonoro se pasó el montaje mudo de Murnau; sin embargo, en el resto de las salas, se exhibió la versión hablada bajo el nombre de City Girl con secuencias rodadas por otros directores una vez fallecido Murnau. En la lista de directores que rechazaron durante largo tiempo el sonoro y luego lograron subsistir a su inserción, se encuentra, casi en exclusiva, Charles Chaplin. Desde el principio, el director se convirtió en el líder de la resistencia a las talkies llegando a declarar que «ni por nada ni nadie trabajaré en una película sonora» ya que este tipo de cine «va a retrasar en diez años la marcha del cinematógrafo»9. La resistencia de Chaplin ante el sonido sincrónico comienza con el estreno de Luces de la ciudad, en 1931, que simplemente incluye una banda sonora al celuloide y pequeños sonidos como el “doblaje” al alcalde de la ciudad en la primera secuencia. El director hizo caso omiso de los distribuidores que le habían aconsejado que el filme fuese sonoro en un momento en el que la innovación técnica causaba furor, y decide estrenar la película por su cuenta y riesgo. El éxito no pudo ser más rotundo y la película deja una recaudación cercana al medio millón de dólares en la sala del estreno. Su siguiente película (Tiempos Modernos) posiblemente sea la que mejor represente esta resistencia. La oposición a las talkies pasa a ser una constante durante toda la película, convirtiéndose en uno de los temas principales dentro de la misma. El argumento más significativo de Chaplin para expresar su oposición a la inserción del sonoro es que estas películas «vienen a enterrar el arte más antiguo del mundo: el arte de la pantomima»10. Precisamente a esa pantomima tan característica de su personaje es a lo que se aferra Chaplin para rechazar las talkies. De hecho, no se deshará completamente de Charlot hasta que ruede una película enteramente sonora (Monsieur Verdoux, 1947). 8 Ibíd. [314] 9 El cine cómico mudo: un caso poco hablado. Página 140. 10 Historia General del Cine. Página 310. 11
  • 12. ANÁLISIS NARRATIVO Tiempos Modernos sigue una estructura clásica: introducción, nudo y desenlace. La acción transcurre de manera lineal, durante unas tres semanas (atendiendo al tiempo que pasa el personaje principal en la cárcel) en una gran ciudad de EEUU en 1935. Un pequeño detalle nos sitúa temporalmente en este año: en el minuto 40, cuando la pareja escapa de las autoridades, se puede observar un cartel publicitario que anuncia el nuevo Ford, donde podemos ver impreso el año 1935. En el filme se intercalan escenarios tanto interiores como exteriores y pertenece a un género que sería el correspondiente al de la sátira en la poesía, es decir, una mezcla de comedia y crítica social. En la introducción, que abarca hasta el minuto 22, se presentan a los dos personajes principales del filme. Estos son “un obrero” (Charles Chaplin) y “una muchacha” (Paulette Goddard). Desde el principio ya se expone qué tema va a tratar el filme, qué van a representar estos personajes y por lo que van a luchar: “Tiempos Modernos. Una historia sobre la industria, la iniciativa individual y la cruzada de la humanidad en busca de la felicidad”. Para Chaplin, felicidad y libertad son dos conceptos que caminan siempre de la mano. Esto es algo que se ve en toda su filmografía y queda reflejado en su personaje Charlot. También en Tiempos Modernos se va a dar esta dualidad, que se va a hacer presente desde los dos primeros planos de la obra. Esta primera secuencia la compone un fundido encadenado entre un plano de un rebaño de ovejas y unos trabajadores saliendo del metro en dirección a una fábrica. El mensaje que quiere transmitir Chaplin con esta comparación es obvio: los obreros representan un rebaño de ovejas que se deja guiar ciegamente por su pastor, el capitalismo. Sin embargo, tal y como se nos muestra en el filme, en ese rebaño hay una oveja negra: Chaplin. El director se sitúa a sí mismo y a su personaje en una postura de resistencia frente al sistema. Ser “la oveja negra” siempre se ha considerado como algo negativo, pero en el contexto en el que nos lo presenta Chaplin, ser la oveja negra es algo positivo porque significa ser libre. Charlot es ese niño que se muestra torpe andando y corriendo; pero que, cuando se calza unos patines y juega como un niño se vuelve tremendamente ágil. La manera de presentarnos al otro personaje principal también es significativa y está muy ligada a otro de los temas constantes en el filme: el hambre. Minutos antes de la aparición en pantalla de Paulette Goddard, en el despacho del director de la empresa, hemos podido ver a éste leyendo un periódico en cuya contraportada se podía observar una tira cómica de Tarzán. En el minuto 20 se nos muestra un plano de unos plátanos seguidos de un primer plano de la muchacha. En un pequeño movimiento de cámara Chaplin ya nos ha 12
