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Mariología                                                                Pbro. Lic. Salvador Maldonado
                                                                            Marco Antonio Núñez Torres
                                 CAPITULO IV
                     LA MADRE DEL VERBO QUE SE HIZO CARNE

                                             INTRODUCCIÓN
       Para comenzar a desarrollar este capítulo es necesario en un primer momento conocer al autor del cuarto
evangelio canónico, el cual ha dado valiosos aportes para conocer la vida de nuestro Señor Jesucristo en su vida
terrena, hace más de dos mil años.

       ¿Quién es el autor del cuarto evangelio? El cuarto evangelio ha llegado a nuestras manos gracias al
Apóstol llamado Juan, que no sigue el esquema de los Sinópticos y dispone de fuentes propias.
       Juan Zebedeo, nombre autentico del más joven discípulo al que Jesús cariñosamente apodaba "el hijo del
trueno" (cfr. Mc 3,13-19). Muy probablemente testigo ocular del ministerio de Jesús e inicialmente discípulo de
Juan el Bautista; quizá sea el discípulo, compañero de Andrés, no identificado en Jn 1,35-40.
       Juan escribió su Evangelio después del año 95. El idioma utilizado fue el griego. El lugar parece claro: la
isla de Patmos a la que el apóstol había sido desterrado por Domiciano (Emperador Romano 81-96 d.C).
       Los destinatarios de su evangelio fueron en un principio los cristianos de origen heleno perseguidos por
Roma. Las fuentes para la redacción de Todo su evangelio es un compendio de su vivencia al lado de Cristo, por
lo que sólo necesitó fuentes para el inicio de la obra.
       Pero algo importante, que no puede pasar desapercibido, es que todo este cuarto evangelio realiza una
función simbólica; como la madre de Jesús, de la cual tampoco se menciona nunca el nombre. El cuarto
evangelista manifiesta una cierta preferencia por mostrar a ciertas personas como modelos, figuras, tipos o
símbolos de una peculiar forma de reaccionar ante Jesús y su mensaje.
       Por otra parte, el Evangelio de Juan coloca teológicamente en una misma perspectiva dos planos distintos
la actividad terrena de Jesús y la vida de la Iglesia. Contemplando al Jesús terreno a la luz de las situaciones
posteriores de la Iglesia.
       1)        Comunidad Prepascual; 2-11.
       2)        Comunidad Pospascual: 12.

       A partir de ahí, los discípulos orarán en nombre de Jesús (Jn 16,26), se les comunicara el Espíritu (Jn
16,7), tendrán un conocimiento mayor que les capacitará para obras mayores (Jn 14,12), iniciarán el verdadero
seguimiento de Jesús (Jn13, 36). Pero algo muy curioso, es que en ambas partes del Evangelio aparece «la
madre de Jesús» en el inicio del ministerio terreno (Jn 2, lss) y en el momento de la hora (Jn 19,25-27) Pero cabe
preguntarse si también ella está aludida en el prólogo cristológico con el que también el cuarto evangelista inicia
su obra (Jn 1, 1-18) al igual que Mateo y Lucas.

               I.      MARÍA EN EL PROLOGO CRISTOLÓGICO DE JUAN
                          «NO NACIDO DE LA VOLUNTAD DE VARÓN»

       Mateo y Lucas tratan del origen virginal de Jesús en sus respectivos prólogos cristológicos. También en el
cuarto Evangelio hay un prólogo, que tiene la forma de himno y de cántico de alabanza, y que celebra el misterio
del Verbo encarnado. Pero este prólogo ¡no es un relato de la natividad! Ni siquiera es un relato. Su perspectiva
es teológica y mística.
       Lo que nos interesa saber si el prólogo del cuarto Evangelio conoce el nacimiento virginal de Jesús o lo
presupone. El cuarto Evangelio, fuera ya del prólogo, habla en dos ocasiones de Jesús como «hijo de José». En
el prólogo se habla de alguien «no nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de
varón» (Jn 1,12-13). Pero la cuestión está en dilucidar si este versículo se refiere a Jesús mismo en su
concepción o a los cristianos.
Las dos versiones de Jn 1,12-13

      a) ¿Una falsificación?

      Los grandes manuscritos griegos del cuarto Evangelio, todos ellos posteriores al año 300, refieren estos
versículos 12-13 a los creyentes. Pero surge una dificultada, al no disponer de ningún manuscrito o papiro del
cuarto Evangelio del período que va de los años 100 al 200. Por eso resulta extraño que los autores de esa época
que citan Jn 1,12-13, unas siete u ocho veces, empleen siempre la lectura singular «el cual nació (oz……
egennhqh) no de la voluntad de la carne… ». Y solo a finales del siglo II encontramos la lectura plural, esto
ocurre en Alejandría, en Egipto. Gracias al padre de la Iglesia Tertuliano, que da una explicación, al tratarse de
una falsificación de Jn 1,13, para fundamentar en un texto bíblico sus teorías sobre el origen divino y
renacimiento de los «elegidos», de los «espirituales» o «perfectos», los gnósticos valentinianos.

      He aquí, pues, las dos lecturas en un cuadro sinóptico:

           «Mas a cuantos le recibieron,
           a los que creen en su nombre                    a aquellos que creen en su nombre
           les dio potestad de ser hijos de Dios,          dioles poder de venir a ser hijos de Dios
           los cuales no de la sangre                      el cual no nació de las sangres
           ni de la voluntad de la carne                   ni de la voluntad carnal,
           ni de la voluntad del hombre                    ni de la voluntad de varón,
           sino de Dios nacieron (egevvnnhqhsan)»          sino que fue engendrado (egennhqh) de
                                                           Dios

b) La lógica del cuarto Evangelio y la lectura singular

       De la Potterie, junto con otros autores y autoras, presenta toda una serie de argumentos que avalan la
lectura en singular, basados en la lógica interna del texto del cuarto Evangelio: a) cuando Jn habla del nuevo
nacimiento de los cristianos emplea siempre el verbo en perfecto, no en aoristo; éste lo reserva para Cristo, tal
como aparece en Jn 1,13; b) el término «nombre» del que se habla en Jn 1,12 se refiere al ser del Hijo; tiene
entonces sentido el singular en el v.13: «Dioles poder de venir a ser hijos de Dios a aquellos que creen en su
nombre: el cual no nació de... sino que fue engendrado por Dios... el Unigénito del Padre»; c) nunca el cuarto
Evangelio propone una cualidad de la vida cristiana sin proponer antes esa misma cualidad en Cristo; por lo
tanto, iría contra su lógica presentar el origen divino de los creyentes sin proponer previamente el origen divino
de Jesús: llegamos a ser hijos de Dios en la medida en que creemos en aquel que ha sido engendrado por Dios, el
Hijo de Dios; d) las tres negaciones del v.13 , no de la carne, no de la sangre, no de la voluntad, tienen
evidentemente un carácter polémico; pero la polémica tiene sentido si de lo que se habla es de un nacimiento
corporal, al que se le niegan ciertas modalidades: lo cual se explica muy bien si se trata de la encarnación de
Cristo.
       De la Potterie llega, pues, a la conclusión de que en Jn 1,12-13, Cristo en su encarnación es presentado
como el modelo del nuevo nacimiento de los cristianos. Los v. 12-13 con palabras más sencillas dicen lo
siguiente: «A todos nos ha dado la posibilidad de venir a ser hijos de Dios, en la medida en que creemos en el
nombre de aquel que ha sido engendrado por Dios».

2. Las tres negaciones: «el cual no nació de las sangres, ni de la voluntad carnal,
   ni de la voluntad de varón»

       El cuarto evangelista niega tres modalidades en el nacimiento de Cristo: nacer de la voluntad de varón, de
la voluntad carnal, y de las sangres. Las dos primeras modalidades parecen suponer la concepción virginal. La
tercera, «no de las sangres (oz ouk ex aimatwn)», es una expresión extraña. Peter Hofrichter escribió sobre esa
expresión su tesis doctoral y llega a la conclusión de que la palabra sangre en plural describía, en primer lugar,
el derramamiento de sangre en actos violentos como un crimen o una batalla, pero también, en segundo lugar (en
algunos textos del Antiguo Testamento y, más tarde, en la tradición judía), la pérdida de sangre en la
menstruación de la mujer y en el parto de una nueva criatura (Lev 12,4-7). En las traducciones modernas, el
vocablo damín, aimata, sangres, se traduce siempre en singular.
      Pues bien, ¿qué quiere decir que Jesús «no nació de las sangres »? Es obvio que aquí no se hace
referencia a un derramamiento violento de sangre. Lo que se quiere decir, sin embargo, es que el nacimiento de
Jesús se produjo sin efusión de sangre en su madre. Dicho de otra manera, en el nacimiento de Jesús no hubo
pérdida de sangre en su madre, por lo cual tampoco hubo impureza ritual. De la Potterie se admira de la
correspondencia entre Jn 1,12-13 y Le 1,34-35:

                       Le 1,34-35               Jn 1,13
                       «Pues yo no conozco      que no fue engendrado por voluntad de
                       varón                    varón
                       lo que nacerá santo      nacido no de las sangres
                       será llamado             sino
                       Hijo de Dios             engendrado por Dios

      Según esta concordancia, el nacimiento virginal es el «signo» de la filiación divina de Jesús La ausencia
de un padre humano en la concepción de Jesús y el nacimiento «santo» de Jesús se sitúa en la esfera del «signo».
El Hijo de Dios ha nacido de una mujer. Juan la llama siempre «la madre de Jesús». Con todo, Jesús es siempre,
para el cuarto Evangelio, el Hijo único de Dios, el Templo de su presencia. El es el Hijo de Dios hecho hombre
y que tomó su humanidad de María.

3. «El hijo de José»

       El Evangelio de Juan, fuera ya del prólogo cristológico, habla en dos ocasiones de «Jesús, el hijo de José
(uioj tou Iwshhq)» (Jn 1,45, 6,42), pero no expresa entonces su convicción sino el modo de hablar de la gente,
de Felipe. Cuando él quiere expresar la identidad de Jesús, su filiación, lo hace siempre en referencia a Dios
Padre. Jesús es el «Hijo del Padre», es sencillamente «el Hijo». Quien conoce a Dios, conoce a Jesús, y sabe que
El es el Hijo del Padre. Quien desconoce a Dios recurre a respuestas vulgares y falsas para explicar el origen de
Jesús, por eso la gente dice de Jesús que es «el hijo de José».

               II.      LA MADRE DE JESÚS EN LAS BODAS MESIÁNICAS
                               DE CANA DE GALILEA
      1. El contexto anterior

       Cuando el lector llega al relato de las bodas de Cana, en las cuales la madre de Jesús ocupa un lugar
importante, ha recibido ya en el primer capítulo de Jn una serie de informaciones, que le sirven como trasfondo,
para entender el relato. Ya ha leído el prólogo cristológico del Evangelio (Jn 1,1-18), conoce el testimonio de
Juan el Bautista en favor de Jesús (Jn 1,19-34) y finalmente conoce la narración de la llamada y seguimiento de
los primeros discípulos (Jn 1,35-51). Y vale para este capítulo de manera especial e intensa lo que hay que decir
en general de todo el cuarto Evangelio: que aprovecha todas las circunstancias para explicar su tema, su gran
tema: la cristología.

      2. Estructura del relato de la boda de Caná.
      El relato está estructurado en cinco partes, que tienen, como es usual en la literatura hebrea, forma de
quiasmo.
          A Jn 2,1-2                                       La primera parte (A) se corresponde con la
             B Jn 2,3-5                                    quinta (A'), la segunda (B), con la cuarta (B')
               C Jn 2,6-8                                  y la tercera constituye el momento central del
             B Jn 2,9-10                                   relato (C).
          A’ Jn 2,11-12
Hay una correspondencia entre los dos versículos iniciales (Jn 2,1-2) y el versículo final (Jn 1,12) La
acción transcurre entre dos ciudades Cana de Galilea y Cafarnaúm. De Caná de Galilea se habla al principio y al
final. El relato concluye diciendo que Jesús bajó (katebh) de Cana a Cafarnaúm. En Caná se encuentra la madre
de Jesús. Más tarde se hacen presentes Jesús y sus discípulos, que han sido llamados. Los discípulos, con motivo
de lo que ocurrirá en Caná, creerán en Jesús. Hacia Cafarnaúm baja Jesús con su madre y sus hermanos y sus
discípulos. En Caná tiene lugar una boda a la que todos asisten. Cafarnaúm es el lugar al que todos se dirigen
después de la boda. No deja de ser curioso que María y los hermanos de Jesús no se dirijan a Nazaret, sino que
sigan el camino de Jesús. En el inicio del relato se habla de «tres días después». En la conclusión se afirma que
no permanecieron en Cafarnaúm por «muchos días».

       Hay también paralelismo entre el segundo y el cuarto momento del relato. En ambos prevalece el tema del
vino. Este término es repetido tres veces en el segundo momento y otras tres veces en el cuarto momento. En el
segundo momento la madre de Jesús habla de la falta de vino porque se había acabado el vino de la boda. En el
cuarto momento se constata y se prueba la solución a esa carencia, pero de forma sobreabundante el agua para
las purificaciones de los judíos se ha convertido en vino bueno y sobreabundante, rebosante. En el segundo
momento hay un diálogo un poco tenso entre María y Jesús. En el cuarto, un diálogo semejante entre el
maestresala y el novio. En el segundo aparece la mujer (gunh). En el cuarto, el novio (numqioj), a quien el
maestresala le recuerda la forma de actuar de cualquier hombre (paj anqrwpoj). Jesús se distancia de la mujer,
el novio, de todo hombre. En ambos momentos se hacen referencias temporales: en el segundo, a la hora que
todavía no ha llegado; en el cuarto, al ahora que ha llegado, pero, tal como resalta el maestresala, de una manera
ilógica, que contraviene todas las expectativas. En ambos momentos se produce una situación de ignorancia; en
el primero se trata de la ignorancia de la madre de Jesús, puesta de relieve por él al preguntar: « ¿Qué tengo yo
contigo, mujer?». En el cuarto se trata de la ignorancia del maestresala, que ignoraba «de dónde era». En el
segundo y cuarto momento aparecen también los servidores. Estos reciben de la madre la recomendación de
obedecer la palabra del hijo. Y por eso se dice en la segunda parte que «ellos sí sabían».

      En el tercer momento, el central del relato, Jesús y su palabra ocupan la escena. Jesús pronuncia tres
mandatos: « ¡Llenad!», « ¡Sacad ahora!», « ¡Llevad!». Los servidores obedecen exactamente todo lo que la
palabra de Jesús dice; y, obedeciendo a Jesús, obedecen lo que la Madre les había pedido antecedentemente. En
este momento no se habla de vino, sino sólo de agua y de seis tinajas de piedra vacías que habrán de rebosar. La
palabra de Jesús y la colaboración obediente de los servidores produce el signo, el comienzo de los signos.

      3. El primer momento y el último: «Se hizo una boda...
         y vieron su gloria»

a) Un hecho simbólico

       Leyendo el texto se advierte que el redactor apenas atiende a los detalles informativos que describen la
boda. Faltan demasiados detalles. No se dice nada de la esposa. El novio aparece sólo al final y de forma
indirecta. No se habla del rito de casamiento. Se suscitan muchas preguntas: ¿Por qué faltó el vino? ¿Cómo es
que la madre de Jesús, una invitada entre tantos, se dio cuenta antes que nadie de que faltaba el vino? ¿Por qué
Jesús no actuó por sí mismo, no dio gracias a Dios Padre, no bendijo...? ¿Por qué no ordenó al agua que se
convirtiera en vino?
       Un relato clásico habría ofrecido todos estos detalles. Este no. Se entretiene incluso con detalles que
aparentemente no tienen importancia: se le concede demasiado espacio al diálogo entre Jesús y María; se indica
innecesariamente el número y la cualidad y capacidad de las tinajas. Se dice que son de piedra, que están
destinadas a la purificación de los judíos; se habla de la obediencia escrupulosa de los sirvientes. Todos estos
detalles podrían haber desaparecido de un relato clásico sin que mermase en nada la narración.
       Todo esto indica que se trata de un relato simbólico. El simbolismo nace de su totalidad. Remite a algo
que está más allá. El hecho invita a los discípulos a comprender algo, a creer, a tener fe. El cuarto Evangelio
presenta los signos de Jesús «para que creáis».
b) El primero de los signos

       No es sólo un signo, sino el primero de los signos, el protosigno o el comienzo de los signos (arch twn
shmeiwn). Cuando Jn emplea la expresión «desde el comienzo» (ap archj: Jn 15,27; 1 Jn 1,1-3), se está
refiriendo a este comienzo de la revelación de Jesús: «lo que hemos visto y oído» (1 Jn 1,2-3). En Jn el
«comienzo» no ha de identificarse con el testimonio de Juan Bautista, ni con la predicación inicial de Jesús, ni
tampoco con la vocación de los primeros discípulos. Sino con el signo de Cana. Ese es «el comienzo de los
signos», el arquetipo que prefigura y encierra toda la serie de signos.
       En el cuarto Evangelio los «signos» son actos simbólicos mediante los cuales Jesús se manifiesta como
Mesías e Hijo de Dios. Son los gestos del Verbo que se ha hecho carne y que habita entre nosotros.

c) Se manifiesta la gloria

       La realización del primer signo (shmeiwn) está unida a la manifestación de su gloria (doxa), del
mesianismo y la filiación divina de Jesús (cf. Jn 20,30-31) Es la gloria del Hijo unigénito del Padre Se manifiesta
la gloria del Logos hecho carne En la carne se manifiesta la doxa. Y ¿Cuál es la gloria de Jesús?