  • 13. presentado de una manera mucho más profunda de lo que a primera vista parece, a la futura compañera del obrero. Además, en esta presentación del nuevo personaje, vemos constantes referencias a Tarzán: el cuchillo en la boca, los plátanos y, sobre todo, la manera burlesca que tiene la chica de comerse la fruta mirando al dueño del barco. La muchacha y su futuro compañero, al igual que Tarzán, no encajan en esta nueva sociedad “moderna”. Ambos son dos animales libres que deben luchar por sobrevivir. Esta disconformidad que sienten ambos personajes con la nueva sociedad industrializada, se ve muy bien en la estancia del protagonista en la cárcel. Una vez más, Chaplin recurre a Tarzán, para mostrarnos que sólo en un lugar alejado de la sociedad Charlot se encuentra a gusto. Una vez apartado de ese nuevo mundo, el obrero encuentra tranquilidad y serenidad y, cuando recibe la noticia de su “liberación”, el protagonista pregunta si no se puede quedar más tiempo y hace lo que puede por volver. Otra secuencia donde se observa el vínculo del obrero con la necesidad de libertad y la naturaleza es la que se muestra su trabajo en el puerto nada más salir de la cárcel. Su nuevo jefe le enseña una cuña y le pide que le lleve otra igual. Sin embargo, Charlot es un ser de la naturaleza, para él no hay dos personas, dos árboles o dos cuñas iguales. Es por esto que le es imposible encontrar otra cuña igual y todas las que le muestra a su jefe son rechazadas por éste. Este vínculo con la naturaleza y la individualidad se ve más claro cuando por fin encuentra una calza semejante y manda al traste todo el trabajo avanzado al quitar la cuña que mantenía el barco en tierra. Cuando nos encontramos en mitad de la película (minuto 40) tiene lugar un turning point que decidirá la suerte de nuestros protagonistas. Ambos se encuentran en el furgón policial camino de la cárcel. La joven, abatida por el hambre y desesperada tras la muerte de su padre, intenta escapar. En el forcejeo se produce un accidente y el furgón vuelca. Charlot incita a la muchacha a escapar y ella le invita a realizar juntos esa huída. Hasta este momento, los dos personajes habían peleado por subsistir individualmente; sin embargo, a partir de ahora, esta lucha por la supervivencia será conjunta. Además, la posición de los dos personajes con respecto a la sociedad quedará remarcada en la escena inmediatamente posterior. Los dos protagonistas caminan de la mano por un sendero flanqueado por árboles desnudos, tan mortecinos como esta sociedad moderna. Es entonces cuando ambos se paran en este camino por el que el capitalismo conduce a la sociedad y aparcan a un lado de la carretera para imaginar su vida ideal. 13
  • 14. En esta escena se muestra perfectamente lo que ambos personajes representan. Primero Charlot se ríe una vez más de la sociedad imitando a la “feliz” mujer que acaba de despedir a su marido que se iba a trabajar. Es entonces cuando el protagonista se da un golpe en la cabeza: el sistema castiga a quienes van en contra de él, que, para Chaplin, casi siempre son los inocentes (como se muestra en la escena en la que le detienen al confundirle con un líder comunista). Seguidamente, la pareja imagina cómo sería su vida ideal. Llama la atención que, en ésta, todo es natural, nada está procesado ni “manchado” por la industrialización. La manzana y las uvas que se come las extrae del árbol y, sobre todo, la leche que beben proviene directamente de una vaca: en sus vidas ideales no existe ningún tiempo de “serialización” o de proceso productivo. Es evidente el paralelismo existente entre esta escena en el camino y la última escena. Al margen de la música (exactamente la misma) y que ambas se desarrollan en un sendero/carretera, existe una cierta correlación entre las dos secuencias. Si la primera representa un alto en el camino de la película y de la sociedad, la segunda significa la continuación de este camino. Si en la primera se paran en el sendero para tener un momento de fantasía, en la segunda ambos personajes ya han comprobado que esa vida es imposible. Si en la primera se representa la unión de estos personajes, la segunda nos dejará claro que esa unión es irrompible y que el sendero hacia la supervivencia es un camino que van a recorrer juntos. ANÁLISIS TEMÁTICO Encontramos una lectura común de resistencia a la hora de analizar Tiempos modernos. Por un lado, la industrialización y mecanización que derivará en la alienación del trabajador, su desempleo y la consiguiente pobreza y hambre de la población; y, por otro, la resistencia y burla de Chaplin hacia el sonoro. Se trata de un hacha de doble filo: la resistencia al sonoro es una crítica a la industrialización y ésta es, a su vez, una crítica al sonoro. Se entiende por Revolución Industrial «la aparición en Inglaterra, entre los años 1760 y 1832, de una serie de inventos técnicos que iban a modificar las condiciones de la producción en varias ramas de la Industria»11. El objetivo era producir más en mucho menos tiempo y con un coste mucho menor. Dentro del progresivo proceso de industrialización podemos distinguir dos etapas principales. La primera, ya mencionada, fue la era del vapor, del algodón, del 11 BARRE, R. Economía política. Pág. 65 14
  • 15. carbón y del ferrocarril; la segunda, entre 1885 y 1914, se basa en el petróleo, la electricidad, el automóvil y la industria química. Las características básicas de la Revolución son: un progresivo mecanicismo que redujo un gran número de puestos de trabajo; innovaciones técnicas y descubrimiento de nuevas fuentes de energía altamente contaminantes; la concentración y el hacinamiento de los obreros en barrios y fábricas insalubres, sometidos a frenéticos ritmos de producción; la aparición de la división del trabajo; y la concentración de capitales en unas pocas manos. La industrialización se extendió rápidamente desde Inglaterra por el continente europeo, EEUU y Japón. En Europa, las primeras naciones en industrializarse fueron Bélgica, Francia y Alemania. Esta última se convirtió en la impulsora de las novedades en el último tercio de siglo. En EEUU el proceso comenzó en la mecanización de extensas áreas de cultivo, posteriormente grandes fábricas y, sobre todo, un gran número de inventos. La extensión en el Japón Meiji se centraba en la industria pesada. La semilla de la enorme diferencia entre países estaba germinando, dividiendo el mundo entero en dos grupos y favoreciendo la globalización gracias al boom de los transportes. La segunda revolución industrial vino impulsada desde Alemania y EEUU. Es conocida como la etapa del gran capitalismo, que albergaba nuevos sectores y fuentes de energía como la electricidad, el petróleo, el gas natural, el motor de combustión interna, el acero que permitió la era del automóvil y la industria química. Estos descubrimientos propiciaron un crecimiento sostenido del sector servicios, con un notable desarrollo del sector publicitario. Las políticas adoptadas tendían al proteccionismo y la concentración empresarial impulsaba la sociedad. Los trabajadores artesanales fueron sustituidos por obreros poco cualificados y poco instruidos; los maestros de taller, por ingenieros, ejecutivos y contables. La industrialización hizo progresar enormemente la sociedad tal y como la conocemos, pero a costa de miles de obreros. Tal y como muestra Chaplin en la escena en la que el obrero es alimentado por una máquina, el sometimiento a ellas es total. Y el sistema, aunque al principio funciona y parece infalible, puede provocar graves daños. El primero de ellos es la desnaturalización de la humanidad. Algo que podemos deducir también de la escena en la que Chaplin se encuentra tomando té con la mujer del pastor. El té, un producto natural, puede causar daños en un sistema totalmente mecanizado. Un sistema tan falso como el queso emmenthal que Chaplin “fabrica” en la cocina del restaurante. 15