      Vayamos al texto griego y contemplemos un llamativo paralelismo, que no se aprecia en las traducciones:

                    Jn 1,14                             Jn2,l 11
                    o Aogoj sapx egeneto……kai eqea      kai…gamoj egeneto…kai eqa
                    sameqa thn doxan autou              nerwsen thn doxan autou

                    “El Verbo se hizo carne… y hemos    “Y…se hizo una boda… y se manifestó
                    Contemplado su gloria”              su gloria”


      4. El segundo momento y cuarto momento: la mujer y la hora

a) «No tienen vino» (oinon ouk ecousin)
       La madre de Jesús se acerca a su hijo y le dice que «no tienen vino». En la versión occidental del texto el
comentario del evangelista es más redundante «pues se había acabado el vino de la boda». Por eso no tenían
vino. La madre de Jesús emplea en el relato un lenguaje alegórico o simbólico, haciéndose portavoz de Israel y
de su deseo de recibir el vino de los bienes mesiánicos. En la Escritura el vino es uno de los elementos más
importantes del festín mesiánico. Los principales textos proféticos que hablan del vino se encuentran en Amos,
Joel e Isaías.
       Si aplicamos esta simbología sapiencial (cantar de los cantares) y mesiánica (evangelio de Mt) al «vino
nuevo» de Cana, es claro que este vino es el símbolo de la revelación escatológica que Jesús viene a traernos.
Más todavía dentro de la fe cristiana, el vino está llamado a ser el gran símbolo eucarístico de la sangre de Jesús,
de la carne sacrificada del Señor. El «no tienen vino» evoca, por tanto, una situación pre-eucarística. ¡Todavía la
sangre no ha sido derramada para el perdón de los pecados!!Todavía no se ha realizado la nueva y definitiva
Alianza!

b) « ¿Qué entre yo y tu, mujer? (Ti, emoi kai, soi, gu,nai)»

      La madre de Jesús no es presentada con su nombre propio, sino únicamente en su función. Ella es la
madre de la Palabra eterna. Por eso tiene sentido que la madre esté en la boda, que simboliza la encarnación de la
Palabra Allá no está José Sólo Dios es el Padre de Jesús. La frase ¿qué hay entre mí y ti? sólo puede ser
entendida o como distanciamiento de Jesús respecto a su madre, o como falta de comprensión, de diálogo, como
malentendido.
c) «Todavía no ha llegado mi hora (ou;pw h w¨´[ra mou)

       Algunos exégetas traducen estas palabras como una frase retórica: « ¿es que no ha llegado mi hora?».
Pero, en contra de esta traducción está el hecho de que nunca en el cuarto Evangelio la partícula negativa
«todavía no» (ou;pw) introduce una frase interrogativa3 y no hay razones suficientes para romper aquí esa
regla.
       En el cuarto Evangelio se habla de la «hora» en varios sentidos cronológico sin más, teológico y
cristológico, aunque prevalece la noción teológica. La referencia a la hora en Cana está probablemente
relacionada con la hora del acontecimiento narrado en Jn 19,27: «Entonces dijo al discípulo… Y desde aquella
hora el discípulo la acogió entre sus cosas». Se trata, pues, de la hora de la pasión, pues es a ese acontecimiento
al que siempre se refiere el término «hora» en Jn

d) «Mujer»

       ¿Por qué se dirige Jesús a su madre llamándola mujer? Cuando llega la hora, Jesús no mantiene con su
madre la relación familiar. Hay todo un pequeño universo de significados en torno a la palabra «mujer», con la
que Jesús se dirige a su madre, y que la exegeta. Mercedes Navarro ha puesto de relieve.
       La madre de Jesús tiene algo que ver, en primer lugar, con la función de la mujer del Génesis (Gen 2-3)
En Gen 2-3, la mujer es la primera diferenciada a partir de un 'ada genérico (Gen 2,22-34), es la primera que
pone palabra a los deseos humanos. Es la primera en acceder al conocimiento del bien y del mal. Es la persona
que pone palabra a una carencia y que se somete a una relación de confrontación. Es la persona que inicia a los
servidores en el conocimiento, y, por eso, ellos saben de dónde viene el vino, con su palabra que los remite a
Jesús. En segundo lugar, la exclamación ¡Mujer! anticipa el diálogo de Jesús con la Samaritana (Jn 4,21):
«Créeme, mujer: llega una hora en que...». Si en Caná es Jesús quien pone las distancias con su madre, en el
diálogo con la Samaritana es ella la que establece distancias. Si en Caná hay unas tinajas, recipientes vacíos, en
este episodio hay un cántaro vacío. Las tinajas vacías son llenadas de agua hasta el borde; el cántaro va a ser
llenado por la mujer, pero se queda vacío junto al pozo. En ambas ocasiones se menciona la hora. Pero mientras
en Caná la expresión es ambigua, ahora es clara: la alusión al culto es aquí evidente, mientras que en Caná es
velada cuando se describen las tinajas como destinadas a las abluciones de los judíos. Si el marco de Caná es una
boda, el marco de la Samaritana es la escena típica de compromiso nupcial o escena junto al pozo. La escena
junto al pozo, humana y teológicamente hablando, como en Caná, es fundamental. Evoca el sentido de las bodas,
sin que por eso necesitemos señalar a Jesús como novio o a María como novia. La mujer de Caná inicia y la
mujer de Samaría extiende. ¡Mujer!, en tercer lugar, anticipa Jn 19,27. La mujer a la que se dirige Jesús realiza
lo que ella había iniciado en Caná y da forma a lo que la mujer de Samaría había ampliado en sentido de
universalidad.

e) Las palabras de la madre a los servidores

       «Haced lo que El os diga» son las últimas palabras de María en los evangelios. Algunos intérpretes
evocan en este momento las palabras del faraón sobre José (Gen 41,55); pero se trata de una mera coincidencia
material. Las palabras de la madre de Jesús reproducen una fórmula técnica que aparece varias veces en el
Antiguo Testamento, y siempre en relación con la Alianza. Son las palabras de aceptación de la Alianza. Serán
las palabras para renovar la Alianza más tarde. La fórmula aparece por vez primera en Ex 19,8. En dicha cita
bíblica hallamos siempre dos constantes: la palabra del mediador y la respuesta del pueblo.
       A. Serra observa que las palabras de María a los servidores de Caná «Haced lo que El os diga» pueden
ponerse en paralelo con la fórmula de la Alianza: «Nosotros haremos todo cuanto ha dicho Yahvé». María utiliza
la fórmula de la Alianza. Personifica en cierto sentido al pueblo de Dios en un contexto de Alianza.

f) El maestresala y el novio

      El maestresala reconoce el acontecimiento, pero ignora la acción de Jesús. El maestresala manda llamar al
esposo, que parece ausente. Le reprocha haber dejado el vino bueno hasta ahora. Atribuye el vino nuevo a una
iniciativa del esposo. El esposo no actúa como la mayoría de los hombres. El maestresala es un testigo. La
pregunta del maestresala por el origen del agua convertida en vino es la pregunta que siempre se hace el cuarto
Evangelio sobre el origen de Jesús, la Palabra encarnada.

      5. El tercer momento: el agua y el vino

       Agua y vino son para Walter Lütgehetmann símbolos del Logos y de la carne. El agua es un símbolo
universal de la vida. Aparece siempre en los mitos de creación. Está inseparablemente unida a la creación y es
sinónimo de vida y de Dios. «Lo mismo cabe decir del Logos joanneo: él está al principio en Dios, a través de él
se hizo todo, él y Dios son uno (Jn 1,1-3). Y, como el agua, da la vida. Por eso del Logos viene la vida, la luz de
los hombres. Por eso me parece plausible ver el Logos bajo el símbolo del agua». El símbolo del agua vuelve a
aparecer en la cruz; del costado de Jesús mana agua (Jn 19,34b). El vino es símbolo de la carne, de la
humanidad, de la sangre. La transformación de Caná representa el misterio insondable de la Encarnación. Así los
discípulos comienzan a entender y contemplar la gloria. Pero todavía les queda por recorrer el camino de los
signos para poder entender con más profundidad el misterio.

    III.    LA MADRE DE JESÚS EN EL HUERTO DEL AMOR ESPONSAL
                                 EN JERUSALÉN
       La siguiente escena en la que aparece la madre de Jesús en el cuarto Evangelio cambia de escenario. De
Cana de Galilea, donde se celebraron las bodas mesiánicas, nos trasladamos a Jerusalén, al lugar llamado
Calvario o Gólgota, donde había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo. Allí Jesús es crucificado y junto a
la cruz del hijo está su madre, o la Mujer.

    1. Las siete escenas como contexto
       El cuarto evangelista presenta la escena de la madre de Jesús junto a la cruz de su hijo enmarcada en un
relato formado por siete escenas que se corresponden en forma de quiasmo.
                        A Lugar de la crucifixión e inscripción (19,16b-22)
                           B Jesús es desnudado y despojado por los soldados (19,23-24)
                             C Testimonio primero del discípulo amado Jesús, su madre y él (19,25-27)
                                 D La muerte de Jesús (19,28-30)
                             C´ Testimonio segundo del discípulo amado' la sangre y el agua (19,31-37)
                           B' El cuerpo de Jesús es envuelto en vendas y embalsamado (19,38-40)
                        A' Lugar de la sepultura (19,41 -42)

    a) El lugar de la crucifixión y de la sepultura

       La primera escena (Jn 1,16-22) y la séptima (Jn 19,41-42) ponen énfasis en la palabra «lugar» (topoj:v.
17.20.41), en la frase «donde lo crucificaron» (opou auton estaurwsan: v.18) o «fue crucificado» (opou
estaurwqh: v.20.41) y en la expresión «porque estaba cerca» (oti egguj hn: vv.20.42). También se repite en
ambas escenas la referencia a los judíos (v. 19.20.21.42). El lugar en el que se lleva a cabo la crucifixión es el
Calvario o Gólgota. Allí había un huerto (khpoj), y en el huerto un sepulcro nuevo en el que nadie todavía había
sido depositado.
       No deja de ser significativo que el cuarto evangelista inicie la pasión de Jesús en el huerto de Getsemaní
(Jn 18,1) y la concluya en el huerto del Gólgota donde Jesús fue crucificado y sepultado (Jn 19,41) y donde se
apareció a María Magdalena (Jn 20,15).
       La imagen del huerto es importante en el Cantar de los Cantares. Es el lugar donde está el amado, y donde
él se encuentra con la hermana, la novia (Cant 5,1; 6,2; 8,13). Es el lugar de los amigos, de la amada, del amado.
El lugar en el que sopla el viento del norte y del sur y lo llena de fragancia (Cant 4,16). El lugar donde está la
fuente sellada, el jardín-fuente, la fuente de agua viva (Cant 4,15).
       Todos estos datos se corresponden admirablemente con la escena descrita por el cuarto evangelista. Allí es
crucificado Jesús. Sobre la cruz hace Pilato poner una inscripción en la que proclama a todos, y en varias
lenguas, que Jesús Nazareno es el rey de los judíos. Parece que en Jn 19 se cumple la condena sobre el «rey de
los judíos» de la que se hablaba en Mt 2. Jesús es condenado el día en que se prepara la gran celebración del
Éxodo, la Pascua. Jesús es colocado en medio de los otros dos crucificados. Jesús es también puesto en un
sepulcro nuevo, en el que nadie había sido antes depositado.

      b) Desnudado y despojado, envuelto y embalsamado

       En el huerto Jesús es despojado de sus vestiduras. Su túnica es echada a suertes. Los soldados que lo
crucificaron, lo despojan de todo (Jn 19,23-24). En contraposición a los soldados, José de Arimatea, que era
discípulo de Jesús, pero que tenía miedo a los judíos, y Nicodemo, retiraron de la cruz su cuerpo, lo envolvieron
en vendas con los aromas de áloe y mirra.

      c) Los dos testimonios del discípulo amado

       El discípulo amado aparece en las dos escenas correlativas (C y C). En la escena tercera se encuentra junto
a otros personajes femeninos: la madre de Jesús, la hermana de su madre María, mujer de Cleofás, y María
Magdalena. En la escena quinta está como testigo de lo que piden los judíos a Pilato (que les sean quebradas las
piernas a los crucificados y los retiren), de lo que hacen los soldados con los dos crucificados (quebrarles las
piernas) y de lo que hace un soldado con Jesús (atravesarle el costado con una lanza). Del costado de Jesús,
atravesado por la lanza, sale sangre y agua. Este dato es tan importante que se afirma que el discípulo que lo vio,
da testimonio de ello y su testimonio es veraz. El agua y la sangre son el gran símbolo de este momento. ¿No es
lícito establecer un puente simbólico con el relato de Cana, donde se presentaba el símbolo del agua vino, los
grandes símbolos de la encarnación de Dios?

      d) La sed de Jesús y la entrega del Espíritu

       En esta escena Jesús ocupa todo el espacio. Se dice que él sabía que todo estaba cumplido. Se había
cumplido la hora. Pero en ese mismo momento Jesús siente sed. Ya no es su madre la que le hace consciente de
la carencia de vino, como en Cana. Es él mismo quien se encuentra ahora en la situación de los novios: «Tengo
sed».
       En Caná había unas vasijas vacías. Aquí hay una vasija llena. Llama la atención la referencia a las vasijas
en el cuarto Evangelio. Pero la vasija del Calvario está llena de vino de baja calidad (ozoj), vino ácido, bebida de
hombres vulgares, de soldados. Aquí sí que han dejado el vino malo para el final. El Novio ha actuado en este
momento como todo hombre.
       Una relación paradójica entre ambas escenas. En Cana se vislumbra la Gloria. En Calvario se oculta. En
Cana se sirve primero el vino bueno, después el malo. En el Calvario el último vino es el malo.
       Jesús comienza su ministerio ofreciendo a todos el vino bueno. Concluye su ministerio tomando él el vino
malo. Y mientras en Cana el agua es aquello que se da por supuesto, aquello que hay en abundancia, en el
Calvario el agua será el último don, el que mane del costado abierto de Jesús, pero juntamente con la sangre.
       Mientras que en Cana es la madre de Jesús quien está en el lugar de la boda antes que el hijo y los
discípulos, en el Calvario es el hijo quien está antes y a quien se acercan la madre, algunas mujeres y el discípulo
amado
       La escena central y última es aquella en la que Jesús, después de haber cumplido su misión, y haberlo
entregado todo, clama su sed de Dios, su sed de amor. Es el momento de su máxima soledad. Cuando el grano de
trigo queda «solo». La escena central es aquella en la que Jesús entrega el Espíritu a la Esposa y muere por ella.

        1. La madre de Jesús, madre del discípulo amado
                         «Junto a la cruz de Jesús estaban (eisthkeisan) su madre (h mhthr autou),
                         la hermana de su madre (h adelqh thjh mhtroj autou), María la mujer de
                         Cleofás y María Magdalena.

                         Jesús, pues, al ver (idwn) a su madre y presente (parestwta) al discípulo que
                         amaba (aqhthn en hgama) dijo a su madre:
                         — Mujer (gunai), ahí tienes a tu hijo (ide o uioj sou)
                         después dijo al discípulo:
                         — Ahí tienes a tu madre (ide h mhthr sou)

                         Y desde aquella hora (), el discípulo la acogió entre sus propiedades (elaben o maqhthj authn eij idia)».
a) Junto a la cruz estaban...

       El evangelista Lucas relata que, después de morir Jesús, todos sus parientes y las mujeres que le habían
seguido desde Galilea «estaban a distancia» (eisthkeisan: Le 23,49). El cuarto evangelista nos dice que, antes
de morir Jesús, estaban junto a la cruz (eisthkeisan para tw staurw tou Ihsou) su madre, la hermana de su
madre, María de Cleofás y María Magdalena 52. Según Alfonso Simón Muñoz 53, el verbo isthmi no sólo tiene
el valor habitual de «estar en pie», sino de «venir», «presentarse», sobre todo cuando se atiende al posible
trasfondo semítico de su uso por parte de Jn y Lc.

    b) Una revelación: el nuevo hijo de la madre de Jesús

       Las palabras que Jesús dirige a su madre y al discípulo amado forman parte de un esquema de revelación
56: Jesús, «viendo» a su madre y al discípulo que quería, declara, revela a cada uno de ellos quiénes son el uno
para el otro. En la cruz, viendo a su madre y a su discípulo predilecto, revela una realidad existente pero oculta:
que «la mujer» es madre del discípulo y que el discípulo es su hijo, y, por consiguiente, hermano de Jesús.
       No se trata, por lo tanto, de palabras «sacramentales», que instituyen una realidad que no existía antes,
sino palabras de revelación que manifiestan lo que estaba oculto: que ella es «madre espiritual», que él es «su
hijo espiritual», y ambas cosas, maternidad-filiación, en el contexto del discipulado de Jesús.
       Mercedes Navarro se pregunta qué significa en el cuarto Evangelio ser hijo. Y, recurriendo a Jn 1,12-13,
responde: «supone creer en su nombre; tener poder, como capacidad que da Jesús (por el Espíritu) y hacerse
(ser) hijos de Dios. Es decir, que de forma sintética podríamos concluir que hijo es aquel que se asemeja a Jesús-
Hijo-de- Dios. Y los vínculos que hacen hijo no son de naturaleza biológica, ni de linaje, ni de poder de varón,
sino vínculos teológicos» 57. Es discípulo amado de Jesús quien ha nacido como Jesús: «no de las sangres, ni de
la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón», sino de Dios y de la madre de Jesús.

    c) Significado trascendente, simbólico

       María es proclamada por Jesús madre del discípulo amado. En tal proclamación ha visto la tradición de la
Iglesia expresada la maternidad espiritual de María sobre todos los hombres, o la maternidad espiritual de María
sobre la Iglesia. Sin embargo, no parece ésta una lógica consecuencia del texto evangélico. ¿No es confiada
María a un discípulo, al discípulo amado, a Juan, el hijo de Zebedeo? ¿De dónde se deduce esa ampliación a
todos los discípulos?
        Para dar una respuesta adecuada es preciso determinar, en primer lugar, quién es el «discípulo amado».
Para algunos exegetas, el discípulo amado es una figura meramente simbólica, que representa la misma
comunidad joannea. Pero en el cuarto Evangelio este personaje es confrontado con personajes históricos, reales,
no simbólicos.
       Si el discípulo amado es un personaje real, histórico, su presentación en el cuarto Evangelio hace de él un
«símbolo», «el tipo del verdadero creyente»: vio y creyó (Jn 20,8). Se condensa en él el ideal del auténtico
discípulo. Y, al afirmarlo, no introducimos ningún elemento extraño en la interpretación de un Evangelio que es
histórico y simbólico-teológico al mismo tiempo. Acontecimientos y personajes se llenan de trascendencia. El
discípulo amado, personaje histórico, encarna la actitud del auténtico discípulo de Jesús. La comunidad cristiana
puede y debe verse ejemplificada en él.
       El discípulo amado y todos aquellos a quienes él tipifica son orientados por Jesús hacia la Mujer, también
la creyente, que «estaba junto a la cruz», para que la reconozcan y acepten como madre, es madre en el nuevo
sistema de relaciones que Jesús establece con su Muerte y Resurrección.
       La relación entre el discípulo y la madre queda expresada en la siguiente frase «Y desde aquella hora el
discípulo la acogió entre sus propias cosas» «Sus propias cosas» es la traducción de la expresión griega eij ta
idia, que describe el ámbito en el que se desenvuelve intrínsecamente la vida del discípulo, que alude a sus
bienes espirituales y a todo aquello que lo constituye «discípulo amado» de Jesús. María es acogida para formar
parte del mundo espiritual del discípulo.