  • 16. Una sociedad capitalista obsesionada con los tiempos, en la que el reloj se ha convertido en el eje central de la vida. Una sociedad de la que, si quedas al margen, luego resulta casi imposible recuperar el tiempo perdido, tal y como le pasaba a Charlot cuando sale de la institución mental (y que nos remarca con una sucesión de imágenes en ángulo aberrante de automóviles y máquinas). Pero, sobre todo, el desfase temporal es la razón que se esconde tras la firme decisión de volver a la cárcel, donde ha vivido unas semanas tranquilas y felices, aislado del mundo exterior. El hombre moderno habita en el presente absoluto más que en un lugar, y si le arrancamos de su tiempo, le convertimos en un indigente. Un cambio social que se verá reflejado en el mismo lenguaje de los intertítulos: «The minister and his wife PAY their weekly visit» (el pastor y su mujer realizan su visita semanal) y «This letter will help you to GET work. Now MAKE good» (esta carta le ayudará a obtener trabajo. Ahora, pórtese bien). Alienación Una de las peores consecuencias, y que más es mostrada a lo largo de la película, es la alienación del trabajador. Para Marx, «El hombre es, en el sentido más literal de la palabra, no solo un animal social, sino un animal que únicamente en sociedad puede convertirse en individuo»12. El progreso o fracaso y la misma concepción del hombre guardan un estrecho vínculo con la sociedad en la que se inscribe. La división del trabajo trae un obrero menos cualificado y más dependiente. La unión entre individuo y naturaleza queda disuelta en la medida en que la iniciativa personal se ve coartada. El hombre ya no es poseedor de sus propios productos, por lo que ha perdido la actividad que le convierte, propiamente dicho, en hombre; lo que queda del individuo se ha convertido en un remanente, en una abstracción. Pierde sus particularidades a favor de una homogeneidad y simplificación en distintas categorías. El trabajador se niega en un trabajo que le es impuesto. Su actividad productiva «No es pues, la satisfacción de una necesidad, sino simplemente un medio de satisfacer necesidades externas a él»13. El trabajo mortifica el cuerpo y arruina la mente del proletariado; no permite al trabajador desarrollar todas sus capacidades. En vez de desarrollar su potencial, el capitalismo consume las capacidades del individuo, se convierte en un mero apéndice de la máquina. Su ignorancia, escasa fuerza de voluntad y rigidez mental aumentan de forma exponencial. «Si su propia actividad es para él una actividad forzada, la considera como si 12 MARX, Karl. Political economy. Pág. 268 13 MARX, Karl. Manuscripts of 1844. Pág.72 16
  • 17. fuera una actividad realizada para servir a otro hombre, bajo su dominio, su coacción y su yugo»14. Y ese otro hombre es el capitalista, el que determina la forma que tomará el trabajo, su intensidad, duración y magnitud. El obrero se enfrenta al capitalista en unas condiciones ya pactadas. Mientras que el capitalista puede tratarlo con indiferencia, el rencor del obrero no hace más que mostrar su debilidad. Pero el capitalista también se encuentra alienado. Su papel en su propia alienación es pasivo ya que se limita a incrementar o reducir el trabajo de otro, su actividad práctica no existe. Sus decisiones están subyugadas a los designios del mercado. Los mayores réditos obtenidos encuentran como oposición el deseo de acumular más riquezas. Se caracteriza por la codicia que motiva sus acciones, la crueldad en el trato al obrero y la hipocresía como enmascaramiento de cara a la sociedad. Una frialdad muy presente en la figura del propietario de la fábrica (Al Ernest García). Cuando su obrero es “atacado” por la máquina para comer, en ningún momento se preocupa por él, sino que se limita a decir “No es práctico”. Eso es lo único que le interesa, la efectividad. Pero él no se involucra en la producción sino que se limita a mandar órdenes sentado en su sillón. Sin embargo, son unos mandatos externos a él, no salen de su propia voz. Él no tiene voz propia. Sus mandatos serán siempre escuchados a través de sistemas mecánicos. El hombre