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Capitulo iv

  • 1. Mariología Pbro. Lic. Salvador Maldonado Marco Antonio Núñez Torres CAPITULO IV LA MADRE DEL VERBO QUE SE HIZO CARNE INTRODUCCIÓN Para comenzar a desarrollar este capítulo es necesario en un primer momento conocer al autor del cuarto evangelio canónico, el cual ha dado valiosos aportes para conocer la vida de nuestro Señor Jesucristo en su vida terrena, hace más de dos mil años. ¿Quién es el autor del cuarto evangelio? El cuarto evangelio ha llegado a nuestras manos gracias al Apóstol llamado Juan, que no sigue el esquema de los Sinópticos y dispone de fuentes propias. Juan Zebedeo, nombre autentico del más joven discípulo al que Jesús cariñosamente apodaba "el hijo del trueno" (cfr. Mc 3,13-19). Muy probablemente testigo ocular del ministerio de Jesús e inicialmente discípulo de Juan el Bautista; quizá sea el discípulo, compañero de Andrés, no identificado en Jn 1,35-40. Juan escribió su Evangelio después del año 95. El idioma utilizado fue el griego. El lugar parece claro: la isla de Patmos a la que el apóstol había sido desterrado por Domiciano (Emperador Romano 81-96 d.C). Los destinatarios de su evangelio fueron en un principio los cristianos de origen heleno perseguidos por Roma. Las fuentes para la redacción de Todo su evangelio es un compendio de su vivencia al lado de Cristo, por lo que sólo necesitó fuentes para el inicio de la obra. Pero algo importante, que no puede pasar desapercibido, es que todo este cuarto evangelio realiza una función simbólica; como la madre de Jesús, de la cual tampoco se menciona nunca el nombre. El cuarto evangelista manifiesta una cierta preferencia por mostrar a ciertas personas como modelos, figuras, tipos o símbolos de una peculiar forma de reaccionar ante Jesús y su mensaje. Por otra parte, el Evangelio de Juan coloca teológicamente en una misma perspectiva dos planos distintos la actividad terrena de Jesús y la vida de la Iglesia. Contemplando al Jesús terreno a la luz de las situaciones posteriores de la Iglesia. 1) Comunidad Prepascual; 2-11. 2) Comunidad Pospascual: 12. A partir de ahí, los discípulos orarán en nombre de Jesús (Jn 16,26), se les comunicara el Espíritu (Jn 16,7), tendrán un conocimiento mayor que les capacitará para obras mayores (Jn 14,12), iniciarán el verdadero seguimiento de Jesús (Jn13, 36). Pero algo muy curioso, es que en ambas partes del Evangelio aparece «la madre de Jesús» en el inicio del ministerio terreno (Jn 2, lss) y en el momento de la hora (Jn 19,25-27) Pero cabe preguntarse si también ella está aludida en el prólogo cristológico con el que también el cuarto evangelista inicia su obra (Jn 1, 1-18) al igual que Mateo y Lucas. I. MARÍA EN EL PROLOGO CRISTOLÓGICO DE JUAN «NO NACIDO DE LA VOLUNTAD DE VARÓN» Mateo y Lucas tratan del origen virginal de Jesús en sus respectivos prólogos cristológicos. También en el cuarto Evangelio hay un prólogo, que tiene la forma de himno y de cántico de alabanza, y que celebra el misterio del Verbo encarnado. Pero este prólogo ¡no es un relato de la natividad! Ni siquiera es un relato. Su perspectiva es teológica y mística. Lo que nos interesa saber si el prólogo del cuarto Evangelio conoce el nacimiento virginal de Jesús o lo presupone. El cuarto Evangelio, fuera ya del prólogo, habla en dos ocasiones de Jesús como «hijo de José». En el prólogo se habla de alguien «no nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón» (Jn 1,12-13). Pero la cuestión está en dilucidar si este versículo se refiere a Jesús mismo en su concepción o a los cristianos.
  • 2. Las dos versiones de Jn 1,12-13 a) ¿Una falsificación? Los grandes manuscritos griegos del cuarto Evangelio, todos ellos posteriores al año 300, refieren estos versículos 12-13 a los creyentes. Pero surge una dificultada, al no disponer de ningún manuscrito o papiro del cuarto Evangelio del período que va de los años 100 al 200. Por eso resulta extraño que los autores de esa época que citan Jn 1,12-13, unas siete u ocho veces, empleen siempre la lectura singular «el cual nació (oz…… egennhqh) no de la voluntad de la carne… ». Y solo a finales del siglo II encontramos la lectura plural, esto ocurre en Alejandría, en Egipto. Gracias al padre de la Iglesia Tertuliano, que da una explicación, al tratarse de una falsificación de Jn 1,13, para fundamentar en un texto bíblico sus teorías sobre el origen divino y renacimiento de los «elegidos», de los «espirituales» o «perfectos», los gnósticos valentinianos. He aquí, pues, las dos lecturas en un cuadro sinóptico: «Mas a cuantos le recibieron, a los que creen en su nombre a aquellos que creen en su nombre les dio potestad de ser hijos de Dios, dioles poder de venir a ser hijos de Dios los cuales no de la sangre el cual no nació de las sangres ni de la voluntad de la carne ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad del hombre ni de la voluntad de varón, sino de Dios nacieron (egevvnnhqhsan)» sino que fue engendrado (egennhqh) de Dios b) La lógica del cuarto Evangelio y la lectura singular De la Potterie, junto con otros autores y autoras, presenta toda una serie de argumentos que avalan la lectura en singular, basados en la lógica interna del texto del cuarto Evangelio: a) cuando Jn habla del nuevo nacimiento de los cristianos emplea siempre el verbo en perfecto, no en aoristo; éste lo reserva para Cristo, tal como aparece en Jn 1,13; b) el término «nombre» del que se habla en Jn 1,12 se refiere al ser del Hijo; tiene entonces sentido el singular en el v.13: «Dioles poder de venir a ser hijos de Dios a aquellos que creen en su nombre: el cual no nació de... sino que fue engendrado por Dios... el Unigénito del Padre»; c) nunca el cuarto Evangelio propone una cualidad de la vida cristiana sin proponer antes esa misma cualidad en Cristo; por lo tanto, iría contra su lógica presentar el origen divino de los creyentes sin proponer previamente el origen divino de Jesús: llegamos a ser hijos de Dios en la medida en que creemos en aquel que ha sido engendrado por Dios, el Hijo de Dios; d) las tres negaciones del v.13 , no de la carne, no de la sangre, no de la voluntad, tienen evidentemente un carácter polémico; pero la polémica tiene sentido si de lo que se habla es de un nacimiento corporal, al que se le niegan ciertas modalidades: lo cual se explica muy bien si se trata de la encarnación de Cristo. De la Potterie llega, pues, a la conclusión de que en Jn 1,12-13, Cristo en su encarnación es presentado como el modelo del nuevo nacimiento de los cristianos. Los v. 12-13 con palabras más sencillas dicen lo siguiente: «A todos nos ha dado la posibilidad de venir a ser hijos de Dios, en la medida en que creemos en el nombre de aquel que ha sido engendrado por Dios». 2. Las tres negaciones: «el cual no nació de las sangres, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón» El cuarto evangelista niega tres modalidades en el nacimiento de Cristo: nacer de la voluntad de varón, de la voluntad carnal, y de las sangres. Las dos primeras modalidades parecen suponer la concepción virginal. La tercera, «no de las sangres (oz ouk ex aimatwn)», es una expresión extraña. Peter Hofrichter escribió sobre esa expresión su tesis doctoral y llega a la conclusión de que la palabra sangre en plural describía, en primer lugar, el derramamiento de sangre en actos violentos como un crimen o una batalla, pero también, en segundo lugar (en algunos textos del Antiguo Testamento y, más tarde, en la tradición judía), la pérdida de sangre en la
  • 3. menstruación de la mujer y en el parto de una nueva criatura (Lev 12,4-7). En las traducciones modernas, el vocablo damín, aimata, sangres, se traduce siempre en singular. Pues bien, ¿qué quiere decir que Jesús «no nació de las sangres »? Es obvio que aquí no se hace referencia a un derramamiento violento de sangre. Lo que se quiere decir, sin embargo, es que el nacimiento de Jesús se produjo sin efusión de sangre en su madre. Dicho de otra manera, en el nacimiento de Jesús no hubo pérdida de sangre en su madre, por lo cual tampoco hubo impureza ritual. De la Potterie se admira de la correspondencia entre Jn 1,12-13 y Le 1,34-35: Le 1,34-35 Jn 1,13 «Pues yo no conozco que no fue engendrado por voluntad de varón varón lo que nacerá santo nacido no de las sangres será llamado sino Hijo de Dios engendrado por Dios Según esta concordancia, el nacimiento virginal es el «signo» de la filiación divina de Jesús La ausencia de un padre humano en la concepción de Jesús y el nacimiento «santo» de Jesús se sitúa en la esfera del «signo». El Hijo de Dios ha nacido de una mujer. Juan la llama siempre «la madre de Jesús». Con todo, Jesús es siempre, para el cuarto Evangelio, el Hijo único de Dios, el Templo de su presencia. El es el Hijo de Dios hecho hombre y que tomó su humanidad de María. 3. «El hijo de José» El Evangelio de Juan, fuera ya del prólogo cristológico, habla en dos ocasiones de «Jesús, el hijo de José (uioj tou Iwshhq)» (Jn 1,45, 6,42), pero no expresa entonces su convicción sino el modo de hablar de la gente, de Felipe. Cuando él quiere expresar la identidad de Jesús, su filiación, lo hace siempre en referencia a Dios Padre. Jesús es el «Hijo del Padre», es sencillamente «el Hijo». Quien conoce a Dios, conoce a Jesús, y sabe que El es el Hijo del Padre. Quien desconoce a Dios recurre a respuestas vulgares y falsas para explicar el origen de Jesús, por eso la gente dice de Jesús que es «el hijo de José». II. LA MADRE DE JESÚS EN LAS BODAS MESIÁNICAS DE CANA DE GALILEA 1. El contexto anterior Cuando el lector llega al relato de las bodas de Cana, en las cuales la madre de Jesús ocupa un lugar importante, ha recibido ya en el primer capítulo de Jn una serie de informaciones, que le sirven como trasfondo, para entender el relato. Ya ha leído el prólogo cristológico del Evangelio (Jn 1,1-18), conoce el testimonio de Juan el Bautista en favor de Jesús (Jn 1,19-34) y finalmente conoce la narración de la llamada y seguimiento de los primeros discípulos (Jn 1,35-51). Y vale para este capítulo de manera especial e intensa lo que hay que decir en general de todo el cuarto Evangelio: que aprovecha todas las circunstancias para explicar su tema, su gran tema: la cristología. 2. Estructura del relato de la boda de Caná. El relato está estructurado en cinco partes, que tienen, como es usual en la literatura hebrea, forma de quiasmo. A Jn 2,1-2 La primera parte (A) se corresponde con la B Jn 2,3-5 quinta (A'), la segunda (B), con la cuarta (B') C Jn 2,6-8 y la tercera constituye el momento central del B Jn 2,9-10 relato (C). A’ Jn 2,11-12
  • 4. Hay una correspondencia entre los dos versículos iniciales (Jn 2,1-2) y el versículo final (Jn 1,12) La acción transcurre entre dos ciudades Cana de Galilea y Cafarnaúm. De Caná de Galilea se habla al principio y al final. El relato concluye diciendo que Jesús bajó (katebh) de Cana a Cafarnaúm. En Caná se encuentra la madre de Jesús. Más tarde se hacen presentes Jesús y sus discípulos, que han sido llamados. Los discípulos, con motivo de lo que ocurrirá en Caná, creerán en Jesús. Hacia Cafarnaúm baja Jesús con su madre y sus hermanos y sus discípulos. En Caná tiene lugar una boda a la que todos asisten. Cafarnaúm es el lugar al que todos se dirigen después de la boda. No deja de ser curioso que María y los hermanos de Jesús no se dirijan a Nazaret, sino que sigan el camino de Jesús. En el inicio del relato se habla de «tres días después». En la conclusión se afirma que no permanecieron en Cafarnaúm por «muchos días». Hay también paralelismo entre el segundo y el cuarto momento del relato. En ambos prevalece el tema del vino. Este término es repetido tres veces en el segundo momento y otras tres veces en el cuarto momento. En el segundo momento la madre de Jesús habla de la falta de vino porque se había acabado el vino de la boda. En el cuarto momento se constata y se prueba la solución a esa carencia, pero de forma sobreabundante el agua para las purificaciones de los judíos se ha convertido en vino bueno y sobreabundante, rebosante. En el segundo momento hay un diálogo un poco tenso entre María y Jesús. En el cuarto, un diálogo semejante entre el maestresala y el novio. En el segundo aparece la mujer (gunh). En el cuarto, el novio (numqioj), a quien el maestresala le recuerda la forma de actuar de cualquier hombre (paj anqrwpoj). Jesús se distancia de la mujer, el novio, de todo hombre. En ambos momentos se hacen referencias temporales: en el segundo, a la hora que todavía no ha llegado; en el cuarto, al ahora que ha llegado, pero, tal como resalta el maestresala, de una manera ilógica, que contraviene todas las expectativas. En ambos momentos se produce una situación de ignorancia; en el primero se trata de la ignorancia de la madre de Jesús, puesta de relieve por él al preguntar: « ¿Qué tengo yo contigo, mujer?». En el cuarto se trata de la ignorancia del maestresala, que ignoraba «de dónde era». En el segundo y cuarto momento aparecen también los servidores. Estos reciben de la madre la recomendación de obedecer la palabra del hijo. Y por eso se dice en la segunda parte que «ellos sí sabían». En el tercer momento, el central del relato, Jesús y su palabra ocupan la escena. Jesús pronuncia tres mandatos: « ¡Llenad!», « ¡Sacad ahora!», « ¡Llevad!». Los servidores obedecen exactamente todo lo que la palabra de Jesús dice; y, obedeciendo a Jesús, obedecen lo que la Madre les había pedido antecedentemente. En este momento no se habla de vino, sino sólo de agua y de seis tinajas de piedra vacías que habrán de rebosar. La palabra de Jesús y la colaboración obediente de los servidores produce el signo, el comienzo de los signos. 3. El primer momento y el último: «Se hizo una boda... y vieron su gloria» a) Un hecho simbólico Leyendo el texto se advierte que el redactor apenas atiende a los detalles informativos que describen la boda. Faltan demasiados detalles. No se dice nada de la esposa. El novio aparece sólo al final y de forma indirecta. No se habla del rito de casamiento. Se suscitan muchas preguntas: ¿Por qué faltó el vino? ¿Cómo es que la madre de Jesús, una invitada entre tantos, se dio cuenta antes que nadie de que faltaba el vino? ¿Por qué Jesús no actuó por sí mismo, no dio gracias a Dios Padre, no bendijo...? ¿Por qué no ordenó al agua que se convirtiera en vino? Un relato clásico habría ofrecido todos estos detalles. Este no. Se entretiene incluso con detalles que aparentemente no tienen importancia: se le concede demasiado espacio al diálogo entre Jesús y María; se indica innecesariamente el número y la cualidad y capacidad de las tinajas. Se dice que son de piedra, que están destinadas a la purificación de los judíos; se habla de la obediencia escrupulosa de los sirvientes. Todos estos detalles podrían haber desaparecido de un relato clásico sin que mermase en nada la narración. Todo esto indica que se trata de un relato simbólico. El simbolismo nace de su totalidad. Remite a algo que está más allá. El hecho invita a los discípulos a comprender algo, a creer, a tener fe. El cuarto Evangelio presenta los signos de Jesús «para que creáis».
  • 5. b) El primero de los signos No es sólo un signo, sino el primero de los signos, el protosigno o el comienzo de los signos (arch twn shmeiwn). Cuando Jn emplea la expresión «desde el comienzo» (ap archj: Jn 15,27; 1 Jn 1,1-3), se está refiriendo a este comienzo de la revelación de Jesús: «lo que hemos visto y oído» (1 Jn 1,2-3). En Jn el «comienzo» no ha de identificarse con el testimonio de Juan Bautista, ni con la predicación inicial de Jesús, ni tampoco con la vocación de los primeros discípulos. Sino con el signo de Cana. Ese es «el comienzo de los signos», el arquetipo que prefigura y encierra toda la serie de signos. En el cuarto Evangelio los «signos» son actos simbólicos mediante los cuales Jesús se manifiesta como Mesías e Hijo de Dios. Son los gestos del Verbo que se ha hecho carne y que habita entre nosotros. c) Se manifiesta la gloria La realización del primer signo (shmeiwn) está unida a la manifestación de su gloria (doxa), del mesianismo y la filiación divina de Jesús (cf. Jn 20,30-31) Es la gloria del Hijo unigénito del Padre Se manifiesta la gloria del Logos hecho carne En la carne se manifiesta la doxa. Y ¿Cuál es la gloria de Jesús? Vayamos al texto griego y contemplemos un llamativo paralelismo, que no se aprecia en las traducciones: Jn 1,14 Jn2,l 11 o Aogoj sapx egeneto……kai eqea kai…gamoj egeneto…kai eqa sameqa thn doxan autou nerwsen thn doxan autou “El Verbo se hizo carne… y hemos “Y…se hizo una boda… y se manifestó Contemplado su gloria” su gloria” 4. El segundo momento y cuarto momento: la mujer y la hora a) «No tienen vino» (oinon ouk ecousin) La madre de Jesús se acerca a su hijo y le dice que «no tienen vino». En la versión occidental del texto el comentario del evangelista es más redundante «pues se había acabado el vino de la boda». Por eso no tenían vino. La madre de Jesús emplea en el relato un lenguaje alegórico o simbólico, haciéndose portavoz de Israel y de su deseo de recibir el vino de los bienes mesiánicos. En la Escritura el vino es uno de los elementos más importantes del festín mesiánico. Los principales textos proféticos que hablan del vino se encuentran en Amos, Joel e Isaías. Si aplicamos esta simbología sapiencial (cantar de los cantares) y mesiánica (evangelio de Mt) al «vino nuevo» de Cana, es claro que este vino es el símbolo de la revelación escatológica que Jesús viene a traernos. Más todavía dentro de la fe cristiana, el vino está llamado a ser el gran símbolo eucarístico de la sangre de Jesús, de la carne sacrificada del Señor. El «no tienen vino» evoca, por tanto, una situación pre-eucarística. ¡Todavía la sangre no ha sido derramada para el perdón de los pecados!!Todavía no se ha realizado la nueva y definitiva Alianza! b) « ¿Qué entre yo y tu, mujer? (Ti, emoi kai, soi, gu,nai)» La madre de Jesús no es presentada con su nombre propio, sino únicamente en su función. Ella es la madre de la Palabra eterna. Por eso tiene sentido que la madre esté en la boda, que simboliza la encarnación de la Palabra Allá no está José Sólo Dios es el Padre de Jesús. La frase ¿qué hay entre mí y ti? sólo puede ser entendida o como distanciamiento de Jesús respecto a su madre, o como falta de comprensión, de diálogo, como malentendido.