deja su huella imborrable en el producto, pone su vida en el producto; su vida es su producto. Pero ahora el producto no le pertenece y no se encuentra capacitado para distinguirlo. Ahora, el hombre se encuentra perdido para sí mismo. «Cuanto más produce el obrero, menos tiene para consumir»15, pues no está autorizado a echar mano de lo que él mismo ha producido. La vida que ha puesto en el objeto nunca más va a volverle, «el capital es independiente y tiene individualidad en tanto que la persona viva es dependiente y carece de toda individualidad»16. La propiedad privada es la expresión del trabajo alienado, abarca todos los productos de la sociedad capitalista y encuentra su origen en la división del trabajo material e intelectual, con el surgimiento de las ciudades. En ese momento se empieza a producir más de lo necesario para la subsistencia, y este excedente crea la necesidad de nuevos excedentes 14 Ibíd. [79] 15 Ibíd. [69, 71] 16 MARX, Karl. Communist manifesto. Pág. 34 17
  • 18. llevando a la sociedad de la abundancia, en la que no abundan medios para satisfacer las numerosas necesidades que han surgido. La emancipación del proletariado es la forma política de la abolición de la propiedad privada. Esta alienación del trabajador se encuentra presente a lo largo de toda la película, destacando los pequeños detalles. Desde la escena inicial que identifica la masa social con un rebaño de ovejas, pasando por otros fogonazos que nos mostrarán la mecanización social. Charlot, en pleno brote neurótico, se encuentra tan industrializado que no se le olvidará fichar aún cuando esté huyendo de la policía. Pero el protagonista es una oveja negra, el único capaz de utilizar las máquinas para lograr su objetivo de una forma totalmente autónoma, tal y como hará en la escena del baile mecánico, cuando sus compañeros no sean capaces de detenerle debido, precisamente, a que ellos forman parte integrante de los engranajes de la máquina/sociedad. Una mecanización que llega al extremo de detener toda actividad a la hora de la comida, aunque nos encontremos encajados en los engranajes de una máquina. Por otro lado, el que en distintos fragmentos del filme aparezca drogado y borracho sugiere el aturdimiento que produce el capitalismo sobre el proletariado. El dilema de la propiedad privada es ironizado en una cómica escena en la que Chaplin se disputa con su compañero de celda (Richard Alexander), el pedazo de pan. Ambos podrían compartirlo, pero la sociedad les insta a competir. Mención aparte merece la escena en la que Charlie recibe su libertad. No se trata ya sólo de las líneas verticales que atraviesan constantemente a todos y cada uno de los personajes, sino que se muestra la libertad personal reducida a cenizas. Es significativo que el sheriff reciba la orden de comunicar el indulto a Charlie de una radio, de la sociedad de masas. Es la sociedad la que pone en funcionamiento al funcionario, que, a su vez, manda llamar a un simple número: el número siete. Crisis socioeconómica: desempleo, pobreza y hambre Como hemos visto en el contexto sociohistórico, EEUU se encontraba al borde del cataclismo tras el crash del 29. Además de los altos índices de desempleo a los que se alude a lo largo del filme, las numerosas huelgas mostradas y los fracasos laborales sufridos por Charlot, la situación del momento es mostrada en una bella metáfora visual. Nos encontramos al nuevo conserje de unos grandes almacenes jugando con la huérfana en patines. Chaplin se venda los ojos y empieza a dar vueltas acercándose cada vez más y un considerable número de veces, a un precipicio. Cuando la huérfana lo ve, acude para 18