  • 6. c) «Todavía no ha llegado mi hora (ou;pw h w¨´[ra mou) Algunos exégetas traducen estas palabras como una frase retórica: « ¿es que no ha llegado mi hora?». Pero, en contra de esta traducción está el hecho de que nunca en el cuarto Evangelio la partícula negativa «todavía no» (ou;pw) introduce una frase interrogativa3 y no hay razones suficientes para romper aquí esa regla. En el cuarto Evangelio se habla de la «hora» en varios sentidos cronológico sin más, teológico y cristológico, aunque prevalece la noción teológica. La referencia a la hora en Cana está probablemente relacionada con la hora del acontecimiento narrado en Jn 19,27: «Entonces dijo al discípulo… Y desde aquella hora el discípulo la acogió entre sus cosas». Se trata, pues, de la hora de la pasión, pues es a ese acontecimiento al que siempre se refiere el término «hora» en Jn d) «Mujer» ¿Por qué se dirige Jesús a su madre llamándola mujer? Cuando llega la hora, Jesús no mantiene con su madre la relación familiar. Hay todo un pequeño universo de significados en torno a la palabra «mujer», con la que Jesús se dirige a su madre, y que la exegeta. Mercedes Navarro ha puesto de relieve. La madre de Jesús tiene algo que ver, en primer lugar, con la función de la mujer del Génesis (Gen 2-3) En Gen 2-3, la mujer es la primera diferenciada a partir de un 'ada genérico (Gen 2,22-34), es la primera que pone palabra a los deseos humanos. Es la primera en acceder al conocimiento del bien y del mal. Es la persona que pone palabra a una carencia y que se somete a una relación de confrontación. Es la persona que inicia a los servidores en el conocimiento, y, por eso, ellos saben de dónde viene el vino, con su palabra que los remite a Jesús. En segundo lugar, la exclamación ¡Mujer! anticipa el diálogo de Jesús con la Samaritana (Jn 4,21): «Créeme, mujer: llega una hora en que...». Si en Caná es Jesús quien pone las distancias con su madre, en el diálogo con la Samaritana es ella la que establece distancias. Si en Caná hay unas tinajas, recipientes vacíos, en este episodio hay un cántaro vacío. Las tinajas vacías son llenadas de agua hasta el borde; el cántaro va a ser llenado por la mujer, pero se queda vacío junto al pozo. En ambas ocasiones se menciona la hora. Pero mientras en Caná la expresión es ambigua, ahora es clara: la alusión al culto es aquí evidente, mientras que en Caná es velada cuando se describen las tinajas como destinadas a las abluciones de los judíos. Si el marco de Caná es una boda, el marco de la Samaritana es la escena típica de compromiso nupcial o escena junto al pozo. La escena junto al pozo, humana y teológicamente hablando, como en Caná, es fundamental. Evoca el sentido de las bodas, sin que por eso necesitemos señalar a Jesús como novio o a María como novia. La mujer de Caná inicia y la mujer de Samaría extiende. ¡Mujer!, en tercer lugar, anticipa Jn 19,27. La mujer a la que se dirige Jesús realiza lo que ella había iniciado en Caná y da forma a lo que la mujer de Samaría había ampliado en sentido de universalidad. e) Las palabras de la madre a los servidores «Haced lo que El os diga» son las últimas palabras de María en los evangelios. Algunos intérpretes evocan en este momento las palabras del faraón sobre José (Gen 41,55); pero se trata de una mera coincidencia material. Las palabras de la madre de Jesús reproducen una fórmula técnica que aparece varias veces en el Antiguo Testamento, y siempre en relación con la Alianza. Son las palabras de aceptación de la Alianza. Serán las palabras para renovar la Alianza más tarde. La fórmula aparece por vez primera en Ex 19,8. En dicha cita bíblica hallamos siempre dos constantes: la palabra del mediador y la respuesta del pueblo. A. Serra observa que las palabras de María a los servidores de Caná «Haced lo que El os diga» pueden ponerse en paralelo con la fórmula de la Alianza: «Nosotros haremos todo cuanto ha dicho Yahvé». María utiliza la fórmula de la Alianza. Personifica en cierto sentido al pueblo de Dios en un contexto de Alianza. f) El maestresala y el novio El maestresala reconoce el acontecimiento, pero ignora la acción de Jesús. El maestresala manda llamar al esposo, que parece ausente. Le reprocha haber dejado el vino bueno hasta ahora. Atribuye el vino nuevo a una
  • 7. iniciativa del esposo. El esposo no actúa como la mayoría de los hombres. El maestresala es un testigo. La pregunta del maestresala por el origen del agua convertida en vino es la pregunta que siempre se hace el cuarto Evangelio sobre el origen de Jesús, la Palabra encarnada. 5. El tercer momento: el agua y el vino Agua y vino son para Walter Lütgehetmann símbolos del Logos y de la carne. El agua es un símbolo universal de la vida. Aparece siempre en los mitos de creación. Está inseparablemente unida a la creación y es sinónimo de vida y de Dios. «Lo mismo cabe decir del Logos joanneo: él está al principio en Dios, a través de él se hizo todo, él y Dios son uno (Jn 1,1-3). Y, como el agua, da la vida. Por eso del Logos viene la vida, la luz de los hombres. Por eso me parece plausible ver el Logos bajo el símbolo del agua». El símbolo del agua vuelve a aparecer en la cruz; del costado de Jesús mana agua (Jn 19,34b). El vino es símbolo de la carne, de la humanidad, de la sangre. La transformación de Caná representa el misterio insondable de la Encarnación. Así los discípulos comienzan a entender y contemplar la gloria. Pero todavía les queda por recorrer el camino de los signos para poder entender con más profundidad el misterio. III. LA MADRE DE JESÚS EN EL HUERTO DEL AMOR ESPONSAL EN JERUSALÉN La siguiente escena en la que aparece la madre de Jesús en el cuarto Evangelio cambia de escenario. De Cana de Galilea, donde se celebraron las bodas mesiánicas, nos trasladamos a Jerusalén, al lugar llamado Calvario o Gólgota, donde había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo. Allí Jesús es crucificado y junto a la cruz del hijo está su madre, o la Mujer. 1. Las siete escenas como contexto El cuarto evangelista presenta la escena de la madre de Jesús junto a la cruz de su hijo enmarcada en un relato formado por siete escenas que se corresponden en forma de quiasmo. A Lugar de la crucifixión e inscripción (19,16b-22) B Jesús es desnudado y despojado por los soldados (19,23-24) C Testimonio primero del discípulo amado Jesús, su madre y él (19,25-27) D La muerte de Jesús (19,28-30) C´ Testimonio segundo del discípulo amado' la sangre y el agua (19,31-37) B' El cuerpo de Jesús es envuelto en vendas y embalsamado (19,38-40) A' Lugar de la sepultura (19,41 -42) a) El lugar de la crucifixión y de la sepultura La primera escena (Jn 1,16-22) y la séptima (Jn 19,41-42) ponen énfasis en la palabra «lugar» (topoj:v. 17.20.41), en la frase «donde lo crucificaron» (opou auton estaurwsan: v.18) o «fue crucificado» (opou estaurwqh: v.20.41) y en la expresión «porque estaba cerca» (oti egguj hn: vv.20.42). También se repite en ambas escenas la referencia a los judíos (v. 19.20.21.42). El lugar en el que se lleva a cabo la crucifixión es el Calvario o Gólgota. Allí había un huerto (khpoj), y en el huerto un sepulcro nuevo en el que nadie todavía había sido depositado. No deja de ser significativo que el cuarto evangelista inicie la pasión de Jesús en el huerto de Getsemaní (Jn 18,1) y la concluya en el huerto del Gólgota donde Jesús fue crucificado y sepultado (Jn 19,41) y donde se apareció a María Magdalena (Jn 20,15). La imagen del huerto es importante en el Cantar de los Cantares. Es el lugar donde está el amado, y donde él se encuentra con la hermana, la novia (Cant 5,1; 6,2; 8,13). Es el lugar de los amigos, de la amada, del amado. El lugar en el que sopla el viento del norte y del sur y lo llena de fragancia (Cant 4,16). El lugar donde está la fuente sellada, el jardín-fuente, la fuente de agua viva (Cant 4,15). Todos estos datos se corresponden admirablemente con la escena descrita por el cuarto evangelista. Allí es crucificado Jesús. Sobre la cruz hace Pilato poner una inscripción en la que proclama a todos, y en varias lenguas, que Jesús Nazareno es el rey de los judíos. Parece que en Jn 19 se cumple la condena sobre el «rey de los judíos» de la que se hablaba en Mt 2. Jesús es condenado el día en que se prepara la gran celebración del
  • 8. Éxodo, la Pascua. Jesús es colocado en medio de los otros dos crucificados. Jesús es también puesto en un sepulcro nuevo, en el que nadie había sido antes depositado. b) Desnudado y despojado, envuelto y embalsamado En el huerto Jesús es despojado de sus vestiduras. Su túnica es echada a suertes. Los soldados que lo crucificaron, lo despojan de todo (Jn 19,23-24). En contraposición a los soldados, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero que tenía miedo a los judíos, y Nicodemo, retiraron de la cruz su cuerpo, lo envolvieron en vendas con los aromas de áloe y mirra. c) Los dos testimonios del discípulo amado El discípulo amado aparece en las dos escenas correlativas (C y C). En la escena tercera se encuentra junto a otros personajes femeninos: la madre de Jesús, la hermana de su madre María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. En la escena quinta está como testigo de lo que piden los judíos a Pilato (que les sean quebradas las piernas a los crucificados y los retiren), de lo que hacen los soldados con los dos crucificados (quebrarles las piernas) y de lo que hace un soldado con Jesús (atravesarle el costado con una lanza). Del costado de Jesús, atravesado por la lanza, sale sangre y agua. Este dato es tan importante que se afirma que el discípulo que lo vio, da testimonio de ello y su testimonio es veraz. El agua y la sangre son el gran símbolo de este momento. ¿No es lícito establecer un puente simbólico con el relato de Cana, donde se presentaba el símbolo del agua vino, los grandes símbolos de la encarnación de Dios? d) La sed de Jesús y la entrega del Espíritu En esta escena Jesús ocupa todo el espacio. Se dice que él sabía que todo estaba cumplido. Se había cumplido la hora. Pero en ese mismo momento Jesús siente sed. Ya no es su madre la que le hace consciente de la carencia de vino, como en Cana. Es él mismo quien se encuentra ahora en la situación de los novios: «Tengo sed». En Caná había unas vasijas vacías. Aquí hay una vasija llena. Llama la atención la referencia a las vasijas en el cuarto Evangelio. Pero la vasija del Calvario está llena de vino de baja calidad (ozoj), vino ácido, bebida de hombres vulgares, de soldados. Aquí sí que han dejado el vino malo para el final. El Novio ha actuado en este momento como todo hombre. Una relación paradójica entre ambas escenas. En Cana se vislumbra la Gloria. En Calvario se oculta. En Cana se sirve primero el vino bueno, después el malo. En el Calvario el último vino es el malo. Jesús comienza su ministerio ofreciendo a todos el vino bueno. Concluye su ministerio tomando él el vino malo. Y mientras en Cana el agua es aquello que se da por supuesto, aquello que hay en abundancia, en el Calvario el agua será el último don, el que mane del costado abierto de Jesús, pero juntamente con la sangre. Mientras que en Cana es la madre de Jesús quien está en el lugar de la boda antes que el hijo y los discípulos, en el Calvario es el hijo quien está antes y a quien se acercan la madre, algunas mujeres y el discípulo amado La escena central y última es aquella en la que Jesús, después de haber cumplido su misión, y haberlo entregado todo, clama su sed de Dios, su sed de amor. Es el momento de su máxima soledad. Cuando el grano de trigo queda «solo». La escena central es aquella en la que Jesús entrega el Espíritu a la Esposa y muere por ella. 1. La madre de Jesús, madre del discípulo amado «Junto a la cruz de Jesús estaban (eisthkeisan) su madre (h mhthr autou), la hermana de su madre (h adelqh thjh mhtroj autou), María la mujer de Cleofás y María Magdalena. Jesús, pues, al ver (idwn) a su madre y presente (parestwta) al discípulo que amaba (aqhthn en hgama) dijo a su madre: — Mujer (gunai), ahí tienes a tu hijo (ide o uioj sou) después dijo al discípulo: — Ahí tienes a tu madre (ide h mhthr sou) Y desde aquella hora (), el discípulo la acogió entre sus propiedades (elaben o maqhthj authn eij idia)».
  • 9. a) Junto a la cruz estaban... El evangelista Lucas relata que, después de morir Jesús, todos sus parientes y las mujeres que le habían seguido desde Galilea «estaban a distancia» (eisthkeisan: Le 23,49). El cuarto evangelista nos dice que, antes de morir Jesús, estaban junto a la cruz (eisthkeisan para tw staurw tou Ihsou) su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena 52. Según Alfonso Simón Muñoz 53, el verbo isthmi no sólo tiene el valor habitual de «estar en pie», sino de «venir», «presentarse», sobre todo cuando se atiende al posible trasfondo semítico de su uso por parte de Jn y Lc. b) Una revelación: el nuevo hijo de la madre de Jesús Las palabras que Jesús dirige a su madre y al discípulo amado forman parte de un esquema de revelación 56: Jesús, «viendo» a su madre y al discípulo que quería, declara, revela a cada uno de ellos quiénes son el uno para el otro. En la cruz, viendo a su madre y a su discípulo predilecto, revela una realidad existente pero oculta: que «la mujer» es madre del discípulo y que el discípulo es su hijo, y, por consiguiente, hermano de Jesús. No se trata, por lo tanto, de palabras «sacramentales», que instituyen una realidad que no existía antes, sino palabras de revelación que manifiestan lo que estaba oculto: que ella es «madre espiritual», que él es «su hijo espiritual», y ambas cosas, maternidad-filiación, en el contexto del discipulado de Jesús. Mercedes Navarro se pregunta qué significa en el cuarto Evangelio ser hijo. Y, recurriendo a Jn 1,12-13, responde: «supone creer en su nombre; tener poder, como capacidad que da Jesús (por el Espíritu) y hacerse (ser) hijos de Dios. Es decir, que de forma sintética podríamos concluir que hijo es aquel que se asemeja a Jesús- Hijo-de- Dios. Y los vínculos que hacen hijo no son de naturaleza biológica, ni de linaje, ni de poder de varón, sino vínculos teológicos» 57. Es discípulo amado de Jesús quien ha nacido como Jesús: «no de las sangres, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón», sino de Dios y de la madre de Jesús. c) Significado trascendente, simbólico María es proclamada por Jesús madre del discípulo amado. En tal proclamación ha visto la tradición de la Iglesia expresada la maternidad espiritual de María sobre todos los hombres, o la maternidad espiritual de María sobre la Iglesia. Sin embargo, no parece ésta una lógica consecuencia del texto evangélico. ¿No es confiada María a un discípulo, al discípulo amado, a Juan, el hijo de Zebedeo? ¿De dónde se deduce esa ampliación a todos los discípulos? Para dar una respuesta adecuada es preciso determinar, en primer lugar, quién es el «discípulo amado». Para algunos exegetas, el discípulo amado es una figura meramente simbólica, que representa la misma comunidad joannea. Pero en el cuarto Evangelio este personaje es confrontado con personajes históricos, reales, no simbólicos. Si el discípulo amado es un personaje real, histórico, su presentación en el cuarto Evangelio hace de él un «símbolo», «el tipo del verdadero creyente»: vio y creyó (Jn 20,8). Se condensa en él el ideal del auténtico discípulo. Y, al afirmarlo, no introducimos ningún elemento extraño en la interpretación de un Evangelio que es histórico y simbólico-teológico al mismo tiempo. Acontecimientos y personajes se llenan de trascendencia. El discípulo amado, personaje histórico, encarna la actitud del auténtico discípulo de Jesús. La comunidad cristiana puede y debe verse ejemplificada en él. El discípulo amado y todos aquellos a quienes él tipifica son orientados por Jesús hacia la Mujer, también la creyente, que «estaba junto a la cruz», para que la reconozcan y acepten como madre, es madre en el nuevo sistema de relaciones que Jesús establece con su Muerte y Resurrección. La relación entre el discípulo y la madre queda expresada en la siguiente frase «Y desde aquella hora el discípulo la acogió entre sus propias cosas» «Sus propias cosas» es la traducción de la expresión griega eij ta idia, que describe el ámbito en el que se desenvuelve intrínsecamente la vida del discípulo, que alude a sus bienes espirituales y a todo aquello que lo constituye «discípulo amado» de Jesús. María es acogida para formar parte del mundo espiritual del discípulo.