  • 19. informarle del peligro. En ese momento, Charlot empieza a resbalarse y está a punto de caerse por el precipicio. Pues bien, postulamos que Charlot es la misma sociedad estadounidense que se acerca al borde de la quiebra sin darse cuenta de ello, a ciegas, en los felices años veinte. Cuando percibe la situación se produce una crisis de confianza en la que la economía empieza a patinar y está a punto de caerse al vacío. Nos llama la atención de forma especial la similitud entre la última frase de Charlot y uno de los lemas mencionados previamente. Cuando la huérfana se derrumba, Charlie le lanza el siguiente mensaje: “Buck up: never say die; we’ll get along” (Anímate: nunca digas basta; saldremos adelante). Obviamente, la primera parte de la frase tiene la misma estructura que “Lucha, no te mueras de hambre”. El desempleo llevó a una situación precaria de pobreza y hambre. Una pobreza que vemos reflejada en la casa en la que habitan la huérfana y Chaplin. Una casa que se cae por todos lados, a la que sólo unos cuantos parches mantienen en pie, como pasaba con la sociedad estadounidense. En cuanto quitabas una escoba de allí, el techo se desplomaba Una pobreza que lleva a terribles hambrunas. El hambre está presente a lo largo de todo el filme en forma de los alimentos básicos. O más bien, a través de su ausencia. Con el pan se conocerán el vagabundo y la huérfana; con fruta natural, leche de vaca sin ordeñar (sin tratar industrialmente), carne en la sartén y pan en el fondo del plano soñarán su vida ideal. Pero, sobre todo, una situación que se refleja en el robo a los grandes almacenes. Los que en un principio se nos manifestaban como ladrones, se nos presentan a continuación, simplemente, como hambrientos. Resistencia y crítica al sonoro Ya hemos hablado con anterioridad sobre la oposición de Chaplin y otros importantes directores a la inserción del cine sonoro. Nos proponemos ahora ver cómo defiende el cine mudo el director en Tiempos Modernos y por qué consideramos este filme como la máxima expresión de esa resistencia. Y es que al margen de lo significante que resulta realizar una película “muda” nueve años después del primer filme sonoro, determinados aspectos dentro del mismo reflejan una profunda crítica a este nuevo cine. La película no es enteramente muda, simplemente es una película sin palabras. Es decir, constantemente oímos “sonidos recursos” como el que emiten las máquinas al ser manipuladas, el sonido de la electricidad en las pantallas, el que produce la máquina de comer (en especial la sección de la mazorca de maíz) o el que oímos al descorchar la botella de 19
  • 20. champán en los grandes almacenes. Además, cabe destacar que, al igual que en otras películas anteriores como Luces de la Ciudad (City Lights, 1931), la película incorpora una banda sonora en el celuloide compuesta por el propio Chaplin. Con esto vemos cómo el director se aprovecha de algunas de posibilidades técnicas que le brida el sonido, pero sin aniquilar el lenguaje propio del mudo y de su personaje: el lenguaje corporal, el lenguaje de la pantomima. Y es que, como bien dice Chaplin a través de Paulette Goddard hacia el final del filme cuando ésta ve que Charlot ha perdido la letra de la canción, “never mind the words” (no importan las palabras). Cabe destacar también como crítica al sonoro (y a la industrialización) que nunca escucharemos claramente las palabras de alguien “en directo”; toda palabra hablada que oímos en el filme viene a través de aparatos o está procesada por algún tipo de máquina. Un buen ejemplo de esto es la presentación que le hacen al director de la empresa de la “alimentadora”. A no ser que el inventor sea mudo, la explicación del funcionamiento de la máquina la podría haber hecho él mismo; pero la explicación la relata una grabación de la “Sales Talk Transcription Co.” mientras el inventor se cruza de brazos. Hay que señalar que el autor de la grabación se identifica a sí mismo como “el vendedor mecánico”, un símbolo más de esa crítica al sonoro que va irremediablemente unida a una profunda crítica a la industrialización. Sin embargo, donde mejor se ve esa crítica al sonoro es en la escena del music hall. Aquí hay que señalar que, con esta secuencia, la mayoría de los seguidores de Chaplin escucharon por primera vez su voz. En 1936, el actor/director/productor/músico (en definitiva, el artista) era mundialmente conocido y la puesta de largo de su voz no podía ser simple. Para esta “presentación” Chaplin recurre a un music hall, un espectáculo donde dio sus primeros pasos como actor en la Inglaterra victoriana, donde este tipo de espectáculo «se había convertido en una institución de carácter casi nacional»17. Además, cabe destacar que tanto su padre como su madre actuaban en este tipo de espectáculo. Así, cuando todo el mundo está esperando a oír por primera vez la voz del artista, a modo de mofa y casi como un divertimento propio, Chaplin retrasa esta presentación buscando los puños de la camisa donde se había apuntado la letra, ya que, como él mismo había dicho anteriormente en un claro guiño “se me olvidan las palabras”. Y cuando por fin escuchamos la voz del artista, ¿qué dice? Absolutamente nada. Comienza a cantar una singular canción en un idioma mezcla entre 17 Mabel Izcovich, especialista en music hall. En BONET, Lluís; Cine cómico mudo: un caso poco hablado; T&B editores; Madrid, 2003 20
  • 21. italiano y francés que el propio actor improvisó. Algo similar a lo que realizó en el discurso de Hinkel, el dictador de Tomania, en El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940). Con esto, Chaplin deja clara su postura ante las talkies, remarcando que no sólo con palabras se puede transmitir un mensaje. CONCLUSIÓN Para concluir este trabajo, nos planteamos analizar la última escena como resumen simbólico de lo que Chaplin quiso transmitir. Pese a que numerosos críticos han visto en Tiempos Modernos un feroz ataque al capitalismo, el propio director se afanó en desmentir este postulado. Ciertamente, dentro de la crítica realizada por el artista, encontramos un mensaje optimista de resistencia y supervivencia en un sistema en el que la búsqueda de la felicidad es posible. Sólo de ésta forma podemos entender la decisión de Chaplin de no incluir el final en el que vemos que, al regresar Charlot de la cárcel, la huérfana se ha convertido en monja. Al margen de valoraciones subjetivas, no se puede negar que la conclusión elegida por el director a favor del happy end remarca este mensaje esperanzador que el artista se esfuerza por transmitir. A pesar de estar ante una comedia, la película es eminentemente pesimista, por lo que el final feliz se vuelve necesario. Por tanto, nos encontramos ante un final similar al de otras películas del director, en el que vemos a Charlot alejándose de espaldas a la cámara. Sin embargo, algo ha cambiado. Si en las anteriores el vagabundo, marcado por el infortunio, se marchaba solo; en Tiempos Modernos lo hará acompañado por su compañera hacia un nuevo amanecer. Mientras que al espectador se le quedan grabadas en la retina las palabras «Saldremos adelante». De esta forma, Tiempos Modernos simboliza el adiós a Charlot y significa la última película muda de Chaplin. No obstante, habrá momentos en El Gran Dictador en los que el barbero judío nos recuerde al popular vagabundo con un humor que sigue siendo mudo, es decir, una pantomima. 21
  • 22. BIBLIOGRAFÍA BAIROCH, Paul, Revolución industrial y subdesarrollo. México: SIGLO VEINTIUNO, 1964. 395 páginas. CDU: 338.45.03. BARRE, Raymond. Economía política. Barcelona: Ariel, 1973. ISBN: 84-344-0036-7. BELTON, John. La Transición del mudo al sonoro. Volumen 6. Ed. Cátedra: sonido e imagen. Madrid, 1995. BONER MOJICA, Lluís. El cine cómico mudo. Un caso poco hablado. T&B editores. Madrid, 2003. BORDWELL, David. El cine de Eisenstein. Paidós comunicación. Barcelona, 1999. BURCH, Noël. Praxis del cine. Fundamentos. Madrid, 1970. HELLER, Agnes. Una revisión de la teoría de las necesidades. Barcelona: Paidós Ibérica, 1996. 159 páginas. ISBN: 84-493-0325-7. JENKINS, Philip. Breve historia de Estados Unidos. Madrid: Alianza Editorial, 2009. 452 páginas. ISBN: 978-84-206-6335-7. MARX, Karl. Das kapital: a critique of political economy. ENGELS, Friedrich (autor secundario). Chicago: Henry Regnery, 1904. 356 páginas. CDU: 330.8. MARX, Karl. Economic and philosophic manuscripts of 1844. New York: International, 1964. 255 páginas. MARX, Karl. Communist manifesto. Chicago: Henry Regnery, 1963. 82 páginas. MCDONALD, Gerald D. Todas las películas de Charlie Chaplin. Serie Mitos del cine: Antología del cine clásico. Tomo 1. Barcelona: RBA, 1994. 191 páginas. ISBN: 84-473-0465-5. OLLMAN, Bertell. Alienación: Marx y su concepción del hombre en la sociedad capitalista. Buenos Aires: AMORRORTU EDITORES, 1973. 300 páginas. CDU: 141.44. SÁNCHEZ PEREZ, Francisco. Historia del mundeo contemporáneo. Madrid: OXFORD UNIVERSITY PRESS ESPAÑA S.A, 2002. 407 Páginas. ISBN: 84-8104-452-0. 22